Capítulo 30
Sus dedos entraban y salían de ella fuerte sin que dejara de torturarla con su lengua hasta que ella gimió fuerte mordiendo sus labios para no gritar y se liberó aprisionando a su esposo con las piernas.
Cuando se recuperó, aflojó el agarre por lo que él aprovechó para atacar de nuevo sus senos y morderlos ejerciendo un poco de presión.
Perséfone tomó su miembro y lo guió hacia su sexo en una silenciosa súplica de que la tomara.
Parker se deslizó lento y suave dentro de ella y comenzó a embestir lento al principio y después más y más fuerte hasta que sacó gritos ahogados por la almohada cada vez que su falo llegaba al fondo de ella.
Perséfone sentía el calor recorrer su cuerpo mientras lo veía dar estocada tras estocada cada vez más salvaje antes de dejarse caer sobre la cama e invitarla a subirse sobre él.
—Móntame —dijo con el pecho subiendo y bajando con fuerza.
Ella así lo hizo y de nuevo se vio invadida por él que soltó una palmada fuerte en su trasero para después sujetarla por la cintura y arremeter contra ella una y otra vez con estocadas certeras.
Arremetió una y otra vez sintiendo como cada vez las paredes de la vagina de su mujer se cerraban sobre su miembro en una muestra del siguiente orgasmo de Perséfone.
Parker no estaba mejor, se encontraba perdido en las sensaciones mientras sentía la humedad y escuchaba el chapoteo que emitía su miembro al entrar y salir por la mojada vagina de su esposa.
Ella comenzó a jadear al mismo tiempo que se movía sobre él mientras Parker arremetía con un movimiento frenético y disfrutaba del movimiento de caderas de su esposa y el baile que hacía sobre él tocándose y disfrutando de los gestos de su esposo que estaba a punto de sucumbir.
Finalmente ella estalló echando la cabeza atrás y se vio sujeta con fuerza por el que la aprisionó de la cintura y se adentró en ella una y otra vez con tanta fuerza que se sujetó fuerte de él hasta que lo sintió vaciarse dentro de ella con un resoplido ligero.
—Como te amo —dijo dejando caer su cuerpo en la cama y llevándola con él.
—También te amo —dijo ella dejando un beso en su pecho—. Mucho… Siempre.
Se bajó del cuerpo de su esposo y se recostó a su lado antes de verse sujeta por los brazos de su marido.
Ella le acariciaba el rostro y lo veía mientras él paseaba sus dedos de forma distraída por su espalda.
—Ven aquí —dijo Parker—. No te alejes, igual no voy a hacerte nada que no te haya hecho ya.
Ella sonrió y lo abrazó.
—Igual te lo he dado todo —dijo ella al mismo tiempo que subía su pierna sobre él—. Así que eres mío, solo mío.
—Solo tuyo —dijo posando su mano de forma distraída por su vientre.
Ella se tensó al instante y le miró.
—¿Te gustaría tener hijos? —preguntó—. Yo a veces los quiero pero a veces no, tengo tanto miedo.
Se vio envuelta por los brazos de Parker que la llenó de besos.
—No hablemos de eso ahora —dijo tranquilizándola—. Justo en este momento siento que no me queda un ápice de fuerza y no quiero que se rompa el momento. Quiero estar así.
Ella asintió y de nuevo lo besó escondiendo su rostro en el cuello de su esposo, dejando que su aroma la invadiera hasta que no hubo más y se quedó dormida.
****
Despertó con el sonido de su celular y miró por la ventana el despunte del alba así que se asomó a ver su teléfono donde casi se desmayó al ver el mensaje.
«¿Tú y Parker están bien?» rezaba el texto y adjuntaba una foto de ella saliendo del restaurante desde donde podía verse en el fondo a Hurs y a Parker riendo por algo.
Su respiración se agitó al darse cuenta de que alguien lo sabía, alguien ya había descubierto a Parker.
Se giró para verlo, aún dormía y se veía tan relajado y tranquilo que no se atrevió a despertarlo. Tomó el celular y llamó al número del mensaje pero nadie atendió.
Así que lo apagó y volvió a la cama con el corazón latiendo a prisa.
—¿Qué pasa, amor? —dijo Parker al verla acostarse.
—Solo fui al baño —dijo y se abrazó a él.
—Abrázame —dijo él mientras su mujer pensaba que debía pedir ayuda a Melina.
****
Parker caminó por el estacionamiento privado del casino antes de subir hasta su oficina sabiendo que le esperaba un largo día.
Habían pasado dos meses desde el desencuentro con Lydia y no había sabido nada de ella, tampoco la había llamado esperando que cuando estuviera lista fuera ella quien lo dejara claro.
Tenía un mes que había encontrado a Jane y le había dado su versión de los hechos con Max, aunque aún tenía sus dudas también tenía que admitir que algo no le cuadraba y dudaba que fuera del todo culpable.
Esa noche se reuniría con sus amigos y le diría a todos los que pasaba; sin embargo, sabía que sus amigos no eran lo mismo que Max y que la reacción de este al saberlo sería explosiva.
También había estado ocupado enamorando a su esposa, ella le enviaba chocolates cada día a su casa y él, retribuía el regalo con flores, mensajes bonitos, cualquier cosa que la hiciera sentir única y valiosa para él.
Parker la adoraba y quería que ella no dudará jamás de eso.
Se sentó en su silla mientras daba un suspiro, sacaba uno de sus chocolates y lo llevaba a su boca.
Sonrió al recordarla y al pensar en todas las noches que hacían el amor. Perséfone era suya, lo había sido desde que la conoció, él fue su primer amor, el primero en su vida, el único que conocía cada parte de su cuerpo y así seguiría siendo. Él se encargaría de que ella nunca se arrepintiera de haberlo elegido.
La recordó siendo ella misma, divertida y simpática, cada vez más juguetona, como antes, como la chica que conoció y lo enamoró. Parker sabía que aquella noche en el bar había perdido el corazón a manos de Perséfone y que nunca tendría otra dueña.
Le escribió un mensaje que fue devuelto de inmediato y lo hizo reír.
Perséfone le pedía una foto y a cambio ofrecía una de ella. Él había respondido que no estaba rubio.
«Me conformo con una de tus 30 personalidades» había dicho sacando una sonrisa de Parker que se tomó la foto y la envió.
«Veo que no entendiste, me refería a una foto sexy» escribió y él soltó una carcajada en su oficina. Le respondió una leperada y ella respondió otra y así comenzó su día en el que ella se apoderaba de todo su ser y le daba el aliento que necesitaba.
Después de un rato dejó el celular y se puso a trabajar antes de que este sonara de nuevo.
Abrió la conversación mirando a su esposa sin blusa en el baño del restaurante y dejando ver una muy muy buena proporción de su senos al hacer un lado su sostén.
El corazón se le aceleró y otras parte de él reaccionaron. Suspiró mirando su entrepierna; tenían sexo todo el tiempo e incluso se habían atrevido a hacerlo en el restaurante de Brooke una mañana mientras las Kannavage no estaban, en el auto, en la casa de Parker, en el cine y en muchos otros lugares en donde el control se iba.
Salían algunas veces juntos y eso la tenía más animada, aunque fuera de noche y muy tarde, a ella le bastaba de momento.
Su vida sexual se había vuelto muy activa desde que estaban juntos y desde que le había contado lo de la vasectomía estaban cada vez más activos.
Le llamó pero no respondió y después le envío otra foto, totalmente desnuda que lo hizo perder la cordura.
«Te quiero, luego te digo en qué posición, pero tengo ganas de que nos quitemos las ganas». Leyó el último mensaje y cerró los ojos sabiendo que ella solo quería provocarlo.
Max llegó con una cara de flojera que lo hizo reír pero se removió incómodo tratando de esconder su erección.
—¿Estás bien? —dijo Max.
—Sí, lo estoy.
Maddox apareció con su semblante de mal humor como siempre y se acercó a saludar a Parker que no se levantó para darle la cotidiana palmada en la espalda.
—¡Ya llegó su látigo, esclavas! —dijo Hurs recogiendo su cabello con una liga—. Siento llegar tarde, pero ya saben soy un semental ocupado.
Se acercó a Max a saludar, luego a Maddox y finalmente se acercó a Parker que lucía incómodo.
—¡Por la cochinita de la tía Martha! —exclamó al ver el bulto en el pantalón de Parker—. ¿Desde cuándo los mocos se excitan?
—Desde la pubertad —dijo Maddox.
—Pues voy a decir que este moco nos ha timado —dijo señalando su entrepierna mientras sus amigos se ponían de pie para ver.
Max hizo un gesto y sonido de asco y Maddox se empezó a reír.
—¿Llegó Hurs y te excitaste? —inquirió Maddox.
Parker sonrió y maldijo seguro de que se desquitaría de Perséfone.
—Ahí ni por error hay más de 20 centímetros —dijo Max.
Los tres miraron la entrepierna de Parker que les lanzó una carpeta y todo lo que tuvo a la mano.
—Estaba con alguien al teléfono —dijo sin más.
—¿Y te excitas con eso? —preguntó Hurs—. Ya no te voy a llamar, vaya a saber cuántas veces he sido el objeto de tus sucias masturbaciones. ¡Enfermo! Uno aquí todo inocente.
Parker no pudo evitar reír al escucharlo.
—Han sido en tu honor, bebé —dijo con un guiño.
—Guacala, que rico —dijo Hurs—. Me gustar ser el azúcar que endulce tus toronjas, baby.
Miró el trasero de Parker para acentuar su declaración mientras este le miraba conteniendo la risa.
—Imbécil —dijo divertido.
—¡Por Dios, Hurs! —aseguró Maddox—. Un día voy a creer que de verdad eres gay.
—No me molestaría —dijo moviendo la mano restando importancia—. Igual te voy a comer el puerco.
—¡Dios, qué asco! —dijo Max—. Por favor no sigas.
—A ti también, precioso —dijo Hurs—. No te hago el feo aunque quería que en lugar de monstruo fueras un vampiro.
—¿Para qué? —dijo y frunció el ceño al ver que sus amigos reían seguramente porque iban a tomarle el pelo.
—Para clavarte la estaca. —Finalizó Hurs al mismo tiempo que todos estallaron en carcajadas burlándose de él.
—¿Cuándo demonios voy a dejar de caer? —dijo un enojado Max.
—Nunca, eres nuestra puerquita. Bye —dijo Parker.
—Pero deberíamos estarnos burlando de tí —replicó Max—. No es justo.
—Pues te ofreces naturalito —dijo Parker antes de escuchar el sonido de su celular.
Se paralizó al escuchar el sonido, no solo porque ese no era su celular personal, sino el celular que Cairenn tenía.
Se acercó a su escritorio y lo tomó en sus manos al ver un mensaje de ella.
Le citaba y le invitaba a tomar algo en un café de Francia la semana entrante.
Miró a sus amigos y estos a él antes de que se acercaran para leer.
—¿Qué harás? —dijo Hurs.
—O sabe quién soy o es estúpida y quiere verme de nuevo, no voy a responder hasta averiguarlo —respondió antes de salir de ahí para buscar información.
Subió a su auto y condujo hacia el consultorio de Chris tratando de encontrar la lógica en el mensaje.
Manejó hasta que algo llamó su atención, más bien, alguien lo hizo. Ibrahim Jabbâr bajaba de un auto frente a uno de los hoteles más reconocidos de la ciudad.
Esperó unos segundos antes de girar el volante y acercarse hasta el hotel donde el príncipe estaba.
Se bajó del auto llamando la atención de Ibrahim.
—Te estuve buscando —dijo Parker.
—También yo, pero encontrar a un donnadie es casi imposible —respondió Ibrahim mientras Parker agrandó su sonrisa...
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Chicas llevo días sin internet y bueno estoy usando datos así que no pondré las imágenes. Gracias, no las he olvidado, solo que Telmex lleva días diciendo que vendrá a arreglar el problema y nomás no me cumple.
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