CAPÍTULO 37
Emma.
—Ni tu familia, ni tú toquen a mi hermana— Dylan se acomoda en la cama y la enfermera le indica que no se mueva. —Bastante tenemos con el...
—No vine a pedirte tu opinión, te vine a informar— Alexander se acomoda los guantes de látex que trae sin dejarlo hablar.
—Doctor por favor salga, el paciente está en cuidados intensivos, no puede tener una conducta así ya sabe que es imposible que tenga más de una visita. — la enfermera trata de mover el cuerpo de casi dos metros de Alexander a la salida.
—Este tipo ni siquiera es médico, exijo que lo saquen de aquí. ¿Dónde están mis agentes?
—Soy millonario puedo ser médico, ingeniero y el rey de Inglaterra si se me da la gana hoy o mañana— Alexander sigue alterándolo al grado que la situación empeora.
—La pinta de imbécil no la tienes que trabajar porque ya la tienes.
—Párate y dímelo a la cara ¡Ah claro! No puedes porque te estás muriendo— se burla incluso si sólo se le ven los ojos bajo la mascarilla.
Dylan se ahoga con un ataque crónico de tos alterando la máquina de su ritmo cardiaco, empieza a cerrar y abrir los ojos como si me estuviera enfocando.
—¿Dylan? — voy a ofrécele agua, pero la enfermera me detiene.
—No puedo respirar— se toca el pecho y abre la boca tomando bocanadas.
—¡Emergencia clínica! ¡Doctor preparé el respirador! — dice la enfermera —Señorita tiene que salir de la habitación de inmediato— deja a Alexander y corre a Dylan inyectando algo en el suero de la mano esperando que el de ojos verdes haga lo que le dijo, pero no puede porque no es médico.
Aprieta el botón de emergencias del lado de la cama y lo voltea de lado. Me muevo para que haga su trabajo, pero Dylan me jala la mano para que no lo dejé.
—¿Quién entró a la habitación? Estaba estable hace una hora— la mujer comienza a revisar sus signos vitales. Lo revisa y encuentra la herida de una aguja en su brazo. —¿Quién demonios te administro medicamento? — aprieta varias veces el botón de emergencias.
Miro a Alexander, pero su expresión no me dice nada, está parado como estatua mirándonos desde la puerta.
—No se los voy a repetir dos veces, salgan de la habitación— ya se escucha alterada la enfermera. —Tú no eres médico.
—Sí lo soy, pero está no es mi área.
—Salgan entonces de la habitación.
—Tú no Emma— Dylan no me suelta, aunque su voz apenas es un susurro. —Mi hermana, voy a morirme... tengo que ver a mi hermana— pierde el color en la cara —Tengo que verla una última vez.
—No digas eso.
—Va a empezar a convulsionar, no es consciente de lo que dice— le conectan una máquina de reparación y aunque trae la mascarilla puesta, percibo la sonrisa de Alexander.
No es posible que le haya hecho esto. Lo quiere matar.
—No te preocupes— ayudo a la enfermera a colocarlo de lado. —Cora va a estar bien, Maya la va a cuidar. — le quito el cabello de la cara para que tenga más ventilación.
Su ritmo cardiaco no baja, la cara la tiene pálida. Los médicos aquí no han podido estabilizarlo desde que llegamos del Caribe.
Si hay una persona que puede ayudarlo es Jack de lo que sea que Alexander le haya inyectado las dos veces. Cora no necesita esto, Dylan no se puede morir o nos destrozará.
—No le sueltes la mano parece que eso lo relaja y necesito que se mantenga consciente— dice la mujer mientras prepara una inyección.
Miro a Alexander taladrarla con los ojos verdes, pero prudentemente se queda callado para no alterarlo más. Veo las heridas que trae Dylan del Caribe, en la cara los golpes aun no desaparecen.
Es cierto que se juega la vida en el MI6.
—¿Se conocen desde hace mucho? — pregunta la mujer en un intento que Dylan mantenga los ojos abiertos.
—Desde niños— le doy una sonrisa viendo como hace esfuerzo por respirar. —Mi madre, lo amaba tanto como a su hermana Cora.
—Kate— dice a medias y se dobla, no sé si de dolor o arcadas. Sus manos fuertes por el entrenamiento se agarran al borde de la cama y se levanta empujando a la enfermera. El sudor de su cara no es normal.
—Sí, Kate, no hagas mucho esfuerzo por hablar.
Gruñe bajo, sus pectorales se alzan con las bocanadas, se quita el respirador y mira a Alexander con las corneas de los ojos moviéndose.
—Quédate Emma— me pide ya sin el respirador medio inconsciente.
Un grupo de dos enfermeras más y un médico real interrumpe en la puerta casi corriendo a la alerta de la primera enfermera.
Alexander se cuadra mirándolo mientras me piden que me quite, pero Dylan no me suelta y veo a Alexander sacar algo de su espalda
—Quédate mi amor.
—Así me dijo anoche cuando la estaba follando— casi me da un ataque como el de Dylan.
—¿Quién es este médico? — pregunta el médico real mientras Dylan se quita el respirador otra vez.
—Fuera de aquí— trato de detenerlo, pero no se detiene.
—Mientras te mueres aquí Gray, yo complazco a mi mujer afuera— le suelta seco y en tono de burla.
—Llama a seguridad y saca a estos dos de aquí— manda el médico a una enfermera.
Los enfermeros nos sacan de la habitación siguiéndonos, nos escabullimos antes que llegué seguridad, pero la enfermera habla con dos agentes justo cuando Sarah viene a buscar a Dylan y cuando le dicen de la emergencia médica manda a poner a dos agentes en la puerta para que nadie más que el médico pase.
—¿Qué demonios pasa contigo? Hablamos en el Caribe— le digo a Alexander deteniéndolo en el pasillo. —¿Qué viniste a inyectarle?
—Vine por Beckham— sigue sin aceptarlo.
—Si lo matas vas a ser un miserable — parece que no le importa —¿Tanto te costaba mantener en secreto esto por nuestra seguridad con la organización?
Se quita despreocupado la bata blanca. —Yo no soy el otro de nadie, ni el amante. ¿Me ves cara de imbécil?
—Lo quieres matar.
—No me gusta dejar trabajos a medias.
Ni siquiera puedo razonar con el enojo, le pego en el pecho enojada, pero ni le importa, es una maldita piedra con la que no se puede razonar. Tengo que calmarme, ya vieron el problema con Luke y Bennett no voy a armar otro.
Camino lejos de él preocupada de los minutos que pasan y los médicos no salen. Sarah ya no deja ni que me acerque a la habitación. Alexander sigue paseándose como médico que no es.
Voy a dónde está más enojada por culpa de mi antigua jefa. — Si no sobrevive a la porquería que le inyectaste, te juro que ni Cora ni yo...
Cuando ve que voy a hacer una amenaza por Dylan la cara se le llena de enojo, camina de nuevo para la habitación, tanto que tengo que detenerlo casi colgándome en su brazo. La gente que pasa a nuestro alrededor es bastante.
Ve que nadie nos vea cuando nos mete a una sala que hule a material de hospital, hay un escritorio con gasas encima y dos botellas de alcohol.
—¡Suéltame! — me jalo —¿Qué porquería le inyectaste? Díselo para que lo ayuden.
—Ya le dije a Bennett que ayude a Coraline con el funeral.
Con la mención de Cora no puedo con el enojo, lo que afecta a Dylan a ella la afecta el doble y más ahora que está vulnerable.
—Eres un maldito— le pego una bofetada. —Cora está embarazada y ni siquiera te importa matar a mí...
Me empotra con la puerta. —¿A tú qué?
—Quítame las manos de encima, pensé que se puede razonar contigo, pero no— me jalo, pero no me suelta. La vena de mi cuello salta. —Muévete, Dylan se está muriendo allá fuera y no pienso seguir discutiendo contigo.
—Vamos a dejar estos juegos a un lado, ¿No hiciste ese acuerdo sólo para follar conmigo o sí Emma? ¿No te divertiste siéndole infiel al agente?
—Eres muy cruel si sigues viéndome sólo como eso.
Me mira serio. —Repite lo que dijiste en el Caven Club hace tres meses y nos ponemos a hablar de verdad.
Niego lentamente, ese te amo me costó mi vida en Londres, me costó ser humillada en el MI6 y dispararle por culpa de Katherine.
—Repítelo Emma— cierra los ojos exasperado. Tengo la sospecha de que algo va mal.
—¿Por qué?
Trato de pasar, es imposible. Me abre los vaqueros y mete su mano en mis bragas hasta mi sexo. — ¿Le diste el coño a ese imbécil que te llamó mi amor? — el enojo le llena la cara.
Lo riguroso de su palma me hace jadear.
—Te hice una puta pregunta Emma.
Es un maldito celoso posesivo, ese lenguaje es toxico y me pone peor porque los dos somos iguales, lo que debería enojarme, me pone caliente. De todo lo que está pasando lo único que le importa es esto.
Cuando debió estar furioso cuando me encontró en el Caribe, entró a mi habitación a darme placer.
—Eres un maldito posesivo— ya no me jalo como antes.
Ni me contradice. — Si no me respondes te voy a empezar a azotar— comienza a penetrarme con tres dedos mojándome. —¿Se lo diste?
—¡Qué no! — digo enojada y excitada a partes iguales tratando de no alzar la voz en este consultorio. —Aunque ganas no me faltaron para que se te quite esa maldita posesividad que tienes sobre mí.
Le pone el seguro a la puerta y ya estoy inclinada sobre el escritorio junto a las gasas con los glúteos de fuera y las bragas abajo, mis pies me alzan con el primer azote y con el siguiente.
Mis glúteos arden por los siguientes. Nalgadas de castigo.
—Pues por muchas ganas que hayas tenido, no se lo vas a dar porque este coño tiene dueño— suena el cuarto azote. —¿De quién es este coño Emma?
Soy obstinada y no voy olvidarme que Dylan se está muriendo. — Mio.
Azote y gimo bajo. No me lo pregunta de nuevo, pero si me azota con las palmas duras hasta que me arden los glúteos y estoy empapada entre mis piernas. A veces pasa sus dedos por mi sexo untándome, pero sigue dándome. Con cada azote lo escucho gruñir.
Alzo el trasero y me da más duro justo como me gusta. Dios... Que rico. Me pega la erección cuando me agarro a la mesa, pero sigue dentro de su pantalón de médico. Quiere romperme, uno de los dos va a ceder, o yo le digo que mi coño es suyo o él me penetra.
Nuestro Deseo contra el enojo.
En este momento me doy cuenta lo orgullosos que somos ambos, estoy gimiendo bajo mientras nos frotamos y él ya se puso duro, pero ninguno de los dos hace el movimiento.
—El vibrador no te entró entero como está.
Me agarra de la cintura y se frota en vertical simulando embestidas, la tela roza mis labios, pero no me satisface lo suficiente para provocarme un orgasmo. Mis gemidos no lo alientan porque no pasa de ahí.
Para y se reacomoda la ropa mientras me sube las bragas sin decir nada. Le miro los moratones en el cuello cuando se arregla el uniforme falso. Ninguno cedió. Me abrochó los vaqueros y las ganas no se me salieron ni un poco.
Una enfermera abre la puerta cuando Alexander se pone la bata blanca de nuevo tapando parte de su erección que se le marca bastante, sigue con la mascarilla puesta.
—Doctor, el paciente de la una ya llegó.
Mierda. Esté debe ser el consultorio de un médico real.
—Enseguida, estaba terminando de revisar a esta paciente y creo que tiene temperatura porque está muy caliente— me recorre con la mirada, —Que le receten unos antibióticos por ser obstinada.
Maldito mafioso. Cuento mentalmente hasta diez, pero vuelvo a ser obstinada y más porque me dejó con las ganas. —Mejor un calmante para el enojo que me cargo y que un tipo no me saque de quicio.
—Le recetaremos los antibióticos en la recepción— dice la enfermera amablemente.
Miro a Alexander. Ya me las pagará. —También me gustaría comprar "pastillas mágicas" para... bueno la verdad son para un hombre con el que estoy follando, usted me entiende— le doy media sonrisa a la mujer —Ya no se le para.
Casi se le tuerce el cuello de lo rápido que se voltea a verme. —Tenemos de esas también y son muy efectivas.
—Perfecto, llevaré todo, los antibióticos, las pastillas y si se puede también una caja de condones extra chicos— lo miro con media sonrisa sínica —Espero que no le queden muy grandes, no la tiene muy grande.
La mujer carraspea. —Para que no me dé más detalles, la llevo a la recepción y usted elijé todo. Doctor, le mandaré al paciente— lo mira fijamente y por un momento pienso que ya descubrió que él no es el médico. —Tiene algo en el cuello, creo que se manchó con la...— se pone roja de repente al darse cuenta que son chupetones.
—¿Nos vamos? De verdad necesito esas pastillas para que no me dejen con las ganas otra vez— la salvo de su vergüenza mirando una última vez a Alexander enojado y la sigo satisfecha de haber jodido al médico falso.
Gastar en esto es lo más ridículo que he hecho en mi vida, pero mantengo la bolsa conmigo hasta que regreso al piso de arriba, los médicos ya salieron de la habitación de Dylan, pero sigo sin poder entrar por Sarah.
—Como ya no perteneces al MI6, tú acceso es denegado— me detiene la segunda vez que voy a pasar cuando ya los médicos salieron.
—Ni siquiera he desertado todavía.
—Te estás tardando mi padre te está esperando, creo que vas tarde para tu reunión con él— ya no me mira.
—Parece que te quieres deshacer de mí, habría sido más la noche en el Caribe que nos hiciste ir desarmados a tu unidad del RCP.
—Fue una mala decisión que los haya hecho ir desarmados, pero los resultados fueron los esperados tenemos a Beckham.
Me quito la mascarilla que me dieron y la tiro a la basura enojada, me voy sin decir nada, mi reunión con el ministro se acerca y si no puedo ver a Dylan al menos sé que pudieron estabilizarlo.
Busco a Alexander porque dejarlo aquí significa que lo matará, pero no está por ningún lado.
Salgo con la esperanza de que se haya ido y en mi Mazda veo a Ethan esperando, cuando salí del hotel tuve a dos agentes del MI6 de la ciudad siguiéndome por parte del ministro y aun viene, no se irán hasta que mi estancia sea segura.
—¿Un café? — me ofrece.
—¿Alexander se fue?
—No lo sé, como estoy a cargo de su cuidado así que no podría decirlo.
Tengo que apresurarme con el ministro mi tiempo en la ciudad se está acabando.
—He sido cuidada por ti, por Matt, Ida y también por Rebecca, pero siempre eres el único que se queda Ethan. ¿Por qué? — le acepto el café —Creo que eres el único que controla mis instintos impulsivos.
—Me divierto mientras lo hago— se encoje de hombros. —Y le tengo mucho aprecio, además el señor Roe no le confía su seguridad a nadie más que a mí.
—Y contigo me siento muy segura.
—Ese es mi trabajo, dar la vida si es necesario para mantenerla a salvo.
Es lo que ha hecho desde que lo conocí en el Gimnasio de mala muerte en Downing Street. Le pongo una mano en el hombro mientras me abre la puerta de mi auto. —¿Qué te dijo Alexander? ¿Qué me siguieras por la organización? Porque también tengo gente del ministro cuidándome.
—No es seguro y menos después de anoche, hay que mantenernos alerta.
—Está bien, también creo que es lo mejor— acepto. —¿Lo ves? Contigo si se puede razonar, no con la piedra que es el cabrón de tu jefe.
—Es una piedra firme, pero creo que usted sabe cómo moverla ¿Su pareja sigue en terapia intensiva?
—Lograron estabilizarlo, pero no sale de terapia intensiva.
Él sabe perfectamente lo que sucedió en el Caribe, nos trajo el desayuno, nos vio salir hasta el otro día, pero también sabe que eso fue momentáneo. Que no puede resistirme a sucumbir al deseo que le tengo a Alexander.
No fui honesta con Dylan y me metí con Alexander y lo peor de todo es que soy la única a la que le importa.
Dylan me dio mucho estos meses en Brent y lo único que he hecho ha sido traicionarlo, ser infiel y peor casi dejar que lo matarán, no sólo es lo físico que hubo entre nosotros, sino la amistad antes que todo.
Le pedí a Alexander que nos viéramos mientras estábamos en Londres, para hablar ¿Hablar de qué? fue un error, sólo follamos, no hablamos de algo que no sea laboral.
De nuevo me sentí en ese maldito acuerdo casual en el que estuvimos.
—Ojalá se recupere pronto.
—El MI6 ya está cuidando su habitación nadie más entrará a dañarlo— Mi mente no deja a Cora, lo que daña a Dylan la daña a ella.
—Esperemos— ladea la cabeza, no muy convencido y mi preocupación aumenta.
Veo el rollito de canela que compre de camino y se lo ofrezco. —No como en horas laborales— no lo recibe.
—Pero si siempre estás trabajando.
Despierto y Ethan está cuidando la puerta, me duermo y él está cuidando la habitación de hotel, me sigue a todos lados, no es un robot.
—Lo podemos compartir y eso no es comer en horas laborales.
—¿Compartir un rollo horneado?
—Es muy fácil— lo saco y lo parto por la mitad. —Hacía esto con mi mamá todos los sábados, no me debajo comer azucares de pequeña ¿No haces algo como esto con tus hijos?
—No tengo hijos.
—¿Y esposa?
—Me casé con el trabajo al unirme al ejército y ha sido una relación muy interesante.
Le entrego su mitad y parece que se quiere reír por mi cotilleo, estoy interfiriendo en su trabajo. —Jack sigue en la casa de Alexander.
—Sí, desde que el biólogo murió se le restringió la salida completa y más después del accidente del ministro.
Guardo la información. —Ahora tenemos que chocarlos para que el azúcar se pegue en las dos mitades.
—No soy experto en bocadillos— choca su mitad conmigo antes de comerse de un solo bocado su parte. —Terminó el tiempo de relajación— traga —La sigo a la oficina del ministro, sus horas en la ciudad se están terminando y creo que debe firmar muchos documentos.
Asiento y me pongo el cinturón de seguridad viéndolo por el retrovisor. En el camino hablo con Maya y lo poco que me dice sobre Cora no me deja tranquila.
Me dejan pasar a la residencia del ministro solo mostrando mi identificación. Ethan se queda en la salida. Richard no puede salir por lo resiente de su accidente, pero aquí tiene una oficina lo bastante grande para hacerse cargo de sus asuntos.
—El señor Sanders es mi mejor abogado y trae la documentación necesaria para tu caso legal Emma— me dice el ministro cuando entro.
—El acuerdo mutuo que hizo el ministro fue que los abogados de Hilton &Roe quitaran la demanda contra usted, pero dado que Tyler Hilton se negó, el asuntó se complicó— dice el abogado.
Me levanto confundida, pero el ministro me hace sentarme. —Tranquila Emma, yo me hice cargo de todo, además Tyler no es el dueño de la empresa. Ahora que trabajas para mí las cosas son distintas siempre y cuando borres el historial de la misión del Caribe.
Tengo al ministro de mi lado.
Quedan pocas horas para que se venza el plazo que me dieron para quedarme. Miro el documento que me muestran y hay una firma plasmada antes que siquiera la del ministro.
—Conseguiste ganar la demanda de Hilton &Roe, felicidades— dice el abogado en cuanto firmo y oficialmente soy la publicista de Richard Jhosep Madden.
. . .
Camino por el estacionamiento de la casa de Maya no libre de Ethan o de los agentes de seguridad que tengo, pero si libre de quedarme en Londres.
Ya no hay un conteo en mi mente ni en mi celular o gente que vaya a escoltar me fuera.
Su casa es grande y es solo su casa de verano, la de Dinamarca debe ser mejor y más grande, no me topo a Tyler y agradezco que me lleven directo con Cora.
—Está hablando con Bennett— me dice Maya cuando la veo.
—Me voy a quedar con ella.
—Entonces voy a esperar. — asiente y se queda conmigo.
En su sala de estar hay tazas de café ya servido, son dos, pero sirve una tercera para mí. —Tengo visitas, cielo. — asiento, me iré cuando me lo pida —Afortunadamente el golpe que le propino ese idiota no le afectó, pero quiero asegurarme que no corramos más riesgos.
—Cuando le pegó en el Caribe estuve a punto de matarlo y hoy también.
—Lo hubieras hecho.
—No soy capaz de matar a nadie.
—No a alguien inocente. — no saca más el tema, nos lleva a su sala de estar y dos veces observa mi anillo muy detenidamente. —Aunque fue la única vez que le pegó, llegaron a un acuerdo mutuo, no iba a decirle a Bennett que el bebé era suyo, lo iban a hacer pasar por hijo de Luke, pero a mí no me lo pudo ocultar cuando la revisé.
—¿Te dijo todo eso?
—Una noche me llamó, por eso fui al Caribe, no llegué sólo porque mi nieta quería ver a Sarah, fue por Cora, no me dijo que pasó, pero quería a alguien que la ayudara. Yo le propuse ese trato, pero mi manso la siguió a todos para saber que traía con Luke por eso sé que no le pegó de nuevo, de ser así, mi manso tenía la orden de matarlo.
—Habría disfrutarlo hacerlo— es la primera vez que escucho la voz de su manso, habla tan grave que su tono de voz no concuerda con su físico, pero si con su apariencia.
Maya le hace una señal y se queda callado de nuevo como si nunca hubiera hablado.
—Por su apego con Millie.
—Y por eso los dolores de cabeza de Bennett— se ríe —Vino dos semanas seguidas a que lo revisara, le di pastillas para la migraña, hasta Lena lo llevo a su grupo de relajación y seguía con jaqueca todas las mañanas, aunque ni así quiso tomar los tés de Jack.
—¿Por qué no?
—Tienen su lado bueno y su lado malo, pueden ser efectivos y mortales.
—¿Tú se lo ibas a ocultar a tu sobrino? Lo del bebé me refiero.
—No, pero tenía que ser Cora la que se lo dijera no yo— se cruza de brazos. —Por ser amigo de Dylan y por no querer perder a su hermano aceptó casarse con Luke.
—¿Te dijo lo que le hizo en el Caribe?
—No, si lo hubiera hecho ese mugriento ya habría probado mi daga— me mira —Nadie toca a mi familia y vive Emma.
La misma mirada que tenía Alexander con Dylan protegiendo a Cora, la tiene ella. —¿Dónde está Luke? Después que Bennett se lo llevó, no supimos nada de él.
—En las jaulas— se le ve fiera —Podría describirte ese lugar, pero nada se compara a estar ahí dentro, lo único que puedo decirte es que los que están encerrados ruegan todo el tiempo para que los maten y nadie lo hace.
Su manso sonríe con ella de una manera retorcida y un escalofrío me recorre la espalda y no me atrevo a preguntar más porque al parecer estar vinculado a la organización.
Del pasillo del baño sale Rebecca con el cabello suelto. —Lo siento tía era una llamada de trabajo, no ha dejado de sonar todo el día— cuando repara en mí la sonrisa se le cae. — Emma.
—Rebecca.
Maya me da un espacio para trabajar en el caso del ministro en su sala de estar poniéndose a platicar con ella como si la conociera de toda la vida, lo que intuyo de Rebecca es que es muy cercana a los Roe, no de sangre, pero se nota la familiaridad.
—No necesitas vivir en un hotel barato, la esposa de Richard ya me dio la noticia, sé que hoy firmaste tu liberación. ¿Alexander ya lo sabe? — Maya me integra a su conversación.
—No, le pedí al ministro que no se lo dijera, además lo que sabe es que estoy con el MI6, llevo al teniente a su residencia y deserté hoy mismo. Puedo quedarme en Londres.
—No sé si esa es una buena noticia— se refiere a la organización — En Brent estabas más o menos a salvo, pero ahora que estás con Richard puede funcionar.
—Tengo una cláusula, debo resolver su situación cuanto antes.
—¿Y cómo vas a hacerlo? — es la primera vez que tengo una conversación más o menos normal con esta mujer.
—Le he estado dando vueltas al asunto y creo que la única alternativa viable es una cortina de humo— dejo bloc de notas de lado ya que se ve no me va a dejar en paz —Si sucede un evento socialmente igual de grande que de reviente las portadas y los portales de noticias como la misión del Caribe, ganaremos tiempo mientras el MI6 lleva a Beckham a juicio.
—Yo estoy en la alta sociedad, no se habla de otra cosa, pero anoche fue tu cara la que ocupaba los chismes de las mujeres en su residencia— Maya interviene.
— Y yo he bajado cada artículo amarillista que hay sobre mí, pero no los voy a retener mucho tiempo.
—Pues ya no los retengas. ¿Qué evento puede opacar el fracaso del ministro mientras enjuician a Beckham? — su mirada baja.
—Uno que provoqué impacto, compraré titulares de los portales de noticias más grandes de Londres, hablaré con mis contactos del Daily Star, con los del New Times y lo haremos tendencia. — mira mi mano y cuando me doy cuenta de lo que ve me callo.
Alexander ha apoyado al ministro en su campaña política.
Tyler entra en la sala de estar con el bastón y el manso de Maya corre a servirle una copa. Rebecca lo saluda con familiaridad y es la primera vez que lo veo ser amable con alguien, pero el hombre conmigo es frio.
—Estoy pensando en un evento impactante, pero creo que correría sangre por eso. Linda joya, por cierto— le da una bebida a su café y me guiña un ojo.
Tyler sigue su mirada y se clava en el anillo. —Si el evento no me involucra sería mejor— le explico.
—Pero siempre terminas en eventos así Emma.
Miro a Rebecca como nunca, ninguna mujer, ni siquiera Alesha me había desagradado de esta forma.
—No tiene que ser un evento real. Mientras la gente lo crea será suficiente.
Tyler le dice algo en danés y le responde en el mismo idioma ella, no hay tono que me diga si es pregunta o enfado, pero se va al poco rato.
Bennett no sale de la habitación y ya se hace tarde, tengo que ponerme a trabajar, sé que, aunque Tyler está aquí, Cora estará segura con Maya. Le informo de la situación de Dylan en caso de que Cora quiera verlo.
Cuando estoy por irme Cora sale seguida de Bennett, se le ve roto, pero serio. Cora ya no le dirige la mirada. —Maya dijo que puedo irme, no mandó muchos cuidados, pero si los necesarios— se sube a mi Mazda mirando a Ethan en la camioneta de atrás.
—Yo soy la más feliz, pero ¿Estás segura que puedes irte sexy?
—Contigo siempre, además tiene seguridad del MI6 ¿no?
No la agobio de camino al hotel, por hoy ha tenido suficiente. Le compro comida china, su favorita, aunque no sé si es segura para ella en su estado. Me pregunta por Dyan, pero lo mantengo en que está estable.
Se duerme en el camino, se ve que lloró y las cosas con Bennett no las arregló. Saber que Maya la ayudó desde el Caribe, me hace sentir mejor, pero no lo suficiente, dejo mi trabajo de lado en el hotel y le preparo la cena.
—Tu favorita— le pongo la comida china en la mesa pequeña.
—Ojalá mi bebé fuera tuyo— tiene más color en las mejillas que en otros días. —¿Tienes un pañuelo? Creo que me va a dar arcadas este arroz.
—En mi bolso— saco dos aguas del mini bar.
—Pastillas mágicas, antibióticos y condones — alza una ceja. —¿Qué trabajo te propuso exactamente el ministro?
—No son compras mías— la vergüenza no me cabe en la cara. —Son de... Alicia.
—Que gustos tan raros los de esa mujer, ¿Seguirá visitando el club de su prima? — se ríe, ojalá pudiera grabar el sonido. —No puedo comer esto tampoco— escupe la comida.
—Puedo prepárate algo más, déjame ver que hay en el menú del hotel.
—Creo que mejor me voy a acostar estoy muy cansada, desde que empecé a dormir como koala en Brent supe que algo no andaba bien conmigo— se toca el abdomen —Mi abdomen sigue plano, pero ya tengo síntomas.
Esta es mi Cora, no la callada que se iba con Luke a cada nada. Tenía que fingir por Dylan, el manso de Maya la siguió todo este tiempo.
—Oh no, quita esa mirada melosa de tu cara sexy no vas a andarme toqueteando como las señoras de cincuenta años, si me tocas, lo único que vas a sentir son mis gases, aquí no hay pancita de bebé Roe.
Bebé Roe.
Me uno a su risa, pero no sobrepasamos la gran responsabilidad que es.
—Te lo iba a decir, pero...
—Maya me contó todo, la llamaste después que el maldito te golpeara.
—En ese momento no sabía qué hacer y ella vino de inmediato, ni siquiera se lo pedí y ya estaba aquí— se mira las manos —Se sintió como tener una madre, antes de Kate nunca tuve una, pero entonces Maya vino y me puso a ese tipo tan caliente y raro que siempre anda detrás de ella a seguirme y me sentí segura de nuevo.
—Y yo que creí que te estabas volviendo loca por seguir con ese enfermo que se atrevió a tocarte.
—Solo estaba ganando tiempo para afrontar la noticia, Luke me vigilaba, pero el manso estaba ahí todo el tiempo.
—¿Te golpeó otra vez?
—No— se limpia la mejilla —Y nadie me vuelva a poner una mano encima por haber concebido a mi bebé con la única persona que amé.
—Primero van a matarme si dejó que eso pase. — le agarro la cara entre mis manos —Sabes que no importa lo que pase con Dylan o con los Roe, ni lo que decidas sobre este bebé Yo te apoyaré en todo, habría matado a Luke ahí mismo.
—Te amo.
—Yo más mi rubia favorita— no quiero despegarme de ella.
En la casa treinta y siete la vi medio muerta y no quería vivir porque la amo demasiado para perderla.
Tengo muchas debilidades para resistir algo malo.
—¿Qué sentiste cuando te dijeron que estabas embarazada? — le pregunto mientras se sienta en la cama con las piernas largas estiradas en sus shorts.
—Me reí frente a Luke— sonríe. —No por los nervios o por miedo, me reí porque cuando me despedí de Bennett en su casa quise tener algo que siempre me recordará a él y que cuando lo mirará, lo viera a él porque no quería dejarlo.
Un recuerdo permanente.
—Y entonces esa doctora dijo felicidades por su bebé.
Se pone a llorar a mares, sollozando en silencio. —Soy una pintora de veintitrés años y voy a tener un bebé de Bennett.
—Seguro le gustaran los animales.
—Ni siquiera va a saber cuidar a un pez. ¡Ni siquiera va a poder cuidar a un pez! — llora más fuerte y se ríe a la vez.
—Pero va a tener mucha gente que lo amé a su alrededor.
Niega en silencio. Sigue sin querer hablar de Bennett, algo pasó hoy, algo irreparable porque, aunque llore por su bebé, sé que llora por algo más. Habla al hospital y no nos dan noticias buenas.
La escucho hablar hasta que se duerme preocupada por su hermano. Dylan tiene razón, somos una familia, muy pequeña, pero lo somos.
. . .
Toda la mañana del día siguiente Cora se la pasa en cama y cuando vamos a visitar a Dylan ni siquiera nos dejan entrar en cuidados intensivos, la hago que coma, pero apenas toca la comida y se vuelve a dormir.
Trabajo en lo del ministro bloqueando cuentas abriendo entrevistas exclusivas, en lo mejor que se hacer, en su residencia llega Alexander, pero cuando entra yo paso de él y de verlo.
—Buenos días señorita Brown— dice serio y con su traje imponente.
—Señor Roe— regreso a mi trabajo.
No nos comunicamos más, pero toda la reunión que tiene con el ministro se la pasa viéndome desde su lugar, lo miro apenas un segundo y vuelvo a trabajar, no es tan exigente como mi trabajo en su empresa, pero me quedo hasta que se vaya.
El señor viene con él y cuando lo veo me siento decepcionada de lo serio que me saluda.
—Emma dice que la mejor forma de aclarar la situación es con un evento fuera de lo común que opaque la noticia de la misión fallida del MI6. ¿Tú qué opinas Christopher? — el ministro se acomoda el cabestrillo del brazo antes de tomar su medicamento para el dolor.
—Tiene razón, Emma siempre fue una de mis mejores publicistas, síguele el paso.
—¿Qué clase de evento Emma? — me habla directamente Alexander hasta el escritorio costoso y de colección que Richard me puso en su propia oficina.
—Uno muy importante— no lo miro y me levanto con mis cosas. —Me retiro caballeros buenas tardes.
Me sigue hasta la salida. —¿No me hablas? — se me para al frente.
—Cuando seas una persona razonable y no un imbécil que va matando sólo porque si, tal vez lo haga.
—¿Vas a educarme?
—No, pero no me necesitas para eso— salgo a mi Mazda dejándolo
Llego al hotel de nuevo con Cora que ya se levanto de la cama y le pido un servicio completo a la habitación de lo que más le gusta, come fruta hasta que sus mejillas toman color de nuevo y se va al spa.
Lo caro del hotel lo paga el ministro, puedo hacer uso de lo que quiera. Recibo un mensaje de texto de un articulo que Alexander dice quiere el ministro que bajé de ese portal. Como si el ministro no tuviera celular el mismo.
No le respondo, pero me encargo de bajarlo del portal pasando de nuevo de él. Al poco rato mi celular suena con su nombre en la pantalla. —¿Diga? — respondo.
—El ministro quiere que bajes un articulo de un portal.
—Ya lo hice.
Se queda en silencio, espero a que cuelgue, pero como no lo hace, yo lo hago e inmediatamente vuelve a entrar otra llamada que rechazo.
La esposa del ministro es una mujer muy hermosa, pocas veces se pasea por la residencia si no está en el club o en algún evento social, Dos veces del siguiente día veo a la señora Pitt salir con ella.
El teniente es la visita del ministro el día de hoy y en el hospital únicamente dejaron entrar a Cora, Dylan entro en un estado de coma anoche y lo acaban de conectar a un respirador artificial.
La noticia me quita el apetito y por mi trabajo Alicia acompaña a Cora durante todo el día. Cuando llega la hora de que comamos las tres juntas hago un esfuerzo por meterme la ensañada a la boca ya que Cora apenas y habla.
La seguridad del ministro me sigue a todos lados incluyendo a Ethan, yo no veo Krays por aquí o algo sospechoso desde que llegué y eso debería ser bueno.
—Debes comer más por tu bebé— le dice Alicia trayéndole un café del restaurante.
—Ya sé, pero Dylan no despierta— dice cabizbaja. —Sarah dice que ya ni siquiera esta consciente cuando lo vio.
—Lo hará amiga— Alicia le toma la mano para tranquilizarla —Conozco a un sujeto que conoce a un sujeto que también estaba enfermo y... despertó del coma, aunque después murió.
Cora entorna los ojos asustada.
—¡No se murió! Revivió— trata de arreglarlo Alicia, pero es imposible. —Dios, soy pésima para estas situaciones— se pone a comer su tarta avergonzada.
Trabajo hasta tarde pero ya en el hotel, Alicia trata de convencernos de ir de compras, pero los ánimos no están para eso. Cuando es de noche no ceno con Cora por mi falta de apetito, ni siquiera cuando le suben tostadas al servicio.
Me extraño por no tener apetito de tostadas, pero sigo trabajando. Más tarde la dejo mirando televisión ya medio dormida, el spa le ayudo a relajarla, salgo al pasillo para hablar por teléfono.
—¿Diga?
—Hola, no puedo hablar explícitamente, estoy en un hotel con gente alrededor.
—¿Emma?
—¡No digas mi nombre si estas en el Score y cerca de Alexander!
—¿Es Emma? — escucho la voz de Alexander.
—Mierda, eh, no... quiero una pizza doble vegetariana— se escucha una puerta. — Con champiñones y salsa inglesa y Blah, Blah, Blah— la puerta se cierra —Soy bueno para muchas cosas, pero si me llamas es para plantearle el cuerno a tu novio el agente, ya me lo esperaba desde que estabas con Alexander. ¿Dónde quieres vernos?
—Jack — lo detengo antes que siga. —No llamo para coquetearte, es un asunto urgente, en el que te necesito, pero nadie debe saberlo ¿Puedes ponerte serio?
—Modo serio activado.
—Jack.
—Está bien Emma, dime lo que necesitas y que mi primo no puede escuchar.
—Necesito que salves a Dylan, por favor, está muriéndose en el hospital que atiende al MI6. — no me responde, comienzo a hablar para convencerlo —Cora está embarazada, no puede perderlo, ni yo tampoco, sé que sabes lo que le inyectaron.
Suspira. —No puedo ayudarte, ni siquiera puedo salir del Score.
—Si hubiera alguien que pudiera salvar a Millie ¿Lo ayudarías? Estoy segura de que sí.
Vuelve a suspirar más hondo. — Suponiendo que salga, los médicos del MI6 no dejarían a nadie más pasar.
—Yo me encargo de eso.
—Esta bien, espérame a dos cuadras del Score, que la seguridad del ministro no venga contigo, nos vamos a jugar la vida tu y yo aquí por ese agente.
Hago lo que me dice, aunque deshacerme de la seguridad del ministro me toma casi una hora, y de Ethan no lo veo fuera del hotel, a lo mejor no me sigue si no está aquí.
Espero en mi Mazda a dos cuadras del Score ansiosa y pendiente que ninguna de las camionetas que pasen sea la de Alexander.
Los golpes en la ventanilla me sobresaltan y le abro la puerta a Jack vestido todo de negro, con una bufanda cubriendo la mitad de su cara. —Arranca.
—¿No nos viene siguiendo nadie o sí?
—No hasta ahora, vine corriendo y Alexander se está emborrachando con Erick en un bar, así que estamos bien, a menos que se entere de esto.
Piso el acelerador en la primera calle y se la pasa viendo por el retrovisor vigilando que no venga nadie detrás de nosotros, no camionetas de kray, ni de Alexander, ni del ministro.
—Somos unos fugitivos escapando— se ríe sacando su celular. —Tú y yo no somos muy diferentes, cuando te vi aparecer en televisión supe que a los dos nos van a matar pronto.
—Comencé a trabajar para Richard, tengo más seguridad que antes.
—Si eso quieres creer, pero el ministro nunca ofrece trabajo de a gratis Emma— mira por la ventanilla mientras empieza a llover, le da un golpecito al cristal. —Yo he tratado dos veces de deshacerme de él, pero el cabrón tiene más vidas que un gato.
Me río. —¿Por qué lo atropellaste?
—Estaba cerca de su casa y aproveché mi oportunidad— se encoje de hombros. —¿Cuáles son los síntomas de Dylan?
Le doy una lista detallada de lo que vi desde el Caribe y se queda serio preguntando si ha convulsionado o su temperatura. En el hospital nadie diría que Jack no es médico porque la bata que saca la lleva personalmente él.
—Necesito que quites a esos dos agentes de la puerta para que haga mi trabajo.
—Entendido.
Me acerco a hablar con ellos. Sarah está dormida en la sala de espera. Como todavía tengo el uniforme del MI6 lo llevo puesto y les digo que yo vigilare mientras cenan en la cafetería, me cuesta algo convencerlos, pero lo logro.
Me quedo en la puerta varios minutos hasta que Jack aparece casi de la misma manera que Alexander, pero no me deja entrar, sólo puedo ver por las persianas lo que hace, todo profesionalmente.
Saca un tubo de su bata y le inyecta a Dylan toda la dosis. Miro nerviosa a Sarah quitándome la lluvia del cabello. Mi celular suena con una llamada de Alexander y la rechazo, estamos en está situación por su culpa.
—Emma ven— Jack sale a llamarme y entro a la habitación. —Ayúdame a moverlo, a este le dieron de comer piedras en el MI6 como a Sarah— gruñe moviéndolo —Cuando me montaba la mujer me destrozaba el miembro como ninguna.
—¿Qué?
—Tiene una fuerza en las piernas que si no me la cortó fue porque soy el padre de nuestra hija porque ganas no le faltaron, ni a ella ni al teniente.
—Hablas tan bien de ella que voy a creer que sigues amando a la mamá de Millie.
—No fui el favorito del padre de mi ex mujer, pero gané oro con mi hija que vale la pena todo lo demás.
Lo ayudo a ponerlo de lado y los golpes en la espalda son peores. Recuerdo cuando cantó con Millie y la mirada de ambos. Le pone una última intravenosa Dylan y cuando termina todo lo que utilizo se lo guarda.
—No podemos dejar huellas aquí, si no me hubieras traído el moribundo ya estaría más que muerto, esas dos dosis que le aplicaron lo tenían mal.
—Gracias Jack, te debo una.
—Fue por Millie, la salvaste en el Caribe y yo te acabo de regresar el favor— dice serio. —No le debo favores a nadie. Hay que largarnos de aquí o nos van encarcelar por interferencia médica.
—Eres un Roe seguro que podrás sacarnos.
—No soy lo suficientemente rico para ir contra el MI6.
Salimos de ahí, pasamos por el pasillo y Jack ve a Sarah en la sala. Llamo a una enfermera para que vaya por los agentes y regresen a cuidar la habitación, cuando regreso veo a Jack acomodando un cojín en la cabeza de mi ex jefa.
Le quita el cabello de la cara y vuelve conmigo. —Dormida hasta parece inofensiva.
—Lo sé.
Mi celular vuelve a sonar mientras tomamos el ascensor al estacionamiento y de nuevo rechazo la llamada de Alexander. La lluvia ya empeoro tanto que nos quedamos en un semáforo porque no se ve nada.
—Si no le vas a responder apaga el teléfono— dice Jack en forma de burla cuando vuelvo a rechazar la llamada.
—Trató de matar a Dylan.
—El pan de todos los días de los Roe.
La lluvia no se vea que se vea la carretera.
—Pero lo que, si puedo decir de él, no como su primo ni mejor amigo porque ese es Erick, pero como una persona que lo conoce desde pequeño es que siempre ha querido una diferente, lejos de la organización, por eso se volvió empresario. — respira hondo — ¿Tú padre está muerto verdad?
—Sí.
—¿Cómo se llamaba?
—Sawyer Taylor.
—¿Y por qué tú no eres Emma Taylor?
—Tengo el apellido de mi madre. Ella se divorció de Sawyer cuando yo tenía seis años, le quitó todo y nos fuimos a vivir a a Trafford, dónde conocimos a Cora y a Dylan, en el mismo edificio que vivíamos.
—Entonces viviste en Trafford hasta tus ¿Veinticuatro años? — asiento —Alexander y Bennett también vivieron en Trafford, pero solo unos meses creo que cuando tenían diecisiete por lo que recuerdo, para ese entonces yo ya vivía en Nueva York, soy el mayor de los primos Roe.
—Esa hubiera sido una coincidencia muy peculiar.
Apenas alcanzo a llegar a la entrada del Score, la puerta de Jack se atasca y tengo que salir a abrirle empapándome toda. —Entra a ponerte ropa seca.
—No, iré directamente al hotel.
—Con este clima no puedes conducir, llama a Cora y entra, ya te dije que Alexander no está aquí.
La camioneta de Ethan para detrás de nosotros. —Yo llevaré su auto al estacionamiento, conducir desde el hospital hasta aquí fue peligroso.
Nos siguió todo este tiempo.
—Entre, por favor señora.
Sigo a Jack a la entrada del Score, se ve diferente de la ultima vez que estuve aquí, los pisos se empapan en el ascensor que se abre en el último. Ida, se hace a un lado dejándonos pasar, pero Ethan detrás de nosotros hace que no nos pregunte nada.
Jack se quita el abrigo y Octavian sale como alma en pena de la cocina.
—¿Les ofrezco la cena?
—A mi en la terraza, pero cerrada por la lluvia. — se sacude el cabello.
—Yo estoy bien así— Llamo a Cora mientras me quito la chaqueta mojada y le digo que estoy con Ethan, es más simple así, gracias a Dios Alicia está con ella para que no esté sola. —¿En el Score?
—Tuve que parar de manejar, Ethan me llevará cuando sea prudente.
—Está bien sexy, si el ministro llama ¿Qué le digo?
—Tengo mi trabajo en la nube no te preocupes— cuelgo mientras me traen una toalla para secarme. —¿Dónde puedo quitarme esto? — le pregunto a Ethan no quiero seguir empapando el piso.
—Ya conoce el camino— dice como si fuera obvio y aunque lo es, ya no es la misma situación que hace tres meses.
Un perro más pequeño que Kieran sale de la puerta dónde sale Jack mientras subo los escalones a la habitación de Alexander, el cuerpo me tintinea, dejo mi bolso en la cama y me desnudo empapada.
Huele a él.
Voy a vestidor buscando algo que ponerme y busco las camisetas de siempre, pero no hay, parece que todo lo cambió de lugar. Abro el espacio de sus sacos y paso entre ellos sin encontrar nada.
—Los senos se me están congelando— tomo uno de los sacos y me lo pongo, es el que llevaba hace dos días en la casa del ministro.
Me quito mi anillo dejándolo en el tocador y busco en los cajones de la cómoda. Meto una de mis manos en el saco y saco lo que tiene dentro.
Son mis bragas.
Arqueo una ceja regresándolas a su lugar. Abro un cajón encontrando sus boxers, Me pongo uno que al menos me sirve.
El frio me puede y me meto en la cama buscando calor con el peor atuendo de mi vida. Octavian, vuelve a ofrecerme comida, pero desde la puerta lo rechazo, sólo que entra para llevarse mi ropa al cuarto de secado, por las persianas negras semi abiertas no deja de llover.
No me voy a quedar mucho tiempo, solo hasta que mi ropa esté seca. Me pego a la almohada del lado de Alexander y me acurruco cerrando los ojos sólo un segundo.
—Carajo— escucho a alguien golpearse con la puerta.
Abro los ojos viendo la hora en el reloj de noche, ya casi no llueve afuera. ¿Cuánto tiempo me dormí?
La figura que entra a la habitación la reconozco perfecto, me meto debajo de las sabanas haciéndome un ovillo, pero para mi suerte no enciende la luz.
Deja su celular al lado de mi bolso y parece que ni lo nota. Se quita la chaqueta de cuero y la deja en el suelo antes de sacarse la camisa.
Estiro la mano para tomar mi celular y se cae al suelo. Alexander quita las manos de su bragueta y mira dónde la cama, pero no me muevo.
—Necesito despertar— dice a medias y se pasa la mano por los ojos. —Quiero más whiskey.
Está ebrio.
Pasa directo al baño y suelto el aire contenido levantándome. Recojo mi celular y espío en el baño sigilosamente, está frente a la ducha encendida, voy por mi bolso, meto mi celular y me pongo el anillo.
—Sólo tenías un trabajo Emma y era no quedarte dormida— susurro cerrándome el saco.
La ducha se detiene y camino silenciosamente a la puerta mientras ya no lo escucho. Joder. Joder. Tomo la perilla de la puerta.
—¿A dónde vas? — su mano se cierra sobre la mía haciéndome pegar un brinco soltando el saco. —¿Qué haces aquí?
Me quedo callada sintiéndolo pegarse a mi espalda. Miro su celular. —Soy tu imaginación— me giro en la oscuridad, pero no quita sus manos de mi cintura. —¿Tanto me extrañas que me ves en todos lados hasta en tu habitación?
Frunce el ceño y trata de verme mejor. —No es cierto.
—¿Cuánto bebiste? Pronto ya no me vas a ver aquí porque soy una ilusión— frunce el ceño y aprovecho para tomar mi bolso de nuevo y largarme.
No me deja salir. —¿Crees que es mi primera borrachera para no saber que estás aquí Emma? — sonríe de lado. —Soy un experto, el alcohol no me vuelve imbécil, sólo me adormece la lengua.
—Entonces si soy yo— quito sus manos de mi cuerpo —Ya me voy.
—¿Por qué no me contestabas las llamadas? — se me pone encima y el saco se va a abriendo. — Ese es mi saco.
—Estuve buscando una camiseta por todos los cajones y no las encontré.
—¿Todos los cajones? — aprieta la mandíbula. —¿Qué más viste?
—No te robé nada si eso te preocupa— me giro para irme y como él no me suelta el saco se abre.
Sus ojos dejan mi cara y mira lo que se reveló. Pasa su pulgar entre la línea medía de mis pechos y baja hasta mi abdomen para volverlo a subir estremeciéndome, su tacto es frío.
—Mías— dice ronco repasando cada parte desnuda, junto las piernas con esa mirada lasciva.
Su mano sube otra vez por mi abdomen, su pulgar roza mi pezón antes que se llene las manos arrancándome mi primer gemido. —Ya me voy— se me cortan las palabras con un gemido agudo.
—Mierda Emma, son todas mías, estás tetas son sólo mías— se pega a mí con descaro subiendo su otra mano al otro pecho.
Cierro la boca gimiendo en silencio y no me quiero calentar porque en el hospital me dejó con las ganas. Trato de apartarlo, pero es inútil, su boca baja a comérselas y me tengo que morder la mano para no gemir tan fuerte.
—Di que son mías Emma— ordena con la boca llena mordiendo mi pezón.
—No.
—¿De quién son estás tetas nena? — me amasa ambas a su antojo antes del primer azote que me alza.
—Son tuyas— meto mi mano en su cabello y comienza a chuparme la otra mientras gruñe por mi respuesta.
El sonido de su reloj en su mano como en la residencia del ministro empieza en la habitación. Parece que se averió la cosa porque no deja de sonar. Agita su mano y como no se calla, se lo quita y lo avienta lejos de nosotros.
Se amamanta solo con muchas ganas, mi sexo se roza con su pierna y me resisto lo que puedo, pero es inútil, el Deseo es más grande, es casi imposible contenerlo, sube chupando mi cuello y me alza la cara, pero se la volteo.
—Yo no le suplico a nadie por besos— me advierte.
Su erección está rozando mi sexo cada que me sube. Me busca de nuevo la boca, pero le huyo a un beso de pecado.
—Bésame joder— jadea enojado y le alzo la cabeza yendo por su boca.
Se deja ir duro, empotrándome con la puerta rozándome con su lengua salvajemente. Sabe tanto a whiskey, mis labios se barren sobre los suyos con el deseo comprimido de varios días.
No le da tregua a mi lengua, mantiene mi cabeza ahí para que pueda poseerme como el dominante que es. —Nunca me sació Emma y aun así te empeñas en desaparecerte por días dejando a un lobo hambriento de tu cuerpo.
Sus manos apretujan mis glúteos por debajo de su bóxer y me alza quitándomelo. —Lo hago porque eres muy irracional, no puedes ir matando a la gente sólo porque sí. — vuelve a amamantarse rodeándose la cintura con mis piernas.
—Soy un maldito y me encanta serlo— no tiene ni una gota de arrepentimiento en lo que dice. —Eres mía, toda mía joder y al que te tenga lo mato— se saca el miembro y me abre las piernas mirándome enojado, mi sexo recibe una punzada de placer con lo que dice.
—Eres muy irracional— jadeo excitada.
—Sólo eres la mujer de Alexander Roe, no de ningún otro imbécil— empieza a llenarme el coño como bestia.
Arqueo la espalda en la puerta gimiendo de puro placer hasta que toca fondo. Me alza sacándola y me baja entrando otra vez, está fuera de sí, me está follando a lo bestia. Chupa mis senos cada que rebotan frente a su cara y me lleva finalmente a su cama.
—Aquí comenzó todo, en está cama— me abre las piernas y niega para sí mismo. — No, comenzó cuando te vi por primera vez y te follé con la mirada en la sala de conferencias.
Me agarro a la rodilla mientras pasa la punta tortuosamente lento en mi clítoris y la moja en mi humedad para seguir rozándolo.
—Si quieres pelear porque soy irracional y maté al hermano de Cora, vamos a pelear entonces— me levanta la cara a la suya. —Vamos a pelear, pero en la cama, eso es lo que hacen una mujer y su marido.
Me penetra y comienzo a forcejear. ¿Cómo es posible que siga llevando el collar que le regalé en Nueva York? ¿Nunca se lo quita?
— ¿Estás dando por sentado que me voy a casar contigo? — me río y me empieza a embestir. Dios mío.
Su presión me entierra en el colchón y me alza las caderas a la suya. Recibo las penetraciones una a una gimiendo su nombre como si no conociera una palabra más que decir.
Su fuerza en el gimnasio lo tiene en tan buenas condiciones, mis dedos los clavo en su espalda sudada, pero su musculo los resbala cada que me llena. Los pectorales los tengo a la medida de mi boca, no me resisto las ganas de morderlo.
—Deja de marcarme mujer— gime y me alza los tobillos a sus hombros. Le gusta que sea salvaje.
Le muerdo el otro pectoral y gruñe más fuerte. Paso mi lengua por la marca de mis dientes. Se sale y me gira en la cama poniéndome en mis rodillas. Se azota un cajón y veo la caja de condones XXL y la mordaza en la cama.
Los azotes son lo que más dominante lo vuelve. Mis glúteos se mueren por ellos.
—Parece que se te olvidó en el hospital de que tamaño la tengo y que no necesito esas putas pastillas para hacer que te corras hasta que te quedes seca. — Joder —Abre bien la boca y relájala porque te voy a amordazar mientras te rompo.
Se pone detrás de mí y me pasa la bola de goma por la boca. Mis dientes se clavan en la goma mientras la aprieta. Abre el condón y se lo pone en el miembro, uno de los que compré en el hospital no le entraría ni en el glande antes de romperse.
Me pone en cuatro de nuevo y siento su mano mojándose con mis fluidos antes de sacarlos para mi otra entrada. Ahora entiendo por qué se puso el condón. Me tenso, pero no deja de masajearme preparándome.
En Nueva York me abrió completa y ahora será más duro si me amordazó. Me muevo en su mano buscando placer en mi sexo que disminuya lo que se viene.
—Que no se te olvide de nuevo la talla de condón que uso nena.
La mordaza amortigua el grito que me rasga la garganta cuando me mete el glande y se entierra hasta el fondo con la lubricación previa y el látex. No puedo gritar, gemir solo en mi garganta.
Cuando comienza a entrar y salir ya tengo lágrimas en las mejillas, entierro mi cara en el colchón mientras me abre completa, el dolor sube con excitación y parece que me voy a correr con las pocas arremetidas.
—Emma, estás apretada, apriétamela más— me jala a sus arremetidas golpeando mis glúteos con su cuerpo. —Quieres gemir fuerte, pero tu boca imprudente necesita una lección, no juegues con el lobo, que soy invencible.
Mis dientes me duelen tanto, pero gimo a mi manera mordiendo fuerte cuando entra más profundo, mi orgasmo me deja inmóvil, recibiéndolo duro, está insaciable.
Me limpio las mejillas y me quita la mordaza de atrás, la tiro al suelo. —Más fuerte— mi ronquera lo pone frenético.
—¿Así? — las embestidas empeoran.
—¡Sí!
En un punto ya no se si me penetra, pero lo escucho quitarse el condón y meterse en mi coño buscando vaciarse. Ya me dejó discapacitada, ni en Nueva York me dio así. Me voltea a él y me besa destensando mi boca de la mordaza.
Le quito los mechones de la frente sudada besándole la mejilla tiernamente y me caigo como peso muerto gimiendo en su oído antes de ir a su cuello a marcarlo. Mi segunda corrida me alza la cabeza al techo.
—¿De quién es este coño Emma?
El orgullo se me va a la entre pierna. —¡Tuyo! ¡Sólo tuyo Alexander!
Gruñe acelerando el ritmo. —Mío nena.
Pego la boca a la suya corriéndome aplacando mis gritos y siento el calor que me llena con las arremetidas más placenteras. Nos separamos jadeando, ni me di cuenta cuando empezó a llover de nuevo.
Caigo en su hombro exhausta en su hombro dándole besos castos en la mejilla. —Tengo hambre— murmuro mientras se acuesta llevándome con él.
—Chúpamela— me besa alzándome sobre él.
—De comida pervertido, mímame— lo miro como solo yo sé hacerlo.
Arquea una ceja. —No por obstinada.
Le doy besos en la mejilla. —Complace a tu nena.
—No.
No dejo de probar su cuello cuando ya está llamando a Octavian por el teléfono. Ya pasa de media noche, pero no comí nada en todo el día. —Vamos como la gente normal a la cocina.
—Estoy cansado— se pasa el brazo y cuando se lo muevo lo pone más duro.
—Entonces voy yo— me pongo su camisa y me la abotono, pero no salgo porque Octavian ya está en la puerta y Alexander recibiendo la charola de la comida.
Parece que van a alimentar a un ejército. Me como una patata del plato, pero cuando veo las tostadas otra vez encuentro desgrado en comerlas. —Termínate todo— Alexander pasa desnudo al vestidor y deja su celular frente a la charola.
Asiento y como en silencio, le llega un mensaje y como la pantalla desbloqueada se ilumina, veo la foto del fondo que no es igual a la de bloqueo. Estoy dormida en el Caribe con él.
Sólo se ve parte de su pecho, pero estoy con los ojos cerrados.
Cuando viene se toma las dos pastillas blancas del dolor de cabeza y advierto que también para la resaca que tendrá mañana, me lleva a la cama cuando termino. Ojalá pudiéramos decir todo lo que queremos. —Te amo— le susurro cuando ya está dormido.
En la mañana me siento gruñona porque quiero quedarme todo el día en la cama, se siente tan familiar, como estar en casa de verdad.
Cuando deja de dormir entre mis pechos, me abre las piernas despertándome, entre gruñidos. El hombre que no parece dar mañaneros me los da a mí. Lo lleva lento hasta que me ve alzar la cadera para recibirlo.
Me corro besándolo con los buenos días entres nuestras lenguas, pero no me levanto, hasta que sale de la ducha desnudo.
—Emma tenemos que irnos, la reunión con el ministro— se mete al vestidor y no tarda en salir en traje.
Había olvidado que hoy tendríamos una reunión con el ministro.
—Ni siquiera tengo ropa aquí, tengo que regresar con Cora primero Alicia debió pasar la noche con ella— me abrazo a la almohada de su lado. —¿Cómo haces para estar tan despierto después de anoche?
—Levántate.
—No, me dejaste exhausta.
—Está bien— lo veo ponerse colonia, se ve exquisito. —Entonces yo me reúno con el ministro y el teniente— se agacha a besarme en la boca —Y les digo que te dejé desnuda en mi cama.
—No— abro los ojos de inmediato. —Debemos seguirnos cuidando de la organización— digo automáticamente lo mismo que le dije en el Caribe.
Me quito el pelo de la cara y me levanto buscando que ponerme. Lo miro mal recordando la razón por la que le rechacé las llamadas. —Aunque eso poco te importó cuando lo soltaste en el hospital.
—Ajá.
—Teníamos un acuerdo por seguridad y ni siquiera lo respetaste.
—Lo arreglamos en el funeral del agente— mira su Rolex, el otro reloj ya ni lo levanta del suelo.
Ladeo la cabeza y le doy media sonrisa. —No creo que haya ningún funeral— me meto al baño.
—¿Por qué estás tan segura? ¿Por qué fuiste anoche al hospital?
—¿Cómo sabes?
Tocan la puerta y como es Rebecca no puedo salir porque si él no quiere mantener el acuerdo yo lo haré. —Ve a la residencia de Richard, yo llegaré después.
Me da una inclinación de cabeza y sale cambiado mientras me ducho y cuando vengo ya está mi ropa de anoche seca.
—Emma— dice Rebecca cuando me la encuentro en el estacionamiento del Score. Ethan ya tiene mi Mazada encendido, no vi a Jack mientras estaba en la casa.
—Que tiempos aquellos cuando me llamabas señorita Brown.
—Era por protocolo de trabajo. ¿No sabía que estabas en el Score?
—Vine a ver a Jack— me pongo los lentes negros de Alexander y como siempre los hombres que trabajan a él se ponen como si yo fuera el mismo Alexander, aunque esta vez lo recibo bien.
Ethan me abre la puerta del Mazda. —Buenos días Rebecca— le digo de lejos a esa mujer.
En el hotel Cora se quedó con Alicia y antes que me pregunte nada me cambio de ropa esperando no llegar tarde a la reunión. —Deberías llamar al hospital.
—Dylan sigue en terapia intensiva.
—Tal vez ya no, quizá ya hay una mejoría— desayuno con ella.
—¿Qué hiciste?
—Jugar— tomo mi café sin azúcar pensativa —Jugar en el tablero, te traje algo de camino aquí— saco mi pequeña compra ansiosa de ver su reacción mientras abre la bolsa que le entrego.
Saca una pequeña playerita que dice la mejor tía del mundo. Es tan diminuta como el bebé que seguro tendrá. —Ay Dios— se ríe mirándola.
—Así sabrá que la mejor tía del mundo soy yo— trato de animarla con lo que sea, ya no quiero ver esas ojeras debajo de sus ojos.
Maya ha pasado por el hotel dos veces al día desde el incidente en el hospital.
Y también Bennett, pero lo que hayan hablado lo mantiene en la puerta, sólo hablando conmigo.
—Llamaré al hospital, tu ve a la reunión con el ministro y me alcanzas ahí, Alicia quiere comer con nosotras de nuevo.
—Perfecto— le beso la cabeza.
—Creo que nos quiere llevar al club de su prima, no es que no me gusten los hombres de buen cuerpo, pero creo que no estoy de ánimos.
—Ve al hospital y creo que encontraras algo bueno.
—¿Jack está involucrado en esto?
Me encojo de hombros y salgo para la residencia del ministro. En la reunión, está Alexander, el señor Jones por parte de Hilton &Roe y la esposa del ministro junto al teniente.
Hay otros dos hombres, socios de Richard ahí que también son parte del gobierno. Gente importante que escucha atentamente mi propuesta de desviar la atención.
Me mantengo en la postura de dar información publicitaria, el ministro no habla confidencialidades sobre el juicio de Beckham, eso tomará semanas prepararlo y como aquí hay gente que no es el MI6, esa reunión la llevará con el ministro a solas.
Se acuerda lo mismo que propuse, el plan de la noticia. Mientras se va el señor Jones y la esposa del ministro sobrepaso los eventos políticos que podamos meter para la gente, estamos a unas semanas de las elecciones.
—Necesito una solución inmediata— se acomoda el cabestrillo. —Ya no puedo seguir dando solo entrevistas exclusivas.
—La idea de la señorita Brown es muy buena, porque no la tomas— Alexander me mira, pero el teniente nos mira a los dos.
—El MI6 hará lo que sea para apoyarlo ministro y lo sabe.
—Tengo dos propuestas políticas que pueden ser el evento perfecto que buscamos. — le muestro la pantalla de mi dispositivo, a dos miembros del parlamento que están relacionados con él.
—Tengo una mejor solución al asunto y mi esposa ayudó con esto— me regresa el iPad sin verlo de nuevo.
—¿Cuál?
—Para esto necesito tu ayuda Alexander.
—Lo que sea Richard— cruza su tobillo sobre su pierna mientras bebé su whiskey.
—La misión falló, el tiempo se nos acabó y como dijo el teniente que el MI6 apoyará— nos mira a todos y comienzo a sobrepasar las opciones para negarme, lo que sea que su esposa sugirió no puede ser bueno.
—¿Va a servir? — pregunta el teniente.
—Primero escúchame Wall— se levanta —Si lo que buscan es un evento que llamé la atención lo suficiente para quitarme a los medios, que Emma se case Alexander.
¡Hola sexys!
*Se va corriendo antes que el fandom se vuelva loco*
¡Los amo tres millones!
-Karla
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