Capítulo 12

IZAN

Laura me da un zape, llamando la atención de Juan, su asistente y de Lina, la de Recursos Humanos. Estamos en la cafetería de la empresa.

—Ni me voy a disculpar por eso. —Da un mordisco a su sándwich, molesta, y luego me señala con él—. No lo había preguntado antes porque tú y Violetta se han encargado de actuar normal, y yo no quería incomodarla como me lo pediste. ¡Pero esto, hombre!

—Estamos bien con eso —me defiendo, sobando mi cabeza.

—¿Que están bien con eso, dices? —Está demasiado molesta—. Izan, Violetta está embarazada, es una mujer con las hormonas por el cielo, en ese estado puede ser capaz de llorar hasta porque se le caiga un casquillo de fotografía, por Dios, ¿y no han hablado de por qué llevan un mes cogiendo como conejos?

—No lo hacemos a diario —me sigo “defendiendo”, pero ella me da otro zape.

—Me vale madres, pero se suponía que hablarían de por qué lo hacen, aclararían cosas. Y yo creyendo que ya hasta eran novios porque incluso en la cena pasada en su departamento tú la abrazabas cada que tenías oportunidad, pendejo.

Toma una gran bocanada de aire para calmarse.

—Perdón. —Ahora sí se disculpa. Muerde su sándwich otra vez, comiéndolo con calma—. Es que te pasas, Marina ha estado alardeando lo feliz que es al ver a Violetta siendo feliz contigo después de pasarlo mal con su imbécil ex. Mi novia cree que ustedes dos van a vivir en una casa de jengibre con los bebés y nos mandarán postales navideñas vestidos de Santa y mamá Claus y ellos de duendes.

Me río, ganándome otro zape.

—Ya, Laura, hablaré con ella hoy —prometo. Pero en realidad no sé qué le diría a Violetta. Ni siquiera sé en qué nos hemos convertido en el último mes. Sólo sé que hemos estado cómodos así. Nos saludamos de beso en los labios, vemos películas, incluso ayer la llevé a cenar a un restaurante. He dormido en el departamento un par de noches a la semana y cuando no lo hago, si se le antoja algo que no tiene a la mano en la madrugada, me llama y yo voy a llevárselo sin quejarme. Es más, hasta hemos tenido conversaciones sobre los bebés y me mostró que ya hay un pequeño bulto al que he llenado de besos estos días.

Tenía años sin sentirme o actuar como un loco de amor y sin remedio. Lo que me gusta Violetta es lo más único y alocado que me ha pasado en mucho tiempo, negarlo es mi puerto seguro, pero también es malo no aclarar las cosas, así que haré mi mejor intento.

—¿Crees que yo le guste también? No quiero romperle el corazón si es lo que te preocupa, pero tampoco quiero que ella rompa el mío.

Laura levanta una ceja y se le quiere escapar una sonrisa pero no me dice nada porque mi teléfono suena. Es una llamada de Marina. Respondo, confundido. Ella nunca me llama. Ni para preguntarme por Laura.

—¿Hola?

—¡Izan! —Parece alterada porque hiperventila. Comienzo a preocuparme—. Estoy llevando a Violetta al hospital, se quejó de un dolor en el vientre y se me desmayó en pleno festival de primavera en el kínder.

Mi corazón comienza a latir como un loco.

—¡Voy para allá! —Le cuelgo y me levanto tan rápido que capto la atención de todos. Me dirijo unos segundos a mi asistente—. Leonardo, cancela todas mis citas.

Camino hacia la salida, creo que tiré un bote de basura a mi paso. Hasta Laura viene corriendo atrás de mí. Le explico entre mi nerviosismo lo que pasa y me arrebata las llaves de mi carro para ser ella la que nos lleve al hospital. Una vez ahí, Marina se nos acerca para abrazar a Laura, asustada.

—Ya la están atendiendo —dice, mirándome al separarse de Laura—. El doctor me dijo que no me preocupara, pero es que en el camino me vine temblando y sigo asustada. Todo estaba tranquilo, ella tomaba fotos, pero de repente la vi doblegarse de dolor, su cámara hasta se quebró cuando se desmayó. La tengo en el carro en tres partes.

Llora sin poder aguantarlo. Yo me siento más preocupado de lo que ya venía así que, en cuanto miro al doctor salir de la sala de urgencias a la de espera, me le acerco y le pregunto por Violetta.

—Aún debo hacer varios análisis, un ultrasonido para descartar si algo anda mal, pero pueda que solo sea alguna infección —dice de lo más tranquilo y agrega que pronto vendrá con más noticias.

Es la primera vez que me molesta que sea tan escéptico. Me quedo más desesperado que como llegué pero, sin poder hacer más, me siento en las sillas de la sala de espera, a un lado de Marina que justo Laura acaba de hacer que se siente para calmarla.

—Todo está bien con los bebés, ¿verdad? —me pregunta, esperanzada.

—Aún no lo sabemos. —Mi voz sale atorada. Aclaro mi garganta—. Apenas van a hacerle un ultrasonido, y análisis de sangre para ver si es una infección. Pero sé que estará bien, Marina.

Siento que voy a llorar pero me aguanto, si me ve mal, dudará de mis palabras.

—Tienen que estarlo, los tres tienen que estarlo. —Asiente, convenciéndose a sí misma de que estará bien y yo, asintiendo a su par, trato de hacerme entender que así será.

***

—El doctor dice que estará bien, pero se quedará toda la tarde mientras se acaba la medicación. Por fortuna, sólo era una infección en la orina —nos cuenta Laura, alegre. Ni Marina ni yo nos movimos cuando el doctor volvió a aparecer—. Los bebés están bien, no hay nada de qué preocuparse.

Respiro, aliviado, y le doy un abrazo a Marina. Ella sonríe y le pregunta a Laura si ya podremos verla.

—Dijo que en un ratito más, está comiendo. —Me da una palmada en la espalda—. Supongo que querrás entrar primero, ¿no?

—Ya sé que está bien, Laura. —Suspiro y miro a Marina—. Creo que Marina fue la que se llevó el susto, ya tendré tiempo para verla en casa.

Laura se me queda viendo con el ceño fruncido.

—Le pedí que se la llevara a su casa —le cuenta Marina. Me lo pidió mientras Laura se acercó al doctor—. Sé que esto pasó en su trabajo, pero, ¿y si pasa cuando esté sola en el departamento?

—Yo podría tomarme unos días o trabajar desde casa. —Apruebo. Laura sigue viéndome mal.

En realidad era mi plan desde hace días. Pensaba que podría pasar algo como esto y yo quería estar al pendiente de Violetta.
Además así la tendría más cerca de mí.

—¿Cuándo planearon todo esto?

—No es un plan, amor, es una solución. —Se acomoda el cabello alborotado y se aplaca lo arrugado de su mandil—. No quiero que le pase nada a Violetta o a los bebés. Izan es el jefe, no estaría mal si trabaja desde casa, ¿no? Pues me sentiré segura por ella si la está cuidando Izan, yo no podría cuidarla hasta fin de mes que comienzan las vacaciones de semana santa. Además, qué mejor que se quede al cuidado de su novio.

Novio. Sonrío y Laura me ve mal como en la cafetería pero no dice nada.

—Está bien, amor —le aprueba—. Izan va a cuidarla muy bien, más le vale.

Se sienta a su lado para abrazarla e instarla a que vaya a ver a Violetta.

Una media hora más tarde, tengo la oportunidad de entrar yo a verla y, cuando abro la puerta y entro, me mira enseguida con una sonrisa que trata de esconder.

¿Le habrá dicho Marina que se irá conmigo? Porque si es así la noticia le ha de parecer tan genial como a mí pero le da pena expresarlo.

—Me dijo el doctor que estamos bien —dice, mordiéndose el labio. Ahora parece nerviosa—. Espero no haberte asustado.

—Bueno. —Me río, acercándome a la camilla—. Digamos que, de no ser por Laura, no hubiéramos llegado sanos y salvos aquí.

Ella levanta una ceja. Llego finalmente y le tomo la mano en la que no trae la intravenosa para besarla.

—En unas horas te dan de alta.

—Sí, me dijo Marina. —Suspira—. Pobrecita, la asusté muchísimo... y me dijo que mi cámara se rompió.

Eso parece bajarle el ánimo un poco. Entonces comienza a llorar en silencio.

—Ha sido mi primer y única cámara hasta ahora. —Se ríe entre lágrimas—. Pero bueno, ya la recuperaré algún día, lo importante es que los bebés están bien, ¿no?

—Y tú también lo estás, mi preciosa, te repondré esa cámara, te lo prometo. —Le beso la frente.

—El doctor hizo un ultrasonido y la enfermera me dio la plaquita —dice de repente, mostrándome que la tenía bajo las sábanas.

Creo que es la primera vez que los vemos juntos, porque incluso ni las que tengo en casa las ha visto, pero el momento justo ahora es mejor que el de ese día. Es nuestro momento ahora.

Pasadas exactamente tres horas, cuando el sol ya casi ha terminado de ponerse, vamos de camino a mi casa. Violetta se quedó dormida a medio camino, por lo que, una vez que llegamos. La meto en brazos luego de abrir las puertas necesarias hasta que la termino acomodando en mi cama.

Ella se queda dormida y yo me voy a hacer la cena con una sonrisa de idiota.

Hablar con ella, ¿eh? Siento que será algo fácil, pero creo que esperaré hasta que se sienta mejor. Por el momento, la cuidaré mucho hasta que eso pase.

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