CAPÍTULO 66

Alexander.

Emilia sonríe con suficiencia colocándose los guantes negros. — Alexander, no es lo que parece— Rebecca alza las manos a modo de defensa mirando a Emilia horrorizada mientras retrocede por salvación de la habitación de Tyler.

—¿Qué hiciste qué? — el enojo en la mirada de Emma no se compara al mío, suelto el cuerpo de mi esposa sin dejar de mirar a la mujer que estaba a cargo de su seguridad ese día.

—No pueden confiar en Emilia, ella es un camaleón, es una mentirosa — no llora, pero si tiembla.

—Es cierto, soy una mentirosa— mi prima termina de colocarse la mascarilla que le oculta el rostro —Pero mejor mentirosa que tú que fingiste estar drogada para dejar que a Emma le quitaran las marcas con láser.

—¡Estaba drogada, Jack lo comprobó! — las primeras lagrimas comienzan a salir de sus ojos.

—No lo estabas, lo que comprobó mi hermano es que te metiste la anfetamina antes que Alexander llegara a su residencia ese día para que no te descubrieran— Emilia se cruza de brazos. —Alesha era mejor mintiendo que tú, eres patética.

—Alexander— suplica Rebecca —Déjame explicarte, me obligaron a hacerlo.

El terror en sus ojos cuando los alza a mí la hace jadear, no veo a Emma, ni a mis guardaespaldas, sólo a Rebecca.

Lo que ve en mi mirada la hace echarse a correr por el pasillo.

Y yo voy detrás de ella.

Me quito el abrigo y los guantes de cuero azotándolos en el suelo dando zancadas rápidas, va sollozando por el pasillo buscando alejarse para salvarse, pero es tarde.

Nadie toca a la reina de Alexander Roe.

La atrapo al final de pasillo, forcejea, es una de las mejores guardaespaldas que tengo, puede cargar el peso de Ida completo y el de Ethan, pero dejó que lastimaran a Emma, la arrastro por el pasillo jalando el cuerpo moribundo a mis pasos.

Cuando mira a Emma el miedo la hace jalonearse desesperadamente llamando a gritos a Tyler. —¡Tío! — se oye desesperada —¡Tía Maya¡¡Ayúdame!

Mi esposa está parada al final con su daga Roe en la mano y la mirada de odio pegada en todo su rostro. Ethan a un lado enojado e Ida en la izquierda preocupado, pero sin mostrar sus emociones.

Dejo que sea la presa de mi esposa antes de sufrir mi ira, voy a meterla a las jaulas y dejaré sacar a los lobos por nueva cena.

—Sabía que mentías y aun así te ayudé a salir de la residencia Madden— Emma se quita el bolso con rabia —Eres tan fuerte como Ethan y no pudiste contra los enfermeros que contrató Susan y si eso fuera poco te uniste al ministro para ocultarla.

—¡Me obligaron! Soy amiga de Alexander de años, desde que Maya se casó con mi tío.

—No le respondas a mi mujer— mi tono silencia a toda la sala, menos a Emma.

—Eres una maldita mentirosa Rebecca.

—No creo que te convenga que yo hable Emma, de todo lo que has hecho con Maya y a escondidas de cualquiera, incluso del lobo— se miran entre ellas, pero Rebecca se limpia las mejillas para amenazarla —Si yo caigo, te llevo al infierno conmigo.

—¿Sobre qué? — inquiero enojado, pero le toma tres pasos a Emma quitarla de mis manos y alzarla a una de las paredes.

—Ida— Rebecca le suplica al oriental cuando la punta filosa de la daga se le clava en el cuello —Ayúdame bebé.

—Nadie la ayuda— hablo en danés.

La agonía en el de la ceja cortada hace crecer el enojo de Emma y con la maldad en su rostro la suelta. No me sorprende el amorío entre estos dos, aunque por parte de Rebecca sólo hay beneficios por Ida.

El oriental no abre la boca, pero la mira con agonía. Emma me mira enojada y le pasa su daga al él soltando a Rebecca. —Es mi boda, los invitados siguen en el salón, no quiero dramas innecesarios.

—¿Qué desea hacer mi señora?

—Mátala Ida— pide la reina de la organización con voz fría.

—¡No! No, Ida, no lo hagas— pide Rebecca.

—Mi señora yo no...

—Tienes dos opciones Ida— Emma lo mira, dejo todo el poder sobre ella mirando con satisfacción a mi mujer—Si dejas que yo lo haga, irá a las jaulas, pero si lo haces tú, acabarás con su miseria en segundos.

—No la escuches Ida, me quieres tanto como yo, llama a mi tío... él me sacará de esto— solloza Rebecca.

Es una Emma diferente, tortura no sólo a Rebecca, también a Ida, a ambos los tortura psicológicamente, miro impresionado a mi mujer. Se ha desatado el instinto que tenemos los Roe en la sangre, mi mujer es digna de portar el tatuaje, obliga a todos ver como Ida levanta a Rebecca.

—Por favor Ida— lloran juntos, es la primera vez que veo al oriental mostrar emociones y derramar una lagrima silenciosa —Te quiero.

—Y yo a ti— no alcanza a besarla porque Emma se impacienta.

—Mátala ya.

Ida saca la punta de la daga y se la clava a apenas en el abdomen serio, cuando la sangre comienza moverse por el filo de la daga, en ese instante Ethan pasa y le quita el arma al oriental dejando a Rebecca herida.

Ida se hace a un lado sin auxiliarla, Emma camina a Rebecca herida con media sonrisa.

—¿De verdad creíste que así de fácil pagarás? — la alza, herida con ayuda de Ethan. —La muerte es un castigo muy rápido para lo que te mereces y yo haré que la desees cada día en las jaulas.

Emilia mira a Emma con el ceño fruncido mientras se inclina a Rebecca. Maya sale del ala Oeste seguida del mudo de su marido, corre al ver a Rebecca al borde de la muerte. Jamás me sentí tan posesivo de mi esposa o tan satisfecho.

—Tío, ayúdame— se hace presión por la herida.

— ¿Qué sucedió? — Maya a Emma contra Rebecca, el mudo murmura algo ilegible, nadie le entiende.

—Cállate Tyler, me molestas— lo silencio a sus gruñidos de perro y agacha la cabeza.

—¿Qué sucedió sobrino?

—Rebecca irá a las jaulas.

—No Alexander, a las jaulas no.

No le respondo, Emma ya dio la orden y la cumplirán en cuestión de segundos.

—¡Está ramera embarazada! ¡Los rusos la matarán! — grita Rebecca mientras Ethan se la lleva silenciando a todos en la sala. —¡Fue tan estúpida para embarazarse! ¡Aunque seguro es del agente Gray!

Ethan se detiene a mirar a Emma con Rebecca revolcándose a sus pies. Me quedo plasmado en mi lugar con la rabia inundando cada fibra de mi cuerpo

Se me salta el pulso.

—¿Qué carajo? — Maya casi se cae al suelo.

—Está embarazada, tía Maya, la doctora Kriss, se lo confirmó y Ethan lo supo todo el tiempo— Rebecca se limpia el sudor mirando a los rusos oír la noticia.

Miro a Emma parada pálida en medio de los Roe que quedamos. Los ojos se le llenan de lágrimas, mirando entre los rusos y yo, que tenemos la misma mirada enojada.

Ethan suelta a Rebecca y va con ella, hay otro cuerpo que va a proteger a Emma de lo que se va a desatar, es Erick que sale corriendo del pasillo dónde ha estado escuchando la pelea.

Apenas escucho algo de los rusos, no puedo apartar mi mirada de Emma y el terror que tiene en la suya.

—Embarazada— Maya mira a Rebecca que asiente —Vienen por ella, Richard lo sabe— Maya se palma el pecho. —¿Lo sabe? — se gira a Tyler abofeteándolo y él mudo asiente.

—Sí es del lobo, ella tiene que irse de aquí, debemos encerrarla en algún lugar de Irlanda o a lo mejor en Estados Unidos, lejos del desastre— el ruso pasa rápido con Emma. —O deshacernos de esa cosa lo antes posible.

—Maya puede improvisar una cirugía clandestina en su laboratorio, que acicalen el lugar—dice otro ruso.

Emilia se larga al ver el drama que se ha desatado, miro a Maya y comienza a contar las semanas que Emma tiene. Erick toma a Emma de la mano y Ethan de la otra, el miedo en los tres. Le murmuran algo al oído y los rusos se callan cuando ella susurra algo que no escucho.

—No toquen a mi bebé— pide con los ojos llenos de lágrimas.

—¡Fuimos claros contigo en la iniciación!

—¡Para ese entonces ya estaba embarazada maldito asno! — la defiende Erick. —Todos ustedes son unos malditos bastardos.

—¿Lo sabías jodido imbécil? — lo miro con toda la rabia dispuesto a matarlo.

—Sí, lo sabía y una cosa les advierto a todos, sobre mi cadáver le pondrán una mano encima a Emma, no les tengo miedo— se pone frente a ella, pero cuando lo azoto en el suelo enojado sacando mi rabia Ethan hace retroceder a Emma.

—No se acerque a mi señora— Ethan se pone en mi contra cuando hago amago de verle la cara a Emma, dirijo mi ira a Erick otra vez.

—¡Suficiente! — Maya se interpone entra su nuevo amante y yo para evitar que lo mate —Este tipo de cirugías clandestinas son riesgosas, mejor que llamemos a la doctora Kriss, si algo sale mal, no quiero llevar en mi conciencia la muerte de tu esposa— Maya me habla, pero soy como un tronco seco sólo mirando.

Lleno de rabia, enojo. —¿Qué mierda dices?

—¡Que, si la haremos abortar clandestinamente, puede complicarse la vida de Emma! — se quita los anillos para acicalarse.

—No voy a perder a mi esposa por nadie.

—Pues vas a tener que rogar que esto salga bien de una jodida vez— me pega en el pecho —Lo siento cielo, lo siento tanto— se disculpa con ella antes de que uno de los rusos le traiga su bata y comience a ordenar para la cirugía.

—No es de Alexander— Emma silencia el alboroto. —Mi bebé no es de Alexander— suelta deteniéndome de acercarme a ella.

—Es la verdad— Erick se levanta del suelo —Lo ocultamos porque es de Dylan— brama encendiendo mi ira de nuevo. —Quedó embarazada esas semanas que estuvo en el Caribe, no pueden obligarla a deshacerse del hijo de Dylan Gray.

Maya jadea mirándome nerviosa.

—Se los dije a todos, se metió con el agente barato, ese es su hijo, no del lobo— Rebecca murmura desde el suelo.


Emma.

Veo el momento exacto en el que Alexander pierde los estribos, dónde no queda emoción en su mirada ni en sus movimientos, sólo es una bestia que descargará su ira en cualquiera que se interponga en su camino.

Cierro los ojos queriéndome quedar en la ceremonia, en dónde pensé que era feliz, peor era cuestión de tiempo para que el infierno se desatara, Ethan es mi apoyo, no se va de mi lado ni por los rusos ni por el mismo Alexander.

—Recoge sus cosas y que se larguen de mi casa.

Se me rompe el corazón.

Erick me sostiene la mano con fuerza y me detengo de sollozar.

En segundos el cuerpo de Erick está en el suelo tumbado con la boca rota, quejándose de tener la nariz fracturada, Alexander lo levanta a la pared más cercana y creo que lo matará, cuando veo a los sirvientes ir por la habitación de la terraza me doy cuenta que no hablan de mí, si no de los rusos.

Alexander quiere que los rusos se larguen.

Corren los sirvientes a sacar sus cosas de la casa. Tyler mira en silencio todo lo que hacen casi me olvido que están por matar a Erick.

—¡Vuelves a decir que mi hijo es del puto cojo y te quemo vivo bastardo! — lo amenaza con un golpe de cabeza haciendo que Erick asienta repetidas veces, aún ensangrentado —¿Crees que no sé la potencia que tengo para embarazar a mi mujer?

Me aferro al brazo de Ethan, asustada, pero a la par asombrada mi guardaespaldas comparte mirada conmigo.

—¡Ella misma dijo que no era suyo mi señor! — el ruso habla y siento que se mueve el piso a mis pies cuando Alexander suelta a Erick y arremete contra sus propios consejeros con agresividad.

—¡Yo la embaracé! ¡Es mío! ¡Lo acepte Emma o no!

La violencia con la que trata de asesinarlo calma un poco mi malestar al saber que iban a obligarme a tener una cirugía clandestina con Maya dirigiéndola sin opción de huir. Él lo sabía. Se quedará sin consejeros porque está cerca de matarlo.

Cuando Alexander termina con el ruso, deja su cuerpo muero en el suelo y viene hacia mí. No retrocedo, sólo me aferro al brazo de Ethan, por protección. —¿Crees que no conozco el cuerpo de mi mujer? ¿Tan imbécil crees que soy Emma? — está enojado, la vena de la frente le salta, nunca lo vi más molesto.

—Yo no...

—Conozco tus tetas mejor que tú, las veo más grandes cada día que pasa, saben mejor, tienes las hormonas disparadas, a veces lloras por nada, no bebes ni siquiera tu vino favorito y esas jodidas tostadas de crema batida que odio, pero a ti te gustan— enumera serio —Las curvas las tienes más pronunciadas.

—Lo sabías...— jadeo, sorprendida.

—Vuelves a decir que nuestro hijo no es mío y te juro por el demonio que mato a cada persona que hay aquí incluido a Ethan— amenaza alzándome la barbilla con su anillo de matrimonio fijo en su dedo anular.

Lo sabe.

No sé por cuanto tiempo lo supo, pero lo sabe, asiento ante la demanda de la bestia de ojos verdes. Maya regresa con la bata semi puesta, mira a su sobrino y después al ruso muerto, la gravedad del asunto se ve en su expresión y en la de Tyler.

Estoy en shock, en este punto hasta desearía que el mudo hablara.

—Voy a dejarles algo en claro inútiles— Alexander silencia a los que estamos en el ala oeste.

Miro a Erick tirando sujetándose la nariz, quedará inmóvil unos días.

—¡Alguien vuelve a amenazar a mi esposa con quitárselo y todos se mueren hijos de puta! — la amenaza a la organización la traduce en danés y en ruso también aumentando el miedo en cada persona presente.

Ni si quiera Rebecca replica como ha estado haciendo, todo esto es culpa de esa maldita mujer. El alivio me recorre al tal punto que no puedo permanecer de pie, debo sentarme, pero Ethan no me suelta.

Erick respira aliviado en el suelo todo golpeado —Sabía que este cabrón estaba ciego, pero no tanto— dice con alivio.

Maya se acerca a ayudarlo preocupada, cada que le limpia el rostro aprovecha para besarle los moretones. Tyler mira cómo le plantan una infidelidad en su cara y no hace nada. Hasta ahora noto que el manso de Maya ya no está.

Me quedo en silencio mirando a Alexander, mi pulso está alterado.

Ethan mira la escena con satisfacción, como si no le sorprendiera en absoluto lo que acaba de suceder, es más, le habla a Alexander con tanta calma que siento que el mismo se lo dijo, aunque no sobrepasaría mi privacidad.

Alexander le ordena algo en danés y asiente, después regresa a su anterior trabajo de llevarse a Rebecca, ni el infierno desatado pudo detener su castigo, ella vuelve a suplicarle a Tyler, pero es en vano.

—Saquen a mis lobos contra ella— ordena Alexander mirando con rabia a Rebecca.

El Aston Martin clásico de Alexander se posa en la entrada, mis piernas ya estaban débiles por el sexo, ahora se sienten como si se fueran a doblar.

Camino inestable al lado de Alexander que va enojado, pero me insta a seguirlo. Soy seguida de al menos cuatro de los guardaespaldas silenciosos, esos son los asesinos experimentados.

En la puerta no se gira de nuevo hacía mí, va respirando con mucha dificultad, las palabras de estorbos y errores de nuestros hijos retumban en el fondo de mi mente, ese día que dijo que no quería ni, aunque que fuera mío.

Levantan a Erick golpeado, entre Ethan e Ida y vienen detrás de nosotros, no quiero pasar por el salón porque una vez que salgamos del ala oeste la recepción continuará.

—Dijiste que no querías estorbos, que eran errores que no necesitabas— apenas sale un hilo de voz ilegible. —Que no querrías a un mini humano ni siquiera si fuera mío— me duele pronunciar en voz alta las palabras que el mismo me gritó.

Se voltea lentamente, el enojo no le ha bajado ni un poco. —Cómo si no hubiera estado tratando de embarazarte desde nuestro acuerdo casual Emma— dice entre dientes.

—¿Entonces por qué me gritaste todo eso? Dijiste que te hiciste la vasectomía. ¿Es verdad?

No responde, me jala al Aston Martin, y aprieta tanto los dientes que temo que se los rompa. — Yo soy el único que ha llenado tu coño con esperma — gruñe en voz baja, su enojo sigue en Dylan y lo que Erick dijo para protegerme.

Me abre la puerta del auto, pero como me ve tan confundida me besa lento y muy duro que me quedan hormigueando los labios. Ethan e Ida giran a Erick para darnos privacidad.

La mayoría se voltean de espaldas para hacerlo. —Quédate aquí, ya vengo.

Me quedo dentro del Aston Martin porque me sube con demasiada delicadeza, hasta roza lo exagerado. Se que debe lidiar con los conservadores rusos, Rebecca lo gritó a todos los de la organización, incluso el ministro lo sabe y eso no sé cómo. Me quedo con los cuatro asesinos cubriendo cada puerta del auto.

Miro mi anillo matrimonial todavía en estática. Llegan camionetas del Kript, me entra el nerviosismo, Alexander mató a uno de los conservadores rusos, es un miembro de alto rango.

—¿Qué es todo este alboroto? — le preguntan a Ida en la parada.

El hombre esta serio por su amorío roto con Rebecca. —Hay un ruso muerto, mi señor quiere verlos de inmediato— da la orden de Alexander y los de la organización sacuden la nieve de sus botas antes de entrar.

Los otros sirvientes por la salida lateral son excluidos de lo que sucede, están aún con las personas de la recepción, los últimos invitados saliendo por las puertas traseras. En medio de todo el desastre sonrío extasiada. Los señores Pitt se desvían como muchos invitados.

Miran las camionetas negras. Me bajo del auto para distraerlos, me hablan de lo esplendida que ha sido la ceremonia y no tengo que fingir más sonrisas porque Maya sale de nuevo con su vestido elegante como si nada hubiera sucedido dentro y se encarga de los invitados.

—Sonríe cielo, es tu boda.

—No es tan fácil.

—Siento lo que sucedió adentro, aunque sabía que el lobo me iba quemar antes de ponerte un dedo encima.

—¡Alexander! — la señora Pitt levanta la mano y volteo a verlo bajar con el abrigo negro y los guantes de cuero de nuevo puestos, se le ve impecable, no como que acaba de desatar el infierno fuera. —Estábamos despidiéndonos, la cena ha sido deliciosa, la música, el vino.

—La comida fue hecha por el mejor chef de mis sobrinos— Maya tiene una facilidad para distraer a la gente.

—Esperábamos que los Roe ya hubieran salido para su viaje como se perdieron después de su baile— me da una sonrisa sabedora mirando mi caminar.

—Hemos tenido algunos inconvenientes Angeline.

Siento el cuerpo de Alexander detrás del mío. Cuando su mano va para mi vientre, me estremezco, la palma se queda abierta y me tenso esperando que los Pitt se larguen, pero siguen conversando y de momento tenemos a los amigos empresarios de Alexander también esperando su turno para despedirse.

—No es seguro que se queden, el ministro viene en camino y arruinará lo que queda de la recepción de su boda mi señora—Ida viene a ponerse a mi lado respetuosamente.

Su trato ha cambiado conmigo desde que le pedí matar a Rebecca. Ethan no está por ningún lado.

Miro a Alexander mantener conversación con nuestros invitados, no sonríe, el enojo no le ha disminuido, no sé qué sucedió adentro con la organización. Su mano se mantiene firme en mi abdomen.

—Será mejor que no llamemos la atención, deben ir con sus invitados, recuerden que está es su boda— nos dice Maya a ambos.

—No quiero ver a nadie más.

—Debemos hacerlo— le digo mirando a algunos murmurar.

Me encanta que el vestido sea elegante, aún tiene un toque que soy el centro de atención por mi boda. Veo a los de la organización ir por la parte trasera de la casa. Apenas volteo unos segundos para no ser descortés y veo los autos todo terreno, azules. La prensa sigue tomando fotos, que estén aquí es un beneficio.

Richard no manchará su imagen fácilmente. El bar está abierto en el salón. Creí que Cora y Alicia ya se habían ido, pero ahora atisbo el cabello rojo de Alicia a lo lejos, es una boda tan normal como cualquiera, excepto por el lujo y la mafia.

—¿Esos son los autos del MI6? — el señor Jones apunta cuando estamos en su mesa.

—Es el ministro Madden, seguro viene como invitado de la boda— su esposa se levanta reacomodándose el vestido.

—Debí suponerlo, si tan amigos son de él, no podía faltar.

Alexander mantiene una calma con verlo como si el mismo los hubiera invitado a pasar. Richard se quita el abrigo caminando con tres uniformados azules a su espalda, no repara en la recepción hasta que nos señalan.

Todos los Roe se levantan, incluido Tyler que se coloca a un lado de Maya. Alexander y su tía siguen con la mirada al ministro Madden. Mira la recepción y a los invitados, las fotos de la prensa lo capturan.

No esperaba que hubiera tanta gente a nuestro alrededor. No le conviene un ataque en este preciso momento.

—Ministro Madden, es un placer verlo, sabíamos que su agenda apretada podría impedirle venir— los Pitt van a recibirlo, aunque es inapropiado.

Richard mira confundido lo que le dicen, ni siquiera sabía de la ceremonia. Mira a los empresarios que hay aquí. —Es un placer verlos Marcus y Angeline— los saluda con su clásica labia.

—¿Fue placentero su viaje a Dinamarca? La ceremonia te la perdiste.

Apenas está terminando de hablar la señora Pitt cuando las botas negras aparecen detrás del ministro Madden.

Mi pulso se desboca.

Más de cuarenta y cinco agentes del MI6 uniformados y cubiertos del rostro, caminan dentro de nuestra recepción, con las armas arriba. El cinturón alrededor de sus uniformes y chalecos antibalas.

Entran de siete en siete. A pocos los reconozco, pero es el cuerpo de Sarah uniformada lo que me hace enojar, la gente se queda en silencio, si no fuera por la música de fondo el silencio se hubiera hecho presente.

Es el cuerpo delgado de Dylan que ya ha perdido algunos músculos de entramiento el que entra en la última séptima de agentes. Alexander por primera vez se ve de mejor humor, levanta mi mano contra la suya y las deja a la vista con nuestros anillos de matrimonio.

—La fiesta se terminó— dice Sarah —Por orden del honorable MI6, el lugar queda clausurado.

Dylan se queda mirando a alguien en la puerta trasera, es Emilia, va cubierta, casi irreconocible, pero ambos parecen reconocerse de algún lado.

—No digas tonterías Sarah, estamos en Dinamarca, no en Londres— Maya muestra su ego —Además, tú no eres parte del MI6, no eres bienvenida en ninguna propiedad de los Roe y tampoco está es una fiesta cualquiera es la boda de mis sobrinos, Alexander y Emma.

Dylan ahoga un jadeo y me mira con reproche mientras retrocede unos pasos desde la fila, Alexander se ríe ronco mirando a Maya con mucha satisfacción, el ego de los Roe no conoce límites.

No le niego una mirada a Dylan, no me arrepiento, ni voy a caer en sus prejuicios.

—Déjalos tía, será la única vez que coman comida de ricos y beban champaña cara— Alexander alza el ego como con su tía.

La cara del ministro Madden es un lujo de ver, asombro, enojo y rabia a Tyler que seguro no le informo como lo suele hacer. —No fui informado ni siquiera invitado a la ceremonia Alexander, pensé que éramos buenos amigos.

—Eso no puede ser posible— los Pitt están comunicativos, aunque trato de distraerlos.

—Lo somos Richard, si no por qué habría traído buenos invitados para ti.

—No parece como si me quisieran aquí, ni tu esposa ni tú.

—Tú eres el que viene con el MI6 como si fuera tu enemigo o algún mafioso— casi se ríe de sus propias palabras ante la gente que asistió a la ceremonia.

—Retiren a los invitados ¡De inmediato! No quiero civiles heridos bajo ninguna circunstancia— ordena Sarah y varias mujeres uniformadas los sacan, algunos se van irritados conocen a Sarah saben que ya no trabaja para el MI6.

Seguro pensarán que es amante del ministro Madden, dado que la ha hecho su protegida.

—Eso no te importó cuando mataste a toda tu unidad y entregaste a Jack a Logan— se lo echo en cara.

—Eso no te incumbe estando ligada a una familia de criminales ahora, si pueden busquen a mi hija, mi padre cometió un error al dársela a esta mujer.

—Lo único bueno que ha hecho tu padre es quitarte la placa.

Alexander ladea la cabeza con satisfacción y envuelve su mano con la mía. Dylan mira el cubre tatuaje en mi brazo. Entonces se voltea enojado casi conteniendo el llanto, ya soy parte de la organización del lobo.

—¿Qué demonios hiciste Emma?

Cuando saca su arma y se voltea para apuntarnos a ambos, mis cejas se levantan, pero no por miedo, Alexander ya le está apuntando incluso antes que él lo haga, es por sorpresa a ser tan idiota para querer matar a mi hombre.

Mi marido le dispara sin titubeos.

Dylan le dispara también a Alexander, lo que es la peor decisión de su vida, no sé a qué distancia están los francotiradores, pero si no fuera por el casco protector en su cabeza, se la habrían atravesado más de diez veces en ese instante.

Alexander me suelta dejándome bien protegida. —He esperado por esto tanto tiempo maldito cojo— arremete contra Dylan disparándole ahí dónde está su cuerpo inerte en el suelo con el arma en la mano.

El ministro da pasos hacia atrás mirando de lejos como sus agentes hacen el trabajo sucio. Alexander descarga su enojo con Dylan y aunque traiga chaleco anti balas los moretones y rozaduras que le quedarán molerán su cuerpo por semanas.

Los pasos de Ethan vienen con una mujer y un arma en su cabeza, con una bata semi puesta como si recién hubiera ido a la cama. Los ojos de Susan Madden se dirigen por la gente de la organización.

Los civiles han sido sacados, el escándalo será grande, pero veo a la mujer que más odio frente a mi guardaespaldas, la cara pálida y los pies descalzos.

Alexander y Maya no se inmutan en ir contra los agentes, los francotiradores nos tienen protegidos. Ethan coloca a Susan Madden entre los Roe y el ministro Madden. —Traje a una invitada especial como pidió mi señor. — Ethan pasa entre todos.

—Hola cielo— dice ella con la voz temblorosa. —Yo creo que será mejor que te retires con tus agentes, no provoques a los Roe Richard, ellos no conocen de modales.

—Si conocemos de modales, somos muy humildes— Maya la mira ofendida. —¿Dice que no tenemos educación? — voltea a ver a Alexander.

—Seremos asesinos tía, pero matamos con educación.

El ministro maldice tantas veces como puede ignorando la burla de los Roe. Susan no deja de temblar, ni, aunque esté nevando le ofrecen un abrigo, las mejillas se le ponen rojas como la nariz.

La calefacción dentro de la casa parece un alivio para ella, pero no deja de temblar con las manos de Ethan reteniéndola.

—Yo creo que deberás retirar a tus agentes y largarte de aquí— ordena Maya —Ya no eres bienvenido con los Roe Richard, desde que ayudaste a esta demente a entregar a mi hijo somos enemigos.

Sarah le susurra algo al ministro al oído, pero él niega repetidas veces y de repente hace que los agentes bajen las armas.

—Lo siento Emma— Susan se gira hacia mí en cuanto detiene a su marido. —Nunca debí tocarte, debí escucharte cuando dijiste que no querías que te removieran las marcas.

Maya se sienta junto a Tyler mirando con satisfacción a la señora Madden suplicar perdón con la punta de la metralleta de Ethan apuntando a su cráneo para volarlo en segundos.

—Perdóname, el médico murió, pero él fue el que lo hizo, lo juro.

—¡Largo de aquí! Regresen a los vehículos — Richard corre a los agentes que habían entrado con él.

—Si me permite opinar ministro...

—Cállate Sarah y vete — Richard pierde la paciencia — Lleguemos a un acuerdo Alexander por favor— hace intento de acercarse, pero Ethan con practica carga su metralleta y lo congela en su sitio, Susan tiembla de miedo.

—Lo siento tanto Emma, te juro que estoy arrepentida de lo que te hice.

Mi marido me mira desde dónde está, esperando a que su reina le diga lo que hará.

—Yo no quiero sus disculpas, quiero que pague— mi voz suena fuerte y Dylan me mira como si no me reconociera, se ve reacio a irse, pero obedece al ministro sin cuestionarlo seguido de Sarah.

—¡No por favor! — pide Susan apenas moviéndose. —¡No fue mi intención Emma! Te lo juro que no quería lastimarte.

—Le pedí parar y no me escuchó, incluso pidió que me ataran— trago saliva con fuerza con los recuerdos quemándome en el pecho —Le dije quién me hizo esas marcas y cómo— el enojo en Alexander crece conforme hablo —¡Le advertí que Alexander lo sabría y aun así continuo!

—Perdóname, por favor.

—Tocarme es lo peor que pudo hacer porque el lobo le hará el mismo infierno que usted a mí.

Sube de la Cripta uno de los asesinos silenciosos, el que sostuvo a Tyler mientras Alexander lo dejaba mudo, trae un láser de armamento, seguro para soldar piezas de algún calibre, no de utilidad médica, pero viene sonriendo.

—Es el más grande que encontré en la Cripta mi señor, es con el que unimos las piezas de las bombas.

Richard palidece.

—Alexander lleguemos a un acuerdo por el amor de Dios— la desesperación en la voz del ministro Madden se oye lejos. —He retirado a los agentes que venían conmigo, Sarah se largará en cuanto lo ordene, ustedes se quedarán con Emilia.

—Mi nieta se quedará de todas formas protegida con nosotros, tus agentes no son competencia para los Roe.

Alexander enciende el láser para Susan Madden, en presencia de la organización y del ministro Madden. Ethan sostiene a la mujer por los hombros cada que se jalonea, sus pies resbalan por el suelo.

Me recuerda a lo mismo que yo hacía en ese consultorio cuando me ataron las manos, la frente de Richard suda y ya sin importarle si lo matan corre a ella, Maya se le interpone, pero él la bofetea.

Ella se ríe con la mejilla roja.

Lo noquea en el suelo con el puño obligándolo a verla, pocas veces Maya ha demostrado lo que es, pero debajo de su elegancia y extravagancia es una mafiosa entrenada. —Esto es por mi hijo maldito bastardo, te metiste con la familia equivocada— lo arrastra a ver a su esposa. —Tú y Sarah no debieron meterse con los Roe.

—Ustedes lo provocaron.

—A los Roe puedes hacernos tus aliados, tus protegidos, pero nunca nos hagas tus enemigos— le advierte Maya. —Vas a mirar la tortura de tu maldita esposa.

Parece que Alexander recrea su forma de tatuar con el láser porque dobla un poco la espalda hasta alcanzar su rostro.

Lo pone directo en la cara de Susan Madden.

Los gritos desesperados de la mujer giran en eco con la música de la recepción que no han callado a los músicos. Los de la organización que no fueron evacuados chocan sus copan comiendo tan natural.

Le diré a Alexander, recuerdo mi grito desesperado cuando el médico obedeció a esta mujer, lo recuerdo mientras Alexander pone la compresa caliente en la garganta de la mujer haciéndola agonizar.

Algunos sirvientes hacen los mejor que pueden en el ala oeste dónde murió el ruso, no se ven contentos con su muerte, pero no reniegan al líder. Los meseros de los mafiosos siguen atendiendo a los miembros de la organización que miran con satisfacción la escena.

—¿Le ofrezco una bebida sin alcohol mi señora? — Octavian habla con total libertad, ya lo saben, veo a la gente mirarme, Rebecca creo el escándalo del siglo para el lobo y para mí.

—Un poco de agua helada queda perfecto.

El lujo de la boda me distrae momentáneamente, lo exótico de los platillos, también hasta que el olor a piel quemada me da arcadas, me siento con mi seguridad rodeándome.

—Eres valiente Susan, a la reina de Alexander Roe, nadie la toca— la amenaza se queda grabada en mi cabeza. —Y aun así tuviste los cojones de hacerlo.

Los ojos de Susan se fijan en los míos, la agonía mientras la queman, la tortura que yo sufrí con el láser del médico que removió mis marcas, la recibe ella también, pero peor y Richard es obligado a mirar todo.

El miedo crece dentro de mí cuando Richard deja de mirar a Susan y su mirada se clava en mi abdomen a la par que Tyler, aborrezco a Rebecca y el peligro en el que me ha puesto.

Como si tuviera un imán la cabeza de Alexander se gira a él. —No la veas— le ladra.

Richard aparta sus ojos de mí y mira como el cuerpo de Susan dejar de jalonearse en los brazos de Ethan. Las quemaduras debieron ser suficientes para ella, que no lo soportó, Alexander se levanta terminando su obra.

—A sus órdenes honorable ministro Madden y mis más grandes condolencias— le hace una falsa reverencia con los brazos extendidos a su lado.

Maya lo deja ir, Ethan deja el cuerpo inerte de Susan a los pies del ministro. Alexander me mira de lejos, un asesino y mafioso que tortura diez veces peor que cualquiera, me lo dijeron en mi iniciación.

—Váyanse— Maya lo mira y le susurra algo en danés.

El llanto de Richard es silencioso a los pies de su esposa, casi desesperado, pero en silencio, mientras Alexander se limpia las manos y camina con una elegancia clásica de los Roe hacia mí.

—Debemos irnos pronto mi señora, no es seguro quedarnos, este sólo es el principio— Ethan me mira trayendo mi abrigo, pero Alexander se adelanta a colocármelo.

—Acabas de desatar el infierno en Londres— miro sus manos temblar de enojo.

—Y aun así me vale un carajo y me voy permitir llevar a mi esposa lejos de aquí.

Tomo su mano, nada está bien, Susan muerta, Richard tomará en nuestra contra, Jack sigue secuestrado y Emilia me obligará a cumplir el trato, la organización sobre mí por matar a Katherine y los rusos sobre... la cosita. Tomo su mano levantándome con él.

Paso lejos del ministro Madden sin compadecerme, sé que Maya hará un buen trabajo de líder en la ausencia de Alexander, estamos en el infierno literalmente.

Pero juntos.

Me besa antes de que subamos a la camioneta, me aferro a su abrigo, las mejillas me arden igual que las manos por el frío. Nuestra normalidad se quedó atrás cuando dijimos acepto en el altar.

—Juntos Emma— susurra contra mi boca y asiento.

—Juntos.

Acabamos de desatar lo que puede ser la peor guerra política de Londres contra el MI6 y si el teniente Wall muere Sarah tendrá el control. Alexander es consciente de lo que se avecina porque no se preocupa por ordenar antes de subirme al auto.

Después de esto todo podría joderse.

La puerta la cierran detrás de nosotros, Octavian nos despide en la entrada ondeando la mano, no me gusta el miedo en su mirada y tampoco la preocupación de Ethan en sacarnos de Dinamarca.

—La unidad de Dylan Gray viene por la carretera principal— informa Ida.

—El señor y la señora Roe se van— dice Ethan por el comunicador de su oído.

Veo el cuerpo de agentes que arremeten contra la residencia en el momento en el que Ethan arranca el auto.

La mano de Alexander queda en mi abdomen, lo miro fijamente. Ambos en silencio. —Lo sabías— susurro mientras pasamos por la carretera, la nevada tiene a Ethan con problemas para ir al Aeropuerto.

—Hago muchas cosas y no me arrepiento de ninguna— es lo único que dice y vuelve a textear en su celular.

¿Él... lo planeó? Quiero hablar de todo, el embarazo, sus comentarios al respecto, aunque ya sé que no piensa igual que los rusos. Miro por la ventana, la tensión en la camioneta me está matando.

El sonido de los aviones se intensifica cuando nos acercamos al aeropuerto. Miro su jet preparado con el mismo capitán que nos trajo a Dinamarca. Alexander posee demasiado dinero, ni, aunque perdiera su cadena hotelera viviría una vida humilde.

—Sus pasaportes por favor— pide de nuevo el capitán y ruedo los ojos porque sé que es obra de Alexander. Le entrega el suyo. —¿Nombre?

—Alexander Roe.

Asiente comprobando su identificación y se gira hacia mí. —¿Nombre?

Miro a Alexander inclinar la cabeza para escuchar mejor, es absurdo, este jet es privado, pero quiere que diga lo que todos saben y mañana por la mañana la prensa y todo Londres sabrán.

—Emma Roe.

El atisbo de media sonrisa no sale de su boca de la bestia de ojos verdes, pero veo el intento que lo hace ocultarla. El capitán me regresa mi identificación. —Parece que hace falta alguien más— lo miro confundida.

—Estamos completos capitán, debe ser un error.

—Disculpe señora Roe, pero mi señor fue muy específico y tengo entendido que viajan tres Roe en el jet. — me da una sonrisa cálida. —Disfrute su vuelo, somos sus fieles sirvientes para siempre.

Respiro hondo y agacho la cabeza ocultando las malditas ganas de llorar que tengo del alivio que siento. Acaban de mencionar a la cosita como un Roe.

—Pasen a sus asientos, por favor, despegaremos en unos minutos— nos insta el capitán.

Por primera vez cuando el capitán se va Alexander me mira fijamente. Tengo muy fresco el recuerdo de la masacre que armó en Dinamarca. No dudó ni un segundo de su paternidad, ni, aunque Erick lo dijera.

Me detengo a mitad del pasillo mirando a Alexander aún enojado. —Estoy embarazada— le digo en voz alta y temblorosa a la persona a la que más temía decirle.

El asesino más peligroso de la mafia londinense, un hombre que tortura y que es cruel.

Los ojos verdes quedan clavados en los míos unos segundos antes que mis pies dejen el suelo y me levante besarlo con demasiado entusiasmo que Ethan se preocupa de lo brusco del movimiento con el que me alzó.

Tiene una sonrisa abierta, provoca que Ethan sonría de la misma forma. —Finalmente, carajo.

M da besos lentos en la boca manteniendo el agarre en mi cintura y maldiciendo, para estar feliz está soltando muchas maldiciones.

El mafioso está feliz.

Mierda.

—Me heriste cuando dijiste que no querías uno mío.

—Como si no hubiera contratado a la maldita médico para hacer el trabajo completo— gruñe

—¿Qué mujer?

—Como si no quisiera tener tus ojos en una versión pequeña tuya, como si no quisiera compartir todas esas ridículas cosas contigo— frunce el ceño sin responder mi pregunta.

—Explica la vasectomía.

—Nunca sucedió.

—Dijiste que son estorbos.

—Los de Bennett y Jack y los mini humanos en general, pero no él mío— pone la mano en mi vientre plano —Y menos si mi mujer lo va a llevar calientito y protegido aquí.

—¿Cómo lo supiste?

—Conozco tu cuerpo mejor que tu Emma— pone la boca en mi oído —Cada ciclo fértil, cada cambió de tus tetas, el aumento de tus caderas, soy tan perfecto que puedo decir cuando mi verga soltó a mi hijo dentro de ti— lame el lóbulo erizándome.

—No lo sabes...

—Si lo sé, soy Alexander Roe— respiro hondo paseando mis manos por debajo de su abrigo —Desde que te convertiste en mi mujer planeaba como meterte mi semilla Emma, cada ciclo estaba controlado por Jack.

Ahogo un jadeo cuando noto lo que dice. —No, no, no.

No se ve ni un poco arrepentido cuando sonríe sin humor y perverso como un hijo de puta, un mafioso bastardo. —Yo te quité el anticonceptivo, amenacé a la doctora Kriss para que no te colocará la inyección después del reencuentro del Caribe.

—¿Cómo pudiste hacerme eso? — le pego en el pecho.

Me agarra las manos con fuerza enojado entrando en modo mafioso. —Porque soy el único que te dará hijos— dice serio —Soy el que te ha rellenado con esperma fértil desde nuestro acuerdo casual, porque soy tu hombre nena.

No deberían darme placer esas palabras y su maldito lenguaje posesivo, pero lo hace, me da un ramalazo de placer en la entre pierna, me arde la cara por ponerme caliente con solo palabras.

Me suelto de su agarre y voy a nuestros asientos, estamos divididos entre el privado de los empleados y el del capitán, tenemos total privacidad. Me quito el abrigo, tensa, pero no por el frio, sino por el cuerpo que está pegado al mío en instantes.

—No quiero berrinches señora Roe— el azote es inmediato y perfecto para mis hormonas disparadas.

—Estás demente.

Vuelvo a saltar hacia adelante, me arde el glúteo que golpeó. Alzo el culo por más y escucho el sonido de satisfacción cuando me hace colocar mis manos sobre el respaldo movible de nuestros asientos.

Me alza el vestido bajando las bragas a su beneficio porque estoy convencida que no las veré más. Comienza a azotarme, dos azotes, tres, cuatro... Gimo en alto cuando los da con fuerza que duelen, arden.

Ya van seis y ya estoy mojada, tengo las piernas temblorosas, pero quiero más. Mete la mano entre mis muslos y azota mi coño. Me agarro a su brazo y gimo con la boca cerrada, despegaremos en cualquier momento.

—No quiero que estés enojada por embarazarte— se le escucha el mal humor en la voz —Porque me vuelves malditamente una bestia, mi semen te iba a hacer un hijo tarde o temprano, no soy un niñato, siempre he ido por lo que quiero.

—No debiste involucrar... a la doctora Kriss en esto.

—Dime que no querías un hijo mío Emma— me agarra el cuello posesivo y me hace torcerlo para verlo, mientras sus dedos se deslizan en mi sexo hasta que me penetra.

Me retuerzo y soy incapaz de negar porque estoy en éxtasis y porque no quiero hacerlo, no se puede negar lo inevitable. El metal de su anillo frío me roza cada que sale, quiere que sea consciente que es mi marido.

Y lo soy, nunca podría ser consciente de otra cosa con Alexander. Me corro, en segundos con su palma frotando mi sexo lascivamente a la par de las penetraciones de sus tres dedos.

Las marcas de heridas de daga, son un maldito premio porque se sienten muy rigurosas, le quedarán cicatrices en las manos por cortarse como poseso.

Me baja el vestido, todavía estoy jadeando, pero ya me sentó junto a él, me coloca el maldito cinturón, me duele el culo, por los azotes y por el sexo matrimonial con el arma, deseo que el avión despegue pronto para poder levantarme.

Mi ano aún arde, pienso con la cara sonrojada. Alexander me toma la mano creyendo que son nervios de vuelo.

Está demente, me embarazó con ayuda de la doctora Kriss. Alexander no me quita la mirada de encima, me remuevo incómoda y respiro aliviado cuando la luz verde indica que nos lo podemos quitar.

El tiempo de vuelo en la pantalla del asiento es de cinco horas, aterrizando a la media noche en Atenas, eso lo marca la ruta a Atenas. No habla más, se centra en su dispositivo, pero tampoco me suelta la mano.

De vez en cuando alza la mirada, como esperando a que yo diga algo. —Tengo hambre.

Chasquea los dedos y en segundo hay una sobre cargo demasiado asustada por la presencia de Alexander. —¿Qué puedo ofrecerle mi señora? Su guardaespaldas nos ha dado un menú especifico de alimentos que no le provoquen arcadas.

—Quiero un emparedado de pollo y una barra de chocolate— lo pienso mejor —Mejor dos barras.

—Chocolate— se repite —Enseguida.

Alexander me mira con el ceño fruncido, sabe que odio el chocolate, pero hoy me apetece comerlo, niega con la cabeza, ya sé que me está criticando en su mente.

La sobrecargo no tarda ni tres minutos en regresar con mi comida, pero se disculpa por la tardanza. Voy directo por el chocolate haciendo soniditos de gusto cuando me termino la primera barra en tres bocados.

—¿Una copa de vino mi señor? — ofrece muy a su pesar.

—Whisky escocés— la corrige y ella se disculpa de nuevo —No quiero tentar a mi esposa con vino si no puede beberlo.

—¿No puedo ni un sorbito? — digo irónicamente y me mira con advertencia sin ninguna gracia, no hace más de tres horas que confesó saberlo y ya está en modo dominante.

Es extraño no sentir el peso ni la tensión que provocó la cosita. Nuestros problemas afuera son complicados, pero al menos sé que Alexander lo quiere. Me miro las manos cuando me termino mi comida, no duré ni quince minutos.

Miro a Alexander sobarse las sienes, estamos viajando a Atenas cuando la organización debe estar enfrentándose al MI6.

—Estaba asustada y muy dolida— confieso y abre los ojos —Cuando dijiste que no querías un bebé ni siquiera si fuera mío, me rompiste el corazón.

—¿Por qué no querría algo tuyo Emma? — me pega a su lado y veo el borde del collar que le regalé en Nueva York con la inscripción de siempre grabada. —A excepción de unas reglas sobre tu cuerpo que estableceré entre él y yo— señala mi vientre —No hay nada en esta vida que yo no quiera de mi mujer.

Me doy cuenta que desde que lo conozco ha hecho desaparecer la mayor parte de mis inseguridades, la mayor fue mis cicatrices en mis muñecas cuando nunca me pidió explicaciones.

—¿Por qué haces esto? Hablarme como si fuera una divinidad.

—Porque lo eres, te venero, me he puesto de rodillas ante ti, eres lo único en lo que creo en esta jodida vida.

Entrelazo mi mano con la suya, ambos anillos en su respectivo lugar, su mano dobla el tamaño de la mía. Dejo mi cabeza en su hombro abrumada el resto del viaje me quedó dormida decidiendo dejar la mierda para después.

. . .

No me sorprendo que el hotel en el que nos alojamos sea de su cadena hotelera. Era de esperarse. Santorini es uno de los lugares más impresionantes que he visto en mi vida, el mar es impresionante y el hotel de Alexander lo es mejor.

La H y R doradas en la entrada me dan seguridad. Ethan baja el equipaje con Ida, no sé cómo el hombre no me odia por su amada Rebecca. Dejo a Alexander hacer la entrada, camino por el lobby, y leo en el tríptico que cada habitación sustentable de Hilton &Roe tiene una especie de jacuzzi que da vista a la isla, pero de las habitaciones más costosas.

No me decepciona la habitación más costosa, tres plantas cubre en el piso más alto del hotel, los ventanales no están tintados, se ve el mar lejos, mi cuerpo agradece el clima cálido a comparación de la nevada que estaba en Dinamarca.

Hay vino de la mejor cosecha del noventa y nueve, para el señor y la señora Roe cortesía de su propio hotel. Mira la botella con desagrado. —Creo que el destino quiere que beba— bromeo y niega con la cabeza.

—Te conseguiré un vino desalcoholizado.

—¿Ya viste el tamaño de este jacuzzi al aire libre? — no puedo evitar la sonrisa tonta que me sale por el rostro. —Me desnudaré y estaré ahí toda la noche, hay pequeñas lamparás en los bordes que alumbran el agua tenuemente, es tan cristalina que dan ganas de dormir ahí.

—Te quiero desnuda, pero no en esa agua si no cabalgando mi polla, se debe consumar el matrimonio.

Lo miro por encima de mi hombro. —Ya lo hicimos en Dinamarca, por algo nuestro vuelo se retrasó y toda la gente nota que estoy coja.

Obvia que hablemos de cualquier cosa jodida como el ministro o Rebecca.

—Es la tradición Emma, no quiero empezar un matrimonio sin cumplir mis obligaciones maritales— está muy satisfecho con sus planes de arruinarme el andar.

No puedo evitar sonreírle cuando se empieza a desnudar, pasa más de media noche. Entro a la ducha unos minutos y cuando salgo lo miro desnudo en el agua, con whisky en el respaldo y el agua burbujeando en su polla.

Me meto al delicioso calor en un liguero muy erótico que lo tiene jalándose la verga cuando me ve servirme el vino rosado sin alcohol que exigió que el hotel me sirviera. —Sabe horrible.

—Son unos inútiles, los despediré y te conseguiré mejor vino.

—Y que sepa al Chapel Down, aunque sin alcohol.

Asiente. Doy media vuelta y sigue masturbándose. El hilo de la tanga se perdió entre mis nalgas desde que me lo puse, es tan diminuto, que se frota en mi sexo cada que camino.

—Ya metete— ordena sobándose el glande con el pulgar.

—No seas impaciente mi amor.

—Me tienes duro Emma— se la jala más fuerte con ese sobre nombre, debo terminar su tortura.

Entro al agua y nado hasta su lado, es tan extenso que cabríamos más de siete personas. Llego a su lado y lo beso tiernamente saliendo del agua y mojando su pecho en el proceso, sus manos quedan atrapadas en mis glúteos apretándolos.

Tiene el chocolate que tanto aborrece en una pequeña charola para mí, lo desenvuelve y me lo planta en la boca con su mano en mi abdomen, ya no la quitará de ahí. Me abraza por la espalda y me quedo relajada, flotando sobre sus mulos.

Abraza mi cintura por detrás y masajea mi nuca relajándome. Su anillo mojando mis hebras. El mío entrelazado con su otra mano. —Abre la boca— ordena y cuando lo cumplo desliza otro trozo de chocolate en mi lengua. —¿Está bueno?

—Delicioso— le chupo los dedos para quitar los restos.

Sonrío cuando palpita la polla debajo de mí.

Veo con ansias como bebé whisky controlándose, nunca creí que echaría de menos el sabor del alcohol, no es exceso, si no las pequeñas gotas de vino amargo que tanto me gustan. Jalo su cabeza cuando ha terminado de beber y con mi lengua busco esos rastros amargos.

Me toma con fuerza y me planta las nalgas fuera del agua al lado de su copa. —Ni siquiera lo pienses, nada de alcohol— se mete con desagrado un trozo de chocolate, se ve que quiere escupirlo, si su dieta es verde ese chocolate debe saberle a basura —Chocolate sí.

Pela conmigo llenando mi boca con su lengua, chupa la mía a su boca y gimo tan alto que los turistas podrían oír. La tanga lo tiene loco, me follo duro en Dinamarca, pero parece que ni siquiera me toco durante la boda.

Su boca en mis pechos no es novedad, la novedad es lo desesperado que está por succionar mis pezones. Me retuerzo con su polla salpicando agua a nuestro alrededor. Muerde mis pezones y vuelve a succionar.

— Pronto va a salir leche Emma— gruñe apretando la succión—Y yo me la voy a tomar toda.

—No estás pensando en la cosita...

—No llames cosita a nuestro bebé y tampoco intercedas, tus tetas no son negociables— muerde, chupa y succiona, no sale nada, pero está obsesionado sin soltarlas. —No voy a dejar que otro ser humano se apodere de ellas, de ninguna maldita manera. ¿oíste?

—No estás siendo razonable, amantar tiene muchos beneficios.

—Amamántame a mí.

Succiona hasta que me quejo de dolor y placer. Sabía que se iba a poner loco por su obsesión a mis pechos, pero no pensé que fuera tan pronto, los deja rojos por sus dientes y el rastro de su barba, es un salvaje.

Mueve a un lado mi tanga y pasea al glande en mi sexo, decidido. Por debajo del agua. Es un verdadero placer olvidarnos de todo. Pasea su mano en mi vientre mirándome con demasiada intensidad—No necesitamos condón, ya tienes a mi hijo aquí— me penetra un delicioso centímetro.

—Casi nunca usaste condón conmigo.

—No uso con mi esposa, jamás— gruñe —Ni loco.

—¿Conmigo no, pero con otras sí?

—Para que quiero otras si tengo este coño apretado y mojado de mi pequeña seductora— aprieto mis manos en los bordes de la bañera, lo mete otro centímetro. —Y su culo— masajea mis nalgas recordándome la doble penetración que me dio. —Y sus tetas— las muerde, me estoy muriendo —Y su boca.

Juega conmigo a probar mi resistencia, la mete otro centímetro y comienzo a morirme de tensión, la saca y entra otro poco.

Muerde mi labio, jadeo, ansiosa. —Métemela completa Alexander, por favor.

—Esas hormonas te tienen muy caliente últimamente nena— sonríe perverso, es un hijo de puta. —Pronto vas a querer hacerle un altar a mi verga.

—Sí, la pondré al lado de la que tienes de mis tetas— lo provoco mientras entierro mis manos en sus glúteos y lo hago penetrarme hasta el fondo.

Ambos gemimos muy ruidosos, si las hormonas me tienen caliente, a él lo tienen poseído. Oír gemir a Alexander Roe es el mejor placer que he tenido en mi vida, me provocaría un orgasmo instantáneo.

Nos azota contra el cristal del jacuzzi, arremete contra mi coño una y otra vez, Abro las piernas y no le suelto el culo, duro como una piedra, no voy a arriesgarme a que se salga y me deje sin mi orgasmo.

Apoya una mano en el cristal y con la otra me levanta mientras echa las caderas hacia adelante. Dios, Gruño muy largo, con la primera embestida mis tetas salpican el agua a nuestro alrededor.

—No me voy a ir a ningún lado Emma— se burla de mi agarre firme en sus nalgas.

—No te voy a dejar ir hasta que me llenes.

—Mierda— gruñe y me bendice con otra embestida, rota la cadera y ruedo los ojos perdiendo el equilibrio de mi cabeza.

Tengo un orgasmo que me deja en la inconciencia unos segundos. No escucho más que el zumbido en mis oídos, mi respiración se pierde con la suya, cuando ese conocido calor se escurre por mis piernas.

Jadeo mirando el cielo negro y después a Alexander rozarse su nariz en mi cuello.

Sé que le cuesta ver con poca luz mientras parpadea varias veces, le beso la cara completa. —Tomate tu tiempo, cariño, también me cuesta ver en la oscuridad— miento, pero quiero que sepa que no me importa esa parte que para él es una pequeña debilidad.

Paseo mis manos por su espalda mojada lentamente.

—Te amo nena, eres todo por lo que voy a pelear en el infierno— susurra en mi oído.

Le doy besos castos y algunos en la mejilla. Lo abrazo conmigo, demasiado fuerte como si nos fundiéramos el uno contra el otro.

—Te prohíbo dejar de quererme— susurro al borde de las lágrimas —Y te prohíbo morir por la organización, también te prohíbo dejarme.

—Son muchas prohibiciones señora Roe.

— Te juro que... que, si haces alguna de esas tres cosas, te haré pagar caro Alexander Roe.

No me doy cuenta de mis sollozos hasta que me levanta la cara y me pasa los dedos por debajo de los parpados quitando mis lágrimas, frunce el ceño, pero no puedo, mis hormonas están descontroladas.

—No llores nena.

—Júrame esas tres cosas Alexander, júralas.

El que no lo haga de inmediato hace que mis sollozos se intensifiquen y su ceño se frunza. Sé lo que dejamos en Dinamarca, no soy tonta, pero también sé que Alexander Roe incluso moribundo siempre cumple lo que jura.

—Te juro que te mantendré con vida a ti y a mi hijo a cualquier costo.

Niego con la cabeza varias veces —No quiero mi vida si no es contigo.

—No digas estupideces Emma.

—¿Cómo me pides aceptar un juramento que me mantiene viva, pero no sé si es contigo? — le reprocho —Jura esas tres cosas Alexander Roe.

Se pone serio, pero me levanta la barbilla, en parte mis lagrimas son irracionales, culpo a las hormonas. —Te juro que no dejaré de quererte, no daré la vida por la organización y te juro que no voy a dejarte Emma— lo dice completamente serio.

—Nadie va a quitarte a tu reina, dilo.

—Si lo intentan voy a quemar el puto Londres y toda Europa, asesinaré a todos los ingleses, torturaré a quién sea, conocerán la inmensidad de nuestra organización— habla como el mafioso que es.

Sonrío con alivio quitándome las lágrimas de las mejillas, nadie toca a la reina y nadie me aleja de su lado, lo beso con intensidad, Alexander Roe siempre cumple lo que jura, hasta el diablo le tendría miedo.

En Santorini, en cama, frente a la playa, bebiendo vino sin alcohol, nos besamos con deseo, aunque el mundo en Londres y Dinamarca está yéndose a la mierda. 



¡Hola sexys!

Amo escribir a Alemma enamorados. 

El lobo siempre va a dos pasos delante de cualquiera incluida su nena. 

Feliz cumpleaños a los que nacieron en Septiembre. 

¡Los amo tres millones!

-Karla. 

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