V.
Sus ojos siguieron las letras escritas en el pergamino antes de levantar una ceja confundido ante el contenido del documento.
—Esto... ¿debería estar aquí?
Su voz resonó en la habitación y levantó la mirada hacia el hombre que estaba entrando por la puerta con una taza de té. Los ojos marrones captaron el papel que señalaba y torció la boca, porque claro que esperaba esa respuesta.
—No, sin embargo, se le ha atribuido a usted, para su resolución.
Ambos sabían lo que eso significaba, cuando alguien no quería hacer su trabajo o no creía que la aprobación o alguna decisión fuera de su departamento, eso era enviado al príncipe, encargado de asuntos administrativos.
En alguna otra situación o dinastía, aquel acto hubiera sido considerado una insubordinación, pero era algo relativamente normal para el príncipe actual.
—Esto será un evento repetitivo si no deja en claro cuál es su lugar y sus obligaciones. —Repitió, no era la primera vez que dejaba en ver su opinión sobre eso.
—Hawks...
Hawks dejó la taza a un lado, porque aunque solo había dicho su nombre, sabía que significaba: "lo sé, claro que lo sé" y él mismo sabía que el príncipe lo sabía, pero una cosa era que fuera de su conocimiento y otra cosa era que hiciera algo al respecto.
Tamaki Amajiki, príncipe de la dinastía Amajiki, hermano único del Emperador. Su sola presencia debía imponer respeto y doblegar a cualquiera que osara posarse enfrente de él. O eso era lo que la mayoría de la gente sabía, aunque la realidad era otra.
Él apenas y se mostraba en público y la razón era la misma por la cual, oficiales se deslindaban de su labores y asuntos, direccionando hacia él sin dudarlo; Tamaki jamás decía que no, jamás se quejaba ni se imponía como un príncipe debería hacerlo.
El príncipe es extremadamente tímido, reservado e inseguro de sí mismo, jamás podía alzar la voz con temas que eran de su desacuerdo y por supuesto, obedecía al emperador sin dudar. Eso lo llevaba a aceptar cada una de sus decisiones o a realizar el trabajo de otros oficiales, aumentando su carga de trabajo y siendo el último en terminar sus pendientes cada día.
Tamaki tomó la taza de té, dio un trago y dejó salir un suspiro una vez que dejó la solicitud a un lado. Sus ojos denotaban cansancio, pero Hawks lo único que podía hacer era servirlo y aliviar su carga.
Hawks vio la torre de papeles aún en el escritorio, comprendiendo que sería una larga noche si Tamaki se atrevía a quedarse hasta resolver cada uno de los pendientes. Sabía que algunos eran urgentes, esos eran los que Tamaki solía priorizar día con día, pero el resto podría esperar al día siguiente.
—Sobre esta noche...—Tamaki levantó la mirada de los papeles que revisaba en ese momento. —¿Tiene algún plan especial?
—Necesito terminar de revisar los pendientes y las aprobaciones.
Hawks se acercó hasta la mesa y con demasiada confianza tiró de los papeles con sus dedos, para llamar su atención de nuevo.
—Usted necesita una noche de cristal. —Hawks disfrutó ver como la expresión del príncipe cambió de la concentración a la palidez y nerviosismo.
Tamaki se tensó de repente porque sabía a qué se refería con ello, al levantar la mirada vio a Hawks sonriendo divertido. Fijó su atención en el papel que le habían quitado e intentó tomarlo de nuevo.
—No puedo hacerlo.
Hawks tomó el papel y lo colocó en la pequeña torre de papeles, dejando en claro que era momento de detenerse y centrarse en sus palabras.
—Ha pasado un tiempo. —Hawks puntualizó.
—No lo suficiente...
—Si usted se ausenta más de una semana, quedará en evidencia y creo que usted no quiere llamar una atención no deseada.
Tamaki tragó saliva, eso era lo que había intentado hacer todo ese tiempo, mantenerse al margen del ojo crítico del emperador que observaba fijamente cada uno de sus movimientos y gestos, asegurándose de su imagen y prestigio como el príncipe del imperio.
Un título que Tamaki arrastraba desde el día que tuvo la mala fortuna de nacer como el segundo hijo del antiguo emperador. Un título que le exigió desde pequeño la perfección en modales, seguridad y en su forma de hablar, algo que un tímido Tamaki pequeño no entendió y que tartamudeaba con nerviosismo al encontrarse ante gente importante. Algo que no fue del gusto del antiguo emperador y que lo reprendió, física y verbalmente, hasta el cansancio.
Además de las constantes comparaciones con su hermano que era más seguro, capaz y determinado, con un fuerte carácter. Tamaki siempre vivió a la sombra de su hermano, él no tenía permitido equivocarse, un príncipe no podía actuar con debilidad, siempre debía caminar, pararse o hablar con propiedad... algo que él no podía hacer. Convirtiéndose en la vergüenza del antiguo emperador que se lo dejó en claro una y otra vez mientras lo golpeaba.
Lo que llevó a Tamaki a mantenerse en el anonimato y fuera de la vista de la gente en su adolescencia, evitando que la gente conociera de lo que más se arrepentía el emperador de haber mantenido con vida. Y para que su existencia tuviera sentido entró a temprana edad, una vez que el emperador murió de una enfermedad cardíaca y que su hermano se convirtiera en el emperador, a su servicio en el área administrativa.
Su hermano, el emperador, se centró en sus obligaciones como gobernante, y todo lo que conllevaba, dejándolo tranquilo. Tamaki se sentía mal de pensarlo, pero ante la muerte del antiguo emperador, pudo dejar atrás esa ansiedad constante con la que vivía cada que estaba ante su padre, de no ser lo que él esperaba, de ser la infamia de la familia imperial.
Los años pasaron con tranquilidad, Tamaki cumplió la mayoría de edad, un evento irrelevante durante un par de años más. Todo eso cambió cuando unos meses atrás tuvo una reunión con el emperador, una reunión más formal que algo fraternal, de esa forma era su relación.
Y el emperador dijo la frase que lo condenaría.
—Es momento de que adquieras tu jardín de flores.
Tamaki, que tenía un vaso de sake en la mano, se detuvo de pronto y lo observó, incrédulo, intentando encontrar la broma detrás de esas palabras. Pero sus duras facciones dejaban en claro que no estaba jugando y que aquello más que una sugerencia, era una orden.
—Pero yo no podría...
—Lo harás, es tu deber como príncipe del imperio y por los intereses que representan.
Su voz resonó imponente, ese tono de voz que helaba la sangre y te hacía inclinar la cabeza, perdiendo su propia voz, era la voz de un gobernante, del emperador dando una orden inquebrantable.
Tamaki sintió el nudo en su garganta y simplemente asintió, mientras miraba sus manos, con su voluntad por los suelos y sin saber como, pero no podía ir en contra de él ni en ese momento ni en el futuro.
Tamaki se vio forzado a encontrar una mujer, la primera flor de su jardín, una alegoría que el emperador solía utilizar para referirse a sus concubinas. Flores que engendraron a su descendencia y flores que él como el príncipe del imperio debería tener. Algo que pensó que no sucedería, no considerando como era él, que no podía mostrarse en público y ni podía mirar a la gente a los ojos.
Él no estaba hecho para ser un príncipe, jamás lo sería y tener que cumplir con esas obligaciones lo enfermaban. No podía hablar con gente desconocida sin tartamudear ¿y el emperador esperaba que él... hiciera algo más? No tendría el menor sentido, no podría hacerlo bajo ninguna circunstancia, pero él no podía desobedecer al emperador, nadie podía oponerse a sus palabras.
Por suerte Hawks tuvo una idea, no tenía que realmente hacerlo con una mujer, sólo debía hacerle creer al emperador que de verdad él estaba siguiendo su orden. Tamaki al inicio de negó rotundamente, si el emperador se enteraba de aquella jugarreta, no quería imaginar lo que le harían por engañar al gobernante de la nación.
Pero Hawks volvió a insistir, porque sabía que de otra forma la petición del emperador no podría ser una realidad, Tamaki no podría hacerlo. A pesar de que no estaba convencido y que temía de esa idea, terminó cediendo, con aquella ansiedad constante de ser descubierto y que fuera castigado.
No obstante, pese a sus miedos, después de aquella primera noche en su villa, cuando conoció en persona a la flor que había elegido, al día siguiente fue requerido por el emperador.
Él dejó en claro su satisfacción de saber que estaba cumpliendo con su deber como príncipe, y desde ese momento, aquel tema quedó de lado.
Por supuesto en todo eso, Tamaki debía ser constante, debía reunirse con ella cada vez que podía y permanecer toda la noche en su compañía, tenía que ser lo más creíble posible.
Todo parecía ir realmente bien, aunque sucedió algo que ni Hawks ni Tamaki vieron venir. Tamaki dejó en claro su inconformidad por tal plan, antes de todo, porque estarían utilizando a una mujer para intentar salvarse, además de otros factores que lo hacian retroceder.
Hawks aseguraba que cualquier mujer que fuera elegida como la concubina del príncipe se sentiría complacida y eufórica, además que tendría una vida privilegiada, con lujos en exceso. ¿Cómo una mujer podría sentirse ofendida por tener una vida de ensueño? Tamaki decidió creerle, aferrarse a esa idea.
Pero todo eso quedó desechado por completo cuando, días atrás, aquella mujer dejó en claro lo inconforme que estaba de esa vida, comenzó a pedir respuestas y terminó quitándole la máscara. ¡Ella lo descubrió!
Por supuesto que Tamaki había escuchado los rumores que corrían de él, lo frío y despiadado que la gente lo consideraba por no hablar ni relacionarse con nadie. Algo que no podía estar más lejos de la realidad, pero que él decidió aceptar para mantener a todos tan lejos de él y sustentar la imagen de príncipe que debería ser. Algo que el antiguo emperador le había dejado en claro, que nadie debía conocer la vergüenza del imperio.
Y todo ese esfuerzo se derrumbó.
Tamaki aún recordaba aquel día, como ella lo había observado con fijación y al verse atrapado él simplemente había terminado huyendo. Después de aquello no podía hacerlo, no podía volver a encontrarse con ella ¿qué iba a decirle? No podía seguir fingiendo, no podía pretender que no sucedió, él estaba atrapado ante ella.
No obstante, entendía las palabras de Hawks. Si él no requería su compañía el emperador sospecharía, podría investigar y se enteraría de que todo eso había sido una farsa.
Tamaki no había dejado de darle vueltas ¿qué es lo que debería hacer con ella? ¿Decirle que regresara a su trabajo habitual? Eso podría ser lo peor que podría hacer, porque tendría que encontrar a otra mujer y... él había elegido a Nejire por una razón en específico. Su pecho se agitó y miró a la mesa ¿podría fingir que nada sucedió? ¿O enfrentarse a ella y lidiar con lo que sea que suceda? El pánico lo invadía cuando consideraba cada una de las opciones.
—¿Tamaki?
La voz de Hawks lo hizo salir de sus pensamientos y con un nudo en la garganta lo miró.
—¿Qué es lo que quiere hacer? —Hawks insistió.
Takami se sentía confundido por la negativa inicial de Tamaki de ver a la mujer del pabellón de cristal. En el pasado él siempre parecía bastante animado de verla y aún cuando el trabajo era demasiado, se esforzaba por terminar lo antes posible para poder verla.
Él consideró que aquella mujer quizá lograba distraerlo lo suficiente y por eso acudía a ella con tanto ánimo. Sin embargo, esa actitud había cambiado, porque desde hace una semana que él parecía evitar hablar de ella y todo lo que la relaciona ¿había sucedido algo malo? No podía saberlo con seguridad a menos que él se lo dijera.
Tenía que averiguarlo, pero en ese momento lo más importante era saber si se concretaría una cita con aquella mujer o se quedarían hasta tarde en la oficina. Aunque cuando Tamaki levantó la mirada y lo observó desde abajo, Hawks ya sabía la respuesta a su pregunta.
—Me reuniré con ella.
Hawks sonrió y asintió dispuesto a cumplir con aquella petición lo antes posible.
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