ÚLTIMO EXTRA ROE-GRAY
Bennett.
Le beso a Lena un último buenas noches cuando sé que ni siento mis manos por la sobredosis y ella se quedó dormida por su trabajo. Hace días que no se preocupa por mí, ni si como, sabe que soy un caso perdido.
Pero soy un simple humano que aprendió a lidiar con la vida de una forma diferente a los demás.
—¿A dónde vas? — me pregunta mientras le coloco la manta cuidando de ella.
No la odio por casarse conmigo por contrato de Tyler, pero no puedo olvidar que sabía que me quitarían a mi bebé y me lo ocultó. Aun así, no dejo de ser un caballero con ella.
—Sigue durmiendo, aún es muy temprano.
Esos recuerdos de noches frías que compartimos solitarios en casa se clavan en mi memoria mientras algunos de sus compañeros colocan la bandera de Reino Unido en su ataúd con la insignia dorada del MI6.
Kieran no deja de frotarse de cabeza en mi pierna, esta eufórico de verme, la correa rosa con la que lo trae Cora no lo detiene de ladrar frente a todos cuando me tiene cerca.
Le acaricio la cabeza junto a la mano de Cora y casi salta de gusto. —También te extrañe amigo.
No lloro como los demás familiares a pesar de que Lena era mi esposa, porque era tan ruda con tatuajes y su cabello trenzado que me habría puesto un par de golpes al verme derrumbado como los demás.
Fumo lejos de Cora para no afectar a mi bebé del que Lena quería apartarme, Kieran se queda con ella obedeciendo a su nueva dueña.
Es aquí donde me doy cuenta que mi mundo no gira en Lena y nunca lo hizo porque hay una placa dorada en su nombre, pero mi dolor se transforma solo cuando observo el cabello rubio y los ojos azules de... ella.
Es Cora.
Dicen que las adicciones son irreversibles en la mayoría de casos, no me siento orgulloso de mencionar esto, pero he probado heroína y anfetamina durante mucho tiempo y sé que ninguna droga me ha hecho sentir como cuando miro a Cora.
Siento que lo único que necesito es... ella.
Mi pecho se desboca si sonríe, puedo caer de rodillas en segundos. Levanta la mirada y me pierdo en el humo de mi porro sabiendo que no puedo acercarme, los agentes la apartarán de mí por la orden de restricción.
Finalmente me he quedado solo.
Aún siento los rezagos del abrazo de Emma, me reconfortó. Ella tiene ese efecto en los Roe, de darles consuelo. Internamente, Emma Brown es más fuerte que cualquiera de mi familia, pero no lo sabe.
—Gracias Lena, me mentiste, pero también te quedaste cuando todos me dejaron— digo a la memoria de mi esposa por contrato sacando una calada de mi porro como el adicto que soy.
No puedo ni mirar a Cora, por mucho que este a mi lado y me abrace o me de la mano, sé que en cuanto se termine el memorial se irá con los del MI6 y me dejará roto como siempre, prefiero ahorrarme el alivio y pasar directamente al dolor.
No me dejan acercarme a ella hace tiempo, tocarla fue recordar lo que duele la ausencia.
—Armas al cielo— ordena el teniente Wall.
Miro al cielo despejado de nubes. Los disparos al aire honran a los muertos por una justicia que no existe con Richard Madden, de hecho, no estoy seguro que la justica exista en el mundo.
Camino lejos de la gente y de Cora solitario con mi porro y mis manos en mis bolsillos. Mi delgadez le afecta a más de uno, pero las miradas de desagrado al olor de lo que fumo es algo a lo que estoy acostumbrado.
Las adicciones no son fáciles de superar, como tampoco lo es la vida. Escucho unos pasos venir detrás de mí y de reojo miro la cara familiar que me persigue. —Te aprovechas para aparecerte aquí sabiendo que estoy drogado y nadie me creería si digo que te vi.
—Es verdad, pero no te ves bien Bennett Roe, nadie merece estar solo en el funeral de su esposa— dice aumentando el paso y alcanzándome, con su abrigo negro y las botas negras también.
—Fui obligado a casarme con ella.
—Me recuerdas cuando nos vimos en nueva York en tu primera recaída, cuando traicionaste por primera vez a Alexander, pero pensé que sus problemas ya se habían resuelto y te habías rehabilitado.
—Adicto una vez, adicto para siempre como dice mi padre— fumo y a ella no le importa, su delgadez es similar a la mía, pero la suya es por esfuerzo no huesuda por el consumo de anfetamina.
—Es curioso que lo digas, siempre me he preguntado ¿Por qué después de todo lo que te ha hecho lo sigues llamando padre?
Me toma la mano y el contacto frio me recuerda a Jack, que no siente apego por nadie, pero ella estuvo conmigo en Nueva York, cuando Dmitry me buscaba la primera vez y Alesha me envió a él.
Ambos compartíamos mi habitación de hotel hasta que Erick me encontró. Un pequeño secreto y un pequeño pecado familiar.
—Creo que, en el fondo, todavía existe un niño adicto que tiene esperanzas— me encojo de hombros, ni yo conozco la respuesta.
—La esperanza es una maldita farsa Bennett, si fuera real tu esposa por contrato no estaría muerta y tu gran amor no estaría del otro lado del tablero con el MI6 que busca cortarte la cabeza— dice con amargura, pero con un toque de burla.
—No hables de ella, Cora es lo único bueno que me sucedió en la vida y si tuviera que pasar todo el infierno otra vez para conocerla, lo haría sin quejarme un jodido segundo— miro la banda de cabello que me dejó esa vez que rompió conmigo antes de irme a Nueva York.
Mira la banda con una ceja arqueada, no es del tipo de romanticismo, es más de cosas de una noche y adicta a su trabajo. Sería buena amiga de Sarah. —Oí que la rubia espera a tu hijo y la vi frente a los del MI6, se ve su pequeño estomago abultado.
—Sí, entre más pasan las semanas más crece— sonrío como un hijo de puta orgulloso. —Quisiera verlo, ver si su cabello es rubio como el de ella— hablo esperanzado —O si sus ojos son azules, pero a este paso...— mi sonrisa se borra mientras busco la jeringa que llevo a todos lados para meterme mi dosis —A este paso dudo que eso suceda.
Por primera vez en su rostro veo pena, algo muy peculiar ya que nunca muestra emociones a menos que sea por dinero, pero creo que, al ser tan cercanos, y por cercanos me refiero a muchas maneras, me tiene más a afecto que a cualquier Roe.
—¿Ya vas a llorar como niñita Bennett? Por favor, no vine a que me cuentes tu patética vida solitaria— dice en tono de burla para desviar mis pensamientos de pena —. Apuesto que será de cabello castaño como tú.
—Prefiero que tenga el cabello de Cora— saco la liga y su mirada se posa en mi brazo y las marcas de jeringa recientes.
—No me quedaré en el país después de las elecciones del ministro, pero puedo venir de visita— se encoje de hombros —Y te contactaré por ouija para contarte si su cabello es rubio entonces me deberás diez libras, maldito.
Me río de verdad, una risa finalmente después de días de aislamiento y nada de sobriedad, ambos estamos jodidos de casi la misma forma, pero ella se sobrepuso hace mucho tiempo.
—Es una apuesta que quiero ganar.
—Entonces juremos con un escupitajo.
—Tan femenina como siempre— ruedo los ojos —Pero es mejor que juremos ahora, a lo mejor es la última vez que nos vemos.
Se mantiene fuerte, sin llorar por nadie, jamás le veré llorar. — Fuiste un buen polvo en mi rehabilitación— les resta importancia a sus palabras y vuelvo a reírme, pero su faceta dura se desvanece cuando me tambaleo atrás y al quitarme el abrigo para ayudarme con una tos seca nota mi delgadez.
Nos miramos a los ojos por primera vez desde que llegó. Dos adictos desde las jaulas, pero sabía que uno no lo lograría en el futuro, mucho tiempo, fuimos el refugio del otro cuando nuestras adicciones nos alcanzaron hechas ambas por Logan.
—Mejor cúbrete que te ves como un esqueleto andante.
—No sabía que te habías vuelto muy exigente en tu menú— digo coqueto como cuando conocí a Emma.
—No vine sólo por tu pérdida, ni siquiera me agradaba tu esposa en un operativo del MI6 casi me captura con la demente de Sarah, que bueno que le quitaron su placa— sonríe mirando a la puerta dónde están mi sobrina Millie y la loca de su madre.
—¿A qué viniste?
—Estuve por varios clubs toda la semana y parte de la semana pasada y sé que alguien te está buscando, no tengo información completa porque me quieren contratar para un trabajo grande— mira a ambos lados con la habilidad de esconderse y camuflarse de quién sea. —Hace semanas causaron el primer tiroteo en la ciudad.
—No me interesa reunirme con más kray, ni con Dmitry.
—Ese es el punto Bennett— me mira directo a los ojos —. No es gente de Logan.
—No me he metido en el radar de nadie en meses, trabajó para la organización del lobo.
Se exaspera. —Creo que es gente del ministro, no lo entiendes Bennett, deja tu maldita boca drogada de lado, creo que los tiroteos fueron hechos para capturarte gillopollas, debes huir de Londres, el político no es de fiar.
—Ya lo sé, hace mucho, incluso se acaba de convertir en enemigo de la familia por ayudar a Sarah, pero no me voy a ir.
—¿No escuchaste lo que acabo de decir? — hace amago de sacar su daga para golpearme con ella.
—No me voy de Londres, no voy a morir como un cobarde y no dejo a Cora ni a mí hijo.
—Eres un idiota, te capturarán antes que mueras para hacerlo ellos mismos— cierra los ojos escondiendo los mismos ojos de... —Es tu decisión, cumplí con advertirte, no me importa lo que te hagan.
—Nunca te ha importado.
—No habrá un mejor compañero de adicciones como tú— es su forma de decirme que me quiere como yo a ella. Me pega su lado y sube sus labios fríos a besarme.
Duele ese beso, es un beso triste que me recuerda la primera vez que conocí las adicciones, que vi que había gente como yo y que podía salvarse. Nunca salvaría a nadie que no fuera sí misma.
Se aparta con esa despedida silenciosa en una guerra contra la organización de los treinta y siete que yo no pude ganar.
La veo irse con su delgadez y el parecido que veo cada que estoy en casa.
Finalmente suena el último disparo en el aire y me instan a ponerme frente a Lena, miro a Cora lejos con el MI6 y después el vientre donde está mi bebé. Quiero ganar esa apuesta.
—¿Te sientes bien? — siento la mano libre de Cora envolver la mía y me siento como si ya me hubiera metido mi dosis porque el contacto me estremece al punto en el que quiero más.
—Ya terminó la ceremonia, llevas todo el día aquí, te llevaré al apartamento de Alicia o al hospital para que veas a tu hermano— tomo la correa de Kieran y se pone firme pensando que lo llevo a casa.
—Quería irme con Emma, pero se fue hace ya casi una hora con el cabezota, podemos irnos juntos si quieres—me sonríe con calidez, con las mejillas sonrojadas, mi pecho salta tan desbocado.
No me di cuenta en qué momento mi hermano desapareció del memorial, no dejó ni a uno solo de sus guardaespaldas aquí, va por James, dos por uno en un día y soy un ganador de que lo quite de mi camino.
—¿No tienes que ir al hospital con tu hermano?
Agacha la cabeza apenada. —Dylan no quiere ver a nadie, su médico nos sugirió cancelar las visitas hasta que se tranquilicé, está... bueno... ya debes saberlo.
—Si la dosis que le inyectaron fue mucha, me imagino que está buscando más, es mejor que los médicos se hagan cargo, no sabrás como controlar su situación de momento— no quiero avergonzarla de decir la palabra adicto, él ya lo hizo muchas veces conmigo.
—El teniente Wall y los agentes no dejarán que te quedes por la orden de restricción— le recuerdo.
—Siempre me ha gustado lo que no puedo tener Bennett.
Controlo una sonrisa que quiere escapar de mi jodida cara. Caminamos con nuestro perro mientras miro al teniente Wall a lo lejos y le ondeo un adiós a mi sobrina Millie.
—Adiós tío Bennett— me manda un beso al aire bajo la mirada enojada de Sarah sosteniendo al cachorrito hijo de Kieran.
Caminamos a la entrada del memorial y mando a la mierda las miradas juzgadas de los idiotas que me ven irme con Cora cuando acabo de despedir a mi esposa, pero fue eso, una esposa de contrato a la que me ligó Tyler.
Me arriesgo a entrelazar mis dedos con los de ella y cuando me deja hacerlo sonrío de lado. Nos miramos de reojo y también viene sonriendo. En cualquier momento los agentes comenzarán a perseguirnos.
—¿Tienes hambre?
—Sí, pero evitemos las tartas, no me sientan bien.
—Claro que no, ni las tartas, ni la comida italiana, vi cómo te dan arcadas cerca de Pacci's, solo un idiota te llevaría a un lugar que te deje vomitando toda la noche— digo enojado y sobreprotector.
—James es uno.
Ese maldito hijo de perra. Mi instinto asesino y de francotirador salen, pero ya nos veremos más adelante.
—No lo veo aquí, así que de momento yo estoy a cargo de ti y de mi bebé— digo orgulloso saltándome las instrucciones del teniente Wall de ir a firmar unos documentos.
—Podemos alocarnos por hoy— se encoje de hombros cuando vemos por el reflejo de la puerta a los primeros agentes que vienen por ella.
—¿Estás lista para correr de tus carceleros? — pregunto con las llaves de mi auto en la mano, en su estado solo serán las escaleras de la entrada.
Asiente ansiosa. —Sólo si es a tu lado.
—Kieran— digo y mi perro levanta la cola, ansioso. —Corramos amigo — tomo a la mamá de mi bebé en brazos y con mi perro siguiéndome los pasos huimos del lugar.
. . .
Veo a Cora en mi sofá dormida, su comida a domicilio terminada hasta la mitad con su bebida de fresa terminada y el empaque del helado de fresa vacío. La alimenté y ahora llevo casi dos horas viéndola dormir sin cansarme.
No como demasiado en mi condición, pero por ella me compré una hamburguesa. Kieran duerme bajo la mesa como solía hacerlo antes, cuando vio el apartamento se volvió loco y quebró dos de mis estatuillas.
Corrió por la terraza donde siempre nos sentamos y mordió la alfombra, no olvida su hogar. Le acaricio la cabeza y después regreso a mirar a Cora.
No se me permitió tocarla desde que tengo la orden de restricción y fue el peor castigo que la divinidad pudo darme. Con miedo alargo mi mano y toco su pequeño vientre abultado.
Suspira y con media sonrisa paso mi mano sobre él. Me recuesto en el sofá a su lado y mi mano sigue el recorrido. Miro la jeringa en mis bolsillos y la tiro al otro lado de la mesa, si tengo la necesidad de hacerlo, pero estar aquí hay una paz diferente...
Podría acostumbrarme a esto. Los del MI6 han llamado varias veces, pero ella no ha respondido, tumbarán mi puerta abajo en cualquier momento.
—Hola— digo nervioso al pequeño vientre abultado y siento algo muy ligero bajo mis palmas. —Hola, soy Bennett— me siento extraño al hablarle. —Yo... digamos que yo te puse ahí... y espero que estés cómodo.
Las pestañas de Cora se mueven y abre un ojo atrapándome en mi intento de comunicarme con mi bebé. —¿Qué haces?
Me froto la nuca. —Estaba poniéndome al corriente con él o ella— quiero irme a fumar como excusa para que no verme tan idiota, mido dos metros, soy de francotirador y acabo de hablar a su vientre—. Ya sabes... he leído que escuchan dentro y cómo no me dejaban acercarme a ti, pensé que no conocería mi voz.
Se le iluminan los ojos azules o creo que son lágrimas. —Pues se movió cuando le hablaste, eso me despertó.
—¿Qué? — me levanto horrorizado, tengo que llamar a Maya. —¿Va a nacer aquí? No es tiempo todavía Cora ¡¿Qué vamos a hacer? No soy médico como Jack — busco con la mirada con qué limpiar el sofá y esterilizarlo.
Kieran se levanta alerta y voy a mandarlo a buscar un trapo al baño, sabe buscar lo que se le pide.
—Cálmate Bennett, eres un paranoico— me detiene cuando ve que saco mi celular con el número de emergencias. —Se mueven todo el tiempo, la primera vez que lo sentí me asusté tanto como tú.
—Yo te estuve tocando todo el tiempo y no sentí nada— me detengo de mi locura.
—¿Ni un ligero movimiento de golpecito?
—¿Fue eso?
Asiente y poco a poco como si estuviera en una misión de francotirador más peligrosa me vuelvo a acercar. Levanto la mano para que vea que voy a tocarla y no me detiene, coloco mi palma suavemente. No se siente nada.
—Habla de nuevo a lo mejor eso funciona.
Me tiemblan las manos. No soy un cobarde, soy uno de los mejores francotiradores de la organización del lobo.
—Hola pequeño gatito— sonrío cuando Cora se ríe atorado.
—Es un sobrenombre horrible Bennett.
—Por favor gatita estoy tratando de comunicarme con nuestro bebé no me desconcentres, es una conversación padre a bebé— pongo la mirada seria concentrado.
—Está bien, te dejo hablarle solo.
—Gracias— vuelvo a mi trabajo. —Hola... Soy Bennett Roe y serás rico como yo, me gusta pintar como a tú madre, creo que te gustará ser artista— el movimiento debajo de mi mano sobresalta a Cora y me vuelvo a levantar de golpe acojonado.
—Guau— se toca el vientre jadeando y mi ansiedad se dispara.
—¿Estás bien? Llamaré a Maya de inmediato. ¡Kieran!
—¡No! Es que nunca lo sentí moverse así, cálmate amiguito, sólo fue la voz de tu padre— le habla.
—A lo mejor le gusta mi voz.
—O que será rico como los Roe— se burla y caigo de rodillas frente al sofá en sus piernas mirando desde abajo como ella le habla. Las dos personas por las que moriría en este momento está frente a mí y mi perro a mi lado.
Pasó tanto tiempo mirándola con Kieran revoloteando a nuestro alrededor, quiero quedarme aquí, pero el agente que toca la puerta viene por ella, tienen órdenes de no dejarla conmigo y yo no quiero causarle problemas.
Soy apartado de nuevo de ella que se lleva a Kieran rompiendo nuestro momento de paz.
Vuelvo a sumergirme en anfetamina y en la oscuridad para que no duela.
. . .
No sé quién dejó a mi perro aquí en mi apartamento le dije claramente a Emma que se lo llevara Cora, sigo vomitando y siento la cabeza de Kieran en mi mano, pero en uno de mis momentos de claridad me doy cuenta de que no es.
Estoy muy drogado para imaginarlo, ya no distingo la realidad de los colores de mi mente, pero en mi inconciencia sigo llorando por un hijo que nunca nació, reviviendo mis momentos con Cora en el sofá y cómo sentí a mi bebé moverse al oírme hablar.
Lloro por algo que nunca tuve, pero siempre quise porque si Logan no fue el padre que necesité yo lo sería para mi hijo.
Kieran de mi imaginación mueve la cola conmigo fumándome el porro que me queda, necesito a un proveedor, ya no son suficientes porros al día, mi cuerpo tiembla con la abstinencia.
Al tercer día, eso quiero pensar, abro la puerta y veo a Cora como lo hacía antes que aparece y se va, pero esta vez habla con su bolso y Kieran en una mano que ni perezoso ni lento se suelta y corre del gusto dentro de mi casa.
—Kieran extrañaba este lugar, se volvió loco cuando dije tu nombre.
—Estás hablando— digo confundido mirando su vestido de flores.
—¿Has comido algo desde ayer? Yo desayuné con Alicia, Emma no se unió con nosotros porque se sentía enferma, últimamente no quiere comer nada que Octavian no le prepare.
¿Ayer? ¿Sólo pasó un día? La dejo entrar y me voy directo al cuarto de baño a lavarme. Me pongo ropa limpia, colonia fresca y me arreglo masculino frente al espejo para verme bien con ella.
—Tal vez está enferma, apuesto que fue una intoxicación, cenaron con socios el otro día y mi hermano tiene dolor de cabeza que lo pone de peor humor al cabrón.
—¿Más neurótico de lo que ya es? No te lo creo. — no tiene afición por Alexander—. Te traje algo de comida casera y compré todo para hacer mis rollitos de canela, encenderé el horno. — sale de la cocina, el apartamento está limpio, la dependienta vino ayer, un día sin ella y se sintió como una vida.
Creo que no me gusta depender de ella de esa forma. —¿Qué haces aquí? Los agentes del MI6 te vinieron a traer.
—De eso no tengo problemas, la situación de mi hermano tiene la total atención del teniente, además no quiero quedarme sola en casa y tú no debes estar tan solo después de lo de Lena.
—¿Qué es esto? — señalo su bolso semi abierto donde hay dos pares de los que parecen fotografías.
—Eso— se sonroja y las trae conmigo —Después de ayer, pensé que querrías echarle un vistazo a nuestro bebé, son de la ecografía pasada que Maya me realizó.
Miro la foto blanco y negro sin encontrarle forma, pero al girarla poco a poco veo algo y vuelve esa sonrisa que no salía desde el Caribe. La miro sonreír de nuevo, nuestro bebé. Se pone a mi espalda y me señala dónde está. —Esa foto es tuya, considéralo un regalo.
La guardo en la mesita de centro y me froto las manos ansioso de tenerla conmigo de nuevo. —¿Y cuál es el plan de hoy? Porque veo comida para todo el día.
—Digamos que podemos pasar el día juntos. Kieran quería verte, me quiere, pero te echa de menos como un loco— a la mención de su nombre mi perro corre hasta nosotros y se pasea entre mis piernas.
Entra a la cocina horneando sus famosos bocadillos. Mi casa es la de un artista, a excepción de la sala de juegos que me construyó mi hermano. Hay diseños por todos lados, cuadros extravagantes, muchos de la primera exposición de Cora en el Gallery Art con su firma.
Se siente cómoda, va a mi habitación y se pone una de mis camisetas y toma las pantuflas. Pasamos por un boceto que tengo a medias y le agrega su toque mientras la comida se hornea.
Mi mente se empieza a llenar de ansiedad y le escribo un texto a Erick con termino de urgencia. Vamos inútil, sirve de algo. Cada dos minutos reviso mi celular para ver si ya respondió, pero es hasta dos horas después que contesta.
—¿Quién es? — pregunta Cora y me alejo de la cocina para que no vea el contenido del mensaje.
—Es Tyler, quiere algo sobre su compañía, algo que no me importa.
«La demencia es de familia idiota, pero dame cuarenta minutos y lo soluciono» Releo el mensaje de Erick y traigo mi laptop para tenerla a la mano.
Cora se llena de harina en las mejillas y me río de ella todo el rato hasta que me pone en mi lugar como la mandona que es mi gatita. El correo de Erick llega casi cincuenta minutos después, pero al menos trae un sello oficial. «Sabía que podía contar contigo Erick, aunque sea tu día libre»
«Claro, siempre soy el criado de los Roe» Dejo a Cora y termino las impresiones con mi propia laptop.
Cora recoge su cabello rubio y nos sentamos en la terraza armando el dibujo de un cuadro de Kieran mientras el temporizador del horno sigue corriendo. Entramos en plan de diseño ella quiere pintarlo, pero yo hago el boceto.
Al terminarlo lo pinta y lo dejamos secar, yo soy el que lo pone para guardar enmarcado. —Debemos ponerlo a la venta.
—No venderé una pintura de Kieran, es nuestro— dice indignada —Además con lo que me pague el cabezota por pintarlo con Emma podré darme buenos lujos, el cuadro es perfecto, deberás verlo.
—Me cortará las bolas si lo veo— saco la hoja del boceto y le plasmo mi firma pasándosela. —Ponle la firma a boceto.
Pone la suya. —No lo venderemos.
—Está bien, pero como me regalaste una foto de nuestro bebé, quédate el dibujo— regreso a intercambiar el marco mientras está en la cocina y minutos después la sigo, se lo doy y gustosa lo mete en su bolso.
—Prepara la mesa, iré por los bocadillos.
Hago lo que me pide llenando el plato en el suelo de Kieran en su lugar de antes, huele a varitas aromáticas y a canela. Hicimos un dibujo, ambos somos artistas. Camino a la cocina y la miro con la charola en las manos.
—Así habría sido perfecto todo— me mira —Si estuviéramos juntos y me hubieras elegido, habríamos sido una familia, con nuestro perro, con bocetos en todos lados— le quito pintura de la mejilla —Con pinceles en el suelo, con pequeños de cabello rubio y ojos castaños o castaños y de ojos azules.
No responde y dejo mi ensoñación de lado, me cuesta un mundo no meterme anfetamina durante las horas que pasa Cora en mi casa. Es tan de ella, siempre le perteneció mi espacio desde la primera noche que la traje.
Vuelve a dormirse en mi sofá, es algo habitual que hace al menos unas tres veces antes del mediodía, creo que es algo del embarazo. El frio de mi dije de cruz familiar que mi hermano y yo compartimos se pega a mi pecho.
Vuelvo a mirarla. Me obligó a no sentir temblores por las ansias de consumir anfetamina, no quiero que se vaya todavía, de reojo miro el reloj, dijo que la debo llevar al departamento de Alicia a las tres, queda media hora.
Le beso la frente, ansioso de probar sus labios sonrosados, pero ese es un privilegio que ya perdí desde hace mucho. —Cora— aborrezco despertarla, pero mi celular muestra la hora. —Tenemos que irnos.
—¿Cuánto dormí? — dice soñolienta estirando sus brazos agarrada a mis hombros.
—No lo suficiente, pero debo llevarte con Alicia— asiente guardando sus cosas y cambiándose mi camiseta.
—Puedes quedártela.
—¿Enserio? Porque pensaba robártela en cuanto entrara al baño— se ríe. —Es que es tan cómoda.
—Es toda tuya— ese pequeño gesto la hace ir sonriendo todo el camino a mi auto e incluso parte de la carretera.
El leve temblor de mis brazos se dispersa cuando la dejo en la puerta de Alicia y mete la llave. —Gracias por llevarme comida, estaba hambriento— retraso que desaparezca dentro con Kieran y su correa rosada.
—Gracias por dejarme dormir en tu sofá.
Nos miramos en silencio sin decir nada más. Quiero besarla. Dios. Acaricio la cabeza de Kieran y se jalonea de ella. —No amigo— lo detengo y su cola deja de moverse incluso baja la cabeza.
Sus ojos azules se llenan de nuevo. No la hagas sufrir Bennett. —Nos vemos— me despido de los tres caminando a las escaleras.
—Te equivocas— murmura a mi espalda deteniéndome.
—¿Por qué? — pregunto confundido regresando mi cuerpo a ella.
—Porque no elegí a los Gray, elegí a nuestro bebé — dice sería —. Y a ti ya te había elegido antes que te fueras a Nueva York.
Sus palabras me desestabilizan en mis pies. No la hieras más Bennett. — Ya no debemos vernos, no es sano ni seguro.
—Pero todavía quiero verte.
—No Cora, ya no lo hagas, Dylan tiene razón y no es saludable mi adicción en tu condición, así que prohibiré tu entrada en mi casa— me duele decirlo, pero lo hago por su bien.
—No Bennett, no lo hagas.
No la hagas suplicar Bennett. Aborrezco herirla. —Sabes que me voy porque te amo y no puedo destruirte— veo como le rompo de nuevo el corazón y aborrezco mi adicción, se va a negar, pero me adelanto antes que replique —Ya no hay cura para la anfetamina, debes hacerlo por nuestro bebé, yo no lo logré, pero tú sí... prométemelo.
No contiene más sus lágrimas y odio ver sus ojos azules tristes cuando asiente. Sé que nuestro bebé es la prioridad y no se negará.
—Lo prometo— acepta finalmente.
—Gracias Cora, no sabes el alivio que me da— miro a Kieran con la cabeza gacha como si entendiera y luego a ella —Voy a dibujarte en mis últimos bocetos— le prometo y se rompe.
—Y tú serás la inspiración de cada uno de mis cuadros— susurra muy bajo.
—¿Le hablarás de mi a nuestro bebé?
—Toda mi vida— promete —Sabrá que no hay nadie como Bennett Roe.
Sonrío delgado con los dientes un poco amarillentos por los porros deteniéndome de besarla, aunque quiero hacerlo desesperadamente. Ojalá pudiera hacerlo una última vez. No la beses más Bennett.
—Adiós gatita— esa palabra se rasga desde lo profundo de mi pecho.
—Adiós cupcake.
Ambos sonreímos como lo hicimos esa noche en el Cavern Club, o esa noche en la galería. Me doy la vuelta, pero vuelve a hablar ansiosa. — No te vayas— me grita, pero no me detengo.
—No me pidas que me quedé Cora.
—Quédate.
—No, no te voy a destruir conmigo.
—No me importa la justicia de Dylan, quiero estar contigo.
— Ya no es nuestro tiempo Coraline, se nos acabó el tiempo y lo desperdiciamos— aprieto en mi mano la bola de papel que fotocopie varias veces por placer.
. . .
Pasan los días y me drogo más mirándola imagen de mi bebé que me dejó Cora, me imagino la vida que pudimos tener los tres juntos en una vida alterna como las que ella dice que existen y me la paso sonriendo a mí mismo recordando sus movimientos bajo mi mano.
—Le va a hablar de mí— me río esperanzado —. Sabrá que existí.
Han pasado días desde mi último baño o tal vez uno. Compro lo que falta de mi reserva de tres días, arrastrándome por las calles de Londres dónde mi bebé caminará sus primeros pasos o dónde aprenderá a montar bicicleta.
Son bastantes latas y conservas, pero en un día y medio ya me he acabado todo cuando antes ni hambre tenía, mi sistema digestivo trabaja de forma irregular, creo que hace tres días no comía, me siento como si estuviera de nuevo en las jaulas.
Jodidamente vomito la mayoría de comida que trago, creo que tendré una sobre dosis.
Las convulsiones empiezan al anochecer, creo que es una sobredosis como presentí, pero como no hay nadie aquí que me ayude, me desmayo y cuando despierto no sé si pasaron horas o días, el teléfono suena incesante.
Cuando se detienen las convulsiones lo que hago patéticamente es volver a meterme coca, ya no alucino porque veo los pasos de alguien venir a mí.
—Mátame— le digo a mi hermano que se ve borroso en mi cabeza.
—No imbécil— me levanta y me mete a la ducha fría, limpia mi mierda de nuevo de un hombre que ya está escrito su destino.
Me da comida, pero mi estomago ya rechaza cualquier alimento que no sea anfetamina, sucedió lo que Jack predijo, me dijo como sería y este es uno de los síntomas. Me arrastro a la terraza descalzo mirando Londres de noche.
—Hubo un tiroteo en las jaulas de nuevo mi señor, ahora sabemos que son de advertencia— escucho la voz de Ethan en el teléfono de Alexander.
Cuando corta la llamada viene a sentarse conmigo y comparte el porro que me fumo. Me recuerda a nuestros tiempos en las jaulas de niños. Miramos Londres en silencio, el ruido del tráfico.
—No quiero morir como nuestra madre— susurro y me pasa el porro después de darle una calada él—. Soy mejor que eso, quiero morir con la cabeza en alto — me río.
—Eres mejor que cualquier cosa, no vas a morir como esa mujer— recarga la cabeza en la pared y veo como abre y cierra los ojos por su problema de vista, después se frota las sienes murmurando que odia su jodido dolor de cabeza.
—¿Secuestraste a James?
—Sí— arquea una ceja. —Joder, Emma lo hizo casi sola— se ve enojado y acojonado.
Me río de que ese idiota ahora sea propiedad de mi hermano, miro la bola de papel en el suelo y apoyo mi cabeza en su hombro cansado, no me aparta como tampoco lo hacía en las jaulas.
—Siempre fuimos un dolor de cabeza para el jodido amo— me río y se ríe conmigo —Como cuando nos robamos todo su cargamento en Rusia o cuando armamos un tiroteo en sus bares— le recuerdo.
—Somos unos hijos de puta— concuerda.
—Si voy a morir hay que quitarle ese gusto a Logan de que muera como Meredith ¿No lo crees hermano?
—Estás hablando tonterías Bennett.
—Cora me dejó sentir a mi bebé— sonrío y le muestro la foto —Es hermoso, pero no lo veré nacer.
—Se ve saludable— mira la foto con recelo.
—Te gané en reproducirme y eso te jode pendejo— no lo niega y me río como nunca.
Comienzo a tener temperatura unas horas después de silencio y todo el tiempo se queda conmigo, creo que sabe que llegó la hora porque me habla de sus hoteles como lo hacía en las jaulas cuando llevábamos diez días sin comer y quería reanimarme.
Sabía que cuando el momento llegará sería él el que tenía que estar conmigo, se lo ganó a pulso, soportó torturas por mí y me salvo más de una vez.
—Si llegas a tener a un hijo ¿Cómo lo llamarías hermano?
Pega su mano a mi cuello y me quita el sudor de la frente. —Bennett.
Ambos nos reímos porque sé que no lo haría, pero en la mirada fría de mi hermano veo mucho desde que pasamos en las jaulas, sabe que no tengo solución. —Te juré muchas cosas desde las jaulas y todas te las cumplí.
—Y una de esas fue que no me dejarías morir como un puto cobarde, me dijiste que no podía morirme de hambre esos días que no nos daban de comer porque moriría con honor— me río con el porro entre los dientes, sé que el maldito lo recuerda —Y qué mejor honor que morir a manos del lobo.
—Eres un esqueleto hablando, no voy a matarte.
—Hazlo— la sonrío mostrándole mis dientes podridos.
Saca el calibre quitándole el seguro y yo me disfruto mi porro con el Kieran imaginario a mi lado, un hombre solitario con su perro. —Gracias hermano.
Sus ojos verdes se vuelven borrosos para mí. Abro los ojos, ha pasado ya una hora más y caigo en cuenta que la imagen de Alexander era tan imaginaria como la de Kieran.
A excepción del arma que sigue en el suelo y el porro que compartimos, esos siguen aquí, pero a él no lo veo.
El arma sigue aquí, tiene el seguro puesto. La miro en silencio y en mis cinco segundos de claridad la tomo cargándola.
Las muestras que quiere proteger Jack ya no están en mis manos, sólo queda una persona para salvarlo.
Me coloco la punta en la sien mientras las imágenes en mi cabeza pasan en milésimas de segundo. Desde Cora hasta la noche en la galería cuando supe que quería que fuera mi esposa, los juegos de dominio de nuestros cuerpos... las risas en las pinturas.
Mi mejor musa, alargo la mano a los papeles que había hecho bola y los abro mirando su firma en el acta que hizo Erick.
Me casé con ella y firmó en lugar de firmar el boceto que hicimos de Kieran. —Chúpate esa Dylan.
I'm gonna marry her anyway. Lo prometí en Nueva York y acabo de cumplirlo.
Le hablará de mí a mi bebé. Canto al ritmo de Magic con Rude orgulloso de mi gran estafa con ella, pienso en Kieran y en mi pequeño Roe.
Solo soy un simple un humano que aprendió a sobrevivir con una adicción a la que no le ganó.
—No te pertenezco Logan Roe— me río solitario.
Jalo el gatillo.
Hola sexys.
El dolor nos hace humanos.
Los amo tres millones.
-Karla.
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