Capítulo 36
Se acercó hasta él para abrazarlo mientras Parker ponía su mano en la cintura de su esposa.
La llevó a la cama y se sentó a su lado.
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó mucho más tranquilo—. Siento haber gritado, solo sentía que los celos me estaban volviendo loco.
—No pasa nada —respondió recostando su cabeza sobre él—. Sé que te vas enojar por lo que voy a decirte pero quiero que sepas que es todo mi culpa, de nadie más, así que por favor no vayas a empezar con tu escándalo, tus gritos de nuevo y a sacar lo peor de ti.
Parker respiró mientras pensaba que tan malo podía ser lo que pensaba decirle pero aún así asintió sin agregar más.
—Dime —dijo con un suspiro.
Ella iba a hablar cuando el derrape de llantas hizo un sonido escandaloso y chirriante que la hizo ponerse de pie de un salto y correr a la mesilla de noche para tomar un cuchillo empuñándolo con fuerza poniéndose a la defensiva.
Parker frunció el ceño ante aquella acción y la miró sin entender mientras la veía ir de un lado a otro como si buscara escapar.
La vio asomarse por la ventana y mirar de un lado a otro perdiéndose en el tiempo como, si hubiera olvidado que él estaba ahí.
Se acercó a ella y la sujetó de la cintura antes de que ella diera un salto y se girará a verlo.
—Eres tú —dijo mientras dejaba el cuchillo y caminaba para dejarse caer en la cama—. Voy a enloquecer.
Parker la miró sin comprender la situación y más aún sin poder entender qué pasaba por su cabeza en esos momentos.
—¿Me puedes explicar qué pasa? —preguntó entre enojado y preocupado al verla teniendo lo que parecía ser una de las crisis que sufrió después de lo de su hijo—. ¿Qué fue eso que acaba de pasar?
—¿Lo has visto? ¿Maximilian está bien? —preguntó y Parker apretó los dientes antes de preocuparse un poco más—. ¿Tú lo estás?
—¿De qué hablas? —dijo verdaderamente alarmado ante lo que escuchaba.
Era como volver a ver a la Perséfone pérdida en el shock de la muerte de su hijo y él no quería verla así de nuevo después de que llevaba meses recuperándose.
—¿Te han hecho daño? —preguntó envuelta en lágrimas acercando su mano al rostro de Parker.
—No, nadie me ha hecho daño —respondió y la vio sonreír como la última vez, cuando habían despedido a su bebé—. ¿Qué es lo que pasa?
—Ellos te buscan —dijo acariciando su cabello y haciendo que Parker cerrara los ojos.
La vio ir por su teléfono y entregárselo antes de que él lo encendiera y abriera la bandeja de mensajes. Comenzó a leer todos y cada uno de los mensajes, todos de diferentes números pero con algo en común: el prefijo del país.
Vio las fechas de los mensajes, las llamadas perdidas, las amenazas, los cuestionamientos y miró a Perséfone.
—Estaba frente al restaurante hoy, sé que es él —dijo mirándolo mientras retorcía sus manos—. No debí hacerlo, pero en ese momento solo pensé en besarlo, en desviar la atención de ti. Soy una mala amiga, estoy arriesgando a Max para que no te hagan daño.
Comenzó a llorar de forma desconsolada pérdida en sus pensamientos, divagando una y otra cosa mientras él miraba aún sin entender del todo.
Se acercó a abrazarla y a tratar de consolarla para que volviera a la realidad.
—¿Por qué no me habías contado esto? —dijo olvidando lo del beso de Max—. No vuelvas a callarte algo así.
—Se lo dije a Melina —dijo con una media sonrisa—. Pensaba investigar antes de decirte.
Los labios de Parker se apretaron al saber que Melina lo sabía y no le había dicho nada.
—Max no me interesa —confesó ella—. Lo besé porque bueno en ese momento fue todo lo que se ocurrió y ahora que lo pienso solo fue peor, podrían hacerle daño y yo no me lo perdonaría nunca, además de que si lo investigan al final darán contigo de igual forma.
—No te preocupes por eso —dijo con una media sonrisa para calmarla y hacer que volviera en sí.
—¿Dónde está tu mamá y tú hermano? —preguntó acariciando su cabello—. Si no te sientes segura, es hora de irnos.
—Mamá quiso llevar a mi hermano a distraerse y a cenar —dijo justo cuando escucharon la puerta.
Parker se asomó y en cuanto vio a su suegra de acercó a ella.
—Recoja sus cosas y las de su hijo ahora mismo —dijo y la mujer asintió sin hacer preguntas.
Volvió a dónde Perséfone y le pidió lo mismo.
Ella así lo hizo sin rechistar. Echó todas sus pertenencias en una maleta antes de mirar a su esposo que tomó el equipaje y la sacó de ahí mientras veía a la mujer con una pequeña maleta donde guardaba lo suyo y otra más grande con las cosas de su hijo.
Llevó las cosas hasta su auto y después ayudó a su suegra y a su esposa a subir antes de acomodar a su cuñado y guardar la silla para guiarlos al único lugar donde sabía nadie le haría daño.
Condujo durante unos minutos mientras Perséfone guardaba silencio mirándolo y pensando qué hacer.
—¿A dónde iremos? —preguntó—. ¿Ya no podré trabajar?
—Por supuesto que sí —dijo él con seguridad—. Solo voy a llevarte a una nueva casa un tanto diferente.
Se detuvo cuando por fin llegaron al mismo tiempo que ella miraba la propiedad. Era aún más grande que la anterior y estaba en un lugar mucho más visible y poblado que los demás.
—Este es un lugar demasiado visible —dijo ella—. Estamos cerca del casino, no tan lejos del restaurante.
—Así es —dijo con una media sonrisa—. Pero es un lugar seguro, es la anterior casa de Chris.
Parker abrió la puerta de su auto y ayudó a todos a bajar antes de entrar con ellos a la propiedad, después llevó las cosas mientras Perséfone miraba dentro.
La casa era enorme y al verla entendía por qué era segura, miró a su madre que contrario a todo le dio una sonrisa al igual que su hermano.
—Estaremos bien —dijo el joven que miró a su madre para que lo llevará a alguna habitación.
—Voy a buscar una habitación cómoda —dijo llevándoselo mientas Parker miraba a su esposa.
—¿Por que no vive aquí? —preguntó.
—Le trae malos recuerdos —dijo y ella asintió—. No te traje antes porque no lo creí necesario pero aquí estarás bien, irás sin problemas a todos lados y habrá gente que podrá estar al pendiente de ti.
Ella asintió aunque hizo un gesto de desagrado y se preguntó qué escondía Christopher Davenport.
—No te darás cuenta de ello —dijo y a ella no le quedó más que encogerse de hombros.
—Está bien —dijo Perséfone que se abrazó a él.
—Voy a llevarme tu teléfono y traerte otro mañana —dijo—. El mío está roto pero tendré uno nuevo.
—¿Qué le pasó? —preguntó.
—Lo estallé de celos —dijo un tanto avergonzado haciendo que ella riera y le abrazara.
Hubo un silencio entre ellos que solo fue roto por Parker al anunciar que viajaría a Francia.
Perséfone supuso a qué pero no hizo ningún pronunciamiento al respecto.
Esa misma noche cumplieron con el compromiso de asistir a la cena de compromiso de Hurs aunque estuvieron tensos y ambos se retiraron temprano por separado pero no se reencontraron esa noche dado que Parker se dijo ocupado.
En cuanto pudo salir de la cena de compromiso se dio a la tarea de investigar el número de dónde habían salido todos esos mensajes.
Eran tres diferentes por lo que llamó a todos pero solo uno atendió.
La voz de un hombre resonó al otro lado de la bocina por lo que antes de que Parker pudiera responder el hombre habló.
—¿Terry te dio el contacto? —preguntó y Parker aprovechó el bug.
—Sí —dijo como única respuesta.
El sujeto envió la dirección exacta donde lo vería y supuso que lo citaba en uno de los sitios más peligrosos de la ciudad por alguna razón que él mismo iba a investigar.
Avisó a Melina y a Maddox quienes pronto se dirigieron al lugar por aparte.
Una vez Parker llegó miró al sujeto fumando un cigarrillo mientras se cubría con una larga gabardina. No dudó que fuera él, de hecho estaba convencido de que era el hombre que perseguía a su esposa con solo verlo.
Parker se acercó con el abrigo y los guantes puestos colocándose a su lado antes de hablar.
—Ya estoy aquí —dijo y el sujeto le miró.
El hombre tenía un rostro sucio, un cabello descuidado y largo y un aspecto de delincuente de cuarta que le dió asco.
—10000 —dijo sin más—. Ni una libra menos y eso depende de lo que me arriesgue. Si es mucho subo el precio.
Parker no tenía idea de lo que hablaba dado que solo estaba siguiendo lo que él decía.
—Te daré 15000 pero necesito que me acompañes y te explique —dijo señalando el camino—. Es complicado, aunque estoy dispuesto a negociar el trato.
El hombre un tanto escéptico asintió siguiendo a Parker por el camino hasta una banca a la cual no llegó dado que un disparo dio en su hombro sorprendiéndolo y haciendo que cayera con un grito de dolor. La rapidez con la que Parker sacó y disparó el arma lo sorprendió, pero más aún la forma en que rápidamente actuó desarmándole.
—¿Quién te pagó para seguir a mi esposa? —dijo tomándolo del cabello con fuerza sin dejar de apuntarle.
El hombre entendió de inmediato de quién hablaba.
—Una doctora, ¡Emma, se llama Emma! —dijo con rapidez—. Me dijo que sólo debía asustarla, nada más, no pensaba hacerle daño.
Parker sonrió y lo levantó mientras esté lanzaba un grito al verse apresado.
—Sé dónde encontrarte —dijo Parker—. Cada paso que das, si la tocas, si la miras, si te acercas, no vas a vivir para contarlo.
El tipo observó a Parker que presionaba la herida con fuerza y sonreía con cinismo.
—Escucha lo que harás. Vas ir con ella, cobrar tu dinero y encargarte de esa mujer, en cambio te pagaré el doble de lo que te haya ofrecido —dijo con indiferencia—. Soy un hombre de negocios, solo vas a cambiar a la víctima.
El sujeto miró a Parker tratando de encontrar el truco y mirando alrededor.
—Si no aceptas me veré en la necesidad de matarte —añadió y pronto se vio rodeado de una mujer y otro hombre, ambos con un arma en la mano y aunque él era un asesino a sueldo, debía admitir que tenía sus límites, los mafiosos y tipos de alto calibre no entraban y le pareció que ellos eran peligrosos, lo suficiente para intimidarle.
—Cuando tu masticas el chicle nosotros ya hicimos bombitas —dijo Melina burlándose mientras levantaba el arma y quitaba el seguro, apuntándole.
—¡No! —dijo Parker y de inmediato esta bajó el arma—. El señor hizo un acuerdo conmigo, ¿no es así?
—¿Me dejaran en paz después? —preguntó temiendo que de verdad lo estuvieran vigilando, después de todo los tres lucían elegantes, con mucho dinero, al menos el suficiente para que él temiera que fuera cierto.
—Tienes mi palabra —dijo Parker—. Te pagaré lo acordado en este mismo lugar una vez me hayas avisado al teléfono de donde te llamé que está hecho y me envíes la prueba.
—Bien —dijo el hombre.
—Tienes 48 horas o volveré por ti —dijo con tanta seguridad que el hombre no dudó.
Se subió a su auto mientras sus amigos hacían lo mismo y arrancaban delante de él que una vez estuvo listo lanzó el arma al sujeto al suelo y se fue.
Parker se dijo que él era un excelente vendedor, incluso era el mejor vendedor de miedo y la duda, tanto que el delincuente se sintió víctima...
Hola bellezas, siento la ausencia pero ya estoy por aquí. ❤️❤️❤️
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