Capítulo 48
Los siguiente días Parker se dedicó a dejar todo listo, los últimos detalles de todo a su alrededor.
La mujer frente a sí le dio una sonrisa amable antes de que él devolviera el documento.
—¿Algún cambio que quiera hacer? —preguntó.
—Ninguno —dijo sin más—. Serán mi Melina Hasbro quién vendrá a notificar en cualquier caso y podrá proceder a leer.
—Muy bien —dijo sin entender a su cliente. Era joven y disponía de su legado sin más como si estuviera pensando en que en cualquier momento podría morir.
—Mi esposa debe ser la primera en recibir su legado —dijo con resolución—. No quiero trabas para ella, simple y sencillamente quiero que se le dé lo que le corresponde, lo mismo para mi hija.
—Hay procedimientos que seguir —dijo la mujer—. Aún así me aseguraré de que su esposa reciba su herencia cuanto antes, al igual que su hija.
—Gracias —dijo poniéndose de pie y extendiendo la mano hacia ella para que después salir de ahí.
Visitó a Chris que estaba viendo todo lo del viaje y sus amigos estaban dejando todo en el casino con total control.
Max contrató a un administrador al otro día de su compromiso precisamente para no perder tiempo, Maddox estaba confiando plenamente en Jan para mantener la seguridad, Hurs tenía a un sujeto de confianza de su padre para tener el asunto de los juegos en orden y Parker estaba delegando absolutamente todo su poder sobre Lydia Petrova para hacer y deshacer el casino si le antojaba y mantener a todos en la mira.
No tenía idea de cuánto tiempo estaría fuera pero confiaba en que ella como digna hija del hombre que era cuidaría de aquello que era el porvenir de todos los involucrados.
Mantuvo una discusión con su esposa por eso, Lydia estaría a cargo y aunque más allá de las diferencias de su esposa con ella, sabía que la pelinegra jamás lo traicionaría y que a pesar de todo siempre le ayudaría, tanto que estaba ahí mudándose para poder atender el casino sin presiones por supuesto con todo el respaldo de su padre y su madre que aunque intentaban controlar su indómito carácter no podían y solo quedaba cuidar de ella a la distancia.
Volvió al casino donde miró a sus amigos cada uno atendiendo sus funciones mientras se acercaba a su oficina.
Abrió la puerta y la encontró sentada leyendo un par de cosas.
—¿Todo bien? —preguntó.
—Hay cuatro representantes legales —dijo ella desde su sitio—. ¿Quien firma en nombre del cuarto?
—Christopher Davenport —dijo él y la vio fruncir el ceño.
—Dejame ver si entendí —añadió Lydia—. El dueño es Parker Walsh Welshmen, su presentarte legal es Andrew Downey pero esa firma corresponde a Christopher Davenport.
—Así es —dijo sin más.
—Cómo puedes probar legalmente eso —dijo con suspicacia—. Si esto se filtra Davenport puede ser acusado de falsificación, tú de lavado.
—En realidad Andrew Downey es un amigo —dijo él—. Es un hombre al que le gusta la soledad, vive en el campo y sabe perfectamente que su nombre está siendo usado, Christopher es el mejor falsificador, solo hace su firma porque a mí amigo Andrew le da flojera venir solo para firmar documentos, ya sabes, es un hombre práctico, no tiene temor en que se use su firma aquí y allá.
—¡Oh! Fenomenal —añadió con sarcasmo—. ¿En este caso debo pedir la firma del tal Andrew o del tal Davenport?
—De Andrew —dijo con tranquilidad—. A Chris no le molestaría dejar una firma aquí y allá por todos lados por cualquier cosa, pero Andrew está listo para asistir en cualquier momento.
—Menos mal Davenport está en la mejor disposición de dejar firmas que no son suyas a diestra y siniestra —añadió irónica.
—Ya sabes, tengo amigos muy sociables, a él no le molesta dejar una firma hasta en la factura de la despensa —dijo mientras ella apretaba los dientes, así es mi amigo, siempre tan lindo.
El rostro de Lydia se tornó tenso pero no agregó más.
—Mi esposa vendrá eventualmente —dijo de pronto y ella rodó los ojos—. Cuida tu lengua y tus garras sobre ella.
—Y ella que cuide las suyas sobre mí —dijo Lydia—. O no respondo.
—Te deseo buena suerte entonces —dijo divertido—. Mi esposa es un sol pero bastante combativa, tanto o más que tú. Solo mantén la fiesta en paz.
Ella no hizo ningún comentario, al menos no de momento hasta que la puerta se abrió dando paso a Perséfone que apenas la miró hizo un gesto de desagrado.
Parker la tomó de la cintura y sonrió al verla a la defensiva.
—¿Podemos hablar? —preguntó.
—Siempre —dijo él.
La guió fuera de la oficina no sin antes darle una mirada de soslayo a su amiga.
—Necesito decirte algo —dijo Perséfone en cuanto cruzaron la puerta de la oficina.
—Tú dirás —respondió.
—Tengo un retraso —dijo ella tratando de convencerlo de que se quedara—. Tal vez…
—Perse —dijo interumpiéndola—. El mes pasado también tuviste un retraso y fue eso, solo un retraso.
—Pero tal vez ahora sea diferente —dijo suplicante y con ojos llorosos.
—Se lo prometí a mi madre —dijo al verla llorar—. Te amo y lo sabes, pero esto es algo que debo hacer o jamás podré vivir plenamente. He matado, me he vuelto un desalmado por esto. Voy a hacer que la lucha no sea en vano. Si no lo hago el alma me va a estallar de odio y temo que un día no puedas ni siquiera tú controlarlo.
Ella le miró con sus ojos azules directamente hacia él mientras pensaba. Finalmente asintió sabiendo que nada lo detendría.
—Haz lo que tengas que hacer, ve, destroza, echa abajo el mundo entero si eso te hace sentir libre, pero vuelve —dijo Perséfone—. Siempre voy a estar aquí, quizás porque te quiero, porque aprendí que esto es lo que me tocaba vivir a tu lado, tal vez porque como dice mi hermano es lo que debe ser después de todo lo que hemos pasado o tal vez porque soy masoquista, pero aquí estaré, sin importar qué. Puedo temer de todo el mundo pero nunca de ti.
Parker sonrió agradecido de que ella tuviera tanta confianza en él, pero sobre todo feliz de que estuviera lista y fuerte, como siempre la imaginó.
Hacía tiempo que había notado a su terapeuta tras ella, lo supo quizás poco después de las primeras consultas que tuvo con ella y aunque le molestaba, le hería, estaba dispuesto a dejar el espacio. Si él no volvía quería que hubiera alguien para ella que la hiciera ilusionarse de nuevo, que le diera vida y amor. Lo había investigado hasta el cansancio y no encontró nada, tal vez por ello le dejaba acercarse aunque a ella la veía esquiva pero confiaba en que si volvía con los pies por delante, Perséfone saldría del hoyo, sola o con una nueva ilusión, qué más daba, se dijo, siempre que estuviera bien.
La sostuvo en un abrazo durante largo rato en el que ninguno habló y en que se dedicaron solo a pensar en todo aquello que les había pasado desde que se conocieron.
—Recuerdas la vez que me diste un collar de Topacio —dijo ella y él asintió.
—¿Aún lo tienes? —preguntó con curiosidad.
—Aún —dijo ella—. Cuando te fuiste le grabé tu nombre y el deseo él atrás, en el dije. Cuando me siento sola lo sostengo en mis manos y creo que estás ahí, que él está ahí.
—Me alegra —dijo él—. No quiero que nunca te sientas sola.
—Voy a sentirme sola unos meses —dijo ella—, pero sé que cuando vuelvas por mí todo será diferente, que vas a quererme y por supuesto que tomaré mi lugar como la reina que soy. Espero tengas mi grupo de esclavos sexuales apenas sea coronada reina.
—Me daré a la tarea de seleccionar a los mejores —dijo burlándose—. Tal vez ahora que esté por allá vaya a buscarme una para mí.
—No decías que los reyes no tenían tiempo para concubinas —dijo divertida.
—A veces estamos aburridos y buscamos entretenimiento —dijo con indiferencia—. Ya sabes, una amante por aquí, una por allá, cosas simples.
—Por supuesto —dijo ella apretando los dientes—. Las reinas no buscamos uno por aquí y otro por allá, más bien, buscamos cinco por aquí, cinco por allá alteramos el costo y pasamos que solo compramos un esmalte. Así es como funciona.
Parker soltó una carcajada y la abrazó antes de darle un beso que dejara claro que la amaba.
—Ningún plebeyo pone las manos sobre mi mujer —dijo acariciando su rostro.
—Espero que ahora que vas a estar por allá no andes mirando a ninguna plebeya —dijo y él sonrió.
—Tal vez solo mire a la burguesía y aristocracia, pero plebeyas jamás —dijo divertido.
—Tus 44 centímetros se van a reducir a 4 en cuanto me enteré —advirtió.
—He pensado en hacer tarjetas de presentación aludiendo discretamente esos 45 centímetros —dijo con aburrimiento—. Tal vez haya alguna interesada. Tengo especial interés en que sea irlandesa.
—Pues yo creo que tus 46 centímetros van a ser solo un mito en cuanto me veas llegar furiosa —respondió—. El chico antena va a desaparecer apenas me mire y esos 47 centímetros se van a encoger.
—Bueno mis 48 centímetros se recomiendan solos —dijo sin más—. Ellas me van a proteger de ira.
Perséfone comenzó a reír divertida antes de ver a Maddox y a Max entrar a la oficina sin tocar.
—¿Qué hacen en mi oficina? —dijo Maddox con su característico mal humor.
Se acercó a su escritorio y se sentó en el sillón colocando las manos en el escritorio.
—Estuve ahí sentada sin la ropa hace unos minutos —dijo Perséfone e inmediatamente Maddox sacó sus manos.
—¡Por Jesucristo! —dijo mirando el escritorio.
Parker comenzó a reír mientras Maddox corría al baño y volvía con todo el papel sanitario para limpiar su escritorio.
Movió sus cosas y limpió mientras Parker se sentó a observar con su esposa en sus piernas junto a Max que hizo lo mismo en la silla de al lado.
Finalmente Maddox se sentó en su sillón mirando a Parker.
Estuve sentado con el sillón con los calzoncillos abajo.
Maddox se paró de inmediato y miró el sofá antes de que Max estallara en carcajadas.
—Eres un cerdo —dijo Maddox—. Podrías utilizar tu propia oficina.
—Es más cómoda la tuya —dijo con indiferencia.
—No puedo creerlo —dijo enojado mientras permanecía parado mirando para descifrar si era una broma o no.
Sin embargo, Parker se veía tan seguro de que no mentía que lo hizo dudar un poco mientras escuchaba a Max reírse sin parar.
—Maddox por Dios, es una broma —dijo Max—. Si eso hubiera pasado la señorita rubia antes habría mandado a fumigar el lugar y a sanitizar, ya sabes cómo es de exagerada.
Maddox se relajó un poco pero aún seguía un tanto incrédulo así que miró a su amigo con suspicacia.
—Eres un enfermo —dijo Mirando a Parker—. De ti lo espero todo, hasta pienso que te da tiempo y sobra para hacer tus porquerías en mi oficina.
—No me da tiempo de hacer eso —dijo con un guiño—. Eso te da tiempo a ti porque nada más tienes esa cosa de lujo.
Perséfone estalló en carcajadas que no pudo contener pero guardó silencio en cuanto miró a Maddox verla con resentimiento.
—Lo siento —dijo divertida—. Es que a veces me río tanto, Brooke me ha contado cosas graciosas.
El rostro de Maddox se descompuso ante lo que escuchó.
—Pobre Brooke —dijo Max—. Lo que callan las esposas...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top