4️⃣
Faltaban dos horas para que su turno terminara, pero no podía dejar de mirar el reloj a cada minuto. Estaba completamente nerviosa, le había enviado un mensaje a Inuyasha, pero este no le contestaba. ¿Le había sucedido algo? No. Le había prometido que seria cuidadoso, entonces ¿Por qué demonios no le contestaba?
El sonido de su teléfono la alerto, y se sorprendio al ver que no conocía el numero. Al leerlo su respiración se corto y su corazón comenzó a latir como loco. No podía ser que Inuyasha piense siquiera en pelear en eso.
Se quito su chaqueta medica, quedándose con una blusa rosa palido y unos jeans que le ajustaban bien a su cintura, tomo su bolso y salio corriendo de su consultorio.
-¡Akane! – Grito a su secretaria, asustándola – Cancela todas mis citas. Tengo que irme – Y salio corriendo.
- ¡Espera Kaghome! – Pero su grito no surgio efecto alguno.
La azabache ya se encontraba en su auto, de camino a la arena central.
No había persona en la ciudad que no conociera "La zona de nadie" o "La arena central". Tenia tantos nombres como personas participando en ella. Hasta sabia que su hermano había ido varias veces, pero cuando comprobó que no tenia la fuerza suficiente para vencer a nadie y que solo saldría herido o hasta muerto, dejo esas locuras de lado.
Habia prometido nunca ir allí, pero en ese momento, en que sus pensamientos giraban en torno a ese joven de cabellos plata, nada mas le importaba. Solo quería verlo y comprobar con sus propios ojos que estuviera bien. Y, por supuesto, sacarlo de allí, a la fuerza si fuera necesario.
Al llegar se encontró con Miroku, que la veía con la mismo expresión preocupada que seguro tendría ella. Bajo de su auto y se acerco a él con pasos agigantados.
-Miroku. Dime que la foto que enviaste en una broma – Su tono era mas preocupado del que creía. Hasta sus ojos estaban llorosos.
- No. No es una broma – Le susurro angustiado – La única que puede hacerlo entrar en razón... - Y se callo al escuchar los gritos y silbidos de las personas que estaban dentro. Ya era demasiado tarde. La pelea había comenzado - ¡Vamos! – Tomo la mano de la azabache y ambos comenzaron a correr por esos tuneles.
Kaghome estaba muy perdida. Para ella todos los caminos eran iguales ¿Cómo hacia Miroku para recordar el camino? No estaba señalizado, ni mucho menos con alguna luz guía. Seguramente ese peli negro también había pertenecido a ese mundo.
-Inuyasha – Susurro una vez que llegaron y logro vislumbrar el cabello de él, mientras se movia esquivando los golpes.
- Como supuse. La pelea ya comenzó.
Ambos estaban desnudo de la cintura para arriba, descalzos y con su cabello atado. Lo único que llevaban puesto eran unos pantalones cortos de gimnasia y vendas en sus manos. ¿Qué era esa locura? ¿A que demente se le ocurria poner a pelear a dos personas en un circulo de fuego, como si fueran la atracción de un circo?
-¿Cómo puedo detenerlo? – Le pregunto a Miroku, que solo negó con su cabeza.
- Ahora ya no puedes detenerlo. Es demasiado tarde.
- Pero... Se va a lastimar – Volvio a mirar hacia delante. Ambos se golpeaban mutuamente, y sus rostros estaban algo hinchados, sus bocas sangrantes y pequeños moretones se estaban formando por algunas partes de sus cuerpo – Se mataran – Volvio a susurrar, sin poder impedir las lagrimas que comenzaron a bajar por sus mejillas.
- ¿Qué tenemos aquí? – Una voz femenina se dejo oir y ambos se giraron para ver de quien se trataba.
- Kikyo – Siseo el peli negro.
- ¿La niña bonita vino a ver a su hombre? – Se acerco a ella, intentando buscar pelea.
- ¿Si ya sabes para que preguntas? – Ironizo Miroku, interponiéndose entre ellas dos – No molestes, Kikyo. Kaghome no te dijo ni hizo nada.
- Como la defiendes. A mi nunca me has defendido asi. Y estuve varios años con Inuyasha – Le siseo con una sonrisa, aunque por dentro la ira comenzaba a invadir su ser.
- Por algo será, ¿No crees? Sabes muy bien que ni Sango ni yo te quisimos nunca. Te aceptamos por nuestro amigo, pero nunca te quisimos.
- ¿Y a esta maldita si? – Le gruño.
- Claro que si. A pesar del poco tiempo, se nota que se preocupa por Inuyasha – Le gruño de la misma manera.
La peli negra, arta de la discusión con ese joven, miro fijamente a la azabache que solo tenia ojos para la pelea que estaba ocurriendo en ese momento.
-¿Tu no piensas defenderte? – Le gruño mas fuerte, pero la azabache la miro fijamente unos segundos, y volvió a mirar la pelea - ¡¿Cómo te atreves a ignorarme?!
Estiro una de sus brazos, queriendo rasguñarla o lastimarla, pero Miroku fue mas rápido, y la tomo de la cintura alejándola de Kaghome, que no estaba enterada de las intenciones de Kikyo, ya que solo veía a Inuyasha.
-No te atrevas a tocarla, porque me olvidare que eres mujer, Kikyo. Tu ya tuviste la oportunidad de hacer feliz a Inuyasha y solo lo lastimaste, entonces no vengas a buscar peleas de gatos (se le llama asi a las peleas que las mujeres "fáciles" o rameras, buscan entre ellas) con Kaghome, porque ella no esta a tu altura. Es una mujer con códigos que no molesta a nadie – Se acerco mas a su rostro y le siseo con furia - ¿Esta claro?
Sin dejar que le contestase, se alejo de ella, volviendo al lado de Kaghome, aunque esa niña ya no se encontraba allí ¿Dónde estaba? Con su mirada la busco, encontrándola cerca del circulo, rodeada de hombres que la miraban lascivamente, ¿Acaso esa mujer no notaba como la miraban? Con pasos agigantados se acerco a ella, mirando a los que estaban a su alrededor, dejando en claro que no la podían tocar.
Cuando miro a su amigo, noto como su mirada estaba llena de odio. ¿Qué le habría dicho Bankotsu para ponerlo asi? Pero antes de siquiera poder parpadear, Inuyasha se lanzo sobre el peli negro, tirándolo al suelo para comenzar a golpearlo sin respiro.
-Tu... Nunca... Tendras... A... Kaghome – Le gruñía entre golpe y golpe.
Habia soportado todos los insultos que ese maldito le había propiciado en medio de la pelea. Desde que su padre se había suicidado para no tener que verle cara, hasta lo buena que Kikyo era en la cama. Pero el hecho de que haya metido a Kaghome en eso, que le haya dicho que iba a abusar de su doctora apenas tuviera la oportunidad y que, encima, dijera que seguro, bajo la fachada de medica inocente, era una verdadera puta, había sido la gota que derramo el vaso. No podía soportar que hablaran asi de ella. No permitiría que hablaran asi de ella.
-Vamos... Matame – Jadeo casi inconsciente, con una bobalicona sonrisa en su rostro todo ensangrentado.
Su sangre comenzaba a correr espesa por sus venas, y la ira aun no dejaba de estar presente en sus pensamientos. En ese momento creía que lo mejor para mantener a salvo a Kaghome, era matarlo. Y hasta a solo unos pocos golpes de lograrlo. Volvio a levantar su puño, convencido de seguir con esa masacre...
-¡Inuyasha no! – Esa voz. Giro su cabeza, viendo el rostro lloroso de su doctora – No lo hagas – Le susurro.
El peli plata la miro con las lagrimas en sus ojos y sintió como su corazón se rompia. Miro a Bankotsu que estaba desmayado bajo su cuerpo y se alejo de un salto. ¿Qué demonios estaba haciendo?
-Bankotsu "El jefe", ya no puede seguir. Inuyasha "La bestia" Taisho gana – Dijo Hachi, mientras apagaba el fuego que marcaba ese circulo.
- Kaghome – Susurro, pero antes de poder acercarse a ella, la azabache corrió a su lado, abrazandose a su cuerpo.
- Tenia mucho miedo, Inuyasha. Pense que lo matarias – El peli plata la abrazo, y se sintió morir al sentir sus calidas lagrimas en su pecho. ¿Cómo había sido tan estúpido de casi matar a una persona?
- Disculpame, bella. Disculpame. Por favor – La abrazo con mas fuerzas y escondio su rostro en su cuello – La rabia me cego.
- Vamonos a casa, Inuyasha – Se aparto un poco de él y lo miro fijamente – Vamos. Por favor.
- Si, pequeña – Beso su frente con cariño – Vamos.
- Espera bestia – El anciano llego a su lado, junto con un sobre – Estas son las ganancias de hoy y del otro dia.
- No las quiero. No vine aquí a ganar dinero – Le sonrio y saludo con un apretón de hombro – Dejatelas tu, como una pequeña propina.
- Pero... - Y sin dejar que le contestara, el peli plata se alejo junto a Kaghome – Gracias.
Al llegar al lado de su amigo, el oji dorado sonrio y levanto su puño en señal de victoria. Miroku no puedo evitar sonreir a pesar de la preocupación que sentia hasta hace dos minutos.
-Has ganado, bestia – Paso su brazo por encima de sus hombros para poder ayudarlo a caminar – Ahora iremos al hospital.
- Otra vez no – Se quejo, pero la azabache sonrio.
- Podemos ir a mi casa, allí te curare. No tienes graves heridas, solo unos pocos cortes.
- Buena idea – Acepto el peli negro.
Comenzaron a caminar hacia la salida, pero Kikyo se apareció frente suyo. Habian olvidado que se encontraba allí también.
-¿Qué quieres? – Gruño Miroku. Inuyasha estaba casi inconsciente debido al cansancio, y Kaghome no podría lidiar con ella. Tendria que hacerse cargo él, aunque no le gustase maltratar a las mujeres.
- Hablar con Inuyasha.
- ¿Acaso ves que se encuentre en condiciones de hablar contigo? – Le siseo al ver la terquedad de esa mujer.
- Hablara conmigo quiera o no – Sentencio, cruzándose de brazos sin dejar que siguieran caminando.
- Escuchame una cosa... - Comenzo a amenazarla el peli negro, pero se callo al ver como Kaghome se acercaba a ella con una mirada muy furiosa.
- Inuyasha no se encuentra en condiciones de soportar tus caprichitos, Kikyo. Muevete – Le exigió, pero la peli negra solo rio en su rostro.
- Obligame, niña bonita – La desafio con una sonrisa de burla.
- No me hagas que te quite a la fuerza, Kikyo. No me gustan las peleas.
- ¿Tu? No me hagas reir por favor. Aquí no estamos en el hospital, y no tienes a ese simio para que me quite a la fuerza – Se acerco mas a ella, casi pegando su rostro al suyo.
- No necesito de Jonh para apartarte del camino – Siseo entre dientes, mientras apretaba sus puños.
- Kaghome... - Llamo Inuyasha, pero la azabache solo lo detuvo con su mano.
- Obligame, niña bonita – Volvio a repetirle. Kaghome la miro seria, pero sonrio enormemente.
- Tu lo pediste – Con un rápido movimiento tomo su mano, haciéndole un llave tras la espalda, apretando con fuerza su brazo. La peli negra grito de dolor, e intento zafarse, pero le era imposible – Tengo años de defensa persona, Kikyo. No me hagas que te rompa el brazo, ¿Quieres? – Le gruño en su oído, dejando a ambos hombres muy sorprendidos. La tierna doctora Higurashi...
- Ya Kaghome. Dejala – Le pidió Miroku. La azabache lo miro y sonrio.
- Vete de aquí – Amenazo para luego soltarla y empujarla contra el suelo – Detesto a las mujeres como tu, que denigran a las personas solo por creerse muy malas – Se giro y camino hacia Inuyasha, besando su frente con cariño – Disculpame. Tu eres mi prioridad en este momento. Vayamos a casa.
- No te preocupes, Kaghome – La miro y sonrio – No sabia que eras tan buena luchando.
- Creci con mi padre y mi hermano, era la única que podia practicar con él todos los días – Rio, paso su otro brazo por encima de sus hombros y comenzaron a caminar.
- Recuerdame que no haga enojar a la doc – Le dijo con gracia el peli negro a su amigo – Aunque me preocupa mas que tu la hagas enfadar.
- Callate libidinoso – Le gruño y todos rieron.
- ¡Maldita perra! – Rugio la peli negra, para comenzar a correr hacia la azabache.
Inuyasha, juntando todas sus fuerzas, se paro erguido, interponiéndose entre ellas, pero antes de que Kikyo pudiera acercarse, unos brazos la tomaron por detrás.
-Kikyo, es suficiente – Le dijo con mucho enojo Hachi.
- Pero... Esa maldita... - Se comenzó a remover entre sus brazos, intentando escapar, pero el anciano no la dejo.
- He dicho que fue suficiente – Miro a Inuyasha y le sonrio levemente – Vete bestia. Yo la detendré.
- Muchas gracias, Hachi – Se saludaron a lo lejos y, dando la vuelta, se alejaron.
Con algo de esfuerzo, lo llevaron hasta el auto de la medica, sentándolo en el asiento del acompañante.
-No te portes mal con la doc, hazle caso y, por favor – Miro a ambos – Cuidense que no deseo ser tio por ahora – Rio con maldad ante el rostro desencajado de Kaghome y como el de Inuyasha se teñia de furia.
- ¡Callate maldito mujeriego! – Le gruño y cerro la ventanilla para no escucharlo mas – Vamos Kaghome. No lo escuches – La azabache solo asintió, mientras sus manos comenzaban a sudar. Para tener hijos tenían que mantener relaciones, y para eso tenían que estar los dos solos, haciendo todas esas cosas que hacia días soñaba.
Se abofeteo mentalmente y fijo su vista en el camino. El silencio fue inminente, ya que Inuyasha dormitaba a su lado. Poco a poco los golpes en su rostro se iban hinchando un poco mas, pero lo perfecto seguía predominando en él.
Era tan perfecto que la asustaba.
Esos pocos minutos los aprovecho para pensar en lo que ocurria. Hacia menos de una semana que había podido hablar por primera vez con ese hermoso hombre, ya que en su joyería no había podido pronunciar palabra alguna, y se había enamorado aun mas de él, hasta el punto de casi olvidar a Kouga pero, para su mala suerte, Inuyasha aun no se olvidaba de su ex novia. Y lo entendia. Ella había pasado se decepcion amorosa hacia mucho tiempo, él recién hacia unos días.
Un suspiro de desilusión se escapo de sus labios. Como buena bobalicona se había imaginado un futuro a su lado, solo por haberlo besado dos veces, pero era mas que obvio que no había ningún camino para ellos. Luego de tantos años de relación, estaba convencida de que Inuyasha querria disfrutar de su soltería, y no empezar algo nuevo con una doctora de 26 años, que solo había tenido una relación en toda su vida.
Si se podría decir que casi era virgen.
-Demonios, Kaghome. Deja de soñar despierta – Se regaño a si misma y doblo hacia el lado de su departamento.
Es cierto. Ahora irían a su hogar y tendria a Inuyasha a su entera disposición. Aunque sea solo para curar sus heridas. Lo tendria para ella sola. No pudo evitar sonreir. Era muy poco, pero se conformaría con verlo un par de horas mas.
-Kaghome, ¿Dónde estamos? – Pregunto semi dormido, al ver como entraban en un estacionamiento.
- En el aparcamiento de mi edificio, Inuyasha – Termino de acomodar su auto y lo miro - ¿Puedes caminar?
- Claro – Ambos se bajaron y comenzaron a caminar hacia el ascensor.
Una vez en el departamento, Kaghome dejo en uno de sus sillones al mal herido peli plata para ir a buscar su botiquín de primeros auxilios.
-¿Puedes sentarte? – Dejo el botiquín en la mesa y ayudándolo a sentar.
- Solo estoy un poco golpeado – Le sonrio y se irguió – No voy a morir por esto – Volvio a reir pero se callo al ver el rostro serio de la azabache - ¿Kaghome? – Se sorprendio mucho al ver como ella lo abrazaba por la cintura, comenzando a llorar desconsoladamente, como si hubiese ocurrido una tragedia. Sin saber como reaccionar, ya que Kikyo muy rara vez lloraba, pero nunca con esa fuerza, la abrazo, intentando calmarla. La acariciaba, le susurraba palabras tiernas en su oído, la mimaba, pero nada lograba consolarla. ¿Qué debía hacer? – Kaghome, por favor, deja de llorar. No soporto verte asi – Le rogo, mientras la levantaba del suelo, sentándola sobre su cuerpo, con sus piernas a cada lado de su cuerpo. Era una posición muy comprometedora, pero en ese momento solo podía pensar en que ese llanto se detuviera.
- Pense... Pense que morirías – Le susurro entre lagrimas, aferrándose a su cuello, escondiendo su rostro en este – Pense que morirías, Inuyasha. No podía soportar verte allí, peleando, en medio de esa cárcel de fuego – Su cuerpo comenzó a temblar, y el peli plata la abrazo con mas fuerzas. ¿Qué era esa sensación que sentia al saber que ella se preocupaba por él? Era algo extraño, no porque no lo haya sentido antes, si no que porque temia sentirlo tan pronto. Queria protegerla, mimarla, cuidarla, estar siempre a su lado – Tuve mucho miedo, Inuyasha.
- Perdoname Kaghome – La abrazo aun mas, como si eso fuera posible – Fue mi error. Me deje llevar por mi orgullo y solo logre preocuparte y, como si fuera poco, asustarte. Soy un idiota, lo se, pero por favor, no llores mas – Volvio a pedirle entre ruegos. No había nada que odiara mas en el mundo que ver llorar a una mujer, y aun mas, si lo hacia con tanto sentimiento.
Los dos se sumergieron en un silencio, que solo era quebrado por los hipos que aun salían de los labios de la azabache. Seguian abrazados, compartiendo su calor, su dolor, su preocupación. Ninguno quería hablar, ya que no querían moverse. Temian romper esa burbuja.
Inuyasha se alegro al sentir como Kaghome dejaba de llorar y su respiración se iba acompasando. Eso significaba que podría hablar con tranquilidad con ella, aunque tendria que cuidar sus palabras para no hacerla sollozar nuevamente.
-Disculpame, Inuyasha. No quería hacerte pasar por este mal momento – Intento enderezarse, ya que al haberse pasado su miedo, notaba la posición comprometedora en la que se encontraba, pero los brazos de él no la dejaron. Aun seguían prendidos de su cintura como si fuera su tabla de salvación - ¿Inuyasha?
- No pidas disculpas, Kaghome – Se callo unos segundos y luego comenzó a contarle su vida – Cuando cumpli los 19 años, comencé a entrometerme en esto de las peleas callejeras, ya que necesitaba dinero para los estudios, y mi madre no podía ayudarme. Estuve en ese ambiente varios años, pero cuando conoci a Kikyo lo deje de lado. Al fin y al cabo, si seguía en esas luchas era por costumbre, porque el dinero no lo necesitaba. Fuimos felices, o por lo menos eso crei yo, mucho tiempo, pero con su traición solo pensaba en olvidarme del dolor, por eso volvi a la arena. No pelee, mas que unos pocos golpes para poder llegar hasta Bankotsu, pero cuando me enfrente a él, deje que me usara de saco de boxeo. Queria sufrir. Queria que me doliera. Queria olvidarme de todo, pero no lo consegui. Como tu me dijiste, no solo me dolia el alma, si no que también el cuerpo – Kaghome comenzó a llorar nuevamente pero en silencio. Sin querer, las lagrimas caian por sus mejillas, mientras sus manos acariciaban ese sedoso cabello plata – Volvi por el orgullo. Siempre supe que podría derrotar a Bankotsu, y quería demostrármelo a mi mismo, pero algo salio mal en medio de la lucha – Alejo a Kaghome de él un poco, para poder mirarla directo a los ojos. Debido a las lagrimas, ese color azul petróleo, estaba mucho mas caro, casi celeste. Era algo digno de ver – Ese maldito comenzó a insultarme, con mi padre, con mi vida, con Kikyo, pero cuando amenazo con lastimarte, perdi la razón. Ese maldito infeliz me dijo que te lastimaria, Kaghome.
La azabache quedo perpleja ante esa confesión, pero no por el hecho de que ese hombre que no conocía hubiese amenazado con lastimarla, si no por saber que Inuyasha había enloquecido ante eso. Habia enloquecido por ella, por preocupación.
-Inuyasha – Susurro. Con sus manos recorrio los brazos de él, enredando sus dedos, sintiendo como él los apretaba mas.
- No pude resistirme. Mi cuerpo comenzó a temblar y el raciocinio se esfumo. No podía arriesgarme a que te lastimara. No a ti – Sus dedos ajustaron mas los de ella. No podía dejar de mirarla, y se asombro al ver como ella sonreía. ¿Qué le causaba tanto?
- Gracias Inuyasha – Se recostó sobre su pecho, sonriendo como una boba. No podía ser posible que ese joven la enamorase aun mas. No quería que eso sucediera, pero no lo podía evitar. Inuyasha no solo era un hombre muy guapo, si no que también era dulce, protector y compañero. Era el hombre perfecto para ella, pero su relación seguía siendo imposible – Gracias por preocuparte por mi.
- Kaghome, yo... - Y se callo. ¿Cómo le diría que se estaba enamorando de ella? Si tan solo hacia un par de días que la conocía. Lo tomaría por loco y no lo volveria a hablar.
- Estoy muy comoda – Susurro, creyendo que el peli plata no la escucharía, pero no fue asi – Pero tengo que curarte, Inuyasha – Se separo de su cuerpo, para poder mirarlo y sonrio.
- Por favor, hazlo – Acepto, aunque estaba muy en contra de que ella se separara de su lado. Como presentia, cuando la azabache se levanto de su regazo, un frio invadio todo su ser.
- Quedate quieto mientras te curo – Con mucho cuidado comenzó a limpiar y colocar desinflamantes o calmantes en las heridas. El silencio volvió a reinar entre ellos, pero se vio interrumpido cuando la azabache comenzó a hablarle – Hace mucho tiempo, fue el cumpleaños de la madre de Kouga, asi que lo acompañe a comprar un regalo para ella. Él quería que fuera una sorpresa, pero la sorpresa me la lleve yo. Al entrar en ese pequeño, pero hermoso local, nos atendio un joven que me deslumbro. Era muy guapo, y tenia una sonrisa compradora. Mi corazón comenzó a latir con fuerzas, como hacia tiempo no lo hacia y mi voz desaparecio. Temia decir algo por miedo a pasar ridículo. Ese hombre se convirtió en mi amor platónico, algo inalcanzable. Un recuerdo que guardaría en mi corazón por el resto de mi vida – Sonrio para ella misma, recordando todas las sensaciones que sintió al ver por primera vez a Inuyasha – Luego de eso, todos los días pasaba por allí con la esperanza de verlo solo dos segundos, pero cuando termine mis estudios y comencé a trabajar en el hospital, no pude verlo mas – Dejo los utensilios y las vendas, para luego mirar a Inuyasha fijamente – Hasta que hace cinco días entro por la puerta de mi trabajo, herido e inconsciente, debido a una pelea en la arena central – Kaghome rio al ver el rostro desencajado del oji dorado – Al pasar esos pocos días junto a él, y luego de que me beso dos veces, pude comprender que lo que siento no es solo una obsesion, es algo verdadero. Mi preocupación, mi miedo a perderlo, el cariño que me transmite en sus abrazos no es solo una simple ilusión. Lo se.
Inuyasha se quedo mirando a la jovencita a sus pies sin saber que decir. No podía creer que su doctora, que se hizo pasar por enfermera, estuviera enamorada de él, menos aun que la haya visto tiempo atrás y no la recordara, eso era casi imposible, con lo bella que era. Pero eso no era lo importante, lo fundamental era lo que ella sentia. Y lo que él sentia por esa pequeña azabache.
-Kaghome yo... - Y se callo al ver como las lagrimas corrian por sus mejillas. ¿Qué había dicho?
- Pero se que lo nuestro es imposible – Esas palabras eran como dagas en el pecho del peli plata, ¿Por qué pensaba eso? ¿Qué había dicho que pudiera convencerla de eso? Estaba detestando ese momento. Verla arrodillada a sus pies, tan sumisa e intimidada, con sus ojos llorosos y despidiendo tristeza. Ella no era asi. Ella era chispeante y alegre. No soportaba verla asi – Acabas de salir de una relación frustrada, y aun sientes amor por Kikyo. Yo no puedo ocupar su lugar, y no quiero que estes conmigo solo por compasión – Ok. Ahora lo confundia. Era verdad que hacia tan solo unos días que había terminado con esa maldita, pero nunca había dicho que aun la amase, o que sintiera cariño por ella. Era lo obvio que aun sintiera algo por ella, pero también sabia muy bien que ese pequeño cariño poco a poco se transformaba en resentimiento – Lo entiendo por completo. Se que esto es un sentimiento unilateral, no espero nada de tu parte ya que.... – Y sus palabras se vieron interrumpidas por un beso del peli plata.
Necesitaba callarla y no sabia como, y la única manera era esa. Odiaba que le dijeran que hacer, y esa niñata tampoco lo haría.
-Callate de una vez – Le gruño en sus labios, cuando se alejo un poco de ella. Aun tenia una mano en su nuca y la otra en un mechón de su cabello, impidiendo que se apartara de su lado – Deja de decidir por mi, niñata. Nunca me gusto que me dijeran lo que tengo que hacer, y tu tampoco lo haras – Volvio a besarla, esta vez con un poco mas de salvajismo, dejándola sin aire – Me gustas, Kaghome. Me gustas mucho. En estos pocos días has logrado que me olvide de lo que vivi con Kikyo, y que sea lo que nunca fui. Preocupado y algo tierno. Y no me molesta serlo, al contrario, quiero estar a tu lado, acariciándote, mimándote y no dejarte ir por días. Yo... Yo me estoy enamorando de ti, Kaghome. Y se que suena loco, pero es asi – La levanto con cuidado del suelo, volviéndola a sentar como hacia instantes – Yo... Te estoy amando, niñata.
Kaghome no podía creer lo que escuchaba, y solo pudo besarlo con fervor, para mitigar esos sentimientos que creía iban a explotar en su pecho. Estaba muy feliz, casi eufórica, pero incrédula. No podía creer que el hombre que por casi dos años había sido su amor platónico, le estuviera diciendo que se estaba enamorando de ella. Y se aseguraría que se enamorara de ella por completo.
-No puedo creer lo que esta ocurriendo – Le dijo entre risas, mientras lo seguía abrazando.
- Yo tampoco lo puedo creer, niñata – Rio a carcajadas al ver como un leve puchero se formaba en sus labios, como si se tratase de una niña pequeña.
- No soy una niñata – Se quejo, pero rio al sentir como él la recostaba en el sillón, junto con él.
- Si lo eres, ¿Y sabes por qué? – Beso su frente y volvió a mirarla.
- ¿Por qué?
- Porque solo las niñas juegan a las enfermeras – Sonrio de lado, mostrando su sonrisa mas sexy al ver sus mejillas sonrojadas - ¿Alguna explicación que me puedas dar, niñata?
- Yo... - Se giro sobre su cuerpo, recostándose boca abajo para cubrir su rostro sonrojado.
- Contestame, Kaghome – Se acostó un poco sobre ella, impidiendo que se moviera.
- Es que yo... - Comenzo a explicar hablando contra los almohadones – No quería que ninguna enfermera te viera y se enamorara de ti – Admitio con mucha dificultad.
- Eres hermosa – Le susurro en su oído, mientras corria su cabello a un lado para besar su nuca – Muy hermosa – Seguia sin poder creer que estuviera con su medica en esa posición, en ese momento.
Era verdad que hacia poco tiempo que se conocían pero no perdían nada con intentarlo. Si con Kikyo, que la conocio mejor que nadie todo había salido mal, ¿Por qué no intentarlo con esa dulce niña que apenas conocía? El destino traía muchas sorpresas, y estaba seguro que Kaghome era una de ellas.
FIN.-
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top