LA PRIMER DIVISA

~Desire Chains X~

Fantástico.

Con esa palabra Alfred describiría el palacio al que estaba entrando el carruaje mientras él, fascinado, miraba por la ventanilla con la boca semiabierta y los ojos casi desorbitando. Annie no estaba menos emocionada, sentada a su lado pero mirando por la otra cavidad, paralela a la que Alfred estaba tan aferrado.

El movimiento cesado no fue razón para que ambos salieran del hechizo sino hasta que el escolta dio repetidos golpes a la puertecilla del carro.

--Disculpen, hemos llegado ya-alza ligeramente la voz, con todo el tacto que podía ofrecer--¿puedo abrir la puerta?

Annie es la primera en reaccionar, poniéndose de pie de un brinco instantáneo que le valió un golpe en la cabeza para nada imperceptible por el escolta que abrió de inmediato por la preocupación. En ese momento Alfred también reaccionó y apresurado fue a ayudar a su amiga.

--¿Te encuentras bien? ¡Ese golpe ha sonado tan fuerte!-exclama y de inmediato es reprendido por la mirada sutil de Annie-Es decir, deberías tener más cuidado mi lady...--y reprime su carcajada por lo cómica de aquella forma de hablar.

El escolta ayuda a bajar a la joven morena de finos atavíos violeta y blanco. Seguidamente ella ayuda al doncel, aunque el este renegara de la ayuda con una mueca aburrida. En sus adentros grita de lo absurdo que todo le parece, sin embargo, al estar de pie en la acera marmoleada del lugar se da cuenta de lo absorto que estaba en sus quejas internas que casi cae fulminado por la intensa mirada que un alto joven le dedicaba desde no sabía cuánto tiempo.

Y recordó, comprobó y casi gritó que era el mismo que vio en el palacio Kirkland. Tan imponente y magnífico, erguido en firmes frente a él...

--Bienvenidos sean, es un inmenso placer tenerlos aquí este día-hace una reverencia, demasiado inclinada a comparación de las que normalmente se dedicaban-Tal parece que Lady Jonesfield no nos acompañará hoy...

--Sabrá disculparnos mi Lord, mi Lady ha tenido complicaciones pero espera poder tener una nueva oportunidad-habla Annie, tan resuelta y segura que ni siquiera aparentaba haber aprendido a ser dama de compañía un día antes.

El joven alto, de cabellos platinados y ojos de un fulgurante violeta, sonrió ladino a la vez que asentía y con su potente voz invitaba.

--Es una tarde espléndida y sería una inmensa delectación si me concedieran hoy, ser su complaciente anfitrión-terminó mirando a Alfred, que con su mudez reglamentaria no podía sino más que contener con todas sus fuerzas las cientos de preguntas y respuestas que tenía para expresar.

Las damas de compañía eran indispensables para los donceles, y es que sin ellas no tenían permitido salir a ninguna parte. La función de estas acompañantes no era tan solo el de guía y soporte, también era el único medio de comunicación que disponían en el exterior. Pero para Alfred no eran más que otra absurda y denigrante forma de imponer reglas sobre quienes querían sacar provecho, para él una dama así era lo mismo que un tumor predilecto de su género, uno con el cual se vive hasta que algún otro tumor lo remplazara. Al menos su tumor se llamaba Annie y ella le agradaba mucho, de hecho era la única con la que podía hablar sin causar un tremendo escándalo. A veces.

Entraron al palacio, no dejaba de maravillarse a cada paso que daba. El lugar era hermoso, con un estilo demasiado diferente al que estaba acostumbrado. Con candelabros de cristal gigantescos, arcos y puertas lacadas no sólo con dorado pues algunos colores sobresalían con intensidad. El azul, ese color estaba por todos lados, al igual que el blanco.

Fueron llevados hasta el salón del té, que aparentemente era el lugar más sutil de todos pues la alfombra y el piano eran los únicos ornamentos. Las sillas eran simples, de madera oscura y cojín bordado. La mesa pequeña, con una valija de cristal en el centro llena de algún postre que a Alfred se le antojó imperativo probar cuanto antes.

--Por favor-Iván señala las sillas y le pide en voz baja algo a su mayordomo. Luego también se sienta y se dirige a Alfred-Es un postre tradicional de mi tierra, estoy seguro de que le gustará-canturrea ligeramente la palabra final. Y esperando una respuesta le mira, atento.

El joven doncel adolescente no sabe qué hacer. Romper las reglas y arriesgarse a un castigo o ignorar al extravagante infante de Nóvgorod que tan dulcemente le había escrito una frase que no sacaba de su mente. Eran las dos opciones que en ese instante le carcomieron las ansias.

--Disculpe mi lord, tal vez no lo sepa por cuestiones regionales pero...--Annie voltea a ver a Alfred, que estaba ansioso jugando con sus manos-un doncel no puede dirigirle la palabra en público a un hombre ajeno que no sea su prometido o su actual pareja nupcial.

Eso había sonado en extremos pútrido. Para oídos de los tres presentes, que guardaron un sepulcral silencio hasta que por la puerta apareció el mayordomo con el té. En la mesa fue colocando pacientemente las tazas, los recipientes de la crema y el azúcar y un vaso pequeño de cristal, casi del mismo tamaño que las tazas. El té se sirvió para Annie y Alfred, en el vaso fue servido un líquido trasparente, parecido al agua.

--¿Usted no tomará el té?-Pregunta Annie mientras vierte un poco de crema en su taza.

--Oh, es que este es un té especial-sonríe un tanto bromista, luce apuesto a los ojos de Alfred y claro, también de la morena-en Rusia le llamamos vodka-Termina su oración y da un sorbo bien grande a su bebida.

Alfred no cabía ya en su ansiedad. Con las miradas sutiles y a veces indiscretas del ruso encima, los pensamientos confusos y vejatorios llenando su cabeza y sin olvidar, claro, que tiene unas ganas inmensas de probar el dichoso postre custodiado por ese bonitos cristal.

Escucha a Annie hablar animada con el infante de temas banales; el clima, té, polémicas de la familia real. Las presentaciones a esas alturas eran vanas puesto que como dicta el protocolo; cada lado investiga lo suficiente sobre el contrario. Además viniendo de familias nobles esto se volvía aún menos necesario. Sin embargo Alfred no disfruta de eso, no le encuentra propósito a las reuniones si uno no puede hablar libremente de uno mismo sin esperar que el otro ya lo sepa todo. Eso no era conocerse, ni siquiera era socializar.

--Me gustaría mostrarles los jardines-de repente dice el joven caucásico -que había notado ya el aburrimiento del omega- poniéndose de pie y esperando a que sus invitados le siguieran.

Así lo hizo primero Annie, que con la mano derecha ayudó a Alfred a levantarse del asiento. El joven ruso mira atónito, confundido de las extrañas costumbres en ese lugar. Caminan algunos metros, atraviesan los pasillos iluminados por ventanales y cúpulas de cristal. Cuando llegan a la entrada al jardín principal son recibidos por un inmenso mosaico que dejaba a los rayos del sol pintar sus inscripciones sobre el suelo que está pintado de blanco.

--Es hermoso...--Inevitablemente a Alfred se le escapa un susurro, que pasa desapercibido por Annie pero no por el Alfa, quién lo miró en el acto y le sonrió con ternura, regocijo.

Alfred se cubre la boca pero ni sus manos enguantadas pueden ocultar el rubor que cosquillea en sus mejillas. Desvía la mirada, siente que si mira un segundo más aquellos ojos hermosos que parecían reflejo del mármol, no podría sacarlo de su cabeza. "No te dejes llevar por sus trampas Alfred" se ordena internamente y finge espontánea indiferencia. Pero ni eso lo salvaría del intenso cortejo de Iván Braginski, el infante de Nóvgorod. ¿La razón?

El primer celo, en su cuerpo por fin completamente desarrollado, empezaría justo en medio de territorio enemigo.



XDxDXDXxdDDxDdxDx

Yo tratando de escribir augurios dramáticos JAJAJAJAJA

Bueno, este va a ser un fic muuuuy largo (razón principal por la que los capítulos son cortos) y bueno, también es una historia de desarrollo medio lento xd Pero es porque quiero que todo se desarrolle bien, para que se comprendan las cosas de la mejor manera puesto que también hay bastantes personajes que infieren.

Cualli, sin más que decir esta vez; nos leemos próximamente (:

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