Capítulo 24

Despierto con un brazo rodeando mi cintura y una respiración profunda y cálida acariciando mi oído. Un cuerpo caliente, duro y fuerte se pega a mi espalda, trasmitiéndome una sensación agradable que me hace querer acurrucarme, cerrar los ojos y volver a dormir. El fantasma de mi sueño aún nubla mi mente y tardo en recordar lo que ha sucedido, quién soy y quién es la persona que me abraza.

La luz suave y amarillenta que ingresa por la ventana es un indicativo de que ha amanecido hace bastante y quizás el mediodía está cerca. Tallo mis ojos, desperezándome y con cuidado me deshago del abrazo de Milo. Podría sacudirme, despertarlo y gritarle por tomarse el atrevimiento de tocarme; sin embargo, elijo la paz. Se lo ve relajado mientras duerme, sus facciones de modelo se vuelven suaves y su respiración es lenta. Decido no molestarlo, aunque, por supuesto, tengo un montón de bromas al respecto. Puedo esperar, después de todo, siempre hay tiempo para fastidiar a un genio.

Además, ambos necesitábamos una noche de sueño reparadora después de pasar dos días durmiendo unas horas, viajando de la ciudad al pueblo y descansando poco; por la expresión de Milo puedo entender que él necesita continuar durmiendo. Estiro mi cuerpo para terminar de desperezarme y me dirijo hacia la puerta lo más silenciosa posible. Espero que mis hermanos hayan dejado algo de comida del desayuno porque muero de hambre y con solo pensar en el sabor del pan casero de mi madre se me hacen agua las papilas gustativas.

Como no podría ser de otra forma y porque mi torpeza nunca termino, golpeo mi pie contra la silla del escritorio en mi intento de caminata silenciosa y no puedo evitar soltar un alarido de dolor. Por todos los cielos, duele como el infierno.

—Buenos días para ti también, Pop.

Me trago las lágrimas y los chillidos de dolor. De verdad intenté dejarlo dormir y a él no parece molestarle mi interrupción. Se estira sobre la cama, aún recostado con las sábanas envueltas entre sus piernas; puedo ver un rastro de piel donde su camiseta se eleva separándose de su pantalón de pijama. Trago con fuerza y aparto la mirada en parte por respeto y, sobre todo, porque no quiero que me encuentre mirándolo.

—Lo siento, no quería despertarte solo...

—Solo eres torpe.

—Cambié de parecer, qué bueno que te desperté gritando —lo molesto—. Ya sabes, no tienes que sentirte muy cómo o continuarás olvidando tu lámpara por todos lados.

Una sonrisa adormilada curva sus labios.

—Eres torpe y grosera. Una muy mala combinación.

—¿Qué puedo decirte? —Me encojo de hombros—. Sacas lo peor de la gente.

Unos golpes en la puerta interrumpen su respuesta y no tardo en abrir ya que estoy a pocos pasos. Me sorprende encontrar a mi madre del otro lado, sobre todo porque me mira con curiosidad y hace un rápido escaneo a la habitación sobre mi hombro. Es probable que haya escuchado mi grito y haya decidido ofrecerme su ayuda lo cual enciende una chispa de esperanza en mi interior.

—¿Todo en orden? —pregunta volviendo su mirada a mí.

—Sí, ya estaba saliendo. Lamento haberme despertado tan tarde, estaba agotada luego del viaje.

Salgo de mi dormitorio ya sin tener que ser silenciosa como un ninja y recorro el pasillo con dirección a las escaleras. Mi madre no se ha despegado de la puerta y por un momento temo que entre a regañar a Milo sin razón alguna. Al sentir mi mirada posada sobre ella, se aparta y cierra la puerta brindándole intimidad al genio.

—Tengo algo para ti —admito casi en un susurro.

—¿Otra granja?

Ignoro el sarcasmo en su voz. Me lastima, pero sé que no obtendré nada bueno si continúo una pelea sin sentido. Lo mejor es actuar como si nada sucediera, tal y como hemos hecho toda la vida. Esta familia no habla de los problemas, los ignora hasta que desaparecen.

—Está en la camioneta —digo más para mí que para ella—, iré por tu regalo.

Doy algunos pasos, bajando los primeros escalones cuando su voz me interrumpe.

—¿Daiana? —me llama.

—¿Si? —pregunto volteando hacia ella.

Se ha detenido en la cima de las escaleras y verla desde abajo me recuerda a mi niñez, cuando ella era más alta que yo y las cosas eran mucho más sencillas.

—Me alegra que estés en casa, pero no olvidaré lo que has hecho.

—Claro que no, madre. Tú nunca podrías perdonarme por no hacer las cosas a tu manera.

Sin más que decir, me alejo de ella no siendo capaz de dejar que las cosas solo pasen.



Las gallinas cacarean mientras tomo los huevos frescos que han dejado en un tonto intento de ayudar con alguna de las tareas de la casa. Como es lógico con estos animales medio demonios, no me conocen y desconfían de mí al punto en que una intenta picotearme en un momento de desconcentración; sin embargo, corro la mano con rapidez y le dedico una mirada furiosa. En voz baja le dedico una maldición y recojo el huevo que casi me cuesta un dedo.

Llevo un canasto lleno a pesar de haber comenzado hace pocos minutos, siempre ha sido una de mis actividades favoritas en la granja y nunca pude explicar por qué. Tal vez porque es un reto a mi torpeza, mantener los huevos sanos y salvos es todo un acto de destreza.

Salgo del gallinero bufando poco después, con la sensación de tener una pluma en la boca y chasqueando la lengua intentando expulsarla.

—Siempre he creído que las granjeritas tienen su encanto... —dice Milo, mirándome mientras me acerco a la casa.

Separo los labios para agradecerle, es la primera vez en el día que tiene algo bueno para decir. Por lo general solo se queja de mí, incluso estando en el campo y sabiendo que mi familia está cerca.

—Pero luego te vi y créeme que has arruinado mis fantasías. Eres la granjera menos encantadora del mundo.

Frunzo el ceño y tomo un huevo de la canasta. Sin pensarlo dos veces se lo arrojo no apuntando a su cara porque eso sería cruel, aun así, él se agacha justo cuando el huevo le pasa por el costado y una carcajada escapa de sus labios. Vuelve a apoyarse sobre el viejo tractor como si un huevo estrellado no descansara a su lado, como si tuviera toda la situación bajo su control. Se ha vestido con jeans que gritan Levi's por donde los mires, botas estilo militar, una camiseta blanca y arriba una camisa de leñador abierta. Supongo que cree que así nos vestimos en el campo, quizás en las películas de ven así.

Humedece sus labios al notar mi inspección y lleva las mangas de la camisa hacia sus codos.

—Insisto, siempre puedes tomarme una foto para el recuerdo.

—No me gusta recordar mis pesadillas.

—Bueno, bueno, pero qué manera extraña de coquetear tienen ustedes.

Acomodo mi cabello al observar a Isabella acercarse a nosotros. Luce una sonrisa en sus labios y, a diferencia de mí, se ve descansada y arreglada. Hasta parece llevar maquillaje, lo que me hace ver todavía más desarreglada.

—Hola, prima —la saludo con una sonrisa tensa—. Solo estábamos jugando. Nos gusta sacarnos de quicio para demostrarnos nuestro cariño.

Chasquea la lengua.

—No tienes que mentirme, sé que ustedes no son pareja.

Bueno, eso fue rápido.

—No se preocupen —continúa—, guardaré el secreto. Eso es lo que hace una buena prima.

—Gracias —digo sin más, no tiene sentido llevarle la contraria—. Es importante que mis hermanos no lo sepan.

—Lo que no entiendo es por qué han mentido. Podían decir que eran amigos y ya, se ahorraban dolores de cabeza.

—Es complicado —interviene Milo y no puedo estar más de acuerdo con él.

—¿Eres su sugar daddy o algo así?

El genio ahoga una carcajada y siento mis mejillas arder.

—Claro que no —chillo—. Sólo es complicado y te agradecería que no volvieras a insinuar que me acuesto con viejos.

Milo por fin deja escapar su risa.

—Un sugar daddy no tiene que ser viejo del todo —me explica Isabella con diversión—, ni te tienes que acostar con él sí o sí.

—¡No me interesa!

—Bueno, siempre puedes volver con T si lo que estás buscando es un poco de amor —dice con fingida tranquilidad—. No ha dejado de preguntar por ti desde que se enteró que regresaste a la ciudad.

Ruedo los ojos al escucharla; sin embargo, no puedo evitar sentir una pizca de emoción. ¿T ha preguntado por mí? Eso sí es una sorpresa considerando que no he sabido de él en años y que nunca jamás, de todas las veces que he hablado con mi prima desde que me fui, lo mencionó.

—¿T? —pregunta Milo con duda—. ¿Es un nombre clave?

—T es el ex novio de Daiana —le explica con una sonrisa cómplice en los labios.

El ceño del genio se frunce.

—Creí que no habías tenido novio, que tus hermanos los espantaban o algo así.

—Oh, Tobias fue un amor secreto. —Ríe con diversión y quiero matarla por seguir revelando información—. Fue tan intenso que cuando terminaron, Daiana se fue a la ciudad.

—Sabes que esa no fue la razón de mi partida, Bella.

—¿Tenías novio, terminaron y huiste?

Su voz tiene un tono que no puedo descifrar. Se escucha y ve sorprendido, casi como si no pudiera hacerse la idea de que alguien se hubiese fijado en mí. Intento no sentirme herida ante su asombro.

—No hui por él —insisto—. Ya tenía planeado irme, tan solo sucedió.

—Cierto, el plan era escapar juntos.

Le dedico una mirada de pocos amigos a mi prima con la intención de callarla, aunque la conozco lo suficiente para saber que no será así. No puede mantener la boca cerrada ni un momento.

—Bueno, podrás verlo por la tarde cuando vayas al banco.

—¿Por qué lo vería? —suelto con confusión.

Ni en mis más locos sueños buscaría a mi ex pareja al volver a Valle Verde. Suficiente drama tengo con un genio sarcástico, una madre enojada y una prima chismosa.

—Porque es allí donde trabaja.

No puedo evitar maldecir por lo bajo.

—Iré contigo —suelta el genio con rapidez.

—No es necesario, Milo. Puedo ir sola.

—No era una sugerencia. Iré contigo.

Una vez más, ese tono extraño en su voz. Sus ojos se encuentran sobre los míos y veo una chispa desconocida saltar en ellos. Me obligo a pensar en otra cosa, en abejas, pájaros y flores y no en el hecho de que luce como un condenado modelo ni en lo mucho que me intrigan sus cambios de actitud. Siento la boca seca, como si estuviera en el medio del desierto y trago de nuevo. Necesito despejar mi mente porque él puede oír mis pensamientos y no quiero que sepa que luce bien ni nada de lo que pienso de él.

—Esto se pondrá interesante —susurra mi prima lo suficientemente alto para que los dos podamos oírla.

Yo solo espero que no tenga razón. Necesito un poco de paz.

¿Quién está lista para saber el chisme de Tobias?

4/5

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