CAPÍTULO 35
Emma.
Mi cuerpo está completamente saciado, la tensión de todo el trabajo duro de estos días y los tres meses de mierda en el MI6 han desaparecido en una sola noche.
Me meto en el hueco del cuello de Alexander buscando mi lugar para dormir, cuando no sé ni por qué quiero llorar, se siente tan familiar, tan mío. Lo he extrañado tanto y quiero decírselo, pero con el sexo apenas tengo fuerza para hablar.
La cama sigue mojada por mis fluidos. Trato de hacer algo por la sabana que mojé, pero me quita la mano.
—Deja eso.
—Hice un desastre— lo miro nerviosa.
—¿Y me importa? Que sea una prueba de lo bien que te follo — me lleva con él su lado de la cama.
Jalo su cabeza besándolo tierno, la forma en la que me pega a él me revolotea en el pecho, pasa su nariz por la mía desbocando mi pulso, huele mi cabello y mi cuello como si me reconociera.
La boca la pasa por toda mi cara, por mis hombros. No puedo culparme, el amor nos convierte en locos a los seres humanos, pero en un mundo de mierda, a veces es lo único que tenemos.
Hago lo mismo, aspirando en su cuello el olor a menta de su colonia y le dejo un beso ahí raspando mi nariz en su hueco.
Aunque el sentimiento tierno no dura porque cuando me meto en cuello de nuevo para dormir, Alexander recoge parte de su esencia de mi sexo que está chorreando y me lo da a comer.
—Come mi leche, que sigue caliente— lamo sus dedos con los ojos cerrados probando su todo lo que me da.
He comido mucho hoy, ambos parecemos hambrientos insaciables, él no se ha despegado de mis pechos desde que me quitó el sostén, los sigue chupando con avaricia, tan fuerte que ya me duelen, pero ni así los saca de su boca.
Pruebo a ponerme sobre él de nuevo y me lo impide. —Ni lo pienses— me regresa a mi lado de la cama.
—¿Por qué no? — abro los ojos frunciendo las cejas.
Desde que empezamos a follar ni una sola vez me dejó montarlo, me amarró, me puso en cuatro y me dominó toda la noche, pero ni una sola vez me dejó hacerlo a mi manera.
—Porque no y punto— se amamanta de mis pechos como si fuera un bebé muriendo de hambre, suspiro de placer, su collar se pega en mi abdomen mientras baja.
Uso lo poco de fuerza que me queda para voltearlo en la cama y subirme sobre él, pero, aunque me ha follado duro durante la noche sigue teniendo fuerza para quitarme y volver a pegarse a mis pechos.
Me enojo y me cubro los pechos con las manos quitando su lengua de ellas. Levanta la cabeza enojado y me mira mal. Su pierna está entre las mías frotándose contra mi sexo.
—Te quiero montar.
—¿Estás haciendo un berrinche en la cama Emma? — me jala las manos para agarrar mis pechos otra vez, pero no lo dejo. —No te voy a volver a dar ese poder sobre mí de nuevo, ya deja libres mis tetas.
—No, si yo no te monto, tú ya no me las puedes comer.
—Estás tetas nadie me las prohíbe— jala más fuerte mis manos hasta que me las quita del pecho y vuelve a prenderse. —No necesitas montarme para gozarme.
—Quiero.
—No, obstinada y deja de hacer dramas en la cama.
Gimo, aunque no quiero y mi nuevo orgasmo me hace frotarme con su pierna, me abre las piernas de nuevo metiéndose y después de un último orgasmo exquisito, adormilada regreso a mi lugar en su cuello ya perdida de sueño.
Le beso la cara, acariciando mi nariz con la suya y me arrastro a la inconciencia durante varias horas, pegándome a su pecho.
—Te extrañé tanto mi amor— susurro vagamente, aunque ya está dormido para oírme.
Cuando nos levantemos de la cama la mierda nos va a abordar de nuevo, nada está bien, pero si está noche no va a durar por siempre al menos estamos juntos por estas pocas horas.
Cuando me despierto en la mañana por el sonido del iPad veo que estoy sobre él y tiene la cabeza escondida en mis pechos como siempre, en la posición que más le gusta para dormir conmigo.
El muy cabrón esperó hasta que yo me durmiera para ponerme sobre él, sigue sin querer que lo monte, pero voy a dominarlo como él hizo conmigo.
—Alexander el dispositivo de Dmitry tiene una alarma sonando— veo el iPad una señal que no conozco, parece grave.
No se despierta y a los minutos la luz deja de parpadear. Miro la habitación apenas iluminada por afuera, sólo veo uno de mis tacones, y su pantalón tirado por la puerta de la terraza, todo es prueba que aquí sucumbimos a nuestro deseo y pecado.
El cinturón con el que me ató está en la mesa de noche junto al iPad, parece resistente, pero voy a necesitar también las correas de mi bata de baño.
Le beso la mejilla y se pega a mis besos inconsciente, dice que no le gustan esos besos y está es la prueba de que miente.
Poco a poco quito la mano que aprisiona mi cintura lo que se me complica porque cuando siente que quiero alejarme su agarre se aprieta. —Voy al baño— le susurro.
—No, de mí no te despegas hasta que despierte y te folle de nuevo— dice a medio dormido, pero todavía dominante.
—Tengo que ir.
—Estoy cansado.
—Sigue durmiendo, todavía es temprano, pero déjame ir al baño porque si no te voy a orinar encima— le advierto.
—Hazlo. Estoy exhausto y no duermo sin tus tetas.
—Estás obsesionado con mis pechos.
No lo niega, me alza sobre él y mete la cabeza en mi cuello abrazándome. Es imposible librarme de él, parece un bebé pegado a mí, el muy mimado.
Le paso la mano por el cabello como lo hice en el Score hace tiempo, haciéndole caricias en el cabello.
—Alexander eres un mimado— ya no responde porque en cuanto pone la cabeza en mis pechos se duerme conmigo frotando su cabeza.
Lo abrazo de vuelta así desnudos como estamos y me olvido de atarlo, hasta que su agarre se afloja lo suficiente para que me estire y tome el cinturón del mueble.
Meto las dos puntas por la hebilla, una para jalar y la otra para apretar y lo paso por el respaldo de la cama.
Sus brazos son más pesados de lo que parecen, me cuesta subirle la mano al cinturón, pero lo logro y con la segunda también, aunque se medio mueve.
Jalo el cinturón apretándole las manos y lo miro a mi merced completamente dormido. —Tengo al lobo— susurro gustosa.
Me levanto silenciosa y camino al baño como dije, con un dolor de muslos exquisito, al salir sigue dónde lo dejé, no puede ir a ningún lado.
Mi celular tiene dos mensajes de voz de Cora, pero no los puedo escuchar porque me va a atrapar, tendría que salir a la terraza y no quiero, quiero aprovechar la única oportunidad que tendré de tener a este hombre de casi dos metros amarrado a mi cama.
Tengo una preocupación genuina por Dylan, soy la única de la unidad de Sarah que no regresó al punto de reunión.
Busco mis bragas en toda la habitación y cuando no las encuentro se las busco en el bolsillo del pantalón encontrándolas.
Me las pongo de nuevo dejando mis pechos libres y regreso con él a la cama. Mi collar nunca se lo quitó y se merece un premio por eso. Me pongo de rodillas y le beso el miembro ya erecto dándole besitos en la punta para que vaya despertando.
Subo de nuevo, lo sobo con mi mano cuando despierta y mueve los brazos, sus ojos se abren.
—¿Qué coño? — mueve las manos mirando la atadura de su propio cinturón y me mira sobre él —Quítame esto Emma.
Me restriego contra su erección. —No Alexander, voy a montarte.
—Ya quisieras, quítate de encima— alza las caderas llevándome con él increíblemente fuerte, pero no me muevo de encima.
Estás eran las vacaciones que quería hace meses, no me importaba el destino, pero que fuera con él. Cada día que pasa tengo más amargura por todo lo que me quitaron y no pude recuperar.
En el funeral del biólogo no me dejaron quedarme más tiempo en Londres, solo lo que duro la ceremonia y fui escoltada por policía local hasta la camioneta.
—Busqué mis bragas y ya te las había guardado pervertido— me froto con su glande hablando seductoramente. —Siempre he tenido la duda de para qué las quieres, cuéntame lo que haces con ellas— aprieta la mandíbula.
—¿Qué te importa?
—Seguro te la jalas pensando en mi— apoyo ambas manos en su pecho poniéndole mis senos en la cara aumentando el ritmo de mis frotaciones.
Se medio ríe —Ya quisieras, ¿Crees que tengo un cajón con las bragas y tangas que te he robado para cuando ando caliente?
—¿Lo tienes? — arquea una ceja. Claro que no, eso es absurdo.
Trato de hablar de nuevo, pero mis gemidos me cortan las palabras, el encaje de mis bragas se roza con sus bolas.
—Emma, si no te...— aprieta fuerte la mandíbula cortando su gruñido cuando meto la punta dentro de mis bragas para que toque mi sexo mojado, su mirada se pierde en mi sexo e inconscientemente alza la cadera como si me penetrara.
—No sé si lo del cajón es cierto, pero creo que usaste mis bragas todos los días para pensar que estabas dentro de mí coño— la punta roza mi clítoris haciéndome arquearme.
—Lo que hice después que me traicionaras fue que me folle a varias para sacarme las ganas.
—No— lo fácil que me enoja esa frase, me molesta y más con la risa que da por mi reacción, me está viendo la cara de la moneda.
—Follaba tanto como más me gusta— cruza los tobillos despreocupado y pone una mirada de cabrón.
Aguanto el enojo y sigo con lo mío, esté juego es mío y no suyo. —Bueno en ese caso mejor estar prevenidos— saco un condón de uno de los cajones y lo abro para ponérselo.
—¿Qué carajo haces?
—Sigo teniendo la inyección, pero no me voy a arriesgar, con todas las mujeres a las que dices que te follaste— saco el látex y lo guío a su miembro.
—A mí no me pones esa porquería.
—Se llama precaución— se lo acomodo sobre el miembro.
—Emma, yo no te follo con condón a ti.
—Desde ahora sí— se lo coloco y jala con más fuerza los brazos, no le cabe el enojo. Me froto con él. —¿Dónde nos quedamos?
—Estás cruzando el límite.
—Yo si te pensé mucho, tengo un vibrador que me cabe entero, me lo regaló Cora en mi cumpleaños, pero no me calienta como esta— le acuno la polla envuelta en látex.
Su pose relajada se tambalea un segundo. — Quítate.
—Me lo metí por todos lados, pero le hacía falta calor humano como el de Dylan o cualquier otro. — se queda callado.
—Cállate mierda.
—Mier...da— repito, pero de una forma sucia cabalgando su glande. —Estoy muy caliente parece que no me hubieras follado tantas veces anoche — bajo a su boca, pero me la niega jalando más fuerte las manos.
—Te voy a quitar de encima y me voy a largar de aquí de una puta vez.
—No hasta que te monte— me saco el glande y se enoja más cuando me levanto dejándolo duro. —¿Quieres un baile? — alzo las manos sobre mi cabeza y veo como los ojos se le oscurecen.
Muevo las caderas tentándolo, pero ni un baile le voy a dar. Me quito las bragas poniéndolas de regreso en su pantalón, regreso arriba y le azoto la cabeza en la almohada jadeando molesta.
—¿Entonces follaste mucho para sacarme de tu cabeza?
—Ni siquiera estabas en mi cabeza, a lo mejor sólo unas pocas veces cuando me recuerdo las razones por las que te odio— la voz está ronca.
—¿Así? Tus veinticinco razones — le jalo el cabello —Dímelas mientras te follo— me acomodo sobre la polla erecta y la meto me la meto lentamente.
Joder, que gusto. Es la más grande que nunca tendré dentro, con o sin látex me gusta.
—Suéltame carajo— el enojo no le cabe en la cara.
Me olvido de mi rol dominante unos segundos sintiendo las venas rozarse en mis paredes. Me agarro a sus hombros y lo comienzo a montar, la vena en la frente se le va a reventar en cualquier momento.
Veo los músculos de sus hombros alzarse y las muñecas se le ponen rojas del esfuerzo, aumento la velocidad, cierra los ojos y los huesos de la mandíbula se marcan. Roto la cadera y un gruñido se atasca en su garganta.
El cinturón se revienta por la mitad demasiado rápido soltando sus manos, la mirada enojada corta mis gemidos, se sienta en la cama jadeando enojado y me preparo para que me tire de encima.
Saca el miembro y se quita el látex, antes de penetrarme de nuevo, el cambio de calor me hace jadear del gusto mientras me aprisiona la cintura con ambas manos y me hace montarlo más rápido, mientras gruñe maldiciones.
—Te dije que yo no voy a usar condón contigo.
Gimo mirándolo y rebaso mis sentones con ayuda de sus manos, me muerdo los labios apoyada en él mientras alza la cadera acompasando la penetración.
—Pero te follaste a otras ¿O no? — veo la respuesta clara en sus ojos, si se la jalo pensando en mí todo este tiempo, me agarro a sus hombros mientras sus dedos aprietan mis glúteos dolorosamente y mis pechos se azotan en sus bíceps. —¿Te gusta que te monte?
—No me hables y ponte como la mujer de un Roe a cabalgarme la polla— me nalguea volviéndome loca.
Aplaco mis gemidos en su boca buscando su lengua con la mía y no dejo de montarlo. Mis uñas dejan marcas en sus hombros que lo calientan porque me muerde el labio haciéndome jadear y su lengua no me deja respirar.
Se oyen las voces afuera, las voces de los agentes que vienen a buscar y la misma voz de Ethan, ellos me vieron con Dylan durante todo el viaje y ahora sabrán que Alexander está en mi habitación.
Caer en Tentación es peligroso, pero Desear lo prohibido es aún más peligroso.
Mis pechos se frotan contra su torso cuando subo. Los ojos verdes no dejan los míos, le muerdo el cuello cuando reboto más fuerte, gime grave y masculino.
—Coño Emma— pierde el control por completo y me aprieta los glúteos más fuerte.
Grito del gusto y hago honor a mi sobrenombre de seductora, me vuelvo una experta en el arte del sexo olvidando las malditas moralidades de los que hablan afuera preguntando por mí.
Me convierto en la mujer más peligrosa para Alexander Roe y los sentones resuenan en la habitación acompañando nuestros gemidos.
Los gruñidos se hacen más intensos y más ruidosos haciéndome lloriquear de placer y dando paso a la esencia caliente que me llena toda.
La satisfacción me recorre las venas mientras me aprieta vaciándose, sonrío con los ojos cerrados también corriéndome sobre él y sin despegarme de su boca.
El glande sale mojado y vuelve a entrar varias veces más, hago círculos con la cadera para ayudarlo.
—Te voy a hacer pagar por esto.
—Cuando quieras— pongo mi frente sobre la suya jadeando mientras termina de vaciarse. —No me quiero levantar de aquí, la calma se va a ir en cuento respondamos los celulares y viendo quién .
—Eso ya lo sabíamos cuando nos metimos aquí.
Nos levanta a los dos para meternos en la ducha, pero el maldito celular comienza a sonar, no es el mío. Ni me molesto cuando levanta la cabeza buscándolo de camino.
Desde ayer no le abrió la puerta a Ethan, no sabemos nada de lo que haya sucedido, todo está mal afuera desde anoche y nosotros solo hemos follado. Dylan está herido, la unidad de Sarah se fue al carajo.
Recibo una comida de coño en la ducha que me deja los glúteos ardiendo por los azotes que me propina por amarrarlo, pero los gozo, como gozo su cabeza entre mis piernas y las lamidas de su boca.
Algo se cae en la habitación y la voz de una de las agentes de mi unidad de ayer se percibe por la puerta cerrada del baño. —¿Quién coño es?
—Ethan está cuidando la puerta, pero ella debió entrar por la terraza, la abrí en la mañana— susurro bajo el chorro de agua.
—¿Emma estás aquí? Sarah nos busca y el camaleón volvió, mal herido, pero con su unidad— dos golpes suenan en la puerta justo cuando tengo a Alexander penetrándome, mi pecho está sobre el vidrio de la ducha y él detrás jalando mi cabello en una cola alta.
—Mierda— los dos vemos la puerta. —Para.
—No, desde ahora este es nuestro nuevo pecado, desearnos como malditos posesos— me susurra al oído y en vez de que se detenga, comienza a darme más duro.
—Alex... Alexander— no logro cortar mi gemido y escucho a la mujer jadear fuera sorprendida.
—¿Emma?
Alexander me nalguea. —Muéstrame mi coño, Emma mientras te meto la polla.
Me abro los glúteos con ambas manos y ruego mentalmente que ella se vaya porque no vamos a parar.
Capta el mensaje porque ya no toca en la puerta. Está es la ducha más larga que tomo y muy placentera.
—Vamos a hacer un acuerdo— me levanta la barbilla y arqueo una ceja —Hasta que no contestemos los celulares y no salgamos de esta habitación voy a disfrutar de este coño y de mi mujer hasta saciarme.
—¿Es seguro hacer un acuerdo contigo en este momento?
—Sólo si quieres pecar, son nuestras improvisadas vacaciones instantáneas.
Salimos mojados, me tumba en la cama para nalguearme enojado a cerrar la puerta de la terraza para que no haya más interrupciones, aunque al final terminamos saliendo con la vista al mar.
Nos sirven el desayuno, atendiéndome como una verdadera reina, pero apenas presto atención a los manjares porque termino sentada en sus piernas con su camisa sobre mí diminuto bikini blanco y no quito la boca de la suya.
Cuando me obliga a comer, paso de toda la comida por la fruta y por la crema batida que hay, me siento estafada porque me hace comer a mí y él no prueba más que mi cuello sin quitarse los lentes negros para que lo cubran del sol.
Ni Ethan ni nadie vuelve a interrumpirnos. —¿Quieres una tostada? — le pregunto preparándome el desayuno.
—No le pongas crema batida, le voy a poner otra cosa.
Se la doy para que se la prepare solo y siento sus dedos meterse en mis bragas mientras desayuno.
—Vamos a ver qué tan buena sabe mi tostada con tus jugos— me empieza a meter los dedos a mitad de la terraza.
Mastico entre gemidos montando los tres dedos que me penetran y el pulgar rígido que acaricia mi sexo.
No le cuesta sacarme la corrida, lo que consigue lo unta obsceno en el pan y se le da una mordida, tengo la cara caliente, este hombre no puede ser más sucio y ponerme más cachonda de lo que hace.
—Son la puta delicia— cierra los ojos comiendo —Las tostadas de Emma, superan las de crema batida, ya son mis favoritas— sonríe de lado y se acaba la tostada en tres bocados más.
Me pasa la mano por el abdomen terminando de masticar y me hace terminar de desayunar. —De todas las cosas obscenas que haces, poner la foto de mi coño en tu celular y está son la que se llevan el primer lugar.
Ni siquiera se ve arrepentido de tener mi foto en su celular. —Ese coño es mío, ¿Por qué no voy a verlo todos los días? — me hace verlo.
—¿Y si alguien más ve la foto?
—Se muere en ese preciso momento.
Recogen la mesa del desayuno una hora más tarde quitándonos del paraíso tropical y me deja los lentes para que tome el sol, antes de él ir por el celular apretando sus parpados cuando la luz le molesta.
Me extiendo sobre la tumbona de afuera saciada mientras contesta el maldito teléfono que no deja de sonar, ni dejo de hacerlo durante el desayuno.
—¿Qué carajo quieres Richard?
Me levanto escuchando a medias la voz del ministro. Ethan vuelve a tocar la puerta y es mejor que me vaya poniendo algo de ropa y me cambie las bragas.
—Te dije que la misión iba a fallar y aun así decidiste mandarlos, no sé ni me importan dónde están todas las unidades del MI6 y si las mató la explosión— camino a vestirme.
Trato de sacarme el anillo con algo de jabón antes, pero solo me hago daño en la mano y no lo consigo.
Cuando salgo Ethan esta en la habitación haciendo una llamada de larga distancia y Alexander tiene una video conferencia con el ministro, por lo que dice las cosas han empeorado, enciendo el televisor del hotel y veo la explosión en los edificios que limpiamos hace días, detonaron dos bombas.
El derrumbe es muy similar al que hubo en Brent en los hoteles de Alexander.
Sabía que en cuanto me levantara de la cama la calma se iría. El ministro está alterado, está en la cama del hospital privado por lo que se ve en la cámara.
—El parlamento se acaba de ir sobre mí, hablé de más de la misión y ahora que falló soy el responsable, todo el trabajo de mi campaña política se acaba de ir a la basura por un accidente.
—Este no fue un pequeño accidente, fue un desastre político en una ciudad turística.
—Tyler viajo en la noche para reunirse con el teniente Wall— Alexander y yo nos miramos —Necesito que bajes y les de la información que te mandó mi asistente, es lo que único que me interesa, que llenen todos los reportes para bajar la alerta— se frota las sienes.
Tyler le dirá a la organización todo lo que el padre de Sarah diga, si tenemos una mínima ventaja sobre el desastre, él lo echará a perder.
—Tú dañaste tu propia reputación.
—Necesito a un buen publicista, al mejor de Londres, los incompetentes que trabajan conmigo no me sirven, llama a Christopher Jones.
—No trabajará contigo.
—Pues convéncelo.
Salgo con Ethan a la terraza y aprovecho para responder los mensajes de Cora, ella y Luke están de vuelta de la visita a la casa de su tía, no había podido responder por mala recepción, le respondo en mensajes de texto hasta que sepa de Dylan.
—¿Ninguna unidad de Sarah ha regresado al hotel? — le pregunto a Ethan.
—Sólo los que sacamos del restaurante después de usted y el teniente está aquí.
El ministro sigue en la llamada, pero no quiero irme y perder la calma que hay aquí, las cosas no son como antes volver y pretender que no hay gente de por medio y de la mujer que nos vio.
Salgo a la sala que han estado utilizando el MI6 como de reuniones y veo a los pocos que quedaron en pie.
Tyler está encerrado en la oficina del padre de Sarah, la unidad médica está llena y las demás serán malas noticias para los agentes muertos, trece exactamente, como el número de la muerte.
Me hago acomedida en ayudar a los heridos, que quedan, entre ellos una mujer. —Hay una unidad de rescate que esta buscando entre los escombros de la exposición sobrevivientes, el camaleón fue embestido con toda su unidad entera, están en el hospital. — se limpia el sudor de la frente.
—¿Cómo sucedió?
—Fueron directamente a él antes de las explosiones, al parecer el memorial del hijo del teniente sólo fue el inicio de una sesión completa que tendremos— dice con amargura.
—No quiero a nadie descansando, ya se hicieron los arreglos fúnebres para trasladar los cuerpos de los caídos a Londres hoy mismo, quiero que las demás unidades hagan un chequeo de las ruinas de los edificios— Sarah entra perfectamente bañada con magulladuras en las manos y en la cara, pero en una sola pieza.
—Tu unidad está completa Sarah— me acerco a ella.
—¿Y tú dónde estabas? Se les hizo el llamado desde las siete de la mañana.
—Descansando, soy una persona normal no un puto robot. ¿Alguna otra duda?
—Los perros entrenados están en la zona del desastre buscando sobrevivientes. Hay tres unidades de rastreo buscándolo, sobrevivientes, si no hay todos habrán muerto con honor— se pone seria.
—Habrían muerto menos si no nos hubieran abandonado en el restaurante desarmados.
—Sabías cuál era el plan Emma ¿o no? — me encara —¡Escuchen todos! La misión no fracasa hasta que nosotros lo decidimos, sudamos nuestra sangre y corremos, pero somos agentes y cuando no podemos correr, caminamos y cuando no podemos caminar, nos arrastramos, pero nunca nos rendimos.
Yo no asiento como todos, pero guardo silencio por respeto a las muertes.
—Aquí no se van a aceptar quejas de nadie, el que no se adapte que se largue y no venga a lloriquear que no tengo paciencia para nadie.
El ministro sale de su oficina seguido de Tyler y van repasando entre el conteo de las unidades que no fueron embestidas. Tyler se guarda uno de los portafolios que llevaba anoche Alexander en el restaurante.
Sarah pasa de largo cuando llegan más sobrevivientes que son trasladados de emergencia al hospital privado de la ciudad, las quemaduras son peores.
Voy al hospital dónde están los heridos para auxiliar y hago lo que puedo, aunque no soy médico, paso por la habitación de Dylan, está dormido, pero hay una herida de bala en su pecho en la parte alta de su abdomen y las magulladuras que le cubrió el uniforme.
Le acomodo la almohada a pesar de mi enojo y paso con el otro herido a hacer lo mismo, voy a la cafetería a pedir un expreso y cuando regreso me intercepta una de las de la unidad para que regrese al hotel.
Veo por el pasillo a un medico cubierto hasta la cara, demasiado alto para entrar en el uniforme, saliendo de la habitación de Dylan, trato de verle la cara, pero no lo logro.
En el hotel Alexander entra una hora más tarde en representación del ministro. La mujer que nos escuchó en mi habitación se lo queda mirando y él le sonríe de lado antes de pasar a mi lado y darme una mirada lasciva que ella nota.
El mal humor que hay dentro, según me informan es por los gritos que recibieron Sarah como otros por dejarnos en el restaurante, un hombre de ojos verdes enojado, lo miro, pero no me dice nada, como si no hubiera hecho nada.
La misión falló, pero hay algo en Sarah que no me cuadra, habla con el teniente y después de casi dos horas se reúnen fuera.
Sigo a Alexander fuera dónde no nos ven y me siento vigilada en todo momento.
—Que me preparen mi jet ya nos vamos, tengo que irme Richard está colapsando y Christopher ya habló conmigo, se hará cargo momentáneamente de la situación con su equipo de RP, se necesita al mejor publicista en la situación— manda a Ethan.
—Una rueda de prensa no va a servir, incluso va a empeorar todo y menos en la condición en la que está el ministro Madden— hablo automáticamente, pero así me callo, no es mi asunto —Pero el señor Jones sabrá qué hacer.
—Sí es el mejor publicista de Londres, lo hará, si no, Richard está acabado.
Una espina pica en mi nuca, mis ganas de actuar ante la situación corren por mis venas, pero ya no soy publicista y tampoco puedo pisar Londres.
—Tyler está pendiente de todo lo que sucede.
Me encargo de que los hombres que vienen con él no nos vean. Hablamos afuera unos minutos cubiertos por Ethan.
—Sugiero en representación del ministro que las unidades ya no busquen sobrevivientes y regresen a Londres— parece que invoqué su presencia porque sale de la oficina del padre de Sarah en muletas y como siempre tiene una habilidad especial de ser un imbécil.
No me acerco a Alexander después de lo que hablamos, la forma en la que todos hablan y actúan me recuerda más que este no es mi entorno, ni siquiera mi sueño de niña era ser nada de esto.
Yo ya había cumplido mis sueños e ir al memorial del biólogo me recordó lo opacados que quedaron junto con mi imagen, salí casi corriendo de ahí por la presión que había de la prensa por acercarse.
Todos están satisfechos de su buen trabajo aquí, excepto yo, ellos viven para morir, viven para pelear por la justicia.
—No nos iremos hasta que encontremos al último sobreviviente señor Hilton, el teniente Wall y el mismo ministro Madden, me pusieron a cargo de la misión y yo doy las órdenes— Sarah lo encara.
—¿Qué puede hacer una mujer que perdió a una unidad en una emboscada sorpresa?
—No por ser mujer va a rebajar mi inteligencia, usted no es nadie en el MI6, no tiene rango aquí para que obedezca sus órdenes, es un perro bufón al que le sueltan un poco el poder y ya se cree el rey del mundo ¿o no?
—Teniente, controle a su hija, que bien sabe yo soy un hombre de poder— Tyler la rebaja de nuevo haciéndola medio reír con las ojeras negras marcándosele debajo de los ojos, lleva noches enteras sin dormir.
—Que abran las puertas— Sarah se le pone de frente dando la orden mientras cuatro agentes abren las puertas y la sala completa se queda en silencio.
Arrastran a un hombre alto con la cabeza baja, con las manos esposadas, viene golpeado y apenas puede caminar, Sarah va con él y le levanta la cara.
—¿Sabe que puedo hacer señor Hilton? Lo que un cojo como usted nunca podría hacer en su miserable vida y es hacer justica.
El hombre que traen es Beckham.
Sarah se pone en medio de la sala frente a su padre, la sala completa se queda en silencio viendo al hombre de la organización jadear.
Tyler de inmediato camina en muletas a Alexander y veo mucho movimiento. Sarah atrapó a Beckham.
—Señor— Sarah le hace un saludo militar. —Mi unidad embistió en los edificios, sabíamos que no era confiable creen en la palabra de Katherine, nos dijo que, por su inmunidad, nos daría la ubicación de Beckham, pero tanto el camaleón como yo teníamos un plan alterno, si la unidad del agente Gray resultó herido no fue en vano.
El cabello rubio lo trae sucio, los ojos con ojeras y porta heridas graves de anoche, pero Sarah encontró justicia.
Su padre asiente complacido más que sorprendido. Los otros agentes llevan a Beckham al teniente.
—Te mataría con mis propias manos rata asquerosa, pero te voy a llevar a juicio en Londres, a ti y a toda tu maldita organización.
Beckham parece listo porque no argumenta nada, uno de los agentes libres le lee sus derechos y Tyler va de inmediato a encerrarse con el teniente en cuanto lo suben a la unidad preventiva para trasladarlo a Londres.
—Reúnete con mi unidad Emma, nos largamos de este maldito lugar hoy mismo, ya tengo a esa maldita rata conmigo y haré que su juicio sea peor que su vida.
—¿Las unidades de rastreo siguen activas?
—Sí, pero siguen sin encontrar nada, sabíamos que esto podía pasar es parte de nuestro trabajo, Beckham no es el primero de la organización al que atrapamos, hace un año el camaleón hizo lo mismo que yo.
—Esa era la segunda parte del plan de Dylan, ellos sabían que no confiaba abiertamente en Katherine— me encuentro con Alexander fuera.
—Eso no cambia las explosiones y aunque si lo tienen y lo llevarán la misión se da como fallida, sigue perjudicando al ministro por los daños, lo único que me da satisfacción es que Tyler no se lo esperaba.
—Anoche, llevabas un maletín en el restaurante, estoy segura que Tyler lo tiene en la oficina del teniente.
—¿Cómo es el maletín?
—Pequeño, negro y con dos incrustaciones plateadas en los lados, además no se despega de él, estoy segura que es el tuyo— trato de describírselo lo mejor que puedo.
Se queda pensando y le hace una seña a Ethan a lo lejos.
—La unidad de Sarah ya se va a Brent y tengo que ir con ellos, los únicos que se quedan son la unidad de rastreo, buscan sobrevivientes.
Lo inevitable viene, separarnos de nuevo. Tengo lo que dijo en el funeral del biólogo grabado en mi mente, dijo mucho, pero yo no y si no vamos a venos después de esto debe saber.
—Ya no hay vivos, las detonaciones son peor de lo que se ve en las noticias, yo las he tenido en mis manos.
—Lo van a seguir buscando hasta la noche.
—Pierden su tiempo— revisa su teléfono y veo a Sarah mirarnos desde adentro, me hace señas que debemos irnos.
Espero que Alexander diga algo, lo más mínimo, pero no lo hace. —Entonces es hora de irme.
Levanta la mirada cuando el comando de mano que tiene Sarah suena dos veces callándome. —¿Qué sucede?
—Unidad siete de Sarah Wall, no hay sobrevivientes, hemos rastreados dos veces los edificios con perros entrenados buscando en las ruinas, repito, no hay sobrevivientes, la unidad del camaleón murió completa.
Sarah no le responde al agente. —Eso no es posible, revisen una tercera vez y las que sean necesarias, pero encuéntrenlos.
—Los restos ya fueron encontrados Sarah.
—No, esos no son de la unidad el camaleón— le traen uno de los dispositivos de rastreo. —Sigue en la zona, tienen que sacarlo de ahí, de los escombros. —Emma, nos vamos— Sarah sale lejos nosotros.
—Anoche no dijimos más de lo que debíamos y al parecer ya se nos acabó el tiempo.
—No voy a dar un discurso motivacional como los de Sarah en la cama.
Idiota. —West B me ofreció mucho dinero por vender información de tu empresa como Adam lo hizo— miro la espalda de Sarah irse —Mi ética laboral no me dejó hacerlo, mi plan era sencillo, toda la información que dieran sobre Hilton &Roe, la iba a sabotear, pero tenían que confiar en mí primero, por eso vendí el proyecto de Manchester.
—Cállate Emma.
—La noche del evento de inversionistas fue cierto todo lo que dije, el teléfono se lo quité a Katherine, la oí hablar de Ida y del biólogo, dijeron que te iban a matar porque te iban a tender una emboscada, no sabía lo que era realmente el celular— no me gusta recordar ese día —Pero no me escuchaste y tampoco ibas a creerme, porque... Sawyer no me creyó cuando le dije sobre Seth, ni el agente de la comisaría cuando le presente la denuncia sobre Jaden.
—Silencio.
—No podía dejar que te mataran y sí, tal vez fui estúpida porque Katherine me manipuló muy fácil después de humillarme públicamente y todo fue planeado, pero ni siquiera me importó porque nunca nada me dolió tanto como hacer eso.
Lo miro a los ojos sin saber que voy a encontrar en ellos.
—Cuando estaba en Brent muriéndome de dolor no me arrepentí de hacerlo porque te salvé a mi manera— tengo que dejar de hablar y largarme de una vez.
Voy dónde Sarah en la siguiente salida, me encuentra Tyler y el mismo Beckham repara en mí.
Suben el armamento, los equipajes y a los enfermos en el primer viaje, al medio día con el estómago vacío subo con Sarah y los demás.
Los enfermos como Dylan con heridas menores son trasladados también de regreso, los más graves estarán en el Caribe hasta su recuperación.
Los enfermos van en la sección que sería la de primera clase en un avión particular y paso con la unidad de Sarah ayudando.
—Emma— Dylan me llama desde su asiento.
—No debiste viajar en este avión las heridas que tienes son peores que las de otros.
—El uniforme me quito varias balas de encima, pero las rozaduras quedan.
—Me imagino, sabría lo que es protegerse, pero se olvidaron de nosotros anoche.
—No había tiempo para regresar, la prioridad era atrapar a Beckham y lo hicimos, completar el trabajo siempre va a ser prioridad— Sarah asiente oyendo del otro lado.
La cara se le descompone a Dylan antes de seguir y empieza a vomitar, Sarah lo apoya a ir hasta el baño, pero su cuerpo parece un hilo, el medico de la unidad lo revisa. —Le metieron algo al cuerpo, ¿Qué te inyectaron en el hospital? Emma pásame un cambio de ropa.
Voy a buscar en sus pertenencias y encuentro la misma aguja que le vi anoche a Alexander, la imagen del médico en el hospital muy alto para su uniforme.
—Hijo de perra.
—Voy a inyectarle un suero, pero van a tener que recibirlo una ambulancia de emergencia, lo que le inyectaron es nocivo.
Saco mi celular, pero ya tengo un mensaje suyo hace una hora. «Mis condolencias al agente Gray, los servicios fúnebres, los pagará Bennett si la rubia se lo pide, pensé en convertirme en médico como Maya»
La firma que pone al final me recuerda que Alexander nunca se anda con juegos y que sigue siendo un cabrón. «Atte. Dr. Roe»
La sonrisa que imagino en su cara se ve tan real. Durante todo el vuelo la condición de Dylan empeora, hay fiebre, convulsiones que el medico detiene inyectándolo, son las siete horas de vuelo más largas de mi vida.
La primera parada del avión del MI6 la hacen en Londres, todo por lo relacionado con Beckham, pero pisar de nuevo la ciudad se siente extraño y familiar a la vez.
La otra parte se prepara para despegar a Brent de inmediato.
—Vamos—Sarah nos insta a bajar del avión cuando el servicio médico se lleva a los heridos entre ellos Dylan.
—¿Yo también voy? — ella está al tanto de mi situación legal.
—Todos.
No dice más y en está ocasión no hay nadie que me impida caminar libremente aquí, incluso en el aeropuerto no hay un oficial que me siga hasta el lugar a dónde vamos.
Camino por la salida otra vez, no como en el memorial del biólogo que fui escoltada hasta que se aseguraron que regresé a Brent. Entrego mi pasaporte y no lo escanean como deberían hacerlo.
Obra de Alexander no es porque su jet no salió antes que el nuestro, bajo con Sarah, pero hay una persona diferente esperando por mí en la fila de la entrada. Son igual agentes del MI6, pero no de Brent.
—Emma Brown— dice el hombre alto con uniforme azul.
—¿Puedo ayudarte en algo?
—Seguridad privada del ministro.
Le doy la mano. —Asistente de apoyo de la unidad de Sarah Wall, base del MI6 en Brent.
—No es necesaria la presentación, sé quién eres, el primer ministro Richard Jhosep Madden mandó por ti para que te reúnas en una sesión privada.
Miro a Sarah que le entrega el mensaje por escrito del ministro. Lo revisa y asiente mientras el hombre toma mi equipaje. — Todo en orden, puedes ir.
Camino con sospecha detrás del agente, bajo miradas indeseadas, han pasado tres meses y siguen recordándome como la mujer que le disparó a Alexander Roe. Me llevan a una camioneta blanca con los emblemas del gobierno ingles puestos en las esquinas traseras.
El camino del aeropuerto estatal hasta el hospital privado es casi de media hora, las calles de Londres me llaman desde la ventana, la zona residencial se abre en el estacionamiento del hospital, el agente me lleva en la entrada sacando un permiso para mí.
Una enfermera nos desinfecta y nos hace pasar por la sala de espera. Es un hospital de ricos, la puerta del ministro está cubierta por más agentes, más limpios que los de Brent.
—Adelante señorita Brown— el mismo hombre que me trajo me hace pasar, pero primero me quita el celular y todo lo que traigo. —Es por la seguridad del señor Madden.
Entro y la habitación es enorme, parece más un hotel con todos los artefactos dentro, el ministro se encuentra vistiéndose con la ayuda de una enfermera joven, una mano la trae con un cabestrillo, pero está bien peinado y arreglado.
—Hola Emma Brown— me sonríe Richard Madden y parece que es la sonrisa del diablo.
—Ministro— alcanzo a inclinar la cabeza y pongo mis manos detrás como Sarah lo haría.
—Por favor Emma, esa pose déjasela a los agentes del MI6, tú te has relacionado toda tu carrera laboral con gente importante y sabes como comportarte mejor que cualquiera para dar una imagen sofisticada, me ofendes con tu rudeza.
No sé qué pretende. —Le ofrezco una disculpa— quito las manos de mi espalda y como si fuera una reunión empresarial camino hasta dónde está él. —Si me lo permite— señalo el sofá de enfrente.
—Por supuesto— me siento derecha, aunque con el uniforme azul no se puede dar una mejor imagen.
—Déjanos solos.
La enfermera termina su trabajo, pero el agente que me trajo no sale. —Después de mi desafortunado accidente no me doy el lujo de darle otra oportunidad al que me hirió— me explica.
—¿Lo atraparon?
—Aun no, pero le estoy guardando sus condenas a Jack Roe, para cuando sea el momento preciso— dice enojado y se levanta, no le cuesta caminar, parece que su brazo se llevó la peor parte.
¿Jack lo hizo? Asiento. —¿Puedo saber por qué me hizo venir hasta aquí? En el aeropuerto no había ningún oficial siguiéndome, ni me contaron las horas para estar en la ciudad cuando entregué mi pasaporte.
—Fue por órdenes mías, levanté tu expediente penal, hay criminales más peligrosos por los que preocuparse que una simple publicista que disparó por presión social.
—No sabe por qué disparé.
—Lo deduzco, eras la pareja de Alexander Roe, un hombre muy complejo como ya sabrás, pero no te traje para que hablemos de lo que los medios chismorrean cada semana ni para negociar tu expediente penal, tienes cualidades que me interesan desde que te conocí.
—¿Qué interés podría tener usted conmigo? Se aseguró que nunca saliera de Brent — Lo estudio en silencio refrenando mi boca de lo que quiero gritarle, mientras él estaba aquí en esta habitación lujosa, en el Caribe moría gente por su maldita ambición.
—No dices lo que realmente quieres— pasa a mi alrededor —Yo también sé leer a la gente, en todas las reuniones gubernamentales, en el parlamento, siempre se guardan las apariencias, la diferencia es que yo leo a la gente ambiciosa y un publicista lee a todo tipo de personas.
—Nuestro trabajo es dar la mejor imagen de la persona que nos contrata sea verdad o no y mentirles en la cara tanto como queramos sólo para que nos paguen— se sienta en el sofá a mi lado y pongo mi mejor sonrisa falsa —Y como usted es un hombre honorable cualquiera quisiera trabajar con usted.
Se ríe. —Hay un periodista del New Times afuera.
—No lo reciba, ni por ser un periódico prestigioso debe entrar, lo hará más jugoso para la prensa.
—¿Y cómo arreglo la fallida rueda de prensa de Christopher Jones? — no me muevo de mi lugar.
—Eres del MI6, el MI6 trabaja para mí, así que ponte a trabajar— ordena.
—Voy a necesitar mi celular.
Truena los dedos y el agente me lo da. Abro los portales de noticia dónde vendieron la entrevista y copio los nombres en mi correo electrónico, me comunico con unos contactos para bajarlos de las plataformas digitales y en quince minutos tenemos pocas noticias de esa fallida reunión.
El señor Jones sabía que una rueda de prensa no era buena idea, no sé por qué lo hizo.
—Sí, eres tú. — mira al agente cuando le muestro lo que hice. —Salte y déjame a solas con ella— le ordena al agente y sólo cuando nos quedamos solos me regresa mi celular.
—Estás al tanto de lo que sucedió en el Caribe, vienes con la unidad de la hija de Wall, viste todo lo que paso y de como me va a afectar, las noticias ya están corriendo por Londres y las elecciones se acercan.
Ya entiendo lo que busca. —Lo escucho, continúe.
—Christopher Jones estuvo aquí en la mañana y me hizo dar una rueda de prensa, que no calmó la situación y empeoró las cosas porque se enteraron de mi accidente, lo que no deseaba.
—Si quería que su accidente quedara encubierto hubiera comenzado por no traer a medio MI6 a cuidarlo a su puerta.
—Es un hospital privado que se paga con millones de libras al año.
—Siempre hay paparazis hasta debajo de las piedras y más para la gente del gobierno, no se sorprenda que haya deambulando por este hospital.
—¿Qué hubieras hecho tú?
—Muchas cosas, pero ¿Por qué le importa? Ya no soy publicista, tenemos un acuerdo legal por el que estoy en Brent.
—No te engañes Emma, tu de agente del MI6 tienes tanto como yo de ministro honorable— baja la voz —Pero por el tiempo que te conozco sé que tenemos en común saber que nos conviene, yo no pienso trabajar con Christopher Jones, ni su equipo, son unos incompetentes, mi imagen está dañada, voy a perder las elecciones si no actuó rápido, busco al mejor publicista de Londres.
—¿Y qué hace perdiendo el tiempo conmigo?
Se reclina en su asiento cruzando un tobillo sobre su pierna mientras le encienden un puro ignorando las advertencias, anti fumadores de las pantallas.
—Estoy frente a una buena publicista y te tengo una oferta, la mejor de tu carrera, si es que sabes lo que te conviene.
La satisfacción me recorre por completo, pero sigo con pies de plomo y en silencio.
—Finalmente vas a dejar esa asquerosa base de entrenamientos del MI6 en Brent que por cierto es la peor que hay en el país— le da una calada a su puro —Y vas a regresar no como la asistente de publicidad que le disparó a su jefe, si no como una publicista privada, la publicista privada del primer ministro de Londres.
Me levanto porque estar sentada es imposible.
—Cualquiera esto para la culminación de su carrera y tú lo has conseguido. Todas las empresas que te cerraron las puertas por ordenes de Tyler Hilton y sus abogados se van a revolcar en su miseria después de ver al elemento que perdieron.
—¿Esta es una oferta limpia?
—Me ofendes Emma, parece que no sabes lo que te estoy ofreciendo, o si lo sabes, pero no te lo crees después de todo lo que has pasado— sonríe de nuevo —Te dije que los dos queremos algo, tu puesto de vuelta y yo ganar mi campaña política, pero no será de la noche a la mañana, primero tienes que salvar mi reputación para conservar el puesto, te estaré confiando la imagen de un miembro del parlamento.
No es cierto, no me está ofreciendo esto.
—Pero ministro después de todo.
—¿Eres lo suficientemente competente en tu trabajo o no? Has jugado tres meses a ser asistente de primeros auxilios en el MI6, yo estoy buscando a una buena publicista no a una incompetente agente de pocos meses.
—No está delante de una buena publicista— sigo odiando que echen mi trabajo abajo: lo encaro con la cabeza bien en alto. —Está delante de la mejor publicista de Londres.
—Entonces eso es un sí.
Se ve muy confiado, esa es la postura de alguien que tiene un plan detrás y pienso que, si Alexander no confía en él, yo no debería hacerlo, Jack dijo que el ministro siempre quiere algo a cambio cuando haces alianzas con él.
—No.
—Mi paciencia tiene un límite— se levanta —Y el trabajo que te ofrezco también, nadie sabe la razón por la que te traje aquí, sólo tú y tú y yo somos muy diferentes— me acorrala como un depredador. —Cuando nos tiran al suelo nos arrastramos, pero nunca nos rendimos.
—Ese es el lema del MI6.
—¿Quién crees que se los dio? No llegué al puesto siendo rico, me forjé mi camino con mi trabajo, así como tú, tu padre está muerto, el mío también, yo no tuve madre, así como tú, pero viviendo en la nada, no me detuvo para conseguir lo que quise— me sostiene la mirada, me siento en un lugar peligroso.
—Para ser un hombre muy poderoso, su presencia da mucho que decir.
—Eso es lo que quiero — toma otra vez su puro —Mi oferta termina en 48 horas a partir de ahora, tendré a mis asistentes cubriendo el problema, por dos días, el acceso a mi casa, lo tienes verificado desde hoy, tienes un hotel reservado en el centro de la ciudad, pero la decisión final es tuya.
Llama al agente de antes y me sacan de la habitación, no me doy cuenta que me falta el aire hasta que me regresan mi celular.
El ministro es un hombre peligroso, todo esto, aunque parece seguro no lo es.
Camino por la calle libre, sin nadie siguiéndome, tengo la dirección del hotel en mi celular. Mi antiguo apartamento está solo a unas calles de aquí, mi querido Mazda me habría llevado hasta ahí.
El registro en la habitación está hecho a mi nombre y no hay gente que me mire de más, reviso las noticias del Caribe y como han afectado al ministro mientas desempaco, Sarah ha llamado tres veces, pero no quiero hablar con ella.
La mayoría de los artículos contra el ministro vienen de una fuente desconocida del New Times con las iniciales de Katherine Portman, atacaran más fuerte ahora que el MI6 tiene a Beckham bajo arresto.
Es cierto lo que dijo Richard, el parlamento habla de quitarlo del puesto por la misión fallida.
Tengo en mente lo que podría hacer el ministro, tengo muchas ideas en la cabeza y después de casi cuatro meses me siento más viva que antes.
Me levanto para mirarme en el espejo con el uniforme azul del MI6. Tengo la cara demacrada por anoche, es una versión muy pobre de mí, no sé sus reglas, me pusieron sobre nombres, traté de encajar por obligación, pero no era una mujer fuerte.
Cosa distinta en mi campo como publicista porque ahí soy una mujer peligrosa.
Me quito las botas y me cambio de ropa, como si fuera a correr como lo hacía habitualmente en las mañanas cuando llegué a Londres, se siente diferente porque ya no soy la misma de ese entonces asustada por Seth.
—¡Sexy! — la mano en mi hombro me sobresalta quitándome mis audífonos.
—Joder Cora.
—¿Qué haces aquí? ¿Cuánto tiempo tienes para quedarte en la ciudad? — no se quita los lentes negros. —Cuando te vi por la calle, creí que me estaba volviendo loca, recibí la llamada del servicio médico del MI6, sobre mi hermano ¿Qué tan mal está?
Luke viene detrás de ella hablando por teléfono. Dylan iba a vivir, si Alexander no lo hubiera inyectado. —Tengo 48 horas para quedarme en la ciudad, y sobre Dylan está en cuidados intensivos, yo también iba en camino.
—¡Ay Dios! — se le marca la preocupación en la cara —Cada vez es peor la situación. ¿Quién te consiguió ese permiso?
—El ministro Madden.
—¿Por qué?
—¿No has visto las noticias?
Caminamos por la séptima avenida hasta tomar un taxi, no le dirijo la palabra a Luke aunque nos sigue muy de cerca, en el hospital Cora es a la única a la que dejan pasar a ver a Dylan por ser su única familiar.
Pasamos la noche ahí durmiendo en la sala de espera, no paso por alto las dos veces que se pierde en el baño y regresa pálida.
En la mañana Luke se la lleva a descansar y yo paso por el hotel dónde estoy. Veo el portal de noticias del ministro, hará una entrevista por la noche.
Alexander no ha aparecido. Desde que hablamos fuera en el Caribe, acordamos algo, pero debe saber lo molesta que estoy por lo que le hizo a Dylan que no ha llamado.
Mi tiempo se ha reducido a 24 horas para estar en la ciudad, el reloj sigue corriendo.
—Hoy en la noche nos trasladaremos a Brent, ya no puedo estar en esta habitación quiero mi recuperación en mi casa, del juicio de Beckham se va a encargar Sarah— dice Dylan cuando lo veo de nuevo en el hospital.
Salgo a caminar para relajar la mente, el portal de noticias actualiza la información. Alexander Roe estará con el ministro y como ya se sabe que atraparon a Beckham, Katherine también estará ahí.
No tengo apetito durante el día, aunque Cora come conmigo, la ciudad ensordece mis pensamientos, hago la maleta para viajar con el MI6 mañana.
—¿Todo en orden sexy? Sigues pensando en la propuesta del ministro verdad.
—Sólo trato de no pensar Cora.
—Te voy a traer vino para que ayude a relajarte— ofrece saliendo.
Me miro en el espejo doblando mi uniforme, así me miré una vez antes de irme de Trafford.
Las cicatrices no desaparecen, pero tenemos dos opciones según lo veo a mi manera, o quedarnos tirados sufriendo o aprendemos a vivir con ellas.
Tiro el uniforme azul a la basura y por teléfono hago un alquiler de última hora a Maya que me hará lucir como quiero y que entregan quince minutos después a mi puerta.
No uso botas cortas, uso tacones rojos, no me hago una cola alta que quite la tierra de mi cara, me pongo maquillaje y me arreglo el cabello a mi gusto. El labial lo esparzo al final.
La sonrisa de Cora me alienta a seguir haciendo lo que mejor se hacer, lo que amo hacer.
El dinero de Sawyer lo uso para algo que sirva de algo, las respuestas de algunos de mis contactos son repentinas, desde los meses de incomunicación.
Alquilo un Mazda en la agencia, parecido al que tenía y me lleva a la dirección de la casa del ministro, voy tarde, pero nunca es tarde para patear algunos traseros educadamente.
No hablé con Sarah, ni con Dylan, ni nadie del MI6, todos los sabrán al mismo tiempo.
—Hola— hablo por teléfono. —Espera a alguien en la entrada de la casa del ministro Madden.
—¿Para qué?
—Hazlo.
—No tengo tiempo para tonterías.
—Vas a esperar en la entrada.
—No.
Hay dos camionetas verdes en el estacionamiento, hay gente importante aquí, gente del parlamento, prensa tan importante como el New Times, aunque será una entrevista corta, quien propuso hacer una entrevista no fue inteligente.
Pero para eso estoy yo.
La mejor publicista de Londres.
—Emma Brown— doy mi nombre a la seguridad de la entrada de la residencia.
Camino por la entrada y veo la espalda trajeada que se reunirá con el ministro dentro. —Buenas noches señor Roe, soy la nueva publicista del Ministro Madden— Alexander se da la vuelta con el ceño fruncido. —¿Tenemos el placer de conocernos?
—¿Qué haces aquí?
Repasa mi cuerpo dos veces, luzco diferente sin el uniforme azul, lo sé.
—Vengo a trabajar, buscaban a mejor publicista de Londres y aquí está— paso derecho a la entrada del ministro.
Sé a lo que me enfrento, las cámaras de los periodistas apuntan, cuando Richard me ve en la entrada no termina de responder la pregunta que le hacían.
—¿Se ha quedado mudo ministro? — Katherine le insta a responder de parte del New Times.
Salí de Londres como la loca que le disparó a su jefe y voy a regresar como la publicista del ministro Madden.
Paso entre la gente para ponerme a su lado, entre los murmullos de los que disparan el flash por todos lados, la misma presión que sentí en el memorial del biólogo la siento aquí al doble.
Más de los medios amarillistas, pero continuo mi camino y cuando Katherine me ve no se queda atrás.
La mano que envuelve la mía me reconforta y los disparos de las cámaras aumentan.
—La cabeza en alto Emma— dice Alexander caminando conmigo sin soltarme y entramos juntos frente a todas las cámaras.
¡Hola sexys!
Quisiera decirles que no gritaran, pero lo que se viene nos dejará afónicos a todos.
¡Los amo tres millones!
-Karla.
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