Saihara estaba llorando mientras dormía sin darse cuenta, parecía que estaba soñando algo realmente feo, pero no tardó en sentir una calidez en su mejilla, le trajo tanta paz que lo hizo despertar, al momento de abrir los ojos pido ver a quien pensó que no volvería a ver.

Kokichi: ¿Qué estabas soñando?

Shuichi: Que no estabas...

Kokichi: Ahora estoy, solamente si me alimentas bien, nishishi.~

Shuichi: Nunca cambias, espero no te haya molestado dormir en el sillón.

Kokichi: He dormido en lugares peores.

Shuichi: Te dije que no me molestaría que duermas aquí, no hay nadie que nos vea.

Kokichi: Pateo mucho.

Dijo con una gran sonrisa. Saihara todavía no podía creer que estaba ahí, quería hacerle tantas preguntas pero tampoco quería molestarlo, que estuviera vivo y bien era suficiente por ahora.

Al levantarse comieron juntos, un desayuno  que el mismo Saihara preparó, estaba tan acostumbrado a comer solo que ahora tener dos sillas en su mesa de le hacía tan extraño. Un momento de tranquilidad... No, felicidad, esa felicidad que solamente vives una vez en la vida, aquella la cual recordarás el resto de tu vida, no importa qué sea, Saihara lo estaba viviendo.

Shuichi: Después de cenar, vamos a caminar.

Kokichi: Claro.

Empezaron a caminar, era un día lindo y normal, Saihara tomaba la mano de Ouma, él podía mentir en muchas cosas, pero no podía ocultar la calidez de su mano, era tan... Diferente, nunca había sentido aquello, estaba tan tranquilo hasta que Ouma corrió haciendo que Saihara lo persiguiera. Llegaron a un parque donde Ouma se detuvo para suspirar.

Kokichi: ¡Gané! Siempre fui el más veloz, nadie pudo atraparme.

Shuichi: No pensé que esto era una competencia.

Kokichi: Sería aburrido si no.

Shuichi: Quizás.

Kokichi: Ahora que estamos aquí te contaré un secreto.

Shuichi: ¿Cuál?

Kokichi: Un día voy a ser tu esposo.