Capítulo 4
Hacía ya un rato que estaban caminando en el gran bosque.
Su querida amiga quería enseñarle un lugar, aunque no dio demasiados detalles antes de tomarlo del brazo y llevarlo casi arrastrando a la entrada del frondoso bosque.
Entre más tiempo avanzaban, más el bello doncel se preocupaba. Estaban alejándose demasiado del pueblo, y el pronto debía regresar a su hogar, su hermano y padre se estarían preguntando en donde se había metido, (ya que el no aviso de que iría con su amiga, de haberlo dicho su padre no se lo hubiera permitido) además, de que era posible que uno de ellos los atacara, eso era lo que lo tenía más preocupado.
—Amiga mía —dice, al mismo tiempo que toma su mano—. Es mejor que regresemos, se esta haciendo tarde y va a oscurecer pronto.
—No te preocupes Hashirama —dice dulcemente—, estamos muy cerca, no tardaremos nada en llegar.
Después de esa pequeña conversación ambos siguieron caminando. Y tal y como digo su amiga, no tardaron en llegar a su destino.
—Ya estamos aquí.
Con ayuda de su mano retira algunas ramas, y permite a su compañero ver el hermoso paisaje frente a ellos.
Alrededor, protegido por unas barrera de árboles, ramas y hojas, se escondía una hermosa pradera; en la entrada de esta los recibió un grande y hermoso pasto verde, que aún no era cubierto por la blanca nieve que se presentaba en este tiempo, sino todo lo contrario, parecía que el invierno aun no llegaba en ese hermoso lugar; los árboles ahí eran gruesos, su color era más oscuro que el de resto de árboles en el bosque, sus hojas estaban húmedas lo que les daba un color verde brillante; y en el centro de aquel lugar se encontraba un hermoso río, que, aunque era pequeño, no le restaba belleza, el agua era azul cristalina y permitía ver los peces que nadaban libremente en su interior, algo que ya no se veía mucho en los ríos de su pueblo por el agua congelada.
El ambiente ahí era cálido, todo lo contrario, al frío invierno que había llegado hacía semanas a su hogar. Hashirama, encantado dirigió su vista hacia arriba, encontrando un cielo de los más azul que había visto, teniendo unas cuantas nubes a su vista; siendo estas tan blancas y esponjosas; y el sol, el gran y enorme sol estaba resplandeciente y brillante en medio de la maravillosa vista, haciendo relucir no solo las nubes si no todo el paisaje frente a él.
—Es hermoso... ¿No es así? —pregunto Mito, quien se encontraba a su lado, observando el rostro maravillado de su amigo.
—Es... más que eso —dijo el castaño, sin palabras.
—¡Lo se! —exclama emocionada—. Lo mismo dije la primera vez que encontré este lugar.
—¿Desde cuándo sabes de este lugar? —preguntó el doncel, dirigiendo su mirada a la pelirroja.
—No hace mucho —empieza a narrar, al mismo tiempo que camina en dirección al pequeño lago—. Estaba buscando algunas provisiones, mi padre me había dicho que cerca de aquí había árboles frutales. Durante mi camino me desorienté, y así encontré este lugar.
Frente al lago se encontraba el tronco de un antiguo árbol, el cual usaron para sentarse. El doncel aún estaba maravillado por el lugar, ya que incluso había varias mariposas volando por el lugar, y cerca del lago había una enorme variedad de flores, las cuales también tenían algunos colibríes volando entre ellas.
—Gracias Mito.
—¿Por qué me agradeces?
—Por mostrarme este lugar tan bello, no lo hubiera visto nunca si no fuera por ti.
—No me agradezcas nada —le regala una sonrisa—. No podía dejar que te perdieras de esta hermosa vista. Así al menos podrás escaparte de la vista de tu padre, por un tiempo.
Hashirama se rio por el comentario. Más por el hecho de que su amiga ya había adivinado lo que haría sin siquiera mencionar algo.
Estos últimos días han sido muy estresantes para él, más por el hecho de que la fiesta del solsticio de invierno se acercaba a gran velocidad, y eso significaba el anuncio oficial de su compromiso con todo el pueblo. No había tenido nada de tiempo para él, y este lugar, tan tranquilo y hermoso era el lugar perfecto para esconderse, al menos por un tiempo.
Tan distraído estaba con sus pensamientos que no noto que una mariposa se acercaba lentamente a su mano, percatandose de la presencia de esta hasta que se posó suavemente en su mano. El castaño sonrió con dulzura, observando cautivado los colores azules que tenía la mariposa, incluso teniendo unos cuantos puntos de color rojo, que, aunque estos eran pequeños se podían ver su color perfectamente. Trayéndole hermosos recuerdos de su niñez, como de aquel niño de cabello azabache que tanto quiso...
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Escondido, oculto por los árboles alrededor. Sonreía dulcemente la criatura de cabello azabache, quien observaba cautivado la hermosa sonrisa de aquel hermoso doncel que tanto anhelaba. Hace tiempo que no lo había visto sonreír, y ahora que su amiga le había mostrado la pradera, su hermosa sonrisa había vuelto a sus labios.
Pero de golpe desapareció la sonrisa de su rostro, recordando la misión que ejecutaría en tan solo unas horas, sabiendo el sufrimiento y angustia que le provocaría a su tan amado doncel y su preciado hermano. Pero no había otra forma, tan solo esperaba que fueran lo suficientemente fuertes para soportar el dolor, al menos hasta que descubriera la verdad.
Y a continuación, se giró adentrándose más en el bosque.
Alejándose tanto, que el hermoso doncel ya no pudo percibir su presencia.
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La oscuridad reinaba en el cielo, la luz de la luna evitaba que la completa oscuridad dominará, aunque aún con la blanca luz de la luna, no era suficiente luz para proteger todos.
Tobirama hacía tiempo que se había levantado de su lecho, esperando impacientemente a que todos en su hogar se rindieran ante los brazos de Morfeo para ir con su amado.
Cuando pensó que era tiempo, abrió lentamente su puerta evitando hacer cualquier ruido que alertara a su padre. Tomó la vela al lado de él y salió completamente de su habitación, cerrándola lo más silenciosamente posible. Y rápidamente, se dirigió a la puerta trasera de su casa.
No era ingenuo, sabía mejor que nadie que su padre cerraba las puertas de entrada antes de que se ocultara el sol, pero él sabía que era mejor salir por atrás, ya que no estaba del todo asegurada.
Al llegar a la entrada, dejó cuidadosamente la vela en una mesa a su lado y sacó la llave de la puerta, y evitando hacer el menor ruido posible la abrió. Tomó su arco y unas flechas y se las colocó en su cinturón, y antes de salir de la seguridad de su hogar apagó la vela.
(...)
Caminaba rápidamente por el bosque, estando alerta en cada mínimo sonido.
Sabía que era demasiado arriesgado salir de noche en dirección al bosque, sabía lo que aquellos seres podían hacerle a él o a Izuna si los encontraban. Pero no había otra alternativa, el solsticio estaba a nada de llegar y él necesitaba de su amado, no podía fingir más tiempo que sus momentos juntos nunca habían ocurrido.
Quería al menos una última vez, tener entre sus brazos a su amado doncel. Sentir su calor, sentirlo de nuevo cerca y probar de nuevo esos dulces labios...
Mentiría si dijera que no tenía intenciones de escapar de su pueblo, desde que se confirmó su compromiso con los líderes pensó en tomar a su pareja y huir lo más lejos posible, con suerte encontrarían algún otro pueblo o algún reino a no más de dos o tres días, pero no podía; no solo dejaba a su pueblo si no a su preciado hermano mayor, aquel que lo cuido cuando su madre fue asesinada por esas criaturas.
Sabía mejor que nadie que su hermano no se iría, ninguno de los dos tenía corazón para abandonar a su padre, aquel hombre que les ha dado todo, que tanto los ha protegido, y que, además; si no fuera por él nunca hubiera conocido a su amado doncel: pero aun a pesar de todo eso, no podía aceptar su decisión de casarlo con su hermano y tan solo con ese hecho, tenía el valor suficiente para abandonarlo... pero no lo haría.
De repente paró su andar, y se dirigió a un lugar específico en el bosque.
La carta de su amado no tenía un lugar en específico, aunque no lo necesitaba; muchas veces el y Izuna se encontraban en ese lugar. Era un punto algo oculto en el bosque, pero que ellos conocían muy bien.
Apartando algunas ramas por fin encontró el lugar. Una pequeña cascada, la cual ahora estaba totalmente congelada, y en los alrededores unos cuantos árboles, que servían como una barrera alrededor del lugar; el pasto que antes ahí se encontraba estaba completamente oculto por la nieve, aunque eso no le importo mucho, ahora mismo solo importaba una persona.
Camino hasta estar cerca de la cascada, teniendo bastante cuidado en no pisar el agua, que, si bien estaba congelada, era probable que con su peso se rompiera y cayera directo al agua helada.
—¡Izuna! —grito, sabiendo que nadie lo escucharía a no ser que estuviera cerca— ¡Izuna!
No había respuesta, solo se escuchaba el sonido de las hojas de los árboles, las cuales eran movidas ligeramente por el aire frío de la noche.
El albino cerró los ojos suspirando, sacando aire caliente de su boca que se veía como una leve niebla al hacer contacto con el aire. Tal vez su querido doncel se había arrepentido, y era más que comprensible. De ambos era él quien la estaba pasando peor. Lo mejor sería regresar rápido a su hogar, antes de que su familia supiera que se fue.
De repente escucho el sonido de ramas crujir detrás de él. Giro rápidamente, alzando su arco y flecha.
—¿Quién está ahí? —preguntó, con voz dura.
Nadie respondió, sino que simplemente salió.
Frente a él se encontraba un hombre de cabello oscuro, muy parecido al cabello de su amado, su piel era extremadamente blanca, incluso brillaba bajo la luz de la luna y un par de ojos color rojo, que fácilmente podían ser confundidos por el mismo color que los suyos, pero esos ojos no eran de un ser humano... eran de un vampiro.
Tan rápido supo que era disparó su flecha, siendo esta clavada en un árbol, percatandose de que la criatura se había escondido otra vez; rápidamente tomó otra flecha y tenso su arco, preparándose para disparar.
—Si quieres mi sangre al menos sal y pelea. —dijo, sabiendo que aquel ser lo escucharía.
Escucho el sonido de las ramas romperse detrás de él, giró rápidamente y disparó, clavando la flecha en otro árbol. Rápidamente intentó tomar otra flecha, pero sin previo aviso sintió un golpe que hizo que rodara en el suelo y que soltara su arco, alejándose de su alcance.
El albino levantó su mirada, sin ver a la criatura; rápidamente se levanto aun con el dolor del golpe en su pecho y desenvaino su espada, dispuesto a matar a aquella criatura.
Pero eso no sirvió...
La criatura rápidamente le retiró el arma, mostrando su rápida velocidad y golpeándolo en la cara mandandolo de nuevo al suelo y provocando que escupiera algo de sangre. Apenas tuvo tiempo para levantarse, solo para que el vampiro lo inmovilizara y en un rápido movimiento clavó sus colmillos en su cuello.
—¡AAAAAHHHHHHHHHHHH! —grito, tan rápido sintió sus dientes clavarse en su piel.
Evito con todas sus fuerzas alejar al monstruo, pero no funcionaron. Sentía como su sangre salía de su cuerpo y sus fuerzas se desvanecen. Lo primero que cedió fueron sus piernas, provocando que callera de rodillas, pero aun con el vampiro succionandole la vida; el dolor era cada vez más intenso y no podía hacer nada más que gritar, aunque sabía que nadie podía ayudarlo.
Aun con sus pocas fuerzas intentaba alejar con sus brazos a esa criatura, pero no tardó mucho en perder también esa poca fuerza restante, cediendo también sus brazos, como también su voz.
Cuando la criatura por fin lo soltó lo dejo en el suelo helado, apenas podía mantener lo ojos abiertos, su respiración era muy lenta y su corazón latía cada vez con menos rapidez. Lo último que sus ojos vieron fue el rostro de su verdugo, quien extrañamente es parecido a su amado y tenía la vista clavada en él.
Teniendo esa imagen en su mente, cerró lentamente sus ojos, dando su último respiro.
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