ANILLOS APRISIONADORES



Se dice que el destino es una voluntad independiente, que la vida está prescrita y el individuo es impotente ante el camino que recorren. Incluso, estos giros, retornos y detenciones se atribuyen a seres divinos, entes ajenos a nuestra realidad y se buscan, se inventan, se cuentan y transmiten por generaciones estas ideas que finalmente convergen en una sola; ¿el destino es el que forma tu vida, o tu vida forma el destino?

Sus oídos zumban incesantes, como pidiendo, obligando a que sus párpados dejen de permanecer unidos. La tenue luz contrajo sus pupilas, sonidos distorsionados rondaban a su alrededor. Pero a pesar de la incómoda debilidad que atraca su cuerpo, se sentó soportando su peso con ambas manos a cada lado de su cadera.

--Oh, joven Jonesfield ha despertado—una voz fémina, tan aguda que logró detener los zumbidos en sus orejas atrajo su reciente atención—Informen rápido a Lord Arthur.

Ve a otra joven, menuda y castaña, salir de aquella desconocida estancia. Era una habitación, claro estaba pues su cuerpo descansa en una cama, hay un ventanal con las cortinas levantadas y un ropero con adoquín. Algunas cosas más, pero no siguió observando gracias a que la sirvienta le interpuso una taza, frente a él y con ligero vapor emergiendo de herbales aromas.

--Beba un poco, debe tener mucha sed—vuelve a hablar aquella voz aguda, Alfred toma la taza con tal de deshacerse de toda esa innecesaria y abrumante atención—tuvo suerte de que nuestro lord lo encontrara en ese horrible lugar antes de que...

--El joven doncel no está en condiciones de que le hables banalidades—la impotente y viril voz de alguien más, intercede en la habitación—además yo no diría suerte...--dirige una mirada excitada a Alfred, sonriendo apenas notable—fue el destino.

La sirvienta sale, al igual que otras tres que habían permanecido neutras. La puerta es cerrada y con su acción llega un sepulcral momento silencioso. Arthur mira al joven y confundido doncel, que viste ropas ajenas, recostado en su cama y le evita el contacto visual girando la cabeza a su derecha, directo al ventanal de umbrales dorados.

--Estaba seguro de que algo pasaba en la discreta y humilde familia Jonesfield—comienza a hablar, acercando su cuerpo muy lenta y distraídamente—Desde el primer instante en el que mis sentidos cayeron embargados ante...--se sienta en su aposento, al borde de la cómoda y sin apartar sus ojos de Alfred--...tus divinos vapores de ensueño.

--¿Mis qué?—pregunta reticente, volteando con lentitud para chocar directamente a los ojos verdes del hombre que le estaba atacando con palabras tan glúcidas, exageradamente fuera de lugar—Escuche, Lord lo que sea—se decide a hablar, para salir lo más pronto para poder pensar con detenimiento y atención ¿qué había pasado en aquella calle, quiénes eran esas personas y porqué, de todas las personas en Londres, ése hombre tuvo que volverlo a hostigar con su desagradable presencia presuntuosa?

--Lady Christine le espera preocupada en la sala de estar—suspira cansado, con un repentino cambio de humor molesto. Se levanta de la cómoda, dando la espalda y caminando a la salida—Es mejor que se apresure a vestir apropiadamente.

Sale, dejando entrar tras él al grupo de sirvientas que llevaban diferentes ropas, telas y calzados entre sus manos apuradas. Algunas se acercaron hasta Alfred para quitarle las sábanas de encima, otra le quitó la taza de la que no pudo beber. Lo sacaron de su reposo y le arrimaron hasta quedar frente a un espejo más alto que él mismo. Comenzaron a desatar su pijama, tan delgada que rozando sus contornos se lograba transparentar su piel. Más de una vez pensó en empujarlas, alejarlas de su cuerpo y rechazar sus servicios pero recordó, reconoció que esa era el motivo por el que esas personas podían conservar un lugar en el cual dormir, comer y vivir...a pesar de trabajar para una familia como lo eran los Kirkland.

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--No encuentro una manera lo suficiente capaz de agradecer lo que ha hecho por nosotros—Christine habla complaciente, juntando sus manos en un ovillo. Sentada en un fino sofá bordado.

--¿Por qué ocultaron el género de su primogénito?—es directo, pero sin dejar su toque formal y agradablemente ameno. No espera una respuesta por lo que sigue hablando. —Si no tiene inconveniente o no se encuentra en actual compromiso—cruza su pierna sobre su rodilla, recuperando su firme postura en el asiento acojinado frente al de la señora Christine—Quisiera pedir la mano de su hijo.

—Realmente no sé lo que sería de mí ahora si algo le hubiese pasado a mi pequeño...--comienza su respuesta, vacilante y pensando con cuidado—le debo demasiado pero no creo que nuestra actual posición satisfaga lo suficiente a su prestigiosa familia.

--Ese no es mi interés, Lady Jonesfield—sonríe, fingiendo su más convincente faceta humilde y suplicante—quiero cortejar al joven doncel, pues me ha prendado en lo más profundo de mi alma y ansío poder unir y formar nuestras vidas, juntos.

Christine permanece en silencio, lo bastante impactada. Tomó su taza de té de la mesa que permanece en medio de ambos y la deja posar en su regazo, sin beber ni un trago. Estaba dispuesta a dar una respuesta agradecida y empática a esa profunda revelación, pero por la puerta se escuchó en andar de un tercero. Alfred entraba sin atajos al salón, vestido con las ropas que le fueron entregadas a la fuerza.

--Me tomé la libertad de obsequiarte algunos vestidos—informa Arthur, poniéndose de pie y saludando con cortesía al agachar la cabeza—espero no ser inapropiado.

--Lo eres—tajante, no corresponde el saludo—ahora que me siento bien y puedo moverme—avanza hacia su madre, pasando de largo a Arthur—quiero volver a mi hogar.

--Estaba hablando algo importante con Lord Arthur, recuerda tus modales hijo—su madre le reprimenda, abrazándolo después con todo el amor posible—Estuve demasiado preocupada al notar que no volvías y lo tarde que era—lágrimas surcaron sus mejillas con rubor, emergiendo de sus ojos azules.

Entonces, Alfred supo que aunque él no quisiera y prefiriera comer caracoles mil veces antes que hablarle con amabilidad a ese Kirkland, le debía el alivio y la felicidad momentánea de su madre. Incluso tal vez, su propia vida.

--Muchas gracias por salvarme, mi lord—habla, tratando hasta lo imposible por sonar sincero y sutil como un doncel debía serlo—estoy muy agradecido con usted...

--Como he dicho antes, fue asunto del destino—se acerca hasta Alfred, le toma de la mano y le roza ligeramente los nudillos, con sus delgados y cálidos labios—Me gustaría invitarles a cenar, es tarde y deben estar famélicos—se aleja dejando una amable sonrisa suspendida en el aire, en los ojos de Alfred que se posan sobre unas sonrojadas mejillas tras aquel acto tan íntimo.

--No quisiéramos importunarle—Christine procura no ser más influenciable de lo que las circunstancias demandan. Trata de excusarse a ella y a su hijo, lamentablemente se encuentran en los dominios de un hombre necio.

--A un caballero nunca se le perdona una negligencia, insisto que acepten mi invitación—dobla imperceptiblemente su delgado cuello, con una mano en el pecho.

Alfred intuye de inmediato que de ahí no saldrá hasta que no se cumplan los egoístas deseos del lord ambicioso que no ha parado de dirigirle miradas indiscretas. Su madre le voltea a ver un segundo, como pidiendo disculpas por no poder sacarlo de aquella incómoda situación.

--Será un placer, lord Arthur.

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Ya sentados en el gran y prominente comedor, repleto de alimentos exagerados en sustancia y presentación. Alfred sentado frente a Arthur, con su madre a un lado que está absorta en admirar el espacio, ajena a lo que su hijo está enfrentando.

--No es nada extravagante, aunque espero que de igual forma agrade a sus paladares—habla con falsa modestia, consiente de las reacciones de sus invitados.

--Es un pedante...--Alfred murmura, lo suficiente bajo para no ser escuchado por Arthur, aunque sí por su madre. Ella le pone una mano sobre su rodilla, en símbolo de opresión a sus demasiado sinceros pensamientos--¿Qué hacen con lo que no te comes?—exterioriza una de sus dudas, triviales a los oídos de Arthur.

--Es el alimento de mis jaurías de caza—contesta simple, como la cosa más común en todos los lugares--¿No hacen eso ustedes también?—Arthur pretende sostener la conversación, esperando ser sutil hasta el momento de dar el siguiente paso.

--Nosotros comemos juntos, todos en la misma mesa y no suele restar comida más que sobras y migas—responde recto, sin titubear o desviar su fiera mirada azul.

--¿Se refiere a la servidumbre?—Arthur se sorprende demasiado, nunca antes escuchó tal situación tan estrafalaria—Me parece que así es más propensa la respuesta sublevada, a esa clase de gente se le debe dar el lugar acorde a su posición social. Se evitan futuras confusiones, en extremos desagradables e innecesarios.

Alfred reacciona ofendido, arrugando su ceño y apretando la boca en una mueca molesta. Ciertamente esperaba eso de aquel hombre, sólo que no pensó que le molestaría tanto al oírlo, saliendo de una boca escupe fuego. Se preparaba a responder con una contraria negativa, incluso se sujetó de la silla y posó más firmemente sus posaderas.

--Esta sopa es deliciosa—su madre interviene en espontáneo al movimiento labial que promovió—sus cocineros son talentosos.

--Sólo lo mejor para ustedes, mi lady—detuvo los miramientos a Alfred por cortos segundos, para dedicarle atención al reciente comentario de Christine—es la mejor temporada para las hortalizas.

Ambos siguieron conversando sobre plantíos, cosechas y cocina en general. Alfred quedó parcialmente arrojado de la escena verbal, siseando cosas que sólo él puede entender. Sin embargo, a pesar de no ser incluido en la discusión, Arthur voltea a verle entre cada inicio, final o transcurso de las oraciones. Miradas profundas, algunas serias, otras sugestivas pero todas y cada una, dirigidas, enfocadas a él.

De repente otro de los momentos preferidos de Alfred se ve arraigado a la ruina. Comer nunca le hubiese resultado molesto e incómodo, tanto que se vio obligado a dejar la comida apetitosa y espléndidamente bien servida frente a él. A tan sólo unas pulgadas de su mano titubeante al sostener un cubierto plateado.

--¿No gusta del estofado de pato?—Arthur le pregunta con cinismo, sonriendo en faceta decepcionada—Puedo ofrecerle un poco gravy* para mitigar el sabor, si gusta por supuesto...

--Infante de Nóvgorod*—la profunda y diáfana voz de mayordomo mayor interrumpió la estancia, detrás de él asomándose levemente la sombra de un hombre.

Alfred, aliviado sin saber la certera razón, se pone de pie por acto reflejo. Aún con los rastros apegados a sus modales como beta. Arthur y su madre le observan extrañados, también el mayordomo mayor y percatándose de su error, se vuelve a sentar ruidosamente. La silla rechinó y pareciese que la fiebre decidió apoderase de su jovial rostro.

Lentamente, un hombre alto y fornido, con uniforme entallado que exponía a montones un lugar en la milicia. Nunca había escuchado un nombre tal cual, o visto una vestimentas tan pulcras y resplandecientes de colores rojos y azules, con pendones metálicos y bordados de diseños estoicos. Sus ojos no pueden apartarse, perfila hipnotizado a aquel noble extranjero, sus hebras platinas, sus ojos violáceos, su nariz recta y su sonrisa peculiar. El mayordomo mayor hace una reverencia, anunciando su retiro que es seguido por la intervención del Arthur.

--No esperaba tu visita tan pronto, Lord Braginski—saluda como es debido, siendo correspondido por el otro más alto, sosteniendo su sonrisa cordial.

--Ciertamente, pero entonces el clima lo hubiese impedido—responde, dando a conocer su intensa voz, con algunos rastros agudos de dejes gruesos por su lengua nativa—Me disculpo por ser inoportuno...--esta vez se dirige a los invitados que permanecen sentados. Su mirada atrapa la del doncel, al momento de percibir los aromas que expedía la lisa piel de Alfred.

Ambos, madre e hijo, inclinan la cabeza y su madre habla dulcemente unas palabras amables. Alfred se encuentra en un limbo estático, repitiendo una y otra vez en su mente el momento aquel que sus ojos fueron tragados por los de ese joven. Por vez primera en su vida era presa de los atributos de un alfa, la sensación de embargo sensorial cegando sus sentidos para concentrarlos en un solo individuo. Sus manos apretaban con ahínco las telas de sus vestidos, las piernas hormigueábanle con intensidad y su temperatura aumentaba como en un día de verano.

Cuando pudo salir de la ensoñación, sentados en la mesa no estaban más que su madre y él. Un escolta informó que los acompañaría de regreso a su hogar tan pronto como quisieran retirarse. Lo cual fue apresurado e inmediato.

(...)

Una vez en su dormitorio, limpio, seguro y libre de ajenidades tensoras a su cuerpo y mente, trataba de relajarse, sacar de su mente al hombre extranjero y fascinante. Mágicamente cualquier rastro de molestia se vio desvanecida, cesada en su totalidad. Tanto que incluso una sonrisa inexplicable surcaba sus labios, tan natural como si hubiese nacido con ella.

La luna ilumina desde su punto más alto, el clima es fresco y por las calles oscuras un carruaje se dirige seguro a su destino. Una sirvienta entra emocionada a la alcoba del señorito, casi gritando de la emoción.

--¿Qué pasa Anne?—Alfred le cuestiona, se preparaba para dormir y parándose de la cómoda camina intrigado hasta la joven.

--Una carta para usted, y no va a creer quién la ha enviado—le responde, apretando los labios y con los ojos brillantes como un felino. El doncel arruga la frente, suponiendo el remitente fastidioso del que seguramente se trata, aunque eso cambia en el momento en el que escucha, como si le recitaran un poema—El Infante de Nóvgorod, el noble ruso recién llegado a Inglaterra, mi lord.



*Gravy: Una salsa tradicional inglesa.

*Nóvgorod: [Nizhni Nóvgorod "ciudad nueva de abajo"] Es una ciudad del oeste de Rusia, la capital de Volga. Como se acostumbraba en épocas anteriores, a las personas se les atribuían algunos título acorde a su procedencia, oficio o galardones. Más adelante se explicará porque decidí otorgarle este a Iván.


ACLARACIONES

El desarrollo de la historia no está relacionado directamente con ningún suceso real, tampoco con una época en específica o cualquier momento histórico. Está basado  en la época Georgiana, pero esto no significa que con ello se atribuya la historia. Es una especia de universo paralelo, o alternativo.

Espero recompensar las dos semanas sin actualización...y también que lo hayan disfrutado <3

No leemos en la próxima.

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