C. expiatorio
Van a atraparme pronto
las viejas voces del mundo,
de la tierra vieja y olvidada,
de los paisajes imposibles,
y los demás engaños.
Ya puedo oler sus ropajes.
El curtido cuero del asesino.
Los oigo reír, socarrones, atentos,
contiguos al deseo de matar,
adversos a la vida misma.
¿Quién soy sino el cordero?
El último escalón, la tarde,
la verdad entre cuerpos florece.
Nacidos para matar, no hay disculpa;
Por mi culpa, por mi culpa, por mi culpa.
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