Capítulo 43
Toma mi mano y tira de mí con entusiasmo hacia el interior del local, jalándome quizás con más fuerza de la necesaria. Sus ojos recorren cada rincón como un niño al entrar a una juguetería y me encantaría que empiece a chillar de la emoción pese a que tengo certeza de que eso no sucederá. Me dejo guiar por el pasillo que rodea las salas de juegos sonriendo como una tonta porque estoy segura que no hay nada más bonito que ver a Milo tan contento. Por ello, no me quejo por ser tratada como una muñeca de trapo, entiendo su felicidad y la comparto. Recuerdo que cuando llegamos con Ximena por error a este salón actué de manera similar.
—¡Esto es asombroso! —exclama, aún asimilando el espacio que nos rodea.
—Bueno, ¿qué puedo decir? —Me encojo de hombros con aire de superación—. Soy muy buena ideando citas.
—Esto ha sido pura improvisación, no intentes mentirme, Pop. —Sonríe y no puedo evitar hacer lo mismo—. Pero ¿sabes qué? Me encanta.
Sus ojos buscan los míos y puedo detectar un brillo único en sus ojos. Felicidad. Milo se ve feliz, como realmente feliz por primera vez desde que por error o cosas del destino terminó encadenado mágicamente a mí. Sus labios se han curvado en una pronunciada sonrisa, sus mejillas han adquirido un leve tono rojizo luego de la caminata por la ciudad y sus ojos dorados me enloquecen de una manera que no creí posible. Siento la necesidad de elevar mis manos y acariciar su rostro, aunque me contengo al último segundo.
—¿Por dónde quieres comenzar? —le pregunto con tranquilidad, uno de los dos debe ser el adulto responsable.
—No lo sé. Quiero hacer todo.
Asiento, de nuevo entendiendo cómo se siente.
—Iré a pagar las fichas para jugar —le hago saber sin apuro—, decide un juego y te prometo que no nos iremos hasta que hayas probado cada uno.
Intento alejarme de él, soltar mi mano de la suya para comenzar a caminar; sin embargo, su agarre me detiene. Con un rápido movimiento, tira de mí hacia él y antes de que pueda reaccionar, me doy cuenta que me está abrazando. Ha dejado ir mi mano y me ha rodeado el cuerpo con sus brazos, su cabeza está cerca de la mía y su cuerpo se siente cálido y seguro. Su perfume costoso me envuelve y cierro los ojos de manera automática a la vez que elevo los brazos para devolverle el abrazo. Mi corazón se salta algunos latidos cuando descansa su mejilla sobre el tope de mi cabeza.
—Gracias. —Su voz es apenas un susurro, audible sobre el ruido del lugar.
Su aliento caliente roza mi oreja y un escalofrío me recorre la espina dorsal en respuesta.
Me deja ir después de un corto tiempo, a pesar de que podría haber permanecido entre sus brazos por el resto de la eternidad. Mi cuerpo se siente frío sin su contacto, como si algo esencial le hubiese sido arrebatado. Sacudo mi cabeza para despejar mis emociones y con pasos rápidos camino hacia la cabina de la entrada recordándome por qué estamos aquí. No tardo en pagar por pases completos y unos pocos minutos después me encuentro al lado de Milo una vez más, ahora se encuentra observando con una sonrisa el salón de escondidas a oscuras.
—¿Cómo funciona esto? —quiere saber.
—Oh, es bastante sencillo. Hay dos grupos: los buscadores que son parte del personal y los que se mantienen ocultos que son los clientes —le explico—. Si hay mucha gente interesada en jugar, el personal del local no participa. Te dan unos zapatos que no hacen ruido y un auricular. Por el audífono te dan órdenes, indicándote donde debes moverte para estar a salvo. Si demoras en seguir sus consejos, las luces de tus zapatos se iluminarán para indicarle al resto donde te encuentras. Si se encienden las luces, debes correr por tu vida, aunque, bueno, es probable que te choques con algún obstáculo. Si alguien te toca, has sido cazado y, por ende, has perdido.
—Estupendo.
—¿Quieres empezar por aquí? —le pregunto entusiasmada por la idea—. Creo que hay un grupo formándose.
Asiente con la cabeza y, por la sonrisa en su rostro, noto que ya se está divirtiendo.
Destinamos las próximas horas a divertirnos en las diferentes salas. Los juegos no duran más de quince minutos por lo que es fácil recorrerlos en poco tiempo. Sin embargo, para cuando terminamos, la noche ha hecho acto de presencia despidiéndonos de la luz solar y el hambre comienza a llamar. Bajo las capas de ropa, estoy un poco sudada lo cual es lógico porque no he dejado de moverme de lado a lado y creo que he hecho más ejercicio que en los últimos cinco años. La sonrisa en mi rostro es imborrable, he pasado una de las mejores tardes de mi vida; incluso me atrevo a decir que la mejor tarde de mi vida.
—¿Qué quieres cenar? —indaga mientras caminamos hacia el área de comida.
El rostro de Milo luce como el mío: un poco acalorado, con una profunda sonrisa que tira hacia arriba las comisuras de su boca y una mirada alocada y llena de diversión. Su cabello está desordenado y temo que el mío también lo esté, después de todo es una cita y no quiero lucir tan mal.
—Pizza —contesto sin dudar.
—Me parece una buena opción. Yo invito la comida.
—Buscaré donde sentarnos.
No es una tarea difícil hallar mesa, el lugar se encuentra próximo a cerrar y somos pocos los que quedamos. Me siento cerca de la ventana que brinda una linda vista hacia el jardín, es una pequeña zona verde donde en verano también hay mesas y un área para realizar picnics. Ahora mismo es un lugar oscuro y frío, pero la leve sensación de aire fresco que se cuela por la ventana me ayuda a dejar de transpirar.
Milo no tarda en volver, lleva en sus manos unos vasos con refresco de cola. Deposita la bebida sobre la mesa y toma asiento a mi lado. La mesa tiene dos sillones largos enfrentados para brindar lugar a cuatro personas por lo que no es necesario que compartamos el espacio, aunque no me quejo de su cercanía.
—Nos traerán la comida en breve.
—¿Te divertiste? —curioseo, muerta de curiosidad por saber su respuesta.
—¿Bromeas? —Enreda su mano en su cabello, alborotándolo aún más y convirtiéndose en el ser más atractivo del planeta—. Nunca me había divertido tanto. No olvidaré esta rara cita.
Río por lo bajo, contenta por saber que he logrado mi cometido.
—Me alegra saber que he dejado una marca en tu helado corazón —lo molesto—. Si es que tienes uno.
Blanquea los ojos de manera exagerada.
—Has sido mi mejor ama —me asegura con naturalidad—. No te olvidaré tan rápido.
El estómago se me revuelve de manera agradable, como si tuviera mariposas en su interior. Aunque también, siento algo pesado allí mismo porque no puedo evitar pensar en lo que sus otros amos le deben haber hecho.
—Intentaré no olvidarte tampoco —digo bajito—. No será tan difícil, has hecho mi vida un desastre.
Me da un leve codazo.
—No podrás olvidarme. Me recordarás hasta cuando no quieras hacerlo. —Una sonrisa de lado se dibuja en sus labios—. Soy encantador y tengo ese efecto en las personas.
—También eres muy engreído.
—No puedo ser perfecto, Pop. No sería justo para el resto.
Deposita su brazo en el respaldar del asiento, casi abrazándome, pero sin hacerlo. Su cuerpo irradia calor y un aroma dulce y varonil a perfume. No me permito temblar al sentirlo cerca ni tampoco recargarme contra él a pesar de lo mucho que deseo hacerlo.
—Entonces, ¿me extrañarás? —quiero saber, un poco tímida porque me asusta saber su respuesta.
Separa sus labios para contestar y mi corazón se detiene esperando una respuesta que podría destrozarlo o darle alas; sin embargo, el camarero nos interrumpe. Deposita una pizza familiar en el centro de la mesa y se aleja con una sonrisa amable. La comida desprende un aroma asombroso y me encuentro cerrando los ojos como un animal hambriento que saborea su presa con anticipación.
Olvidando la conversación, tomo una porción y Milo hace lo mismo; pronto nos encontramos comiendo en silencio y saboreando un manjar de los dioses. Es un silencio cómodo, del tipo que no necesita ser interrumpido con conversaciones sin sentido.
—Tienes algo en la boca, Pop —me avisa.
Llevo una servilleta a mi cara y limpio mis labios. El papel se mancha con salsa y siento mis mejillas arder de una manera tonta. No es la primera vez que me observa comer y mucho menos la primera vez que me mancho frente a él, no soy muy educada al momento de ingerir alimentos, pero el hecho de tenerlo tan cerca me hace reaccionar de manera estúpida.
Su cercanía mi alborota. Todo él lo hace.
—¿Mejor?
—Mejor —contesta con seguridad—. De nuevo eres una persona presentable.
—Gracias. No por el insulto, claramente.
Asiente, restándole importancia.
—Por cierto, sí te extrañaré.
Dejo la porción a medio camino de mi boca, con el queso chorreando hacia la mesa y una cara de desconcierto total en mi rostro.
—¿Lo harás?
Se encoge de hombros.
—¿Tú no me extrañarás? —duda.
—Claro, hemos pasado buenos momentos. Y otros no tanto.
Ríe y eso acaba con mi asombro. Vuelvo a comer intentando no darle tanta importancia a su mirada posada sobre mi rostro.
—Oh, todavía recuerdo cuando llegaste esa primera noche toda enojada porque habías terminado en la cárcel —suelta con un tono de burla y añoranza.
Una carcajada sonora escapa de sus labios y me obligo a no reír con él.
—No es gracioso. Para mí, fue una experiencia traumática —le recuerdo.
—Claro que fue gracioso. Tuviste que llamar a Trudis para que te sacara de la cárcel.
No puedo evitarlo y rompo en risas porque ya no tiene sentido enojarme por el pasado. Viéndolo en perspectiva, fue muy gracioso. Todavía recuerdo con lujo de detalle cuando movía su frasco sin cesar de arriba abajo con la intención de destrozar su casa.
—Nunca me disculpé por ello —murmura.
—No fue tu culpa, ¿verdad? Dijiste que era cosa del universo.
—Sí, pero podría haberte advertido de alguna manera.
Hago un gesto con la mano, restándole importancia al asunto.
—Ya pasó, no podemos volver el tiempo atrás.
—No quiero irme dejando cuestiones sin resolver.
Un pinchazo me lastima el corazón, me duele pensar en su partida.
—Lo dices como si fueras a morir.
—Bueno, cuando vuelva a ser llamado es probable que tú estés muerta. —Su voz es un murmullo que apenas alcanzo a oír—. Me gustaría que aceptaras mis disculpas mientras aún pueda escucharlas.
—Bien, te perdono —digo sin dudarlo, más que nada porque quiero que deje el tema pasar.
Sonríe, pero ya no se refleja en sus ojos.
—¿Algo más que quieras resolver o en lo que pueda ayudarte?
Sus ojos se encuentran con los míos y luego descienden hacia mis labios para volver una vez más hacia arriba. Lo veo morderse el labio inferior con disimulo, un gesto que podría pasar desapercibido si no fuera porque estamos tan cerca. Mi corazón está de nuevo sufriendo las consecuencias de tenerlo junto a mí.
—Bueno, hay algo con lo que puedes ayudarme.
¡Hola, hola! ¿Cómo están?
Yo quiero tener una cita como esta, en especial una con Milo. Y, por supuesto, sentarme cerca de él mientras comemos pizza, jajaja.
¿Les ha gustado el capítulo? ¿Qué esperan que suceda?
Muchas gracias por leer, votar y comentar. Gracias por el apoyo.
Les deseo una hermosa semana.
MUAK!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top