CAPÍTULO 73
Sarah.
—¿Qué sucede Emilia? Estás llorando otra vez, tú abuelo murió y no me ves llorando como una cobarde— me inclino hacia Millie y con mis palabras su labio tiembla en señal del berrinche a la hora de la cena.
Cierro los ojos y endurezco mi pecho con sentimientos hacia mi hija como el teniente Wall, mi padre, me enseñó a hacerlo de niña junto a mi hermano.
—Ya tienes casi tres años, deja de llorar.
Me rompe el pecho verla tragarse sus lágrimas, pero asiente extendiéndome la mano para que la ayude a subir las escaleras. Con mi nuevo trabajo debo mantenerme a raya, no ser débil, estoy a cargo de un equipo completo de inteligencia de más de cuatrocientos miembros activos.
Sacudo mi mano de la de ella y camina torpemente con ese colorido unicornio en la mano a su habitación seguida del cachorro que le obsequió Bennett mientras reviso la guía que me dio el ministro Madden para su reelección.
Alexander Roe quemó una ciudad completa y de alguna forma mientras entramos en busca de Richard sentí que no peleaba por el lado correcto, cuando Rebecca le disparó a Maya me di cuenta que todos los lados están corrompidos.
Cometí un error con Jack Roe al casarme con él y he pasado años tratando de enmendarlo.
El MI6 hará spots para apoyar a Richard en su cierre de campaña, viajará a cada provincia del país, en su recuperación después de quedar inconsciente en ese incendio. Miro la foto de mi padre en un cuadro cerca de uno de David. —Yo permanecí porque fui la que supo jugar sus cartas— susurro a la nada —Si hubieran hecho lo que yo hice estarían vivos.
Miro mi reflejo en el espejo de la ventana y tengo el rostro lleno de lágrimas. Soy la única Wall que sobrevive. Ya no soy la pobre Sarah de hace años con veintidós años que tuvo que decirle adiós a su marido por su padre al saber quién era.
Amaba a Jack Roe, pero me alejaron de él, tampoco era como si él viniera por mí.
Siempre fue un camaleón escondiéndose de todo para sobrevivir, yo no iba a hacer su excepción, mucho menos nuestra hija.
Había una Sarah diferente a lo que soy. Una Sarah que se parecía mucho a esa mujer que vino a Brent con Dylan en el invierno.
Una Sarah que sonreía a todas horas, una Sarah que quería dejar el MI6, pero su honorable General y padre se lo prohibió y la obligó a llevarse a su hija a Londres para ser teniente lejos de Jack, lo que lo hizo quedarse en Nueva York.
Esa Sarah se murió en esas noches enteras llorando por un Roe que nunca la quiso y la dejó encerrada en ese lugar hasta que se murió cuando tuvo que hacerse cargo de una hija que no se le permitía ver a menos que su padre lo decidiera porque la hacía débil.
Me siento en el suelo con un vaso lleno de vodka dado vuelta con mi cabeza sumida en mis recuerdos. Ya no soy la Sarah de veintidós años, soy la Sarah de treinta que nadie lastima, la Sarah a la que Dylan Gray, su amigo de la adolescencia, sacó de la depresión, la Sarah que él mismo puso en su unidad para poder vigilar que comiera.
Soy la Sarah que sobrevivió a la avaricia del ministro Madden, aunque su padre debiera morir.
Soy la teniente Wall.
Se rompe el marco de una ventana del pasillo y retrocedo pegando un grito ruidoso por ser atrapada con la guardia baja, mis manos van a mi arma por acto reflejo cuando Jack levanta la cabeza golpeada y mete el cuerpo un pie a la vez en mi casa.
Me mira con el arma en la mano y ni se ve preocupado, pero está serio, como lo vi en la casa de los treinta y siete. —Sólo quiero ver a mi hija, tus guardias del garaje están inconscientes, si no despiertan en dos días ya no lo harán.
Me lo quedo mirando inmóvil hasta que se coloca las pantuflas en ambos pies. Camina despacio, parece herido. Retrocede a un rincón de la puerta y no sé qué hace hasta que veo a una agente atender a mi anterior grito.
—¿Teniente Wall se encuentra bien? — pregunta Lucy.
Jack la mira de lejos y rápidamente asiento varias veces para tranquilizarla. — Me caí por un descuido por eso grité— volteo el rostro limpiándome las mejillas.
—La están esperando en la base del MI6, la niñera llegó para hacerse cargo de su hija y el general Gray llamó de nuevo, su presencia urge.
—Preparen el auto, debo hacer unas llamadas antes de irme.
—Sí, señora.
Cierra la puerta detrás de ella y no dejo de mirar a Jack. No dice nada, sale por la puerta del otro pasillo y sube por las mismas escaleras apoyándose del barandal, hace cortas paradas para tomar aire, lo sigo por su espalda y no me sorprende que sepa a dónde va.
—Sólo puedes verla quince minutos— le advierto.
—La veré el tiempo que se me dé la gana— no respondo a eso porque lo vi con el cuerpo de Maya llorar.
No pide permiso a nadie cuando se trata de su hija. Abre la puerta de Millie y el pijama de unicornios que cubre hasta los talones nos recibe a ambos. La niñera es la primera en vernos y de nueva cuenta no reacciona mal ante Jack.
Estoy acostumbrada a que soborne a las niñeras. Millie juega con su cachorrito dando saltos sobre la cama. —¡Salta Kieran! ¡Salta!
—¿Quién le puso ese nombre al perro? — Millie no voltea a mi voz.
—Ella— responde la niñera. —Le recuerda al de su tío Bennett.
Una sonrisa tira de la cara golpeada de Jack y habla parando los saltos. —Princesa Millie.
Tiene un poder sobre ella porque voltea sorprendida y corre resbalando por la cama hasta él. —¡Papi! ¡Papi! — Con su dolor se agacha a recibirla y la atrapa en el aire llenándole la cara de besos. —¡Mami te trajo!
Jack no la desmiente y de repente veo de nuevo la felicidad de mi hija abrazándolo con tanta emoción que siento pena por mí que nunca ha hecho eso conmigo. Los miro de lejos, la niñera acomodando los juguetes.
Jack escucha a Millie hablar del nuevo Kieran y le hace preguntas de sus juguetes. Debo irme a la base, pero no puedo dejar de ver la escena. No soy egoísta, necesita verla después de la muerte de Maya.
De repente alza la mirada de nuestra hija y me atrapa mirándolos como un pasmarote. Millie le dice algo al oído y salgo de mi estupor —Debo irme, cuando termines la...
—Ven— no es una petición. —Millie quiere un abrazo de ambos.
—Yo no abrazo.
—No te pregunte, te informe lo que mi hija quiere y se cumple.
Ruedo los ojos por su tono de voz y voy con ellos más por ella que por él. Sus pequeñas manos van a mi cuello y regresa a que yo la lleve en brazos. Le doy dos besos en la mejilla y acuesta su cabeza en mi pecho como hace para dormir.
Le pongo el chupete en la boca y la meso como hago cada noche desde que mi padre murió. Ya nada me detiene de quererla con ternura. Sus ojos van cargándose de sueño, pero no le suelta la mano a su padre mientras la paseo como le gusta.
—¿No debería irse? — pregunta su cuidadora.
—El MI6 puede esperar.
Nos veo a Jack y a mí con ella en brazos en el reflejo de su tocador y mi espalda se alza con un sollozo.
Jack la quita de mis brazos colocándola en la cama cómoda, después siento que me envuelve con los brazos, no merezco que lo haga, pero me derrumbo en lágrimas mirando a mi hija dormir.
—Siento lo de Maya, Rebecca no está bajo mi cargo, no obedece mis órdenes.
Lo abrazo por la espalda y se siente como volver al pasado que me dan ganas de cerrar los ojos e imaginar.
—No te disculpes Sarah.
Incluso es capaz de decir eso. —Hubieras venido por mí— digo de repente silenciándolo. —Nos hubieras llevado contigo y con David, hubiera sido diferente— frunzo el ceño en su pecho, todo lo que sucedió hoy me paralizó por completo más que la muerte de mi padre.
—Sarah...
—Si me hubieras querido como decías, no me hubiera convertido en esto Jack, sólo busco como matarte.
—Lo sigo haciendo Sarah— me aprieta con más fuerza.
Sus palabras son como un balde frío cobre mi cuerpo, me separo a jalones de su agarre porque no es propio lo que estoy haciendo, lo miro con odio y con saña. ¿Qué carajo me pasa esta noche? No soy una débil, ya no.
—Lo sigo haciendo — repite con la cara fruncida.
Niego varias veces y salgo por el pasillo, aunque lo escucho venir detrás de mí. Me voltea a él. —Deja mi casa o llamo a la seguir... — planta su boca sobre la mía con tanta fuerza que me quejo, pero no me aparto.
Lo tomo por los hombros y jalo su cuerpo molido sobre el mío en un beso que no quiero. —Ayúdame a instalar mi nuevo veneno en el MI6 y te ayudaré contra la ambición de Richard— barre sus labios sobre los míos y mi mano se alza contra su cara con una bofetada.
—¿Cómo te atreves a pedirme esa abominación? Soy la teniente del MI6.
Se encoje de hombros —¿Qué tan difícil puede ser? Ya jugaste chueco con la muerte de tu padre.
—No te quiero volver a ver aquí o llamaré a mi guardia, no me hagas aprensarte de nuevo— digo con rabia por caer en sus juegos. —No te queremos, ni mi hija ni yo, no eres nadie para nosotros, mucho menos para mí.
—Me gusta como duelen tus palabras y la forma en la que me hieren, pero no hables por mi hija porque por ella voy a arriesgar todo lo que me queda— su tono es de advertencia.
—Teniente Wall— me paralizo con la voz de Lucy.
Lo empujo lejos de mí con las mejillas ardiendo, nos miramos fijamente. —Te odio, maldito Jack Roe.
Sonríe de lado enojado y serio. —Me gusta la forma en la que mientes Sarah Wall, pero no olvides que los dos podemos herirnos con el filo de la misma daga— recoge sus pantuflas del suelo.
—Cierra la boca.
—Conocí a una mujer hermosa llamada Dina en las jaulas— frunzo el ceño. —Por un momento dejé de besar a Sarah y en mi mente estaba con Dina Makova.
Entra de nuevo con la niñera y Millie, estoy tensa de pies a cabeza. —Su celular sigue sonando —dice Lucy — ¿teniente? ¿Todo en orden?
—Lucy, estoy bien, deja de hacerme preguntas tontas.
—Parece enojada.
—¿Por qué debería estarlo? — le arrebato mi celular de la mano. —Dylan. ¿Qué sucede?
Me tenso de nuevo con los trabajadores del ministro Madden. Uno de ellos se me acerca y comienza a ordenarme. —Pon el altavoz, el ministro no confía últimamente en ese agente.
Muy a mi pesar obedezco pidiendo que Dylan no diga nada confidencial. —Todo marcha bien en emergencias, a excepción del accidente del club Silver, muchas señoras de las organizaciones de caridad tuvieron que ser traídas aquí porque no quieren ir a un hospital barato.
—Denles el mejor trato donan una buena cantidad a nuestra unidad de primeros auxilios cada año.
—Eso no es todo, necesito que vengas de inmediato porque están aquí Sarah, mandé a hacer una revisión a la sala de emergencias de la base y vi que a unos pacientes les quitaron la hoja de acceso.
Me tenso de todo el cuerpo. — ¿A quién te refieres Dylan? — miro a la gente de Richard.
—A quién hemos estado rastreando y atrayendo a las compras de la anfetamina de tu hermano, vino a comprar a la ciudad— dice como si fuera obvio. —El comprador danés está en Londres y metió en nuestra sala de emergencias a dos hombres heridos.
El informante abre mucho los ojos y saca su celular. —No sé a qué te refieres Dylan.
—El comprador danés cayó en nuestra trampa cuando herimos a su gente, los trajo a nuestra base y vendrá por ellos, podemos rastrearlo en la ciudad, sólo debes dar la orden.
—El ministro Madden debe saber esta información para dársela a su aliado— dice el informante de Richard.
Pongo el silencio en la llamada y voy detrás de él. —No me digas que Richard se alió a una jodida mafia.
—Eso no te incumbe, debo ir a verlo, aunque esté en recuperación deben saber que los daneses están aquí y su aliado podrá atrapar al comprador danés.
—Cállate— trato de silenciar al informarte de Richard.
—Cuando aceptaste el puesto sabías lo que involucraba trabajar para Richard Madden, nunca da algo sin recibir otra cosa a cambio, debes tu obediencia a él y al parlamento y toda esta maldita información acerca de ese comprador danés me la envías de inmediato a mi celular.
No dice más antes de irse, me subo al auto malhumorada por obedecer órdenes de superiores, esta información es confidencial, así como la ubicación de la anfetamina sin la que no atraparemos a ese danés que ha armado al menos dos tiroteos de categoría tres en Reino Unido.
Todo se encuentra tranquilo en el área de emergencia, entro uniformada y me gano varias inclinaciones de cabeza de los nuevos practicantes, me encargo personalmente de que las señoras de la caridad sean tratadas como de la realeza.
Saludo a cada una y no son más que viejas adineradas que por su aportación al área de primeros auxilios de practicantes de la universidad locas creen que pueden tenernos de criados, aún así les doy la misma sonrisa falsa a todas impregnándome del olor de sus abrigos de piel de animal.
—Llegaste— Dylan me alcanza camino a mi oficina, no está con la indefensa publicista que me molesta ver, entra detrás de mí en mi oficina colocando el pestillo.
—¿Dónde está la damisela en problemas? — ruedo los ojos.
—Emma está siendo revisada, no te refieras así a ella.
—No me importa, no quiero que nos distraiga, ya tenemos al comprador danés en nuestro radar, sacaremos un poco de anfetamina de Irlanda para convencerlo de comprar— asiente —Le mandaré la información de nuestros movimientos al ministro Madden y me darás la ubicación de los narcóticos.
—¿Por qué lo vas a involucrar en esto? Es acto confidencial del MI6.
—Es la autoridad suprema de nosotros, dame la ubicación.
—¿Cómo te convenció de manipularte? Nunca darías una misión a un político.
Respiro hondo manteniendo la pelea que se avecina por Richard. —No eres de su agrado por completo por estar yendo en contra de sus designios las últimas semanas, dame la ubicación de la anfetamina y sigamos con la misión del comprador danés como hemos acordado, sólo que con la vigilancia de Richard.
—Lo vi con Logan en la ciudad, si eso te hace pensar que está siendo honorable, hazlo— me anota bruscamente la dirección y luego me arroja el papel.
—¡Lo juzgas cuando por al menos una media hora hiciste una alianza con ese hombre!
—Fue por Emma.
—¡Por ella traicionas hasta a tu placa, agacha la cabeza ante tu superior y te prohíbo volver a entablar conversaciones contra el ministro Madden, en este momento no soy tu amiga Sarah, soy tu teniente y no cuestiones mis decisiones, yo sé lo que hago! — aprieta la mandíbula con mi tono de voz y agacha la cabeza.
—Dudo que en este punto tú y yo sigamos siendo amigos.
—Si ya no me consideras eso, pide un traslado a Escocia, entrega tu placa y lárgate.
—Nunca vas a llenar el lugar de tu padre.
Niega con la cabeza y me enojo por decirle esas palabras y por el dolor que provocan las suyas. Sale azotando la puerta y me queda un enojo grande que me hace golpear el escritorio. Todo me está saliendo mal últimamente, creí que al tener el puesto mayor iba a gobernarlos como he querido, pero me están volteando la cara.
Ni siquiera he dormido ese maldito Alexander está jodiendo cada ciudad del país. Estoy en cada maldito ataque, ya no tengo una vida. — ¡Carajo!
Salgo de nuevo al pasillo para salir al pequeño jardín cerca de la cafetería y respirar aire fresco, pero a mitad de mi camino se me acercan las señoras adineradas. —Teniente Wall, el café no tiene el más mínimo sabor. ¿Podría enviarnos otro a la sala de espera?
Respiro hondo y pierdo el control imaginándome asfixiarlas con mis propias manos. Las ignoro dejando quejidos ignorados. Al final de la sala hay otras dos mujeres como ellas mirándome fijamente.
Por un momento de la mayor de ellas siento haberla visto en algún club. Cierro los ojos y sigo caminando por mis malditas alucinaciones. El escalofrío es instantáneo cuando me detengo.
Me giro y veo a la mujer rubia a mi espalda donde no hay nadie, me recuerda a una película de horror. —No quería asustarla, pero olvidó su placa— extiende el objeto valioso que no recuerdo sacar de mi cajón de seguridad en mi oficina.
Se va y con el ceño fruncido la sigo. —¿Cuál es su nombre de pila?
—Todos me llaman kamæleon.
—A mí también— dice la mujer a su lado, la de los ojos castaños y muy alta —Es el nombre de nuestra caridad, la caridad de los camaleones— añade rápidamente ante mi expresión. —Aunque no tenemos un líder camaleón— ambas se ríen a ese comentario. —No puede ser posible que no lo sepa si donamos cada año aquí.
—Lo siento, no he tenido una buena semana, les traeré a los mejores practicantes para atender todo lo que pidan.
—Se lo agradecemos.
Retomo mi camino, sumida en mis pensamientos, las miro sobre mi hombro y llamo a la guardia de Lucy—Vigila a esas mujeres y nos las dejes salir de esta base.
〘 〙
Emma.
—Respira hondo de nuevo — el médico mide mi ritmo cardiaco y me mantiene con respiraciones profundas.
Miro en la pantalla el noticiero local que está mostrando la repetición del video del ministro Madden dando su discurso político para el inicio del cierre de su campaña en las ciudades de Londres acompañado por sus asistentes y su gran amiga la teniente Sarah Wall que ha sido de gran ayuda durante la muerte de su esposa.
—Quiero agradecer fervientemente a la teniente Wall por acompañarme en este duro duelo— dice la repetición de un perfecto político, pero la última vez que lo vi estaba tieso en el suelo, inconsciente.
Espero que haya muerto.
—Se ven bien juntos, han pasado las últimas semanas en el ojo de la prensa. ¿Será ella el remplazo de su esposa o es una simple amistad? — el médico mira contra su espalda.
—No sé sobre los planes de Sarah, aunque todos deben llegar a obtener más poder, además Richard tiene que conseguir una esposa antes de las elecciones, de otra forma no ganará. los votantes miran a fondo la vida de cualquier político y debe dar la imagen de que tiene una familia sólida.
—Parece que la nueva teniente quiere ser esa familia sólida.
—Sarah tiene una afición por el ministro, le conviene despegar su nuevo nombramiento con una figura poderosa— mi comentario es de mi perspectiva como su ex publicista, pero la cara el médico se arruga y manda a su enfermera a cambiarme las sábanas de la cama.
—Dejemos el tema de lado, no me interesa la política ni ningún tema de este país, además espero que no se comprometan, en el memorial del biólogo David Wall se vio a la teniente con una hija— alza los hombros —Además, la primera dama Susan Madden estaba embarazada antes de morir, no creo que le reemplacen el hijo.
Sonrío de lado con esa mentira que todo el mundo creyó que le ha ganado fama a Richard gracias a mí. Emilia Madden, no suena bien, Millie siempre será una Roe.
—Hemos terminado la revisión que pidió el General Gray, puedes descansar y mañana te revisaré de nuevo con un equipo mejor que éste— terminan conmigo.
Llevo menos de seis horas aquí, cuidada por el MI6 buscando algo de paz en el infierno de hace días y no he tenido oportunidad de encontrar lo que busco, las horas aquí se me hacen eternas.
Abro las persianas y miro a la gente que pasa de nuevo hay una mujer elegante en la sala de espera. Las cierro y regreso a la cama, parece que es la inauguración de las señoras elegantes este año.
No es tanta coincidencia encontrar ya casi a tres, primero la de ojos verdes, la rubia y la de ojos castaños, ahora una de abrigo esponjoso. —Hubo una intoxicación en el club Silver que dona a caridad, es gente adinerada— me explica la asistenta del médico. —No quieren ser atendidas por un hospital común— rueda los ojos.
Ni siquiera asiento, estoy agotada porque cada hora que paso aquí Dylan más se siente mi dueño, dando instrucciones de lo que debo hacer o como tomar declaraciones, ni siquiera se me permite salir otra vez de mi habitación.
Espera afuera para llenarme de nuevo de preguntas incesantes, con un testigo presente. Siempre hace lo mismo con alguien vulnerable, trata de sacarle información. El médico que me ha limpiado las heridas me coloca una venda nueva con sumo cuidado en el brazo.
Tiene el cuerpo más robusto que el de los agentes y una pinta siniestra cuando me sonríe al irse dejándome una de las botellas de agua más cara de la marca europea.
—Tu cuerpo parece recibir el medicamento para el dolor bien Emma, pero dada tu condición te haré tomar vitaminas, no me gustó que estuvieras sin comida varios días. — mira hacia la puerta cuando asiento. —Y mi enfermera le dirá todo el diagnostico al camaleón.
—Espero que no todo. ¿Seguirá siendo nuestro secreto?
Se reacomoda los anteojos. —Lo será hasta que podamos tener una mejor consulta y privada, no una porquería.
Dylan espera impaciente en la puerta por la revisión, esperando indagar en el diagnóstico del médico, cuando la enfermera sale, veo como exigente le pregunta sobre mi estado mientras toma su medicamento por su adicción.
Tiene una fuerza de voluntad impresionante, oí que lleva pocos días desintoxicado, le hacen revisiones constantes e incluso Sarah le ha replanteado volver a su lugar, se toman muy a la ligera una adicción como si se librara de ella de la noche a la mañana y se mienten a sí mismos para no regresarlos a la clínica.
Se vuelven adictos al medicamento que les aligera la ansiedad de consumir anfetamina.
El médico sale por una puerta diferente a la de su asistenta.
—Te ves mejor guapa, pero necesito que comas más, dicen que estás mejorando— Dylan entra por la puerta con una sonrisa en su rostro que no le regreso y pone sus labios sin permiso en mi mejilla.
—Eso parece, aunque sólo han pasado unas horas— no quiero hablar con él. —Tengo hambre, demasiada.
—Alguien podrá traeré comida después mañana en la mañana.
—¿Hasta mañana?
—Lo siento, esa no es mi área.
—Como quieras.
—La asistenta del médico me dio un buen diagnóstico y con los mejores resultados iremos a casa pronto, te llevaré conmigo como debió ser después de Trafford y voy a adquirir el dinero de mi servicio al servicio inglés.
—¿Por qué? — no es como si me interesara, pero no debo mostrarme indiferente—. Ese dinero es para tu retiro o en caso de que sufras un accidente que te dejé parapléjico, si posibilidades de volver a trabajar, no puedes desperdiciarlo.
—Tengo buen dinero del que me cedieron a la muerte de mis padres, podrías llamarme adinerado, pero con mi sueldo quiero comprar una casa grande para nosotros, en donde podamos vivir en paz— se sienta a mi lado con la mirada preocupada.
No conoce el término de ir poco a poco, me cura las heridas y cree que nos hemos comprometido. — ¿iré contigo? ¿No te parece demasiado pronto? — me quiero reír, estaba tan cegada sin darme cuenta que se está volviendo loco.
—No vas a quedarte aquí, pediré una licencia de traslado a Irlanda o Escocia para que podamos vivir ahí.
—No me iré de Londres, fin de tu charla— su mirada preocupada se intensifica.
—No te estaba pidiendo tu opinión— mis cejas se alzan con su tono de voz —Harás todo lo que se te ordene, si bien no te han encerrado es por mi intervención, quitaré todos los cargos en tu contra y anularé tu matrimonio, sólo debes firmar y confiar en mí.
—¿Y cómo harás eso? No eres tan ingenuo para saber que no me dará el divorcio.
—Estás casada con un criminal, tengo contacto con la jueza escocesa que dirige el parlamento inglés y haré que lo anule, espero que después de hacerte este gran favor me pagues de buena forma, no con dinero, pero al menos obedeciendo a lo que te pido y no ocultándome información— me toma la mano con la mirada perdida.
—Por supuesto, pero ¿Qué te pasa? Te ves nervioso y me estás poniendo nerviosa a mí también.
—La asistenta del médico que te revisó me lo dijo— respira hondo —Que estuviste embarazada y que por la tortura lo perdiste— respira hondo y yo siento un golpeteo fuerte en mi pecho que me marea —Sentí una rabia enorme al que hayas echo una tontería como esa, ni siquiera quería entrar, se les dice que se cuiden al intimar y mira como terminaste.
—Tengo veinticinco años, no se hacen ese tipo de cosas a esta edad, se planean y yo lo hice.
—Pero no con él— me zarandea perdiendo el control y me alejo de la cama mirándolo con enojo hasta que disculpa —Tener un hijo de él haría que yo te odie, pero es un alivio que ya no lo estes, sería hijo de un criminal, sería lo peor que te puede suceder, ni hablar de lo que me provocaría a mí.
—Pero yo lo quería— le repito con los ojos llorosos.
—El mató a tu madre y te duela o no, es lo mejor que nos pasó.
Siento ganas de golpearlo, pero las controlo—¿Y te alegras de que a mí me duela? Te ciegan tanto tus malditos ideales que no piensas en mi dolor interno por todo lo que pasé ahí.
Niega con la cabeza. —Sé que no fue fácil.
—Fue como estar en el infierno y si no has pasado por eso, no opines.
—No digo que lo entienda, pero, aunque me juzgues todavía por unirme con Logan en el último momento, habría echo alianzas hasta con la mafia danesa para sacarte de ahí, para arbitre los ojos y eventualmente tu misma te hubieras desecho de ese engendro— pega su rostro al mío y luego niega repetidas veces.
Lo miro con odio, cuando agacha la cabeza por hablar mal de mi bebé.
—Esa cosa sería perseguida por su padre y por el ministro Madden, al menos ya se sabe que lo perdiste por las torturas si no tendríamos más problemas de los que huir— me toca la mejilla y casi pierdo los estribos cuando se me acerca a la boca, pero me muevo hacia atrás.
—No me beses.
—¿Por qué no? — trata de acercarse y de nuevo me alejo —Me elegiste Emma, por todo lo que he hecho por ti lo mínimo que me merezco es una muestra de afecto de tu parte— me toma de la nuca —No importa lo que hayas perdido con él, yo te haré otro hijo y cinco más y les daremos una vida buena y en paz en Irlanda, además, no maté a tu madre, yo la amaba y ella a mí.
El golpe es bajo y directo.
—Yo fui contigo a muchas quimioterapias, la vi adelgazar casi hasta los huesos en una cama barata de hospital— cada palabra duele con los recuerdos —Era un adolescente y me ingresé a los catorce años al grupo de practicantes del MI6 para que con los primeros sueldos del pago de placas doradas de mis padres se pudiera pagar lo que tu padre no hizo.
Me quema el pecho con cada palabra que dice, de repente mi espalda se mueve con silenciosos sollozos. —¿Por qué me haces esto Dylan? — me rompo con esos recuerdos de ella y con las hormonas de mi cuerpo alteradas.
—Fui yo Emma— me mira con los ojos llorosos —Yo me convertí en la única familia de Cora y tuya, dejé mis sueños de ser futbolista para pelear la justicia de los que nos quitaron a los tres, mis padres y la tuya, todos muertos por esa misma organización.
—Para, por favor.
—No, lloré noches completas en las rodillas de Kate mientras me consolaba como la madre que ya no tenía y cuando murió en su tumba juré protegerte y eso hago— lloro más fuerte y los sollozos lo ponen a suplicarme perdón y trata de limpiar mis mejillas.
Alzo la mirada a la suya y desconozco en lo que se convirtió. —Sólo quieres lastimarme.
—Nunca, pero no quiero que olvides lo que le hizo a tu madre.
De repente recuerdo a la mujer de la sala de espera tan elegante como la misma monarquía que ni con mi golpe perdió el porte y después esa mirada que compartimos, cuando me di cuenta que nadie más puede herirme.
—No sabes cómo me duele verte llorar guapa, pero te dije que con él sólo te vendría cosas jodidas, conmigo no, nunca sería como él, yo soy mejor Emma. — pega sus labios a mi oído y cuando me acaricia el cuello siento el frío oro en mi mano.
Sorbo por la nariz y me mantengo seria sin más lagrimas —Si no quieres ser como él, entonces por qué usas el anillo de mi marido.
—¿Por qué llamas a ese asesino tu marido? No lo llames así— su ceño se frunce —El ministro Madden me dijo cosas sobre ti perteneciendo a esa mafia por voluntad propia, pero me negué a creerlas, así que no me decepciones.
Parpadeo alejando la confusión en mi mente.
—Debiste creerle y no traerme aquí.
—¿Qué dices?
Me inclino hacía él. — Todo el mundo me ha tirado lo jodido desde Trafford Dylan y no me detuvo de ser la mejor publicista de Londres. ¿Qué te hace pensar que lo que me digas va a hacer que confíe en ti de nuevo o en el MI6?
Sus cejas se alzan. —¿Cómo te atreves? — va a zarandearme, pero mi puño ya impactó con su nuca con un golpe seco y se desvanece en mis rodillas. Su cuerpo más pesado de lo que pensé, tanto que se azota en el suelo.
Me limpio las mejillas y me levanto sollozando por el recuerdo de mi madre, mis hormonas están haciéndome llorar cada que la mencionan.
No lo puedo controlar, pierdo tiempo valioso hasta que me obligo a parar. Rápidamente rebusco en su uniforme hasta que encuentro su tarjeta de acceso, con el código en el reverso.
La guardo debajo de la almohada y saco su celular, coloco su huella, pero no funciona sólo con contraseña. Pide un código de acceso y lo coloco, me lo dijo en Brent, lo abro y voy a los archivos de mensajes.
Cada aplicación tiene acceso con contraseña, lo miro adivinando porque no es la misma que antes, coloco su fecha de nacimiento, la de Cora tampoco y la mía menos, poco a poco se me acaban los intentos y se bloqueara el dispositivo, me pierdo en mis pensamientos y pongo la placa de sus padres.
Abre el acceso.
Sonrío de lado y busco las fechas de los operativos de vigilancia en Irlanda donde se encuentra la anfetamina de David Wall y los nombres de los que guardan la sustancia.
Lo oí hablar con Sarah por celular mientras dormitaba, el comprador danés está de nuevo en Londres.
Todos los operativos y fechas de registro de la droga los tienen encriptados en un ordenador de la base del MI6 en Reino Unido, un agente no cargaría con información confidencial en su celular.
Clave de acceso al parlamento irlandés. Sale una ubicación, la envío a mi celular con dos códigos de la contraseña de acceso a la base de Reino Unido, también me envío una copia de todos sus archivos para revisar después.
Borro la conversación de su móvil y le guardo el dispositivo en su lugar mientras comienzo a gritar.
—¡Ayuda! ¡El general Gray se desmayó! — corro por el pasillo —. ¡Ayúdenme!
Veo a la mujer de antes estar en un rincón de la sala con una revista en las manos.
—¿Qué sucedió señorita? — pregunta una de las enfermeras.
—El general Gray está desvanecido.
Coloca su comunicador cerca de su boca. —Emergencia en el cuarto cinco, cuatro, uno.
La mujer del golpe y muchos más vienen cerca del cuarto por el alboroto, poco a poco los despeja, pero ella es la última en irse. Miro el cuerpo de Dylan en el suelo sin intento de ayudarlo.
La mujer lo mira también y después a mí. Su mirada no es de miedo o preocupación, parece satisfecha.
Dos agentes internos corren hacia dónde estoy sacando a los curiosos de aquí y como es el cambio de turno son nuevos, un agente más viene con una gorra apenas cubriendo sus risos cuando empiezan a levantar a Dylan me acerco a ese agente de gorra y le doy la tarjeta de acceso.
Se la guarda en el bolsillo y me da un ligero asentimiento de cabeza. —Iré por el médico, levántenle la cabeza y traten de mantenerlo con el esternón alzado.
—¿Qué es el esternón? — pregunta uno.
—Investígalo inútil— sale casi corriendo antes que vengan los de la guardia nocturna y levante el cuerpo de Dylan sobre el sofá de la pequeña sala.
El médico que me revisó regresa con su bata mal colocada y cuando ve a Dylan inconsciente oculta la media sonrisa que le quiere salir al mirarme —Denle aire. ¿Qué sucedió Emma?
—Estábamos hablando y de la nada se desmayó, estoy muy preocupada por él.
Los sujetan por los hombros utilizando cualquier método, pero finalmente me quedo mirando como lo hacen reaccionar con un poco de alcohol lítico en un algodón. Sus ojos azules se abren poco a poco y parece que ve borroso toda la habitación porque parpadea varias veces. — ¿General Gray se encuentra bien? ¿Sabe dónde está y qué le pasó?
Niega ligeramente. —No ¿Dónde estoy?
—En mi habitación, te desmayaste a mitad de mi revisión, el médico está por revisarte— me mira de lejos y extiende la mano para que se la sostenga, dándole consuelo. Se la tomo y me besa la muñeca con alivio.
—No sentí nada, pero me duele mucho la nuca y el cuello.
—Debió ser por tu caída, traté de sostenerte, pero tienes un peso muy grande, te resbalaste de mis manos— me pongo de cuclillas a su lado mientras el médico pone una luz en sus ojos para ver que todo esté en orden y Dylan por su aturdimiento no presta atención a su rostro sólo me llama en voz baja.
—Parece que no hay daños colaterales, tiene un poco de aturdimiento le haré unas preguntas comunes para ver si tiene total conciencia— dice el médico y Dylan frunce el ceño, ya se ve completamente despierto. —¿Nombre completo?
—Dylan Arthur Gray.
—Edad.
—Veintisiete años.
—¿Prefiere lo dulce o lo salado?
—Mmm... dulce.
—¿Se considera hippie?
—Eso que tiene que...
—Responda.
—No soy hippie.
—¿Se considera idiota o algo similar?
Frunce el ceño. —No.
El médico sacude la cabeza y anota los resultados. —Está aturdido todavía, no ha respondido las últimas preguntas correctamente.
—Sería bueno que se mantenga despierto la mayor parte de la noche. ¿No lo cree doctor? — pregunta uno de los internos al médico que sabe perfectamente como colocar una tapa a la jeringa.
—Creo que se mantendrá bastante despierto toda esta y las siguientes noches— sonríe con sus dientes amarillentos —Porque me llevo a Emma de está pocilga por orden del lobo— saca de su bata la daga suiza más sucia que he visto.
Dylan da un brinco casi inmediato tambaleándose a empujarme lejos de Jack con sus clásicas pantuflas desgastadas porque le reconoce la voz la segunda vez que habla, me tambaleo en el suelo y lo miro mal, pero él también se azota en el suelo por el golpe reciente.
Los internos corren a ayudarlo. —¿Cómo carajo se metió este imbécil aquí? ¡Llamen a la seguridad del hospital!
—Soy como las cucarachas querido Dylan, ni la radiación me mata— Jack golpea la jeringa con su veneno en alto, no se parece al chico enojado de hace unas horas. —Como diría la ridícula película americana— se aclara la garganta —No me muero, me reproduzco, tengo a Dios de mi lado ¿Oíste perra? — se encoje de hombros y lo señala con un dedo —Tú eres la perra Dylan, sólo para aclararlo.
—¡Hagan el cambio de guardia de inmediato! ¡Traigan a Sarah está en su oficina! — les dice a los internos que manos temblorosas se pelean con sus cinturones para sacar sus armas.
—Sí, traigan a la nueva teniente quiero felicitarla— Jack me mira de lejos —Mi prima favorita— me manda un beso al aire y veo como se quita los lentes que le robó al guardia de la puerta, comienzo a perder la respiración cuando se sienta en el sofá donde estaba Dylan hace unos minutos y cruza la pierna, despreocupado meciendo su pie.
Ambos traemos golpes de la tortura, él un ojo morado, pero se mantiene con una serenidad clásica suya.
—Tómense su tiempo, caballeros, los espero— mira su reloj imaginario —Después de la seis de la mañana tengo que cortarle el cabello al ministro Madden, así que estamos bien.
Dylan me jala a su lado lastimándome. —¡Suéltame! — me jaloneo, pero su agarre es fuerte.
—No vas a volver a caer en esa mierda, te vienes conmigo, veo en tu mirada como estás dudando.
Jack lo mira enojado. — Parece que son nuevos en esto, como si los Roe atacáramos solos.
Uno de los internos se desvanece en el suelo de la nada, el otro retrocede a la pared asustado mientras que Jack lo mira con una sonrisa de disculpa. —¡El veneno JR si funciona Emma! — dice emocionado. —Le puse mis iniciales para que las muertes sean en mi honor. ¿Abrazo de celebración? — extiende los brazos de lejos a nosotros.
Dylan lo mira como si estuviera demente y le apunta para que no se acerque. —De todos los Roe que he conocido, tú no tienes cerebro, eres un demente.
Jack baja los brazos y niega con la cabeza. —La maniobra más inteligente de supervivencia es fingir demencia mi querido General Gray.
—Vámonos— me empuja fuera.
—¿No es gracioso? — grita Jack a nuestras espaldas haciendo tiempo. —Se unieron todos contra el lobo y ni una bola le cortaron, pero vendrá por cada uno de ustedes como el demonio para robar sus almas— con sus dedos simula una pinza de cangrejo atrapando algo.
La frente de Dylan comienza a sudar con lo que dice Jack y en segundos se escucha el disparo que pone fin a la tranquilidad de la noche y el contra ataque del MI6, Dylan me empuja al suelo y pocas de las heridas que Jack me había curado se abren. Después sin cuidado me levanta y me saca al pasillo a rastras diciéndome que si salgo del MI6 será con él.
Sarah sale de su oficina despertándose por el papeleo que estaba firmando y por su comunicador manda a cerrar las puertas, se ve agotada. —Estaba contactando a Millie. ¿Qué sucede camaleón? No puede ser que haya otro maldito ataque, apenas se está resolviendo lo de la ciudad demolida por el maldito lobo y no hemos dormido nada.
—Ya no te agrada tanto ser teniente o sí—ladeo la cabeza y me gano su mirada letal.
—Código doce, teniente Wall, nosotros nos vamos por la salida trasera, evacuen a los enfermos y a las señoras de la caridad— ordena Dylan y Sarah los secunda.
Vemos a Alexander aparecer matando a todo lo que se mueve incluso a los internos por el pasillo, no tiene piedad de los enfermos, algunos les corta la garganta en dos tajadas, además trae en la mano el detonador.
—Carajo es el detonador de una C18— Sarah palidece.
—¿Es peligroso?
Dylan asiente. —Dos veces más potente que las C17 y prohibida por el gobierno inglés y las naciones unidas, este cabrón va a quemarnos a todos como el infierno.
—¡Vengo por mi mujer y voy a volar el puto lugar para matarlos a todos! — nos mira de lejos.
Dejo de respirar y el grito me provoca escalofríos en todo el cuerpo.
Los cristales del segundo piso se desquebrajan cuando un cuerpo robusto con os brazos extendidos vestido de verde oscuro se deja caer en picada y rompe con arnés la entrada.
—Mi señora, esta vez no habrá errores.
Caterva se quita el arnés y dispara a muerte a las señoras de la caridad para distraer a los agentes del MI6.
—Va a quemar la ciudad también este maldito con su gente, me lo voy a cargar de una vez por todas— Sarah se queja sacando su arma, va a dispararle, pero Jack sale de mi habitación y la lanza al suelo, metiéndose en un forcejeo con ella, muy duro tanto que grita agudo cuando Jack la somete contra el suelo.
Se oye el crujido de la demolición cerca, nos agachamos con los demás. Han sido demasiadas detonaciones en una noche.
Sarah se cubre la cara con los brazos y se quedan mirando como si no pudiera creer que Jack fue contra ella.
—Podemos negociar con ellos— un estúpido se atrever a hablar.
—Él es un asesino que tortura por diversión. ¿Crees que vas a negociar con él?
—¡Corre Emma, yo voy detrás de ti! — no me muevo y Dylan me zarandea de nuevo —¡Obedece a tu superior! — se abre el chaleco antibalas y lo veo sacar un arma matando a dos de la organización del lobo.
El contra ataque es duro. No dejo de mirar a Alexander, mata hasta a los enfermos que corren. — ¡Sácala de aquí! — ordena uno de los internos. —¡Recuerda lo que le hizo a tu madre Emma!
Parpadeo saliendo de la mirada de Alexander, Jack me mira aun sosteniendo a Sarah en el suelo, su arma tirada. Sarah es la primera en ver mi traición con expresión de incredulidad. Avanzo, pero no con los agentes del MI6.
Pongo la punta del arma en la cabeza de Dylan. —Baja tu arma hijo de puta.
Se queda inmóvil.
—Emma ¿Qué haces?
—Lo que debí hacer hace tiempo.
—Te están manipulado, yo soy lo correcto— dice incrédulo y tenso.
Poco a poco se gira bajando el arma, mirando como la punta queda en su frente. Nos miramos fijamente, recuerdo lo que Logan me hizo junto con las burlas que él mismo hizo sobre mi bebé. Bajo mi arma.
Le disparo en la pierna.
Dos veces.
La primera bala sólo rosa su muslo, pero la segunda si da en el lugar, no es muy buena mi puntería, aún.
—¡Emma! — el enojo tiñe su grito de dolor —Tu madre... él...— jadea agarrándose de la pared con tu quejido, pero el enojo lo hace zarandearme aprovechando su fuerza para intimidarme —¡Mató a tu madre!
—No soy tan inocente Dylan Gray para volver creer en tus mentiras— me agacho a su lado y a tirones le quito el anillo —Y esto le pertenece a mi marido.
Me mira con incredulidad y en instantes su mano sube y siento el primer golpe en mi mejilla de la única persona que no podría creerlo.
—¡Elegiste mal Emma! ¿Crees que te voy a tener miedo a ti? ¡Tú no eres nadie! ¡Te comportas como una puta barata que no puede vivir sin dinero y sin polla! — siento el puño en mi mandíbula que me azota en el piso, aunque tenga la pierna herida.
Lo miro con los ojos llenos de lágrimas que me saco el golpe en la cara, en ese momento Dylan se da cuenta de lo que hizo y retrocede con la herida en la pierda, perdiendo poco a poco el equilibrio.
—Emma yo no quería... me enojaste tanto... carajo.
De repente su cuerpo cae cuando Alexander lo azota en la pared. Su cabeza cae sobre la frente de Dylan dos veces rompiéndole la nariz. Le revienta el puño en la cara repetidas veces en la misma forma en la que Dylan me lo hizo.
La sangre brota de su boca y nariz como si estuvieran fracturadas, quiere hablar, pero Alexander le clava las rodillas en la columna con violencia, Dylan se dobla de dolor, pero mi marido no se detiene, no sólo quiere matarlo, lo quiere torturar en el proceso, va a dejarlo parapléjico.
—No... no la quería golpear— quiere justificarse, pero el lobo no lo oye y Dylan pierde la fuerza masculina que utilizó conmigo.
—¿Qué ella no es nadie? — se ríe sin humor y perversamente —Te voy a enseñar quién es ella.
Parece que me tuvieran en un altar porque la furia de los de la organización crece y se vuelve más sangrienta. Caterva va contra Lucy y la laza contra la pared con la daga suiza en a mano.
—Tuviste las bolas para tocarla, pues te las voy a quitar — el gruñido de Alexander le saca un grito ahogado a Dylan cuando mete una daga debajo de su miembro. Sarah también grita y le suplica a Jack que la deje ir por Dylan, casi al borde de las lágrimas.
—¡No lo lastimen! ¡Por favor Jack! — le pide sollozando. —Dylan es lo que siempre he querido, no quiero que lo lastimen más, llévensela, pero no lo maten.
La mirada de Jack se pone sería y por un segundo sus manos se tensan en Sarah, pero no la suelta. Por un momento el mayor de los primos Roe cierra los ojos, pero los abre sin una gota de dolor ocultando sus emociones. Soy testigo que siempre tendrá sentimientos por Sarah.
Dylan saca su un cuchillo francés para encajarlo en el abdomen de Alexander, le hace un roce y va por el segundo, sé que mi marido es experto, pero aun así me pongo de pie y le clavo el arma en la nuca y doy un golpe más fuerte que el del desmayo.
Alexander lo deja en el suelo lleno de sangre en la cara y las salpicaduras en su ropa, disparo a su espalda a uno de los agentes, nos miramos fijamente.
Siento que el alivio me recorre cuando paso entre los cuerpos moribundos del suelo a Alexander hasta azotarme contra su pecho. Ambos jadeamos muy duro, pone su mano en mi nuca y la mantiene para pegarme a él.
—Le di tarjeta a James para que saque a Erick — pega su frente a la mía.
Alzo la boca a la suya calmando el ardor en mi pecho por las torturas. Me besa con cuidado y me levanta contra su pecho por mis heridas, para que no camine, no como Dylan azotándome.
—Nos largamos. —respira hondo besándome, maldice en varios idiomas y les da la orden.
Se me llenan los ojos de lágrimas, me duele todo el cuerpo por las torturas, no me separo de su cuerpo, me importa una mierda quién muera, pasa su nariz por la mía y dos besos en la mejilla tan dulces que me cosquillea el abdomen con ese gesto tan romántico nada propio del lobo.
Alexander camina conmigo en brazos y me dedico a pasar las manos por el cabello, a ratos para llegar a la salida, me deja besarlo y acariciarlo como quiero —Estás herido— le veo moratones por los brazos preocupada. —¿El MI6 te hizo esto?
—Yo no importo.
—No vuelvas a decir eso— me bajo y le miro el cuerpo. —El MI6, te hizo esto. ¿Cómo?
—Sedado, de otra forma se morían.
—En casa quiero que Jack te cure.
—No— me alza de nuevo sin dejarme caminar el resto del pasillo —No es su área, además, si algo sabe quiero que te revise a ti.
—¿Ethan?
—Está en revisión, tiene una infección grande en las heridas.
—Necesitamos a un buen médico para él y para ti— asiente y me mantiene pegada a su lado. —Pusiste Londres en llamas y perdiste tu reputación de empresario.
Me mira fijamente. —Por ti arriesgo todo, todos mueren si te pasa algo— respira hondo.
Lo miro fijamente y asiento, a la salida volvemos a pegar la boca en la boca del otro, aunque me duelan hasta los labios por los raspones. Esperamos los autos y de nuevo vuelve a esas caricias dulces hasta con otro par de besos en la mejilla.
Los de la organización del lobo nos miran sorprendidos incluido Jack.
—¿Qué miran inservibles? — Alexander, ni levanta la mirada a ellos, pero basta con su tono de voz para que todos se giren dándonos privacidad.
Con Alexander Roe no existen los besos lentos, jamás, ni creo que pasee los labios tan suavemente por mi boca, quiere llevarlo lento, pero tiene mucha adrenalina descargada, siento como su cuerpo tiembla debajo del mío.
En la camioneta negra, me abrazo a él, incluso no lo suelto cuando Jack se sube del otro lado sin sus pantuflas. —Ya tenemos a tu mujer y a mi sobrino a salvo, así que larguémonos.
Quiero cerrarle la boca, pero es tarde.
Las cejas de Alexander se alzan con esa mención y siento sus suaves dedos pasar por esa parte baja de mi abdomen. No se atreve a hacer esa pregunta que ha dolido tan solo pensar desde la casa de los treinta y siete.
—¿Nuestro bebé sigue aquí Emma? — lo miro a los ojos atormentado por lo que vio cuando me encontró.
Asiento ligeramente.
Su pecho se alza demasiado y el alivio en su mirada aumenta. —¿Qué era la sangre entre tus muslos?
—De un kray muerto— me recuesto en su pecho recordando lo que le hizo a Logan por mis torturas con alivio —Más bien una doctora que quería obedecer órdenes, tuve que matarla, Ethan ayudó a esconder el cuerpo.
—Joder nena, eres toda una asesina.
Sonrío de lado y en esa posición de koala me duermo en su ropa con aroma mentolado a pesar de la sangre, pongo mi cabeza en el hueco de su cuello y siento sus brazos apretados a mi lado.
No sé cuántas horas pasan, pero cuando abro los ojos veo que tengo mis anillos de nuevo colocados y su mano en mi vientre. Tiene los ojos cansados y con ojeras, pero se niega si quiera a dormir unos pocos minutos.
—Puto cojo te voy a torturar que desearás no tener polla— gruñe en voz baja pasando su mano por el golpe en mi mejilla.
Estiro los brazos y siento dolor. Me alegro de ducharme en el MI6, Alexander esta perfecto, aún con todo lo que hizo. No veo a Jack estamos en una especie de semáforo que el conductor no respeta.
Recuerdo lo que dijo Dylan de Kate y siento decepción del que era la persona que nunca pensé mintiera de esa forma. Pareceré indefensa al mundo, pero mis votos fueron reales, con confianza en un matrimonio con un mafioso.
—No vuelvas a tirar tus anillos o te los pego permanentemente a los dedos— Alexander sabe que ya estoy despierta.
—Tenía que hacer creíble la escena— le beso la barbilla. —Estábamos buscando una oportunidad para que uno de los nuestros entrara infiltrado en el MI6 para la ubicación de la anfetamina, pero no esperé que fuera yo.
—No era necesario sacar de prisión al chismoso de Erick, podría pudrirse ahí y lo de tu madre fue...— respira hondo —No maté a la línea de Trafford, sólo a las clínicas pobres de Manchester y fue por placer yo no cumplo ordenes de nadie, menos de un sirviente como era ese idiota que te procreó.
Admite matar a los enfermos de cáncer, eso me deja un mal sabor de boca.
—Sé que Dylan mintió, mientras estaba en el MI6 hice mis cuentas con tu edad y sé que mi madre ya había muerto cuando llegaste en Trafford y él también lo sabe.
Me giro y termina abrazándome por la espalda subiendo de arriba hacia abajo su mano en mi abdomen, sus dedos están fríos — Siempre creí que Kate era todo para nosotros, Dylan era como un hijo para ella, pero me equivoqué porque utilizó su memoria muy bajo. ¿Te imaginas si nos hubiéramos conocido en Trafford?
— Yo vivía en la zona alta de la ciudad, no en los suburbios.
—Claro, además si me hubieras conocido hace años, ya habrías comenzado esa tentación y esa obsesión que tienes por tenerme a todas horas contigo, no creo que pudiera soportarlo en ese entonces.
Se queda pensativo. —Una Emma de catorce años suena como un problema de obstinación mayor con el que a mis diecisiete años no iba a lidiar, para ese entonces estaba lidiando con las adicciones de Bennett.
Se le pone seria la mirada cuando lo menciona, una herida que no sana, en nadie, y aunque no lo diga sé que le duele. Lo abrazo con cuidado pasando mis manos suavemente por su espalda, estamos jodidos en golpes ambos.
Pone su cabeza en mi cuello y aspira, de nuevo sé que logro que se consuele.
—No era obstinada— digo para cambiar de tema y me mira con una ceja arqueada. —Sólo un poco y volvía loco a Dylan así que estoy feliz de hacerlo.
—Manipulaste al cojo, estoy feliz de que le jodieras la adolescencia.
—Él trató de hacer lo mismo conmigo utilizando a mi madre así que estamos a mano, cuando Jack llegó al hospital supe que notaste las señales y después contacté a James con ayuda de Cora.
—Incluso si hubieras creído su mentira habría ido por ti. — lo dice serio y le creo —Jack dice que golpeaste al cojo — trata de ocultar la satisfacción en su voz, pero no puede.
—Tenía tu anillo y él no es mi marido— lo miro desde abajo y se pelea por no sacar una sonrisa ladeada y al final termina sacándola.
Me sigue revisando los golpes, estoy segura que alguien amenazará a un buen médico a ir a revisarme cuando lleguemos a casa. El auto conduce y veo una tienda de auto servicio abierta, miro desde abajo a don gruñón y billonario.
—Cariño, quiero una hamburguesa de esa tienda con doble de queso y extra carne y una soda.
Casi se le salen los ojos de la cara por mi petición, abre la boca para protestar, pero me adelanto.
—Sé que odias los lugares de las zonas bajas del país, pero a mí me encanta la comida corrida, además no había comida en la casa de los treinta y siete, Ethan robaba pan para ambos. Por favor.
Pasa los dedos por mis mejillas. —Tú no tienes que suplicarme nada, tú hablas y la gente obedece.
—Lo dices sólo porque estoy embarazada.
—No—dice serio —. Tú eres el centro de todo Emma, siempre lo has sido.
Sonrío de lado cuando da la orden que paremos en esa tienda de auto servicio. Bajamos de la camioneta y vemos a una compradora ponerse pálida al vernos, yo haría lo mismo unos años atrás si viera a más de diez camionetas negras de hombres armados cuidando a una mujer y un hombre con ropas salpicadas de sangre, pero ya no.
Veo a los asesinos y francotiradores cuidando la zona, no me miran ni me juzgan, tuve un pequeño antojo y quiero cumplirlo.
Tomo la mano de Alexander, entrelaza los dedos con los míos y entramos en la tienda de autoservicio, veo como abre los ojos mucho y se obliga a callarse los insultos al lugar, pero si le da miradas de desprecio.
La vendedora se queda perpleja mirándonos comprar con privacidad. —Pue... pue... puedo— tartamudea y Alexander la mira de arriba abajo con una ceja alzada.
—Mi esposa está embarazada y quiero que la atiendan de inmediato— la mujer se queda pálida y Alexander pierde la paciencia — ¿Hablas?
—Sí señor— asiente —¿Qué... desean ordenar?
Alexander me mira. —Pide nena.
—Quiero una doble de queso y papas fritas con una barra de chocolate en el paquete y una soda mediana, para llevar— me muerdo los labios — Mejor dos barras de chocolate— asiente tecleando en su ordenador, oigo el quejido de Alexander a mi espalda, pero sé que no me negará esta cena, al menos hoy porque mañana puede ponerme comida estricta y nutritiva desde el desayuno.
—Por una doble con extra queso serían... cuatro libras con setenta y cinco... pa... pa... ¿Pagará con tarjeta o efectivo?
Alexander saca su black card y aporto una propina del cuarenta por ciento. —Pueden esperar su orden con el número cuatro— nos da un pequeño ticket y siento que a Alexander le está dando un paro cardiaco.
Puede matar a una ciudad completa, pero no comprar en una tienda barata. —¿Y ahora qué hacemos? — se queda a mitad de la tienda. —¿Dónde están los meseros?
Me aguanto la risa. — Esperamos por nuestro pedido sin meseros— lo jalo a las mesas.
Recién noto que los pocos clientes que había en el lugar han sido corridos por nuestra gente de servicio, jamás volverán a comprar en esta tienda. Le muestro el menú de las mesas, pero no quiere verlo, se dedica a revisar con la mirada la estructura del lugar, hasta que siento sus labios de nuevo en mi cuello.
Parece una compra normal, pero no lo es con un mafioso que no cabe en los asientos coloridos con forma de hot dog.
—¿Cuánto tiempo tarda esta gente en hacer algo decente?
—No mucho, pero no dejaré que te impacientes— me giro en su regazo y comienzo a besarlo, nos besamos con delicadeza, suspiro y vuelvo por su boca. —Te extrañe tanto— le beso las comisuras, mimada y si lo soy es porque me él deja serlo.
Pega su nariz a la mía acariciando—Y yo a ti— siento un aleteo en el vientre con ese susurro, está muy hablador está noche, suspiro largo cuando su húmeda lengua invade mi boca, pero lento sin querer lastimarme.
Me separo dándole besos en la mejilla y lo miro ilusionada por un momento de romanticismo. El jodido asiento suena con la nariz del hot dog y doy un sobre salto cuando dice que nuestra orden está lista.
—Joder, me asustó— me toco el pecho riéndome. Le sonrío a Alexander y se queda serio mirándome. —Lo siento, no quería reírme tan alto— comienzan a ponerse rojas mis mejillas de la vergüenza.
—Me gusta esa risa— me pica las costillas con cuidado y me retuerzo en carcajadas similares a un enfermo de asma.
—Alexan...— me río con la cabeza hacia atrás.
Cuando pido paz deja de hacerlo, jadeo con pequeñas risitas, aunque ya no me toca. — Joder, no puedo vivir sin ti nena— respira hondo, estamos montando una escena romántica privada sólo para nosotros.
Lo beso y por cada roce de labios le digo cuanto lo quiero y a todos responde con un yo también o una cosa mía.
—Me encantan tus ojos.
Beso.
—A mí los tuyos.
Beso.
—Me encana tu sonrísa.
Beso.
—A mí tus tetas.
Todos los halagos y besos los acepta de buena gana y muy cooperador bajando su rabia de que provocó la matanza. Nos sonreímos entre beso y beso hasta que un carraspeo de la vendedora lo pone tenso. —Lamento interrumpir, pero su... su or... su orden está lista.
Alexander nos levanta y se queda tenso atrapado siendo más que romántico con su esposa, pero mantiene su altura para asustar a la mujer. Toma la bolsa con la mano y se planta frente a ella. —Soy un asesino y si dice algo de eso, le quemo todo.
La mujer asiente y soy la siguiente. —Nada pasó aquí — me advierte, pero vuelve a alzarme la barbilla y cuando va a decir algo tierno aparece uno de los asesinos.
—Lo seguimos esperando mi señor— mira a todos lados menos a nosotros.
Entramos a las camionetas y me atiborro la boca con mi hamburguesa, el queso se jala en pequeñas tiras que me hacen soltar sonidos de gusto. Alexander me juzga con la mirada, pero ya voy por la mitad y la segunda barra de chocolate. —¿Quieres un trozo? — soy educada.
—¿De mi pequeña seductora o de la horrible y calórica comida de barrio bajo?
—Comida calórica, tu nena está jodida en todo el cuerpo— respira hondo controlándose del enojo que le causa oír lo que me hicieron, pero yo disfruto de mi hamburguesa. —No me duele tanto.
Trato de controlarlo, pero incluso en la tienda me toco con sumo cuidado por los quejidos que hago al moverme.
No puedo creer que me comiera toda una orden en menos de veinte minutos. Mi soda se acaba también y con la barriga llena soy feliz momentáneamente. —Tengo mucha información que dar— respiro hondo mirando nuestra casa de Dinamarca aparecer.
Ni siquiera soy consciente de donde me tenía Logan, creí que estaba en Londres, siento adormecida la cabeza, en las jaulas de Logan se dormía poco y se trabajaba mucho incluso me puso de cuidadora de Dina Makova.
—Primero te revisarán los médicos y reposarás, la información ya me la dirá James cuando regrese con se chismoso.
Comienzo a sentir el poder de los analgésicos porque siento que mi cuerpo flota. Me pego a su pecho y con cuidado me baja de la camioneta. Abro los ojos de par en par cuando no sólo veo a la doctora Kriss a la entrada también a su médico personal y otros dos con batas blancas.
—Estamos aquí para revisar a Emma— dice mi doctora personal.
—Tú señora— la corrige Alexander.
—Para revisar a mi señora— asiente y caminan dentro detrás de nosotros.
No camino, mis pies están lastimados y Dylan me jodió más, me abrió las heridas de los brazos, pasamos al ala oeste que era sólo de los Roe y entramos en un pequeño y minimalista consultorio.
—Maya— susurro en el hombro de Alexander mirando una bata con su nombre.
—La bala le perforo el pulmón derecho, se hace lo que se puede con ella, pero dudo que sobreviva.
Entiendo el cambio en el estado de ánimo de Jack por su madre, tiene un poco de esperanza. —Jack no la dejará morir.
Me bajan en una camilla de centro nueva. En instantes me encuentro rodeada de una intravenosa, gasas, un respirador, me dicen que es para aliviar la contaminación del aire de las demoliciones. Respiro hondo y profundo, me curan las cortadas de los brazos, hago muecas y Alexander se sienta a observar.
—Tiene una contusión en la cabeza— dice otro médico. —El golpe fue directo en su coronilla por eso se desmayó, quizá vuelva a desmayarse si el analgésico no funciona adecuadamente.
—Eso no me gusta, ponle lo mejor que tengas inútil, mi esposa y mi hijo deben estar muy bien atendidos— Alexander se levanta de inmediato y todos asienten.
Lo miro de lejos no sólo hay enojo en él, hay algo más.
Preocupación y quizá... ¿Miedo?
Nunca lo vi así, se pasea por la habitación de un lado a otro por minutos, casi horas, no se pierde nada de lo que me hacen y regaña por mal cuidado, pero la verdad es que todos están haciendo lo mejor.
No me había dado cuenta cuán jodida esto hasta que veo los moratones de golpes en todo mi muslo, si caminé dentro de la tienda fue por Alexander de otra forma no lo lograría.
Peleé duro por salvar a mi bebé, pero deberán hacer una revisión más meticulosa porque me hicieron beber alcohol y por todos los golpes. Veo la rabia de Alexander cada que la doctora Kriss descubre una nueva herida.
Ponen un ungüento en mis talones y me alivia tanto que termino dormida en una suave almohada ahogando los quejidos de dolor entre mis piernas. Respiro hondo llenando mis pulmones de aire limpio.
〘 〙
Alexander.
Mi cuerpo está tenso, maldigo a los médicos tan inútiles como Erick que no sirven para nada, aunque sean los mejores del país y hayan sido traídos a punta de arma. Emma respira irregular y no me gusta.
Aunque comió esa hamburguesa sus movimientos fueron automáticos, mi pequeña seductora peleó duro y la lastimaron.
No hay pantallas aquí ni informantes de mi organización, pero no necesito oír los medios londinenses para saber que se ha declarado un estado de emergencia en ese jodido país por las detonaciones que hice, siete y la de mi C18 activada al salir de la base del MI6.
Ninguno de mis sirvientes se acerca aquí donde mi mujer está sólo la cuido yo y mientras Ethan está en recuperación Caterva estará a su cuidado como hoy.
No soporto más la tortura de tantos médicos cuidando a mi mujer y menos cuando su cuerpo se suelta por completo. —Emma— de nuevo crece esa ansiedad dentro. —¡Hagan algo inútiles!
—Se desmayó, es normal por el golpe, pero la sedaremos, tantos desmayos prolongados en tampoco tiempo pueden afectar su sistema nervioso— dice uno que ni le presto atención porque ya estoy a lado de ella que tiene los ojos cerrados.
Su mano delicada está fría, le beso la frente y espero. —Te amo nena— repito en voz baja besándole la mejilla con su respiración muy lenta en el respirador. —Lógralo, eres más valiente de lo que esos imbéciles pensaron.
Pueden hacerle mil cosas, pero nadie me quita de su lado, me quito los guantes de piel y le caliento la piel, inclinado una hora y dos a su lado queriendo ver de nuevo esos ojos castaños otra vez y con su mano entre las mías.
Le miro cada golpe, cada herida. Me quedo en esa misma posición pasado más de cuatro horas. Los ojos de los médicos están cargados de sueño, pero no se irán de aquí hasta que Emma esté mejor.
Me quedo adorándola inclinado a ella. Le beso de nuevo las mejillas y cuando Caterva viene a dar información se detiene al ver mi mirada enojada de entrar donde mi reina está. Cierra la puerta tras sí y vuelvo a mi posición de antes.
Mis articulaciones no importan con la tensión acumulada. Paso mirándola sedada, recuerdo su baile en Nueva York y en la fuente y la primera vez que me sonrió. El acuerdo casual y como rompió cada uno de los regalos que la envíe para seducirla.
Estoy atormentado en mi mente, los médicos sentados unos minutos cuando el ruido del respirador comienza a sonar y los ojos de Emma se abren de golpe jadeando por aíre. —¡Emma! — me levanto con ella y en ese momento su pequeño cuerpo comienza a convulsionar.
—Revisa su ritmo cardiaco— pide uno de los médicos.
—¿Qué le está pasando?
—Por las señales probablemente un paro cardiaco.
—¡Quítale el respirador y siente su pulso!
—¡No reacciona, trae nitroglicerina! — la doctora Kriss mira de lejos, los otros tratan de empujarme, pero los quito de encima cuando sus ojos se ponen blancos.
—¡No hay tiempo! ¡Empiecen con la reanimación cardiopulmonar!
—¡No Emma! —grito empujando mis dos manos estiradas y con el peso de mi cuerpo sobre ellas comienzo a presionar con fuerza su pecho. —¡No carajo!¡No nena! — presiono con fuerza, me tiemblan las manos y el cuerpo entero se mueve debajo de mis putos pies.
Maldigo todo, maldigo a mis extremidades, maldigo que me esté atravesando un jodido tornado de emociones, no me doy cuenta de la desesperación que tiñe mi voz y mis movimientos, pero no la voy a perder.
Siento que mis manos tensas se pegan en los empujones en su pecho.
Me dicen algo detrás, pero no me centro en ellos.
Su respiración vuelve y la adrenalina de mi cuerpo me deja tumbado yendo con ella cuando abre los ojos parpadeando, pero no se ve consciente, sus parpados se cierran y le colocan de nuevo el respirador.
Me pego a ella jadeando bocanadas grandes. No miro a los médicos mirándome atónitos. Alguien carraspea a mi espalda. —Mi señor, no era un ataque cardiaco, eran convulsiones por la temperatura, todo está en orden.
—No tenías respiración.
—Sí, la tenía, pero usted no estaba prestando atención.
Me quedo mirando a Emma, respirando a jadeos por mi irresponsabilidad, no estaba pensando, vi un problema y actúe al impulso, pero mi mente está aclarada y con adrenalina al mismo tiempo.
—Cariño— su voz rasposa sale doblándome.
Dejo salir el aire contenido.
Todos me miran atónitos y caigo en cuenta que, a pesar de mi imperio y mi fortuna, si está mujer obstinada muere se me acabará la vida.
He deseado tener un hijo con ella desde nuestro acuerdo casual y me preocupo por él, pero incluso en este momento de vulnerabilidad de ambos y de tenerlo en su vientre, Emma es el centro de todo.
—Todo está bien—dice la doctora Kriss porque yo soy incapaz de habar y Emma de nuevo cierra los ojos.
Me recuesto a su lado sin oír órdenes de médicos y ella viene con su cuerpo magullado a mi lado. Me tiembla el cuerpo, jamás experimenté el miedo desde mis siete años cuando tuve que hacerme cargo de Bennett.
Corro a los inútiles médicos a gritos hasta que sólo dos se quedan fuera del pequeño pero caro consultorio por si surge una emergencia a la mitad de la noche. Atraigo a Emma con cuidado de nuevo a mi lado.
—Eres mi todo— susurro en bajo.
—Lo sé— responde más bajo que yo, aunque no creo que esté consciente.
No puedo dormir por más cansado que esté mi cuerpo acabo de experimentar una sobrecarga de emociones en menos de setenta y dos horas. Trago grueso y me mantengo sereno hasta que el olor de ella y su calor me hacen dormitar.
Hola sexyx.
Dylan quedó🤡 porque Alemma es más fuerte que todos.
¡Feliz Navidad! ¡Los amo tres millones!
-karla.
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