Capítulo 9: Niñeros

Itachi Uchiha

Estaba en mi despacho cuando me llamaron para que fuera a la entrada de la Villa por un caso urgente y no tuve más remedio que dejar todo mi trabajo como estaba, ponerme la máscara ANBU y salir hacia allí. Me crucé en el camino con Kakashi al que también le habían dicho de personificarse en la puerta para la protección al Hokage y ambos nos miramos preguntándonos por qué necesitarían a los ANBU en esta situación. Algo grave tenía que ser para que nos movilizaran.

Llegamos a la puerta y me paralicé de golpe al ver a Naruto con el rostro tan descolocado, mirando al mismísimo Minato Namikaze frente a nosotros y me preocupé. Hasta donde yo sabía, su cuerpo había sido robado, Naruto no había vuelto a sentir la presencia de su padre en él desde la pelea con Orochimaru y todas mis alertas se activaron con la presencia de Minato.

Me adelanté abriéndome paso hacia el Hokage para poder defenderle mejor en caso de que hiciera falta y cuando llegué hasta él, observé mejor a Minato Namikaze. Venía con sus ropas ninjas, con sus Kunais y con la bandana de Konoha en su frente, sólo le faltaba la capa de cuarto Hokage que ahora tenía puesta Naruto, la capa que Minato había diseñado para él cuando llegó al puesto. Miré su chaleco verde intentando ver si llevaba más armas de las que veía a simple vista pero no me atreví a dar un paso en falso, esperé órdenes del Hokage.

- ¿Quién eres? – preguntó Minato hacia Naruto.

Miré a Naruto esperando ver su reacción, estaba confuso, toda la ilusión por ver a su padre se había esfumado y sólo podía ver su mirada encharcada intentando controlar el llanto, no quería llorar frente a todos y se armó de valor para contestar.

- Soy el Hokage de la aldea oculta de Konoha – le dijo a Minato.

Minato sonrió de golpe y a mí me recordó tanto al auténtico Minato, esa sonrisa yo la había visto antes, la total sinceridad del que fue nuestro cuarto Hokage, pero aunque veía a Minato... no podía dejar de pensar que podría ser un enemigo y debía mantenerme alerta.

- Soy Minato Namikaze, vivo en Konoha – nos dijo y nos extrañamos que tuviera que presentarse.

Ya sabíamos todos quien era... el cuarto hokage, el más rápido del mundo Shinobi, el heredero y prodigio de los Namikaze, el padre de Naruto, del actual Hokage. ¿Por qué se presentaba? No había nadie aquí que no le conociera, su cara estaba grabada y bien tallada en la montaña encima de la ciudad.

- Soy Naruto Uzumaki – se presentó Naruto de golpe y me extrañé cuando le dio la mano y Minato con una sonrisa la estrechó – Vayamos a mi despacho.

- Hogake... - intervino uno de los guardias – no es conveniente.

- Es mi padre – oí que decía en susurro para que Minato no le escuchase – no pienso dejarlo en las puertas como si fuera un criminal. Itachi y Kakashi me escoltarán, hágame el favor de llamar a Sasuke, a Ino, a Temari y a Shikamaru... reunión urgente, ya – le dijo.

Naruto me miró y me comentó que le siguiera. No me separé de él ni un segundo mientras veía a Minato caminar a nuestro lado sonriendo y cómo la gente se sorprendía de lo que veía. Hasta yo estaba sorprendido, estaba muerto desde hacía años, había estado encerrado en la conciencia de Naruto y ahora... estaba aquí, ante mis ojos.

- ¿Qué te ha traído por Konoha? – le pregunté de golpe interrogándole.

- Es mi hogar – me respondió sonriendo y yo miré a Kakashi que estaba confundido, para él debía ser mas duro, fue su profesor - ¿Por qué me abrazó, Hokage-sama? – preguntó hacia Naruto y éste se extrañó.

- Te pareces a un viejo conocido – le comentó sin titubear

- Si vivías aquí, ¿cómo es que no conoces al Hokage? – volví a preguntarle y todos me miraron como si me hubiera pasado, pero tenía que saber.

- No lo sé... - me dijo algo entristecido – no puedo recordar nada, sólo... que me llamo Minato Namikaze y soy de Konoha. Creo que he debido de darme un buen golpe en la cabeza o algo en alguna misión – dijo sonriendo rascándose la cabeza como hacía Naruto y todos vimos su parecido a su hijo – lo lamento.

- Quizás has dormido demasiado – dije susurrando al haberse pegado años muerto y Naruto me dio un codazo para que no me escuchase.

- Bueno... lo arreglaremos – le dijo Naruto – nuestros mejores especialistas te harán un chequeo médico en condiciones.

- Gracias – nos agradeció con su sonrisa.

Yo seguía escuchando por la calle como la gente susurraba el nombre de Minato, a este paso toda la villa se enteraría antes de que diéramos la noticia. Incluso algunas mujeres salían a verlo y se sonrojaban. Sé que siempre habían dicho que Minato fue uno de los hombres más atractivos, Kushina tuvo muchas contrincantes pero realmente... Minato siempre fue un hombre que tuvo sus ideas muy claras, amó a Kushina como a ninguna, cuando Minato posaba sus ojos en alguien era de verdad y de ese gran amor nació Naruto ¿Cómo podía haberlo olvidado? Si ese hombre hubiera seguido en la Villa, si no hubiera muerto, puede que las mujeres no se hubieran fijado en mí, todas estaban enamoradas de su Hokage y ahora volvía a Konoha, pero mi pregunta era ¿Seguía siendo el mismo? ¿Seguía teniendo esos sentimientos tan protectores por su Villa? ¿Por su familia? ¿Seguía siendo el prodigio de los Namikaze? ¿El relámpago de Konoha? ¿Seguía conservando esa dulzura, amabilidad y tranquilidad que siempre le caracterizó o era una maldita trampa? Yo no me fiaba aún del todo por mucho que me recordase al cuarto Hokage.

Naruto no paraba de mirar a su padre y sé cuánto deseaba abrazarle, cuánto deseaba estar con él, hablarle de Sasuke, decirle que se había casado, que tenía hijos... tenía tantas cosas que contarle y no podía, se las estaba callando y fingía ser solamente el Hokage de Konoha.

- ¿Por qué está mi rostro allí tallado? – preguntó Minato.

- ¿No lo recuerdas? – preguntó Kakashi incrédulo – fuiste Hokage, el cuarto Hokage – le comentó.

- ¿Yo? ¿Hokage? – preguntó sonriendo - ¿Qué loco me nombró a mí Hokage?

- Sarutobi – le dijo Naruto – el tercer Hokage te nombró y fuiste un gran Hokage, el mejor de todos.

- Dejadme de tomar el pelo... yo era ANBU, nada más que eso – dijo sonriendo – vaya broma queríais que me tragase.

Naruto medio sonrió al ver a su padre sonreír y es que Minato tenía una sonrisa brillante, de esa que contagiaba a todo el mundo, era tan parecido a Naruto, tenían los dos tanta vitalidad, tanta jovialidad... y verle frente a mí sin recordar nada era duro, más lo era para Naruto.

Dejamos a Minato en el hospital a cargo de Ino para que lo revisara. Ino aunque nos miró sorprendida por la aparición repentina del cuarto Hokage no dijo nada y se lo llevó consigo. Naruto se quedó allí inmóvil mirando como se llevaban a su padre para la revisión médica y al final... se giró hacia Kakashi y hacia mí.

- A mi despacho inmediatamente – me dijo – esto es urgente.

Fuimos a la torre del hokage y entramos al despacho de Naruto. Allí nos esperaba ya Sasuke, Shikamaru, Temari y algunos ancianos del antiguo consejo.

Tenemos un problema – dijo Naruto al entrar – como ya parece saber toda la Villa... esta mañana ha aparecido mi padre en la puerta de la Villa, según él no recuerda absolutamente nada. ¿Qué debemos hacer con esto? Necesito opciones.

- No sabemos de dónde ha salido ni si es un enemigo. Hay que recordar que Minato Namikaze está muerto y enterrado.

- Su cuerpo fue secuestrado – dijo Sasuke con su tono prepotente, tal y como era Sasuke siempre.

- Sasuke – le llamé la atención al ver que se ponía tenso como solía hacer cuando venían los del consejo.

- Lo siento Hokage-Sama – se disculpó.

- Minato Namikaze está muerto – escuché de golpe esa voz femenina que tanto odiaba desde hacía un tiempo y es que Sakura venía en representación de Tsunade - ¿Quién nos asegura de que es él? ¿Y si es una copia de algún Ninja? ¿Y si es un espía?

- ¿Y hay que echarlo a la calle por eso? ¿Sin más? – dije yo algo enfadado y es que a mí Minato Namikaze me salvó una vez la vida – Creo que Minato se merece algo mejor que echarlo a la calle, metería la mano en el fuego y no me quemaría si dijera que todos aquí alguna vez fuimos salvados por él. Derrotó al Kyuubi, nos salvó a todos, fue el mejor Hokage, se merece respeto.

- No eres el más indicado para hablar, sólo eres un traidor perdonado por el Hokage – me dijo Sakura.

- Vuelve a meterte con mi hermano y te corto la lengua – escuché a Sasuke y Naruto dio un golpe en la mesa enfadado.

- Ya basta, necesito soluciones, no discusiones. Está claro que ese de ahí fuera es mi padre, dejé de sentir su conciencia en mí y ahora está frente a mí, lo que quiero es saber qué hace aquí ¿Por qué ha vuelto de entre los muertos?

- Tanto Ibiki como Ino podrían trabajar juntos y tratar de averiguar algo sobre Minato – Dijo Shikamaru.

- No voy a torturar a mi padre – dijo Naruto.

- Sólo decía que se puede intentar entrar en su mente – dijo Shikamaru – no como una tortura por dios... pero Ino puede entrar y comprobar si dice la verdad y ha olvidado todo o sólo es un truco. Sería sencillo hacerlo.

- ¿Le haría daño? – preguntó Naruto preocupado.

- No – le contestó Shikamaru.

- Ordénalo y que venga Ibiki a traerme el resultado – dijo Naruto.

- Ahora mismo.

- El resto os podéis marchar hasta nuevo aviso – nos ordenó y todos salimos de su despacho – itachi, quédate un momento.

Esperé a que todos se marchasen y sentí como Sasuke colocaba su mano en mi hombro como dándome ánimos, supongo que por lo que había dicho Sakura de que era un traidor, pero yo no me consideraba como tal así que no me preocupaba lo que dijera esa chica. Cerré la puerta cuando pasó mi hermano y me acerqué hasta la mesa de Naruto.

- ¿En qué puedo ayudarte? – le pregunté.

- Ve al interrogatorio. Quiero que confirmes tú mismo si es cierto que no le harán daño y que me traigas noticias de lo que descubran.

- ¿No te fías de Ibiki y de Ino?

- Sí me fio de ellos, pero quiero que vayas en persona.

- ¿No te fías de tu padre? – pregunté sabiendo que era eso.

- No sé si es un traidor o no, ahora mismo no sé si es un enemigo así que... quiero que vayas por si pasa algo.

- ¿Por qué yo? ¿Por qué no mi hermano? – le pregunté.

- Porque ahora mismo tú eres el ANBU más fuerte que tiene Konoha y mi padre era...

- El prodigio de los Namikaze – le contesté – no sé si soy capaz de frenarlo Naruto – le expliqué claramente.

- Si tú no puedes... nadie lo hará, por favor, sólo mantenlo vigilado hasta que sepamos qué ocurre.

- Vale, te traeré noticias en cuanto las tenga.

- Gracias.

- Ey Naruto... todo estará bien, ya lo verás – le dije tratando de darle ánimos – es un Namikaze al fin y al cabo, son fuertes, no le pasará nada.

- Eso espero, porque si alguien está jugando con el recuerdo de mi padre... se las verá conmigo y no seré benevolente precisamente.

Salí del despacho algo preocupado. Era Minato Namikaze de quien estábamos hablando y estuve más tiempo pensando en qué estaba pasando que realmente en saber si era un peligro o no. No entendía cómo estaba vivo, qué hacía aquí. No entendía nada, pero sí sabía una cosa... esa sonrisa que había visto que tenía, era la misma que vi aquel día cuando me salvó la vida, yo sólo tenía cuatro años y él era un hombre de veintidós.

Toqué la puerta de la sala de interrogación y fue Ibiki quien me abrió. Ya le habían avisado de que vendría yo así que no hubo problemas. Me dejó entrar y cerró la puerta tras de mí. Ino ya estaba preparada y Minato estaba completamente sedado tumbado en el suelo de la estancia sobre un sello.

- ¿Está bien? – le pregunté a Ibikki mirando a Minato.

- Sí, Ino le dio un sedante, dormirá un par de horas. No creo que hubiera aceptado por si mismo someterse a esta prueba ¿No crees? No se enterará de nada, despertará en el hospital y no sabrá nada de lo que ha ocurrido aquí.

- Vale – le dije.

- Puedes empezar Ino – le comentó Ibiki para que hiciera su técnica y entrase en su mente.

Yo me quedé en un rincón mirando cómo Ino se concentraba y buscaba en su mente. Era aburrido tener que esperar, yo sólo tenía que vigilar que Minato no se despertase y no armase alguna, pero no parecía que fuera a hacerlo. Me quedé de pie observando a ese chico rubio y recordé la primera vez que le vi... yo sólo era un crío de cuatro años.

Flashback

Todo el clan estaba en silencio. Observaba a los ninjas colocarse sus indumentarias y mi padre preocupado se despedía de mi madre. Iban a la guerra... la tercera guerra Ninja. Yo apenas tenía cuatro años pero ya iba a participar. Todo el clan decía que yo era un genio y puede ser que lo fuera, mi padre ya quería que fuera para que viera a lo que me enfrentaría en mi vida, lo que sería mi vida como Ninja.

Mucha gente pensaba que los Uchiha estábamos locos y puede ser. Éramos el clan más fuerte y supongo que demasiado orgullosos para echarnos atrás en nuestras decisiones, mi padre dijo que yo al ser el genio era capaz de ir a esa guerra y me llevaría con él. Mi madre no se opuso y la verdad... aunque no quise demostrarlo estaba muy nervioso. Yo jamás había matado a nadie, aún no había estado en la academia y todo lo que sabía lo había aprendido por mi cuenta y por la insistencia de mi padre. Él dijo que siempre me protegería y que no me perdería de vista en ningún momento. Confiaba en mi clan... o lo hice hasta que en mitad de una de las batallas me quedé completamente solo.

Un niño de cuatro años solo frente al peligro y no supe qué hacer, no era un Ninja aún, yo sólo era un chiquillo Uchiha que ahora tenía miedo de que quisieran capturarme para obtener mis ojos y cuando todos aquellos enemigos se abalanzaron sobre mí sonriendo viendo claramente la posibilidad de obtener mis ojos, me asusté demasiado. Busqué a mis padres, corrí huyendo de esos hombres y al final... no me quedó más remedio que quedarme a pelear con lo poco que sabía utilizar y es que no podría seguir escapando mucho más tiempo sin saber dónde iba.

Conseguí vencer a tres enemigos, pero había tantos... ¿Dónde estaba mi clan? Ellos prometieron no dejarme solo, mi padre prometió estar a mi lado pero no lo estaba. Ya me veía perdido y cerré los ojos esperando a que me capturasen cuando sentí que alguien agarraba con fuerza mi cintura y me sacaba de aquí. Estábamos corriendo entre los árboles, alguien me llevaba a cuestas y miré hacia atrás viendo a los enemigos en el suelo derribados. No quedaba ni uno con vida y cuando miré hacia el que me había cogido... vi la capa del cuarto Hokage "Yondaime Hokage", era Minato Namikaze, ese cabello rubio, esos ojos azules y esa velocidad la habría reconocido enseguida y me sonrojé. El mismo Hokage había venido a por mí.

Miré el rostro del Hokage, siempre le había visto sonriendo cuando paseaba por las calles, cuando saltaba de tejado en tejado, él siempre sonreía pero ahora estaba serio. No sé si era por la batalla o era por mi culpa ¿Le había desviado yo de su rumbo? Quizá estaba enfadado conmigo por haber tenido que venir a salvarme en lugar de estar ayudando a su equipo, a los ninjas de la Villa.

Se detuvo en un claro que él vio seguro y me bajó al suelo agachándose frente a mí y me quitó la camiseta, creo que buscaba alguna herida o algo, pero quitando un rasguño en mi mejilla que él mismo limpió con su chaqueta, no tenía más heridas.

- ¿Estás bien? ¿Te han herido? – me preguntó ahora sonriendo.

- E-Estoy bien – le dije – lo lamento.

- ¿El qué? – me preguntó sorprendido.

- Haberle hecho tener que venir a por mí.

- ¿Cómo te llamas? – me preguntó sonriendo mientras limpiaba el corte de mi mejilla.

- Itachi, Itachi Uchiha – le dije.

- Estos Uchiha... - dijo sonriendo – Verás Itachi, no tienes por qué disculparte, para mí todos los de la Villa sois igual de importantes. No habría dejado que te ocurriera nada. ¿Sabes dónde están tus padres?

- Me separé de él... no sé dónde está.

- Vale. Vamos a hacer una cosa... Voy a llevarte a tu casa y luego volveré al campo de batalla.

- ¿No le pasará nada a mi padre, verdad?

- ¿Es un Uchiha, no? – me dijo con una gran sonrisa – sois fuertes, seguro que está bien, preocupado por ti.

Me encantaba la sonrisa de Minato y no podía dejar de mirarla aunque me sonrojaba. Si no fuera tan mayor... si hubiera nacido en su generación, si hubiera podido tener posibilidades con él habría luchado por este hombre, por conseguir su amor, desde aquel día Minato había sido mi admiración, yo quise ser como él, proteger mi Villa por encima de todo. Kushina tenía suerte de tenerle.

- Encontraré a tu padre y le diré que estás a salvo ¿De acuerdo? Ahora voy a llevarte a casa.

- ¿Vas a llevarme con tu velocidad? – le pregunté.

- Sí – me dijo sacando un Kunai y sonriendo

Me cogió y se teletransportó hasta el clan Uchiha. Todo el clan estaba vacío y no sé cómo lo hizo... pero estábamos frente a mi casa. Mi madre al ver al Hokage salió corriendo y éste la tranquilizó comentándole que estaba bien, que me había encontrado en el campo de batalla pero que él iba a volver para avisar a mi padre de que ya estaba a salvo.

- ¿Me enseñarás esa técnica cuando crezca? – le pregunté y mi madre sonrió.

- Claro, hazte fuerte, entra en los ANBU y te prometo que te la enseñaré – me dijo – sé que lo conseguirás, los Uchiha sois fuertes y orgullosos.

- Entonces te veré en los ANBU – le dije sonriendo

- Claro.

- Es una promesa – le dije.

- Lo es, te lo prometo. Nos volveremos a encontrar... Itachi Uchiha, yo nunca olvido mis promesas – me dijo sonriendo y acarició mi cabello revolviéndomelo, pero yo me deshice de esa mano y me lancé a abrazarle.

- Gracias – le dije dándole un beso en la mejilla – Minato.

¡Sólo un par de años y te encontraré! Me propuse. Creo que me impresionó Minato Namikaze, su fuerza, su velocidad, su simpatía, su forma protectora de ser, era todo un Hokage, no podíamos desear a nadie mejor que a él para defender esta Villa. Cuando se marchó, supe que él encontraría a mi padre y lo hizo, a las dos horas mi padre llegó con su escuadrón y vino corriendo abrazándome. Sé que Minato había hablado con él porque me lo dijo, Minato ayudó al equipo de mi padre y vencieron... vencimos esa guerra y la Villa estuvo a salvo, pero aunque mi padre quiso que recordase lo que era la guerra... yo sólo recordaba a Minato Namikaze, quería crecer y ser como él, quise ser Hokage para ser como él, quise entrar en los ANBU para encontrarle y que me enseñase esa técnica del relámpago de Konoha, quería que él y sólo él fuera mi profesor... pero dos años más tarde, Minato murió con tan solo veinticuatro años.

Tenía apenas seis años cuando me enteré que por todo lo que ocurrió con el Kyuubi... Minato se había sacrificado. Yo aún no había conseguido entrar en los ANBU y supe que jamás volvería a verle, que jamás le encontraría pero me propuse algo... miré a Sasuke en mis brazos y supe que yo sería como Minato Namikaze, protegería a mi hermano, protegería a la Villa.

Fin del Flashback

Ahora estaba frente a mí ese chico rubio de nuevo, tan sólo tenía veintiséis años... para él el tiempo se había detenido, para mí... el tiempo ya no era un impedimento, tenía veintitrés años y podía entrenar con él, tenía la oportunidad de que me recordase de nuevo, de que cumpliera su palabra y me enseñase, nos habíamos reencontrado cuando jamás creí que volvería a verle, frente a mí estaba Minato Namikaze, el cuarto Hokage de brillante sonrisa y con la velocidad de un relámpago y venía sólo... Kushina no estaba aquí ya. Si alguien le había hecho algo a este hombre, se las vería conmigo, porque él salvó mi vida cuando yo era un crío y ahora que había crecido, yo no dejaría que nadie le hiciera daño a él.

Ino acabó con su técnica y me ordenaron llevar el informe. Tenían razón, Minato no recordaba nada, toda su memoria había sido borrada y sólo tenía dos datos claros... se llamaba Minato Namikaze y vivía en Konoha, no sabía nada más de sí mismo, no me recordaba, no recordaba la promesa que me hizo, no recordaba haberse casado, ni haber sido Hokage, ni haber sido padre... no recordaba haber muerto, sólo sabía que era un Ninja de Konoha, un ANBU y si eso es lo único que sabía, yo le ayudaría a recordar, no dejaría que lo tirasen a la calle tal y como estaba ahora, pero tampoco me fiaba de que estuviera perfectamente. Iba a necesitar vigilancia.

Volví para la reunión que habían programado y Naruto tras recibir mi informe, estaba igual de dispuesto que yo a pelear por recuperar a su padre, pero todos aquí sabíamos que sería duro. Ahora había que pensar muchas cosas porque decirle toda la verdad a Minato sobre su pasado podía ser demasiado para él. Tendríamos que pensar cómo hacerlo, qué decir en cada momento, qué ocultar, cómo hacerle recordar lo que era y quien era.

- ¿Qué hacemos? – preguntó Shikamaru.

- No recuerda nada – dijo Naruto - ¿Qué dice el informe médico?

- Tiene profundos daños cerebrales – confirmó Sakura – toda su zona de recuerdos está dañada, es como si esos recuerdos hubieran sido borrados, puede ser peligroso si le damos demasiada información, le agobiaremos. Habría que ir poco a poco.

- ¿Es recuperable esa información que ha perdido? ¿Podrá recordar? – pregunté.

- Con el tiempo y algo de paciencia, es posible – me respondió Sakura.

- ¿Qué propuestas hay? – pregunté de nuevo.

- Sería conveniente que estuviera en el hospital – comentó uno de los ancianos del consejo.

- ¿Vamos a dejarle toda su vida en un hospital? ¿Esa es la mejor propuesta que tenéis? – se quejó mi hermano.

- Debería quizá hacer una vida normal, que se relacione con la gente de la Villa – propuso Shikamaru.

- ¿Y dejar suelto a un posible enemigo? – preguntó otro del consejo.

- Itachi ¿Qué opinas tú? – me preguntó a mí Naruto muy serio.

- No creo que sea el más indicado para hablar – le dije.

- Quiero saber tu opinión – me insistió.

- Yo le daría su vida normal, pero al completo. Piensa que sigue en los ANBU de Konoha, dejémosle creer que es así, que haga misiones con los ANBU, ha perdido sus recuerdos pero es capaz de luchar, Ino lo examinó a fondo, recuerda sus técnicas, sigue siendo el mejor Ninja de la Villa. Digamosle las cosas lentamente, de momento que se crea que sigue con su vida, que haga sus misiones, su vida...

- Seguimos teniendo el mismo problema, puede ser un enemigo, no sabemos cómo ha llegado hasta aquí, cómo puede estar vivo. – me contradijo otro de los ancianos.

- Eso tiene solución, alguien debe vigilarle – le encontré la solución.

- ¿Quién lo hará? No tenemos ninjas de su nivel, era Hokage – dijo un anciano.

- Yo puedo hacerlo. Puedo darle una de las casas recién restauradas de mi clan, viviría al lado de Naruto y de Sasuke, estaría vigilado. No me importaría tampoco liderar un equipo ANBU donde él estuviera, puedo vigilarlo, no hay inconveniente.

- Es de locos – se quejó Sakura.

- Hazlo – me dijo Naruto – será tu equipo Itachi, Shikamaru irá contigo y te llevarás también a Minato. Trátalo como a un Ninja más pero mantenme informado de cualquier conducta sospechosa que veas.

- Por supuesto – le dije.

- Hokage-sama – escuchamos a Kakashi – pido permiso para unirme también a ese equipo, Minato fue mi profesor y me gustaría poder ayudar en esto.

- Concedido – dijo Naruto – Dadle una casa en el clan Uchiha, vivirá al lado de Sasuke y de mí, entre los tres lo vigilaremos cuando esté en la Villa y en el equipo... ocuparos de controlarle – nos dijo a Kakashi, a Shikamaru y a mí – y por favor... no dejéis que le ocurra nada malo, es mi padre.

- Sobre ese asunto – comentó Kakashi - ¿Qué debemos decirle?

- Por el momento... seré su Hokage, ocultémosle que es mi padre hasta que empiece a recordar cosas, no quiero que se agobie ahora que estoy tan cerca de recuperarle.

- Entendido – dijimos todos.

- La reunión se suspende, quiero un informe de su actitud todos los días Itachi... te lo encargo, serás el líder del escuadrón.

- Sí Hokage-sama – le dije.

Salí del despacho y en el pasillo me encontré a Kakashi esperándome para ir a buscar a Minato, supongo que nos tocaba darle la noticia de que volvía a un equipo ANBU aunque claro... no pensábamos decirle que estaba bajo vigilancia.

- ¿Te preocupa? – le pregunté a Kakashi que había estado muy silencioso.

- Era mi profesor – me dijo – y ahora resulta que tengo que vigilarle por ser sospechoso. Lo aprendí todo de él. Me preocupa y quiero saber quién ha hecho esto.

- Quién es algo que ya podemos suponer – le dije caminando – la cuestión es... ¿Para qué traerlo aquí? Si tenía a Minato en su poder ¿Por qué dárnoslo? – le pregunté.

- No lo sé – me dijo Kakashi – de momento vigilémosle de cerca, es lo único que podemos hacer.

Fuimos al hospital a recoger a Minato y subimos a la segunda planta donde estaba la consulta de Ino. Toqué a la puerta viendo cómo Ino terminaba de comprobarle el pulso mientras ese chico rubio estaba aún sentado en la camilla ahora ya despierto. Cuando nos vio sonrió y no podía dejar de pensar cada vez que veía su sonrisa en el día en que salvó mi vida. Me quedé paralizado en la puerta con un leve sonrojo y fue Kakashi quien entró primero.

- ¿Cómo se encuentra? – le preguntó a Ino.

- Está bien, listo para que os lo llevéis – nos dijo sonriendo – ya puede volver al trabajo – comentó fingiendo que no pasaba nada.

- Entonces vamos Minato – le dijo Kakashi – te han asignado un nuevo equipo.

- ¿Un nuevo equipo? – preguntó algo confuso - ¿Con quién voy ahora? – preguntó entusiasmado de golpe y yo sonreí.

- Conmigo, con Itachi, es ése que está en la puerta y con Shikamaru.

- Oh... genial – sonrió sin saber que éramos sus malditas niñeras y me encantó su inocencia, era idéntico a Naruto.

Minato se levantó de la camilla agradeciéndole a Ino su atención y se presentó a Kakashi formalmente. De verdad que no recordaba nada, ni siquiera a su alumno. Cuando acabó con Kakashi se acercó a mí que seguía en la puerta y se inclinó presentándose, algo que me dejó sin habla.

- Itachi Uchiha – le dije inclinando también mi cuerpo en forma de saludo.

Nos fuimos hacia la base de los ANBU mientras yo miraba cómo Minato se colocaba de nuevo su bandana. Aunque no hablaba ni tenía nada que contarnos... siempre tenía ese rostro de felicidad en su cara, pocas veces lo había visto serio, quizá en los combates cuando se concentraba, pero él siempre tenía tanta paciencia, era un chico tan sonriente, no me extrañaba que Naruto y él fueran familia, eran casi idénticos.

Llegamos a la base de los ANBU y todos se extrañaron de ver a Minato, no era para menos, se suponía que estaba muerto. Shikamaru nos esperaba ya allí y se presentó a Minato con cortesía. Nunca imaginé que tendría que hacer misiones con Minato Namikaze, tan sólo tenía veintiséis años ahora mismo y yo veintitrés, ya no era aquel mocoso de cuatro años que necesitaba ser salvado por él, ahora era fuerte y casi alcanzaba su edad, el tiempo se había congelado para Minato.

Una misión llegó y cuando uno de los equipos iba a salir, decidí ser yo quien tomase esa misión, no porque tuviera prisa en hacer misiones, sino porque quería comprobar si Minato seguía en plenas facultades para afrontar una pelea, quería ver de lo que era capaz ahora, necesitaba probarle.

- Iremos nosotros – les dije y Kakashi se sorprendió.

- Debería descansar, Minato acaba de llegar.

- Hay que saber de lo que es capaz de hacer – le dije – no sabemos a lo que nos enfrentamos. Hay que probarlo.

- Está bien – me dijo Kakashi – pero no le perdamos ojo de encima.

Fuimos nosotros al final los que atendimos esa nueva misión y salimos de la Villa con prisa. No estaba lejos de aquí la emergencia. Unos bandidos que solían atracar a los suministros que llegaban a Konoha, algo sencillo. Seguramente lo más normal es que lo hubieran dejado a los alumnos recién salidos de la academia o para algún Jônin, si nos enviaban a nosotros, es que eran ninjas de alto nivel los que estaban atracando.

Estaba saltando al árbol más cercano cuando mi Sharingan detectó los explosivos y frené en seco evitando caer en esa zona minada. Podía ver a los enemigos y tanto Kakashi como Shikamaru se detuvieron para no salir heridos, entrar ahí era una locura, pero Minato no se detuvo, entró de lleno lanzando su Kunai hacia delante y cuando el explosivo fue a explosionar, Minato había desaparecido. Lo único que conseguí ver fue la luz del Rasengan activada y la onda expansiva que nos creó.

Miré a Shikamaru que estaba atónito, yo no podía creerme que Minato hubiera desaparecido de mi vista aunque sólo fuera por un segundo, mi Sharingan no le había podido seguir, era demasiado rápido y eso era un gran problema. ¿Cómo iba a detenerle en caso de que fuera un enemigo si no podía ver dónde atacaría? No me extraña que venciera a Obito. Minato era el único Ninja que sin ser Uchiha... había vencido a un Uchiha, no podía infravalorarle en ningún momento, sería mi perdición.

- Es un problema – me dijo Shikamaru al ver su velocidad y yo no quise decir nada, pero tenía razón, no podría pararle, nadie era tan rápido como él, ni siquiera yo.

Escuché la segunda explosión y me preocupé por Minato, pero cuando un Kunai rozó mi mejilla y apareció Minato tras de mí teleportándose a su Kunai me quedé sorprendido.

- Quedan unos tres ninjas más – me dijo extrañamente serio – no me ha dado tiempo a finalizar la faena – me comentó.

¿A cuántos habría destrozado Minato con su velocidad, sus habilidades y su rasengan? Seguramente a muchos, estarían heridos o muertos y es que no creo que Minato se andase con rodeos cuando se trataba de misiones.

Me fijé en su rostro, uno de sus mechones de ese cabello rubio que caía sobre su rostro estaba manchado de sangre pero no era suya, él estaba perfectamente. No podía creerme lo implacable que podía ser Minato, lo dulce y cariñoso, lo amigable... pero lo terrible que era tenerle como enemigo. Ahora empezaba a entender porque cazaron a todos los de su clan, porque estaban prácticamente extintos.

- Yo me ocuparé – le dije

- No creo que funcione una segunda vez mi habilidad, ahí dentro está lleno de explosivos – me comentó.

- Yo puedo entrar sin problemas – le dije activando el Susanoo.

- Como no... - me sonrió – los Uchiha y sus técnicas oculares – comentó con una gran sonrisa – supongo que son todo tuyos.

Le sonreí y entré en mitad de todos esos explosivos, pero el Susanoo me protegió perfectamente, no recibí daño alguno y cuando quise darme cuenta, Minato estaba a mi lado y es que se había teleportado hasta dentro de mi Susanoo. Este hombre era una caja de sorpresas.

Una técnica de agua vino hacia nosotros pero Kakashi utilizando su Sharingan, invocó también otra técnica de agua bloqueando el ataque enemigo y dándonos a nosotros la opción de avanzar hasta derribarlos. Sólo uno se nos escapó y seguramente... ese sería el que correría la voz por todo el territorio Shinobi de que Minato Namikaze, el relámpago amarillo había vuelto a Konoha.

Tras aquella misión, decidimos ir a celebrarlo todos al bar. Quedamos con Naruto y con Sasuke para que vinieran a tomarse algo con nosotros y allí les esperamos. Creo que yo no podía apartar mis ojos de Minato que sonreía hablando con Naruto sin saber que era su hijo. Minato me desconcertaba mucho, parecía tan perfecto, siempre lo había idolatrado, desde que me salvó la vida yo quise ser como él y ahora estaba frente a mí, en mi equipo y no podía creerme lo rápido que era. Sé que lo había visto con mis propios ojos una vez, cuando tenía cuatro años, pero también creí que mi imaginación lo había engrandecido todo, no podía ser tan veloz como yo creí ver, pero ahora que lo veía de nuevo... era más rápido incluso de lo que recordaba, si decidía atacarnos, no sé quién iba a frenarlo, al fin y al cabo... era el cuarto Hokage, uno de los más fuertes que tuvo la Villa.

- ¿Cómo es ser Hokage? - oí que le preguntaba a Naruto.

- El papeleo es bastante aburrido. A veces me apetece salir de esa oficina y hacer alguna misión pero aún así no renunciaría por nada del mundo – le contestó mi cuñado – Siempre ha sido mi sueño, siempre he querido poder proteger a todos los habitantes de esta villa aunque me costase la vida.

Observé cómo Minato estaba realmente impresionado por las palabras de Naruto y le dedicó una gran sonrisa.

- Yo no sé si podría ocupar ese puesto. Esta es mi aldea y haría cualquier cosa por protegerla, incluso sacrificarme pero no sé si sería un buen líder o si los habitantes me aceptarían – le explicó sin dejar de sonreír mientras se llevaba una mano detrás de la cabeza.

- Estoy convencido de que serías un gran Hokage, tienes todas las cualidades para serlo. Eres un gran ninja, posees una gran inteligencia y la más importante de todas... tienes un gran corazón.

Vi los ojos de Minato abrirse debido al impacto que le causó lo dicho por su hijo. Internamente, coincidí con cada una de las palabras que Naruto le había dedicado a Minato. Tenía razón, era un ninja extraordinario, era un genio, poseía una velocidad increíble y sabía perfectamente lo bondadoso que era, lo mucho que se preocupaba por su villa, cuánto amaba a su hijo... aunque él no recordase nada de eso.

- ¿Cómo sabes que tengo un gran corazón? - escuché que le preguntaba.

Pude ver que los ojos de Naruto brillaban de admiración e intuí que deseaba poder contarle todo lo que su padre hizo por esta aldea y todas las personas que viven en ella, cómo los protegió del ataque del Kyûbi, cómo derrotó a Obito y cómo ayudó a acabar con Madara... pero sabía que no era conveniente. Tanta información podría ser perjudicial para la mente de Minato y aún teníamos la duda de si era un enemigo o un aliado.

- Tú me lo has dicho. Harías cualquier cosa por Konoha, incluso dar tu vida. No cualquiera estaría dispuesto a hacer algo así – le aclaró.

Creo que se quedó conforme con la respuesta de Naruto, porque sonreía avergonzado con un ligero rubor en sus mejillas. Pensé que se veía adorable, se veía tan diferente a como se comportaba en medio de una batalla. Cada vez me sorprendía más su personalidad, me atraía como la luz atrae a las polillas pero me preocupaba que me pudiese acabar quemando como ellas si me acercaba demasiado a este sol radiante.

- Estás muy callado - me preguntó mi hermano.

- Sólo estaba pensando en todo lo ocurrido hoy – le mentí – ha sido un día bastante raro. ¿Crees que seguirán apareciendo personas que creíamos muertas delante de las puertas de la villa otra vez? – le susurré para que sólo él pudiera escucharme.

- Esperemos que no, ya hemos tenido bastante sorpresa por hoy. No me apetecería que la próxima vez se presentase algún enemigo que habíamos derrotado.

- A mí tampoco – le murmuré.

Bebí lo que quedaba de mi vaso y lo dejé sobre la mesa. Observé que Naruto también se había quedado sin bebida por lo que fui a levantarme para pedir otra ronda pero Minato fue más veloz y se ofreció a traer más bebidas para todos. Le seguí con la mirada mientras se levantaba de su asiento y se acercaba hasta la barra para pedir la ronda al camarero.

Al cabo de unos minutos, le sirvieron varias jarras de cerveza y vasos con otras bebidas. Minato cogió todo como pudo y fue caminando lentamente hacia la mesa en la que estábamos sentados para que no se le derramase ni una sola gota.

- ¿A dónde vas? - me preguntó Sasuke cuando sintió que me levantaba.

- Voy a ayudar a tu suegro con las bebidas. Son demasiadas para él solo – le informé.

Me alejé de allí, me acerqué hasta el que fue cuarto Hokage y le quité algunos vasos de sus manos.

- Permíteme que te ayude – me ofrecí.

- No te preocupes, puedo yo solo – rechazó mi oferta con una sonrisa.

- Insisto – no me iba a dar por vencido.

- En serio, no hace falta que te molestes.

Minato me arrebató las bebidas que le había quitado en primer lugar y pasó por mi lado llegando a nuestra mesa. No sabía que podía llegar a ser tan cabezota, pero no había nadie que pudiese ganar a un Uchiha en ese ámbito. Le adelanté y me puse frente a él para volver a intentar ayudarle, pero antes de que pudiese abrir mi boca, Kakashi se había levantado de su silla, la cual había empujado a Minato y ahora veía que caía hacia mí.

Antes de que pudiese reaccionar, mis labios estaban pegados a los suyos, nuestras bocas se tocaban en un simple roce que había enviado una corriente eléctrica por todo mi cuerpo. Sus hermosos ojos azules estaban abiertos de par en par, mirando directamente a los míos, que supuse debían de estar de igual manera. No pude degustar sus labios durante mucho tiempo más porque se apartó de mí con gran velocidad.

Todo el lugar se había quedado completamente en silencio, sentía que las miradas de todo el mundo se posaban en nosotros, pero pude notar que una de ellas emanaba rabia, odio y... ¿celos? Busqué a la persona que transmitía esos sentimientos y me percaté de que se trataba de Kakashi. ¿Por qué estaba tan furioso e intentaba matarme con la mirada? Había sido su culpa, él había provocado toda esta situación.

- La historia se repite – escuché a Naruto rompiendo el silencio.

- ¿De qué hablas, Naru? - le preguntó mi hermano.

- Ha sido como nuestro primer beso – murmuró asombrado.

Pude ver la mueca de desconcierto en el rostro de Sasuke y cómo mi cuñado le susurraba algo al oído. Supuse que le estaría relatando todo lo ocurrido, sobre todo cuando una sonrisa traviesa se dibujó en los labios de mi hermano.

- Lo siento – se disculpó Minato – no pretendía... ha sido un accidente.

Noté lo nervioso que estaba mientras se inclinaba pidiendo perdón. A pesar de que intentó disimularlo, pude ver que tenía el rostro ligeramente colorado de la vergüenza. Iba a decirle que no pasaba nada cuando Kakashi se acercó hasta él para ayudarlo a limpiarse mientras me seguía lanzando miradas de odio. Creo que si hubiese podido me habría pegado allí mismo, pero yo no tenía la culpa de nada, ni siquiera se me había pasado por la cabeza besar a Minato... al menos no en ese momento.

- Toma, sécate un poco. Creo que es hora de volver a casa, necesitas cambiarte y lavar la ropa que llevas – me dijo Naruto.

Se había acercado y me había dado varias servilletas para intentar absorber un poco de todo el alcohol que me había caído encima tras el tropiezo de Minato.

- Gracias. Tienes razón, me parece que la fiesta ha terminado – le comenté.

Tras disculparnos con el dueño del local y pagar los desperfectos, salimos de allí. Nos despedimos de Shikamaru y de Kakashi, a pesar de la insistencia de éste por acompañarnos, y nos dirigimos al barrio Uchiha. Allí, le indicamos a Minato la casa en la que se quedaría, Naruto le acompañó al interior para enseñarle un poco dónde estaba cada cosa mientras que mi hermano y yo entramos en su casa.

Dentro, Temari nos recibió con una sonrisa. Ella se había ofrecido a cuidar de los niños mientras nosotros celebrábamos el éxito de la misión. Era una gran mujer, una gran ninja que ayudaba mucho a Naruto con sus quehaceres de Hokage y encima no le importaba hacer de niñera en momentos así.

- Gracias por tu ayuda. ¿Cómo se ha portado Fugaku? - le pregunté mientras me acercaba hasta donde estaba mi hijo durmiendo.

- No te preocupes, no ha pasado nada que no pudiese manejar – me dijo divertida – Ni se te ocurra cogerle con esa ropa, vas a mojarle y apestará a alcohol – me advirtió cuando estaba a punto de tomar entre mis brazos a mi hijo.

- Debo llevármelo a casa – le informé.

- Pues yo lo cogeré y te acompañaré.

Tras acceder, Temari, Fugaku y yo salimos de la casa de mi hermano despidiéndonos de él. Al pasar frente a la casa en la que viviría Minato, no pude evitar recordar el accidente y el roce entre nuestros labios, lo suaves y cálidos que me habían parecido sus labios. Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando llegamos a la puerta de mi hogar y entré en él seguido por Temari. Ella dejó a mi hijo en su cama y se despidió de mí, le agradecí de nuevo por su ayuda y se fue.

Tras darme un relajante baño, fui a dormirme. Necesitaba descansar tras ese día de locos, primero con la aparición de la persona que más admiré durante mi niñez, después con la misión comprobando la increíble velocidad de Minato y, por último, el beso... Iba a ser una larga noche.

A la mañana siguiente, me desperté al sentir que una de las águilas mensajeras que usábamos para mandar mensajes se había posado en el marco de la ventana de mi dormitorio. Me levanté de la cama y me aproximé hasta ella para coger el mensaje que tenía atado en una de sus patas y leerlo.

Mierda, me acababan de asignar una misión de reconocimiento en solitario y era urgente. Pensaba que hoy me dedicaría a vigilar a Minato, pero parece que me equivocaba. Me coloqué el uniforme de ANBU, cogí mi máscara, mis armas y fui hasta la habitación del pequeño Fugaku para cogerle sin despertarle.

Salí de mi casa, caminé hasta la de mi hermano y toqué a la puerta. Esperé varios minutos a que alguien abriera, pero nadie lo hizo. Seguramente Naruto ya se encontraría en su oficina, Sasuke habría salido a entrenar con los gemelos y Tai estaría con su equipo realizando alguna misión. ¿Y ahora con quién iba a dejar a mi hijo? No podía dejarlo solo, tampoco podía llevarlo con alguno de nuestros amigos porque habían requerido mi presencia de inmediato y tardaría mucho en ir hasta alguna de sus casas. Ni sabía si podrían cuidar de él, seguramente estarían ocupados con sus trabajos. Tampoco podía dejarlo con algún vecino porque nadie, aparte de mi familia y de mí, vivía en el barrio Uchiha excepto... Minato.

Miré hacia la casa de al lado y dudé sobre si dejar a mi hijo con él. Aunque parecía ser el Minato de siempre pero sin sus recuerdos, aún no estaba seguro de si era un enemigo o no, no sabíamos qué le había pasado ni por qué estaba aquí pero parecía que era mi única opción en ese momento.

Me encaminé hasta la que ahora era su casa y toqué a la puerta. A los pocos segundos, apareció con su cálida sonrisa y se sorprendió al verme allí.

- Hola, Itachi. ¿Ocurre algo? ¿Tenemos alguna misión? - me preguntó amable.

- No, nuestro escuadrón no tiene ninguna pero me yo sí. Me han llamado para una misión urgente y no tengo a nadie con quien dejar a mi hijo para que lo cuide mientras estoy fuera – le expliqué - ¿Te importaría hacerme el favor de quedarte con él? Te prometo que haré todo lo posible para estar aquí lo antes posible.

- Pero yo no sé si se me dan bien los niños – me dijo nervioso mirando al pequeño Fugaku.

- No te preocupes, es un niño tranquilo, no te dará ningún problema.

Al final acabó accediendo, supongo que mi cara de desesperación fue lo que le impulsó a ayudarme. Le pedí que me acompañara hasta mi casa y le enseñé dónde estaba su cuarto con la ropa limpia y los juguetes de mi hijo, también le dije dónde estaba el baño y la cocina. Dejé a mi hijo en el sofá, le di un beso en la frente y me marché de allí no sin antes agradecer a Minato por su ayuda. Esperaba no haber tomado la decisión errónea.

Minato Namikaze

No sé cómo me había metido en este lío, pero me encontraba en la casa de Itachi Uchiha haciendo de niñero. ¡Yo no tenía ni idea sobre bebés! O al menos no recordaba que así fuera. Tenía que cuidar de un niño de dos años... ¿Qué se supone que debía hacer?

Me acerqué al pequeño que dormía plácidamente y me quedé observándole. Parecía un pequeño ángel, con ese rostro tan dulce y esos mofletes rechonchos y sonrosados. Supongo que Itachi tenía razón al decirme que era tranquilo así que, ¿Qué tan difícil podría ser cuidar de alguien tan pequeño y tierno? Puede que hubiese exagerado con mi reacción inicial. Sí, creo que así era, me convencí de que pasaría un día agradable con ese pequeño y sonreí.

Mientras le observaba, sus grandes ojos negros se abrieron y se quedaron mirando fijamente a los míos azules.

- Hola – le saludé con una sonrisa.

No me contestó, se incorporó para sentarse en el sofá, frunció el ceño y me miró desconfiado.

- No papi – me dijo alejándose de mí.

- No, no soy tu papi, soy... un amigo. Me llamo Minato, ¿y tú? - me presenté extendiendo mi mano para que la estrechase.

El pequeño observó mi mano con desconfianza y se movió en el sillón pegándose al extremo de éste.

- No papi – alzó la voz mientras se le formaba un puchero – Papi hora.

- Tu papá ha tenido que ir a trabajar, me ha pedido que cuide de ti hasta que vuelva – le comenté con un tono suave.

El pequeño rompió a llorar mientras gritaba y llamaba a su padre. Intenté calmarle, le repetí que su padre no estaba y que le había dejado bajo mi cuidado pero sólo sirvió para empeorar la situación. Su llanto se intensificó, su pequeño rostro estaba bañado en lágrimas y gritaba tanto que se hizo daño en la garganta y comenzó a toser. Entré en pánico, no sabía qué hacer para calmarle. ¿Qué se hace para que un niño deje de llorar?

- ¿Tienes hambre? - le pregunté preocupado.

El pequeño negó con su cabeza sin dejar de llorar. Tenía que pensar en alguna solución.

- ¿Quieres... que te enseñe un truco divertido? - volví a intentar distraerle para tranquilizarlo.

- No – vi cómo se echaba hacia atrás en el sofá de forma violenta. Creo que se estaba enfadando.

- ¿Quieres jugar? - fue la otra opción que se me ocurrió.

De repente, su actitud cambió, dejó de llorar y me miró con una gran sonrisa aunque aún tenía lágrimas en sus ojos.

- Jubar, sí – me respondió muy feliz.

- ¿A qué quieres jugar? - me alegré por haber conseguido mi objetivo.

- Tura deos – me contestó.

- ¿Qué? - no entendía lo que decía.

- Tura deos – me dijo más fuerte, parecía que estaba volviendo a enfadarse.

- ¿Está en tu cuarto? - le pregunté para que no notase que no sabía a lo que se refería.

Me asintió con la cabeza y le sugerí que me acompañase hasta allí para que me enseñase dónde estaba guardado. El pequeño se bajó del sillón y fue corriendo hasta su dormitorio mientras yo le seguía muy de cerca. Me pareció muy gracioso la forma de correr que tenía, daba diminutos saltos mientras corría y no pude evitar reírme. Al llegar, fue directo a uno de los muebles y abrió uno de los cajones sacando con algo de dificultad una caja de cartón. Me acerqué para ayudarle pero giró su cuerpo mientras me gritaba 'no', me parece que este pequeño tenía un gran orgullo y quería demostrar que podía hacerlo solo.

Después dejó la caja en el suelo y fue arrastrándola por todo el pasillo hasta llegar al salón. La colocó al lado de la mesita que estaba frente a los sillones y la abrió sacando varios botes de pintura infantil y varios folios en blanco. ¡Era pintura de dedo! Eso era lo que me estaba diciendo, creo que me iba a costar un poco entender a ese pequeñín. Me senté a su lado y le observé cómo metía sus manos en la pintura y dibujaba con sus dedos en las hojas.

- ¿Puedo pintar contigo? - le pedí permiso y él asintió – Ahora que somos amigos, ¿me dices cómo te llamas?

- Aku – me contestó sin dejar de dibujar.

- Encantado de conocerte, Aku-chan.

Estuvimos un rato jugando, cuando de repente el pequeño Aku llenó sus manos por completo de pintura y se las restregó por toda la cara mientras se reía.

- No, eso no se hace, Aku – le regañé – voy a por una toalla para limpiarte.

Me levanté deprisa y fui corriendo hasta el baño cogiendo una toalla, la coloqué bajo el grifo para que se mojara, la escurrí para quitar el exceso de agua y salí de allí hacia el salón. Me quedé paralizado en la puerta, mis ojos y mi boca se abrieron de la impresión y empecé a entrar en pánico. Apenas había tardado unos minutos, pero Aku había aprovechado ese tiempo para llenar de pintura la mesita, los sillones y varios de los muebles de esa estancia. Lo busqué con la mirada y lo encontré pintando en una de las paredes, fui hasta él y lo aparté mientras le regañaba. Por suerte no comenzó a llorar de nuevo, le limpié las manos y la cara, le quité las pinturas y le dije que se sentara mientras limpiaba ese desastre.

Pero no salió como esperaba. El pequeño Aku salió corriendo por toda la casa mientras gritaba y se reía tirando todo lo que veía a su paso. Tuve que usar mi velocidad para llegar hasta un jarrón que estaba a punto de estrellarse contra el suelo y romperse. Pude salvarlo a tiempo y lo volví a colocar en su sitio, dejando de uno de mis sellos para llegar en un momento si Aku volvía a tirarlo.

Estuve repitiendo el proceso con varios objetos, los recogía antes de que se cayesen y les colocaba un sello, también coloqué otros en algunas paredes de los lugares por los que iba pasando aquel pequeño torbellino, para llegar antes.

Ahora que me daba cuenta, todo estaba demasiado tranquilo, no se oía a Aku gritar ni correr, lo que me dio muy mala espina. Miré alrededor y no lo vi por ninguna parte, usé mi técnica especial para teletransportarme a las diferentes habitaciones en las que había dejado mi sello, pero no daba con él hasta que lo vi en el patio cerca del estanque.

Mi corazón se paralizó del miedo, iba a lanzarse al agua seguramente para atrapar a alguno de los peces que debía haber en su interior. Solté el objeto que tenía en las manos sin importarme que se rompiese y volví a hacer uso de mi velocidad para atraparlo antes de que cayese al agua. Por suerte llegué a tiempo, me había quedado a tan sólo unos centímetros del estanque con el pequeño entre mis manos, que se reía y movía sus extremidades como si estuviese chapoteando.

Después del susto, volvimos al interior de la casa y me di cuenta de que ya era hora de comer. Había pasado tanto tiempo detrás de este pequeño diablillo que ni lo había notado. Fui hasta la cocina con Aku entre mis brazos que me decía que quería jugar.

- No, es hora de comer – le dije mientras le sentaba en una de las sillas.

Vi cómo cruzaba sus cortos brazos y hacía un puchero enfadado. Iba a empezar a hacer el almuerzo cuando me di cuenta de que no sabía que comía un crío de dos años. Me giré hacia Aku y le pregunté directamente qué le apetecía comer.

- caronesss con ate – me respondió con una gran sonrisa olvidándose de su cabreo.

Estuve varios minutos intentando descifrar su idioma hasta que di con la traducción.

- ¿Macarrones con tomate? - le cuestioné dudoso.

- Sí, bien, bien – me contestó muy feliz levantando sus manos y dando pequeños brincos en su asiento.

Me giré para buscar el paquete de pasta, una olla y poner a calentar el agua, pero cuando me volví a dar la vuelta, Aku había abierto varios armarios y cajones y ahora estaba de puntillas sacando un cuchillo del cajón de los cubiertos. Solté la olla que cayó al suelo provocando un fuerte ruido y asustando al pequeño que a su vez soltó el cuchillo y estaba a punto de clavarse en su diminuto pie. De nuevo, llegué justo a tiempo para impedirlo, tenía el afilado cuchillo en mi mano. Suspiré cansado y miré a Aku con una pequeña sonrisa.

- Eso no se hace – le dije lo más suave que pude – podías haberte hecho mucho daño – le expliqué.

Pude ver que aún seguía asustado porque cuando le dije que debía esperar sentado a que hiciese la comida, obedeció y no se movió hasta que le puse el plato lleno de pasta frente a él. Tomé un tenedor, pinché un par de macarrones y lo acerqué hasta la boca de Aku, pero éste me apartó la mano.

- ¿Qué pasa? ¿No querías macarrones con tomate? - le pregunté extrañado y él asintió con la cabeza.

- Yo no, – me dijo señalando el tenedor.

- Pues eso estoy haciendo, te lo estoy dando – le comenté creyendo que se refería a que le ayudase a comer.

- No, – insistía con vehemencia.

- Ya te estoy ayudando – le acerqué de nuevo el cubierto a su boca pero apartó mi brazo otra vez.

- – me dijo quitándome el tenedor comiéndose los macarrones y manchándose toda la boca de tomate.

- Así que quieres comer sólo.

Al fin había entendido lo que pretendía decirme. Acabábamos de tener una conversación de besugos y me reí por ello. Aku confundía la palabra 'yo' con 'tú', por eso creía que me estaba pidiendo que le diese de comer cuando en realidad quería hacerlo por él mismo. Así que dejé que lo hiciera mientras me tomaba mi ración de macarrones y le veía comer mientras se ponía todas las mejillas llenas de tomate y se le caía algún trozo en la ropa manchándosela también. Le pasé varias veces una servilleta por la ropa para limpiarle pero ya se había quedado la mancha. Tras terminar el almuerzo, le lavé la cara con agua para quitar los restos de comida y le sequé con un trapo que había en la cocina.

- Jubar – gritó entusiasmado.

- ¿Quieres seguir jugando? - le pregunté agotado.

No sabía que cuidar de un crío cansaba tanto, estaba más exhausto que cuando realizaba una misión de varios días donde peleaba con varios enemigos a la vez. Aku agarró algunos de mis dedos con su pequeña mano y me arrastró hasta el salón. Vi el desastre que había allí formado, seguramente Itachi se enfadaría mucho cuando volviese a casa, necesitaba ordenar ese caos antes de que llegase pero dudaba que pudiese lograrlo si Aku no se dormía o conseguía ayuda.

Nos sentamos en el suelo frente a la mesa y me sorprendí cuando Aku se quedó completamente quieto. Le miré para comprobar si le ocurría algo, y vi que el pequeño estaba concentrado con el ceño fruncido.

- ¿Te ocurre algo? - le pregunté preocupado, pero vi que hacía una mueca de esfuerzo y se ponía colorado – Oh, no – susurré.

Mis peores temores se confirmaron cuando un olor desagradable llegó hasta mi nariz y el rostro de Aku se relajaba. Inmediatamente lo cogí por debajo de sus brazos y lo mantenía alejado de mi cuerpo como si fuese una bomba que estuviese a punto de explotar.

- ¿Qué hago? ¿Qué hago? - era lo único que salía de mi boca mientras daba vueltas por el salón y el pequeño moreno se reía divertido.

Pensé que lo mejor sería darle un baño porque se habría manchado el interior de sus pantalones. Me dirigí a su cuarto, aún sosteniendo a Aku, para buscar ropa limpia que ponerle tras el baño. Lo tumbé en la cama y comencé a quitarle su camiseta y después su pantalón, pero me detuve extrañado al verle un pañal. No sabía a qué edad los bebés dejaban de usar pañales pero supuse que con más de dos años si Aku aún seguía utilizándolos. En cierto modo me alivió, así no tendría que bañarlo pero no tenía ni idea de cambiar pañales, si en el pasado lo había hecho, no me serviría de mucho porque no lo recordaba. Busqué con la mirada pañales limpios y encontré un par en un mueble cerca de la cama junto a un paquete de lo que parecían toallitas. Coloqué mi mano sobre el abdomen del pequeño para que no se escapase y estiré la otra para alcanzar lo que necesitaba.

Conseguí cogerlo todo y lo puse al lado de Aku. Comencé a despegar las tiras del pañal sucio y lo abrí lentamente. El olor salió con tal fuerza que casi me noquea y la visión que tenía de su interior no era la más agradable del mundo. Cogí varias toallitas limpiándole lo mejor que podía y le quité el pañal sucio.

- Pipí – oí que Aku decía.

- ¿Qué...? - pero antes de que pudiera terminar la frase un chorro de orina alcanzó mi rostro.

¡Aku se había meado en mi cara! Rápidamente cogí toallitas limpias y me las pasé por la cara limpiando todo rastro de orina mientras el pequeño se desternillaba de la risa. Le regañé pero seguía riéndose. Me di cuenta de que había mojado las sábanas por lo que lo puse en la parte seca de la cama y volví a limpiarle, después cogí un pañal limpio y le di vueltas pensando de qué lado se colocaba. Estaba tan concentrado intentando averiguar cómo se ponía el pañal que no me percaté de cuándo Aku se había vuelto a escapar y ya se encontraba corriendo desnudo por toda la casa mientras gritaba. No me podía descuidar ni un segundo. ¡Este niño era un peligro!

Salí detrás de él y le estuve persiguiendo por todos los lados, colocando más sellos por donde pasaba pero me era imposible pillarle, se escabullía con gran facilidad, tiraba cosas a su paso, gateaba por debajo de los muebles o huecos muy pequeños por los que no podía pasar... ¡El relámpago amarillo de Konoha estaba siendo derrotado por un crío de dos años!

No sé cuándo ni cómo, pero Aku se había colado en el aseo y había cogido varios rollos de papel higiénico. Ahora seguía corriendo por toda la casa pero liando todo a su paso con el papel que llevaba en sus dos manos. Estaba a punto de atraparle cuando sentí una presencia a mi espalda, me giré y vi al Hokage de la aldea frente a mí observando todo el desorden con la boca abierta. Pero, de repente, se echó a reír de forma descontrolada agarrándose el abdomen.

- Me había enterado que estabas haciendo de niñera y había venido a echarte una mano, pero veo que lo tienes todo controlado – me explicó riéndose - Me encantaría ver la cara de Itachi cuando vea todo esto – dijo sin parar de reír.

- Lo siento – me disculpé.

- ¡Omia! - escuché a Aku gritar.

Naruto y yo dirigimos nuestras miradas al pequeño para verlo envuelto por completo en papel. Sí que parecía una momia. Contagiado por la carcajada del Hokage, no pude evitar reírme también. Este niño era un diablillo que agotaba mi energía pero era muy gracioso al mismo tiempo. Observé a Naruto acercase hasta el pequeño y se agachó hasta quedar a su altura.

- ¿Qué haces desnudo, Fugaku? - le preguntó divertido.

Así que en realidad su nombre era Fugaku, necesitaba aprender a hablar idioma de niños de forma urgente.

- Jubar, zoy omia, arrrgg – le respondió.

- Sí, das mucho miedo, pero mejor vamos a ponerte algo encima, no vayas a pillar un resfriado.

Acto seguido, le vi coger entre sus brazos al pequeño y desaparecer por el pasillo. Supuse que iría a su cuarto para vestirle, me encaminé hacia allí y vi a Naruto cogiendo un pañal limpio y poniéndoselo a Fugaku. Le observé detenidamente para aprender cómo se hacía y vi cómo le vestía sin que el niño le diese ningún problema.

- Parece que tienes un talento natural con los niños – le dije una vez volvimos al salón.

- No, lo que tengo son años de práctica – me respondió con una sonrisa.

Pensé que quizás no era la primera vez que cuidaba de Fugaku y de ahí que supiese cómo controlarle.

- Como habrás podido comprobar, no se me dan nada bien los niños.

- Todo lo contrario, se te daban bien – me dijo aún sonriendo pero noté un deje de melancolía en su mirada. ¿Por qué había hablado en pasado?

- ¿Acaso fui padre y no lo recuerdo? - le cuestioné intrigado por sus palabras.

Pero antes de que pudiese oír su respuesta, Fugaku se había acercado hasta nosotros y me había dejado su mano marcada con pintura en mi cara para después salir corriendo mientras se restregaba lo que le quedaba de pintura en su rostro y en su ropa. Lo último que vi antes de perseguir a ese pequeñajo fue la dulce sonrisa del joven Hokage.

No sé cuánto tiempo estuvimos así, jugando gato y al ratón, porque eso parecía creer Fugaku que era, pero parece que fue mucho tiempo porque había empezado a oscurecer y Naruto ya no estaba allí. Cuando por fin le acorralé, le atrapé entre mis brazos y le coloqué un sello por si se me volvía a escapar poder cogerle al instante. Me sentí estúpido por no haberlo pensado antes, me habría ahorrado muchos problemas ese día.

Creo que el pequeño Fugaku estaba tan agotado como yo porque en cuanto lo tuve entre mis brazos, apoyó su cabeza en mi pecho y se quedó dormido al instante. Con paso lento, me aproximé hasta el sillón, me tumbé en él, cerré los ojos y me dejé llevar por mi agotamiento.

Itachi Uchiha POV

Terminé la misión todo lo rápido que pude para volver cuanto antes a casa. No terminaba de confiar en Minato y deseaba regresar para poder estar con mi hijo. Estaba frente a la puerta de mi hogar y la abrí. Ningún sonido llegó hasta mi oído, no se escuchaba nada lo cual me inquietó, no sabía si eso era una buena o una mala señal. Me apresuré en entrar en mi casa y cuando llegué al salón me quedé paralizado al ver el completo desastre que reinaba allí. Papel por todos los lados, pergaminos desenrollados por el suelo, sillas tiradas, pinturas en las paredes y en los muebles, sellos por todas partes... ¿Qué diablos había pasado allí?

Sentí la furia recorrer cada rincón de mi cuerpo, cuando pillase a Minato iba a torturarlo de forma lenta y cruel, pero primero le haría limpiar ese caos y pagarme la pintura que necesitaría para quitar las manchas de las paredes y los muebles nuevos.

Oí unas respiraciones tranquilas que provenían del sillón y me acerqué hasta allí. Vi a mi hijo y a Minato durmiendo plácidamente pero mi ira se desató cuando vi el sello en mi pequeño. ¡Maldito sea! ¿Ahora le daba por tatuar a mi hijo? Estaba a punto de despertar a Minato para echarle una buena bronca cuando la voz de mi hijo me desconcentró.

- Uta Nato, güeno – susurró entre sueños estrechando sus brazos alrededor del cuello de Minato.

- Así que te gusta y te parece bueno, ¿eh? - dije en voz baja para no despertarlos.

Una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios tras observar detenidamente a esos dos. Se veían realmente adorables y tiernos así, durmiendo abrazados y llenos de pintura infantil. Llevé mi mano hasta el rostro de Minato y le aparté un mechón de su cabello rubio, analicé cada detalle de ese hermoso rostro y no pude evitar acariciar sus labios con la yema de mis dedos, me apetecía volver a probarlos. Acerqué mi cara a la suya y cuando estaba a punto de volver a besarle, Fugaku estornudó y me alejé rápidamente con el corazón desbocado. Cerré los ojos e intenté tranquilizarme, miré a ambos y temblaron ligeramente, supuse que debían tener frío.

Fui hasta mi habitación para coger una sábana, volví al salón y tapé a ambos para que no pasaran frío esa noche. Al final, parece que me había preocupado por nada, a pesar del desastre causado en mi casa, Minato había cuidado bien de mi hijo y éste le había cogido cariño. Me quedé un rato más observándoles antes de ducharme e irme a dormir.

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