Capítulo 19

Perséfone se giró sabiendo de quién se trataba antes de verlo. 

    Se giró a verlo y este le sonrió con malicia.

—Nos volvemos a encontrar —dijo y Perséfone se envaró de inmediato. 

—Es una pena que haya vuelto a ocurrir —dijo y lo vio sonreír con soberbia y malicia. 

    Se dio la vuelta y no entro a su casa sino que se siguió de largo ignorando su auto para despistarlo y no decirle dónde vivía ni lo que tenía pero algo dentro de ella le decía que estaba por descubrirlo o peor aún que ya lo sabía.  

    Drake era como el embajador de las desgracias. La primera vez que había aparecido en su vida había sido para destruirla, ella estaba segura de que él había tenido que ver con lo que pasó. Era su amigo, o eso creyó ella y le había confesado la verdad sobre el origen de Parker, su relación con él; le había contado lo poco que sabía de él, incluso le contó de su hijo. No tenía duda de que Drake había tenido que ver, fue el único que sabía dónde estaría aquella mañana. Fue Drake quien la vendió para que mataran a su padre y a su hijo, no tenía ninguna duda. 

   Después de eso él desapareció de su vida y nunca más supo de hasta ahora. Justo cuando de nuevo estaba con Parker, aparecía. 

    Ellos la seguían, ahora no tenía duda de ello. 

    Caminó de prisa y dio la vuelta en la siguiente calle pero sabía que algo estaba mal.

     Buscó dentro de su bolso de forma desesperada para sacar algo con que defenderse pero se vio tomada del brazo y apresada antes de poder hacer nada. 

     Iba a gritar pero el lugar estaba solitario simplemente porque Parker la colocó en el lugar poco concurrido y donde además de todo eran calles angostas y privadas. 

    Drake la arrastró llevándola consigo en una de las calles en diagonal a su casa. 

—¿Qué pasa Perséfone? —dijo el hombre—. ¿Ya no somos amigos? Lo fuimos cuando trabajábamos juntos, por qué ahora no.

—Suéltame —tiró de su brazo. 

   Metió con dificultad su mano en el bolso y tomó la navaja que traía para defenderse. Cuando la tuvo libre la sacó y la colocó en el cuello de su antiguo amigo. 

    Ella sabía que ya no era la misma Perséfone confiada y buena de antes. La traición la había hecho un tanto mala e indiferente y con él no podía tener ninguna piedad, porque aunque no tenía pruebas estaba segura de que tuvo mucho que ver con lo que pasó. 

    Él la soltó en cuando sintió la punta de la navaja sobre su cuello y se alejó despacio cuando la vio decidida a defenderse. 

—No pretendo hacerte daño —dijo cambiando la táctica—. Solo quiero platicar contigo. Éramos amigos, Perséfone. Siempre lo fuimos. 

    Perséfone no guardó la navaja y tampoco abandonó su postura defensiva. En el fondo sabía que él mentía y tenía dos opciones lanzarse sobre él y arriesgarse o irse. 

—No vuelvas a acercarte o vas a conocerme —dijo respirando de forma agitada—. Ya no soy la misma idiota, ¿crees que no lo sé?

—No sé de lo que hablas —dijo con una sonrisa tensa—. La última vez que te vi éramos amigos, qué ha cambiado entre nosotros. 

—¡No te hagas el estúpido! —dijo frustrada—. No quiero saber nada de ti. ¡Lárgate!

    Drake hizo el intento de acercarse sabiendo que Perséfone en cualquier momento flaquearía. 

    Iba a tocarla pero una mano se interpuso tomando la muñeca del hombre y retorciendo hasta que retrocedió. 

    Perséfone miró a Parker acompañado de Melina con quién la noche anterior había hablado sobre lo que sentía sabiendo que vivían juntos. 

     Melina le dio una sonrisa y tomó la navaja que tenía en sus manos. 

—Lo hiciste bien —dijo con una sonrisa tranquilizadora—. A veces son ellos o nosotros. 

    Miró a Parker arrinconar al sujeto pero ella se acercó a detenerlo. 

—Soy amigo de Perséfone —dijo el hombre mirando a Parker sin reconocerlo. 

    Este no la soltó y Perséfone quiso gritar que se detuviera pero no lo hizo solo colocó su mano sobre él y lo detuvo. 

—Drake ya se iba —dijo mirándolo—. Gracias por ayudar.

    Parker lo soltó apenas unos segundos y después se alejó al verlo correr y mirar a Perséfone. 

—¿Qué haces aquí? —preguntó ella. 

—¿Qué haces tú hasta aquí cuando vives allá? —devolvió la pregunta. 

—¿Ya no puedo salir? —inquirió altanera mientras Parker hacía un gesto de desagrado—. ¿Ahora tengo que vivir encerrada en la casa? 

—No y lo sabes —dijo frustrado—. Puedes ir a donde te dé la gana pero siempre con cuidado. 

    Perséfone se dio la vuelta furiosa y comenzó a caminar dejando a Parker parado que le siguió tratando de que le esperara. 

    Melina reía ganándose una mirada de su amigo que la silenció. 

—A mí no me ponen de rodillas —dijo Melina—. No me siento enrollando la cola, no voy por la vida haciéndole caso. 

    Perséfone se giró frenando a Parker que la observó. Enarcó una ceja antes de ver a Melina.

—¿Eso dice? —preguntó y Melina afirmó divertida. 

    Perséfone miró a su esposo que quería reír al verla. 

—¿No haces lo que yo digo? —preguntó y él negó.

—No —dijo él sabiendo que la estaba retando. 

—Bien —dijo dándose la vuelta y caminando hacia la casa de nuevo. 

    Parker la siguió detrás sabiendo que estaba tramando algo.

    Melina se despidió. 

—Yo ya destilé mi veneno, así que me voy —dijo y Perséfone se detuvo para darle una sonrisa—. Parker tiene tu celular por cierto, lo dejaste olvidado y no es por nada pero lo ha revisado. 

     La mirada de Perséfone fue hacia él que volvió a sonreír y vio a Melina despedirse con inocencia antes de irse. 

    Ella volvió sus pasos hacia la casa y una vez estuvieron dentro de la casa, no se detuvo y se fue hasta su habitación donde segundos después su esposo entraba. 

    Lo recibió con la mano extendida pidiendo su celular. 

   Se acercó a besarla pero no sé dejó. 

—No voy a dártelo hasta que me des un beso —dijo y se dejó caer en la cama esperando que ella le siguiera. Palmeó el colchón.  

    Perséfone no se inmutó siguió en su lugar con la mano extendida. 

    Ninguno se movió, él esperaba que ella se acercara y le diera un beso y Perséfone no iba a dar su brazo a torcer. 

—Estoy esperando a que me devuelvas el celular y me des una explicación de por qué lo has revisado —dijo con porte digno. 

—No lo revisé. —Se justificó—. No le creas a Melina, solo quiere crear conflicto pero ya me las va a pagar. 

    Ella siguió sería y finalmente con un suspiro rendido Parker se puso de pie y dejó el celular en la mano de su esposa jalándola para besarla. 

   La apresó en sus brazos y le dio una sonrisa encantadora que ella no devolvió. 

—¿De verdad estás enojada? —preguntó. 

—¿Lo revisaste? —inquirió enarcando una ceja. 

—¡No! —dijo y ella le observó tratando de descifrar—. ¿Me crees capaz?

—A ti te creo capaz hasta de besarte con el diablo —dijo y él sonrió. 

—Maddox no me gusta —dijo con semblante aburrido—. En todo caso mejor le digo a Hurs, es más carismático.

—Me agradan todos pero entabló mejor relación con Max —dijo y Parker borró la sonrisa de inmediato. 

—Sucede algo —dijo y él negó. 

   No pudo evitar sentir celos de ver que se llevaba tan bien con Max y más aún sabiendo como era él pero tampoco podía decirle nada y aunque sus celos se disparaban cuando los veía juntos tampoco los demostraba sabiendo que Max hacía exactamente lo contrario a lo que le pedían. 

—¿Pasa algo que no me quieras decir? —preguntó. 

—No —dijo él en tono seco—. Mejor háblame del tipo ese. 

     Perséfone tuvo que empezar a contarle olvidando el semblante de su esposo ante la mención de su amigo.

—Trabajaba conmigo en Irlanda —dijo y él asintió—, se suponía era mi amigo. 

—¿Suponía?

—Parker, estoy casi segura de que él sabía quién eras y fue quien nos delató —dijo y la mirada de Parker se encendió. 

    Tomó la mano de su esposo y la apretó para que se calmara. Sabía que Parker era como un volcán a punto de la erupción.

—El día que pasó todo —dijo haciendo una pausa—, le dije lo que haría; se ofreció a llevarnos si el carro de mi padre no servía, me llamó varias veces en el día para saber dónde estaba exactamente con la excusa de saber si estaba bien y yo como estúpida le creí. 

    Por sus mejillas rodaron las lágrimas que Parker limpió de inmediato. 

—Tal vez si no le hubiera dicho mi padre y nuestro hijo estarían vivos —dijo levantando la vista—. Tal vez mi hermano aún tendría una vida normal. 

—No se puede cambiar nada —dijo y ella asintió sabiendo que tenía razón—, pero no voy a correr riesgos esta vez. Perséfone, si vuelven a encontrarme y saben que estás conmigo van a hacerte daño.

—Ellos piensan que estás muerto —dijo y él la abrazó—. Tal vez si nos vamos lejos, a otro continente, no sabrán más, tal vez seamos felices. 

—No —dijo y ella agachó la vista—. Un día voy a tomar posesión de lo que es mío, por justicia o por odio, llámalo como quieras, pero acabaron con mi familia, mataron a mi hijo y nadie en esta vida se va largar al infierno sin antes pagarme. He sacrificado tanto durante años, he trabajado tanto para estar listo que no voy a detenerme y cuando eso pase me voy a asegurar de que estés a salvo. 

—¿Vas a volver? —preguntó y no necesitó que respondiera. 

—Si eso no pasara... Quiero que nunca te detengas. 

    Ella le abrazó fuerte antes de dejar un beso en su frente. 

—Júrame que vas a volver —suplicó—. Por favor hazlo. 

    Parker lo hizo pero solo de dientes para afuera sabiendo que probablemente no lo lograría. 

—Voy a buscar a ese tipo y te veo por la noche —dijo y ella asintió—. Necesito que me digas cómo se llama y de donde lo conoces, todo lo que sepas. 

—Drake Manson —dijo y de inmediato comenzó a contar lo que sabía de él en datos personales. Lo vio mandar un mensaje que fue respondido casi de inmediato. 

—¿Como tuviste mi celular? —preguntó curiosa cuando lo vio relajarse después de enviar varios mensajes y él sonrió. 

—Lo dejaste en casa de las Kannavage —dijo y ella le miró esperando que continuara—. Brooke se lo dio a Melina cuando fue a hablar con Scarlett para que lo entregara a Max —dijo y ella asintió. 

—¿Por qué a Max? —inquirió ella. 

—Dímelo tú —dijo y ella hizo un mohín.

—Pero yo solo te quiero a ti princesa —dijo Perséfone acercándose—. Eres solo tú quien saca mi lado lesbiano. 

    Parker sonrió y dejó un beso en sus labios.

—Voy a arreglar esto —dijo y ella asintió sabiendo lo que podía pasar.

—Estoy orgullosa de ti —dijo mientras Parker sonreía—. Harías cualquier cosa por mí. 

—Moriría gustoso por ti —dijo y Perséfone lo abrazó. 

—Antes te tuve miedo, pero sé que de ti, no debo temer nunca —dijo y él la besó de nuevo esta vez para agradecer que le entregará su confianza así y más aún sabiendo que entendía lo que él haría por protegerla. 

    Se despidió y le dijo que se pusiera preciosa para la noche antes de abandonar la casa. 

—Te amo —dijo ella dándole un guiño—. Te espero. 

    Parker sonrió con ese gesto de truhan que tanto le gustaba a ella y salió de la casa no sin antes dejar una serie de besos a su esposa.   

     Caminó de vuelta hasta su auto que había dejado lejos y es que al ir a casa de Perséfone la había visto sobre el callejón y se había detenido ahí mismo. 

    Sacó su celular y llamó a la única persona que podía ayudarle además de Chris en todo eso, esperando que ya tuviera los datos...

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