Cap.2: El Ascenso
La fría celda no era más que cuatro paredes de hierro, herméticas; unas lámparas empotradas en el techo iluminaban solo lo justo, dándole un aspecto de penumbra sepulcral. Conductos de ventilación navegaban por el suelo, permitiendo que entrara el aire fresco desde las profundidades.
Me arrimo a la esquina con la escasa fuerza que me queda, y reposo mi cabeza en la dura pared. No puedo creer todo lo sucedido, la mano derecha de mi padre, el general Cruz, principal líder de nuestras fuerzas nos ha traicionado. Pero ¿cuál es su objetivo?, ¿por qué está haciendo esto? No puedo con tantas dudas en mi cabeza, solo tengo que buscar una manera de salir de aquí y salvar a mi padre.
–Te encuentras bien– me dice la muchacha.
Estaba tan consumido en mi mente que olvido por completo que tengo compañía.
De rodillas junto a mí se encuentra ella, su expresión es solidaria, aunque noto cierto temor en su timbre de voz. No era más que una chica baja de pelo dorado, su piel suave y tensa le da un toque de belleza, la palma de su mano descansa en mi hombro, pero yo la aparto enseguida.
Intento hablarle, pero el artefacto que tengo en mi boca no me deja pronunciar ni una sola palabra cada vez que mis cuerdas vocales se esfuerzan.
–Si quieres podemos desactivarte el silenciador, solo tomará unos segundo y Hans puede hacerlo–me dijo señalando a uno de los muchachos en el otro lado del cubículo.
Sigo con la vista su mano hacia el otro extremo del calabozo. Hans era un chico de complexión delgada y piel morena, su seriedad le da un toque inteligente, aunque imponente. No sé si confiar en ellos, son completos desconocidos para mí, a pesar de que somos de la misma ciudad.
Casi al instante una sombra sale disparada entre las tinieblas y se aproxima a nosotros. Es el otro joven, la escasa luz de la lámpara solo me permite ver su rostro a esa velocidad; está enfadado.
–No hables más con el kiara–dijo en tono muy molesto–no le debemos nada–pronuncia las palabras mientras levanta a la chica de un tirón.
–Tenemos que ayudarles Nate–le contesta zafándose enseguida–él es nuestro futuro gobernante–replica Kiara.
–No–su tono fue definitivo–no sabemos en qué problemas está metido si decidieron dejarlo aquí–prosigue.
–Nunca lo sabremos sino lo ayudamos a quitarle el silenciador–arremete ella.
–Has lo que quieras, pero no me incluyan en esto–termina la discusión y da la vuelta por donde vino.
Terminada la contienda entre ellos intente levantarme poco a poco a pesar de mi adolorido cuerpo, pero el tira de mí y caigo. No necesito ayuda de nadie, yo solo puedo con todo. Me recompongo, pero requiero descansar, aunque los dos jóvenes, Kiara y Hans se aproximan a mí y se sientan en frente.
–Deja que Hans te ayude–me dice la chica, pero yo le niego con la cabeza.
–Por favor–me suplica–él es aprendiz en el departamento de tecnología, puede desactivarlo.
Aunque mi orgullo quiere mantener firme mi respuesta, me apura tener voz, así que le confirmo con un gesto que pueden ayudarme.
Hans se arrodilla ante mí, noto que de su bolsillo derecho saca algo metálico y con forma alargada. Con su otra mano presiona levemente aquel objeto extraño y de uno de sus costado aparece un cuchillo pequeño. Su filo es evidente, la pequeña hoja plateada brillaba con el movimiento.
–No te muevas–me dijo– voy a desactivar el circuito eléctrico para que se valla cerrando la cápsula.
Simplemente confío en su experiencia y me relajo. La punta afilada se adentra en mi boca rosándome los labios, trate de abrirla lo más que pude permitiéndole que trabaje con buena área. Siento un ajetreo dentro y un pequeño clips; se desparraman varios componentes que al tacto con mi lengua parecen ser cables. El muchacho tira de uno y me sacudo un poco, me siento como esas veces que iba de niño a la enfermería para que me revisaran los dientes. Un segundo movimiento de su cuchilla hace estallar otro clips y el aparato se encoge lentamente hasta poder sacarlo totalmente.
El dolor de garganta fue inmediato al extraerme el huésped, trago saliva y mejora un poco, pero aun así el daño está hecho. Los dos muchachos se recomponen y se levantan, me extienden una mano y me ayudan a hacer lo mismo.
–Gracias–le digo afónico mientras me paso la mano por el cuello.
– ¿Por qué estás aquí?– me pregunta Hans.
Les explico todos los sucesos que marcaron la ruta por la cual llego ahí, no me salto ni un mínimo detalle. Mis compañeros de celda se quedan atónitos a medida que relato mi historia con voz desnivelada, su cara de asombro se hace más evidente a medida que me voy acercando al final.
Finalice y un silencio absoluto queda prendido en el aire.
–Tienen que ayudarme a salir de aquí–les digo con afán.
–Ya lo hemos hecho–comienza Hans–te regresamos la voz, de ahora en adelante es asunto tuyo lo que pase en la ciudad. Nosotros ya tenemos bastantes problemas por el cual mantenernos ocupado.
–Vámonos–le dice a Kiara y los dos regresan junto al muchacho restante.
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Llevo varias horas desde mi cautiverio, doy vueltas por todo el calabozo buscando alguna manera de salir, pero soy consciente que no hay ninguna. La presión de Apsú es de máxima seguridad, nadie nunca ha escapado de ella, pero me apura tener la mente ocupada en algo. Recuerdos de mi padre, solo y malherido me atacan constantemente, las lágrimas por la impotencia afloran en mis ojos. ¡Tengo que salir de aquí!, me repito constantemente, mientras que los espectadores me observan como búhos en silencio.
Un sonido en la puerta causa que me espabile, me acerco a ella y de un tirón se abre. Dos guardias totalmente diferentes a los primeros que me dejaron se asoman cuidadosamente. Me echo para atrás y mis puños se tensan, los aprietos tanto por la ira que puedo notar gotas de sangre deslizándose por mis nudillos. Estoy esperando por ellos, como en el entrenamiento, espero que sea mi atacante el primero en dar un paso en falso.
–Te llevaremos ante el general–dijo uno, que no es mucho más joven que yo.
–Yo puedo ir solo–les contesto rudamente.
–Vendrás con nosotros y seguirás todas las instrucciones si quiere ver de nuevo a su padre– amenaza su compañero.
No tengo más remedio que aceptar sus términos, se abalanzan sobre mí y me llevan las manos hacia atrás de mí cuerpo, presiento un artilugio frío al contacto con ellas, me estaban esposando. Mantengo la calma a pesar de que deseo golpearlos, sacarlos a patadas de ahí, pero pienso en mi padre, tengo que volverlo a ver, mi ataque puede esperar por la oportunidad.
Me sacan fuera y cierran la puerta de la celda número 16 olvidando a sus otros habitantes. Nos encaminamos por el pasillo hacia el elevador, pienso en las infinitas formas de zafarme, pero no, antes tengo que lograr contactar con mi padre, tengo que saber si está bien. Nos aproximamos al elevador y nos detenemos.
–A partir de ahora no podrá ver nada–dijo el más joven.
Entre sus manos se encontraba una tela negra, lo que al parecer es una bolsa. Espera unos minutos antes de hacer cualquier movimiento y lo miro fijamente. Levanta la bolsa y me la pasa por encima de la cabeza hasta cubrirla por completo, dejándome totalmente a oscuras.
Mis ojos aún están abiertos, pero simplemente estoy cegado. Un empujón me obliga a continuar avanzando, mientras el chasquido de las puertas metálicas del elevador se escucha a lo lejos. Me apoyo en mis otros sentidos, mis oídos captan todo el exterior, nuestras pisadas al andar y el crujir de los conductos de ventilación.
El cambio brusco del desnivel terrenal me avisa que nos adentramos en la jaula de hierro. El sonido de 2 toques en los botones me advierten que subiremos de nivel y con un pequeño salto el mecanismo se puso en marcha.
En el interior del saco todo sigue igual, la oscuridad premia el lugar, el aire caliente expulsados desde mis pulmones bañan toda la atmósfera alrededor de mi cabeza. Los soldados me sujetan más fuerte de los brazos y nos detenemos totalmente.
Presiento que estamos en la primera planta, eh contado mientas subíamos 2 pisos, así que era evidente que estamos en el eje central de Apsú. No escucho más nada que los ruidos comunes provocados por nosotros, todo lo demás está en un completo silencio tenebroso. Seguimos caminando mis captores y yo pocos metros hasta detenernos.
–Hay pasos de escaleras en frente–me dijo pegando su boca al saco y este a su vez a mi oído.
No sé qué está pasando, todo lo que oigo al rededor me parece ilógico, el centro de la ciudad debería estar atestado de gente, ¿por qué no puedo escuchar a nadie?, intento encontrar el primer escalón con el pie, hasta que choco con él, subo el primero y ya mi mente se va adaptando con la altura de los otros. Solo 7 simple escalones y estoy sobre lo que a mi entender es una plataforma, los soldados que subieron junto conmigo me llevan unos pasos más a ya.
–Quédate quieto–susurra una voz conocida desde mi espalda.
De repente algo me sujeta el cuello, el frío de aquello se apoderaba como garras, me sujetaba cada vez más fuertes, a la medida que se ajustaba en mi cuello solo lo exacto para dejarme tragar. Un clips proveniente de atrás hace terminar aquel extraño momento.
Sigo sin escuchar nada, ni siquiera esa voz conocida trina de nuevo, los soldados no se apartan de mí ni un momento y la oscuridad reina en mis ojos abiertos.
Me arrancaron el saco a toda velocidad hacia arriba, mis pupilas se dispararon, dilatándose al contacto de la Luz, un par de parpadeos más y las imágenes de mi entorno se enfocaron.
El pánico corre por cada arteria de mi interior llevándolo a todos mis músculos. Lo que mis ojos presenciaban era inaudito, estoy en una plataforma de no más de 1metro y medio de altura y después de ella un mar de ciudadanos en posición firme, bañados en blanco bajo la luz de la luna que se cuela por la cúpula. Se mantienen callados, sus rostros asustados no hacen más que mirarme en lo alto. A unos 15 metros de mi hay otra plataforma, una gran maquinaria está sobre ella, que a lo lejos forma la figura de un cuadrado cilíndrico.
Miro todo a mí alrededor, una extensa hilera de militares como peligrosas águilas se encuentra apuntando con armas a los ciudadanos desde los bordes del comienzo de la cúpula, cerrando un círculo perfecto. A mi derecha está la plataforma más alta; esa donde debería estar hoy celebrando mi asenso, en cambio el General Cruz se encuentra de pie junto con dos más, mirándome inexpresivo y dominando todo el lugar.
Mi pánico se convierte en odio, quiero atacarlo, me lleno de energía y me impulso hacia delante. Los guardias me sueltan, pero no avanzo mucho, el artilugio que tengo de collar me lo impide.
–Yo tu mejor no hago eso– las palabras suenan burlonas y aparece Kuno en mi campo de visión.
Está vestido con el traje de ceremonias militar de la ciudad, un conjunto de pantalón y camisa blancos de franjas con formas irregulares, dándole un porte imponente igual que el general.
–Kuno, por favor tienes que ayudarme–le suplico a mi amigo en voz alta para qué mes escuche, el sin embargo se voltea a la muchedumbre.
–Habitantes de Apsú–Le grita enérgico a las masas–aquí les presento a su gobernante–y me señala.
Todos se quedaron en total conmoción, nadie pronunciaba ni un solo chasquido, mientras mi amigo caminaba al otro es extremo de la plataforma.
–En serio no van ni aplaudir un poco en el día más importantes de sus vidas–pausa y la tensión es cada vez es mayor.
–Que les parece si les doy un incentivo– dijo.
–¡Guardias!–grita.
Detrás de la plataforma con maquinaria que tengo en frente, surge una persona con dos guardias a sus costados, tiene el mismo saco negro cubriéndole el rostro como el que tuve y la ropa de su vientre esta manchada de sangre. Se detienen en medio de la plataforma y le ponen un collar, una cuerda de aluminio viene sujeto en él y se empotra en la estructura cilíndrica. ¡Era una orca!, ¡nos iban a ejecutar! a ese hombre y a mí.
–Pueblo–comienza Kuno–Volteen y observen lo qué pasa cuando a partir de ahora desobedezcan las órdenes de su general.
Los ciudadanos muertos de pavor miran la segunda plataforma. El soldado que estaba al lado del hombre le quita el saco permitiendo ver su rostro.
– ¡Papá!–grite al ser revelada la identidad del hombre.
– ¡No por favor, déjenlo ir!–mis lágrimas corrieron– ¡SUÉLTENLO!
Un simple gesto de Kuno y el guardia tiro de una palanca pegada a la maquinaria, unas compuertas se abren rápidamente debajo de mi padre y su cuerpo se desploma dejándolo colgado del cuello.
– ¡Noooooo! Papá, Noooooo.
Mi respiración se entrecorta, me tiembla el cuerpo, trago amargamente mis lágrimas, tengo espasmos, mi llanto se escucha en todo el lugar, el lamento moribundo de un alma vacía, acabo de ver la ejecución de mi padre.
–¡Desgraciado!–le grito a Kuno–me la vas a pagar.
Me agito desenfrenadamente pidiendo a gritos que me suelten, me muevo intentando patear ya que tengo las manos amordazadas en mi espalda. Siento odio, rabia, la sangre de mis enemigos deseo, pero dos guardias me acogen en cada lado, casi no pueden conmigo, hasta que me sujetan bien.
El que era mi amigo se pone en frente de mi, solo nos separa pequeños pasos, su rostro frío marcado por una cicatriz que le desciende atravesando el ojo parece sin ninguna emoción. Intento acercarme pero los guardias no me dejan mover, sus ojos grises como el metal se clavan fijamente.
–¿Por que?– le pregunto casi sin aliento.
–Supongo que nunca lo sabrás– dijo mientas le hace seña al guardia.
Forcejeo con los guardias, pero detrás de mí ya se escucha el crujir de la maquinaria, ellos me dejan solo y el piso desaparece dejándome en caída. La cuerda se tensa y siento una gran presión en el cuello mientras descenso.
Después de unos segundos caigo al suelo. Abro los ojos con el impacto y estoy vivo.
–Rápido no hay tiempo–me dice kiara con una gran pinza de corte en sus manos.
Engancha la pinza por encima de mi cabeza y corta la soga aluminosa. Miro hacia arriba y observo a Kuno sorprendido. Estamos en un pasillo por debajo del suelo de la plataforma. Un gran agujero está abierto en ese suelo permitiendo que los cables eléctricos de las orcas bajen por él y se alimenten de electricidad en este pasillo.
–Después te explicaré–dice la chica y tira de mi mientas se escucha gritar a Kuno ¡Encuéntrenlos!
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