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María:

Vuelvo a la mesa resignada y confusa.

No les cuento nada de mi pequeño accidente y no parecen notarlo tampoco.

Siguen hablando entre ellos y cada tanto me intentan sumar a la conversación, pero estoy sin demasiado ánimo. Solo sonrió falsamente y miro por la ventana, esta da a un patio donde hay mesas pequeñas de madera y gente hablando con simpatía.

Siento que alguien me toca el hombro izquierdo. Pato me da un beso en la mejilla, y me alcanza otro trago. Es una limonada con algo de vodka y lo acepto contenta.
Me pide de sentarse a mi lado y le dejo espacio para ello. Luego saca conversación solo por ser amable. Habla de una forma muy cordial y me cae bien. Después de quince minutos de charla nos vuelve a abandonar. Retorna a los minutos con unos apoya vasos de marcas de bebidas alcohólicas y nos las regala.
Me quedo con una, Nahuel con dos y Vera se guarda tres en su cartera.

Estoy de mejor humor y Vera lo nota. Nahuel saca su parte humorista y no sé si es que me comienza a hacer efecto los tragos, lo que es probable, o si es que la música de ahora me gusta más, pero me siento más relajada y feliz.

Lamentablemente parece que no le queda mucho más tiempo al horario de cierre, estaba comenzando a divertirme.
Prenden cada luz qué hay y ahora si noto todo con más detalle.

Los pisos de madera están bastante nuevos, las puertas negras un poco manchadas y la mesa de atrás tiene algunos dibujos en marcador negro.

Me acomodo el maquillaje con un espejito de mano y luego sigo a los otros que están saliendo del sitio.

Quedamos en la vereda, al costado de un árbol, charlando con Pato sobre cosas triviales.

En eso se aparece el extraño bartender. Se cambió su remera negra por una blanca. Tiene una campera negra de cuero como la de Vera y la mía.

Supuse que iba a prenderse un cigarrillo luego de sacar un encendedor, pero se lo entrega a Pato.

—Gracias. Pensé que también había perdido ese.

Este último se pone a fumar y yo me alejo un paso hacia atrás. Detesto que el viento me alcance con el humo. Me es muy molesto y hasta creo que es egoísta hacer eso. No solo enferma al resto sino que al planeta. Estoy en contra de varios consumos de sustancias tóxicas no solo por las personas sino por el medio ambiente.

Separo la basura y reciclo todo lo que puedo. La ropa que no uso más la hago circular con mi prima. Si no le gusta se la pasa a otra amiga. En caso de estar muy estropeada, rota y sin chance de arreglo, la uso como trapo de piso.

Solo me permito comprarme un libro cada tres meses. El resto los leo por formato pdf, y solo si me encanta lo sumo a la lista de los que puedo comprarme.

La campera de cuero en realidad es de ecocuero, cuerina o cuero sintético. Sé que debo usar uno de estos tres términos, pero me sale decirle "cuero" siempre.

Mastico mi chicle de menta y hago un par de globos mientras espero a que decidan emprender la vuelta.

El frío comienza a azotar y me congelo por la remera húmeda aún y las piernas desprovistas de tela. No encontré medias finas negras, por lo que salí con la pollera sin nada que me proteja del frío casi invernal.

—Bueno Pato, traigo el auto y vamos. Me quiero dar una ducha e irme a dormir.

Parece bastante cansado y molesto.

—¿Ustedes a donde se van? ¿No quieren venir a casa? Tenemos lugar hoy. —Dirijo mi mirada a Vera mientras ella sigue escuchando a su amigo—. Dos de los chicos están de viaje y uno se fue de la novia a dormir.

Nos miramos entre Nahuel, Vera y yo. Terminan accediendo y no me queda de otra que aceptar. Soy pésima diciendo que no.

En el departamento de los chicos me meto al baño. Primero orino y luego me saco la remera aun fría por la cerveza.

Tengo una limpia y seca en la cama de la habitación que da a este baño. Pato me dejó pasar allí y me dijo que use lo que necesite.

Le hice caso y me tomé la libertad de usar pasta de dientes en mi dedo índice. Luego le agarré un poco de jabón de tocador y me lavé el rostro, posterior a usar un par de toallitas desmaquillante de mi cartera.

Aunque ya me siento lista para irme a dormir, el resto está en el living charlando enérgicamente tomando un café en los sillones.

Me acerco a la parte de la cocina, que está detrás de una barra con taburetes altos de acero y asiento de ecocuero negro. Decidida y con confianza, me sirvo un vaso de agua de la canilla después de pedir permiso.

La remera no me llega a la rodilla, pero me cubre todas mis nalgas y un poco más debajo.
Pato no es muy alto, pero lo suficiente para que me quede como vestido su remera de algodón.

Me acerco a donde están todos y me quedo unos instantes observando a Pato.

El chico tiene una tranquilidad y emana unas vibras positivas que te hacen querer seguir dialogando a pesar del cansancio. Es moreno también al igual que los otros dos chicos. Mi prima nunca se permite comer entre sus amigos, pero suele ofrecérmelos en bandeja. Es como si los viera como un par de caramelos y me los diera como una abuela a sus nietos.

Me siento al lado de Nahuel donde hay un sitio pequeño. Me cruzo de piernas para que no se me vea nada.

Tomo otro poco de agua y dejo el vaso en la mesita ratona de madera con vidrio en el centro, parece algo viejita.

El televisor está encendido en un canal de música y pasan algo de rock de los ochenta. No soy muy fan, pero me las conozco por mi madre. Ponía siempre la radio cada mañana en casa antes de ir al colegio. Yo la dejaba porque sabía que sino me retaría. La extraño en estos momentos. La veo pocas veces en el año y me gustaría que, en vez de venir papá, viniese ella.

El invierno pasado estuve mis quince días con ellos en casa. Ahora no podía esperar a volver a ir para vacaciones de invierno. Amaba Tandil, era mi lugar favorito para ir a descansar.

Los chicos que estaban allí eran todos de Tandil, al igual que mi prima y yo, excepto el barman, el cual aún seguía sin saber su nombre. Creí haber escuchando en un momento que le decían "David", cuando al entrar fue el último y le pidieron que cerrara solo con la llave de abajo, por si nos queríamos ir antes de levantarse ellos.

Comencé a tararear una de las canciones.

—"What a felling, beiging's beliebing"

Siento la mirada de Nahuel. Pronto lo escucho tatarear a mi lado.

Vera y Pato están muy en una hablando sobre gente que no conozco de nuestra ciudad. Mis familiares suelen hacer eso mismo en cada reunión. Costumbres de gente de pueblos.

Me acerco a agarrar el vaso de agua, noto que ya no tiene más. Me levanto y me sirvo más de la canilla, pero David me lo tira al pasar por mi lado luego de quitarme el vaso sin aviso previo. Me quedo mirándolo tan sorpresa que no me salen las palabras.

Saca de la heladera una jarra de agua y sirve en mi vaso hasta casi el tope. Tira un par de gotas al piso sin darles importancia alguna.

—Gracias.

Parece que ama su trabajo.

Se queda allí en frente mío mientras yo me tomo hasta la mitad, solo para no derramar en el camino a los sillones.

Me mira las piernas con toda insolencia y nada de vergüenza.

Ladeo mi cabeza extrañada por su mirada inquisitiva.

Por suerte no tengo ningún tipo de conflicto con mis cortas piernas. Solo que al estar descalza parezco más una niña de quince años, solo eso.

—¿Qué? —consulto.

—Nada. Estas más linda así natural.

¿Un alago directo de su parte?

—Gr...Gracias —tartamudeo.

Ahora que lo veo de cerca, con la luz encendida y con una remera blanca, no parece tan mezquino.

Suelo ser poco tímida cuando quiero que un chico me de bola, pero aquí me siento extraña. Estoy vestida como si me conociera de toda la vida.

Miro mis pies intentando buscar una palabra justa para decir. Están las uñas sin pintar porque no hice tiempo. Me cubro el pie derecho con el otro mientras vuelvo a subir la mirada.

Él está mirando allí abajo y me incomodo.

Camino hacia donde está el resto y me siento ahora donde estaba Nahuel, el cual se fue al baño hace unos segundos.

En el asiento individual, haciendo juego con el resto del sillón, en el que estaba David ahora no hay nadie. Calculo que volverá a sentarse allí, pero no. Se sienta a mi lado.

—¿Te gusta la música de los ochenta?

Creo que voy a defraudarlo al decirle la verdad, pero me da igual.

—En realidad no. Suelo escuchar baladas actuales en la radio.

—¿En la radio? —Está curioso como un gato. Se acerca unos centímetros hacia adelante.

—Si. Me gusta la radio, me hace compañía en mis mañanas o tardes.

—Ahh, ¿vivis sola entonces?

Odiaba decir que si a eso. Solían ponerse contentos con ello. Era como que sumaba puntos por eso, como si fuese un telo free.

Como tenía a mi prima al lado no podía mentir.

—Si.

—Wow. Pensé que eras de esas pibas mimadas que tienen todo listo en esa casa, ni bien llegan de cursar.

—Pues no. Debo hacer todo yo sola —comienzo a sincerarme más—. Aunque últimamente estoy muy vaga con la limpieza y cocina, bueno con todo. No estoy de muchos ánimos para nada. —Siento que me fui de boca. Es como si hubiesen destapado la olla de los secretos.

No sé que reacción tiene, porque justo me giro un poco para ver que Nahuel retorna del baño, y sin quedarle de otra, se sienta algo serio en el sillón solitario.

Le sonrió para que comprenda que no es mi culpa, aunque sé que si lo es en el fondo...

Me doy cuenta que la piel que estoy mostrando atrae a David, pero también sé que intenta caerme bien en parte por culpa de haberme tirado cerveza y, previo a eso, la forma de hablarme descortés en la mesa.

Así creo que es mi ex también.

Me trata mal, me trata bien, se acerca y se aleja, me habla por un día no me habla por semanas.

Detesto la poca personalidad que tiene y odio permitirle destruirme lentamente. Sigo cayendo en su red y luego de que desaparece ¿a quién culpó? A mi misma. Es que no tengo remedio. Son las cinco y media y estoy pensando en qué tal vez esté tocando mi timbre. Según mis cálculos ya van dos meses y medio que no lo veo.

Es el mayor tiempo que estuvimos alejados desde que cortamos.

Ojalá que toque timbre y no me encuentre. Va a volverse loco pensando en que me fui a la casa de otro.

Sin embargo me muero por ir a casa para abrirle la puerta y volver a verlo.

No idiota. Ya no más. ¡Se terminó! El no te ama y vos debes amarte más que cualquiera.

Me encuentro debatiendo conmigo misma hasta que caigo en la realidad nuevamente.

Todos salieron al balcón y me quedé sola sentada mirando al televisor.

Debo haber quedado como mensa.

Cierro mis ojos intentando dejar de lado a mis pensamientos negativos.

Imposible. No resulta.

Anda su sonrisa en mi cabeza dando vueltas, su rostro de cuando era más aniñado y sus ojos verdosos.

No quiero que regrese, no quiero, pero si quiero. Lo odio, pero no lo odio. Maldito bastardo. Me enamoró y nunca pude remplazar su espacio.

Salí con varios chicos después, obvio. No soy una niña y tuve sexo con un par también, pero siempre esperé a su mensaje mientras tanto. A qué decidiera volverme a ver.

Extraño como tocaba mis pechos y les ponía nombres. También cuando tocaba la guitarra y yo escuchaba cada parte nueva que le agregaba.

Daría todo por volver a escuchar esa melodía en su cama...

Una lágrima se escapa de mis ojos y agradezco estar allí sola cuando todos ríen afuera.

Me giro para el lado del respaldo así nadie ve mi rostro.

Cuando todos entran me hago la dormida para que no noten mi tristeza.

Vera me toca el hombro y finjo estar planchada allí mismo.

Escucho que se alejan y apagan las luces.

Deben haberse ido a dormir.

Relajo mis músculos y espero a que dejen de hacer ruidos que demuestren que siguen activos.

No sé cuánto tiempo pasa, cuando siento unos ronquidos lejanos me levanto a buscar un poco más de agua. No quiero tener resaca al día siguiente.

En cuanto me sirvo agua de la jarra escucho una puerta abrirse. Me sobresalto.

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