III.
Nejire observó su reflejo en el espejo fijamente mientras Itsuka, una de sus damas, peinaba su largo cabello con delicadeza, sonriendo y tarareaba una canción.
—Su cabello es tan hermoso y fuerte.
—¿Solo su cabello? —Kinoko mencionó con fuerza mientras elegía de entre los accesorios lo que podría utilizar ese día.
Nejire no escuchó aquella conversación, su atención fue hacia su reflejo, intentando reconocer a la mujer que estaba enfrente. No era porque hubiera cambiado tanto, algo que en realidad sí sucedió, desde la ropa que utilizaba, como llevaba el cabello, la joyería que utilizaba y sus días se convirtieron en estar ahí, en el pabellón de cristal.
Aquella noche, casi dos semanas atrás, Nejire había sido guiada, una vez que el príncipe se retiró, a una habitación para que pudiera quedarse ahí a pasar la noche. Ni en sus más extraños sueños y mucho menos en sus experiencias en lo que a burdeles se trataba, hubiera creído que una concubina dormiría en una habitación a solas.
Pero así fue, con la promesa de ser llevada al día siguiente a su residencia. Nejire estuvo tan conmocionada esa noche e inquieta que apenas había dormido. Unas damas la ayudaron a arreglarse ese día, antes de ser guiada a la que sería ahora su residencia. Ella realmente creyó que sería devuelta a las criadas, ante la desastrosa noche, porque pensaba que lo que pasó o mejor dicho, lo que no pasó, había sido cosa suya.
Quizá, como todos los rumores decían, él no consideraba a nadie lo bastante digna para pasar la noche con ella. Y al verla, se desencantó al verla y decidió retirarse, rechazándola. ¿Fue humillante? Realmente lo fue, cualquier mujer se sentiría herida por un desplante de ese estilo, aún ella que no estaba interesada en ser concubina ni cortesana.
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A la mañana siguiente cuando salió de la villa del Príncipe, que contempló maravillada a la luz del día, se sintió tan aliviada, de que todo eso terminó mejor de lo que consideró. Si no le gustaba al príncipe podía regresar a sus labores.
Sin embargo, se sorprendió cuando el carruaje no la llevó hacia la zona de la servidumbre, sino por otro camino extraño. Se detuvo en una edificación con grandes pilares, imponente, con techos en triángulo, con tonalidades azules y un amplio jardín rodeándolo con muchas flores y vegetación.
Cuando descendió, con ayuda de un eunuco, quedó consternada.
—¿Esto... ¿Dónde estamos?
Nejire se moría de ganas de quitarse ese vestido y colocarse la ropa de siempre, aquella sencilla que le permitía moverse con mayor libertad.
—En su residencia señorita, el pabellón de cristal.
Nejire lo había visto conmocionada, porque eso no era para nada lo que había imaginado en todo el transcurso ¿Pabellón de cristal? ¿Esos no eran los lugares asignados para las concubinas de rango mayor? Ella había ido alguna vez a dejar cestos de ropa cerca de los pabellones de las concubinas del emperador y se había impresionado por lo grande que era.
Por lo que estar ahí debía ser una broma de mal gusto ¿su residencia? Eso era totalmente absurdo, porque ella no había sido del agrado del príncipe, él ni siquiera la había mirado en toda la noche ¿cómo podría ser una concubina de alto rango?
Había entrado, siendo guiada por el eunuco y fue recibida por sus tres damas, que reaccionaron emocionadas por servir a la primera concubina del príncipe, con total disposición y entusiasmo dejaron ver sus ganas de poder servirle.
De ese suceso habían pasado casi dos semanas, dos semanas desde que se instaló en el pabellón de cristal como una concubina de alto rango del príncipe del imperio, la única que tenía o al menos lo que se decía.
Todo el palacio interior había explotado emocionado de escuchar las nuevas noticias, de que al fin alguna mujer había cautivado al príncipe, lo había atrapado de tal forma que había subido de rango con rapidez. Era algo realmente extraño que una criada terminará siendo una concubina de alto rango, siempre estas eran hijas de funcionarios o generales que conseguían posicionar a sus hijas junto a la familia imperial. Pero Nejire no era nadie, lo cual hacía más jugoso el hablar de ella en todo el palacio interior.
En esas dos semanas Nejire había visto al príncipe en tres ocasiones. La primera noche y días después fue requerida de nuevo. En la semana presente había sido requerida una única vez, lo que sucedió hace unos días. Lo cual no era un conflicto, sino que en cada una de las ocasiones, se repitió la misma escena que en su primer encuentro.
El príncipe solamente había entrado a aquella habitación, habían compartido los alimentos sin decir una sola palabra, con esa máscara cubriendo su rostro y finalmente salió de ahí. En cada una de las ocasiones Nejire se quedaba en la villa del príncipe hasta el amanecer, siendo escoltada hasta el pabellón de cristal.
Al menos había escuchado su nombre de las empleadas de servicio de la villa, porque él jamás lo había mencionado, ni siquiera la había observado más que unos segundos.
Nejire se sentía tan frustrada y desconcertada, pero mientras más lo pensaba, menos entendía que estaba sucediendo. Su mayor idea era que en verdad se habían confundido, que estaban buscando a alguien más para... lo que sea que estuviera haciendo. Sin embargo, si ella no fuera del interés del príncipe ¿no la hubiera desechado la primera noche? En cambio fue puesta ahí, sin sentido.
No es que ella deseara estar con el príncipe en la intimidad, se había hecho a la idea con el paso del tiempo. Los días siguientes a su primer encuentro consideró que él quiso ir lento y darle oportunidad de que entendiera lo que sucedía y por eso se había contenido. Sin embargo, esa opción fue rechazada cuando volvieron a encontrarse y él simplemente no hizo nada. Nejire no quería tener el cuerpo y las manos de alguien del que ni conocía su voz.
Pero quería poder entender qué era lo que estaba sucediendo ¿qué es lo que en verdad estaba esperando el príncipe de todo eso? Él era el heredero de ese imperio, podía hacer lo que quisiera, de la forma que quisiera. No obstante, ella era una concubina y todos sabían lo que eso representaba. Si él no la deseaba ¿no era mejor dejar toda esa situación sin sentido? Nejire odiaba vivir en la incertidumbre.
Era una mujer directa, con pensamientos sencillos, que prefería decir las cosas de frente y que le dijeran la verdad sin rodeos, por eso mismo era imprudente. Pero él era el príncipe del imperio, no podía imponer su intensa personalidad a él, no podía preguntarle de frente, ella tenía que esperar que sucediera lo que fuera a suceder. Dejó salir un suspiro pesado.
Pero de algo estaba segura, sentía una gran aversión por el príncipe del imperio.
—Ella es hermosa en totalidad, sino no hubiera cautivado al príncipe. —Momo agregó con una sonrisa.
El resto de sus damas sonrieron animadas por esa afirmación y Nejire evitó mirarlas, porque eso despertará más su nerviosismo y ansiedad, inquieta, temerosa de no poder obtener respuestas.
Una puerta resonó e Itsuka, que había terminado con su peinado y le dejó la tarea a Momo de arreglar su vestimenta se acercó para abrir y recibir el sobre que tenía entre sus manos. Lo observó un instante y se acercó hasta el tocador donde estaba el espejo.
Le entregó el sobre a Nejire, que lo abrió y leyó el contenido, aunque ya sabía de qué se trataba antes de abrirla. Era una invitación del príncipe para encontrarse esa noche, pero en el pabellón de cristal. Las tres mujeres presentes dejaron salir una exclamación animadas por las noticias de la carta y salieron corriendo de la habitación de Nejire una vez que confirmaron que estaba perfecta, debían limpiar adecuadamente el lugar si recibirían al príncipe esa noche.
Por su parte Nejire estaba decidida a intentar entender todo esa situación.
Jamás había sido una persona paciente, por lo que su límite era esa noche, no podría seguir tolerando esas cenas incómodas sin ningún otro sonido que la respiración de ambos.
El resto del día transcurrió tranquilo, si a tranquilo podría referirse a sus damas corriendo de ahí para allá limpiando todo para que estuviera reluciente, sacaron los mejores cubiertos de la casa, se aseguraron que todo fuera perfecto.
Y cuando la noche llegó, Nejire aguardaba en su habitación, caminando inquieta, intentando pensar la forma adecuada de preguntar. Pero... ¿de qué manera le preguntabas a un príncipe por sus intenciones? Nada en su cabeza sonaba bien y más porque Nejire era una persona impulsiva, jamás pensaba en lo que decía, solo lo decía.
Se mordió su labio inferior, ¿porque él había decidido venir aquí? La puerta de su habitación resonó y giró para ver a Itsuka asomarse con una sonrisa.
—Señorita Nejire, el príncipe...
Antes de que Nejire dijera alguna cosa, la puerta se abrió en totalidad y vio aquella figura ingresar a su habitación, con aquellos pasos firmes y elegantes. Aguantó la respiración y su corazón se estrujó cuando vio a Itsuka sonreír y cerrar la puerta detrás de ella.
Nejire se sintió tan fuera de lugar, tomada por sorpresa ante la interrupción a su habitación, aunque no es que fuera suya. En la villa del príncipe ellos solo estaban en el comedor, jamás lo había visto de frente tan cerca y porque lo que no había detallado su fisico con propiedad, se sorprendió al descubrir que era más alto de lo que pensaba. Las ideas estructuradas en su mente se perdieron y se inclinó en señal de saludo.
—Es un gusto tenerlo aquí, Majestad.
Él observó a su alrededor con fijación, como si estuviera evaluando el estado del lugar y finalmente la observó a los ojos. Nejire sintió su pecho estrujarse, porque si él había decidido estar ahí, en su habitación, solo podía significar una cosa. La idea la abrumó de sobremanera.
—Puede sentarse. —Ella señaló las sillas que estaban cercanas a la ventana, aquel lugar donde ella disfrutaba sentarse en las noches para observar el cielo oscuro. —¿Puedo ofrecerle algo...?
Él simplemente se negó, pero aceptó su oferta de sentándose tan cerca de la ventana como pudo. Nejire imitó su acción, sentándose en la silla de junto, movió las piernas en su lugar e intentó controlar su corazón agitado.
No tenía una buena imagen de él, porque la única razón probable de todo eso era que estaba jugando con ella, de alguna forma que aún no entendía, quizá solo disfrutaba de forma masoquista verla tan conmocionada antes de desecharla como un simple pedazo de basura, esa idea aumentó la acidez en su estomago, elevando su desagrado por el hombre a su lado.
Todo en él lo repelía y esperaba que esa noche... sucediera todo tan rápido como fuera posible. No es que rechazarlo fuera una opción, no si no quería que su cabeza rodara por faltarle al respeto a un monarca. No obstante... el miedo de lo mismo la hizo aferrarse a alargar ese momento.
—¿Cómo ha estado de salud? —Y ahí estaba, haciendo platica por primera vez.
Su pie se movía inquieto y observó el cielo a través de la ventana abierta, concentrándose en los brillos en el cielo.
—Todo en orden.
Nejire giró la cabeza tan rápido que sintió un tirón extraño en el cuello, pero lo ignoró porque eso no era importante sino que él... el príncipe había hablado por primera vez. Cuando lo miró él observaba un punto inexistente en el suelo. De pronto él alzó la mirada.
—¿Y usted? —Su voz profunda resonó en la habitación en silencio. —¿Su estadía ha sido amena?
Sus ojos se encontraron un instante pero él apartó la mirada con rapidez.
Nejire jamás había estado tan cerca de él como en ese momento, aunado a ello, esa máscara imposibilitaba que se hiciera alguna idea de como era en realidad. No obstante, pudo contemplar sus ojos a esa distancia y eran tan diferentes a como lo había pensado. Eran cálidos y amables, tan fuera de lugar a la soberbia y frialdad que se rumoreaba.
Y aún más importante, su voz era tan... agradable que sintió como su propio pecho se agitó emocionado. Sorprendida por los tonos amables que dejaba entrever.
—Si, todo ha sido agradable.
Nejire sintió como el miedo que había tenido hasta ese momento disminuyó, en esa corta plática había sentido confianza ¿estaba pecando en hacerse ideas tan fácil? Quizá, no podías coincidir una idea de una persona con tanta rapidez, pero Nejire solía confiar en la gente, aunque aún sentía cierto recelo.
El silencio se hizo presente y ella se aventuró una y otra vez a observarlo, intentando ver a través de su máscara, sin éxito. ¿Su voz y su rostro encajarían? La curiosidad la carcomió, aunque había una cosa más importante. Él estaba hablando por primera vez y no sabía si volvería a repetirse, por lo que debía preguntarle sobre qué significaba todo eso.
—Disculpe, yo quisiera.... —Atrajo su atención. —Preguntarle sobre...
Pero algo llamó la atención de Nejire, haciendo que olvidara sus ideas y lo que estaba diciendo. Vio una de aquellos destellos centellear a la distancia y caer a la tierra, creando un panorama que Nejire jamás había visto, pero que había escuchado antes.
—Eso es... asombroso —Sus ojos se abrieron por completo, para disfrutar de la imagen, y brillaron emocionados. —Una lluvia de estrellas.
Sonrió ampliamente inclinándose hacia adelante, se levantó y se acercó más hacia la ventana, maravillada por esa increíble vista. Pronto sintió una presencia a su lado y giró el rostro hacia él, sonriendo emocionada y encantada por lo que veía.
—Es hermoso.
Él la observó un instante, hasta que ella regresó su atención al cielo, acto que él imitó. Su mirada regresó para verla y sonrió debajo de la máscara.
—Si, lo es.
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