Capítulo 31
Podría desmayarme sin problema en segundos.
Miro mi reflejo en el espejo del reducido baño, solo puedo ver mi rostro y parte de mis hombros, pero es suficiente para darme cuenta que me estoy esforzando más de lo normal. Llevo el cabello suelto, lo he dejado lacio y creo que es la primera vez que Milo me verá peinada desde que apareció de la nada en la oscura tienda. No sé muy bien qué vestir, él nunca dijo a dónde iremos y eso me irrita porque necesito tener toda la información completa. Imagino que no saldremos muy lejos porque tendríamos que ir a pie y afuera diluvia, es por eso que llevo unos pantalones vaqueros oscuros que se ajustan a mis piernas en las partes adecuadas, una camisa sencilla blanca con flores pequeñas de color azul y un cárdigan de lana sin botones que creo que es gris. Me he puesto botas porque mis zapatillas están sucias y porque uno no va a una cita en zapatillas, creo.
No he tenido una cita en años y mis salidas con Tobias no pueden denominarse exactamente «citas» porque eran a escondidas. Temo meter la pata por no tener experiencia y, a la misma vez, me regaño por siquiera darle importancia al asunto.
Muerdo mi labio con nerviosismo y acerco la brocha de la máscara de pestaña a mis ojos. Nunca he sido buena maquillándome y esa es la razón por la cual decido hacerlo simple: pintar mis pestañas, tapar las imperfecciones de mi rostro con corrector y un poco de brillo labial. Me veo distinta y me siento distinta. Ha pasado tanto en un mes que parece imposible.
—Tú puedes —me susurro en un intento desesperado de darme aliento—. Es como cualquier otro chico que conoces. Imagina que es T, bueno mejor no imagines que es Tobias porque sería muy raro. Imagina que es un amigo porque eso es lo que son. Son amigos. Esta es una cita de amigos. ¿Los amigos siquiera pueden tener citas?
Dios, he perdido la cabeza. Le estoy hablando a mi reflejo; sin embargo, me ayuda a tranquilizarme. He intentado no pensar en el tema porque cierto genio puede leer mis pensamientos, pero hablar en voz alta es seguro porque no estoy razonando lo que digo, solo suelto lo que siento.
—Milo es un muchacho común y corriente. Solo el universo sabe cuántos años tiene, pero eso no es importante. Es un muchacho común, que también resulta ser muy guapo, inteligente y divertido. —Noto en el reflejo que mis ojos parecen los de una soñadora y me obligo a sacudir la cabeza para sacarme las ideas de golpe—. Y es un genio. Es una cena de amigos. Punto.
Tres golpes en la puerta me quitan de mis locas fantasías.
—¿Pop, estás bien? —pregunta el susodicho desde el otro lado—. ¿Con quién hablas?
—Sí, estoy bien. Solo estaba hablando por teléfono —miento—. Ya salgo.
—Tu teléfono está aquí.
Mierda.
—Tengo otro escondido en caso de emergencia.
Sabe que miento, aunque no dice nada. M-i-e-r-d-a. Soy la tonta del año. Escucho sus pasos alejándose y me tomo un momento para calmar mis nervios. Suelto el aire contenido en los pulmones y me dedico una mirada de advertencia a través del espejo. Cabeza en frío, Daiana. Es un amigo. Solo un amigo.
Después de una eternidad, abro la puerta y encuentro el departamento vacío ante mí. Doy unos pasos hacia el centro de la sala, donde puedo ver con facilidad el resto del monoambiente y busco a Milo con ojos rápidos. ¿Dónde se ha metido? Estaba aquí hace solo unos minutos.
Un sonido ahogado se escucha a mi derecha y pronto el cuerpo del genio aparece a mi lado. Chillo a causa del susto y pierdo el equilibrio como la idiota que soy. Como si no fuera lo suficientemente vergonzosa la situación, Milo me atrapa antes de caer de culo al suelo y me sonríe desde lo alto con esa mirada de suficiencia que me saca de quicio.
—¿Qué harás cuando me vaya? —se burla—. Vivirás llena de golpes.
—Es muy probable que nadie me asuste.
Frunce los labios, manteniendo su sonrisa.
—Es una lástima, te ves adorable cuando estás asustada.
Me ayuda a incorporarme y le doy un buen vistazo con el mayor disimulo. Me doy cuenta al segundo que no tiene sentido fingir que no lo estoy mirando porque puede escuchar mis pensamientos. Así que hago lo que me place y le doy una buena mirada, mis ojos lo recorren de pies a cabeza sin vergüenza porque él también merece saber lo bien que se ve.
Lleva una camisa blanca que se ajusta a sus hombros y roza con delicadeza la piel de su abdomen y espalda. Se ha puesto un pantalón de jean oscuro y zapatos como los que usan los ejecutivos importantes. Su cabello luce húmedo y despeinado como si acabara de salir de la ducha. Porta un reloj de oro en su muñeca izquierda y tiene un anillo diminuto en un dedo de la misma mano. Parece un modelo salido de alguna revista o desfile de alta costura y yo lo estoy viendo embobada.
—Cierra la boca, se te meterá una mosca.
Su mano viaja hacia mi barbilla y su dedo pulgar recorre mi labio inferior. El contacto quema como el fuego y mi estómago se altera por tenerlo tan cerca. Podría estirarme tan solo unos centímetros y besarlo. En su lugar, doy un paso atrás y le dedico una sonrisa falsa al comprender su comentario.
—Bueno, al menos tendré algo de comer ¿no? Dicen que las moscas son nutritivas. —Recorro con los ojos la habitación—. Yo no veo comida aquí, ¿qué clase de cita es esta?
—Podría dedicarte un comentario con doble sentido, pero seré un caballero esta noche. —Sonríe—. No comeremos aquí si eso es lo que quieres saber.
—¿Y dónde lo haremos?
Señala hacia sus pies y llevo la mirada hacia allí sin comprender. No hay nada, tan solo el suelo de madera descolorido. ¿Se refiere a la fría y oscura tienda? Antes de apartar los ojos, noto el frasco de perfume oculto entre el sillón.
—¿Iremos a tu lámpara? —suelto con sorpresa.
—Adivinaste, muy bien.
—¿Por qué? —No puedo evitar fruncir el ceño con confusión—. Creí que la odiabas.
—No la odio, pero tampoco me gusta. De todos modos, es mejor que este lugar. —Hace un movimiento con sus manos dando a entender que se refiere a la totalidad de mi vivienda.
—Dijiste que serías un caballero —lo regaño—. Insultar mi departamento no es un buen comienzo.
—Es verdad. —Eleva las manos como son de paz—. Lo lamento, tu departamento es muy lindo.
—Mentiroso.
Contiene una carcajada y niega con la cabeza.
—¿Estás lista?
—¿Cómo haremos para caber allí?
El desconcierto es latente en mi voz porque, vamos, tengo un millón de dudas. Este debe ser el momento más surrealista de mi vida y eso que estoy a punto de tener una cita de amigos con un genio milenario.
—Con magia, Pop. Eso es obvio.
No puedo contestar, no me da tiempo ni para respirar. En cuestión de segundos, el estómago me da un vuelco y luego otro; la cabeza se me vuelve un revoltijo sin sentido y por un momento es como si todos mis músculos se comprimieran de la manera más horrorosa posible. Sin embargo, no duele. Es una sensación extraña que, por fortuna, termina pronto.
Abro los ojos con asombro, esperando otro tirón o una sensación rara en el cuerpo. Por el contrario, me encuentro con los ojos dorados de Milo; me observa de cerca, buscando algo fuera de lugar. Sus manos se encuentran en mi cintura, casi rozando mis caderas y mi pecho está presionado contra el suyo. La distancia es mínima, si el no fuera más alto que yo, mi nariz y la suya se estarían rozando.
—¿Qué demonios fue eso? —Mi voz escapa entrecortada, es lo mejor que puedo lograr después de lo que acabo de experimentar.
—Lo siento, tenía que meterte dentro y si te avisaba sería peor —murmura con culpa—. Por cierto, ¿qué sentiste? Nunca he traído a nadie aquí.
Doy un paso atrás para poder pensar, aun así, sus manos no caen de mi cuerpo y me pesan de una manera extraña y reconfortante. Tomo una bocanada de aire, intentando ingresar la mayor cantidad de oxígeno a mis pulmones, luego llevo una mano a mi cabeza que todavía me da vueltas.
—Fue como si me dieran vuelta, como cuando tienes la camiseta al revés y la giras para que quede en su lugar —explico sin encontrarle un sentido—. Bueno, en este caso fue como si alguien quisiera que mis órganos quedaran hacia afuera.
Sus labios se curvan en una sonrisa y una de sus manos viaja hacia mi rostro. Acaricia mi mejilla con ternura, de una forma que me hace creer que se me ha dañado el cerebro. Me obligo a tragar con fuerza para procesar la caricia.
—Creo que necesitas algo de beber.
Asiento, de pronto he perdido la capacidad para hablar.
—Toma asiento hasta que te recuperes.
La curiosidad me invade y cuando su cuerpo cálido se aleja del mío recorro el lugar con los ojos. Las paredes son de cemento al estilo industrial como las que he visto en tantos programas de remodelación; el suelo es de madera, ni muy oscura ni muy clara y tiene un brillo precioso. Al igual que mi departamento, se trata de un monoambiente conectado. La sala de estar da con el comedor y la cocina, así como también con la habitación que se encuentra un escalón por arriba de lo demás. Es amplio, como cien metros cuadrados y está decorado de manera elegante pero moderna. Los sillones son negros y tienen cojines de color gris, así como una manta de la misma tonalidad en una esquina. Frente a mí hay un gran televisor de pantalla plana y lo que parecen varias consolas de juego con un sistema de sonido alucinante.
Me dejo caer sobre el sofá que me envuelve como si fuera una nube. Dios, que cómodo es. Apoyo la espalda contra el respaldar y tomo aire para calmarme. El aroma a Milo envuelve toda la habitación, es una fragancia masculina y se siente costosa. ¿Será un perfume real o es parte de su esencia de genio mágico?
—Aquí tienes.
Aparece frente a mí con un refresco de cola en su mano y lo tomo sin dudar. Le doy un largo sorbo y siento como el azúcar hace maravillas en mi cuerpo.
—¿Quieres más?
He acabado el contenido del vaso de un solo sorbo y no me da vergüenza. Asiento en respuesta porque necesito tanta azúcar como sea posible.
—¿Te encuentras bien? —pregunta con preocupación—. Estás muy callada. ¿Te he dañado la cabeza?
—Eres un idiota.
—Ahí está, esa es la Daiana que me gusta. Temía haberte causado una contusión o algo.
—Con contusión o no, seguirías siendo un idiota.
—Bueno, pero uno muy apuesto, ¿no crees?
Antes de retirarse de mi lado, me guiña un ojo. Y creo que podría morir, no por una contusión, sino de una falla cardíaca por lo rápido que me late el corazón.
¡Hola, gente bella!
Hoy les traigo otros cinco capítulos. Espero que los disfruten.
1/5
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