Capítulo 27
—Bien, cambiemos el tema, hablemos de mi nueva conquista. Hablemos de Perséfone —dijo Max al mismo tiempo que Parker estallaba el vaso al soltarlo y sus amigos se ponían de pie.
Una maldición pugnó por salir de su boca al escuchar a Max decir eso.
—¿Estás bien? —dijo Hurs y él solo salió de sus pensamientos a punto de mandar al diablo a todos y sacarle a Max la verdad.
—Sí, solo se me resbaló el vaso —respondió—. Ahora vuelvo voy a limpiar eso. No cuenten nada hasta que vuelva.
Maddox comenzó a reír.
—Desde cuándo eres tan chismoso —añadió bastante divertido.
Parker no respondió sino que se apresuró a ir por los instrumentos de limpieza.
Una vez volvió y limpió todo desapareció de nuevo para volver mientras sus amigos lo veían hacer todo a velocidad.
—Estoy próximo a casarme —dijo Hurs al verlo sentarse unos minutos después—. Adoro a mi futura esposa y no me gustaría que ensucie sus bellas manos. —Hizo una pausa—. ¿Te gustaría ser mi sirviente? Nunca he visto a nadie limpiar algo con tanta rapidez.
Parker le mostró el dedo medio mientras Hurs le lanzaba un beso.
—¿Qué es lo que decías? —inquirió girándose hacia Max—. ¿Qué hay de la chica?
Max comenzó a relatar mientras los demás seguían hablando pero en realidad se moría por saberlo todo. Temía que en cualquier momento su amigo dijera que de verdad estaban juntos.
—Tiene un tatuaje sexi en el vientre —dijo Max.
—¿En serio? —pregunto Hurs—. No te creo, nadie tiene un tatuaje más sexi que yo. He dicho y no me contradigan.
—¿No es así Parker? —dijo Max.
Él respiró tranquilo al escuchar eso sabiendo que Perséfone no tenía tatuajes tras entender el juego de Max que se había dado cuenta de que tenía mucho interés en ella y estaba poniéndolo en jaque, así que se calmó.
—¿El qué? —preguntó—. ¿Hablar de los tatuajes de Hurs?
—Del de Perséfone —añadió Max con la mirada especulativa.
—¿Por qué habría de saber de los tatuajes de una mujer que se acuesta contigo y no conmigo? Tengo entendido que compartiste amantes con Maddox pero que recuerde nunca conmigo —respondió con ese aire indiferente.
Todos comenzaron a hablar de ella y él tuvo que mentir y desviar la atención de todos sus amigos hasta que terminaron hablando de Melina y de la supuesta infidelidad sobre ella.
Parker sorteaba las tonterías de sus amigos mientras los escuchaba y trataba de hacerlos sentir bien pero debía admitir que había algo de diversión en verlos romperse la cabeza por algo.
—Entonces la que causa las risillas estúpidas es esa mujer —dijo afirmando Hurs.
—No tengo pruebas pero tampoco tengo dudas equis dos —dijo Maddox repitiendo frases de su otro amigo.
—No, esa es Lydia —respondió Parker.
—¡Por Cristo! —dijo Max—. Me has llamado mujeriego todo el tiempo y tu tienes más secretos de faldas que los tres juntos.
—El encanto lo es todo querido —respondió—. En fin vamos a beber o vamos a hablar de las conquistas.
—Mejor cambiemos de tema —dijo Hurs—. Hace mucho yo no tengo conquistas. Soy una bestia respetable ahora.
Finalmente tras mucho hablar decidieron seguir en el restaurante de Brooke donde Maddox aseguró que podrían convivir pero en realidad quería decir que había de comer y asaltarían la alacena.
Salieron de ahí mientras cuestionaban una y mil veces sobre el origen de las llamadas que demás estaba decir era Lydia deseando montar su berrinche.
Le apagó el celular y fue junto a sus amigos al restaurante de las Kannavage donde apenas abrieron Perséfone asomó con un cuchillo dispuesta a defenderse.
—Por Dios, menos mal son los cuatrillizos —dijo divertida—. Me han dado un susto.
Parker quiso reír al escucharla sabiendo que su chica estaba de vuelta.
—¿Qué haces aquí? —inquirió Maddox.
—He hecho una página para vender mis chocolates —dijo como si eso lo explicara todo—. He recibido un pedido y le pedí a Brooke que me dejara trabajar aquí a cambio de un porcentaje, por supuesto se negó al porcentaje pero me ha dejado trabajar. Ya estoy por terminar.
Miró a Max y le sonrió con coquetería mientras él se la devolviera con la misma actitud.
A Parker se le revolvió el estómago de solo verlos juntos o de imaginarlos en una relación.
—Sigue en lo tuyo estaremos en una de las mesas —dijo Maddox interrumpiendo sus pensamientos.
Se alejó seguido de sus amigos menos de Max.
Los tres se sentaron en la mesa mientras él parecía incapaz de apartar la vista de ellos.
Su amigos hablaban pero él no escuchaba teniendo la vista ellos, específicamente sobre Max que abrazaba de la cintura a una Perséfone sonriente.
—Crees que podamos vernos después —dijo Max acercándose a ella que sonrió pero no hizo el intento de devolver las atenciones.
Se acomodó el cabello tras la oreja y miró a su acompañante.
—Será mejor que vayas con tus amigos —dijo desviando el tema.
—Bien, pero tenemos un asunto pendiente.
Se alejó para ir a la cocina mientras él iba donde sus amigos.
Respiró e hizo chocolates, todos los que le faltaban y los que a él le gustaban.
Largo rato estuvieron ahí hasta que encendió su celular donde una serie de mensajes llegaron uno tras otro de Lydia que decidió ignorar.
Melina llegó algún rato después y Maddox se levantó para abrirle al mismo tiempo que Perséfone salía con su bolso de la cocina. Esta miró a Parker, después a Melina y enarcó una ceja antes de hacer un gesto de desagrado hacia ella que Melina devolvió con premura. Esto hizo a Parker fruncir el ceño sin entender y que se dijo debía preguntar qué carajos había pasado.
Caminó unos pasos para acercarse a Parker antes de que las llantas de un auto se detuvieran derrapando frente al lugar y de él bajara Lydia Petrova hecha una furia.
Se metió sin que Maddox reaccionara antes para cerrar.
Miró a Parker y este a ella con un sonrisa de burla.
—Fuiste tú —dijo furiosa—. ¡Fuiste tú!
—Sí —dijo con seriedad al verla visiblemente enojada—. Es lo mejor.
La mirada azul de la chica se hizo aún más determinante y antes de que Parker pudiera reaccionar ya había recibido la bofetada de Lydia.
—Has pasado la línea —dijo furiosa acercándose a él—. No vuelvas a meterte en mis asuntos porque te vas a arrepentir.
—Pero qué demonios —dijo Melina.
—Tú no te metas, zorra —dijo sorprendiendo a todos al ver como Melina se envaraba de inmediato.
—Esto se va a poner feo —dijo Max.
—Mucho —dijo Hurs.
—¿Llamó a la policía o a la ambulancia? —dijo Maddox.
—A la perrera —dijo Perséfone.
Melina iba a lanzarse a atacar con palabras a Lydia pero Parker la miró y la echó atrás.
—No me hagas enojar Lydia —dijo Parker—. Lo que hice fue porque…
—¡Me importa una mierda tus razones! —dijo más que furiosa—. Te he querido y respetado por años, pero has pasado la línea.
La tomó del brazo para llevarla dentro de la cocina pero ella se liberó antes de que pudiera hacer algo y volvió a darle una bofetada.
—Nunca vuelvas a acercarte —dijo con la mirada encendida—. No vuelvas a provocarme jamás porque te juro…
—¡Tú a mí no me amenaces! —Estalló Parker sin soportar más—. No vas a decirme lo que tengo y lo que no tengo que hacer. Si solo has investigado mi ubicación para venir a sacar tu estallido hormonal ya te puedes largar, si te apetece dejar de hablarme por esto, adelante, si esperas que vaya lloriqueando tu atención, eres más estúpida de lo que pareces. Yo sé por qué hago las cosas.
—Probablemente —dijo apretando los dientes—, pero nada te da derecho a meterte en mi vida. ¡Nada!
La furia de la chica resaltaba por cada poro de su cuerpo.
—La próxima vez que te metas en mis asuntos voy a ir directamente a decirle dónde estás y dónde está tu hija —dijo apretando los dientes y haciendo que Perséfone la odiara por eso sabiendo que nada hería más a Parker que la traición de los que estimaba y sabía que esa mujer era valiosa para él muy a su pesar—. No va a gustarte nada ser mi enemigo Parker, te aseguro que no.
—Tampoco te gustará ser la mía —dijo encarándola mientras apretaba los dientes—. A mí nadie me amenaza.
—Yo amenazo lo que yo quiera —dijo con resolución—. Yo hago lo que me venga en gana, no se te olvide quien soy.
—Que a ti tampoco se te olvide quien soy yo —respondió él resoplando su respuesta ante una Lydia que parecía no inmutarse.
—Y tú —dijo señalando a Perséfone—. Nos vamos a volver a ver las caras.
—Cuando quieras querida —dijo esta sonriendo sabiendo que le estaba declarando la guerra—. Estaré encantada de verte de nuevo, también espero que me lo saludes, fue un placer verlo.
La mirada de Lydia estaba puesta sobre ella.
—Te hice un favor, querida —dijo con sarcasmo caminando hacia ella—. Lo quieras ver o no, así fue.
Las dos se miraban retándose a continuar.
—¿Eres la amante de Parker no es así? —dijo Lydia.
Perséfone sonrió con malicia.
—¿Te arde? —inquirió.
—¿Por qué habría de hacerlo? —preguntó—. Hay muy pocas cosas en esta vida que me hacen sentir inferior, tú no eres una de ellas, solo mis padres a decir verdad.
—Me alegra preciosa —dijo Perséfone—. Me gustan las batallas justas, está claro que Melina está fuera de combate.
—¡Ya basta! —Explotó un Parker que tomó a Lydia y la llevó fuera a tirones mientras el resto observaba la situación estupefacto.
Parker volvió unos minutos después y miró a Perséfone con la mirada enfurecida que ella le devolvió alzando la barbilla sabiendo que estaba molesta ante la insinuación de que había algo entre ellos pero nadie parecía haber notado algo. Sonrió en una clara señal de reto.
Se acercó a Max y le dió un guiño antes de salir de ahí cual reina caminaba por su castillo.
Melina estalló en carcajadas y se acercó a Parker a darle un abrazo.
—¿Estoy fuera de combate querido? —preguntó burlándose.
—Par de estúpidas —dijo Parker escondiendo el rostro en el cuello de Melina y respirando furioso.
—¿Cuántos capítulos de esta novela irlandesa me perdí? —dijo Hurs.
—Yo creo que ni siquiera sabía que había una —dijo Maddox.
—Yo estoy seguro de que no sabía que se transmitía en 3D —añadió Max—. ¿Qué tienes con Perséfone?
—Nada, no tengo nada —dijo enojado—. Lydia está loca. Me largo a casa.
—Pues ya, nos largamos todos entonces —dijo Max—. No es posible que ni en mi depresión me den paz.
Perséfone fue a casa tomando su auto y sabiendo que Parker iría a por ella pero dispuesta a enfrentar su cólera en cuanto llegara.
Apenas apareció en su casa fue sorprendida en la entrada por una Lydia que esperaba ansiosa por ella.
Perséfone sonrió al detenerse y salió del auto para enfrentarla.
—Me alegra que hayas venido —dijo Perséfone con esa sonrisa maliciosa que la caracterizaba—. Me gusta saber que la gente me cree importante.
—Te sientes protegida por ser la zorra de Parker —dijo Lydia.
—Quizás esa fue la forma en que te sentiste tú —dijo burlándose—. Yo no soy ni seré la zorra de Parker, pero dime tú lo que se siente serlo, tal vez es eso lo que te duele en el orgullo, ya no serlo.
—¡Eres estúpida! —dijo furiosa.
Perséfone sonrió divertida y quiso pasar de largo pero Lydia se lo impidió.
—¿Fuiste con el chisme no? —dijo clavando la mirada sobre ella—. Le dijiste a Parker para que corriera a decirle a mi padre.
—¿Por qué habría de hacer tal cosa? —preguntó sonriendo y soltándose de un tirón—. Me halaga que pienses que puedo manipular a Parker.
—No eres más que una perra en sus sábanas pensando que puede lograr más de lo que deseas —dijo Lydia haciendo reír a Perséfone—. Que sepas que nunca te va a querer. Como muchas otras no eres más que su perra de turno, jamás se va a enamorar de ti. De algo puedes estar segura y eso es de que te metiste donde no debías, ir con el chisme y convencerlo de que buscara a mi padre te va a costar caro. Aunque creas que eres poderosa con él no vas a lograrlo.
—¿Lo dices por experiencia? —preguntó burlándose—. Te pega en el orgullo no haberlo enamorado, te duele que tú sí fuiste una de sus zorras, disfrazas tu rabia con el asunto de Arthur y las nalgadas que te dio tu padre. No eres más que una mantenida que se cree poderosa con lo que su padre ha creado, ¿crees que no lo sé? Soy tan maldita como puedes serlo tú y si has venido a sacar tu ardor porque Parker no fue tuyo disfrazándolo de indignación por haber sido reprendida en casa ya te puedes largar. Yo no tolero a estúpidas disfrazadas de heroínas. Tu soberbia y tu prepotencia no son nada sin tu apellido, lo has construido con el de tu padre.
—¡Te vas a arrepentir! —dijo intentando darle una bofetada que Perséfone detuvo y la enfrentó.
—¿Qué se siente ser la amante? —dijo furiosa—. Yo no puedo decírtelo, ya que yo soy y seré siempre la esposa y única mujer de Parker.
Escupió las palabras con tanto regocijo confundiendo a Lydia que hasta ese momento había creído que la esposa de Parker no se llamaba Perséfone...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top