ceniza
—«Qué dulce eres, maldición»
Dijiste citando palabras olvidadas
entre la espesura de nuestros ayeres.
Narraste con los dedos los placeres;
pictogramas sobre el papiro
de color atardecer.
—«Me miró amándome»
Seguiste con tu prosa ridícula.
Me sedujo lo opuesto, la distancia.
Más verte yo no quería;
fue como la flor que es pisoteada
por quien camina en círculos hacia la nada.
—«Pero me siento triste, sola»
El humo perforó tu boca,
nació el silencio, murió la noche.
Apagaste la llama con el suelo,
mis sentimientos se hicieron aire.
Amor, no hay quién te reproche.
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