LO MÁS HERMOSO

~Desire Chains X~


Inglaterra es un lugar muy conocido, de renombre y con reputación ampliamente transitoria. Pero no era por sus paisajes, tampoco por su clima, mucho menos por su reina. Es por su gente, en resumen, la oferta de matrimonios de primera clase. En particular, sólo la nobleza viajaba desde sus lejanas tierras para establecer "amistades" que con un poco de presunción monetaria se convertiría en un buen prospecto nupcial. Y eso no era todo, pues en tierras germánicas se encontraba siempre una gran concentración de omegas, e Inglaterra albergaba la mayor parte. Aunque, esta oferta no es sólo para nupcias o relaciones diplomáticas. En el lado pútrido de este país, se esconde a plena luz el negocio más denigrante e inhumano que se pudo crear.

El mercado omega.

.

.

.

--¡Arthur, pero cómo has envejecido!-habla una mujer, con su acento galo bien marcado-A este paso sólo podrás casarte con la condesa de Normandía y créeme, ¡eso ya no es mujer!

--¿Puedes callarte un momento? Deja de gritar como pregonero, se supone que eres una dama-Arthur Kirkland, el siempre directo y con poco tacto hacia cualquiera que no fuera él mismo-Y deja de decir que aquí tú eres la menos indicada.

--Ah, pero si yo me conservo como antaño a mis dieciséis, mon amour-termina su frase con voz profunda, acercándose al inglés y acariciando su barbilla en un intento seductor que, nunca le había fallado.

--Ahora no Francoise, tengo una cena dentro de poco-le toma de su delgada y delicada mano, alejándola de su cara-Creo que ahora sí conseguí algo grande-le dice, formando una mueca que quiso transformar en sonrisa.

La razón por la que la francesa había visitado a su viejo amigo no era ningún misterio para Arthur, sin embargo quería aplazarlo poniendo como prioridad sus planes personales. Francoise estaba desesperada por contarle sus preocupaciones, sus problemas. Su muy importante y complicada petición pero, para no parecer una interesada, esperaría a que poco simpático amigo se desahogara todas sus ambiciones.

--¿Un elefante?-pregunta la mujer, con sorna. Pero ella sabe a lo que se refiere y sólo le queda suspirar, decepcionada-Dime por favor que no es la prima de la reina.

--No te voy a echar de mi casa sólo porque lo que has dicho pudo haber sido realidad-acomoda su flequillo para poder mirarla a los ojos-Es un doncel.

--¿Y? Puedes conseguir uno con tan sólo ir al mercado de...--Se detuvo, Arthur le dedicó un expresión muy desfigurada por la molestia-es decir, ¿Cuál es su apellido? ¿Dónde lo conociste? Seguro es muy lindo~

--Lo es, pero eso no es lo que importa Francoise, presta atención a lo que te voy a decir...

.

.

.

--Su sonrisa es lo más hermoso que haya visto-su voz, profunda pero cálidamente amable, retumbó en los oídos del doncel que, sin dirigirle la mirada, se agarró del barandal de pequeño quiosco en el que estaba.

--Dijo lo mismo de mis ojos...--habló quedo, aún con la timidez que a lo largo de sus clases de modales, irremediablemente terminó impregnada en su actitud. El alfa se acercó más, imponiendo su gran altura y haciendo que Alfred sintiera que tenía a un lado a un atlante. Hermoso, excitante.

--Es que también son hermosos, da-le respondió, como marcando la obviedad. Luego dio el último paso para quedar a la misma distancia, se dio la vuelta, quedando de perfil para poder verlo de frente. Alfred estaba con las piernas tiritando, sudor frío recorriendo su columna-Me llamo Iván Braginsky y estoy, completamente agradecido y feliz de que hayas venido-se inclinó levemente dejando su mano izquierda detrás, tendiendo la derecha hacia enfrente y sonrió. Una sonrisa sincera, amplía y como un ornamento que lo hacía ver aún más apuesto. Era algo que no hacía con frecuencia, ni para nadie. Por eso había esperado tan paciente hasta que la chica morena se alejara, para que sólo el doncel fuera testigo de esa faceta tan anormal en él.

Alfred por fin voltea para mirarle, con desconcierto y sorpresa enmarcando sus facciones. Aquel joven, tan alto y fornido que parecía ser alguien rudo, tosco y cruel; resultaba con un lado tan tiernamente sincero que le hizo suspirar. No pudo responder de inmediato, le miró unos largos segundos que no le parecieron suficientes para guardar la imagen en su mente. Tal vez fuera como Annie decía y por la diferencia cultural no tenían los mismos modales pero él no rechazaría su mano para corresponder su saludo. Es más, por un corto momento deseó ser del mismo país que el alfa para poder olvidarse de las cosas absurdas que le obligaron a aprender.

--Yo soy Alfred Jonesfield y te agradezco a ti, por brindarme una tarde tan espléndida-correspondió la sonrisa, no sólo por modestia. Hizo la genuflexión y también tendió su mano derecha, para posarla suavemente sobre la del caucásico. Aquel saludo, tan simple pero con más significado que cualquier cosa, había sido el momento más honesto que pudo sentir desde tenía memoria. Sin títulos, sin frases egocéntricas y sin miradas o sonrisas hipócritas--¿Es cierto que has ido a la guerra?-Y haciendo honor a su espíritu directo y curioso, sin más preguntó. Sin embargo, antes de obtener una respuesta, su mano, cubierta por la fina tela del guante, fue besada sutilmente en sus nudillos. Un cosquilleo surgió de inmediato, seguido de una extraña sensación en su vientre que se expandió hasta sus rodillas y casi lo hizo flaquear.

--¿Eso es lo que cuentan sobre mí?-sonrió ladino, volviendo a enderezarse, consciente de lo que su beso era causante en el omega-Pues sí, aunque fue una batalla aburrida. No querrás que te cuente sobre victorias vacías-miró a Alfred, que estaba más rojo que las rosas del jardín. Se estaba sosteniendo con mucha fuerza del barandal y tenía la vista perdida en el piso--¿Te sientes bien? ¿Quieres ir adentro? Yo le avisaré a tu dama que...

Alfred cayó al suelo, de rodillas y apenas pudiendo sostenerse con los brazos. De repente, un agradable olor comenzó a introducirse por sus fosas nasales, sintiendo una increíble necesidad de llegar hasta el origen de este. Su respiración comenzó a ser irregular y sentía mucha humedad entre sus piernas.

--Yebat'--El alfa apretó los labios y rápidamente se cubrió la nariz, reticente. Quería ayudarlo pero era arriesgarse demasiado...demasiado atrayente.

--¡Alto!-El grito de Annie lo sacó de los impuros pensamientos que habían comenzado a formularse en su cabeza mientras se acercaba como un depredador al cuerpo indefenso de Alfred-Yo me encargo, será mejor que se aleje un poco...

--Claro, mis disculpas...--tragó saliva, aún sin quitarse la mano de la nariz. Algo inservible porque las feromonas ya estaban en su sistema-los sirvientes la guiarán a donde usted les indique...--habló casi sin aliento, estaba muy acelerado-Será mejor que yo salga-se dio la vuelta, muy a la fuerza-Ordenaré que los escolten hasta su hogar-dijo por último mientras se alejaba y unas sirvientes acudían a ayudar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top