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María:

Al entrar al bar nos sacamos automáticamente los abrigos. En la barra del fondo Vera se echa sobre el cuerpo de un chico alto, muy alto, de tez blanca y rostro delgado. Tiene algunos rizos azabache y me parece atractivo.

—Nahuel, María —señala primero al chico y luego a mi—. María, Nahuel. —Ahora a la inversa. Me recuerda a las películas yanquis. Es muy graciosa en la forma que lo hace y creo es a propósito para romper el hielo.

Le doy un saludo en la mejilla, la cual es algo dura y dudo si fui yo la que se acercó demasiado rápido para golpear un toque más fuerte de lo que debía.

El me observa sonriente, es algo tímido y me da ternura, aún así me hago la que me importa poco su presencia al comenzar a hablar con Vera.

Nos pedimos un trago cada uno mirando la carta. El chico que atiende está moviéndose de un lado a otro frenéticamente y me resulta algo raro teniendo en cuenta que no hay nadie más allí pidiendo cosas.

Estudio todo el sitio y detecto unos asientos que se están liberando del lado de la ventana que da al patio.
Les corto la conversación y nos sentamos allí. Es una mesa con dos bancos extensos de madera oscura, bastante cómodos y me alegro por haber sido veloz.

Ellos se sientan en frente mio y yo quedo de espaldas a los cuadros de la pared del fondo. Solo hay un banco más detrás y ya se termina el bar inmediatamente allí.

Hay unas luces con muy poca luz, está todo bastante oscuro y la música está algo alta. No escucho mucho de lo que hablan Nahuel y Vera si no me inclino y presto demasiada atención.

Tomo otro sorbo de mi asqueroso trago y hago una mueca de asco. Me niego a seguir tomando esto. Se lo paso a mi prima y ella me convida del suyo. Está mucho mejor, me bajo casi la mitad para cuando aparece el otro amigo de Vera. Pato me saluda última y nos hace señas de que ahora nos trae más bebidas. Es barman en el sitio y también es rrpp (relaciones públicas), cosa que nunca me vi venir por lo bajo perfil que es.

Yo pido agua, no quiero volver a cagarla con la carta. Tampoco pretendo que el bartender me explique que tiene cada cosa. Lo miro desde lejos mientras los otros conversan sobre vaya yo a saber que, no escucho nada. La música subió tres niveles al menos. Odio la música muy elevada cuando quiero conversar. En boliches no tengo problema porque vas a bailar, pero en bares es muy poco favorable.

Me siento un poco aislada y algo frustrada, por lo que solo me dedico a intentar comprender el trabajo del muchacho a pocos metros de lejanía.

Mezcla en una botella de acero tan rápido que debe de ejercitar sus brazos. Su pelo es rapado y tiene una estatura no muy grande. Probablemente mida solo unos cuantos centímetros más que yo, como todo el mundo...

Mido uno cincuenta y cinco. Mi propia prima me lleva al menos cinco centímetros y Nahuel debe llevarnos unos quince a cada una. Este me mira en un momento y me alcanza su vaso, pero no quiero tomar demasiado. Pretendo irme temprano a casa para el día siguiente seguir estudiando.

De nuevo observo la barra.

Está tecleando algo en su computadora. Se pasa la mano por su cabello y supongo qué hay algo que lo está frustrando.

"Debe ser algo de cobros o alguna cosa faltante" digo para mis adentros.

Tiene una remera negra, pero no puedo ver más al detalle por la distancia.

Mueve el mouse una vez más y luego se gira. Toma un repasador y comienza a secar un par de vasos. De pronto noto sus ojos sobre mi. Me remuevo incómoda por haber sido atrapada observándolo.

Desvía tan pronto su mirada que siento como el orgullo se me va a los pies.

Wow. No esperaba ser rechazada visualmente tan rápido.

Tal vez está acostumbrado a ser visto por chicas más guapas e incluso llevárselas a su cama cada noche. Yo solo soy un seis o cinco, al menos eso habían dicho una vez en un boliche un par de imbéciles, aún lo recuerdo.

Nahuel me toca la mano y lo observo asustada de que pueda leer mis pensamientos intrusivos.

—¿Querés que pidamos algo más?

Miro a su lado donde estaba Vera y noto que ha desaparecido. Maldita.

—¿Y Vera? —busco con la mirada.

—Fue al baño. —Señala con una mano hacia atrás.

Lo hizo adrede. Es obvio.

—Ahh. Debería ir también —comento y comienzo a levantarme.

—¿No querés ir cuando vuelva mejor? —apresura a decir—. Tengo un tema con el estar solo rodeado de gente que no conozco. —Sonríe algo avergonzado de liberar dicho problema.

—Ah, okay. Iré luego —accedo y me vuelvo a sentar.

—¿Pedimos un trago? Vi que no te gustó el tuyo.

En cuanto pasa el camarero le hace señas para que se acerque y nos tome el pedido.

Por las dudas pido lo mismo que mi prima, ya se que no es demasiado fuerte para mi pésimo paladar de niña preadolescente. Odio no ser tan buena como Vera en esto.
Cuando traen el pedido, Nahuel me lo deja agarrar y le doy los primeros sorbos.

—Está mejor incluso que el anterior —aviso contenta y se lo paso.

El se toma sorbos más largos que yo y lo dejamos por la mitad en cuestión de minutos.

Se acerca para decirme algo, pero torpemente tira el vaso que tenía yo antes. Es agua, solo quedaban hielos dentro, aún así alguien debe secar.

Como el camarero está ocupado aparece el chico rapado. Su cara es todo menos felicidad cuando pasa la rejilla mirando la mesa.

Me río por la nulas ganas de sonreír en el.

Me mira algo enfadado aún y me corta la diversión por el miedo.

Mierda. Que carácter.

Nahuel me chista luego hace caras de tonto.

Me río otro poco, aunque intentando no quedar mal me tapo la boca con una mano.

Eso parece enfadarlo aún más porque agarra el vaso con demasiada energía y luego, sin decir nada, se retira.

Abro los ojos y pongo cara boba.

—Bueno, no le caemos muy bien. —Señalo como si no fuese evidente de quien hablo—. ¿Y si le pedimos tragos hasta cansarlo?

Nahuel se ríe un poco bastante. Noto que disfruta de tener algo de que hablar ahora conmigo.

—Podríamos pedirle tragos demasiado extraños.

Parece interesado en jugar sucio, pero yo no puedo con mi culpabilidad instantánea.

—No traje tanto dinero. —Me resigno y manoteo la servilleta. Comienzo a jugar con ella. El levanta los hombros y se tira hacia adelante un poco—. Y además no me parece buena idea. —Le digo mientras pliego las esquinas. El apoya su mentón en la palma de su mano y me mira con intensidad. —Mañana tengo que levantarme a estudiar. —Se inclina hacia atrás como si se estuviese debatiendo algo en su mente y pero hubiese fracasado. Me observa unos instantes.

—Sos muy estudiosa. Algo nerd podría decir.

—Para nada —Niego con la cabeza—. Vengo suspendiendo —aclaro y luego suspiro acompasadamente.

—Seguro no es por falta de más estudio únicamente.

Por suerte llega Vera en el momento exacto para salvarme del confesionario.

—Espero que me hayan extrañado. —Simula en su voz desconocimiento total en su accionar.

—Si, un montón —digo irónicamente.

Platicamos un rato más los tres, hasta noto que la música en un momento ya es demasiado intensa y no puedo escuchar nada nuevamente.

Me frustro bastante al quedar callada un cuarto de hora. Dirijo la mirada al barman, que es quien maneja también la música con su computadora, conclusion y teoría proporcionada por Vera.

Veo qué pasa por la mesa y lo detengo.

—¡Ey! —grito para que me escuche. —Disculpa —agrego cuando se detiene. —¿Podrías bajar un poco la música? No podemos hablar así.

—Es un bar, no es una confitería —dice (para mi algo seco), como importándole poco y nada lo que acabo de decirle.

Me quedo congelada ante su mala predisposición a bajar el sonido.

Me siento muy avergonzada en mi posición. Se que mi rosácea se activa, noto caliente la cara y se que estoy como un tomate maduro, pero por suerte la tenue luz está más adelante y más atrás, no encima mío. Aún así se nota mi timidez y molestia.

—Bajale igual. Te lo pidió amablemente —aporta Vera.

—Sino llamo a Pato que es mi amigo. Seguramente esté en algún lado organizando gente —sigue Nahuel.

Mi incomodidad fue en aumento y para cuando el chico va a hablar en su defensa, tomo el relevo.

—Bueno, no es para tanto. Solo un poco si podes y te dejan —repongo usando un tono más amable y dulce. No quiero problemas.

Tal vez había alguien que le controlaba eso y nos estamos equivocando.

No comprendo que fibra le habré tocado que su rostro se transformó en una más relajada.

Parece algo dubitativo, pero accede y en cuanto toca su computadora
podemos volver a oír nuestras voces sin tener que forzar las cuerdas vocales.

Media hora después, Vera me está agotando con sus preguntas personales en frente de su amigo. Es demasiado obvio que me quiere juntar con él.

Decido ir al baño y era una buena excusa, ya que antes no había terminado yendo.

En cuanto paso por al lado de la barra siento que me escrutinian. No me detengo a confirmarlo y sigo mirando al frente. Al entrar a la habitación de la entrada, que se encuentra mucho más iluminada, hallo rápidamente los baños a la derecha. Sobre todo es fácil porque hay cola de más de tres mujeres. Me metería en el de hombres, pero no parece ser una idea muy inteligente a pesar de no ser un bar feo. Todo lo contrario, es bastante moderno y la mayoría es gente de mi edad o aproximado. No hay personas mayores de treinta.

Aguardo mirando la cola pensando si vale la pena hacerla para estar solo haciendo tiempo.

En eso lo veo pasar.

Me hecha unas miraditas que no descifro que es lo que quiere decirme.

Chequeo luego la puerta de la salida y me tienta irme, está poniéndose demasiado incómoda la noche. Quisiera estar en mi cama acostada mirando la nada misma por horas como vengo al haciendo hace varias semanas. Ya les encontré formas a las manchas de humedad en la pared que da al vecino. Sé que debo informarle al dueño, pero me da pereza. No quiero andar rasqueteando y pintando todo luego. Menos aún pagarle a alguien por ello. Mi padre lo paga sin problemas, pero luego tengo que escuchar quejarse por la falta de dinero. No, no pienso gastar más que lo mínimo y necesario.

La puerta se abre e ingresan tres personas. Se vuelve a cerrar.

Tengo la cartera colgando y se que podría tomarme un colectivo en algún lado. No sé donde, pero puedo preguntar por el mismo colectivo que me trajo. Tengo la certeza de que siempre hay uno qué pasa a unas pocas cuadras de donde te deja el otro.

Hago un paso y me choco con alguien de costado.

El bartender.

Derrama un poco de cerveza sobre mi ropa y comienza a disculparse.

—Uhhhh. Perdón.

—No perdóname a mi. No te vi venir.

Se acerca a la mesa y deja los vasos de cerveza y la jarra grande. Es cerveza tirada, literal.

Les promete traer más por la falta al derramarla en mi cuerpo.

Pasa por mi lado y veo que en cuestión de segundos trae un vaso grande lleno.

Se los entrega y luego se me acerca.

—¿No estabas con tus amigos? —consulta algo confundido y parece en verdad curioso.

Que extraño.

—Si, estaba. No son mis amigos igual. Es mi prima con un chico —contesto solo por ser amable, aunque me resulta un poco intrusivo.

—Ahh. Te puedo dar una remera de atrás si queres.

Miro mi camisa empapada y noto que se ve el corpiño. Me da igual. Hay chicas que llevan tops en donde se les ve más piel.

—No pasa nada. Estoy bien así.

Él sigue mirando mi blusa. Levanta la mirada unos segundos después.

—Como prefieras —responde y vuelve a sonar seco. Se da vuelta y se retira de allí.

Que cambiante. Pareciera que lo picó una abeja. Realmente extraño sujeto.

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