Capítulo especial: La primera cita

Hola a todos. Espero se encuentren muy bien. Paso a dejarles un capítulo especial y a comentarles que retomaré la historia de "Jarro de Corazones". También estoy pensando en continuar otras historias que tengo pendientes y en comenzar algunas nuevas. Gracias por el apoyo que me han dado. Espero les guste el capítulo. (Si tienen tiktok aquí les dejo el mío: @yukiko_nami)

Narra Matt

Traté de abrir con cuidado la puerta principal. Desde afuera no veía luces encendidas por lo que pensé que mi madre o no había vuelto, o ya se encontraba dormida. De cualquier modo no quería encontrármela, estaba seguro que estaría furiosa conmigo por haber desaparecido de su evento.

Al entrar me quité los zapatos para hacer menos ruido al caminar. Cerré lentamente la puerta. Cuando estaba por dar mi primer paso, la luz de la sala se encendió.

—Así te quería agarrar, puerco —mi madre se encontraba junto al encendedor, con los brazos cruzados frente al pecho—. Al menos podías haberme escrito algo, o haberte despedido. Estuve buscándote hasta que tus amigos me dijeron que habías tenido que irte. Que supuestamente te habías sentido enfermo —se acercó hacia mí—. Yo te veo perfectamente —me agarró la barbilla y movió mi cabeza de lado a lado—. Es más, te ves como con mejor semblante que nunca —me tocó la frente—. Y yo toda preocupada tratando de salir rápido para volver a la casa y prepararte un caldito y oh sorpresa —me soltó y volvió a cruzarse de brazos—. El señor ni siquiera había vuelto a la casa. Peor aún, ni siquiera se había dignado a llamarme para avisar en dónde estaba.

Nunca había visto a mi madre tan enojada.

—Ya no soy un niño, mamá. Tuve que ausentarme, pensé que no me demoraría, pero el tiempo se pasó muy rápido y ni cuenta me di.

—No eres un niño, pero sigues siendo mi niño. ¿Crees que no me voy a preocupar si no sé ni dónde andas? —su rostro se suavizó—. Pensé que te había pasado algo. Te llamé y no hubo respuesta, llamé a Tobi y tampoco, Alexander me mandaba directo a buzón, y los demás teléfonos no los tengo. Ya iba era a llamar a la policía.

—Má —solté un suspiro—. Ya no soy un... —su mirada furiosa me hizo retractarme de lo que estaba a punto de decir—. L-lo siento, má. En serio. No quería que te preocuparas, pero de verdad perdí la noción del tiempo. También me disculpo por haberme ido así, sé que era una noche muy importante para ti, es solo que...

—Es solo que qué, Matt. ¿Qué estabas haciendo? ¿Qué es más importante que tu madre? —aunque estaba seria su tono me confundía, no sabía si estaba molesta o lo fingía—. Dime, Matt. ¿En qué andabas? Es que me parece demasiado sospechoso.

—Nada, má. Tenía un asunto importante que tratar de la u. Me tocaba enviar un trabajo urgente.

—Claro... —me miró con sospecha—. Enviar un trabajo urgente y fuera de la casa. Acá tenemos internet, Matt. ¿Te acuerdas? Este es el modem, la clave está en la misma caja de siempre. ¿Lo olvidaste?

—S-sí. Lo olvidé.

—¿Entonces te tocó ir a un café internet?

Asentí con la cabeza.

—¿Seguro? —me miró fijamente a los ojos—. O... —se acercó más a mí, sin despegar su mirada de mi rostro. Me sentí intimidado, tal como ella quería. Ella soltó una risita—. ¿En casa de Tobi?

Mi rostro se encendió en un color rojo intenso. Tragué saliva y traté de responder, pero no me salieron las palabras. Mi madre me agarró del brazo y me arrastró hasta el sofá.

—¿Qué pasó? Cuéntame que no puedo con la intriga. Alexander me dijo lo que había pasado y que habías ido tras Tobi. Me pareció tan tierno, como una novela romántica de la cual espero el siguiente episodio pero ya. Además que desde hace rato yo quería que ustedes dos se dieran una oportunidad. Tobi te adora y es un buen muchacho. Estoy segura que en su corazón no hay malicia y créeme que en la actualidad es difícil encontrar algo así.

Las palabras de mi madre me hicieron sentir perturbado. ¿Me estaba shippeando con Tobi?

—Además, si vieras cómo habla él de ti —continuó recostándose contra el espaldar del sofá—. El único problema que veo es Richard, pero creo que su nueva pareja ha ayudado a que sea menos duro con Tobi. Aunque igual no creo que sea suficiente para que Richard acepte que Tobi es gay. Yo creo que cuando se entere que ustedes dos son novios le va a dar un infarto.

—No somos novios —repliqué en voz baja.

—De cualquier modo ya Tobi ni vive allá y básicamente ya es independiente. Sí, Richard le sigue ayudando con algunos gastos, pero él trabaja muy juicioso —mi madre pareció no haber escuchado mis palabras—. Es que mira, hasta juicioso es el muchacho. Ya me los imagino en un futuro juntos, ya profesionales. Él abriendo un consultorio y tú presentándote en teatros, trabajando en una universidad, no lo sé. Hay tantas posibilidades.

—Má...

—E igual yo creo que Richard en algún momento dejará la estupidez y lo aceptará tal y como es. No creo que se arriesgue a perder a su hijo por completo, es que...

—¡Má! —grité y mi madre al fin se calló—. Te calmas, por favor. Es perturbador que una madre hable de esa forma sobre la vida amorosa de su hijo. No es una novela —agaché mi cabeza—. Y no somos novios.

Mi madre puso una de sus manos sobre mi pierna y la apretó.

—Hijo, uno de madre siempre se va alegrar al ver a su hijo haciendo lo que le hace feliz. Para mí es una felicidad que por fin aceptaras lo que sientes por Tobi, porque sé que no es algo nuevo. También sé que no fue algo fácil para ti. No me culpes ahora por sentirme emocionada y por querer saber lo que pasó.

Mis ojos se aguaron.

—Pero, Matt —mi madre secó las lágrimas con sus manos—. ¿Por qué lloras? Ay no —me agarró una mano—. ¿Cómo que no son novios? No me digas que en lugar de decirle lo que sentías terminaste con todo.

Negué con la cabeza. Ella soltó un suspiro de alivio.

—No me asustes así, ¿por qué lloras? ¿Pelearon o algo?

Negué de nuevo.

—¿Entonces?

—No es nada, má. Solo estoy sentimental. Es que fue un día muy raro, pasaron varias cosas y todavía no sé ni cómo sentirme. No sé si estar feliz o si sentirme culpable. También estoy nervioso, no sé qué esperar. Todo fue extraño. Es que todavía me parece que no es real porque ya me había convencido de que había perdido a Tobi.

Mi madre me abrazó.

—Tienes que estar feliz, nada de culpas, ni tristezas. Tobi te quiere, tú lo quieres, ya ambos lo saben. Solo queda que dejen la bobada y estén juntos de una vez por todas. ¿No te parece? Tú mismo acabas de decir que ya no eres un niño, entonces deja de comportarte como uno. Acepta tus sentimientos y hazte responsable de los mismos. No es que ahora con eso de que te sientes culpable vayas a dar un paso atrás, después de haber ilusionado a Tobi. Porque conociéndote...

—No voy a hacer eso. Es solo que Allan —no pude evitar que mi rostro reflejara tristeza—. Debió salir lastimado y todo porque no hice las cosas a tiempo.

—Matt, muchas veces vas a lastimar a las personas, incluso sin quererlo. Es inevitable no hacerlo. Además, la decisión de estar contigo y no con Allan no fue tuya. Yo también creo que Allan sabía en lo que se metía, si él quiso seguir intentando fue cosa de él. Nadie es culpable en esos casos, uno no puede decidir a quién querer y a quién no. Si fuera así, la vida sería mucho más fácil, lastimosamente como seres humanos hacemos todo lo más complicado posible. Está en nuestra naturaleza.

—¿Tú crees que lo supere pronto?

—No lo sé. Pero tendrá que hacerlo, uno no se puede quedar estancado en una persona con la que no funcionó. Mírame a mí, yo ya superé a tu padre, ya superé a Richard. Uno sigue recordando cosas, pero ya no existe ese sentimiento de amor que había antes.

—Yo no sé si haya superado a Sam. Es decir, todavía me duele lo que hizo.

—¿A Sam? —¿Por qué había traído el tema de Sam a la conversación? Hace mucho ni me acordaba de su existencia—. Hijo, con el tiempo dejará de doler, créeme. Además que hayas dejado entrar a alguien más en tu corazón es una señal de que vas por buen camino. Hay personas que se cierran totalmente a la posibilidad de querer a alguien porque una relación no les funcionó o terminó muy mal. No los culpo, pero creo que eso solo hace más daño. Qué triste parece una vida en la que no existe el amor, la emoción de ver a alguien, el deseo de querer estar con esa persona, de compartir el tiempo y hacer planes juntos.

Me sentí triste por mi madre. Desde lo de Richard no la había escuchado hablar de otro hombre. Pensé en el tiempo en el que estuve afuera, ¿se habrá sentido sola?

—¿Me vas a contar qué fue lo que pasó? —preguntó con una sonrisa.

Le conté todo lo que había ocurrido desde el momento en el que fui a casa de Tobi y lo vi con Allan, hasta el instante en el que estuvimos a punto de besarnos y llegó. Mi madre parecía estar viendo una película, su rostro cambiaba de expresión todo el tiempo, y en ocasiones se cubría la cara con las manos o con la almohada.

—Me imagino que mañana hablarán mejor, ¿verdad? —inquirió levantándose del sofá—. ¿Le pedirás que sea tu novio? ¿O esperarás a que él lo haga?

—Es muy pronto para eso, mamá.

—¿Muy pronto? —volteó su rostro hacia mí—. ¿Cuánto más lo harás esperar? —mi madre caminó hacia su habitación—. Descansa, Matt. Te quiero mucho, gracias por venir.

Yo también me dirigí a mi habitación y antes de comenzar a alistarme para ir a la cama le escribí a Tobi.

Matt: Olvidé entregarte tu regalo.

Narra Tobi

No podía creer todo lo que había pasado esa tarde. No dejaba de pensar en el momento en el que Matt y yo estábamos a punto de besarnos, justo antes de que Allan volviera al apartamento. No lograba sacar de mi mente la imagen de su rostro, a mi mente llegaban su rostro fragmentado, como si se tratase de retratos en primerísimo primer plano. Veía sus ojos, luego sus mejillas enrojecidas, sus labios, su sonrisa.

—¿Cómo se supone que pueda dormir ahora? —me encontraba boca arriba en mi cama, con una almohada entre mis brazos.

Llevaba varias horas tratando de conciliar el sueño, intentando todos los métodos posibles: escuchar música, ver videos, contar ovejas, jugar en el celular... ya no sabía qué hacer, no sentía ni un poco de sueño y la noche se me hacía cada vez más eterna.

—Si no duermo pronto mañana me veré desastroso —volví a cerrar los ojos—. Pero es que siento que si duermo al despertar me daré cuenta de que todo era un engaño —todavía me parecía imposible que Matt me considerara siquiera lindo—. ¿Y si al despertar resulta que Matt estaba ebrio y no sabía lo que decía?

Agarré el celular y busqué el chat de Matt en el WhatsApp.

—Le tomaré un pantallazo para que luego no pueda negar nada, además los borrachos siempre dicen la verdad.

Volví a leer el chat al menos unas cinco veces, cada vez que lo leía me sentía más emocionado. No podía esperar más para que llegase el día siguiente y pudiésemos vernos. Aunque no sabía cómo reaccionaría, solo pensarlo me ponía nervioso. Ya no era el mismo Tobi seguro y egocéntrico que no se preocupaba por agradarles a los demás, pues juraba que su mera presencia era de agradecer.

—¿Cómo es que ahora me da hasta pena mirar a alguien a la cara?

El rostro sonriente de Matt se asomó en mis pensamientos.

—¿Qué le voy a decir? ¿Qué tal suene como un tonto? —me senté—-. No puede ser, puede que termine diciendo estupideces por los nervios. Tengo que planear lo que haré y diré, no voy a arruinar nuestra primera cita —fui por un cuaderno—. Aunque cita como tal no es —las manos me sudaban—. ¿Por qué estoy tan nervioso si ya hemos compartido mucho tiempo juntos?

Mi corazón latía con rapidez. La figura de Matt se dibujó en mis pensamientos a lo lejos. Lo imaginaba frente a su casa, moviendo su brazo de lado a lado para saludarme. Me imaginaba corriendo hacia él y abrazándolo con fuerza al instante en el que lo tenía a pocos centímetros de mí.

"Saludar y abrazar a Matt" escribí en el cuaderno.

—Luego le diré: Hola, Matt. ¿Cómo estás? Te ves muy lindo hoy. ¿Quieres ir a comer algo? ¿O vamos al parque de diversiones? ¿A dónde quieres ir? —pensé en sus labios—­. No, antes de decir esas cosas tengo que darle un beso. Sí, le voy a robar un beso. De seguro Matt no lo esperará, tal vez hasta me golpeé o me empuje, pero no por desagrado sino por la sorpresa.

"Darle un beso a Matt" escribí en el siguiente renglón. "en la mejilla" agregué.

—No quiero arriesgarme a una muerte prematura —llevé el lapicero a mis labios—. Entonces le pregunto qué quiere hacer y le voy a sugerir que vayamos al parque de diversiones, a un cine o a comer algo. Aunque un cine suena como muy sospechoso, tal vez piense que me quiero aprovechar de la oscuridad del lugar —solté un suspiro—. Mejor el parque de diversiones, así Matt se sentirá más tranquilo. Una comida es como muy cursi también, o no sé.

"Ir a parque de diversiones, comer perro caliente" anoté.

—También tengo que preguntarle sobre el supuesto mejor regalo que no quiso decirme —volví a mirar el mensaje de WhatsApp—. Aunque tal vez debería preguntar eso al principio.

Sobre el primer renglón escrito puse: "preguntar cuál era el súper regalo que no quiso decirme".

—Tal vez también debería llevarle algo.

"Comprar algo dulce" escribí finalmente.

Dejé el cuaderno sobre la mesita de noche y volví a acostarme. Cerré mis ojos y cubrí mi cabeza con una almohada. Pasados unos segundos la quité y volví a clavar la mirada en el techo.

—En serio no tengo nada de sueño, estoy muy nervioso —apreté la almohada contra mi rostro—. ¿Matt estará durmiendo? —miré la hora, eran las 3 de la mañana—. Claro que debe estar durmiendo —miré la pestaña de su chat—. No se conecta desde las 10, debe estar profundo.

Quería escribirle, pero no podía ser tan egoísta como para arruinarle el sueño.

—Ya deja tanta pensadera y duerme —las palabras se repetían una y otra vez en mi cabeza—. ¿Por qué estás tan nervioso? Pareciera que fuese la primera vez que vas a ver a la persona que te gusta.

Dejé nuevamente el celular a un lado y cerré los ojos.

*****

Un fuerte estruendo me hizo brincar de la cama. Quedé despierto enseguida. Miré el reloj, eran apenas las seis de la mañana. "No puede ser. ¿Qué carajos están haciendo?" pensé en tanto me levantaba de la cama. Cuando salí al pasillo vi a Alexander recogiendo vidrios.

—¿Qué pasó? —pregunté con preocupación.

—¿Tú dejaste esos vasos en la mesa? —contestó el pelirrojo molesto—. ¿Por qué no los dejan al menos en el lavaplatos?

—¿Qué es eso?

En la puerta había una bolsa negra enorme y junto a la bolsa una pequeña maleta, de la cual surgía un chillido insoportable.

—¿Qué carajos es eso?

—¿Esto? —del otro lado de la puerta apareció Santiago—. Te presento a Sir Lulo —levantó la maleta—. Señor de los felinos del Norte, cazador de culebras y explorador de las oscuras calles de la ciudad. Luna lo encontró anoche y como no podemos tenerlo en la casa lo traje a primera hora. Si llegaban a encontrarlo allá lo echan patitas a la calle.

—¿Un gato? —me acerqué a observarlo.

—No cualquier gato —Santiago puso la maleta sobre la mesa—. Es la perfección. Cuando lo vi me enamoré, dije: tiene que quedarse con nosotros.

—¿En mi casa? —lo miré fijamente. Era blanco con gris, sus ojos eran verdes—. Y sin consultarlo.

—Alex dijo que sí, Allan también. Mayoría gana.

—¿Allan? —miré hacia su cuarto, estaba cerrado—. ¿Allan volvió?

Alexander negó con la cabeza.

—Hablé con él anoche y le pregunté lo del gatito. Estuvo de acuerdo.

—¿Te dijo algo más?

Alex asintió.

—Él estará bien, no te preocupes. El que no se ve muy bien eres tú —ambos me miraron.

—Tienes razón, tienes una cara —Santiago se acercó a mí—. ¿No dormiste? ¿Te emborrachaste anoche? En serio tienes cara de guayabo.

—Pues estaba durmiendo y a unas personas se les ocurrió la brillante idea de tirar vasos al suelo y traer un animal llorón a la casa.

—Otro animal llorón —interrumpió Alexander—. Siéntete feliz de que ya no eres el único, Tobi.

Santiago soltó una risita.

—Ja-ja-ja, mira cómo me rio —dije sentándome frente al gato—. Tras de que traen un gato sin consultármelo —metí un dedo por uno de los huecos de la maleta—. Se ve asustado.

—Todavía no lo podemos dejar salir porque hay que organizar el gimnasio primero.

—¿Gimnasio?

Santiago señaló la bolsa negra.

—Estábamos tan emocionados con Luna que lo compramos anoche.

—Ni siquiera estaban seguros de poder quedárselo y ¿compraron un gimnasio?

—El gato se lo merece —Alexander comenzó a quitar la bolsa negra—. Además si no queremos que destruya nuestros muebles hay que ponerle algo para que se distraiga.

Entre los tres organizamos todo lo que le habían traído al gato y cuando al fin se pudo cerrar la puerta, Santiago lo dejó salir. El animalito corrió a esconderse en el armario de Alexander.

—Ahora a esperar que nos coja confianza —dijo Alex mirando los ojos que brillaban en la oscuridad de su armario—. Ojalá sea pronto porque pobrecito, todo asustado.

—Hagamos un desayuno rápido —Santiago se dirigió a la cocina—. Y mientras tanto Tobi nos cuenta qué pasó con Matt.

—¿Qué? —Alexander era un chismoso—. ¿Qué paso de qué o qué?

—Como ayer desaparecieron y no volvimos a saber de ustedes. Yo esperaba sinceramente llegar hoy y encontrarlos a ambos arrunchados, pero según tu cara como que las cosas no salieron muy bien. Pareciera más que terminaste bebiendo solo hasta el amanecer.

—No bebí nada, simplemente no tenía sueño y cuando al fin pude dormir ustedes lo arruinaron —los miré entrecerrando los ojos—. Y no pasó nada. Vimos una serie y ya. Matt se fue para su casa y pues no hablamos mucho después.

Alexander sonrió.

—¿Pero qué hablaron? ¿Qué dijo Matt? ¿Se dieron al menos un beso? —Santiago tomó asiento.

El instante en el que Matt y yo estuvimos a punto de besarnos volvió a mis pensamientos. Pude sentir mis mejillas calientes por lo que agaché mi cabeza, tratando de ocultarlo.

—¿Eso es un sí?

—No lo creo —Alex intervino—. Conociendo a esos dos apenas se habrán mirado y de la pena se habrán alejado enseguida.

Recordé la entrada de Allan.

—No nos besamos —contesté en voz baja—. Y ya les dije que no pasó nada. Solo hablamos, de hecho, ni siquiera hemos hablado bien.

—Supongo que hoy se ven.

Asentí con la cabeza.

—¿Con esa cara? —Santiago me miraba fijamente—. No es por nada, pero de verdad te ves terrible. Pareces hasta enfermo.

Miré a Alexander.

—Tiene razón. Estás hecho un desastre.

—¿Pero qué hago? No podía dormir anoche, me sentía muy ansioso. La idea era levantarme tarde hoy, pero por culpa de ustedes acá estoy —miré el reloj, ya eran las ocho—. No creo que alcance a dormir más. Ni siquiera tengo sueño.

—Al menos trata de arreglarte un poco. Que el estilo compense tu cara de cu... —Alex cubrió la boca de Santiago.

—Ya no te quitamos más tiempo, Tobi. Más bien alístate para tu cita con Matt —Alex mantuvo su mano en la boca de Santiago y se lo llevó obligado a su habitación—. Luego nos cuentas cómo va todo.

Me dirigí al baño y me paré frente al espejo. Alex y Santiago tenían razón, lucía terrible.

—Creo que tendré que usar gafas de sol —me acerqué para detallar mis ojeras—. Debo verme presentable, no puedo dejar que Matt me vea así y se arrepienta. No, señor.

Me quité el pijama y entré en la ducha.

Narra Matt

—¡Matt, tienes visita! —abrí los ojos con dificultad, los sentía pesados—. ¡Matt! —miré el reloj de reojo, eran apenas las seis de la mañana. ¿Quién se atrevía a hacer visita a estas horas? —. ¡Matt! —mi madre golpeó mi puerta.

—¡Ya va! —contesté en un grito—. ¿Por qué no me dejan dormir? ¿Quién hace visita a estas horas? ¿Quién madruga un sábado? —me quejé mientras buscaba mis pantuflas—. ¿Será Tobi? —pensar en la posibilidad de que así fuera espantó el sueño que me quedaba—. No puede ser, él es un flojo. Aunque —me senté en el borde de la cama—. Tal vez estaba demasiado ansioso y no podía esperar más para verme —me levanté—. Pero yo sigo en pijama.

—¡Matt! —mi madre abrió la puerta—. Levántate pues, ¿no te da pena?

—¿Por qué abres así? ¡Podría estar desnudo!

—¿Por qué no contestas para al menos saber que estás vivo?

Mi madre se alejó de la entrada.

—¡Matt! ¡Cuéntamelo todo! —Luna se lanzó sobre mi cama—. A ver, dime qué pasó con el rubio idiota y detestable. ¿Te dijo que te amaba? ¿Te besó apasionadamente? ¿Hicieron cositas?

—¿Por qué estás aquí a las seis de la mañana?

—Una pregunta no se responde con otra —contestó la chica poniendo sus manos bajo su cabeza—. Santi y yo vinimos a traer un gato y ya que no quería escuchar lo ocurrido de boca del rubio pedante, decidí venir primero aquí.

—¿Tú crees que Tobi hable de lo que ocurrió? —me sentí un poco apenado.

—Quiera o no le sacarán la información. Tú sabes cómo es Santi.

Recordé los años que compartí clases con Santiago, él siempre se enteraba de todo. Yo no sabía cómo lo hacía, pero los demás decían que sus métodos eran algo turbios.

—Entonces, ¿qué pasó?

La voz de Luna me sacó de mis pensamientos.

—No pasó nada del otro mundo, solo pues le dije que también me gusta y pues—una sonrisa se dibujó en mis labios—.Casi nos damos un beso.

—¿Casi? ¿Cómo que casi? ¿Tanta esperadera y no fue capaz de darte un beso? No es que ese Tobi es un pendejo. ¿Y hoy se verán? Me imagino que sí. Bueno, tienen que aprovechar los días que tú estés aquí.

Por unas horas había olvidado por completo que tendría que volver a Alemania. Mis pensamientos habían estado tan enfocados en Tobi, que no quería ni imaginar cuando tuviéramos que despedirnos. No podríamos pasar muchos días juntos y eso me entristecía.

—No pongas esa cara, más bien alístate rápido porque tiempo es lo que no hay. ¿Qué harán?

—La verdad no hemos planeado nada. Ni siquiera hemos fijado una hora de encuentro. Creo que como tal ni planeamos una cita de manera clara. Solo le dije que le entregaría su regalo y ya.

—Bueno pues saca tu celular y escríbele, toma la iniciativa como ayer. Mira que él ya se esforzó mucho contigo, es hora de que tú también le demuestres interés, ¿no crees?

Luna tenía razón. Tobi siempre había sido el que estaba detrás de mí, el que me había hecho sentir importante, el que demostraba con acciones y palabras lo que sentía por mí. Ahora era mi turno, yo tenía que demostrarle que era cierto lo que habíamos hablado ayer y que estaba seguro de lo que sentía por él.

—Le escribiré que nos veamos frente al cole a las nueve.

—Me parece perfecto.

Luna me ayudó a escoger la ropa. Luego de bañarme y alistarme desayuné con ella y mi madre. Pasadas unas horas tomé el celular para ver si Tobi me había contestado. "Allá te veo", había escrito al instante.

—¿Qué te dijo? —preguntó Luna.

Mi madre volteó a verme con interés.

—Quedamos de vernos frente al cole en —miré el reloj—. Treinta minutos —ambas se miraron y luego dirigieron sus ojos hacia mí—. No me miren así que me ponen nervioso. Creo que será un día raro.

Cuando terminamos de desayunar y charlar nos levantamos de la mesa. Luna se despidió, pues Santiago le había escrito que la esperaban en la casa de los papás de Alex para almorzar. Yo fui al baño a cepillar mis dientes y a terminar de alistarme. Antes de salir empaqué lo que le había traído a Tobi y me despedí de mi madre. Ella dijo que se vería con unas amigas y que probablemente cuando yo volviera a casa ella no habría regresado.

El colegio me quedaba muy cerca, a Tobi no tanto. "Ojalá no tarde mucho en llegar", pensé. Lo más probable era que tuviese que esperarlo un par de minutos, ya que no habíamos fijado la hora con tiempo y no estaba seguro de a qué hora Tobi había visto mi mensaje.

Caminé despacio, tratando de darle tiempo. Pasados diez minutos de la hora estipulada me hallaba frente al colegio. No había rastro de Tobi por ningún lado. Me recosté contra el muro de las escaleras y saqué el celular para llamarlo.

Un suave quejido llamó mi atención. Recorrí el lugar con la mirada y frente a las escaleras vi a Tobi sentado en el suelo, luego se acostó boca arriba y miró su celular. Mi celular vibró en mis manos, casi lo dejo caer.

Tobi: ¿Dónde estás?

No contesté. Me quedé observándolo un instante. No despegaba la mirada de la pantalla del celular y parecía escribir y borrar los mensajes, ya que bajo su nombre en la ventana del chat aparecía la palabra "escribiendo..." y no enviaba nada.

Tobi: ¡Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaatt!

Tobi: Al menos dime algo, ya me estoy preocupando.

El rubio se sentó. Mi celular vibró, me estaba llamando. Contesté luego de dejarlo vibrar un poco.

—Hola, Tobi —hablé en voz baja—. Perdona es que me quedé hablando con mi madre y se me hizo tarde. En serio qué pena contigo, trataré de llegar rápido. ¿Ya llegaste?

Tobi se puso de pie y desapareció de mi vista, supuse que se había sentado en un escalón.

—N-no. Te llamaba era para decirte que iba un poco tarde y disculparme contigo. Es que llegó un gato a la casa y me quedé jugando con él. Pero bueno, al menos no te he hecho esperar.

Colgué y caminé hacia la escalera.

—¿Hola? ¿Matt? —me acerqué despacio y en silencio—­. Seguramente ya se arrepintió —lo escuché decir—. Y yo aquí desde las ocho y media.

—¿Desde las ocho y media? —se me escapó sin quererlo.

El rubio se levantó al instante.

—M-Matt, ¿escuchaste lo que dije? —bajó los pocos escalones que habían frente a él—. Solo pensaba en voz alta, acabo de llegar. Tú sabes que a veces no soy muy cumplido.

—En serio perdón, yo haciendo la maña que para no tener que llegar a esperarte.

—No pasa nada, solo fueron quince minutos después de la hora de la cita. Significa que llegaste a tiempo, si fuera una clase el profe te dejaría entrar. O al menos aquí, no sé si donde tú estudias también. Porque sé que allá las cosas son muy diferentes —Tobi miraba hacia los lados, evitando hacer contacto visual conmigo—. Es que sí he escuchado que son más estrictos, porque aquí hay gente que sin pena hasta entra una hora después a la clase. A mí me daría vergüenza, me he vuelto más puntual por eso. Y bueno también es que no quería llegar tarde o estar corriendo en el camino. Además, Alex y Santiago estaban en la casa y no quería estar de violinista, llegué temprano porque me tocó salir temprano de la casa. No te preocupes por eso. De cualquier modo pude dormir mientras te esperaba —¿estaba durmiendo en las escaleras? Por eso se había caído—. Espero se me hayan quitado un poco las ojeras, Alex y Santiago decían que parecía un fantasma. ¿Parezco un fantasma? —no paraba de hablar, se notaba que estaba nervioso—. Dime que no, porque traje estas gafas de sol para disimularlo —se las puso. Yo no pude evitar sonreír—. ¿Me veo peor? Lo sabía, ya no me quedan cool —las guardó en el bolsillo de su chaqueta.

—Tobi —tomé su mano. El soltó la mía y comenzó a frotar sus manos contra su ropa—. ¿Pasa algo?

Se veía muy pálido.

—No, solo que mis manos están sudando y me da pena contigo.

—Las mías también, no te preocupes tanto por eso —yo hice lo mismo con mi ropa—. Creo que ya —miré mis manos y luego volví a mirar a Tobi, apenas sintió mi mirada desvió la suya hacia el cielo—. ¿Las tuyas ya? Déjame ver —tomé una de sus manos—. Parece que sí —él estaba a punto de alejarla de nuevo cuando puse la mía frente a la de él—. Tu mano es un poco más grande que la mía, aunque mis dedos son más largos y flacuchos —Tobi se quedó viendo nuestras manos y al fin pude verle una sonrisa—. O más bien tus dedos son gorditos.

—¿Mis dedos gordos? —por fin me miró a los ojos—. Claro que no, mis dedos son proporcionales a mis manos, son perfectos. Ni gordos, ni flacos. Los tuyos son flacuchos.

Nos miramos fijamente a los ojos en silencio. Aunque antes de ver a Tobi me sentía extremadamente nervioso, al tenerlo frente a mí no sentía más que tranquilidad. Sin embargo él parecía muerto del susto. Nunca lo había visto así.

—Siento haber llegado tarde y hacerte esperar tanto.

—No te preocupes —de nuevo su mirada huyó—. ¿Quieres ir a cine?

—¿A cine? —pensé en qué películas había en cartelera.

—¡No a cine no! —dijo casi en un grito—. Perdón, a cine no. No hay películas buenas. ¿Quieres ir a comer o a un parque? ¿O qué quieres hacer? También podemos ir a un museo, no sé. ¿Qué se te ocurre?

—Vamos a mi casa —contesté—. La verdad solo quiero recostarme a escuchar música y hablar. Podemos ver algo más tarde y pedir algo rico para comer.

—B-bueno, como quieras.

—Vamos —tomé su mano, estaba sudando. Tobi se detuvo, yo me giré hacia él—. ¿Qué pasa?

Dirigió sus ojos hacia nuestras manos y luego negó con la cabeza y me siguió.

Narra Tobi

Cuando leí el mensaje de Matt me puse las gafas de sol, corrí por mis cosas y salí del apartamento. Ni siquiera me despedí de Santiago y Alexander que estaban concentrados con el gatico. Lo único que quería era llegar y ver a Matt, abrazarlo y no soltarlo nunca más.

Al llegar a la parada del bus me di cuenta de que había olvidado la lista.

—No puede ser —dije en un suspiro—. En fin, lo saludo, lo abrazo, le digo que vayamos al parque o a comer algo, al cine no. No quiero que piense cosas raras, ese plan no es para una primera cita. ¿O sí? —una señora que se hallaba de pie frente a mí me miró extrañada, supongo que pensaría que estaba loco por hablar solo en voz alta—. Buen día —dije apenado, la mujer sonrió.

—El cine no es una mala idea para una primera cita, pero puedes pensar en un plan mejor. Ese es el plan que todos proponen —el bus paró frente a nosotros—. ¿No sería mejor un museo? —dijo antes de subirse al bus.

Miré el número del bus, no era el que me servía. El vehículo arrancó.

—¿Un museo? Supongo que a Matt le deben encantar esos lugares —iba a anotar la palabra en mi celular cuando mi bus paró y abrió sus puertas frente a mí. Guardé el celular y me subí—. Buenas tardes —le dije al conductor.

En unos cuantos minutos me hallaba frente al colegio. Miré el reloj, eran casi las ocho y media.

—Llegué demasiado temprano —murmuré—. En fin —busqué las escaleras y me senté. Miré hacia el cielo—. Qué día tan picho, va a llover y yo con gafas de sol. Debo verme hasta tonto —saqué mi celular para mirar la hora de nuevo, había pasado un minuto apenas—. ¿Qué voy a hacer mientras? No traje nada para distraerme. Ojalá Matt no tarde tanto.

Tenía sueño, no había dormido nada la noche anterior. Cerré mis ojos y recosté mi cabeza sobre mis rodillas. En menos de nada me quedé dormido.

—Hola, Tobi. Llegaste temprano —miré la hora. Eran las nueve en punto.

—¡Matt! —me levanté en seguida y lo abracé—. Qué lindo te ves. ¿Vamos al museo de arte contemporáneo? Escuché que hay una exposición especial sobre memoria, historia y resistencia.

—Suena genial. Vamos —contestó sonriente.

—Espera, Matt —lo tomé del brazo—. Dijiste que tenías un regalo para mí, ¿recuerdas? Que era el mejor regalo del mundo, ¿cuál era?

—¿El mejor regalo del mundo? —Matt se sonrojó—. No te lo diré todavía.

Me acerqué a él.

—Bueno, esperaré. Aunque yo también tengo un regalo para ti, te lo quería dar ayer, pero te fuiste.

—Sabes que ayer tenía que irme porque...

No lo dejé hablar más e hice lo que había esperado hacer por tanto tiempo. Lo besé. Cuando abrí mis ojos, todavía con mis labios haciendo contacto con los suyos, vi que él tenía sus ojos cerrados, por alguna razón eso me hizo sentir feliz y volví a cerrar los míos. Cuando nos separamos Matt dijo algo que no pude entender. Había un ruido horrible de fondo que no me dejaba escuchar nada. De pronto todo se puso negro y cuando abrí los ojos nuevamente me encontraba acurrucado en el suelo.

—¿Qué pasó? —me dolían las rodillas y un codo—. "Debí quedarme dormido en las escaleras, me pegué duro. ¿Será que me raspé?" pensé girando mi cuerpo y recostándome para mirar mi celular. Tenía una llamada perdida de Matt—. Ya pasaron diez minutos después de las nueve —susurré—. ¿Será que no vienes? —Matt solía ser muy cumplido. Le escribí y no contestó, aunque salía que sí había leído el mensaje—. No viene —dije en un tono muy bajo y me sentí triste—. Aunque al menos deberías avisarme —me senté molesto y lo llamé.

—Hola, Tobi —¿tan tranquilo contestaba? "¿No vas a venir verdad?" pensé decirle, pero guardé silencio—. Perdona es que me quedé hablando con mi madre y se me hizo tarde. En serio qué pena contigo, trataré de llegar rápido.

Me levanté del suelo y volví a ubicarme en las escaleras. Yo no era siempre la persona más cumplida del mundo, pero cuando a uno le importa alguien uno no lo deja esperando, no se juega con el tiempo de las personas. ¿No le importaba a Matt?

—¿Ya llegaste? —preguntó el castaño.

Aunque estaba molesto lo único que quería era verlo.

—N-no. Te llamaba era para decirte que iba un poco tarde y disculparme contigo —no le diría que había llegado tan temprano, me parecía vergonzoso. Además mi padre siempre decía que no había que demostrar tanto interés porque las personas se aprovechaban o se aburrían. Aunque ya era tarde para pensar en ello, ya le había demostrado demasiado interés a Matt. Y tampoco era como que los consejos de mi padre me parecieran dignos de seguir. Él también decía que si uno trataba mal a las personas más lo querían. ¿Tenía siquiera sentido? Para mí no—. Es que llegó un gato a la casa y me quedé jugando con él. Pero bueno, al menos no te he hecho esperar —agregué tratando de inventar una excusa.

No escuché nada más del otro lado.

—¿Hola? ¿Matt? — Matt había colgado. "De verdad no le importo" pensé con tristeza. Mis ojos se aguaron, me quité las gafas para limpiarme—­. Seguramente ya se arrepintió —dije en un murmuro—. Y yo aquí desde las ocho y media —me sentía triste y enojado, más triste que enojado.

—¿Desde las ocho y media?

Me levanté y encontré a Matt frente a mí. Al verlo toda la tristeza y el enojo se esfumaron, aunque eso no implicó que me sintiera del todo bien, ambas emociones fueron reemplazadas por unos nervios incontrolables. Enseguida comencé a sentir que sudaba, que en mi garganta se había formado un fuerte nudo y que en mi estómago todo lo que había comido se revolvía. Era peor que el día en el que había hecho el examen de ingreso de la universidad, incluso peor que mi primera entrevista de trabajo.

—M-Matt, ¿escuchaste lo que dije? —dije con la voz entrecortada—. Solo pensaba en voz alta, acabo de llegar. Tú sabes que a veces no soy muy cumplido —no quería que Matt supiera que había llegado tan temprano.

—En serio perdón, yo haciendo la maña que para no tener que llegar a esperarte.

Traté de desviar el tema. De decirle que no había problema, que no había llegado temprano por voluntad propia, sin embargo, solo conseguí demostrarle lo nervioso que estaba con un montón de palabras innecesarias.

—Tobi —Matt tomó mi mano sudada y no pude evitar sentir vergüenza, por lo que la quité con brusquedad. El chico me miró extrañado y me preguntó si pasaba algo. Yo me estaba muriendo de los nervios y la pena. No sabía qué hacer, ni qué decir, no quería parecer tonto frente a él. Además estaba sudando y eso solo me hacía sentir desagradable—. No, solo que mis manos están sudando y me da pena contigo —me limité a limpiar el exceso de humedad de mis manos con mi ropa.

—Las mías también, no te preocupes tanto por eso —Matt hizo lo mismo que yo—. Creo que ya —tener a Matt frente a mí luego de lo que había pasado el día anterior seguía pareciendo algo irreal. Él seguía viéndose igual que antes de irse para Alemania, sin embargo, ahora lo veía más seguro que antes y eso solo lo hacía ver más lindo. Si lo hubiera conocido de esa forma me habría parecido totalmente inalcanzable, si ya lo consideraba imposible, que me hubiese dicho que sentía lo mismo que yo tenía que ser un sueño—. ¿Las tuyas ya? Déjame ver —el chico tomó una de mis manos—. Parece que sí —por un instante me sentí muy asustado. Todo era muy extraño. Estaba por soltar su mano de nuevo cuando él puso su mano frente a la mía y comenzó a compararlas. Sus dedos eran más delgados y largos que los míos, supongo que por eso se le facilitaba tocar algunos instrumentos. Él acentuó esa comparación, agregando que mis dedos eran regordetes. Yo le repliqué, mis dedos eran normales, nunca me habían dicho que fuesen gorditos.

Se hizo el silencio. Yo quería decir mil cosas, pero de mi boca no salía ni una palabra.

—Siento haber llegado tarde y hacerte esperar tanto —al fin dijo él.

—No te preocupes —traté de recordar mi lista—. ¿Quieres ir a cine? —dije de forma casi impulsiva. "Primero debías abrazarlo y quedaste en que el cine no era una buena idea" me regañé en mi cabeza.

—¿A cine?

Al ver que Matt se había quedado pensativo comprobé que el cine era realmente una mala idea. Ya podía imaginar lo que pasaba por su cabeza: "Tobi es un pervertido que quiere llevarme a un lugar oscuro para aprovecharse de mí".

—¡No a cine no! —grité al concebir esas ideas. No quería que Matt pensara mal de mí. Matt frunció su ceño con preocupación—. Perdón, a cine no. No hay películas buenas. ¿Quieres ir a comer o a un parque? ¿O qué quieres hacer? También podemos ir a un museo, no sé. ¿Qué se te ocurre?

Recordé a la mujer del autobús. Definitivamente el museo era la mejor idea.

—Vamos a mi casa —Matt ignoró todas mis ideas. Supuse que luego de mi propuesta de cine, él solo querría estar en un lugar donde no pudiera pasa nada. Sara estaría allá y probablemente ni siquiera estaríamos un minuto solos—. La verdad solo quiero recostarme a escuchar música y hablar. Podemos ver algo más tarde y pedir algo rico para comer.

—B-bueno, como quieras —probablemente Matt ya pensaba mal de mí.

—Vamos —agarró mi mano sudada y me jaló. Yo me quedé quieto—. ¿Qué pasa?

Pasaban muchas cosas. Estaba que me daba un infarto. Tomar la mano de Matt era algo que había soñado por tanto tiempo y ahora que era real era demasiado. Todo estaba pasando tan rápido y de manera tan inesperada que sentía que mi corazón no podía soportarlo. "Me va a dar algo" pensé en tanto negaba con la cabeza y daba mis primeros pasos tras él.

En el camino estuvimos en silencio. Yo mantuve mi mirada en el suelo, podía sentir que por ratos Matt me miraba.

—Qué bueno que no llovió. Yo no llevaba paraguas y veo que tú tampoco —dijo el castaño—. ¿Pensabas que iba a hacer sol? —tomó las gafas de sol que llevaba en mi chaqueta.

Volteé a verlo.

—Uno no sabe cuándo las pueda necesitar, ahora siempre las cargo.

—Póntelas —Matt se detuvo, soltó mi mano y me puso las gafas—. Te ves rudo —sonrió, su sonrisa era lo que más me gustaba de él—. Si te viera con ellas por la calle pensaría "es un chico malo. Se ve egocéntrico, fastidioso y pedante", lo mismo que pensaba cuando te conocí aunque no las llevaras puestas —me las quitó—. Sin las gafas ahora ya no te ves así.

—¿Cómo me veo?

—Como alguien dulce y sensible —volvió a tomar mi mano—. Yo supongo que al conocerme pensabas que era un tonto, llorón y debilucho.

—Sí y todavía lo pienso —reí. Ya comenzaba a sentirme más tranquilo.

—¿En serio? —el chico entrecerró sus ojos.

—Claro que no. Al principio solo pensé que eras un fastidio, que eras demasiado amable y por eso no podía confiar en ti —Matt abrió sus ojos con sorpresa—. Me estresaba que fueses tan correcto.

—¿Querías que fuera un maldito h p?

Reí en tanto negaba con la cabeza.

—En realidad no sé qué quería. El caso es que luego me di cuenta que tu amabilidad no ocultaba falsedad, que no era una máscara para agradar. Que simplemente se trataba de empatía.

Sentí un apretón en mi mano.

—Después me enteré de que te gustaban los hombres y pensé que me lo ibas a pegar, lo cual fue tonto porque pues simplemente me ayudó a descubrir quién era yo realmente —Matt no dejaba de mirarme fijamente mientras caminábamos—. Lo que sí me pegaste fue lo demás, parece que las cosas buenas son contagiosas.

Conocer a Matt me había hecho una mejor persona.

—O tal vez solo te ayudé a quitarte la máscara de chico malo, pedante e insoportable —dijo él—. Desde la primera noche que te acercaste a pedir mi ayuda comencé a sospechar que ese no era el Tobi real.

Llegamos al apartamento.

—Pasa —el chico abrió la puerta—. ¡Hola, Má! —gritó sin obtener respuesta—. Supongo que ya se fue. ¿Si desayunaste?

—Sí.

Matt entró a su habitación, yo lo esperé en la sala.

—Mira lo que te traje.

—¿Cerveza? —"supongo que en Alemania se la habrá pasado emborrachándose y pensará que yo hice lo mismo" pensé—. G-gracias.

Cuando la tomé noté que dentro de la jarra no había cerveza sino gomitas.

—¡Qué rico! —grité con emoción. Me encantaban las gomitas—. Con tu permiso —saqué la primera—. ¿Quieres? —Matt asintió con la cabeza y sacó una.

—Son muy ricas, ¿no?

Yo hice un ruido de afirmación. Matt se sentó junto a mí.

—¿Y superó el otro regalo que dijiste haber recibido?

Recordé nuestra conversación de WhatsApp.

—Tal vez, déjame pensarlo —lo miré fijamente por un par de segundos y luego miré la jarra—. No lo sé, casi, pero no.

Matt puso su mano en una de mis mejillas y la acarició, luego acarició mis labios y en ese momento sentí como si por un instante mi corazón se hubiese detenido. Quería hablar, pero no salían las palabras. Tampoco pude mirarlo a la cara.

—¿Estás nervioso? —preguntó Matt.

Negué con la cabeza.

—¿Qué quieres escuchar? —el castaño se levantó y caminó hacia el equipo de sonido.

—No sé, lo que quieras.

Matt encendió el aparato y comenzó a sonar una canción que yo no conocía.

—¿Has escuchado My Universe de Coldplay y BTS? Salió hace poco —negué con la cabeza—. Es muy bonita —agregó acercándose a mí—. Te la dedico —no pude evitar sonrojarme.

—¿Q-qué dice? —inquirí con curiosidad, podía entender algunas cosas, pero no todo.

Matt no contestó y me hizo levantar.

—Bailemos.

—¿Eso se baila?

—Todo se puede bailar —me era imposible moverme. No sabía qué hacer—. Yo no sé bailar, pero tengo ganas de hacerlo ahora y no me da pena contigo.

—Matt...

El chico me abrazó.

—Dice que haces que mi mundo se ilumine.

—¿Qué?

—La canción. Dice "You make my world light up inside".

—Suena muy bonita —respondí nervioso. Matt tenía su cabeza recostada en mi pecho y me abrazaba con fuerza—. T-también decía algo como cuando estoy sin ti me vuelvo loco —agregué tratando de parecer menos nervioso.

—Yo casi me vuelvo loco en Alemania —alejó su cabeza de mi pecho—. Pensé que realmente me habías olvidado.

Negué con la cabeza.

—Gracias —me miró fijamente a los ojos y se acercó más a mí.

—¿Por qué me agradeces?

—Porque me esperaste —por un par de segundos sentí sus labios besar los míos con timidez. Fue solo un pico que no duró mucho. Yo quedé petrificado, Matt se alejó y sus mejillas se pusieron coloradas—. Creo que ahora sí me puse nervioso —miró hacia el suelo.

Iba a darme la espalda cuando puse una de mis manos en su mejilla y lo besé. Esta vez no se trataba de un pico, era un beso de verdad. El beso que había soñado darle desde el momento en el que descubrí que me gustaba. Matt puso sus manos en mi cintura y cuando intenté separarme de él, él continuó besándome.

Cuando nos separamos ambos sonreímos y nos sentamos en el sofá.

—¿Sigues nervioso? —preguntó el castaño. Yo asentí con la cabeza—. Yo también —agregó en una risita—. ¿Ese beso significa que ya somos novios?

Su pregunta me tomó totalmente desprevenido. ¿Novios? ¿Quería Matt realmente ser mi novio? No respondí, me limité a mirar al suelo.

—Solo bromeaba, le dije a mi madre que era muy pronto para ello y ella dijo: ¿los vas a hacer esperar más? Sabía que debía al menos esperar un par de semanas, a la próxima confiaré en mis...

—Matt —interrumpí—. ¿Sabes cuánto he esperado por esto? No puedo esperar más, obviamente quiero ser tu novio. ¿Tú quieres que esperemos más?

—N-no.

—Entonces, ¿quieres ser mi novio?

El castaño asintió con la cabeza.

—Esto es tan raro —dije mirando su cara de confusión.

—Demasiado.

—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —no sabía cómo proceder. Habíamos sido amigos por tanto tiempo que me resultaba extraño pensar en actuar como novios, incluso si había imaginado mil encuentros amorosos en el pasado, la realidad era más difícil—. No sé, podemos...

Matt me calló con un beso.

—Podemos besarnos mientras se nos ocurre qué más hacemos —dijo el chico volviendo a posar sus labios en los míos. 

https://youtu.be/3YqPKLZF_WU

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