18. Despertar

No estoy segura de cuánto tiempo he estado flotando en este espacio interminable de la nada o por qué estoy aquí, pero quiero salir. Aunque no hay nada aquí que sea aterrador o amenazante, hay una sensación de necesidad de escapar rascando mi subconsciente, como si algo–o alguien– estuviera llamando y pidiendo que emerja.

Y, sin embargo, por mucho que quiera salir, no puedo. No puedo caminar, arrastrarme, arañar o luchar para llegar a la superficie, si es que hay alguna.

Todo lo que puedo hacer es simplemente existir.

De repente, una voz aparece en la distancia, no es fuerte, pero lo suficiente para sentir un intenso alivio que me inunda.

Ahora que tengo una dirección y un destino, puedo acercarme más, finalmente la voz eclipsa la oscuridad... y mis párpados se abren.

Tardo varios minutos en orientarme. Suaves zumbidos de maquinaria se mezclan con conversaciones amortiguadas al otro lado de una gran puerta con una pequeña ventana rectangular. La habitación es de un tapiz suave de cremas y beiges, las paredes muestran diagramas del cuerpo, un letrero con una variedad de emojis con el ceño fruncido y sonrientes, y una pizarra llena de información que no espero entender en este momento.

Confirmando mi sospecha, miro la delgada manta blanca que cubre mi cuerpo mientras me acuesto en una posición ligeramente reclinada con barras de metal a cada lado de mi cama individual. Obviamente estoy en un hospital, aunque cómo o por qué, no tengo idea.

Un movimiento rápido de mis extremidades me dice que nada está roto, pero mi cabeza se siente nublada y pesada, y un pequeño fuego estalla en mi garganta cada vez que trago.

¿Qué diablos me pasó?

El miedo a lo desconocido amenaza con hacer que mi presión arterial se dispare. Entonces lo veo.

Joss.

Está en un rincón de la habitación, dormitando en un sillón que parece rígido e incómodo. Con las piernas separadas, está sentado derecho con la excepción de su cabeza apoyada en la palma de su mano izquierda. No sé cuánto tiempo ha estado aquí, pero basándome en su aspecto desaliñado, han sido más de unas pocas horas.

Mientras mi cerebro lentamente vuelve a estar en línea, aprovecho la oportunidad para estudiarlo. Siempre está tan organizado que es interesante verlo en un estado de desorden.

La chaqueta negra está caídas al azar sobre un muslo, y los botones superiores de su camisa de vestir azul real están desabrochados con las mangas enrolladas hasta los codos. Su peinado ha caído en mechones despeinados que cuelgan sobre su frente.

Es oficial: incluso despeinado y dormido, el hombre es tan asombrosamente guapo como cuando está despierto. También es igual de intenso.

Las cejas juntas, la mandíbula tensa y la boca fruncida. Es como si aún durmiendo, Joss lleva el peso de su hermano sobre sus hombros, y me entristece pensar que es incapaz de dejar esa carga incluso cuando duerme.

La puerta de la habitación se abre y entra una mujer con bata color lavanda. Pongo la mano sobre mi boca para decirle que haga silencio, y sus ojos oscuros brillantes hacen un rápido escaneo en la habitación ante mi gesto, después se acerca en silencio a mi cama para no molestar a Joss.

Ella pone una mano reconfortante en mi brazo y habla en voz baja. —Hola, Meike, soy tu enfermera, Guilia. Estoy tan contenta de ver que finalmente estás despierta. —Ella me ofrece una sonrisa llena de dientes, luego comienza a revisar mis signos vitales mientras habla—. No estaba de turno cuando te trajeron anoche, pero Escuché que fue ir-y- venir por un tiempo. Eres una mujer muy afortunada.

—Si tú lo dices. —Me estremezco por el ardor en mi garganta y la ronquera de mi voz.

Guilia hace una mueca de simpatía, luego vierte un poco de agua en un vaso de plástico y mete una pajilla en la tapa antes de dármelo. Lo bebo ansiosamente, el líquido frío alivia la crudeza.

—Lo siento, debería haberte advertido —dice ella—. Es natural tener dolor de garganta durante uno o dos días después de haber sido intubado.

Mis ojos saltan a los de ella. Preferiría no hablar, pero quiero respuestas más que evitar un poco de dolor.

—¿Qué sucedió? ¿Por qué estoy aquí?

—Tuviste un shock tóxico anoche.

—¿Un qué?

—El shock tóxico ocurre cuando toxinas bacterianas, como las producidas por algunas cepas de bacterias estafilococos, entran en el torrente sanguíneo y desencadenan una reacción inflamatoria sistémica que puede provocar un rápido descenso de la presión arterial y disfunción de múltiples órganos.

Ante el profundo estruendo de la voz de Joss, Guila deja de hacer lo que estaba haciendo e inclina la cabeza.

—Lo siento, Señor Koch, no quise despertarlo.

—No necesitas disculparte. ¿Podrías decirle al médico que la señorita Hersh está despierta y que quiero que la den de alta?

—De inmediato, Señor. ¿Desea que te traigan el desayuno antes de irse?

—No, estoy bien, gracias —Ella me da una sonrisa de despedida y me da un reconfortante apretón en el brazo, luego se gira para irse—. Ah, y Guilia —dice Joss—, gracias por todo lo que has hecho hoy. Enviaré una nota al Doctor sobre la excelente atención que brindaste. Espero que ayuda a tu curriculum.

No creo que Guilia se hubiera visto más feliz como el día de hoy.

—Fue un honor hacer lo que pude por la señorita Hersh y por usted, señor. Espero que mejore.

Aunque no sonríe, su expresión se suaviza cuando despide a la enfermera con un movimiento de cabeza. Cuando la puerta se cierra detrás de ella, pregunto.

—¿Todas tus novias terminan aquí?

—No, eres la primera, por así decirlo.

Asiento con la cabeza, luego sorbo distraídamente mi agua mientras trato de recordar a qué se refería Joss acerca de por qué estoy aquí. Cuando todo lo que queda son pedacitos de hielo, dejo el vaso sobre la mesa que Guilia había traído antes.

—Joss —gruño—, ¿qué pasó anoche? De todo lo que ella dijo solo entendí shock tóxico.

Levantándose, deja caer la chaqueta en la silla y cruza la pequeña distancia para pararse junto a mi cadera.

—¿Recuerdas la cena que tuvimos con mi madre?

Mi ceño se frunce en concentración. Solo toma un segundo para que la memoria se registre.

—Recuerdo la pelea, pero no recuerdo haber salido.

—Eso es porque te desmayaste. Algo que comiste tenía veneno —Maldice entre dientes y agarra la barra de metal de la protección de la cama con tanta fuerza que sus nudillos palidecen—. Maldita sea, casi mueres.

Por una fracción de segundo, mi corazón se hincha ante la devastación en su voz ante la perspectiva de mi muerte.

—Si esa es la manera en la que tu familia me dice que no les agrado es muy drástico, ¿no crees?

—No fue mi madre.

—No, ¿entonces quién? —digo, arrugando la cara confundida.

Se pasa una mano por la mandíbula y suelta un pesado suspiro. Líneas de tensión entre marcan sus ojos.

Arrugo la frente.

—¿Qué es? No me estás diciendo algo.

Me mira fijamente durante varios segundos, luego extiende su mano, con la palma hacia arriba.

—Fue mi padre. Una de las empleadas dijo que estuvo en la cocina y ordenó específicamente que te diera un plato específico. Creemos que echó algo a tu postre para vengarse de nosotros por haberte robado, está furioso porque Blaz le dijo que te acostaste con los tres.

Me lamo los labios y pienso mucho, buscando alguna pizca de evidencia para refutar lo que está insinuando.

—Eso no es suficiente para matar a alguien.

—No conoces a mi padre. —Hace una pausa, su expresión es solemne—. Si no puede tener algo, lo destruye para que otros no lo obtengan. Sedujo a mi madre solo porque vio que mi tío estaba interesado en ella.

Un escalofrío recorre mi columna y los diminutos vellos de la nuca se me erizan.

—¿Qué demonios tengo que ver con eso?

Los músculos saltan en su mandíbula mientras sacude la cabeza.

—Por lo que ha dicho Blaz lleva años esperando por ti. Estoy tan a oscuras como tú en este momento.

Cierro los ojos y dejo caer la cabeza sobre la almohada mientras trato de contener las docenas de preguntas que vagan en mi mente. No me serviría de nada arrojarlas a Joss cuando admite que no sabe ninguna de las respuestas, y de repente estoy demasiado cansada para pensar de todos modos.

—No va a tocarte, vas a estar a salvo en casa. Si es necesario duplicaremos la seguridad.

Trago con dificultad, el nudo de emoción en mi garganta hace que el daño de la intubación sea aún más doloroso.

Reuniendo una sonrisa pálida, digo.

—Gracias.

La puerta de la habitación se abre y entran Klaus y Thora. Tener a los tres Koch en la pequeña habitación hace que se sienta como si se hubieran reducido al tamaño de una caja de zapatos.

—Hola, ahí estás —dice Klaus con su sonrisa—. Me alegra ver que todavía estás en la tierra de los vivos, Nymphe. Nos diste un buen susto anoche.

A pesar de la melancolía que todavía se asienta en mi pecho, le doy una sonrisa genuina. No puedo no estar feliz de ver a Klaus; además de Joss, es otro chico que siempre es muy dulce conmigo. Además, de que es juguetón.

—Lo lamento. La próxima vez, te haré participe de mis planes para una cena con el final de Romeo y Julieta y compartiré mi postre contigo.

—Te lo agradecería. —Alborota mi cabello ganándose un débil intento de apartar su mano y una mirada que solo lo hace reír.

Thora me mira fijamente, su enorme corazón en sus ojos transmitiendo sus sentimientos para que el mundo los vea. Parece aliviada y preocupada a la vez. Supongo que está entre la espada y la pared. Como no sé qué decir después de todas las verdades incómodas de anoche, trato de no presionarla con mi presencia y no inicio interacciones como lo haría normalmente. Lo mejor que puedo hacer es darle espacio.

Aclarándose la garganta, finalmente dice. —Me alegro de que estés bien, Meike. Le has dado un susto de muerte a todos.

—Gracias, Thora.

Joss se acerca para recuperar su chaqueta.

—Voy a tomar un café y conseguir el papeleo de alta para que podamos irnos. ¿Necesitas algo?

Niego con la cabeza.

—Salir de aquí será suficiente.

Sostiene mi mirada por un momento. Por fin, me da un asentimiento recortado.

—Vuelvo enseguida. Madre, puedes venir conmigo.

Cuando la pesada puerta se cierra, Klaus suelta un suave silbido y luego se ríe. —Maldita sea, no vi venir eso.

—¿Ver qué?

—A mi primo enamorándose de mi novia. No sé si felicitarlo o sentir pena por él.

Burlándome, giro la cabeza para mirar por la ventana.

—Muy divertido, Klaus.

—Tienes tanta suerte de no estar muerta, o tendría que traerte de vuelta a la vida solo para azotarte ese hermoso trasero.

—Eres tan romántico.

—Lo sé. Ahora dame mi beso.

Nuestras bocas se encuentran. Es un beso salvaje, lleno de mordisquitos; es lo que necesito justo después de todo lo que ha pasado.

—¿Tengo mal aliento? —pregunto al separarnos.

—No.

—Joss, no me ha besado.

—Porque estaba preocupado por ti.

—¿Tú no?

—Sí, pero el beso es mi forma de preocupación y alivio. Soy un chico que debe experimentar las cosas para que siente que las cosas que pasan son reales.

Sonrío, porque así es Klaus.

***

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