Capítulo 17
Apretó su mano sobre el cuello al mismo tiempo que temblaba de rabia y cada una de sus desgracias llegaban a su cabeza para llenarlo más y más de odio.
Le había dado la droga en la bebida, quizás más de la dosis recomendada, tal vez secretamente con la esperanza de acabar con ella. Y ahí estaba, dispuesto a matarla con sus propias manos y sacar toda la tristeza y el odio que cada día parecía consumirlo un poco más.
«—Nunca olvides quién eres —dijo su padre—. Nunca olvides que eres y serás siempre único, el que todo lo puede. No olvides jamás que eres Parker Walsh Welshmen el rey, y un rey nunca jamás se deja dominar por las emociones y sentimentalismos. Que tu corazón no gobierne la razón».
La mandíbula le temblaba mientras la sujetaba fuerte antes de que la soltará preso del asco y dejando que su autocontrol no se perdiera mientras el sonido de su celular la sacaba de sus cavilaciones y lo hacía desviar su atención.
Observó la llamada de su celular al mismo tiempo que su corazón se aceleraba al ver el número.
Perséfone le llamaba, pero en ese momento no podía atenderle, no cuando no era él mismo y corría riesgo de hacerle daño. Le colgó la llamada y observó a la mujer en la cama.
Pensó en acabar en ese momento con ella, en darle el final que merecía pero se arriesgaba demasiado y lo sabía, así que guardó lo que necesitaba y miró alrededor cerciorándose de que todo estuviera perfectamente acomodado, arregló su ropa lo mejor que pudo y colocó su chaqueta al hombro antes de salir de la habitación. Miró a los mismo hombres pero estaban distraídos al lado contrario, seguramente pensando que se quedaría la noche completa, momento que aprovechó para irse del lugar y pasar desapercibido.
Subió a su auto y apagó el celular que ocupaba para casos como los de la princesa.
Solo dejó encendido el celular con el verdadero número.
Fue a su casa a velocidad mientras se preguntaba por qué ella tenía ese documento en ese momento. Se dijo que no tenía por qué viajar con el acta de su matrimonio y que si viajaba con él era porque algo estaba tramando.
Una vez estuvo dentro de su casa se fue directo a su cuarto y se quitó todo colocándose una camisa nueva y un jeans al mismo tiempo que acomodaba su cabello bajo la peluca castaña.
—¿Vas a verla? —preguntó la voz de Melina desde la entrada de su habitación.
—Desde cuándo no tengo privacidad ni en mi propia habitación —dijo ofendido.
—Bueno, no es que no tengas privacidad es que no es importante en estos momentos —dijo divertida.
—Sí, voy a verla —dijo acercándote a Melina.
—¿De dónde vienes? —preguntó.
—Fui a ver a mi ex —dijo sin más.
—¿A la bruja de la rusa? —preguntó lanzando un resoplido que hizo reír a Parker.
—No, no es con ella —dijo divertido—. Es con la maldita víbora de mi ex.
Extendió el documento y Melina lo leyó antes de verlo a él.
—Lo conseguiste —dijo y él sonrió.
—¿Alguna vez lo dudaste? —preguntó acercándose a ella—. Siempre consigo lo que quiero y así sea lo último que haga en mi vida, los voy a hacer pagar. La prisión para ellos no me satisface.
—Estoy segura de que todo irá bien —dijo Melina—. Apenas estás empezando. Un día tendrás paz.
—No quiero paz —dijo Parker—. De hecho quiero guerra, la más legendaria de todas porque estoy dispuesto a convertirme en el peor de sus errores y su maldición personal.
Parker sonrió y se acercó a ella para abrazarla, buscando la paz que a veces Melina le daba. Era después de todo la única hermana que le quedaba. Maddox, Hurs y Max eran buenos pero a veces necesitaba esa visión fría y femenina que Melina tenía.
—No me he olvidado de mi promesa —dijo y ella le sonrió antes de dejar un beso en su frente—. Vamos a encontrarlo y creo que no vas a necesitar más nada que tu furia. Siento hasta pena por él.
Enarcó una ceja y sonrió.
—Espero que no hagas el intento de detenerme —dijo divertida y le dio un guiño.
—Mujer, por quién me tomas —dijo mientras sonreía—. Qué nadie te detenga, yo mismo me voy a encargar de que nadie lo haga. Además nadie podría contener a la reina, ¿no es así?
—No —dijo ella—. Las reinas vamos arrasando con todo.
—¿Y si hay un cuervo a su lado? —preguntó Parker y Melina clavó sus castaños ojos sobre Parker.
—¿Qué insinuas? —preguntó.
—No insinuo nada —dijo con gesto inocente—. Aseguro que hay algo entre la reina y el oscuro cuervo.
—Es rubio —dijo sonriendo tratando de desviar el tema.
—Estoy seguro de que me has entendido —dijo divertido—. Solo espero que ninguno se esté equivocando.
—No sé de lo que hablas —dijo Melina.
—Sabes de lo que hablo —dijo Parker acercándose a ella—. No me molesta que tengas algo con Christopher, me molesta que jueguen a los inocentes y más aún que jueguen a enamorarse. Sabes que él no va a quererte jamás y él sabe que no vas a enamorarte de él nunca.
Melina agachó la vista.
—Somos amigos —dijo Parker tomando su barbilla—. Es mi deber decírtelo.
Melina le miró con los ojos llorosos.
—Igual no importa —dijo con un encogimiento de hombros—. El hombre que amo no me ama.
—Eres la mejor actriz —dijo y acarició su mejilla.
—Gajes del oficio —dijo ella—. Solo espero que él nunca lo sepa.
Parker se quedó mirándola tratando de encontrar algo que la hiciera flaquear pero como siempre, mostraba por qué era la reina.
Se dieron un abrazo fuerte en el que ella lo apretó buscando consuelo antes de separarse de él.
—Piensa lo de Chris —dijo Parker—. Piénselo ambos.
—Chris es quizás lo que necesito —dijo agachando la vista—. Nunca voy a tener el amor que quiero, así que qué más dá. Quizás sea la mujer que logre enamorar al cuervo.
—¿Chris sabe de quién estás enamorada? —preguntó y Melina asintió.
—No es como que se pone celoso —dijo con una media sonrisa—. En realidad no le importa.
Parker la tomó de nuevo de la barbilla y la hizo mirarla pero ella escondía la mirada.
—Será mejor que vayas a verla —dijo ella acariciando su rostro—. Quítate esto y esto.
Le quitó la peluca con cuidado y le obligó a quitarse lo demás.
Parker sonrió y se dejó hacer mientras se sentaba en la cama.
—Melina, no puedo salir así —dijo tratando de pararse pero ella lo empujó de nuevo.
—Perséfone está aquí —dijo haciendo que Parker se pusiera de pie de inmediato—. Está en la habitación al final del pasillo...
Parker salió corriendo de su habitación mientras Melina reía al verlo tropezar y levantarse de inmediato para ir hasta su habitación.
Se paró frente a la puerta y tocó pero no hubo respuesta.
Abrió la puerta y se metió. La encontró recostada en la cama abrazando algo que pronto se dió cuenta era una camisa suya.
Se acercó y se sentó en la cama tomando sus manos y dejando un beso en sus nudillos.
Perséfone se removió dejando a la vista su cuello y el valle de sus senos donde pudo ver el anillo de bodas y el de compromiso colgando de su cuello.
Sonrió y acarició su rostro al mismo tiempo que despertaba, se incorporaba y le miraba.
—Te llamé —dijo y él asintió.
—Estaba ocupado y no escuché tu llamada. —Mintió—. Estoy aquí ahora.
—¿Dónde estabas? —preguntó temiendo la respuesta.
—Con una mujer —dijo y ella se soltó de sus manos—. Con la ex de hace años, necesitaba encontrar algo como prueba. Encontré más de lo que buscaba.
—¿Te acostaste con ella? —preguntó temerosa de la respuesta.
—No —dijo con seguridad—. Jamás te sería infiel y lo sabes, en el fondo lo sabes.
Perséfone agachó la vista y se acercó a él.
—¿Vas a seguir viéndola? —preguntó.
—Probablemente —dijo él—. Es seguro que va a buscarme. ¿A qué viene eso?
—¿Y si vuelves a enamorarte de ella? —preguntó al mismo tiempo que Parker se ponía de pie como si le hubiera dado una bofetada seguido de insultos.
—¿Cómo puedes pensar que voy a enamorarme de una mujer que planeó y festejó la muerte de mi familia? No hay nada en la vida que repudie más que a ella y a toda su maldita familia traidora —dijo apretando los dientes y respiró para calmarse al verla a ella agachar la vista.
—Lo siento, preciosa —dijo acercándose—. No sé a qué vienen tus inseguridades ahora, bueno sí lo sé, pero no deberías. Estoy seguro de que en el fondo sigues siendo la misma chica de antes, la que me tenía loco con sus agresiones. La misma de esta noche en la boda. Quiero que vuelvas a ser la Perséfone que me hacía envejecer con cada palabra y cada problema en el que se metía.
—¿Vas a ser siempre mío? —preguntó ella—. A veces creo que no vamos a lograrlo y basta cualquier cosa para que piense lo peor.
Parker se acercó y la tomó del rostro.
—Voy a ser tuyo aún después de la muerte —dijo colocando su frente sobre la suya—. Nunca voy a querer a otra mujer que no seas tú.
La abrazó fuerte mientras ella hacía lo mismo y se sujetaba a su cuello sollozando.
—Voy a volver a ser la Perséfone de antes. Tú Perséfone —dijo y él sonrió.
—La mía —dijo acariciando sus labios—. Siempre vas a ser mía tanto como yo seré tuyo.
—¿Y si algún día quieres hijos? —preguntó ella—. Si alguna vez quieres ser padre, prometes que me…
—No quiero ser padre si esos hijos no son tuyos. Fin —dijo mirándola—. No quiero ser padre si tú no quieres ser madre.
Su esposa le miró mientras él tomaba su cadena con los anillos y le daba un beso.
—Quédate conmigo —dijo acariciando sus labios—. Quédate hasta acabarme el aliento.
Los azules ojos de su esposa se llenaron de lágrimas para que después se lanzará sobre él en un abrazo fuerte.
—Sabes que mi madre va a estallar en cólera —dijo con una risilla.
—Vale la pena el desprecio de la suegra —dijo Parker antes de tomarla de la cintura.
Se acercó a besarla.
—Te extraño tanto cuando no estás conmigo —dijo mientras la abrazaba—. Me has quitado media vida.
—Pero te di la mitad de la mía, deja de ser tan codicioso —dijo y él sonrió.
—Siempre está conmigo —dijo con sus manos encerrando el rostro de su esposa—. Es lo único que da vida a mi corazón.
Ella comenzó a reír de esa manera que a él tanto le gustaba y no pudo evitar enamorarse un poco más. Perséfone era joven y le gustaba la vida de una chica de su edad, adoraba cocinar, adoraba todo aquello que incluyera postres gourmet y chocolates.
Parker se dejó caer en la cama y palmeó a su lado para que ella se acostara mientras sonreía pero Perséfone no se acostó al lado de él, sino que se subió a horcajadas sobre su cuerpo dejando un beso en sus labios y quitándose el pequeño vestido que llevaba puesto para quedarse solo en ropa interior.
Se acercó a besarlo mientras veía a su esposo apresarla de la cintura y la besara con pasión desenfrenada, mostrando por qué ella era la elegida y su esposa, por qué eran el uno para el otro...
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