CAPÍTULO 32
Emma.
Me froto loción en el roce que dejó el cinturón de Alexander justo como él lo hizo después de desatarme, pero yo lo hago con un dolor en el pecho por lo que dijo.
No había necesidad de entrar a mi habitación hacerme gemir su nombre y luego tirarme abajo con sus palabras.
En la terraza de mi habitación la brisa de la playa me calma, pero hay algo seguro, que esto es sólo el principio.
—Hola— la vocecita de Millie me saca un sobresalto por lo sumida que estaba en mis pensamientos.
Sus zapatos están llenos de arena y sus mejillas rojas, aunque no hace frio, cuando me toca su mano está ardiendo, está enferma.
—Millie— me agacho hacia ella, palmando su frente. —¿Qué haces corriendo por las terrazas? Ya es muy noche. ¿Dónde está tu mamá? — salgo mirando a los alrededores para ver si veo a alguna mujer.
—Está en su habitación, se está gritando con la abuela y yo salí porque mi perrito se perdió— hace un puchero triste que me derrite el pecho.
—Oye, lo encontraremos, pero no puedes escaparte así, tu mamá debe estar muy preocupada.
—No quiero que el tío Bennett se enoje conmigo, ¿Me ayudas a buscar a mi perrito? nadie quiere ayudarme, ni el tío Alexander.
Lo que dice toma sentido, ella es la primera pequeña Roe. Los rasgos más marcados que tiene como la nariz, los relaciono con Jack y le encuentro más parecido, pero... ¡Dios! es la viva imagen de Sarah también en su versión miniatura con el mismo color de ojos ¿Cómo no lo noté la primera vez que la vi?
—Eres Millie Roe— digo asombrada.
—Papi me llama princesa Millie.
—Es muy bonito.
—¿Y a ti como te llama tu papá?
Me quedo viendo sus ojos pequeños. Me llamaba conejito.
—Yo no tengo papá— digo en voz muy baja. —Vamos a buscar a tu mamá, no quiero que te pierdas si sigues corriendo por ahí y estás enfermas. ¿Nadie del hotel te ayudó?
—Primero buscamos al perrito.
—Lo buscaremos, pero primero vamos con mamá.
—El perrito primero porque debe estar frio— le tiembla el labio y otra vez me cuesta entender lo que quiere decir porque su inglés no es bueno.
—Está bien— acepto, pero la voy a llevar con Sarah, aunque se me adelanta corriendo y se va por el pasillo del hotel —¡Millie! — voy detrás no sin antes escribirle un mensaje de texto a Sarah diciéndole que yo tengo a Millie.
El roce entre mis muslos por las lamidas de Alexander me dificultan seguirle el paso.
Vamos buscando al cachorrito y ella lo llama en español, no se que le dice, pero seguimos buscando, bajamos al segundo piso e incluso al primero y no encontramos al perro. La niña me lleva por el restaurante y cerca del bar.
Pruebo a llamar a Sarah y pasa directo al buzón ¿Qué clase de mujer no se da cuenta que su hija no está? Veo a un kray caminando lejos.
Cuando Bennett responde puedo regresar al hotel. —Emma. ¿Qué pasa?
—La hija de Jack está conmigo, la encontré deambulando sola, está enferma, ¿Dónde coño está Sarah?
—¿A la hija de Jack? Mierda ¿La conoces?
—Sí, está conmigo.
—Joder, menos mal que está contigo, le estaba dando un ataque de histeria a esa mujer, nadie se dio cuenta que su hija se fue.
—Le dejé un mensaje hace media hora.
—Ella no recibió nada ¿Dónde estás?
Tomo la mano de Millie. —Ya voy de regreso al hotel.
El cansancio de la niña es más fuerte que el mío, la subo a mis brazos y es muy ligera, las mejillas siguen rojas, debe estar muy enferma.
En la entrada del hotel Sarah se está gritando con Maya que viene deslumbrante como siempre, pero con el cabello más corto.
—Cielo— la mayor de los Roe se acerca a mí. —Hace meses que no te veo.
—La niña andaba sola por todo el hotel— le cambio el tema.
—¿La encontraste sola?
—Sí.
—¿Dónde coño tenías a mi hija? — Sarah viene directamente sobre mí.
—Relájate Sarah la niña está bien.
Me empuja casi haciendo que Millie se me caiga. —No me relajo ¿Quién coño crees que eres para llevarte a mi hija estando enferma?
—Soy Emma Brown y si no puedes lidiar con el hecho que traje a tu hija a salvo entonces vete a la mierda Sarah, no tengo por qué soportarte— le doy a Millie a Maya.
Escucho que me llaman, pero no tengo que lidiar más con los Roe, ya me tienen cansada.
—¡No Emma! — se revolotea en los brazos de Maya y se baja corriendo hacia mí.
—¡Emilia! — el grito de Sarah la asusta tanto que comienza a llorar.
El corazón se me hace pequeño y me agacho abriendo los brazos para que venga a mí, su labio tiembla y llora caminando en mi dirección, pero no se abraza a mí, sino a la pierna masculina que está parada detrás de mí.
Me levanto mirando a Alexander con el ceño fruncido viendo como la niña se abraza a su pierna.
—Tío Alexander mami gritó otra vez— solloza.
—Sarah quítame a tu mini humana de inmediato, no la quiero pegada como lapa a mí— dice enojado.
Millie ve a Sarah y se despega de Alexander para pegarse a mí. Le quito las lagrimas de las mejillas y me pongo frente a ella para que Sarah no pase.
—Dame a mi hija.
—Emma dale a su mini humana— Alexander me insta.
—No.
Alexander me mira y otra vez esa maldita mirada. Levanto la barbilla sin soltar a Millie. Maya me mira con un entusiasmo que no me gusta. —Iré a verte cielo.
Lo que menos quiero es estar de nuevo involucrada con los Roe.
—No es necesario— la detengo —Había un kray afuera vigilando y me vio con Millie, no es relevante, pero deberían cubrirse las espaldas— les informo.
Me hago a un lado para que pueda llevarse a su hija. Los pasos de Alexander siguiéndome por el pasillo son suficiente para girarme.
—Déjame ir a dormir tranquila.
—Tres meses y te quieres ir— dice a mi espalda y me vuelvo enojada.
—¿Tres meses de qué? ¿De que me convertí en traidora y me quistaste la vida que construí?
Me toca la boca callándome, mete la punta de su dedo en mi boca y nos miramos. Se pasa la lengua por el labio inferior, hasta que sonríe y en lugar de pasarme el dedo tentadoramente, me quita restos de algo inexistente.
—Sabe a un coño muy rico — se vuelve a relamer el labio.
—Si vuelves a entrar a mi habitación te voy a cortar las bolas.
Se ríe poniendo mis vellos de punta. —De ahora en adelante tus amenazas, me las tomo enserio. A dormir guapa, que nos espera una estancia larga aquí.
—Estropéame mi estancia en el Caribe voy a hacer que te arrepientas. Dijiste que ya terminamos, bien, ya acaba con esto de una vez.
—Mejor acabo en tu boca.
—Cerdo.
Sonríe — ¿Por qué te vas corriendo de mí en el pasillo? No temas que tu novio te vea, que lo que darte ya te lo dí hace rato, solo me falto decir feliz cumpleaños— baja la voz.
—Y yo me comí el desayuno después que te fuiste.
Su mirada baja a mi boca.
—En ese caso falta mi presente, pero como no tengo nada a la mano, te dejo algo más pequeño.
Se quita algo de la mano y no es hasta que siento el metal en mi mano que me suelto de su agarre y veo un anillo en mi dedo anular.
—¿Qué haces?
Es un anillo de oro de dos tiras con dos piedras de corte de diamante, una café castaño y la otra de un verde, pero no esmeralda si no como los ojos que estoy mirando.
—Feliz cumpleaños.
Sus dedos lo aprietan tanto que cuando quiero quitármelo no puedo. Giro la mano para jalarlo y veo la inscripción de Roe en letras talladas.
—Veinticinco— dice para si mismo.
—¿Veinticinco qué?
—Veinticinco razones.
—Loco— trato de quitarme el anillo.
—Este es el trato Emma— se abre la camisa y se toca el collar. —Yo tengo esto todavía y tu tendrás eso hasta que se termine el Caribe, de lo contrario no serán unas vacaciones placenteras, no te maté, pero la organización anda cerca.
—¿Mi seguridad depende de un anillo que no debo quitarme?
No me responde. Quito su mano de mi cara y lo dejo, todavía en mi habitación no puedo sacarme el anillo y por el esfuerzo la piel alrededor se pone roja.
Felices veinticinco de mierda a ti Emma Brown.
Tiro mi tanga mojada con su esencia al suelo y me tumbo en la cama mirando el techo hasta que logro dormirme en bragas.
Por la mañana no ignoro el pequeño roce en mi sexo por las lamidas y mordidas de anoche. Realizo la misma rutina de siempre y noto que mis mejillas están ruborizadas toda la mañana.
—Las copas te pusieron de buen humor, te ves mejor que anoche— Dylan me espera en el pasillo de nuestras terrazas.
Claro, las copas.
—No me dispararon, mejor aprovecho que la vida la tengo contada.
—Si no te disparo el señor Roe es porque ahora perteneces al MI6 y no le conviene ponerse contra el ministro.
—Dudo que esas hayan sido sus razones.
Se ríe sin humor. —Sea lo que sea hay que mantenerlo vigilado mientras esté aquí, nos vamos la próxima semana, con suerte él se vaya en unos días con el ministro cuando terminemos la misión.
—Esto es serio por lo que veo.
—Puede ser la misión más grande que hayamos tenido antes, pero me serviría que me ayudaras dando información— no dice mucho —También quería disculparme, te prometí venir anoche, pero trabajo es trabajo.
—No voy a enojarme por un baile perdido.
—No tienes por qué aun lo tienes en la lista de nuestros placeres del caribe— me besa castamente.
De camino al restaurante del hotel, me cuenta que en la noche siguieron a un hombre que se presentó en el restaurante lujoso de anoche y sé que está relacionado con el kray que vi, por algo Alexander está aquí y el ministro sabe lo que es Alexander, esa es su carta bajo la manga, tiene parte de los buenos y de los malos.
Sarah no está con su hija, parece que Maya se la llevó y su humor esta peor que siempre, pero después de anoche trata de no meterse conmigo, de Tyler no sé nada y ni me importa y parece que a la gente de Alexander tampoco.
Saludo a Ethan a la entrada yendo a mi mesa con Dylan con el típico gesto en mi barbilla. —Aquí está bien— trato que nos sentemos en la entrada.
—Agente Gray y compañía— el ministro alza la mano —Háganos el honor de unirse a nosotros.
—Claro señor.
—No— susurro por lo bajo.
—No podemos hacerle un desaire al ministro.
—No siempre tienes que hacer lo que el ministro quiera— lo sigo a la mesa continua.
En su mesa están los demás agentes que trajo y los que vinieron con Dylan, a su lado está Alexander que me mira. En total son unos diez agentes aquí sin contar al jefe de Dylan, la situación ya me alarma, este es un operativo encubierto.
—Hola Emma ¿Todo bien? Se nota que caminas extraño ¿Sufriste alguna caída? — dice sin educación el de ojos verdes.
—No, buenos días ministro— lo ignoro por completo sentada junto a Dylan.
—Bienvenida Emma.
Alexander mira la carta con desagrado y la entrega como todos los demás.
—¿Te ordeno un aperitivo? — Dylan se ofrece.
—Un baile puede ser— le responden por mí y de inmediato levanto la mirada enojada a Alexander —Un baile puede ser la solución a mi aburrimiento en este lugar, no hay nada que hacer como en Londres— complementa tomando su bebida.
—La misión se va a efectuar de inmediato— dice el ministro.
—Quiero tostadas— lo desentiendo de esas malditas indirectas.
—De crema batida— añade Alexander mirando al mesero —Eso es lo que quiero, tostadas de crema batida, desde que las probé por obligación la primera vez, como que me gustan.
—Enseguida señor Roe.
—Tostadas simples para mí— lo miro fijamente mientras el mesero escribe.
—Que mal gusto señorita Brown.
—¿Algún problema señor Roe? Es lo que siempre pedimos en el desayuno— Dylan pasa su mano por mis hombros.
—Que mal gusto.
Dylan le sonríe. — Pide lo que quieras guapa y que te complazcan.
—Sí.
Los huesos alrededor de su mandíbula se marcan. —Veinticinco— dice en voz baja.
No caigo en el juego. Ordenamos la comida del día y pido que la comida sea la más corta que tomemos aquí, aunque el jefe de Dylan tiene planes diferentes hablan de la misión, pero en cierto tono de clave que no comprendo del todo.
Cora no ha aparecido en toda la mañana y Luke tampoco. Claro que muero por las tostadas de crema batida que tiene delante. Este pan es pan simple. Estiro la mano al plato de las tostadas de crema batida y un tenedor se interpone en mi camino.
—Lo siento señorita Brown, no comparto mis tostadas de crema batida.
Quito la mano. —Tráele unas iguales— Dylan pide al mesero.
—No hay más señor.
—Está bien, no tengo más hambre— le guiño un ojo —¿Puedo comer de tu plato?
—Soy todo tuyo, sírvete a tu antojo— me sonríe acariciando mi barbilla.
Levanto la mirada justo cuando Alexander rueda los ojos y hace que le sirvan más whiskey escoces, como con Dylan entrando a medias a la conversación porque Sarah no me lo permite.
Cuando el mesero viene a retirar pido que se lleve mi plato que ni está terminado por la mitad.
—¿Terminaste tan rápido? — pregunta Dylan.
—Sí.
—Mejor, así podemos ir a entrenar al gimnasio del hotel, vamos después del almuerzo— asiento.
La mirada del de ojos verdes lo sigue y mientras el ministro habla su plato de tostadas se mueve a mi lado de la mesa. —Come.
El tampoco tocó su plato, solo bebió durante el tiempo que no estuvo reventándome los nervios.
La tomo en silencio y las palabras de ayer resuenan entre nosotros.
—¿Cómo es su estancia en el MI6 Emma? ¿Te sientes lista para llevar a cabo una misión aquí?
—Me acoplo rápido ministro y es un honor hacerlo.
—Y también hemos hecho uso de sus habilidades de publicista para reuniones pequeñas como la de los ángeles— dice Sarah.
—Emma no estaba tan acoplada por eso teníamos que encontrar algo en lo que hubiera trabajado antes— dice Dylan. —La reunión nos vino como anillo al dedo.
—No había programada una reunión en los Ángeles, pero cuando salió supe que la podíamos hacer trabajar ahí— Sarah responde.
—¿Y quién concretó esa reunión del MI6 en Los Ángeles para que volviera a trabajar de publicista al menos estas semanas?
El ministro mira a Alexander. —Yo.
—Se lo agradezco señor.
—Siempre es bueno ayudar y con la pareja de uno de mis mejores agentes siempre es un placer ser tan considerado.
—Gracias señor— respondemos Dylan y yo al mismo tiempo.
La media sonrisa de Alexander desaparece y me mira fijamente retándome a retenerle la mirada. —¿Son pareja? — su tono es de burla y se acomoda de forma que su collar queda a la vista.
—¿Sorprendido? — Dylan le retiene la mirada
—En absoluto agente Gray, el desamor vuelve a la gente demente y conozco a los dementes de cerca, salen corriendo por la carretera y bailan en fuentes.
—Deja los juegos le digo en voz baja.
—Yo no juego juegos desde que me disparaste— la comida me sienta mal en ese momento. —Felicidades, guapa— lo miro mal y sonríe malditamente sarcástico, la bilis se me sube a la garganta.
—Gracias— Dylan habla y le extiende la mano.
Alexander lo mira con media sonrisa sacando sus lentes de sol sin tomar su mano. —Estás muerto— le dice algo en español que no entiendo y se pone los lentes negros.
A Ethan se le escapa media sonrisa. —El señor Roe ya se va— dice en el aparato que trae en el oído.
—El viernes nos iremos de vuelta a Londres, te recomiendo que se mantengan en el rango que acordamos Richard— le dice al ministro mientras lo miro, pero ya no me mira —Llama a Rebecca para que me comunique con Amelia— se levanta de la mesa seguido de Ethan.
El ministro Madden se levanta con él y hablan en voz baja. —El operativo no lo vas a ganar, es mejor que lo detengas.
—Estamos en la cima de mi posición con esto, no me voy a detener. —¿Qué te dijo?
—Creo que buenas tardes.
—Seguro, entonces ¿Pareja del agente? — miro a Dylan con una ceja arqueada.
—Lo dijo en el Caribe, lo que se dice en el Caribe se queda en el caribe.
Nos reímos y Alexander mira de reojo a nuestros asientos.
—Quieres pasearte por la ciudad? Me puedo tomar la tarde libre. — Dylan me distrae —Pero solo un par de horas, vamos a ir a hacer un reconocimiento por la zona en la que vamos a realizar el operativo.
—Prefiero ir contigo. Quiero ir al lugar y ver cómo trabajan en el operativo.
—Imposible castañita no estás lista— responde su amigo entrometido.
—Si quiere ir, va a ir, alístate agente Brown.
La excitación me llena por trabajar después de tantos días.
—¡Tío Alexander! — Millie corre desde la entrada del restaurante a Alexander que ya se está yendo, trae al cachorrito en sus manos y ya no se ve enferma como anoche.
—Hola Millie— Dylan se pone de pie con todos.
La niña deja de correr y se esconde detrás de las piernas de Sarah. —¿Y la niñera?
—Con el tío Bennett.
Cora viene de lejos con la bolsita de Millie y los lentes negros puestos en un vestido veraniego. —¿Hiciste a mi hermana de niñera? — me mira a mi —Ese imbécil está aquí.
—Tal vez.
—Ella se ofreció además no tengo tiempo para cuidarla vamos a ir a reconocer el lugar del operativo.
—Hubieras comenzado con dejar que Maya se llevara a tu mini humana no la quiero siguiéndome a cada veinticuatro horas— Alexander regresa enojado para hablar con el ministro y Millie aprovecha para ir a abrazarse a su pierna.
Sacude su pierna para quitársela de encima y lo logra. Su enojo me hace reírme fuerte, deja de mirar a Millie y me mira a mí.
—Alexander ¿Nos vamos? — llega Rebecca con Ethan atrapando toda su atención de todo el mundo.
Ni siquiera se despide de nadie antes de seguirla.
No estoy celosa, no tengo ni siquiera por qué estarlo.
Salimos del restaurante una vez que Cora se lleva a la mini Roe o la mini humana como la llama Alexander. El lugar del operativo que realizaran esta solitaria en la ciudad, hay pocas casas a unos kilómetros alrededor.
Parece que estamos en un edificio abandonado que está a una hora lejos en auto, paso por el hotel a cambiarme como todos con el uniforme azul. Si me dejan ir al operativo iré de apoyo con Sarah, esa oportunidad la he estado esperando desde que llegué a Brent.
El ministro no está aquí, solo mando al MI6, a los diez que son en total contando al jefe de Dylan, pero el lo deja a cargo todo el tiempo y los agentes lo obedecen con una facilidad impresionante.
—El área en la que Beckham va a esconderse es en el edifico viejo, vamos a emboscarlos desde el hotel hasta aquí— dice Sarah bajando de la camioneta.
—Hay que implantarles ratoneras a esas ratas y cualquier edificio al que corran será una trampa— dice su amigo el que no me soporta. —No creo que todos los que estamos aquí sean capaces de un operativo — me mira.
—¿Qué hacemos camaleón? — dice otro.
—Primero vamos a revisar los edificios, puede que ellos ya se nos adelantaron poniendo trampas. Vamos todos juntos al primero— carga su arma y nos divide, la mitad con Sarah y la mitad con él, aunque debería ir con ella, me lleva mostrándome como se realiza el reconocimiento de lugares y no es diferente de la forma que me mostro Alexander en Brooklyn hace tiempo.
Reconoces salidas y entradas, las cosas que te bloqueen el paso y te conviertas en un blanco fácil. Me imagine hacer de todo aquí menos un operativo. Entramos al primer edificio abandonado, la tierra mancha mis botas como en Brent.
El calor hace que con el uniforme sude más de la cuenta, soy la única que se limpia la frente, los demás están acostumbrados. Dylan me manda a revisar el pasillo y lo reviso dos veces como me enseño para no cometer errores.
—Camaleón, la castañita lo hizo mal, hay una ventana bloqueada del otro lado y ni la rompió.
—Lo revisé dos veces.
—A la otra lo haces tres veces. ¿Eso no te lo enseñaron en la universidad con tu carrera de publicista o sí?
Dylan nos da instrucciones de seguir y vamos detrás de él, no sé por qué tengo la sensación de que va a salir algo en cualquiera de estos pasillos. Nos paramos en la última puerta, pruebo la cerradura, pero está atascada.
—Hey tú, castañita, muévete para que abra la puerta y no perdamos el tiempo— dice el otro agente de siempre.
—Hazte a un lado Emma— Dylan me insta a moverme.
Dos contra una y las palabras de Ethan es todo lo que se repita en mi mente.
—Si quieres que sea un agente del MI6 comienza a tratarme como tal camaleón— alzo mi bota y de un par de patadas boto el seguro para que se abra. Hay solo dos ventanas, lo reviso tres veces para que no haya errores y las dos las reviento con el arma para que no haya salidas.
—Ya está.
Salgo a dónde dejamos los autos y me limpio las botas con la palma de la mano mientras ellos sacan cajas negras con armas diferentes y pequeñas, van a implantar cosas en los edificios, pero eso ya no es mi asunto, mi entrenamiento no es como el de ellos.
Me quito la chaqueta muerta de calor y me la ato en la cintura, el clima está peor aquí y hay poca sombra, saco una botella de agua de la camioneta y veo a Sarah corriendo seria al otro edificio, una mujer agente. ¿Cómo terminó con Jack y con una hija?
Tardan casi dos horas en colocar trampas, la cabeza me pesa y no hay aire acondicionado aquí. —Brown ayúdame a bajar esta caja— me dice el amigo de Dylan.
—Eso no me lo enseñaron en la carrera de publicista, bájala tu solo— paso de largo a ver lo que hace Sarah.
Me paso la mano por la frente y veo la camioneta del ministro con Alexander del otro lado del estacionamiento ni me mira pasan a otro lado. Ayudo a Sarah a bajar más cajas y comienzan a poner trampas en el otro edifico.
—Ten mi arma y dame esa caja, es la que necesitamos— me da su arma y me la pongo en la cintura, la caja que pide es más pesada que todas cuando la abre se pone a trabajar con la mejilla sucia de tanto arrastrarse por los edificios.
Arma una en menos de cinco minutos y pasa a la siguiente con una habilidad que me deja sorprendida, parecen explosivos.
—¿Quién diría que la que nos enseñó defensa personal en Brent sabe cómo armar trampas?
—El MI6 te vuelve loco día con día cada cuerpo es un arma de destrucción— sonríe de lado —Y yo no soy la excepción.
—En todo el tiempo que estuve ahí nunca vi a tu hija.
—Mi hija siempre está protegida. ¿Ahora estoy bajo interrogatorio Emma? Deja de parlotear y trae la otra caja, ponte a armar para que aprendas a hacer algo, fíjate como lo hago yo y yo lo iré revisando.
—Creo que Ethan estuvo en el ejército, podría ayudarte mejor que yo.
Levanta la mirada al chofer de Alexander. —El MI6 no trabaja con la gente de la organización.
Me pone a trabajar con otro los dedos se me ponen rígidos y les sigo el paso bajo el rayo del sol que empeora al medio día y aun seguimos una hora más.
—¿Cansada castañita? No es ni la mitad de nuestra jornada.
Para cuando terminan ya me siento enferma, mi estomago esta revuelto y tengo un tiroteo en mi cabeza, Termino sucia desde las botas hasta el cabello. En el hotel no quiero subir los tres pisos ni por el elevador. —Voy con mi hija— Sarah es la primera en irse.
—Vete a duchar Emma, nosotros seguimos.
—A la orden camaleón.
—¿Te esperamos mañana castañita? No creas que hoy fue todo, mañana el trabajo sigue.
—También voy a trabajar mañana.
—Ya cállate— Dylan hace que cierre la boca mientras me arrastro a mi habitación quitándome la suciedad de las manos.
Veo el spa y no quiero más calor del que recibí todo el día, mis botas van dejando tierra en el suelo, Salgo por la terraza para ver a Cora, pero veo de nuevo el tríptico del jacuzzi de hielo.
Salgo buscando a otro de los trabajadores del hotel y la respuesta es la misma. No. Regreso a mi habitación a una ducha fría enojada que empeora la condición de mi cuerpo. El hambre me hace cambiarme de ropa y bajar al restaurante comiendo en silencio.
Lo que no visualizaba es ver de lejos a Alexander trabajando con Rebecca, Anoche ella venía perfectamente arreglada con él. Estaba frente a una computadora en la mesa privada. Se le pone a la espalda y le muestra algo.
Pico mi comida sin comer más. —Sexy ¿Estás cenando sin mí? — Cora llega a sentarse.
—Estabas ayudando con la hija de Sarah.
—Sí, pensé que podría practicar con ella, además tenía curiosidad por saber como es la hija de Jack, como es una Roe, pequeña.
—¿Querías practicar? Apenas vas a casarte con Luke y si a tu prometido siguen golpeándolo en el bar lo van a dejar sin la posibilidad de tener hijos— le ofrezco de mi plato, pero algo de mi comida la hace arrugar la nariz.
—¿Qué ves? — mira a Alexander con Rebecca.
—¿Dónde está Bennett?
—Con Ethan.
—Dylan ya sabe que está aquí.
—Tengo que ser más precavida entonces.
Me río y eso hace que Rebecca voltee a nuestra mesa. —Cora, algo sabes y no voy a fingir que no me preocupa lo que estás haciendo.
—Mientras Dylan esté ocupado en su trabajo todo va bien y si las cosas mejoran nos quedamos más tiempo en el Caribe.
—Tienes una exposición importante que no puedes perder, nos iremos en dos semanas como lo tenemos planeado.
Cuando Dylan entra por la puerta con su amigo cambiamos el tema a los vestidos de novia, aunque sigo firme de impedir esa boda. —¿Ceno con mis chicas? — la caricia en mi barbilla lo lleva besarme. —Hola guapa— pasa sus manos sobre mis hombros.
Ya se cambió la ropa y se ve recién duchado. Le acomodo el cabello a un lado mientras ordena su cena.
—Más te vale, estás vacaciones no incluían trabajo y aun así lo hiciste— Cora se ve enojada.
—Hola Cora.
—¿Qué quieres James?
—No seas tan enojona como la castañita.
—Silencio— Dylan lo manda a callar.
Giro la mirada y la única que queda es Rebecca, recoge las cosas y camina a la salida mientras Dylan abre una cerveza para mí.
—La hija de Jack estuvo preguntado por ti todo el día, no habla mucho, pero lo poco que habla es de su tío el neurótico, su cachorrito y Emma.
—Sigo procesando que sea hija de Sarah— dejo mi cabeza en su hombro, sigo sintiéndome enferma.
—Sarah no es de las que la lleva al trabajo a cada dos por tres, trabaja en el MI6— responde Dylan quitándose los lentes de sol.
—Pues debería dejarlo porque descuida a su hija lo suficiente.
El amigo de Dylan no habla, solo come con mucha prisa, Dylan tampoco responde y tampoco come, se queda mirando a todos lados. —¿Qué pasa?
—Hay alguien aquí en el restaurante y estoy seguro que es importante.
Por debajo de la mesa comienza a escribirle a Sarah y le da instrucciones a James que esté atento. Miro discretamente por el restaurante del hotel hasta que termino mirando a Katherine en la mesa del centro.
La rabia se me sube a la cabeza al verla de nuevo y como no traje mi daga solo puedo apretar los dientes lo más que puedo.
La ligera música del restaurante hace que la mujer de vestido blanco se levante y comience a bailar entre todos los huéspedes del hotel con una sonrisa ladea mirando a todos en especial a un agente del MI6 del otro lado.
—Es Katherine Portman.
—Copiado.
—¿La castañita la conoce?
La mujer se mueve por todo el lugar con una burla que solo ella sabe. —Sabe que el MI6 está aquí. Logan la mandó— mis cejas se juntan.
—¿Qué Logan? — Dylan me mira. —Toda la información que sepas Emma se la debes al MI6.
—Es una periodista que perjudicó a Hilton &Roe, lo vieron en los noticieros no es una casualidad que esté aquí.
—No nos estás diciendo todo— su amigo insiste.
—Tiene en la mira a uno de nuestros agentes, salgan del restaurante sin causar ruido para que no te vea— Cora y yo asentimos y salimos del lugar, pero es demasiado tarde porque Katherine nos ve.
Comienza a caminar hacia nosotros cuando Dylan se interpone en su camino.
—Voy a decirle a Bennett que Katherine está aquí.
—Yo busco a Ethan.
Nos separamos en los pasillos, el dolor de cabeza a emporado para mí y la cena no me ha caído bien. Alexander le advirtió al ministro no realizar el operativo porque el tal Beckham debe ser gente de Logan.
No encuentro a Ethan por ningún lado, pero si encuentro a Sarah con Millie de la mano. —Dylan me escribió un mensaje.
—Yo cuido a Millie y ve de prisa porque si Katherine esta aquí hay problemas.
—No, no iré el kray te estaba vigilando fue por Millie, quieren a Jack, tienen a mi hermano tengo que llevármela.
—¿Sarah estás bien?
—Quieren al biólogo y si no se lo dan se va a llevar a mi hija— la cara se le pone pálida sin responderme y se va hablando por lo bajo con su hija.
Hablo con Ethan, pero más no puedo hacer, ni seguir a Sarah o quedarme.
Cuando entro a la habitación alguien me toma desde atrás con la mano en mi boca me pasan un pañuelo por la boca hasta que me quitan todo el labial.
No tengo que girarme para saber quién es, pero mi rodilla será su bienvenida, no logro darle y para cuando me suelto y enciendo la luz ya no hay nadie en mi habitación. Miro por todos lados para saber que fue Alexander, aunque no lo haya visto.
No paso buena noche pensando y menos porque Katherine me vio. Desayuno con Cora y Luke se une esta vez, aunque oculte sus golpes con lentes negros sobrio por primera vez en días.
Alexander entra con Rebecca al lugar enojado y con el ministro a su lado. Noto que no vuelve a comer, sólo se sirve el whiskey de siempre y esa mujer vuelve a estar con él.
Cuando vamos a revisar los edificios que nos faltaron Sarah no viene, no ha salido de su habitación, creo que regresará a Brent.
Le informé a Dylan que el operativo será peligroso con Katherine aquí, pero parece que mis palabras no tienen fuerza a las ordenes del ministro.
Repetimos la misma acción del día anterior trabajando bajo el rayo del sol hasta que "las trampas quedan colocadas" la revisión del lugar terminó, el operativo se llevará a cabo y será peor todo.
El ministro sigue aquí dando ordenes al jefe de Dylan, Alexander no está aquí, pero Ethan si, ha estado desde que llegamos.
—El ministro tiene que detener el operativo.
—¿Asustada castañita? Se nota que nunca has estado en una misión, mejor regrésate con Sarah a ser su ayudante.
—Vuelves a llamarme castañita y te corto la garganta.
Se ríe. —Discúlpame castañita.
—Este operativo es una misión suicida.
—¿Y cómo sabes?
—No lo sé ese es el punto, pero es evidente.
—Entonces ve y díselo al ministro para que lo detenga.
No voy claramente, sigo enferma por el clima. Las celebraciones de fin de año se van anunciado por la ciudad, pero el MI6 está centrado en el operativo. Cuando terminamos la jornada de hoy trato de dormir de camino, pero el dolor de cabeza no me deja.
Cuando Dylan hace la parada para cargar gas, bajo y vomito todo lo que desayuné en un área verde, su mano en mi espalda no me alivia cuando me pasa una botella de agua para que me enjuague la boca.
—Ven — me levanta en brazos, pero no lo dejo, voy caminando sola de vuelta al auto.
—¿Cómo va a ser exactamente que van a emboscar al tal Beckham?
—En una cena, en el mismo restaurante de tu cumpleaños, los de la organización siempre cenan ahí— abre la ventanilla para que el aire no empeore mi condición. —Te pusimos a trabajar mucho, incluso Sarah no vino hoy y tu sí.
—Solo pisa el acelerador para que no arruine el auto.
El camino se me hace eterno y en el hotel odio el olor de mi ropa y estar toda sucia. Ethan está en la entrada y también Alexander con el ministro.
—¿Qué tiene? — pregunta Alexander mirando que bajo como un hilo del auto.
—Se enfermó, pero yo me ocupo de ella— Dylan no le da detalles mientras me palma la frente y nos aleja de ellos entrando al hotel, debo tener temperatura, me agarro a su mano que está fría y eso es lo que necesito.
—Llévame arriba, no quiero subir tres pisos.
—Agárrate de mí— me pone las manos en sus hombros.
—¿Y la reunión con el ministro camaleón? — le pregunta su amigo a su espalda.
—La llevo y regreso.
—¿No te vas a quedar conmigo? — apenas se escucha mi voz.
—Te voy a llevar a un médico del hotel para que te revise y cuando termine subo a verte ¿De acuerdo?
Hago que me baje porque me dan arcadas de nuevo. Me pongo la mano sobre la boca sintiéndome débil. —Mejor ve por el medico y yo subo.
—Le digo a Cora que suba a verte.
Asiento ya incapaz de hablar y voy arrastrando los pies hasta mi habitación, vomito de nuevo en el baño y apenas tengo fuerzas de levantarme a lavarme la boca y odio que esta ropa está sucia.
El medico no sube y ya no pienso esperarlo, salgo por la terraza y camino a cualquiera de las habitaciones con Jacuzzi, me meto por la terraza en la primera que está abierta que son el triple de grandes que las nuestras.
Me quito las botas a la entrada y paso hasta el jacuzzi en la entrada que está encendido. Solo pienso refrescarme. Me quito la ropa teniendo arcadas otra vez. Me dejo el sujetador y las bragas.
Aprieto todos los botones que hay sin saber cual es cual y cuando el Jacuzzi se enciende me siento en el borde.
—Mierda— solo meto la punta de los pies, pero está helado y es refrescante.
Voy metiendo todo el cuerpo sintiendo el bajón de temperatura que tensa mis músculos y me hace sumergirme hasta la punta de la cabeza. Salgo jadeando y estiro mis extremidades en todo el Jacuzzi cerrando los ojos.
Mi cuerpo comienza a temblar debajo del agua y cuando trato de salir no puedo ni moverme. Muevo mi espalda al borde, pero no logro salir.
Se abre la cortina de los dueños de la habitación que divide la terraza y ni alzo la mirada, me basta que me ayuden a salir de aquí que se me están congelando hasta las ideas.
—Siempre tienes que estar buscando matarte— el gruñido enojado de Alexander me hace abrazarme por debajo del agua.
Se mete vestido a sacarme y me pego a su cuerpo para regular mi temperatura, me pasa la barbilla por la frente y las mejillas mientras mi mano se atora en su collar. Caminamos empapados los dos.
—¡Suéltame! — me bajo como puedo.
—¿A quién en su sano juicio se le ocurre meterse en hielo estando enfermo? — Me relamo los labios cuando me baja y busca el broche de mi sostén.
—A mí.
—Exacto, solo a ti, la loca mayor.
Me pasa una de sus camisas sobre los hombros fríos y me quita las copas de los pechos sin miramientos. La mitad del tiempo que lleva aquí hemos estado peleando, sus ojos se quedan en mis pechos.
—¿Qué miras? — mi voz no se escucha normal.
—Lo que es mío— su voz ronca no ayuda.
—Nada de lo que ves es tuyo.
—Todo es mío— me cierro la camisa ante su mirada lasciva y mi propio deseo.
Mi malestar no se va ni porque tengo ganas de comerle la boca. Me agarro la boca controlando las arcadas y me levanta como si no pesara nada para llevarme al baño a vomitar casi como cuando me saco de la casa de los treinta y siete.
Me agarro a su mano y vacío mi estomago mientras recoge mi cabello. Cuando termino me levanta agarrándome de él para lavarme la boca.
—No vas a preocuparte por que la organización me mate me estoy muriendo sola.
—Cállate Emma.
—Odio ese puto trabajo.
Me lleva de vuelta a la habitación y la enorme cama no calma mi dolor de cabeza, pero me hace tragar unas pastillas. Me voy durmiendo el tiempo que quiero descansando el cuerpo Dylan aparece a las dos horas despertándome y sacándome de ahí.
Me visto mirando a Alexander más calmado que su sentido común mirando como me visto en el diván de su habitación. Me voy de buena gana.
El médico me revisa en mi habitación y vuelvo a dormirme hasta que abro los ojos cuando es de noche y el gemido no lo puedo controlar con las lamidas en mi sexo.
Esta vez si puedo mover mis manos, pero las piernas no porque las tengo sobre los hombros de Alexander. Me muerdo la palma de la mano para no darle el gusto de gemir, es la segunda noche que viene a comérmelo.
—Mi coño— dice enojado haciendo sonidos obscenos con mis fluidos.
Toca mi punto más sentible y se queda ahí volviéndome loca. Entierro mi mano en su cabello reteniéndolo ahí, pero sin gemir muy fuerte, su mano toma mi muñeca apartándola de su cabeza.
Después de esto deberían hacerme un altar. El sudor se me pega al cuerpo, ardo de ganas de correrme. Logra complacerme con los invites de su lengua.
—Cariño— se me escapa un gemido corto que dudo haya oído.
Me retuerzo en la cama regulando mi respiración y abro las piernas todo lo que puedo, sigue probando lo que puede besando mis muslos por dentro y haciéndome cosquillas con su cabello.
Mi moral no me deja disfrutarlo, Dylan está solo a la mitad del pasillo... ¡Dios que gusto!
—¿Te gustan las infidelidades?
—No.
—Pues le estas siendo infiel a tu novio conmigo.
Sigue lamiendo poniéndome difícil responder.
—¿Más? — pregunta con voz ronca.
—Sí— gimoteo jadeando.
Cuando me suelta la mano que tengo aprisiono su cuello con mis piernas y nos tumbo a los dos en el suelo y me pongo sobre él, pero rápidamente me quita de encima.
—Te dije que no ibas a montarme otra vez, te lo di una vez y ya no lo vas a tener de nuevo.
—Nadie dijo que quiero montarte— vuelvo a moverme para estar encima, el hecho de que haga todo lo posible para que no pueda estar en esa posición ni siquiera de forma no sexual me hace ser obstinada a conseguirlo.
—Te advertí que no volvieras a mi habitación.
—Soy sordo.
—Eres imbécil que es muy diferente— palpo el suelo hasta que siento mi daga y se la pongo en el cuello —Lo que necesitas es ver amenazas reales.
El toque en la puerta me deja sin moverme. Debe ser Dylan viene a comprobar como estoy.
—¡Dylan quédate afuera! — le grito forcejeando con Alexander que sigue sin ceder que yo está encima.
—Puto agente barato— gruñe —¡Estamos follando imbécil! ¿Nos das privacidad? — Alexander grita.
Es el mejor en cuerpo a cuerpo y logra zafarse de mi agarre, me cierra la camisa y se va por la terraza como el cabrón hijo de puta que es. Busco unas bragas y cuando abro la puerta estoy decentemente vestida.
Lastima que no es para Dylan porque Katherine tiene una daga en la mano y una sonrisa peor que la de Alexander.
—Hola traidora, la organización quiere darte la bienvenida a las jaulas.
¡Hola sexys!
No diré nada. *Se va corriendo*
¡Los amo tres millones!
-Karla.
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