Capítulo 4: Entonces
Ambos terminaron en un gran bosque que parecía infinito, la carretera seguía y seguía, el mapa mostraba que tenían que parar al ver las ruinas de una casa con los patrones de las esquinas del mapa.
Aunque Akutagawa ahora estaba viendo a su compañero, nunca se había fijado en las hebras pelirrojas que al sol parecen fuego, o las pequeñas pecas que este contenía, sabia de su baja altura, pero tenía bastante marcados sus brazos, intuía que el chico se entrenaba seguido.
De repente el conductor freno, haciendo que Ryuunosuke parpadeara confundido al ver al chico desabrochar el cinturón de su asiento y salir. Termino siguiéndolo con el mapa en mano.
—¿Viste las ruinas? —se acercó a donde estaba, extendiéndole el mapa, para que ambos pudieran ver mejor el panorama—, si es así, tendremos que buscar una botella detrás de las rocas.
—Esta detrás de los árboles —indicó con su dedo hacía el lugar que dejaba ver las ruinas junto a vegetación que había crecido en las columnas de estas, a penas se filtraba el sol entre ese sector por el tamaño de los árboles alrededor.
Ryuunosuke se adelanto en el camino, usando una linterna para revisar entre las rocas, hasta que escuchó a Chuuya llamarlo. El pelinegro volteó, pero al hacerlo sintió como su vista ahora estaba en el suelo y sus pies estaban acorralados por una red.
El pelirrojo corrió hasta su ubicación, sacando una navaja, quién toco la red probando la resistencia de esta.
—¡Espera! Creo que puedo ver donde esta la botella desde aquí —dijo mientras apartaba la mano del contrario—, busca atrás tuyo.
Chuuya hizo un chasquido con su lengua, prefería liberar al chico antes que ir por la botella, pero le haría caso, mordió el interior de su mejilla, para buscar, halló esta con un pequeño papel dentro, al agarrarla, las ruinas se encogieron en el suelo, dándose vuelta la plataforma y ahora mostrando dos palmas en la pequeña mesa de piedra que ahora estaba entremedio de la plataforma.
Sin notarlo, ahora tenía al pelinegro a su lado, la red estaba en el suelo, ambos se observaron sorprendidos ante lo que estaban presenciando, Chuuya aclaro su garganta, para hacer una seña de que fueran juntos, extendió la mano hacia el otro, intentando regalarle una mirada confiada, después de todo, no era lo mas normal ver a unas ruinas moverse y liberar a alguien de una trampa por levantar una botella.
Tomados de la mano se pararon ante aquella mesa de piedra, usaron su palma libre para posicionarla en aquel lugar. Sintieron el suelo temblar, cerraron sus ojos, hasta que paro de repente.
Al abrirlos encontraron distintos tipos de cofres llenos de joyas alrededor, pero lo que mas resaltaba era otra botella que parecía bastante limpia a comparación de las ruinas, la cual contenía una carta. Akutagawa reconoció de inmediato la tinta que resaltaba, así que girando al ver al contrario, prosiguió su caminata.
Al abrir el contenido, repaso lo que decía aquel trozo de papel, aferrándose como si fuera lo último que le quedara en el universo. Y aunque hiciera una relectura una y otra vez, la voz de Oda sonaba en su cabeza, cosa que lo hizo lagrimear de nuevo.
Se despedía, esta vez para siempre, le había dejado sus casas a él, el nombre de los perros que iba a visitar al refugio que voluntariaba, diferentes lugares que les gustaría visitar, recomendaciones de que hacer en ciertas situaciones, pero lo que le hizo sentir dolor no fueron esas cosas, sino el último mensaje de la carta.
"Gracias por ser el hijo que nunca tuve, no me arrepiento de conocerte, esto es todo lo que te puedo ofrecer, no es mucho, pero espero te ayude a ti y tu hermana. El mundo es cruel, pero eres alguien bastante fuerte que no se rinde con nada. Te quiero mucho, hijo."
Akutagawa guardo la carta como pudo en la botella, se limpió las lágrimas, aunque como tal, no espero ver a Chuuya al frente suyo con los brazos extendidos hacia él. Cosa que el pelirrojo al notar que los ojos estaban posicionados en él, hizo que se rascara la nuca nervioso con una de sus manos.
—Entiendo si no quieres un abrazo, pero si lo necesitas, aquí estoy. Sé que no me conoces de hace mucho, pero es lo menos que puedo hacer después de presenciar toda esta aventura.
Akutagawa lo observó unos segundos, meditando si tomar el abrazo o no, no es como si fuera el mejor con el contacto físico, solo había abrazado a Gin y a Oda, pero decidió que lo intentaría, alguien que eligió su maestro no podía ser malo ¿verdad?.
Fue un abrazo corto, que ambos no esperaron que pasara, pero se sentían agradecidos por ello. Chuuya sentía su corazón latir de forma constante y ruidosa, se preguntaba si era buena idea pedirle una cita al chico de regreso al apartamento o si era muy apresurado.
Ambos estaban por salir con las joyas de los primeros cofres de la plataforma, pero a penas salieron de ese pequeño cuadrículo, sintieron una onda de poder que los golpeó, dejándolos en el suelo, ambos se sentían extraños, Akutagawa abrió los ojos primero, hasta que vio que un árbol iba a caer sobre Chuuya.
Intento advertirle, pero nada salía de su boca, extendió su mano como si de algo eso iba a ayudar, al hacerlo salió algo negro de las manos del pelinegro, una especie de tela que mantuvo a raya el árbol, sin perder tiempo, a pesar de la sorpresa, grito al contrario para que se moviera.
—¿Estas bien? —Ryuunosuke pregunto aún con la tela en el árbol.
Chuuya estaba aún en shock, pero término dándose una cachetada a si mismo para salir del trance.
—Estoy bien, solo todo es muy confuso. —se acerco a la tela que ahora tenia Ryuunosuke saliendo de su brazo— ¿Necesitas ayuda?
—En realidad, no sé como controlarlo, así que si.
Chuuya uso ambas manos, intentando hacer el mayor esfuerzo posible, pero con solo tocarlo sintió que el árbol era igual de liviano que una ramita, mortificado, tomo un tiempo para observar bien a su alrededor, ahora sus manos estaban de color rojo en los bordes y el árbol era iluminado del mismo tono.
—Wow —dijo en voz alta, a la vez que movía sus manos viendo su cambiaba de dirección, lo hacía, dejo el árbol descansando en el suelo cuando pudo.
Ambos se observaron, ahora Ryuunosuke pudo retirar la cosa negra, pero se alojaban dos pulseras de color negro que no estaban antes en su muñeca, con un pequeño signo de dragón rojo, como los tatuajes que tenía en las manos.
—Esto no estaba en los planes. —dijo Akutagawa, mas tratando de decírselo a si mismo, mas que otra cosa.
—Lo sé, se nota. Lo arreglaremos en el camino ¿Te parece?
El pelinegro asintió tratando de despejar sus pensamientos, tenía que recordar lo que le había dicho Oda sobre la calma, estar tranquilo y pensar las cosas antes de actuar.
Ambos practicaron con las cosas que ahora tenían en su poder para trasladar las joyas, empacando todo en aquella camioneta, sin saber que ahora el mundo había sido expuesto a las habilidades. Las mismas que habían sido selladas hace siglos atrás después de una pelea entre 2 poderosas fuerzas que casi ponen al mundo dado vuelta.
Definitivamente el mundo aprendería algo, pero al menos para ambos chicos les esperaba crecer juntos, al ser los primeros en usar habilidades después de tanto, ahora tendrían que enfrentar el mundo como compañeros, y quien sabe si una que otra cita. Después de todo, el liberar el sello unía tu alma con la persona que la abrieras.
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—Entonces —Chuuya bajo su sombrero—. ¿Te gustaría tener una cita conmigo?
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