II.
Nejire se quedó completamente quieta, como si estuviera fuera de su cuerpo y siendo ajena a las voces de la habitación, porque su mente se había recluido en un intento de entender lo que había escuchado momentos antes.
—El Príncipe te ha requerido como su concubina.
¿Acaso se había dormido sin darse cuenta y estaba soñando? Era lo único que parecía tener el mínimo sentido, porque aquellas palabras no podían estar más fuera de la realidad ¿Qué el príncipe del imperio la había solicitado como su concubina? Era la cosa más absurda y sin sentido que había escuchado en toda su vida.
Debía ser una clase de pesadilla o alucinación, debía despertar de ello. Necesitaba pellizcarse las mejillas, y un dolor punzante la sacó de sus pensamientos. Bajó la mirada para ver a una sirvienta conmocionada por ver la sangre saliendo de su pierna.
—¡¿Qué has hecho, Muchacha tonta?! —La mujer mayor habló con fuerza. —¿Cómo vamos a explicarle eso a su majestad?
—Yo...yo... es que... —La chica observó la ropa de Nejire en el suelo y en su falda había una espina, que se había quedado ahí quizá mientras entregaba la ropa. —Tenía algo en la tela.
Era una herida pequeña, nada alarmante.
—¡Necesitamos su cuerpo inmaculado! —La mujer soltó furiosa por tal falta de respeto.
—Puedo ir con el médico y...
—¿Qué dices? El príncipe la ha solicitado ahora, no hay tiempo para ello.
La mujer la golpeó con su abanico y pronto Nejire fue guiada hacia la habitación de junto, donde había una bañera lista.
—Yo... creo que se han equivocado —Nejire por fin recuperó su voz.
Pero en vez de responder el agua cayó encima suyo y ella se estremeció hasta la médula. Era una noche fría, por eso ella misma había considerado si bañarse o no, aunque ahora no había tenido ni una especie de opción.
—No soy la persona que han convocado.
La adentraron a la tina y comenzaron a tallar su cuerpo, algo que la hizo sentir tan expuesta. Tenía frío y estaba desnuda ante personas que no había visto jamás en su vida.
—¿De verdad crees que el Príncipe se equivocaría? —La mujer le indicó con dureza.
—Pero... yo jamás he visto al príncipe, no tiene sentido.
La mujer la observó fijamente dentro de la bañera, como si estuviera evaluandola, sea en apariencia o por lo que estaba diciendo, aunque Nejire pensó que sería la primera opción. Una criada puede convertirse en una concubina de bajo rango, la clave es: la apariencia. Si eres del interés del emperador, podrías ascender a ser visitada por él. O en ese caso, si eres del interes del Príncipe.
Nejire no tenía una mala apariencia, no por nada la Madame la había invitado al burdel para ser una cortesana. Pero su aspecto físico no era su prioridad, esa siempre fue cuidar de sus hermanos. Aunque aún así ¿era digna de estar frente al príncipe? No, por supuesto que no y eso era algo que aquella mujer dejó en claro.
Pero nadie podía ir en contra de alguna decisión de la familia imperial, si hacías un comentario desafortunado tu cabeza correría, las criadas o empleadas ahí eran reemplazables.
La mujer simplemente dio media vuelta y salió de ahí, dejando a las dos mujeres terminando de lavar el cabello largo de Nejire. Ella logró refrenar su trabajo un poco y se lavó el cuerpo por sí misma. Al finalizar las mujeres la ayudaron a secarse, aplicaron lociones en su cuerpo y a cepillar su largo cabello, para terminar en un peinado pulcro.
Un vestido con tonalidades azules cubrió su desnudez, finalizaron con aplicar maquillaje y un tocado delicado en su cabello. Las dos chicas que eran suficientes jóvenes la observaron y sonrieron, el primer gesto que hacían enfrente de ella.
—Debe ser un honor haber sido elegida. —Una de ellas mencionó, juntando ambas manos.
—Disfrute su noche, Señorita. —agregó la otra.
Cuando terminaron la mujer reapareció, giró alrededor de ella, evaluando el trabajo.
—El carruaje está aquí, sigueme.
Nejire decidió seguirla, sin tener más opción y en un momento estaban dentro del carruaje, siendo guiadas... a no sabía donde. El sonido de las pezuñas del caballo era lo único que Nejire pudo escuchar, centrándose en eso, sin pensar en nada más, aún estaba conmocionada, se sentía tan fuera de lugar.
La puerta del carruaje se abrió de repente y fue cuando Nejire sintió su corazón saltar, cuando una mirada de la mujer antes de bajar le indicó que debía hacerlo. Dio a la mujer hablar con un eunuco que asintió mientras ambos la veían y finalmente la mujer regresó sobre sus pasos, subió a la carroza y se alejó.
—Puede seguirme por aquí, Señorita Hado.
Era de noche, así que Nejire no pudo apreciar el exterior del lugar, pero una vez que entraron caminaron por pasillos y pasillos de madera reluciente, se sorprendió al ver los altos techos, los pilares de madera tallados y los muebles y decoración refinadas, tanto que tuvo miedo de acercarse y romper algo. Observó las cortinas colgando, eran seda fina, muy similar a algunos de los vestidos de las cortesanas de su pueblo.
El eunuco se detuvo frente a una puerta, la abrió y se hizo a un lado.
—Puede ingresar y tomar asiento, el príncipe vendrá en un momento.
Nejire asintió e ingresó viendo una amplia habitación, tan elegante como el resto del pabellón. Sin embargo, en el centro había una amplia mesa tallada,era lo suficiente grande para doce personas. En el centro había algunas velas, flores y una jarra de agua. En cada extremo de la mesa había un par de platos preparados.
¿Debería sentarse ahí?
Nejire lo consideró, pero se quedó de pie, mirando la alfombra con intrínsecos y complicados tejidos, el sillón que estaba a un lado, con algunas velas en la mesa de enfrente, las cortinas que le daban una apariencia más íntima.
Y aquello hizo que su corazón se estremeciera fuertemente. Había sentido una opresión en su pecho desde que aquel eunuco había ido a buscarla a su habitación. Y esa opresión, junto el nudo en su garganta seguían ahí, impidiendo que respirara adecuadamente.
Se sentía tan inquieta, fuera de sí misma e insegura ¿cómo todo había terminado de esa forma? Hace unas horas era una simple empleada que lavaba ropa cada día, que disfrutaba de ese trabajo y de ayudar a su familia a la distancia. ¿Y ahora se había convertido en... una concubina?
Lo cual era incoherente, como dijo, jamás había visto al príncipe y según los rumores, él era una persona inflexible, radical y desagradable ¿cómo alguien como él podía fijarse en ella? Era una simple criada que no estaba a su nivel, sabía que podía encontrar mejores opciones, hijas de funcionarios o generales, ella era insignificante.
¿Acaso quería divertirse con una criada?
La idea le hizo sentir náuseas ¿acaso él solía hacer ese tipo de cosas? Quizá solía acostarse con cuanta criada pudiera y jamás volvía a visitarlas, jamás las volvía sus concubinas, siendo incapaz de darle el título a nadie. Tenías que ser elegida como una concubina de alto rango para vivir en alguno de los pabellones asignados.
¿Por qué ella había llegado ahí? Porque no tenía ninguna opción, había sido elegida y debía obedecer a pesar de encontrarse conmocionada. Nadie en todo el país podía oponerse a los deseos de la familia imperial, los gobernantes de tantas tierras, nadie que apreciara su vida. Además que cuando ingresabas al palacio interior, aceptabas la posibilidad de convertirte en concubina o ser visitada por el emperador.
Por eso verificaban su pureza al ingresar.
Nejire había ido ahí por un trabajo con buena paga para ayudar a su familia, no podía retroceder a ello, su prioridad era su familia. Y a pesar de eso, sentía sus piernas débiles. Algo creía en su estómago, junto con la idea ruidosa de su cabeza de que debía irse, salir de ahí. Nejire tenía miedo, miedo de lo que fuera a pasar esa noche.
No le habían dado tiempo de asimilar la situación o pensar al respecto, ella misma sentía náuseas ¿El príncipe podía ser tan malo como se rumoreaba? ¿Podría ser peor que eso? La idea hizo que aquel sentimiento se intensificara y sus manos sudaran.
De pronto la puerta se abrió y Nejire saltó en su lugar, al mismo tiempo que su propio corazón estuvo a punto de salirse. Se quedó quieta, sin voltear, pero pudo escuchar los pasó detrás de ella, lentos y contundentes.
Lo vio aparecer en la periferia y sin poder seguir evitándolo lo observó, un poco por la curiosidad de los rumores que corrían y más importante, por conocer el rostro del hombre que la había elegido para estar ahí. Pero la imagen que encontró fue tan... desconcertante.
Porque él tenía una tela, que funcionaba como una máscara que cubría su nariz y boca, y un gorro de tela que la sostenía en su cabeza, por lo que solo quedaba a la vista sus ojos. Ojos que Nejire no pudo ver, porque él caminó sin verla, hasta llegar al extremo más alejado de la mesa y se sentó.
—Puede sentarse. —El eunuco de antes apareció a su lado y Nejire se sobresaltó, había sido demasiado sigiloso. —Siento si la he asustado.
Nejire obedeció sintiendo que aquella situación absurda se había retorcido aún más. ¿El príncipe solía utilizar esa máscara? Aunque eso explicaría porque no había muchos registros de su apariencia y dejaba en claro porque su imagen demostraba presunción.
Los platos fueron servidos a continuación y Nejire observó emocionada, por primera vez en la noche, la cantidad de carne que había en su plato. De pronto su estómago gruñó pero intentó controlarse. Volvió a levantar la mirada para ver a través de la distancia, al príncipe, pero él no estaba observándola.
Estaba concentrando en su plato, que comenzó a comer con total tranquilidad.
Nejire se movió inquieta en su lugar, porque nada estaba siendo como tanto temió. Pensó que él llegaría y... saciara sus deseos y ella podría retirarse. Sin embargo, los planes parecían ser otros ¿acaso quería comer antes de intentar algo? Ella se sentía inquieta, alerta y temerosa, con la idea de que él se acercaría en cualquier momento.
Y se quedó expectante a esa idea, mirándolo de vez en cuando, mientras comía de su plato.
Pero aquel hombre en ningún momento levantó la mirada de su plato hacia ella, se centró en comer, de una forma extraña por lo mascara, hasta que dejó todo vacío. Los platos fueron retirados y fueron sustituidos por tazas de té.
Nejire bebió de su taza con lentitud, mirando hacia todos lados, hacia él príncipe e intentando pensar si ella debería decir algo primero. Lo esperado era que él hablara, le preguntara alguna cosa o dijera algo, o que hiciera algo, pero él se mantuvo tan ajeno a su presencia, tanto que Nejire se sintió tan intranquila.
¿Quería asustarla por lo que sucedería después? ¿O quería tranquilizarla? Nada de lo que hacía la tranquilizaba, solo la alteraba aún más. Hubiera preferido que eso terminara desde el inicio y así ella podría salir de ahí para regresar a...
¿A dónde regresaría? ¿Ella podría regresar con las criadas? Lo dudaba ¿qué es lo que sucedería después de estar con el príncipe? Estaba bastante segura de que no volvería a contactarla. Sintió una desazón en el estómago cuando entendió que todo eso era un juego, quizá quería ilusionarla antes y una vez que tomara lo que quisiera, se reiría al respecto.
Un ruido la hizo salir de sus pensamientos y vio al príncipe levantarse de pronto de su asiento, rodeó la mesa y caminó hacia ella. Nejire sintió su corazón latir con fuerza de manera súbita y sintió náuseas, temiendo que vomitara lo que había comido. ¿Por qué no lo hicieron antes de comer?
Se movió inquieta en su asiento, miró hacia los lados y de nuevo lo observó más cerca... pero él nunca llegó a ella. Él caminó a un lado de la mesa y se dirigió a la salida. Cuando caminó a su lado, él desvió la mirada un instante, lo suficiente para que ella viera esos ojos oscuros y profundos.
La puerta de la habitación se abrió y se cerró, dejándola completamente sola, con el caos intentando consumirla y entender que es lo que había sucedido en esa efímera noche.
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