Capítulo 70

Narra Matt

—Así que mañana es el día.

—S-sí, mañana —despegué la mirada de la maleta y la dirigí hacia mi madre, quien se encontraba recostada contra el marco de la puerta de mi habitación—. Estoy nervioso —confesé con voz temblorosa. Cuando vi que mi madre estaba a punto de llorar no pude evitar romper en llanto.

En el momento en el que sentí las primeras lágrimas en mis mejillas cubrí mi rostro con mis manos. Segundos después sentí los brazos de mi madre rodeándome.

—Te voy a extrañar mucho, hijo. Espero poder ir también, pero si no es así recuerda que siempre estaré para lo que necesites —asentí con la cabeza—. Tienes que cuidarte mucho. Comer bien y no te diré que no salgas mucho, ni que no te diviertas, pero sabes que debes tener mucho cuidado por allá, ¿cierto? Es un lugar nuevo, no conoces a nadie. Ten mucho cuidado con quienes te relacionas y trata de evitar peligros innecesarios, hijo —alejé mi cabeza del pecho de mi madre—. ¿Lo prometes?

—Sí, mamá. Tú sabes que yo soy muy prudente. Yo estaré bien —la abracé—. Y tú también tienes que estar bien, má. ¿Lo prometes?

Su llanto desconsolado me estrujó el corazón.

—Te voy a extrañar mucho, hijo. ¿Te imaginas yo aquí toda sola? —no quería dejar a mi madre, no me sentía preparado para estar tan lejos de ella. Nunca nos habíamos alejado tanto—. Pero estaremos bien —besó mi frente—. Estoy muy feliz y orgullosa de ti. Sé que lo harás bien —me soltó y pasó sus dedos pulgares por mis mejillas—. Ahora a empacar. No vayas a olvidar nada.

Me dirigí hacia el armario para continuar sacando la ropa que quería llevar. Puse todo sobre la cama y cuando me iba a poner a doblar la ropa sonó el timbre.

—¿Quién será? —mi madre me miró extrañada—. Voy a ver.

Seguí organizando mi equipaje. Para subirme un poco el ánimo puse música.

—Dramama Ramama Ramama hey —comencé a cantar mientras doblaba y empacaba—. Dramama Ramama Ramama hey —seguí cantando y luego murmurando cosas ininteligibles, tal vez hasta invocando al diablo, pues no sabía coreano—. No way not funny —tomé unas medias y las hice rollito, lo acerqué a mi boca y simulé que era un micrófono—. Daydream.

—Matt —la puerta se abrió sin darme tiempo para reaccionar y cuando me di cuenta en la puerta estaba mi mamá y Tobi mirándome y apunto de reír—. En mis cajones hay un micrófono, hijo.

Alejé las medias de mi rostro, las doblé y las metí en mi maleta.

—Si la puerta está cerrada es por algo —dije con las mejillas ardiendo.

—No te enojes, Matt. Por allá en Alemania te va a hacer falta que tu mamá irrumpa en tu habitación sin aviso —mi madre puso unas camisas en mi maleta y luego salió de la habitación.

—No lo creo —grité. Como respuesta solo escuché una risa—. Hola, Tobi. ¿Qué haces aquí?

Desde el día del grado no nos habíamos vuelto a ver.

—Hola, Matt —el chico entró en la habitación y se sentó en la silla del escritorio—. Solo pasaba por aquí y pensé en que sería buena idea entrar a saludar. Mañana te vas, ¿cierto?

—Sí —un silencio incómodo se apoderó del lugar—. ¿Y cómo te fue ese día? ¿Qué comieron al fin?

—La mamá de Irene hizo su arroz especial. Es como oriental, la verdad no sé exactamente de dónde sea, pero es delicioso. También partieron una torta de chocolate. Todo estaba muy rico.

—¿La mamá de Irene? —inquirí desconcertado. ¿Por qué Tobi había terminado allá?—. Pensé que irían a comer a un restaurante, ¿Irene los invitó a último minuto o llegaron allá de improvisto?

—¿Llegar sin invitación? Cómo se te ocurre siquiera pensarlo, ella me llamó y me invitó.

—¿Y llevaste a Allan?

—No, qué tal. Qué pena. Tras de que lo invitan a uno llevar más personas. Además, ¿por qué lo llevaría? Ni siquiera nos vimos ese día.

Me sentía muy confundido. ¿No se supone que iban a comer juntos? ¿A caso Tobi me había mentido? Y de ser así, ¿por qué hacerlo? ¿A caso no quería pasar ese momento con nosotros? De alguna manera habíamos sido muy cercanos, casi como familia.

—Pensé que ibas a comer con Allan. Eso fue lo que me dijiste.

En ese instante Tobi abrió sus ojos con sorpresa y arrugó su frente.

—¿Me mentiste?

El rubio negó con la cabeza.

—¡Me mentiste, Tobi! ¿Por qué? —me senté en el borde de la cama.

—N-no lo sé, Matt. Solo pensé que no sería una buena idea ir a comer con ustedes.

Una parte de mí se sentía molesta por la mentira y por el desplante de Tobi, pero otra se alegraba de que el rubio no se hubiera visto con Allan ese día.

—Pudiste decirme y ya. En lugar de inventar que te ibas a ver con ese chico.

—Tienes razón. Lo siento Matt —Tobi era incapaz de mirarme a la cara—. Como sea. ¿Cómo te fue a ti?

—Bien. Todo estuvo bien —"aunque hubiera sido mejor si hubieses ido conmigo", pensé en tanto lo miraba de reojo—. La comida estaba deliciosa. Mi padre fue muy amable. Todavía no me acostumbro a que se porte así conmigo. De verdad que su nueva familia lo cambió —sonreí.

—Me alegra mucho escuchar eso, Matt —Tobi se levantó de la silla—. Veo que tienes mucho por organizar —se acercó a la cama—. ¿Quieres que te ayude?

Asentí con la cabeza.

—Pero cambia la música —señaló el computador con su cabeza—. Algo que nos sepamos ambos porque con la que tienes solo tú cantas.

—Tampoco es como que me las sepa —reí a tiempo que me levantaba para cambiar la lista de reproducción—. ¿Esta está bien?

—I remember when... —canté—. I remember, I remember when I lost my mind —cantamos al unísono—. There was something so pleasant about that place...

Con la ayuda de Tobi terminamos de empacar rápido. Cuando cerré la última maleta y la puse junto a la puerta, el rubio se tiró boca arriba sobre mi cama.

—¿Te acuerdas cuando te despertaba a media noche y me tenías que abrir un campito en tu cama? No ha pasado mucho tiempo, pero se siente como si hubiera sido hace una eternidad —caminé hacia mi cama y me senté en la orilla—. Puede que te suene tonto, pero extraño esos días.

—¿Cómo olvidar al Tobi frágil que se escondía detrás del fastidioso, desagradable, odioso, prepotente, absurdo, idiota...

—¡Oye! —Tobi me jaló y caí acostado junto a él.

—¿Cómo olvidar el enemigo que me gané solo por cruzar la puerta de su casa?

Ambos reímos.

—Qué vergüenza ese chico —dijo Tobi en voz baja—. Y qué rabia me da ese chico. De verdad. Tal vez fue él el que echó todo a perder.

—No seas tan duro con él. Lo que echó a perder ya lo arregló —giré mi rostro hacia él. Tobi tenía el rostro cubierto con su antebrazo.

—No todo —podía ver sus labios temblar.

—¿Por qué lo dices?

—No importa —alejó su brazo de su rostro y volteó a verme—. Aquí estamos —sonrió por un instante, luego su expresión se tornó seria, un tanto triste—. Creo que te voy a extrañar mucho, Matt —suspiró.

—Yo también te extrañaré, Tobi.

Por un par de minutos estuvimos en silencio, mirándonos fijamente. Por mi mente pasaron un sinfín de ideas, de cosas que quería decir, de otras que quería hacer. "Me gustas, Tobi", "Creo que te quiero y no como un amigo, tampoco como un hermano", "¿Me esperarías?".

—Matt —la voz de Tobi me sacó de mis pensamientos. El chico se sentó—. Espero te vaya muy bien en el viaje. Me escribes apenas puedas para saber que llegaste bien. Espero podamos hacer llamada de vez en cuando, no tiene que ser a diario, ni semanal. Cuando tengas tiempo y cuando quieras.

—Estoy nervioso. Nunca he hecho un viaje tan largo —me senté también.

—Me mandas fotos —Tobi no dejaba de sonreír, aunque podía notar que sus ojos estaban llorosos—. No creo que pueda ir mañana a despedirte al aeropuerto, por eso estoy aquí hoy. Quiero despedirme de una vez.

—Está bien.

—Gracias por todo, Matt. No sabes cuánto tengo por agradecerte, tu madre y tú se volvieron una parte muy importante en mi vida. Ustedes han sido la familia que nunca tuve. Siempre estaré agradecido y siempre estaré aquí para lo que necesiten.

Yo era incapaz de contestar, sentía un nudo en la garganta y estaba seguro que en el momento en el que intentase decir algo rompería en llanto.

—Y tú —su voz sonaba entrecortada—. Sabes que siempre te llevaré aquí —puso sus manos en el pecho—. Gracias a ti descubrí y aprendí muchas cosas. Ahora sé quién soy, sé lo que quiero y lo que no quiero ser, me ayudaste a ser mejor persona y a desechar esa máscara odiosa, desagradable, prepotente —soltó una risita—. ¿Qué más dijiste?

—Idiota —dije y un par de lágrimas se escaparon por el rabillo de mis ojos.

—Idiota, sí —agregó en una sonrisa—. Siento mucho si fui malo contigo. Nunca podré perdonarme por los malos momentos que te hice pasar. Creo que si pudiera cambiar algo de mi pasado sería el haberte hecho daño.

—No te culpes por esas cosas, Tobi. Ya ni me acordaba de esos tiempos.

—Gracias por todo —dijo antes de abrazarme y romper en llanto. Yo no pude evitar hacer lo mismo.

—Tobi yo...

Sentía que las palabras que no era capaz de decir comenzaban a ahogarme. Pero aunque quería y necesitaba decirlas estaba tan asustado que me era imposible. Ni siquiera lograba entender mi miedo. ¿Por qué no podía solo decirle a Tobi que me gustaba? ¿Acaso no me sentía del todo seguro de ello? ¿Qué era lo que me detenía? No quería ilusionarlo y luego herirlo, tampoco quería que nuestra amistad se arruinara y luego no pudiéramos ser nada de nada. Además, pensar en la distancia me hacía creer que era innecesario hablar de ello con Tobi. ¿Una relación a distancia funcionaría? No me parecía posible y menos teniendo a Allan tan cerca. Ese chico estaba interesado en Tobi y probablemente aprovecharía mi ausencia para ganarse su corazón.

—Matt —Tobi tomó mi mano y la apretó—. No te preocupes —con su otra mano secó mis lágrimas—. Sé lo que quieres decir y no es necesario. Ya lo has repetido muchas veces. No te preocupes, yo te voy a olvidar. Bueno, olvidaré esos sentimientos que no debería tener por ti, a ti no puedo olvidarte —sonrió—. Espero podamos seguir siendo amigos por muchos años más.

Las palabras de Tobi, junto con los pensamientos que me acosaban, me hicieron sentir un poco mareado.

—Pero, Tobi...

La puerta de la habitación se abrió de nuevo. En la puerta estaba mi madre con una bandeja en la mano.

—No me vayas a reclamar nada, Matt. Debo aprovechar el último día que te tendré aquí —Tobi se levantó y ayudó a mi madre con lo que había en la bandeja—. Matt nos abandona, Tobi. ¿Vendrás a visitarme más seguido?

—Claro que sí, Sara. Aquí me tendrás molestándote siempre que pueda.

Al ver a mi madre y a Tobi frente a mí volví a llorar, pero esta vez de manera desconsolada. Me sentí triste y molesto. No quería alejarme de mis seres queridos, pensar en que no los tendría conmigo todos los días me asustaba y me rompía el corazón. Por otra parte, mi incapacidad para hablar de mis sentimientos me enfurecía. ¿Por qué no podía solo decir lo que sentía?

—No llores, hijo —mi madre se sentó junto a mí y me abrazó.

—Los voy a extrañar mucho.

Narra Tobi

—Voy o no voy —miré el reloj. Ya eran las cuatro de la tarde—. ¿Será que voy? —me sentía muy ansioso. Mis manos sudaban y no podía dejar de caminar de un lado a otro—. Ya sé —busqué en el cajón de mi mesa un dado—. Si sale par voy, si sale impar no voy —tomé un profundo respiro, cerré mis ojos y lancé un dado.

Los abrí lentamente. El dado mostraba un tres.

—El tercer tiro es el que cuenta —tomé el dado y lo volví a tirar. Salió un uno. Lo agarré de nuevo. Cerré mis ojos y lo lancé por última vez. Abrí un solo ojo primero, luego ambos—. Un seis —sonreí—. Voy —corrí hacia el baño y me lavé la cara y las manos—. Matt se va mañana. Se va mañana.

Estaba seguro de que no sería capaz de ir a despedirme al aeropuerto. No era lo suficientemente fuerte para verlo alejarse y saber que no volvería a verlo quién sabe en cuanto tiempo. Si es que nos volvíamos a ver en un futuro.

Sin echarle más cabeza busqué mis llaves y mi bicicleta y me dirigí con prisa hacia su casa. Cuando llegué traté de calmarme un poco antes de tocar el timbre. Mis manos no paraban de sudar y mi corazón latía más rápido de lo normal.

—Calma —respiré hondo y timbré—. Respira y cálmate —cerré mis ojos y traté de respirar más despacio—. Calma.

—Tobi, ¡qué sorpresa! —Sara abrió completamente la puerta—. Pasa. Qué bueno verte, Tobi. Me extrañó no verte en el grado, ¿todo está bien?

—S-sí, mi padre no pudo asistir y no quería ir solo.

—¿No pudo o no quiso? —Sara me miró con tristeza—. Lo siento, no debí decir eso. Pero Tobi, sabes que puedes confiar en mí y hablar conmigo cuando lo necesites. ¿Cierto?

Asentí con la cabeza.

—¿Estás bien? —nos detuvimos frente al cuarto de Matt.

—Estoy bien, Sara. No te preocupes.

—Espero me estés diciendo la verdad.

Sara abrió la puerta y lo primero que vi fue a Matt cantando con lo que parecían ser unas medias enrolladas en sus manos como micrófono. Sara y yo nos miramos e hicimos lo posible por contener la risa.

Matt quedó congelado y en un abrir y cerrar de ojos se puso como un tomate. El chico se limitó a guardar las medias en la maleta torpemente.

—Si la puerta está cerrada es por algo —alegó tratando de ocultar su rostro colorado.

Sara le dijo que posiblemente en Alemania extrañaría esas situaciones, cosa que era bastante dudosa. ¿Había algo peor que una persona que no tocara antes de abrir una puerta? En lo personal era algo que me molestaba demasiado, era un atentado contra la privacidad. Sara se fue y quedamos solo Matt y yo.

—Hola, Tobi. ¿Qué haces aquí? —inquirió el chico con seriedad.

—Hola, Matt —me dirigí directo a la silla de su escritorio—. Solo pasaba por aquí y pensé en que sería buena idea pasar a saludar. Mañana te vas, ¿cierto?

El ambiente se sentía un tanto tenso. Desde el día del grado no nos habíamos visto ni hablado. Yo no sabía qué decir ni cómo romper el incómodo silencio que se estaba formando. Matt sí supo hacerlo, lo primero que hizo fue preguntarme sobre el día del grado.

—La mamá de Irene hizo su arroz especial —le conté sobre lo que había comido en casa de Irene. Solo hablar de esa comida me daba hambre. El arroz de la madre de Irene era el mejor que había probado en toda mi vida.

—¿La mamá de Irene? Pensé que irían a comer a un restaurante, ¿Irene los invitó a último minuto o llegaron allá de improvisto?

—¿Llegar sin invitación? Cómo se te ocurre siquiera pensarlo, ella me llamó y me invitó.

—¿Y llevaste a Allan?

¿Por qué ahora Matt metía siempre a Allan en la conversación? ¿Sería cierto lo que Allan decía? Porque para mí más que celos, o miedo de perderme, lo que Matt quería era que yo terminara saliendo con Allan. Pensar en ello me entristecía, eso solo demostraba lo agobiante que resultaban mis sentimientos para Matt, lo desesperado que se sentía por lograr que yo lo olvidase.

—No, qué tal. Qué pena. Tras de que lo invitan a uno llevar más personas. Además, ¿por qué lo llevaría? Ni siquiera nos vimos ese día.

El rostro de Matt se contrajo en una mueca de confusión.

—Pensé que ibas a comer con Allan. Eso fue lo que me dijiste.

Los recuerdos de la visita inesperada de Matt aquella tarde acudieron a mi memoria. No pude evitar sentirme avergonzado por lo tonto que había sido. ¿Cómo era posible que hubiese olvidado que había usado como excusa a Allan para no ir a comer con Matt? Qué patético era mentir y ni siquiera ser capaz de sostener una mentira por olvidar sus detalles.

—¿Me mentiste?

Negué inútilmente moviendo mi cabeza de lado a lado. Con negar lo obvio solo empeoraba mi situación. ¿Qué sentido tenía seguir mintiendo cuando ya me habían descubierto?

Matt se sentó al borde de la cama y continuó preguntando sobre mis motivos.

—N-no lo sé, Matt. Solo pensé que no sería una buena idea ir a comer con ustedes.

—Pudiste decirme y ya. En lugar de inventar que te ibas a ver con ese chico.

Me sentía demasiado avergonzado. Lo único que pude hacer fue disculparme y tratar de cambiar de tema.

—Como sea. ¿Cómo te fue a ti?

—Bien. Todo estuvo bien. La comida estaba deliciosa. Mi padre fue muy amable. Todavía no me acostumbro a que se porte así conmigo. De verdad que su nueva familia lo cambió.

Me hacía muy feliz saber que el padre de Matt había cambiado para bien. Pensé en mi padre y en que con él había pasado al contrario. Un buen padre convertido en un extraño, tal vez peor que eso.

—Me alegra mucho escuchar eso, Matt —me levanté y me acerqué a él—. Veo que tienes mucho por organizar. ¿Quieres que te ayude? —el chico asintió con la cabeza—. Pero cambia la música —propuse para que pudiéramos cantar ambos.

Matt se acercó al computador.

—¿Esta está bien? —preguntó antes de que la canción comenzara—. I remember when... —cantó—. I remember, I remember when I lost my mind —lo acompañé. Me encantaba esa canción—. There was something so pleasant about that place...

El tiempo se fue volando entre baile, canto y ropa doblada. Cuando terminamos de empacar Matt organizó las maletas y yo me tiré sobre su cama.

—¿Te acuerdas cuando te despertaba a media noche y me tenías que abrir un campito en tu cama? No ha pasado mucho tiempo, pero se siente como si hubiera sido hace una eternidad —varias imágenes de aquellas noches aparecieron en mi mente como fotografías. Sentí mucha nostalgia, de verdad me hacía mucha falta vivir con Matt y Sara—. Puede que te suene tonto pero extraño esos días.

Si teniendo a Matt cerca llegaba a extrañarlo tanto, ¿cómo sería cuando estuviese en otro país? Solo pensar en ello se sentía como la muerte.

—¿Cómo olvidar al Tobi frágil que se escondía detrás del fastidioso, desagradable, odioso, prepotente, absurdo, idiota...

—¡Oye! —interrumpí tumbándolo hacia la cama.

Sus palabras me recordaron lo malo que había sido con él al principio.

—¿Cómo olvidar el enemigo que me gané solo por cruzar la puerta de su casa?

No pude evitar reír, él hizo lo mismo.

—Qué vergüenza ese chico —murmuré—. Y qué rabia me da ese chico. De verdad. Tal vez fue él el que echó todo a perder.

Si hubiera sido diferente, ¿Matt y yo estaríamos juntos? No dejaba de pensar en ello y me sentía molesto y culpable. Yo había sido el responsable de echar todo a perder incluso antes de que algo comenzara. ¿Por qué había sido tan tonto?

—No seas tan duro con él. Lo que echó a perder ya lo arregló.

—No todo —tenía ganas de llorar, así que traté de esconderme tras mi antebrazo.

—¿Por qué lo dices?

La idea de que si no hubiese sido tan idiota al principio tal vez, solo tal vez, Matt hubiese podido sentir algo más por mí, no dejaba de repetirse en mi cabeza.

—No importa —descubrí mi rostro y lo giré hacia él—. Aquí estamos —intenté sonreír, pero las ganas de llorar me impidieron mantener mi sonrisa—. Creo que te voy a extrañar mucho, Matt.

—Yo también te extrañaré, Tobi.

¿Matt me extrañaría?

El silencio se apoderó del lugar. Matt me miraba fijamente. ¿Qué podía estar pensando? Tal vez se sentía preocupado por mí. Tal vez visitarlo había sido una mala idea, ya que demostraba que no lo estaba olvidando, que no quería olvidarlo. Estaba siendo un completo egoísta, no quería que Matt se preocupara por mí, pero mis actos solo demostraban lo contrario. Mis actos no dejaban de repetirle a Matt que lo necesitaba.

—Matt —sabía que Matt debía estar pensando en cómo recordarme que lo olvidara. Siempre se le dificultaba decirlo, sin embargo, yo ya tenía las cosas claras y no necesitaba que él tuviese que preocuparse por ello cada vez que me veía—. Espero te vaya muy bien en el viaje. Me escribes apenas puedas para saber que llegaste bien. Espero podamos hacer llamada de vez en cuando, no tiene que ser a diario, ni semanal. Cuando tengas tiempo y cuando quieras.

—Estoy nervioso. Nunca he hecho un viaje tan largo.

—Me mandas fotos —el rostro de Matt era insoportablemente triste—. No creo que pueda ir mañana a despedirte al aeropuerto, por eso estoy aquí hoy. Quiero despedirme de una vez —no quería ver más su rostro triste—. Gracias por todo, Matt.

Le dije a Matt lo importante que eran él y su madre para mí y le recordé que siempre estaría allí para cuando me necesitara. Olvidarlo no significaba sacarlo de mi vida, eso era imposible. Más teniendo en cuenta lo mucho que habían hecho ellos por mí.

—Y tú —hice una pausa pues mi garganta comenzaba a doler—. Sabes que siempre te llevaré aquí —toqué la zona de mi corazón—. Gracias a ti descubrí y aprendí muchas cosas. Ahora sé quién soy, sé lo que quiero y lo que no quiero ser, me ayudaste a ser mejor persona y a desechar esa máscara odiosa, desagradable, prepotente, ¿qué más dijiste?

—Idiota —sus ojos estaban llorosos y de pronto una lágrima manchó su mejilla.

—Idiota, sí —agregué tratando de sonreír y evitar el llanto—. Siento mucho si fui malo contigo —las imágenes de los primeros días que compartí con Matt llegaron de nuevo. Las reglas absurdas que puse, las horribles palabras que le dije, las amenazas, los insultos, los gritos, incluso el golpe que alguna vez le di y que jamás podría olvidar, ni perdonar. Realmente había sido un ser despreciable con él. Por mis errores del pasado no merecía su cariño. No merecía si quiera tenerlo cerca—. Nunca podré perdonarme por los malos momentos que te hice pasar. Creo que si pudiera cambiar algo de mi pasado sería el haberte hecho daño.

¿Si no hubiese sido un completo imbécil Matt y yo estaríamos juntos?

—No te culpes por esas cosas, Tobi. Ya ni me acordaba de esos tiempos.

Sabía que Matt siempre buscaría evitar que uno se sintiese mal. ¿Cómo no me iba a culpar?

—Gracias por todo —dije finalmente antes de llorar como una magdalena.

—Tobi yo...

Ahí venían sus palabras de nuevo. No quería volverlas a escuchar. Ya lo sabía, ya lo tenía del todo claro. Entre Matt y yo nunca habría nada y tenía que olvidarlo.

—Matt —tomé su mano—. No te preocupes —pasé mi dedo pulgar por su mejilla—. Sé lo que quieres decir y no es necesario. Ya lo has repetido muchas veces. No te preocupes, yo te voy a olvidar. Bueno, olvidaré esos sentimientos que no debería tener por ti, a ti no puedo olvidarte. Espero podamos seguir siendo amigos por muchos años más.

—Pero, Tobi...

¿Por qué siempre tenía que decir esas cosas? Afortunadamente la puerta se abrió de nuevo y no tuve que escucharlas de su boca otra vez.

—No me vayas a reclamar nada, Matt —Sara estaba en la puerta con una bandeja en las manos—. Debo aprovechar el último día que te tendré aquí —me levanté para ayudarla—. Matt nos abandona, Tobi. ¿Vendrás a visitarme más seguido?

La respuesta a esa pregunta era más que obvia. Sara era la única familia que me quedaba cerca. De repente Matt comenzó a llorar desconsoladamente, nunca lo había visto tan triste. No soportaba verlo así. Sara se acercó a él para consolarlo.

—Los voy a extrañar mucho —dijo en medio de las lágrimas.

Pasadas las ocho de la noche volví a mi casa. Me sentía un tanto cansado y sin aliento. Lo único que quería era llegar a meterme bajo las cobijas y dormir para no tener que pensar más en Matt, aunque ¿y si soñaba con él? Podía intentar no pensarlo, tratar de distraer mi mente manteniéndome ocupado, pero los sueños... ¿Cómo se controlan los sueños?

Cuando me asomé a la esquina de mi casa vi que las luces estaban encendidas.

—No puede ser —me lamenté al pensar en mi padre—. Lo que menos necesitaba hoy —agregué en un suspiro.

Abrí la puerta lo más silencioso posible, no quería que me escuchara entrar. Si era posible evitarlo lo haría. Todavía no podía perdonar lo del grado. Aquella noche llegó borracho a pedirme el diploma, cuando le dije que no había ido me regañó. Me dijo que ni para recoger un pedazo de papel era útil.

Subí lentamente las escaleras. Cuando me hallaba en el segundo piso noté que mi padre no estaba solo. En la sala había una mujer y estaban muy cerca, como si estuvieran de plan romántico.

—Así que ahí estás —me detuve en seco—. ¿Ibas a seguir derecho sin saludar? Te graduaste y no terminaste de aprender modales en esa escuela. Definitivamente un internado hubiera sido mejor.

—Tú fuiste el que la escogió —solté molesto—. Además la primera casa es el hogar. Si me faltan modales tal vez el que falló fue otro.

La mujer abrió sus ojos con sorpresa y miró a mi padre.

—¿Quieres que te enseñe modales? —se levantó con brusquedad. Su mirada me produjo miedo. La mujer lo tomó del brazo, él volvió a mirarla y ella hizo un movimiento de lado a lado con su cabeza. Su rostro estaba cargado de preocupación—. Es que este idiota no sabe ni lo mínimo que es respetar a sus mayores.

—Cálmate —dijo ella en voz baja—. Hola. Tú debes ser Tobi —la mujer se acercó a mí y extendió su mano para saludarme—. Me llamo Clara, mucho gusto.

—¿No vas a responder? —intervino mi padre.

Tomé su mano.

—Mucho gusto —murmuré casi sin voz.

Ella sonrió.

—Ve a hacer tus cosas. No le hagas caso a tu padre, anda como mal humorado estos días —agregó amablemente casi en un susurro—. Es un chico agradable, no molestes, Richard.

Me dio la espalda y volvió al sofá con mi padre.

Yo salí casi que corriendo de la escena, había momentos en los que mi padre me daba mucho terror.

—Es que él no era así —me detuve antes de pisar el primer escalón de camino a mi habitación—. Todo fue por culpa de ese chino que yo mismo metí en esta casa. No sabes cuánto me arrepiento. Arruinaron nuestras vidas.

—Sabes que no me gusta que digas esas cosas —contestó ella—. Y eso de prohibir amistades me parece lo más ridículo que puede hacer un padre. Al menos si no hay un verdadero motivo para hacerlo.

—¿Qué se junte con un enfermo no es razón suficiente?

—En serio que me asustas cuando hablas así, Richard. Te lo he dicho mil veces, deberías ir a terapia. Podemos ir como pareja primero, si eso te hace sentir mejor.

—¿Otra vez con eso? —gritó mi padre—. ¿Qué te dije que pasaría si volvías a sacar ese tema?

Esta vez ella no respondió. Por un instante sentí terror, ¿y si le hacía algo? Me acerqué lentamente al borde de la pared para observar lo que ocurría. Antes de asomar mi cabeza escuché su voz de nuevo.

—Solo quiero lo mejor para ti —escuché sus tacones—. Si no te dejas ayudar creo que la que hará algo seré yo.

—¿Qué harás? A ver, te escucho.

—Irme —sus pasos se acercaron. Yo salí corriendo y subí al segundo piso en tiempo record—. Cuando te calmes llámame.

Escuché sus pasos bajando los escalones y luego la puerta cerrarse.

—¿Te fuiste? ¿Es en serio?

Luego escuché los pasos de mi padre y de nuevo la puerta.

"Ojalá no vuelva hoy" pensé.

Entré a mi habitación y encendí mi computador. Abrí Google y escribí: cómo controlar los sueños.

—Tres trucos sencillos para elegir lo que sueñas, cómo controlar los sueños en nueve claves, cómo controlar los sueños: siete técnicas eficaces —seguí bajando el cursor—. Veamos este —oprimí el enlace de las nueve claves.

Revisé al menos cuatro páginas y en la mayoría recomendaban tener un diario de sueños y repetir frases o imágenes antes de conciliar el sueño.

—Lo intentaré —tomé uno de los cuadernos que tenía todavía varias páginas en blanco, tomé una regla y comencé a quitarle las páginas usadas—. Si quiero olvidar a Matt no puedo estar viéndolo en mis sueños.

*****

El sonido del celular me despertó. Cuando abrí mis ojos me encontraba con la cabeza apoyada sobre el computador. Al tratar de levantarme me traqueó la espalda. "Soy un joven viejo" pensé en tanto sobaba mi espalda.

Tomé mi celular, eran las siete de la mañana. El vuelo de Matt salía a las diez. Revisé mi WhatsApp, tenía mensajes de Irene y Alex.

Irene: Tobi, ¿vas a ir al aeropuerto? Estamos pensando en llevarle un detalle a Matt de despedida. En cinco pasamos a tu casa para que nos ayudes a escogerlo.

Irene: ¿Sigues en tu casa o ya saliste para donde Matt?

—No iré a ningún lado —bufé cerrando el chat de Irene y revisando el de Alex.

Alexander: ¿Al fin irás o no?

Alexander: Le dije a Irene que no querías ir y no me creyó.

Alexander: Parece que vamos por ti. Traté de convencerla de ir solo nosotros, pero fue imposible.

Alexander: ¿Cuál es el color preferido de Matt? ¿Será que le gustan los peluches?

Alexander: No compramos el peluche, Irene dijo que esos no son regalos para un universitario.

—Yo sé qué te daré —abrí el cajón de mi mesita de noche.

El timbre de la puerta principal me hizo brincar. Tomé el objeto, busqué una maleta y lo eché allí. Luego corrí a abrir la puerta.

—¿No estás listo? —Irene se quejó mirándome de arriba abajo.

—Te dije que no iría —dijo Alexander mirándola rayado.

—¿No vas a ir?

—Yo los acompaño a comprar el regalo, pero yo no voy.

Irene iba a responderme, pero Alexander le hizo señas de que era mejor no decir nada más.

—Voy a cambiarme rápido y ya bajo. Si quieren entren —solté la puerta y subí corriendo.

Tomé lo primero que encontré y me cambié. Lavé mi rostro, busqué dinero y mis llaves y bajé corriendo de nuevo.

—Vamos —Irene y Alex estaban en la sala.

—No te demoraste nada.

Fuimos al centro a mirar qué encontrábamos. Irene decía que lo mejor sería regalarle una prenda de vestir, Alexander decía que un libro y yo, al ver unos maletines en el camino, propuse que podíamos regalarle una maleta, una mochila o un maletín. Ellos lo consideraron buena idea, pues en la universidad iba a necesitar estar cargando su computador.

—Esta me gusta —dijo Irene al ver una mochila gris con correas cafés.

—Sí, está bien bonita —la observé con detenimiento—. Y es grande, tiene varios bolsillos. Me gusta.

Alexander también nos apoyó. Compramos la mochila y la empacamos en una bolsa de regalo. Le pedí a la mujer que guardara mi regalo en uno de los compartimientos sin que mis amigos se dieran cuenta.

—¿Entonces no vas? —inquirió Irene cuando nos encontrábamos frente a mi casa otra vez.

Negué con la cabeza.

—Está bien. Nos vemos al rato —me abrazó.

Alexander se limitó a palmear mi hombro.

Entré a la casa, eran las nueve. Si me arreglaba rápido y tomaba un taxi alcanzaría a llegar al aeropuerto a tiempo.

—No —sacudí mi cabeza—. Debes cumplir lo que te propones. Ayer fue la despedida.

Volví a mirar el reloj.

—No quieres ver a Matt.

El sonido de las manijas se hizo más fuerte.

—No puedes ver a Matt.

Mi celular vibró. Tenía un mensaje suyo. Sin pensarlo dos veces lo abrí.

Matt: Hola, Tobi. No sé si vengas hoy, espero que sí porque me gustaría verte. Hay algo que quería hablar contigo, no te afanes, no es algo que no se pueda hablar después. Sin embargo, quisiera decirlo lo más pronto.

Matt: De cualquier modo apenas llegue te escribo y te envío fotos como lo prometí.

Tiré el celular en el sofá y corrí a mi habitación para cambiarme otra vez. No podía estar en esas fachas si iba a ser la última imagen que Matt tendría de mí en mucho tiempo.

En menos de diez minutos dejé la casa y corrí a la calle principal en busca de un taxi. Todos pasaban llenos. Comencé a sentirme desesperado.

—No voy a llegar —me lamenté—. Debí usar Uber desde un comienzo —saqué mi celular. Como había visto diferentes noticias en donde decían que estaban utilizando esas aplicaciones para atraer víctimas y robarlas, había ganado un gran temor por las mismas. Luego me sentí estúpido al preguntarme si no es igual o peor de peligroso coger un taxi en la calle—. No se está seguro en ningún lado —pedí un Uber. Afortunadamente el conductor estaba cerca y en menos de cinco minutos llegó.

Le pedí al hombre que fuese lo más rápido posible. La aplicación decía que estábamos a media hora. Tenía la esperanza de que no nos tomara tanto, normalmente veinte minutos eran más que suficientes desde allí.

—Llegamos —el auto se detuvo.

Le pagué al conductor y le dije que se quedara con el cambio. Miré la hora, eran las nueve y cincuenta. Miré rápidamente la información sobre el vuelo de Matt y corrí a buscarlo.

—¡Tobi! —la voz de Sara me detuvo—. ¿Qué haces aquí? Pensé que no vendrías.

Me giré hacia ella.

—Matt ya se fue.

Alex, Irene, Santiago y Luna estaban detrás de ella.

—Ven aquí —Sara me abrazó.

—Pensé que alcanzaría a llegar.

Para devolvernos pedimos dos taxis. Tomarlos en el aeropuerto era mucho más fácil. Alex, Santiago y Luna se fueron en uno. Irene, Sara y yo en el otro. No sé cómo habrá sido el recorrido de ellos, pero el de nosotros se desarrolló en un completo y sepulcral silencio.

—Yo me quedo aquí.

—¿No vas conmigo? —inquirió Sara—. Puedes quedarte en mi casa hoy si quieres, Tobi.

—Debo hacer algo primero.

—Está bien —contestó ella con el rostro cargado de preocupación. Yo saqué mi billetera para poner mi parte del pasaje—. No te preocupes, Tobi. Yo pago.

Cerca del punto en el que me encontraba era el consultorio de Paula. No tenía cita, pero sentía la urgente necesidad de hablar con ella.

Al llegar al consultorio y pisar la sala de espera recordé el día en el que había conocido a Allan. No pude evitar sonreír al pensar en nuestras primeras conversaciones.

—Tobi —Paula acababa de despedir a otro paciente—. Qué milagro tenerte por aquí. Pensé que no volverías por estos lares. ¿Cómo estás? ¿Quieres hablar? —asentí con la cabeza—. Vamos y nos tomamos un café. Hoy tengo toda la agenda llena, pero mis quince minutos de descanso pueden ser más interesantes con una charla.

Entramos en una cafetería que quedaba en la esquina. Yo pedí un chocolate y un pan.

—Te veo un poco pálido y ojeroso. ¿Estás durmiendo y comiendo bien?

—Hoy se fue Matt.

—Sí me comentó Sara. Se fue a estudiar a Alemania, ¿cierto?

—Sí. No nos volveremos a ver en mucho tiempo y ni siquiera fui a despedirlo al aeropuerto.

—¿No fuiste? ¿Por qué?

—Prometí que lo olvidaría y pensé que no ir al aeropuerto era el primer paso.

—¿Y esas promesas locas de dónde salieron?

—Él me lo pidió muchas veces.

Nuestra conversación no fue larga. Ella no tenía mucho tiempo. Al final me dijo que el primer paso para olvidar a alguien era entender que las relaciones humanas no son eternas y que decir adiós con la frente en alto, sabiendo que nuevas personas y experiencias llegarán a nuestras vidas, es lo más sabio y maduro. Me dijo que no hay que aferrarse al pasado y aunque los recuerdos son importantes, vivir en ellos solo nos lleva a matar oportunidades en el presente.

—Tienes que tratar de limitar el contacto con él, si lo que quieres realmente es olvidarlo.

¿Quería olvidarlo?

—Sal con otras personas, ocupa tu mente en otras cosas. Trata de mantenerte ocupado y verás que con el tiempo ya ni te acordarás de él, o al menos no dolerá recordarlo.

Paula miró su reloj.

—Quisiera hablar más, pero ya me deben estar esperando.

Cuando se fue saqué mi celular. Tenía un par de llamadas perdidas de Allan. Miré el WhatsApp.

Allan: ¿Cómo estás? ¿Al fin fuiste al aeropuerto?

Allan: Sé que debes estar muy triste. Si necesitas hablar sabes que aquí estoy.

Allan: ¿Pijamada hoy? Encargué un set de karaoke. Acaba de llegar. ¿Quieres venir a probarlo?

Recordé las palabras de Paula. Debía salir con más personas, buscar distraer mi mente en otras cosas. También recordé lo mucho que Matt insistía con el tema de Allan, como si quisiera que entre él y yo pasara algo para que al fin pudiera olvidarme de él. Tal vez la idea de Matt no era tan mala al final.

Tobi: Me parece una idea genial. Al rato te caigo.

Debía olvidar mis sentimientos por Matt costase lo que costase. 

https://youtu.be/Nci3URuHW90

"Mi doloroso amor, me duele como si cortara mi piel. Trato de soportarlo, pero silenciosamente, me duele. Mi doloroso amor, es amargo como si ingiriera  veneno. Trato de sonreír, pero me duele ligeramente" (Still in love-CNBlue)

Old but gold... ¿Alguien fan de CNBlue? 

Hola a todos, ¿Cómo están? Aquí dejo un nuevo capítulo, espero les guste. Gracias por continuar y apoyar esta historia <3 

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