Contarlo te libera

Se secó las lágrimas con rabia. No iba a humillarse más de lo que lo hizo los últimos minutos. No entendía por qué eran tan crueles con él, ¿es acaso un castigo por quejarse de su vida?

Ya no le interesa descubrir en qué retorcido lugar se encuentra, ni quién lo trajo, ni porqué. Solo quiere volver a casa. 

Con impotencia miró la hora en el maldito reloj, “11: 59” marcaba la pantalla. Se dio ánimos mentalmente, todavía tenía largas horas por delante antes de regresar a la normalidad, o al menos es lo que quería creer para no caer en la locura.

Retrocedió por el pasillo hasta que una puerta llamó su atención. No lo había notado antes, pequeñas letras estaban grabadas en la madera brillante. Pasó la yema de sus dedos por los trazos, estaba seguro que ninguna de las puertas a las que ingresó tenían inscripción alguna.

Sintiéndolo como una buena señal, abrió la puerta dejándose arrastrar al interior. 

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Sus ojos se abrieron tan pronto sintió los movimientos bruscos. Se encontró con su rostro aplastado sobre una almohada y sus manos tendidas a los lados de su cuerpo, sujetando con fuerza las sabanas de la cama.

Sentía como era sujetado por las caderas mientras un hombre desconocido se empujaba en su interior. Podía sentir a la perfección una gran polla abriéndose en su agujero, escuchaba el obsceno sonido de chapoteo ocasionado por los movimientos. Sus paredes involuntariamente se apretaban, causando placer en quien lo follaba y logrando que soltara roncos gemidos.

Quien los sujetaba empezó a follarlo más profundo, tocando su próstata y causándole placer. Su cuerpo se sentía caliente, el placer lo recorría, gemidos salían de su propia boca en respuesta involuntaria a lo que estaba ocurriendo.

A pesar de ello, antes de que lo notara, empezó a llorar sin consuelo. Sus sollozos audibles detuvieron por completo a quien tenía a sus espaldas. No podía evitarlo, no estaba preparado para algo así, todavía no se recuperaba de su realidad anterior y sus sentimientos estaban lo suficientemente alterados para terminar  haciéndolo estallar.

El otro hombre en la habitación sintió una angustia recorrerle completamente, los desgarradores sollozos le partían el corazón. A través del lazo podía sentir la profunda tristeza y confusión del pequeño en sus brazos.

Rápidamente abandonó el cálido interior, su erección desapareciendo completamente ante la situación. Tomó a su novio y lo volteó, quedando frente a su rostro rojo por el llanto. Su corazón dolorido ante la imagen de lágrimas deslizándose de los ojos de su castañito, mientras estos se mantenían fuertemente cerrados.

—Omega, mírame, ¿qué sucede?— preguntó lo más calmado que pudo. Con una de sus manos limpiaba las lágrimas de la mejilla del pequeño, al mismo tiempo que soltaba su aroma para calmar al contrario.

Gavi se negaba a abrir los ojos, sentía como era manipulado y volteado por el contrario. Lo sintió acariciar su rostro suavemente, lo cual ayudó un poco a calmarlo. Sin embargo, lo que terminó por relajarlo fue el aroma a whisky y canela que invadió el lugar.

Contó mentalmente hasta cinco y finalmente abrió los ojos. Y la identidad del hombre frente suyo lo hizo estallar en llanto de nuevo.

De todas las personas que habitan la tierra, ¿qué probabilidad había de que quién lo viera en su estado más vulnerable fuera un madridista?, peor aún, ¿qué probabilidad de que el madridista fuera nada más y nada menos que Sergio Ramos?

Sergio no entendió porque su Omega volvió a llorar al verlo. Quería que hablara con él pero tampoco iba a presionarlo, esperaría a que esté listo para ello.

Con delicadeza maniobró para recostarse contra la cabecera de la cama, dejando a su novio acurrucado en su regazo. Le acariciaba la espalda de manera reconfortante, mientras dejaba suaves besos sobre su cabeza y tarareaba una dulce melodía.

Gavi se abrazó a Sergio con fuerza, escondió su cabeza en el pecho que desprendía el adictivo perfume de whisky y canela. Lloró por cómo se sentía, por el recuerdo de lo que anhelaba, por la injusta forma en la que se lo arrancaron, por la impotencia de no poder hacer nada para salir de ahí.

No sabe cuánto tiempo estuvieron en esa posición hasta que su respiración se normalizó. Las caricias en su espalda nunca se detuvieron, ni tampoco los susurros tranquilizadores. Tomó valor y se separó lo suficiente para ver el rostro de Ramos. 

—¿Estás bien, cariño?—le preguntó el de barba mirándolo, al notar la falta de calidez en su pecho.

Gavi no sabía que decir, que le respondía a alguien con quien al parecer tenía una relación, cómo le podría explicar sin parecer que había perdido la razón. 

—No quiero hablar de ello— terminó por decir desviando la mirada.

—¿Seguro?, sabes que puedes confiar en mí. 

Y ante el amor que detectó en el tono de voz, no pudo oponer mucha resistencia.

—Si te lo dijera, probablemente pensarás que enloquecí.

—Oh vamos, ¿en serio te preocupa eso?, cuando te conocí ya sabía que la locura era parte de ti— soltó bromista tratando de hacer sonreír al contrario.

Funcionó, una pequeñísima sonrisa asomó en los labios de Gavi. —Si ya lo sabías, ¿por qué sigues aquí?— le preguntó en broma pero con genuina curiosidad.

Sergio sonrió, mirándolo de una forma indescifrable que hacía brillar sus ojos oscuros. —Porque te amo— soltó con simpleza, como quien dice una verdad absoluta, como si asegurara que la Tierra es redonda o que los autos tienen cuatro ruedas.

Y ese fue su punto de quiebre. Esas palabras, esa mirada, esa sensación inexplicable que se extendía por su cuerpo, lo llevaron a dar su salto de fe.

Volvió a ocultarse en el pecho de Ramos, comenzando a relatar los acontecimientos desde la noche en la que todo sucedió.

Le contó absolutamente todo, obviando detalles innecesarios, le contó sobre su lesión, sus problemas para dormir, su despertar, el reloj, las puertas, las historias detrás, sus teorías.

Sergio lo escuchó atentamente, nunca lo interrumpió, ni dejó de abrazarlo contra sí. Gavi se sintió bien, el poder compartir lo que sucedió con alguien más, el no sentirse juzgado por el mayor le facilitó dejar salir todo lo que había guardado para sí las últimas horas de su vida.

Al terminar su relato, la habitación se quedó en silencio. Ambas respiraciones se marcaban en un ritmo lento, por un lado, Gavi a la espera de una reacción a lo que acaba de contar; por otro lado, Sergio procesando la historia que acaba de escuchar.

Unos minutos después, el mayor separó al castaño de su pecho y sujetó su rostro con ambas manos. —Me has contado toda tu historia, pero faltó lo más importante, ¿cómo te sientes?— preguntó observando sus ojos.

Gavi se sorprendió ante aquello, no esperaba que esas fueran las primeras palabras que le dirigiría, no obstante, eran ciertas. No le había contado cómo se sentía al respecto, lo cual fue la razón que causó su llanto y esa situación en primer lugar.

Sintió que las ganas de llorar lo invadían nuevamente. Estaba preparado para que lo tachara de loco, incluso que se burlara de él, pero que aceptara la historia tan fácilmente y que lo que más le preocupara fuera su bienestar es algo que lo superó.

En un impulso le dio un pequeño beso, apenas un roce de labios. Todavía tenía sus sentimientos revueltos y la preocupación del contrario le hacía sentir cuidado.

Volvió a acurrucarse en su pecho para responder. —¿La verdad?, me siento como la mierda. Estoy frustrado, enojado, triste, confundido— dijo trazando figuras de forma distraída en el pecho de Ramos. —Aunque gracias a ti, me siento un poco más tranquilo al haberlo soltado—

Sergio buscaba algo útil que pudiera decirle al pequeño entre sus brazos, sin ocurrírsele nada simplemente lo abrazó fuerte, susurrándole que todo estaría bien.

—Gracias por creerme— le dijo Gavi sintiendo repentina timidez.

—No tienes porqué— le respondió— Puede que no seas mi Gavi, pero somos destinados, en cualquier universo, cualquier vida, creería en ti con los ojos cerrados— terminó por decirle.

Sintiendo como iba a volver a llorar ante la devoción con la que le hablaban, Gavi habló, —¿podríamos acostarnos un momento?, estoy agotado física y mentalmente—

Sergio asintió con delicadeza. Se acomodaron en la cama, de forma que el más bajo acabó con medio cuerpo sobre el suyo, mientras él lo abrazaba por la cintura y le daba pequeñas caricias en el cabello.

—¿Sabes?, la verdad no espere que caer contigo sería algo bueno—. 

—¿Tan malo soy en tu vida?— preguntó con seriedad.

—No somos cercanos en realidad, no hemos coincidido más de lo necesario—.

—Entonces me siento afortunado de que hayas terminado aquí—.

—Eso debería decirte yo, eres increíble. Mi yo es muy afortunado de tenerte, gracias por amarlo— soltó sintiendo sus ojos pesar.

Se acurrucó más cerca de Ramos, dejándose arrullar por los latidos de su corazón y los mimos en su cabeza cayó dormido rápidamente.

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La próxima vez que Gavi abrió los ojos, se encontraba nuevamente en el pasillo.

A estas alturas, era algo que esperaba pero no por ello menos triste.

Miró al frente esperando encontrar la puerta con madera oscurecida, pero ante su vista estaba la puerta brillando en todo su esplendor.

Se acercó hasta tocar la superficie, lo que ocasionó que la puerta brillara con tanta fuerza que tuvo que cerrar los ojos y retroceder un poco.

Pasados unos segundos, regresó la mirada al lugar, sorprendido al ver como en donde antes estaba la puerta, ahora había un espacio vacío de concreto. La puerta desapareció, llevándose consigo la historia dentro.

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Puerta 5:
Genius
Autora: Caroacosta83186

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