Capítulo 36
Mi reacción es impulsiva al escuchar la voz de Milo. Estuve rogando que llegara urgente y, ahora, no puedo sentirme más acobardada por su presencia aquí. Sin saber qué otra cosa hacer, le doy un fuerte empujón a Tobias que consigue desestabilizarlo y que dé un paso atrás. Tengo el rostro caliente, probablemente rojo cual tomate, y evito observar el suyo. Sin embargo, no logro hacerlo y encuentro una expresión de desconcierto en sus facciones.
Él tampoco esperaba el empujón.
Su reacción es más tranquila que la mía; se aleja con lentitud, da un paso atrás y luego otro. Lleva sus manos hacia su cabello y lo jala con frustración. Observarlo me produce sensaciones que no entiendo, una mezcla de tristeza y furia, así como vergüenza y anhelo.
Tristeza porque al fin se ha animado a pedirme lo que tanto quería. Furia porque le tomó cuatro años hacerlo y tuvo que verme con otro hombre. Vergüenza porque no puedo creer que haya dejado que se acerque tanto a mí. Anhelo porque, después de todo, una parte de mí lo echa de menos.
Con la poca valentía que tengo, aparto mi mirada de él y la poso sobre Milo.
El genio se encuentra en la puerta, aún con una mano sobre el picaporte y en la otra cuelga una bolsa plástica con comida. Su rostro está contraído, no sé si por enojo, risa contenida o qué clase de sensación. Lo que sí sé es que cuando sus ojos conectan con los míos, siento un escalofrío recorrerme de pies a cabeza. No tarda en avanzar hacia mí, con pasos largos y la mandíbula tensa. Luce amenazante, como un animal depredador en acecho. Se posa a mi lado y lleva su mano libre hacia mi barbilla. Siento que el aire se me ha agotado, como si el oxígeno ya no fuera una realidad, solo una mera ilusión.
Observa mi rostro, estudia cada poro buscando algún signo de malestar; luego, frunce el ceño. No está contento, eso lo puedo adivinar.
—¿Te está molestando, Pop?
Niego con la cabeza. No he recuperado la capacidad para hablar.
—Necesito una respuesta en voz alta.
Su voz es un susurro que suelta en mi oído. Tranquilo, amable conmigo, aunque deja entrever que no lo será con Tobias.
—Estoy bien —me obligo a decir.
Asiente con la cabeza y deja caer su mano de mi rostro no sin antes darle una leve caricia que no hace más que confundirme. El lugar donde sus dedos se han posado permanece caliente, casi como si me quemara, como si dejara una marca imborrable en mi piel. No se aleja de mi lado y, por primera vez en tantos días, me percato de su altura. Me saca una cabeza y sus hombros son el doble de los míos. Luce peligroso de cierta manera, de una manera en la que nunca antes me había fijado.
Tiene el poder del universo en sus manos. ¿No debería haberme asustado eso en un principio?
—Bien, creo que ya puedes irte. —Su mirada se aparta de mí y se posa sobre el muchacho que aún luce desconcertado—. Creo que deberías dejar a mi prometida en paz, Tobias.
—No la estoy molestando —contesta con cansancio—. Hemos tenido una charla muy agradable y nos estábamos poniendo el día antes de que llegaras. ¿Verdad, Daiana?
Abro mi boca para contestar, pero no sale nada. Me quedo en silencio, muda, de pronto mis cuerdas vocales han dejado de funcionar y me dejan como una idiota. Quizás, después de tanto drama, he perdido la capacidad para expresarme.
—¿Pop?
Tengo dos pares de ojos sobre mí, la atención de dos personas que pesa sobre mí y me saca la respiración. Una mirada azul y penetrante que conozco a la perfección, y una mirada dorada que puede quitarme el sueño sin problemas. No sé a quién mirar, no sé sobre quién posar mis ojos y mucho menos a quién darle la razón.
¿Tobias está molestándome? Bueno, diría que es mucho más complejo que eso. Él estaba volviéndome loca, quería golpearlo y besarlo a la misma vez. Ahora, con Milo a mi lado, ya no estoy segura de qué está sucediendo. Nunca me había imaginado a mí misma en una situación similar.
—¿Pop? —repite mi ex novio con cierta burla—. ¿Qué significa eso?
—Es un apodo, genio —le responde con prepotencia.
—Creí que no te gustaban los apodos, Daiana. Que eran algo que usaban las personas tontas.
—Bueno, ya —exclamo, exhausta.
Por fin encuentro mi voz y sale casi como un chillido agudo. Me aclaro la garganta de manera inmediata porque alguien tiene que terminar con toda esta situación. Este raro reencuentro, la interrupción y ahora una competencia fálica.
—Si ya has dicho todo lo que querías, T —digo con cansancio—, puedes irte. Tengo muchas cosas para hacer y estoy esperando a un cliente.
—Bueno, no he venido solo para hablar y ponernos al día —suelta Tobias volviendo a su inexpresividad habitual—. Aunque me ha hecho feliz verte, claro, pero la verdad es que yo soy tu cliente. —Se encoge de hombros.
¿Qué demonios?
—¿Qué?
La voz de Milo expresa todo el desconcierto que estoy sintiendo.
—Un cliente importante del banco me pidió que viniera a ver la tienda —explica, ahora acompaña su rostro inexpresivo con su voz seria y profesional—. Estoy evaluando la infraestructura del lugar.
—¿Para qué? Se supone que el cliente viene para ver un libro.
Niega con la cabeza y esconde sus manos en los bolsillos de su chaqueta. Siento que la sangre se me hiela, tengo miedo porque sospecho lo que va a decir. Sospecho qué está sucediendo y no me gusta.
—Mi cliente quiere comprar la tienda —confirma mis peores temores.
—¿Gertrudis venderá la tienda?
Mi vida es similar a una pesadilla sin fin. Un romance fallido, una carrera de actriz sin frutos, un genio milenario, malos deseos y ahora esto. ¿Gertrudis venderá la tienda? Sí, es cierto que se lo hemos recomendado un centenar de veces, pero ella siempre lució tan decidida a no dejar ir la última parte que le quedaba de Erick. Me había asegurado que la única manera de dejar la tienda era en un cajón fúnebre; sin embargo, aquí está Tobias. Y por mucho que me cueste hablar a su favor, Tobias no es mentiroso.
—Lo está considerando, sí. Su hija la ha hecho evaluar y se encuentra en el mercado escuchando ofertas —me informa sin tacto—. Mañana daré una buena oferta, tal como lo ha solicitado mi cliente.
—¿Mañana? —repito con el pánico recorriendo todo mi cuerpo.
—Sí, pero si aceptan la oferta, la tienda no se transferirá hasta dentro de un mes. Tienen que vaciarla y... —Su mirada encuentra la mía de nuevo—. Y todavía tienes que encontrar un lugar donde vivir.
Un fuerte pitido se apodera de mis oídos, mis extremidades se ponen blandas y temo que voy a desmayarme. Me recargo sobre el cuerpo de Milo, utilizando mi mano para equilibrarme e intentar encontrar una manera de digerir esta noticia. El mundo me da vueltas.
—Bien, ya viste la tienda —lo corta Milo con su tono malhumorado—. Ya puedes irte.
Tobias no parece sorprendido por la actitud del genio y asiente. Da un último vistazo a la tienda, terminando de evaluar los detalles, y luego me mira a mí mientras camina con dirección a la salida.
—Piensa lo que te he dicho.
Dejándome con mil preguntas bullendo en mi interior y el mundo de cabeza, se aleja.
Hola, gente bonita. ¿Cómo están hoy? ¿Qué tal los trata el verano/invierno?
Este capítulo tiene noticias importantes y shockeantes. ¿Trudis venderá la tienda? ¿Qué opinan ustedes?
Muchas gracias por leer, votar y comentar. Gracias infinitas por su apoyo.
Les deseo un bellísimo día.
MUAK!
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