ES UN ASUNTO FAMILIAR
Desire Chains IV
Luego de aquella tragedia vivida en la familia Jonesfield, regresó a su morada con humor antisocial y amargo, sin dirigir palabra a ningún ser más que su corcel, fue a la biblioteca, bebió hasta quedarse dormido y no despertó ni cuando la botella se chorreó sobre sus pantalones.
--Padre dijo que te casabas, yo no le creí y estaba en lo correcto, tú no puedes ser un hombre de honor—momentos después, una molesta voz se coló entre sus oídos, acompañado de un conocidísimo olor que le quemaba la nariz.
Tenía que abrir los ojos, no por respeto, sino porque era absolutamente necesario darle batalla a su querido hermano mayor, no iba a quedarse quieto mientras intentaban darle un sermón, eso no sería digno de Arthur Kirkland.
--Tanto tiempo sin vernos, no sabes cuánto te extrañé hermano—contrataca, sin ponerse de pie y tomando otra botella de las que guardaba en su el mueble donde se había quedado dormido, le sirvió un trago al intruso— ¿Te acompañan mis adorables sobrinos y mi estimada nuera?
Allasdir Kirkland, el heredero, un hombre de modesta estatura y complexión fornida con los cabellos rojizos y la tez tan pálida como porcelana, un alfa que en fue tan codiciado incluso desde su nacimiento. Él, aceptó incrédulo la bebida, sosteniendo la afilada mirada de su hermano menor, que dé pie se puso frente al otro.
--Es increíble que padre siga permitiéndote manchar nuestro legado, me das vergüenza—tiró el contenido del vaso al suelo, tan serio que ni una sola marca de expresión dio indicios de existir—Mis hijos parecen estar muy emocionados de verte, al menos ten la gentileza de no decepcionarlos—dijo por último antes de salir del lugar, dejando el recipiente sobre un libro.
No se dijo más, Arthur apretó tanto sus dientes hasta hacerlo rechinar, arrojó la botella y se tiró de vuelta en la silla acojinada, dando marcha en su cabeza el plan para encontrar a su esposo anónimo, que haría hasta lo más ruin para cumplir y callarle la boca a todo aquel que lo difamó.
Ese día, emprendería una alocada misión con el único e importante objetivo de encontrar a su misterioso omega, ya ni siquiera era de importancia si pertenecía a la nobleza o si era de familia aristócrata, el único fin era llegar hasta él y convertirlo en su compañero de vida. Aquello era comprendido por una simple convocatoria al palacio de todos los donceles, ninguna doncella, dispuestos que quisieran aspirar con una oportunidad de contraer matrimonio con el mejor partido de Londres. Luego de unos días de organización, el palacio yacía repleto de los más atractivos y educados omegas.
--¿Es necesario todo esto?—pregunta su madre, absorta en ser sumamente amable con los visitantes. Ella estaba de acuerdo con la fantástica faena que su hijo armó, pero sólo porque así se acrecentaban las probabilidades de un próximo matrimonio.
--Lo es madre, aquel doncel del que te hablo es el indicado y lo sé—contesta mientras olfatea el torso de una mano delicada, esperando que aquel sea el que busca—No eres tú, puedes ir con los demás al salón—concluye, pues otro omega en la lista no fue el correcto, ya no estaba seguro de si de verdad aquellas feromonas eran verdaderas y genuinas, pues con un olor tan diferente e hipnótico ya se hacía a la idea que su cerebro, o alguna otra cosa, no andaba funcionando bien.
--¿Por qué no escoges a alguno de ellos? Todos son hermosos y vienen de buenas cunas, no te niegues esta oportunidad hijo—Amelia, su madre, insiste sentada a un lado suyo con su fina pose pulida tras muchos años, mirando suplicante a su hijo terco.
--No madre, no me detendré hasta encontrarlo y si no lo hago, creo que ya sabes el proceder—Avisa con decisión, inspeccionando al siguiente jovencito frente a él. Sería un trabajo arduo, aunque no duraría más de una semana ya que, los omegas eran actualmente una minoría en aumento. Y la paciencia de su padre era tan firme como la de él mismo.
Los días pasaban y luego del pasado el trágico momento en el que Alfred tuvo el difamado encuentro diurno con el presuntuoso alfa, las cosas no hicieron más que empeorar para él. Los síntomas traumáticos e impredecibles continuaban aturdiendo sus sentidos y su mente, no podía pasar más de una hora sin que estallara una terrible corriente que le hervía el cuerpo, tampoco podía estar a más de un metro de alguien sin que los cosquilleos llegaran a recorrerle hasta las entrañas y ni hablar de las noches, el momento que su agonizante cuerpo le jugaba las más terribles sensaciones; un dolor insoportable en el coxis, sudor en frío que se adhiere a su piel de una forma que le provocaba náuseas que impulsaban un caótico sufrir en su cabeza. No podía dormir, y fue en una noche en que todo se salió de control, que sus gritos llegaron hasta la habitación donde dormían sus padres.
--¿Hijo, qué está pasándote?—su madre ingresó con los nervios a flor de piel, al punto del llanto tras ver y escuchar a su pequeño sufrir— ¡Llamen a un médico, llámenlo ahora!
Un sirviente que recién había entrado, salió corriendo apenas escuchar la orden, los demás habían despertado y ahora estaban en la habitación, haciendo cualquier cosa que pudiera ser de ayuda para el bienestar del joven señorito.
--Vas a estar bien mi amor, te juro que vas a estar bien—la mujer llorando, acogía a su pequeño beta entre sus brazos, pegándolo a su seno y transmitiéndole su amor, su calidez.
Alfred no era capaz de hablar, sus pupilas dilatadas eran hipersensibles a la luz, se aferró a su madre, llorando de dolor y quejándose cada vez menos, su cuerpo estaba llegando al límite. Fue entonces, que su padre no soportó la impotencia y se acercó para hacer lo mismo que su esposa, los tres acurrucados se quedaron hasta que su hijo dejó de llorar.
El médico arribó luego de haber sido sacado de la cama por los estruendosos golpes a su puerta, aceptando dar su servicio sólo por quién se lo pidió. Fue empujado apresuradamente hasta la concurrida habitación, al entrar y divisar su entorno, una acertada hipótesis embargó su pensamiento. Todos le dieron espacio y el hombre de aspecto maduro y serio, aplicó sus conocimientos al examinar al sudoroso adolescente dormido en la mullida cama. Quitó las cobijas, tomó el pulso, midió las respiraciones y revisó su abdomen, espalda y pecho. Unos minutos después, dio su diagnóstico, muy sorprendido que de su suposición fuera acertada.
--Su hijo no padece ninguna enfermedad—rebeló a los padres, dejando un terrible suspenso alrededor—Es algo increíble, yo fui quien declaró el género de su hijo cuando su esposa dio a luz...
--Sea preciso, diga lo que su juico dicta—Abraham habló ronco, temiendo las peores cosas que le pudieran decir.
--El señorito Alfred, no es ni beta ni alfa—dijo en un hilillo de voz.
--Quiere decir que mi hijo es...
--Sí, es un omega.
Me temo decirles que este es todo el capítulo :'v Más corto que mis ganas de vivir pero güeno, qué se le va a hacer...Sólo espero que lo hayan gozado gozosamente 7u7
Ah, y decidí que las acts. serán cada viernes o, como en esta ocasión, cada lunes. Hasta luego~
Este capítulo lo quise dedicar en memoria de una persona que por razones desconocidas para mi, que sólo pude tratar con ella una vez, decidió que era mejor no seguir en este mundo.
Espero que haya encontrado aquello que se le negó obtener en vida.
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