JACARANDAS

Espero que les guste :)

--¿Dónde está Feliks?-volvió a preguntar, moderando su tono a uno menos altivo pero igual de alterado que antes. Nada ni nadie le inspiraba confianza ahora y para empeorar las cosas, un alfa había irrumpido en su alcoba imponiendo sus feromonas como si estuviera compitiendo con alguien.

Y claramente Arthur Kirkland estaba compitiendo, y dejaría bien entendido que el que tiene la ventaja es él y nadie más. Ni siquiera un frío hombre de la nieve como Iván era capaz de superarlo. Y es que estando en ese lugar, repleto de cosas extranjeras y el desagradable olor a alfa forastero hacía que Arthur despidiera más feromonas de lo normal, como imponiendo su presencia por sobre la de cualquier otro.

--¿Qué haces aquí sin la compañía adecuada de tu escolta?-ignora por completo la demanda del omega y siendo él el único apto para responder algo, hizo un movimiento con su mano para que toda la servidumbre saliera.

La única que no hizo caso fue Anne, la amiga y dama de compañía de Alfred.

Dirigió su mirada a la chica, ignorando por completo las quejas del omega que no hacía más que complicar la situación expidiendo su aroma tan dulce y de perdición. Aspiró el aire a través de un pañuelo que sacó de su chaleco y luego se impuso frente a la morena. Nadie, absolutamente nadie desobedecía a un alfa.

Anne salió despavorida al ser atacada tan duramente por las feromonas del joven Kirkland. La mirada desafiante de Alfred era ahora centro de toda atención en aquella habitación ajena a ambos.

--¿Dónde está Feliks?-insistió, con el semblante más serio que pudo hacer sin tener que sonrojarse demasiado por los síntomas del celo.

--¿Desde cuándo perdiste los modales? Está claro que los soviéticos nunca tendrán clase. Mira que traerte a su casona y meterte en sus habitaciones, ¿sabes lo que la sociedad pensará sobre esto?-Arthur persistía con el pañuelo cubriendo boca y nariz, actualmente obsoleto considerando que Alfred estaba enojándose y despidiendo cientos y cientos de aromas gracias a los sentimientos que lo atacaban.

--¿Dónde. Está. Feliks?

--¿No dirás otra cosa, cierto?-posa una mano es un frente, cubriendo la mitad de sus ojos. Alfred estaba cubierto sólo con una sábana encima de su delgadísima ropa interior-escucha, acordamos que yo no te diría nada al respecto y soy un caballero de palabra.

--¿Acordamos?-una de sus delgadas cejas se elevó casi tanto que llegaba a unirse con el cabello de su cabeza.

--Lady Jonesfield y yo, por supuesto. ¿No te parece extraño que nadie haya mencionado algo al respecto?-a paso sutil pero certero, terminó por sentarse en la orilla de la amplia cama, dejando su mano posada sobre el pie de Alfred que estaba descubierto. Caliente al tacto de su mano fría, que lo hizo respingar con tal sólo el primer roce-Estás muy vulnerable ahora, ¿no es así?

--No es lo que parece...--Alfred habla casi sin aliento. No comprendía por qué la mano de ese hombre altanero era capaz de producir sensaciones tan...extrañas. Un escalofrío recorrió su cuerpo hasta que se convirtió en un desagradable cosquilleo en su abdomen.

--Yo creo que sí. ¿Y sabes qué?-Inclinó su cabeza sin dejar de mirarlo a los ojos y con ambas manos, elevó el pie del omega. Dejando caer el pañuelo que antes dio papel a un filtro que ya no era de utilidad. Las feromonas estaban haciendo su trabajo y ambos cuerpo estaban comenzando a manifestar los efectos. -Como Alfa, como caballero y como tu futuro esposo...Tengo una responsabilidad.

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--¿Ya descubriste sus intenciones? Aunque no es necesario ser un espía para saber que ese tipo es un completo patán egoísta y avaricioso. -Iván da una calada a la pipa que el hombre de negro le ofreció apenas comenzaron a hablar.

--No eres el único que tiene informantes, él también tiene un espía pero...

--¿Pero qué? No me vayas a decir que es mejor que tú por que no te voy a creer. Tendría que matarlo si fuera así.

--No es eso, sólo hay algo extraño-se quita la máscara que le había estado escondiendo el rostro bajo la intensa luz de los faroles-parece que está demasiado interesado en el joven doncel. Lo sigue a todos lados y apenas se aleja para ir de inmediato a informarle a su amo. Nunca he visto que descanse...--con esa última revelación, hizo entender a Iván que se trataba de algo importante para el beta pelinegro.

--¿Su amo? ¿Qué es, una mascota? Sabes que no me agradan esos términos, Yao. -dejó a un lado la pipa luego de dejar salir el humor por sus fosas nasales. Sus ojos destellaban aún más luego de ser atravesados por los restos de aquella niebla gris, feroz.

--Lo sé, por eso quiero pedir tu ayuda para esto. -Agachó la cabeza, era algo que a Iván le molestaba pero sabía que era una costumbre demasiado arraigada, era como pedirle que dejara de consumir aquel relajante opio.

--¿De qué se trata? Para ti, haré todo lo que pueda, lo sabes. -Y era cierto, pues como su único amigo de confianza, demostraría su gratitud como tanto fuera posible. Dejó de fumar, ya no quedaban hojas qué quemar.

--Sí, lo sé y por eso quiero que me ayudes a liberar a mi hermano de las garras de Arthur Kirkland.

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--No...no te acerques-Alfred trató de cubrir su cuerpo lo más rápido y posible que fuera con aquellas sábanas tan livianas y finas que apenas eran de utilidad. Arthur se estaba aprovechando de su estado y aunque hacía lo posible por aguantar, su cuerpo entero parecía estar en contra de todo pensamiento lógico.

Estaba excitado.

Y é lo había provocado todo gracias a su falta de control sobre sus feromonas.

--¿En verdad quieres que no lo haga?-se elevó sobre la cama, avanzando con manos y rodillas lentamente hasta quedar sobre el omega de hermosos ojos azul, como el de los cielo despejados en los que la caza era tan rendidora justo como ahora. Pasó su dedo índice a través del muslo del rubio hasta ascender y detenerse con parsimonia en la ingle del jovencito.

Fue ahí cuando Alfred comprendió que no había marcha atrás, porque su cuerpo lo traicionaba de la manera más humillante posible. Su cuerpo entero se contrajo haciendo que los dedos de sus pies se cerraran y que su cabeza se estirara hacia atrás; había tenido un orgasmo. Uno que hizo que su boca se abriera tanto para dejar salir un alarido del más puro y desgarrador placer virginal.

Su primera experiencia inducida por el celo.

--¿Qué está sucediendo aquí?-antes de que algo más sucediera y de que Alfred recuperara el aliento, una potente voz hizo eco por toda la habitación-El señorito Jones es mi invitado, ¿Quién te ha permitido la entrada, Kirkland?

--Ahora comprendo de dónde salieron los malos modales-tronó la lengua antes de dirigirle una sonrisa seductora al pobre doncel que apenas podía controlar su respiración. Luego una mueca de frustración fue implantada en su cara. -Estaba de paso, vine a entregarte algo, Braginski.

--Ese no es mi nombre-arrugó la nariz, con evidente molestia. A esto, Arthur ya se encontraba de pie frente a él, extendiéndole una carta. -Creí que preferían mandar a un sirviente antes de hacer una tarea simple por sí mismos.

--Yo soy diferente, procuro y profeso la libertad individual-habló con mofa. Recargado una de sus manos en el hombro del infante de Nóvgorod. Susurró algo, tan serio como una gárgola y luego salió seguido de dos sirvientes que lo escoltaron hasta la salida.

Mientras tanto Alfred yacía inmóvil en la cama, con la vista perdida en un punto indefinido de su ropa.

--Ya no lleva puesto su uniforme-los títulos de nuevo estaban presentes en las oraciones que Alfred articulaba con voz trémula-Quisiera irme lo más pronto de aquí, yo...lo siento mucho. Yo... --lágrimas comenzaron a deslizarse fuera de sus ojos, formando líneas húmedas sobre su enrojecido rostro.

--Yo debo pedir disculpas-se acercó un poco pero el sobresalto del doncel fue una señal de que era lo peor que podía hacer ahora. Se mantuvo en silencio unos segundos, evitando a toda costa observar más allá de lo que tenía permitido. Sin embargo el aroma era inconfundible, era algo imposible de ignorar para un Alfa como él. -No debí dejarlo solo cuando yo lo invité aquí. Le pido que me perdone. -Agachó la cabeza, tal como antes había hecho su espía con él y comenzó a buscar algo en los bolsillos de su abrigo de piel-Esto es para ayudar a su estado, me lo dio alguien en quien confío. Le aseguro que lo hará sentir mejor.

Dicho lo último, dejó una bolsa de terciopelo sobre la cómoda y abandonó el lugar siendo remplazado segundos después por Annie, la dama de compañía.

--¿Estás bien, Alfred? Dios mío, ¿cómo pude dejarte sólo? Perdóname...--al entrar fue directo a abrazar a su amigo. Su pequeño y ahora frágil amigo. --¿qué es esto? Huele muy bien. -preguntó al percatarse de una bolsita color lila, como el traje que Alfred vestía.

--El Infante lo ha dejado para mí, dijo que me ayudaría con...esto-se señaló con una mano, pues la otra estaba encargada de cubrir su vergüenza. -Fue horrible Anne, no quiero volver a sentirme así. Sucio...

--Tú no hiciste nada malo ¿entendido?-le tomó del rostro y lo miró con seriedad. Ella también era presa del aroma que emitía Alfred, tenía que darse prisa. -Ven, te darás un baño.

--¿Aquí? No quiero Anne, alguien puede entrar y...

--No te preocupes, el Infante le ha ordenado a todos que se alejen y además con lo que te dio, no tendrás de qué preocuparte.

--¿Y qué es eso? Espero que algo de comida, muero de hambre-Ya más relajado, trató de sonreír. Aunque demasiado torpe.

--Es una flor que sólo crece en América, y algunas partes de Asia. ¡Tiene muchas propiedades curativas y es lo mejor que un omega puede tener en sus manos!-se levantó emocionada, antes, el institutriz Feliks le había explicado aquello, fascinado pues se trataba de algo de mucho valor. -Me pregunto cómo lo consiguió.

--Ya dime qué es, me está dando miedo...

--Se llaman Jacarandas.


Término burdo. Pero les aseguro que cada vez falta menos para el comienzo de los problemas, el sufrimiento y la muerte. Por lo mientras disfruten la paz y la tranquilidad xd

POR CIERTO.

ESTOY BUSCANDO A ALGUIEN QUE QUIERA HACER LA PORTADA PARA ESTA HISTORIA Y OTRA MÁS ( PLEASE! BE MY POLOLO)

LES AGRADECERÍA CON TODO MI ESPÍRITU. YO YA LO HE INTENTADO Y NO ME SALE XD

BUENO, HASTA LA PRÓXIMA

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