Capítulo 9
—Padre dijo que las habían asesinado... —dijo en un susurro, pero sabiendo que su nana lo escucharía—. Dijo que no había quedado nada además de algunas partes de sus prendas.
—Si... es algo que él diría —contesto Minato, en tono frio.
Después de su emotivo reencuentro el doncel había llevado al joven a su habitación. El lugar en donde se encontraban era subterráneo, era todo lo que Tobirama sabia, pero el lugar estaba hecho completamente de madera. Conforme se adentraron más al lugar vio muchas habitaciones, tal parecía que cada vampiro tenía su propio espacio.
Cuando llegaron a una habitación con un símbolo Namikaze fue que pararon de caminar. El doncel abrió la puerta y ambos entraron: adentro había un futón rodeado de pieles de animales, Minato se sentó en el futón con la espalda apoyada en la pared y con una señal le pidió al albino que se acercara a él. Tobirama se sentó a su lado, pero su Nana lo acomodo para que su cabeza quedara en su regazo, después lo arropo con una de las pieles. El Senju cerró los ojos y escucho el suave cantar de su Nana. Lo había extrañado mucho.
No sabían cuánto tiempo había pasado, Tobirama no quería romper el momento, pero necesitaba respuestas. Su cabeza aun estando en una batalla.
—Mi madre no está aquí ¿Verdad? —pregunto.
—No... —respondió simple, pero su tono era de completa tristeza—. Ella falleció ese día que fuimos atacados.
—¿Qué fue lo que ocurrió exactamente?
—No Tobirama... no puedo decírtelo.
—Nana por favor... —suplico el Senju, sentándose mejor y viendo al doncel directamente a los ojos—. Padre dijo que ustedes habían muerto por esos vampiros, dijo que no encontró ningún rastro de sus cuerpos y que en el lugar el mismo se encargó de matar a esos monstruos... lo conozco, sé que si te hubiera encontrado hubiera puesto una estaca en tu pecho... el mintió. ¿Por qué?
Minato lo miro a los ojos, la tristeza y la furia claros en su mirada, aun mas con sus ojos color carmesí. No quería decirle a su pequeño la verdad, dolía tanto recordarlo y era posible que Tobirama no le creyera, pero era terco, al igual que lo fue su amiga y casi hermana. Al menos le debía una respuesta, aunque doliera.
—Habíamos ido de caza un día... —comenzó el doncel, con voz rota. El albino tomo sus manos y apretó—. No había pasado mucho de la masacre Uchiha así que yo la acompañe, ya era tarde y el sol había comenzado a ocultarse. Habíamos estado persiguiendo a un ciervo hasta que algo... o mejor dicho alguien lo ataco.
—¿Un vampiro? —pregunto dudoso Tobirama—. Eso no es posible, ustedes fueron atacados...
—Un año después de la masacre —le dio la razón Minato—. Pero se remonta a mucho antes.
—Nana...
—Solo deja que termine, te contare todo y si no me crees puedes irte —dijo lo último triste, lo que menos quería era que él se alejara. Tantos años observándolo desde la distancia y por fin lo tenía en sus brazos—. ¿De acuerdo?
—Si... —asintió el Senju.
—El vampiro no era nadie más que Tajima-sama... —el albino frunció el ceño—. Cuando tu madre lo vio estaba tan sorprendida, se había comportado extraña desde la masacre desde la historia que conto el pequeño Izuna, debes recordarlo —Tobirama recordó bajamente ver a su madre nerviosa durante ese año, y salía a cazar con su Nana más seguido de lo normal: ambos regresaban cansado o incluso heridos. Por eso creyeron él y su hermano que habían sido atacados, que los vampiros los habían estado acechando—. Tajima-sama nos vio y había salido corriendo, pero tu madre lo persiguió, no podía dejarla sola así que la acompaña. Cuando logre alcanzarla había logrado arrinconar a Tajima-sama en una cueva, ella exigió saber cómo es que estaban vivos... Tu padre nos había dicho que en la masacre habían encontrado el cadáver de Tajima-sama.
—No es cierto... él dijo que su cadáver no fue encontrado...
—Eso te lo dijo a ti —dijo, el tono frio coloreando su voz—. Tajima-sama nos dijo que varios de su clan habían sido convertidos en vampiros. Que la mayoría no habían logrado despertar, incluyendo a su esposa... Que los monstruos que los habían convertido ahora los tenían como esclavos...
—Eso es mentira... ¡Ellos están bien! Incluso están vestidos con kimonos...
—¿Pero al entrar viste a alguien más que no fuera de su Clan aparte de mí? —pregunto tranquilamente el doncel. Tobirama se quedó en silencio recordando.
El Clan Uchiha se destacó siempre por su cabello color carbón, ni siquiera su clan que era conocido por tonos café tenían un tono tan oscuro: cuando entro solamente vio a vampiros con cabello color negro, todos tenían ojos rojos y cortes diferentes, pero su nana había sido el único que tenía un cabello de color diferente. Vio a los ojos al rubio y solo pudo asentir.
—Es por que tu madre les ayudo... —cuando Minato hablo tenía una sonrisa nostálgica—. Esas salidas a cazar eran para matar a todos los vampiros que no fueran del clan Uchiha. Madara debió mencionarte que ningún vampiro puede matar a su creador a menos que tenga su permiso, tu madre no tenía ese obstáculo. Gracias a Tajima-sama supimos quién era su líder y yo y tu madre los estuvimos cazando por un tiempo —al escucharlo Tobirama no pudo evitar reírse un poco.
Su madre y su Nana eran cazadores natos, por parte de su madre mis abuelos le habían enseñado el manejo de la espada y el cuchillo antes de que ellos fallecieran cuando ella aun no alcanzaba la mayoría de edad; con Nana su familia era conocida por entrenar en el arte de la caza a mujeres y donceles por igual, a él le había gustado el arco desde joven y aprendió a manejarlo. Había sido su madre quien le enseño el manejo de la espada y Nana el del arco.
Era por ellos que él era un gran cazador, su padre siempre había estado orgulloso de ese hecho. Su madre le enseño muy bien, siempre teniendo los ojos abiertos, estando siempre alerta y a cuestionarse todo, incluso en la vida.
—Lo mataron.
—Así fue, el resto de clan mataron a los monstruos que lo convirtieron, yo y tu madre ayudamos durante esa lucha. Todos fueron destruidos.
—Pero si eso es verdad ¿Por qué los ataques a la aldea? ¿Por qué ir en contra del lugar en el que antes vivían?
—Porque fue el mismo que los traiciono... —exclamo Minato.
—No... no es posible. Padre los protegió lo mejor que pudo...
—¿Es así? —pregunto, Tobirama solo asintió—. ¿Entonces por qué nadie del clan Senju murió ese día?
—Si lo hizo, con los continuos ataques...
—Pero no esa noche del solsticio de Invierno —dicto y el albino no pudo decir nada—. El clan Senju se encarga de la seguridad del pueblo, ambos sabemos que el Clan Uchiha no celebraba la fiesta de solsticio como el resto del pueblo, ellos tenían su costumbre de quedarse en sus hogares, todos lo sabíamos. Desde el comienzo de la fiesta siempre se mandó a algunos guerreros a proteger el área del Clan Uchiha al ser el único clan que se quedaba dentro del pueblo... —el doncel apretó con fuerza las manos del menor—. ¿Por qué justo en ese solsticio ningún guerrero estaba cuidando al Clan Uchiha?, ¿Por qué atacaron justo esa noche cuando el pueblo estaba celebrando una fiesta a las afueras?, ¿Por qué nadie escucho nada?, ¿Por qué no ocurrieron más masacres?
Todas las preguntas eran validas, Tobirama lo sabía. Incluso él había tenido dudas sobre la masacre, sabía que su madre también las había tenido, no sería extraño para el que ella hubiera investigado incluso con la palabra de su padre. En las noches frías, cuando era más pequeño le hacía compañía a Izuna cerca de la fogata y él hablaba de su familia, revelando sus dudas y preguntas sin respuesta de aquel día.
Pero de tener razón su Nana, significaba que alguien de su clan sabía que los vampiros iban a atacar y entrego ese solsticio a los Uchiha como simple ganado. Que el líder del pueblo traiciono a la familia del doncel que amaba profundamente.
Su padre...
—No él no pudo a ver hecho alto tan ruin... —el negó con la cabeza—. El juro cuidar a cada clan del pueblo... el no pudo a ver traicionado a un clan, mucho menos a los Uchiha... es el segundo clan fundador. ¡JURO MATAR A CADA VAMPIRO QUE SE ENCONTRARA!
Tobirama se había levantado del futón para este punto, caminando en círculos por la habitación, negándose a ver a su progenitor como un traidor y un asesino. Aquel que juro que acabaría con los monstruos que habían asesinado no solo a su madre, si no a personas de todos los clanes durante estos años.
Todos excepto a los Senju.
—Tobirama... fue el quien mato a tu madre... —respondió el doncel con dolor.
El albino dejo de caminar. Volteo lentamente a ver a su segunda madre con los ojos abiertos de horror, comenzó a negar con la cabeza cuando vio que las lágrimas rozadas del doncel caían por sus mejillas, mostrando su tristeza y dolor.
—No... no el no pudo...
—Él nos siguió una vez... vio que íbamos a visitar al clan Uchiha, intentábamos ayudarlos con ropa y con la caza de animales. Un grupo pequeño de sus guerreros estaba con él... —Minato soltó un sollozo—. Tu madre intento explicarle que los vampiros responsables habían sido destruidos, pero no fue necesario... lo sabía todo desde el principio, fue él quien sacrifico a los Uchiha a cambio de su clan... —el Senju comenzó a negar con la cabeza, viendo los ojos atormentados de su Nana—. Hace tiempo los lideres de clan habían comenzado a opinar que era tiempo de un cambio en el pueblo, dijeron que Tajima-sama sería un buen candidato por eso sacrifico a todo los Uchiha... no le importa ningún clan, a sus ojos los ve a todos como traidores... por intentar quitarle el poder. Esta segado por la ambición que sacrificara a cualquiera para mantener su posición.
—El mato a tu madre con una estaca en el pecho... —una voz dijo detrás del albino, se dio la vuelta y se encontró con el rostro culpable y atormentado del líder de clan Uchiha—. Tu padre había venido con la intención de matarnos a todos, nosotros no manejábamos nuestras habilidades tan bien como ahora... éramos débiles frente a él —el moreno se acercó lentamente a Tobirama—. Tu madre lucho por nosotros tan valientemente como Minato... nos dieron tiempo para escapar, pero a cambio ella dio su vida... Cuando regrese al lugar tu madre tenía una estaca clavada en el corazón y tu Nana una espada en su vientre, no pude dejar que Minato muriera también... así que lo convertí —se paró a un par de pasos lejos del Senju, saco algo de su espalda y se lo tendió al más joven—. Ella me conto que planeaba darte esto cuando fueras mayor de edad, dijo que siempre te gusto.
Tobirama miro directamente a los ojos del hombre, con manos temblorosas tomo el objeto envuelto en una tela negra, lo desenvolvió lentamente y cuando sus ojos vieron la daga plateada sus ojos volvieron a humedecerse. Tajima tenía razón, siempre le había gustado la daga que su madre llevaba consigo siempre: decía que sus abuelos se la habían dado antes de fallecer, que el día que se lo diera sería el día que pudiera defenderse sin su ayuda.
Cerro los ojos con fuerza y cayo de rodillas al suelo, no le importo si la puerta estaba abierta o si Tajima aún seguía en la habitación, lloro por su madre, por la mujer que lo había dado a luz y lo amo tan incondicionalmente; lloro por su hermano quien tuvo que asumir un papel mayor cuando ella se fue; lloro por Izuna, su amado, quien tuvo que vivir lejos de su familia por culpa de la suya; y finalmente lloro por su padre, el hombre a quien siempre había admirado y resulto ser el causante de gran parte de su dolor, quien era tan despiadado que incluso lo comprometió con su hermano en su paranoia de que algún clan le arrebatara el liderazgo.
Sintió como su Nana se arrodillaba a su lado y lo abrazaba con fuerza, mientras el agarraba con fuerza la daga de su madre, incluso sintió que Tajima se arrodillaba frente a él y ponía una mano en su hombro.
—Ella era una gran guerrera, y una mejor madre. No merecía morir de esa forma... —exclamo Tajima con profundo pesar—. Por eso seguimos aquí, no solo por venganza, queremos justicia para nuestro clan, y para ella.
—Por eso estoy aquí... —exclamo Tobirama, alzando la mirada, la evidencia de su dolor en sus mejillas—. Quieres que te ayude a acabar con Padre.
—Si es lo que deseas... si no quieres es tu decisión y la vamos a respetar. Solo te pediríamos que no intervengas cuando sea el momento.
—Lo hare... los voy a ayudar —declaro el albino, su resolución fuerte en su rostro—. Con una condición, no le hagan nada a mi hermano.
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