One-Shot
Las calles por la noche son un tanto peligrosas. Sobre todo, para una joven porque no sabes lo que puede ocurrir. Qué es lo que te puede esperar en unas calles tan sombrías en donde no llegan las luces de las farolas ni la de la Luna. Esa oscuridad es la peor pesadilla de cualquiera. Y Nami no tiene miedo alguno. Si quiere llegar a su destino debe pasar por esos callejones. Debe llegar a casa cuanto antes y contar el dinero que ha ahorrado para poder comprar las cosas que le hace falta. En realidad, se mudó de la casa de su hermana porque ya no la aguantaba más y deseaba estar sola. Ya era toda una mujer para que esa pesada estuviese detrás de ella.
Y aparte que quiere estar cerca de sus amigos de la infancia. Es su destino estar juntos hasta que se mueran. Suena duro, pero es la realidad para ella. Suspira levemente ya deseando llegar a su casa, aunque, lleva un rato presintiendo de que alguien la estaba siguiendo. A veces, mira atrás por si ve algo sospechoso. Cubos de basura y un callejón sin vida es lo único que encuentra. ¿Por qué tiene la sospecha de que no iba a estar tranquila? Hace un ademán de mover su melena y sigue caminando ya casi llegando a la luz, pero un ruido llama su atención a lo que gira rápidamente. «Esto tiene que ser una broma», una gota va resbalando por su sien poniéndose nerviosa.
Corre con algo de prisa hasta que llega a la calle principal donde pasan un montón de coches y gente. Ya se siente segura. La cuestión es por qué no decidió vivir en el centro de la ciudad. Lo recuerda: demasiado caro para una avariciosa como ella. Su casa se encuentra a unas cuantas manzanas de la ciudad. Era su hogar. Su seguridad. Y estará más tranquila. Camina entre la gente teniendo mucho cuidado por si algún ladrón se atreviese a robar su bolso a la fuerza; aunque ella estaba lista para cualquier cosa. Y esa presencia incómoda vuelve en su cuerpo. No estaba entendiendo nada. Es como si alguien la estuviera siguiendo desde las sombras. Ahora sus dudas resurgen preguntándose si fue buena idea estar entre la gente.
Gira a la izquierda hacia otro callejón, no quitando el ojo hacia atrás por si ve a su perseguidor. Realmente llevaba mucho tiempo sintiendo la sensación de que alguien la observa. En el trabajo, en el supermercado, en la peluquería e incluso en su casa. No estaba a gusto y por eso le entraba el pánico. ¿Quién la está persiguiendo? ¿Y qué motivos tiene? Debería de poner una alarma en su casa para su mayor seguridad. Sí, es la mejor opción.
Suspira aliviada ya teniendo enfrente su querida casa. Se da cuenta que las luces están encendidas. Oh sí, lo recordó. No está viviendo sola, más bien comparte piso con cierta persona que no le agradaba. ¿Qué estará haciendo a estas horas? Camina hacia el portal mientras saca las llaves de su bolso. Le costó mucho en encontrarlas. Va colocando la lleva correcta en el hueco de la cerradura y abre la puerta lentamente. Su olfato se agudiza al instante al oler ese aroma que tanto conoce. «Galletas», se dirige al salón encontrándose a esa persona concentrada con su proyecto. Un chico un tanto demente e hijo de la mujer más poderosa de toda la ciudad. Charlotte Cracker.
El chico está haciendo una maqueta de galleta. Tal vez para presentarlo a su madre como un futuro proyecto. Nami le ignora completamente para dirigirse a su cuarto, necesita darse un baño. Sí, hoy ha sido un duro trabajo para la joven. Trabajar en una cafetería no renta mucho, pero si quiere ganar dinero no tiene más opción. Llega a su cuarto, que está en el piso de arriba, y al abrir, se encuentra el horror. Todo su maquillaje está esparcido por todo el suelo, es como si hubiera pasado un huracán. Suelta el bolso con el rostro lleno de pánico. Poco a poco, su rostro cambia apretando los dientes y los puños con fuerza. «Ese desgraciado», gira sobre sus talones para caminar en dirección hacia el salón, bajando las escaleras provocando ruido para que Cracker la escuchase, y llega a la zona.
Señala al causante de todo el caos de su cuarto y alza la voz—. ¡¿Se puede saber qué coño hiciste en mi cuarto?! —No recibió respuesta alguna por parte de Cracker. Nami se enfada aún más acercándose hacia él—. ¡¿Me quieres responder?!
—No voy a responder a una maleducada como tú —responde, sin desconcentrarse—. Y deja de ser una escandalosa. ¿No ves lo que estoy haciendo?
—¡Me importa una mierda! —Apoya las manos en sus caderas, signo de molestia—. Ahora me debes cien mil berries por el destrozo de mi kit de maquillaje.
—Como si me importase demasiado. —El chico alza la cabeza dejando de lado la maqueta.
—¡Debe importarte! Yo no te di permiso para que entres a mi cuarto así sin más. ¿Y se puede saber porque entraste a mi cuarto?
—Porque estaba buscando esto. —Saca de su bolsillo un pintalabios rojo que, prácticamente, no tiene nada.
—¿Mi pintalabios?
—Necesitaba el color rojo para acabar mi obra maestra. —Extiende los brazos mostrando su maqueta—. Y claro, me acordé de que no me sirve mucho. Es colorante y tiene mucha mierda por dentro.
La cara de Nami sí que es de color rojo. Eso es una muestra de enfado por lo que acaba de escuchar. No puede creer que ese idiota haya cogido su pintalabios, solo para conseguir un tinte de color. «¿Por qué tuve que compartir piso con este idiota?», la está sacando de sus casillas. No puede ser que ese insolente se haya atrevido a entrar a su cuarto y coger un objeto muy valioso. Nami es una avariciosa y ese pintalabios le costó lo suyo, hasta tuvo que engañar a la vendedora para comprarlo a un buen precio.
Cracker tiene la mirada tranquila, aunque no puede faltar esa sonrisa característica de él. Desde que comparte casa con Nami, su vida se volvió un tanto divertida. De alguna manera, le gusta molestar a la chica cada vez que hace algo. Él es un gandul, siempre deja la ropa tirada en el suelo y ella es quien tiene que recogerlo y lavarlo. Eso incluye de que no hace las tareas de la casa. ¿Cómo puede convivir con alguien así? Casi siempre le daban ganas de echarle de casa y que se busque la vida.
—¡Eres un demente, Cracker!
—Gracias. Todo el mundo me lo dice. —Sonríe aún más apoyando la barbilla en su mano.
—¡Págame! ¡Ahora!
—No voy a darte un puto duro, niñata. —Se levanta, doblando la altura en comparación de la chica. Es normal, él mide tres metros—. No entiendo el porqué las mujeres siempre tenéis que recurrir a esas cosas. Soy bellas por naturaleza.
Esto deja descolocada a Nami. ¿Él piensa que es bonita? Nunca creyó que ese chico, un tanto extraño y demente, dijese eso. Se sonroja un poco, pero mueve la cabeza de un lado para otro a modo de negación. ¿Cracker fijándose en una chica como ella? Nami se considera una mujer bella e inteligente, y estar con alguien como él es de locos. Ellos dos se odian mutuamente—. ¿No te gusta ver a las mujeres maquilladas?
—Sinceramente, no. Lo veo absurdo.
—Pues para una mujer, no. Lo hacemos para estar más guapas e impresionar a los hombres. —Hace un movimiento de mano en su cabellera a modo de orgullo y muestra de su belleza.
—Repito: absurdo. —Bufa cruzando los brazos.
—¡Todo es absurdo para ti!
—Porque yo veo la belleza natural.
—¿Con eso me quieres decir que te ves atractivo?
—Muchas chicas me lo han dicho. —No lo niega—. ¿Tú no piensas lo mismo?
—¡Ja! No me hagas reír. —Nami sonríe sin dar crédito a lo que escucha—. ¿Tú atractivo? Por favor, ¿no te has mirado al espejo? —pregunta queriendo bajar la autoestima de ese hombre.
—¿Lo dices por mi cicatriz? —El rostro de Cracker no refleja impresión alguna.
—En todo.
—Vamos, muñeca. No me digas que no te atraigo físicamente.
—He visto hombres más atractivos que tú.
—Y yo he visto a mujeres más atractivas que tú. —Y para dar el último toque, dice lo siguiente—: Oh, y follan de maravilla.
Eso fue un golpe bajo para Nami. Aprieta los labios con fuerza no creyendo lo que acaba de escuchar. ¿Estaba diciendo que no es buena follando? «Maldito desgraciado», le daban ganas de golpearle como nunca. Cracker solo sonríe ante la victoria, esta vez ha ganado esta batalla. Él no tiene vergüenza alguna. Camina hacia donde está él, tiene intención de hacer algo. Cracker simplemente la mira queriendo averiguar que es lo que planea hacer.
De repente, es empujado por ella obligando a sentarse en el sofá nuevamente. No le dio tiempo en reaccionar ya que la chica se ha subido a horcajadas. No se quejó, más bien le divierte que Nami haya dado el paso de atreverse a realizar esa acción. Le gusta cuando la gata se pone en modo juguetona y celosa.
—Con que no soy buena follando, ¿eh? —Le dolió, demasiado.
—Digamos que te falta mucha práctica. —Se lame el labio mientras guía sus manos hacia el trasero de la chica.
—Entonces, debería decir que tu polla no es lo suficiente grande como para satisfacerme.
—Que mentirosa que eres. —Desde que viven juntos, han sido amantes. Satisfaciendo las necesidades del otro—. Si entre tú y yo sabemos que te encanta mi polla.
—No es verdad.
—Vamos, si cada vez que tienes una calentura recurres a mí siempre.
—Pues la próxima vez, llamaré a mi amigo Luffy.
—Ni se te ocurra llamar a ese estúpido. —Vaya, parece que dio justo en el blanco.
—¿Celoso? —pregunta con una sonrisa socarrona tocando el pecho casi descubierto de Cracker.
—¿Cómo voy a estar celoso de un incompetente como él? ¿No te das cuenta de que él solo se fija en la carne y en nadie más?
—En eso no lo niego. —Ríe bajito ya cerca de su rostro—. Se ve adorable comiendo.
—Tonterías —dice desviando la mirada no estando muy de acuerdo con lo que ha dicho Nami.
—Celoso.
Un gemido de sorpresa aparece en sus labios al notar las manos de Cracker apretar con fuerza su trasero, a lo cual la joven no pudo evitar morderse el labio. Ese chico, cuando se trata de sexo, se pone un tanto juguetón y lo ha notado. Durante estos meses de vivir bajo el mismo techo y de compartir cama, cada uno sabe las necesidades del otro. Su forma de ser al tratarse de este deseo carnal que no se extingue. Son amantes, al fin y al cabo. Amigos con derecho a roce. Dos personas que se odian y aún así comparten ese deseo.
Nami empieza a mover sus caderas a modo de simulación, como si Cracker la estuviera embistiendo de alguna forma. El chico solo se dedica a ronronear apretando aún más aquella carne. Su miembro se pone duro al instante mientras mira con fogosidad a la de cabellos naranja. «No puedo negar que esta chica me provoca», piensa ascendiendo sus manos hacia la espalda de la joven, a lo cual sus dedos rozan la columna de ésta. Desea desnudarla y sentir aquella piel tan sedosa como la lana misma.
La joven suspira por cada caricia de aquel hombre que solo desea apagar su fuego interior. Ambos se desean físicamente, no lo pueden negar. No obstante, Nami tiene otros planes y lo hará a modo de venganza. Se coloca a modo que los sexos de ambos se rocen y besa con furor al chico. Él no dudó en corresponder aquellos labios que tanto le gustaban. Las lenguas danzan en sincronía mostrando quién será el ganador de esta batalla. Hasta que la chica muerde la lengua de éste, recibiendo una pequeña queja, pero fue excitante para él.
Sin embargo, todo se esfumó cuando Nami se aleja de él dejando al pobre chico con ganas. Queda perplejo, mirándola. Ella simplemente sonríe coqueta y camina en dirección a las escaleras moviendo sus caderas a modo de persuadir a Cracker.
—… ¡Joder!
Cracker, sin pensarlo, se levanta teniendo cuidado de no tropezar con el mueble donde tiene la maqueta, y corre con prisa hacia las escaleras para ir al cuarto de Nami. Tiene un calentón y esa chica le ha provocado. Ahora debe apagar el deseo carnal.
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Quiero agradecer a Smokun por ser mi Beta Reader y ayudar a mejorar a la hora de escribir. De verdad, es un encanto de persona.
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