POV. KIRISHIMA

Caminaba detrás del chico del callejón, siguiéndolo por los oscuros callejones de la ciudad.

Él no me miró en ningún momento, hizo como si yo no existiera, pero yo no podía dejar de mirarlo.

Alto y delgado, pero con apariencia de ser fuerte, con sus cabellos rubios tapados por la capucha de una vieja sudadera negra.

Era tan masculino...

Pero no podía quitarme de la cabeza la visión de Bakugo llorando.

Eso fue impactante para mí, nunca había visto a un hombre llorar, eso no entraba en mi concepto de masculinidad, pero verlo a él, un desconocido llorando en un callejón oscuro, sobre un viejo colchón, hizo que la virilidad se fuera unos momentos de mi mente.

¿Quién les ofrece un hombro sobre el que llorar a los hombres cuando lo necesitan?

Nadie, me respondí.

  Nadie...

Toqué de nuevo el brazo del otro para llamar su atención, y le pegunté de nuevo en voz baja:

-¿Por qué llorabas?

Él no me respondió, hizo como si no me hubiera escuchado, así que se lo repetí, en voz más alta:

-¿Por qué llorabas?

El rubio se giró bruscamente, me asusté al verlo, estaba furioso, se notaba, su cara daba miedo, retrocedí.

-¡YA TE HE DICHO QUE NO ME PASA NADA, JODER! ¡DÉJAME EN PAZ DE UNA PUTA VEZ, ¿QUIERES?! ¿¡QUÉ MÁS TE DA QUE ESTUVIERA LLORANDO, EH?! ¡YO NO TE HE PEDIDO NADA! ¿¡ME OYES?! ¡NADA!

Me encogí contra la pared, intimidado. 

-¡YO NO TE HE PEDIDO AYUDA!- gritó, se dio la vuelta y se fue.

Me quedé allí unos minutos más, procesando lo que acababa de pasar. ¿A qué había venido esa reacción? Yo sólo había querido ayudar...

Finalmente acabé alejándome del callejón.

Ya estaba caminando de nuevo por las calles menos concurridas de la ciudad, cuando reparé en algo.

Carteles.

Muchos carteles, dispuestos por las farolas, muros y puertas: