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El invierno acaba de empezar.
Habían pasado meses desde aquel beso robado, aquel azabache hacía sus apariciones inesperadas en cualquier momento, era agradable compartir unos minutos a su lado, y aunque le recalque una clara distancia que no invadiera mi espacio, él lo ha respetado, al menos la mayor parte del tiempo.
Estoy escondida bajo mi paraguas, con Fasha, hablamos sobre cualquier cosa que nos lleva a alargar la conversación, así es como sin darnos cuenta en nuestra caminata al colegio llegamos.
Nos quedamos de pie en el portón, creo escuchar mi nombre en la lejanía y giro la cabeza justo para sentir un peso encima en mi costado y una respiración agitada golpear mi mejilla, y si, esta era una de esas veces que él invadía mi espacio personal.
—Creí por un momento que llegaría tarde. —dice con agitez, el humo sale de su boca por el frío, me alejo de inmediato, Fasha sigue mirándolo y carraspeo para hacerla reaccionar y una vez que lo hace esta a mi lado frente a él.
Lo miro de pies a cabeza y enarco una de mis cejas— ¿Es mi imaginación o estas usando labial?
—Tu imaginación asume bien. —pasa por el medio de nosotros al hacerse espacio y avanzar.
Mi amiga y yo nos compartimos una mirada antes de encogernos de hombros y alcanzarlo.
—¿Por qué usas labial? —pregunta Fasha.
Él chasquea sus labios y solo dice— El frío hace que se me sequen y se partan.
Eso suele pasarme también.
—¿No sería mejor usar vaselina?
—El sabor del labial es rico, tal vez quieras probarlo. —mete su mano en su bolsillo, mis mejillas hierven por lo que dijo pero luego me detengo cuando me extiende una pintura labial— Pruebalo, el rosa le quedará a tus labios, y es sabor chicle.
Lo tomo pero Fasha lo agarra y me comenta que me pintara los labios, siento algo de timidez cuando lo hace en frente de él quien parece muy complacido con el resultado, ella me muestra un pequeño espejo y me gusta el resultado.
—Debemos ir a nuestro salón, la profesora con quien nos toca es muy puntual. —Dice Fasha, asiento y nos dirigimos a nuestro salón.
Las clases transcurren normalmente, hacemos el típico mensajito de papel en todo el salón conversando de las cosas nuevas y todos teníamos que opinar, el papel pasa por mi pupitre pero lo paso al siguiente porque estoy muy atenta a la clase.
Que al final no termino por entender nada.
Cuando la profesora se va unos minutos, el curso se vuelve un gallinero albororado con mucho ruido, cubro mis oídos con mis manos y mis ojos con mi gorro de lana.
—Te tengo una sorpresa. —Lo escucho pero decido no quitarme el gorro— Bueno, son dos pero primero hay que ir por la primera.
Bufo, quiero gritarle al corral de alborotadores y acumuladores de hormonas que se callen pero sé que no escucharían nada.
—Me gustan las sorpresas. —Digo, aunque no del todo si se trata de malas.
Se ríe suave, me siento bien al escuchar ello entre el bullicio, entonces al no escucharlo más, levanto un poco mi gorro para verlo, esta acostado en el pupitre entre sus brazos como yo, ambos viéndonos fijamente.
—Entonces tenemos otra cita.
No hago nada que no sea sonreír y murmurarle que está loco, llega la profesora y al fin logra silenciar al gallinero de personas.
...
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