Capítulo 58 (alternativo)
Narra Tobi
—¿Ya recordaste mi nombre, Tobi?
Por poco se me resbala el celular de las manos al escuchar, de manera inesperada, su voz. Giré mi rostro, ahí estaba el chico de la tienda otra vez.
—Me pegaste un susto —mascullé.
—Me llamo Allan —dijo el chico parándose a mi lado—. Espero lo recuerdes si nos volvemos a ver.
Lo miré fijamente, él mantenía su vista en el cielo.
—Lo siento, Allan. He tenido muchas cosas en la cabeza últimamente —volví a mirar el celular—. Tengo que irme.
El mensaje de Sara decía que algo le había ocurrido a Matt. No podía perder más tiempo en ese lugar, tenía que llegar a casa pronto y saber qué era lo que había pasado.
—¡Espera! —El chico me agarró del saco—. ¿Tienes un cuaderno o algo donde pueda anotar? —clavó sus ojos en mi mochila.
—¿Para qué? —inquirí desconcertado.
—Quiero mostrarte algo —sonrió en tanto señalaba mi maleta con sus ojos.
Solté un suspiro y me giré un poco, poniéndome de espaldas a él.
—¿Puedes sacarlo? —dije.
Allan asintió con la cabeza. Abrió mi maleta, sacó el cuaderno y la cerró.
—Yo tengo esfero —dijo metiendo la mano en su bolsillo—. Me gusta cargar un esfero, me ayuda a relajarme —agregó. Era uno de esos esferos que tienen una especie de botón que al oprimir saca la punta y además hace un ruido que puede resultar fastidioso cuando comienzan a espicharlo como si no hubiese un mañana—. A ver.
El chico apoyó el cuaderno en mi espalda y comenzó a escribir. Me sentí un poco incómodo, ¿qué era lo que estaba haciendo? Y ¿cómo era tan confianzudo?
—Ya está. Ten.
Tomé el cuaderno entre mis manos y lo abrí. En ese momento unas hojas cayeron al piso. Allan se agachó a recogerlas mientras yo leía su mensaje.
—¿Es en serio? —lo miré con decepción—. ¿Tanta cosa para esto? ¿Por qué no sólo me pasabas tu celular para anotarlo ahí?
—Lo olvidé en mi casa —dijo el chico—. Casi nunca lo cargo, no me hace mucha falta. Pero creo que lo comenzaré a usar más seguido.
Sentí un poco calientes mis mejillas y rogué porque fuese solo sensación mía y no estuviese con la cara roja en medio de la calle. Volví a mirar la hoja y leí nuevamente: "¿Me das tu número?"
—Escribe tu número en el mío —extendí mi celular hacia él.
—¿No vas a escribirlo?
Negué con la cabeza.
—¿Por qué? —la sonrisa se borró de su rostro.
Me encogí de hombros.
—Estoy seguro de que no me escribirás —dijo alejando mi celular de él—. Está bien. No voy a insistir —me quitó el esfero y lo devolvió al lugar en su bolsillo—. Creo que te estoy haciendo sentir incómodo —no contesté—. Por cierto, estas hojas estaban en tu cuaderno.
—G-gracias —contesté tomando las hojas.
—Vale, Tobi. Espero termines de tener una buena tarde —el chico se dio la vuelta y antes de comenzar a andar me miró nuevamente—. Tobi —yo estaba cerrando mi mochila—. Creo que escribes muy lindo —dejó escapar una suave sonrisa.
—¿Qué? —Lo miré sin entender por qué lo decía.
—Tenías un poema en tu cuaderno —agachó la vista—. Me tomé el atrevimiento de leer una parte mientras me contestabas la nota. Me gustaría terminar de leerlo —levantó sus ojos de nuevo y los posó sobre los míos.
En ese momento mi rostro se puso completamente rojo, lo sentía, mi cabeza estaba caliente.
—¿P-por qué lo leíste? —me sentía molesto. Matt iba a ser la primera persona en tener ese escrito en sus manos—. No tenías permiso. No podías leerlo, ¡es mío!
Allan me miró extrañado.
—L-lo siento, no pensé que hubiese problema con ello. Pero ¿por qué te enojas tanto? Es muy bueno lo que escribiste, pienso que...
—No te he pedido que me digas lo que piensas —interrumpí—. No quería que lo leyeras. ¡Matt iba a ser el primero!
Allan quedó congelado en medio de un absoluto silencio. Solo se escuchaba el soplido del viento. Lo miré fijamente y vi que su mentón estaba temblando y que apretaba sus puños con fuerza. Parecía que quería hablar pero algo se lo impedía. Luego de unos segundos volvió en sí.
—Entiendo —su voz temblaba—. Lo siento, no quería fastidiarte. Estoy seguro de que a la persona que lo lea le va a gustar. Adiós.
Me dio la espalda y comenzó a caminar. Yo me quedé mirando cómo se alejaba y cuando estaba a punto de girar en una esquina y desaparecer ante mis ojos sentí que debía correr tras él.
—¡Allan! —corrí tan rápido como nunca lo había hecho—. ¡Espera! —giré en la misma esquina, volví a ver su figura—. ¡Allan! —El chico se detuvo.
Puse mi mano sobre su hombro. Él dirigió su mirada hacia mí, con un gesto de angustia.
—¿Qué ocurre? —preguntó con voz dura. Ahora parecía estar molesto.
—Creo que no me he comportado de la mejor manera. Pensarás que soy un pesado, tal vez prepotente y con el que no se puede hablar —dije, el chico me dio la razón con su mirada—. Quisiera que lo leyeras todo y me dieras tu opinión.
Enseguida noté cómo su rostro cambiaba por completo y una sonrisa de oreja a oreja volvía a dibujarse en sus labios. Yo sonreí también.
—Bueno —saqué el cuaderno de la mochila y busqué la hoja en la que se encontraba escrito el poema—. Esto me pone un poco nervioso —le entregué el escrito.
—¿Por qué? No lo haces mal —dijo él tomándolo entre sus manos.
—Siento que hay mucho de mí en él —respondí—. Es como si les diera a otros la oportunidad de ver a través de mi alma. De conocer mis debilidades, miedos y dolores. Como si yo mismo les diera el poder de herirme.
Hasta aquella tarde no me había detenido a pensar en lo que significaba entregar ese poema en clase. Lo que acababa de ocurrir con Allan demostraba que no me sentía bien con que otras personas pudiesen leer lo que había escrito y eso significaba que no podía entregar ese poema en clase, exponiéndome ante todos aquellos que ahora me juzgaban. No podía darles el poder de hacerme más daño.
—Tobi —su voz me sacó de mis pensamientos—. ¿Te parece si buscamos un lugar en donde sentarnos? ¿Y tal vez un poco más silencioso que este? No creo que pueda concentrarme leyendo de pie en medio de un andén contaminado de ruido.
—Me parece bien. ¿A dónde vamos?
—¿Te gustan los crepes? Conozco un lugar super cool —hizo señas a un bus—. Este nos sirve.
No tuve tiempo ni de pensarlo cuando ya me encontraba dentro del vehículo.
—Mire —Allan pagó ambos pasajes. El bus estaba lleno—. Hagámonos en el fondo.
Como pudimos nos ubicamos en la parte de atrás.
—¿Es lejos? —pregunté agarrándome de una silla.
—En menos de quince minutos estamos allá.
Una mujer que estaba cerca de Allan se levantó. El castaño se sentó enseguida. Me hizo señas de que me acercara a él y luego me pidió que le diera mi maleta. Después de esa silla no hubo ninguna otra que se desocupara. El tiempo en el bus se me hizo eterno, era muy incómodo, cada vez iba más lleno. Por cada persona que se bajaba se subían al menos tres.
—¡Timbra! —Allan se puso de pie. El bus frenó y nos bajamos con rapidez—. Llegamos —caminamos hacia la puerta—. Bienvenido a la crepería Jaguar.
Entramos al edificio, subimos las escaleras hasta el segundo piso donde quedaba el establecimiento. En el pasillo había un enorme sofá y una mesita en el centro. En el fondo se veían los baños, parecían muy elegantes. A la izquierda había una puerta, cuando la cruzamos mis ojos brillaron. El lugar era hermoso. Una mezcla de tonalidades y detalles que era imposible pasar por alto. El techo estaba decorado por grandes lámparas al estilo clásico, en una de las paredes había fotografías referentes al cine francés, en otra había un enorme corazón rosa que parecía un diamante. Había sillas, sofás y mesas de diferentes formas en tonalidades violetas, negras y doradas.
—Es muy bonito —me limité a decir.
—Y la comida es deliciosa —Allan me dio una palmada en la espalda y entró al restaurante—. Bonjour, mes chers amis!
Las personas que estaban tras el mostrador nos voltearon a ver.
—Monsieur Moore —contestó una chica—. Bienvenue!
—Pero si es el viejo Allan —un hombre que se encontraba atendiendo las mesas se acercó a nosotros—. Hace cuánto no teníamos el placer de su presencia.
—Como ya no invitan a nada —Allan se saludó de mano con el chico y de beso en la mejilla con la chica—. Estás muy guapa, Elodia.
¿Elodia? Qué clase de nombre era ese. Observé a la chica, era muy bonita. Su cabello era negro, lo llevaba en una cola de caballo. Tenía pecas y una sonrisa muy bonita.
—¿Quién es él? —preguntó la chica apuntando con su mirada hacia mí.
—Chicos, él es Tobi —la chica me dio la mano y el chico saludó moviendo su mano de un lado a otro—. Es el amigo del que les hablé.
Al escuchar esas palabras me puse como un tomate.
—Mucho gusto —dijo ella.
—Yo soy Adrián —afirmó el otro chico—. Bueno, sigan y siéntense. Pónganse cómodos y ya los atendemos.
Nos ubicamos en una mesa frente al enorme corazón.
—En serio este lugar es muy bonito —murmuré—. Creo que a Matt le gustaría.
—¿Quién es Matt? —inquirió Allan.
—¿Matt? —guardé silencio un par de segundos—. Matt es mi mejor amigo.
—Debe ser muy especial teniendo en cuenta lo alterado que estabas con el tema del poema y que lo nombraste también ahí —yo asentí con la cabeza—. Debe ser genial tener personas así. Con las que uno sienta un vínculo especial y sincero, con las que uno se sienta seguro y no tema ser quien realmente es.
Su rostro se tornó lúgubre.
—Es algo bonito, sí. Antes de Matt no había conocido a alguien así.
—Es bueno encontrar buenos amigos —sonrió, aunque podía percibir un toque de tristeza—. Y es mucho mejor poder ser un buen amigo. Una persona digna de ser llamado así.
—Lo que dices hace pensar que no tuvieses amigos —reí con nerviosismo—. Yo este año me di cuenta de que mi mejor amigo en realidad era mi peor enemigo.
—Eso debió ser terrible —su rostro se puso aún más triste—. Yo también perdí personas especiales este año. Ha sido un año difícil.
—¿También te equivocaste al considerarlos amigos?
Allan negó con la cabeza.
—Ellos se equivocaron conmigo —por un momento sus ojos parecieron brillar debido a que se estaban poniendo húmedos—. Yo...
Elodia llegó a tomar nuestros pedidos.
—Qu'est-ce que vous voulez manger aujourd'hui, monsieur? —preguntó ella en un perfecto francés.
—Omelette du fromage —contestó Allan.
Ambos soltaron la risa como si se hubiese tratado de un chiste que solo ellos entendían. Cuando voltearon a verme y notaron mi seriedad la risa se vio interrumpida.
—Quiero un crepe como tú —apoyó su codo sobre la mesa—. La Jolie, s'il vous plait.
Ella le sonrió de forma coqueta.
—¿Y tú? —la pelinegra me miró.
—N-no sé. Déjame miro bien —tapé mi rostro con la carta, me sentía incómodo. Era como el violinista en la escena de coquetería entre esos dos—. Uno hawaiano está bien.
—¿Seguro? —Allan tomó su carta—. Mira este: La complète —el francés le sonaba tan bien—. Se ve delicioso, ¿no? Es que el hawaiano es como muy normal —sin esperar mi respuesta pidió—. Danos un la Jolie, un la complète y dos limonadas de coco.
—Bien-sûr, mon amour.
Elodia tomó las cartas y se alejó de la mesa.
—Es muy linda, ¿no crees? —Allan seguía viéndola—. Lo que más me gusta de ella es su carisma. Es como que le alegra el día a cualquiera.
—S-supongo —respondí secamente.
—No me digas que no es tu tipo –susurró—. Ella es el tipo de cualquiera.
—¿Es el tuyo?
—Ahora no lo sé. Desde hace un tiempo todo en mi vida cambió tanto que prefiero no afirmar ni negar nada.
—¿Cómo es que se llama? ¿Eloisa?
—Elodia. Bueno, se llama Marcela, pero no le gusta ese nombre. Prefiere que le digan Elodia por una banda que le gusta. No es como que suene muy bonito para mi gusto, pero sus razones tendrá. Igual creo que a ella le combina.
—No se oye tan mal en ella —afirmé.
—Bueno —Allan sacó la hoja de mi poema—. A lo que vinimos. ¿Puedo leerlo en voz alta?
Negué enseguida.
—No, léelo en tu cabeza y me cuentas qué te parece.
—Está bien —el chico puso la hoja frente a su rostro—. No voy a insistir ya que al menos viniste hasta aquí.
Después de un par de minutos en los que estuvo concentrado en la lectura me miró de reojo y volvió su mirada al papel. Repitió la acción unas cuantas veces más.
—Es muy profundo —dijo sin despegar su mirada de la hoja—. Creo que también me he sentido así muchas veces. Pero más que a mí tu poema me hace pensar en otra persona —su voz se tornó temblorosa—. Ella ya no está.
Allan no había terminado de hablar cuando llegó la comida.
—Aquí tienen —esta vez era el hombre el que nos atendía.
—Gracias, Adrián.
De pronto sentí mi celular vibrar. Lo saqué de mi pantalón, era Sara. Antes de contestar vi la hora, ya había anochecido y ni cuenta me había dado.
—Van a ser las siete de la noche —grité preocupado—. Me van a matar en casa.
Me puse de pie.
—No puedes dejar la comida servida —dijo Allan.
Miré la pantalla otra vez, no había contestado. Junto al icono de llamadas había un número en rojo.
—Tengo treinta llamadas perdidas, definitivamente soy hombre muerto.
Narra Matt
—Necesito hablar con Irene, Alex.
—Matt, por favor. Sólo empeorarás las cosas.
El pelirrojo se notaba frustrado. Ya no sabía qué más hacer para convencerme de dejar el tema de Sam a un lado. Pero cómo quería que de la noche a la mañana yo simplemente me olvidara de él, cómo se suponía que iba a dejar de quererlo tan pronto si mis sentimientos habían sido completamente sinceros y reales.
—Yo...
Se me hizo un nudo en la garganta y las lágrimas comenzaron a caer a cantaros por mis ojos. No podía detenerlas, no podía controlarme. Alexander me abrazo pronto y siguió hablándome, diciéndome que no valía la pena estar así, que debía ser fuerte, que hay que aprender a soltar a las personas, que nada es para siempre. Palabras y más palabras que solo entraban y salían de mis oídos sin producir nada más que dolor.
—Yo lo amo, Alex. Y es probable que no vuelva a amar a nadie más en mi vida. ¿Entiendes lo que eso significa?
—No puedo decir que lo entienda, pero estoy seguro de que no será así. Eso es lo que siempre dice la gente cuando termina una relación y luego los ve uno otra vez felices y diciendo que nunca habían sentido algo así con otras personas. Sinceramente lo veo como un drama que es inherente al amor, incluso pienso que el amor y el drama tienen una relación de dependencia.
Negué con la cabeza.
—No digas eso —mi llanto se intensificó—. No, Alex, no puede ser. Necesito tomar algo, algo que me haga olvidar, aunque sea por un momento, todo esto.
—¿Quieres emborracharte?
—Sí. Necesito perder la razón y la conciencia.
Alex arqueó sus cejas.
—Querer ahogar las penas con alcohol es estúpido. Yo no voy a acompañarte en eso. Además, tendría que aguantarte estando borracho, ya me imagino todas las bobadas que dirías. Si ya me está costando aguantar tanto drama estando tú sobrio cómo será borracho. No creo que seas de esos que lo hacen reír a uno con sus bailes, cantos o confesiones graciosas. Debes ser de esos que quedan tirados en un rincón llorando toda la noche. Qué horror.
—Me voy, Alex —me levanté—. Lo mejor es que me vaya.
—Espera, Matt. Más bien deberíamos quedarnos a jugar.
Tomé mis cosas y salí. Escuché la voz de Alexander llamándome, pero lo ignoré por completo. Pensé en tocar a la puerta de Irene, pero sabía que no me atendería y en ese momento sólo quería alejar todos esos pensamientos que me generaban dolor. Tomé mi bicicleta y emprendí el rumbo de vuelta a casa.
Al llegar la encontré todavía vacía. Mi madre y Tobi no habían vuelto, y el padre de Tobi rara vez estaba en casa. Me dirigí al estudio, allí Richard tenía una estantería de vinos y otros licores. Agarré una botella de vino y subí corriendo a mi cuarto.
—Quiero olvidarte.
Encendí mi computador y puse música de la que escuchaba mi padre, según mis recuerdos. Era música vieja, romántica y perfecta para una ocasión como aquella. Abrí la botella, sin copa ni nada di un primer sorbo. El vino era dulce, era de uva, sabía muy bien. Mandé otro sorbo y otro, y otro. Y cuando me di cuenta ya todo en mi cabeza daba vueltas. Se sentía chistoso. Di otro gran sorbo y casi me atoro al reír, no podía parar de reír.
—Bueno, Sam. Sé que no me amas —dije a la nada—. Yo te amo mucho y sé que no me amas —bebí otro sorbo—. Debí quedarme con Santiago, él si me hubiera querido, ahora es feliz con Alex. Todos son felices, Sam. Todos son felices. Yo soy feliz, mírame, soy feliz. Puedo dar muchas vueltas. ¿Quieres un trago?
Me sentía muy mareado. Ya había casi terminado toda la botella. Veía borroso y sentía como que todo se hacía más liviano.
—Mira mi mano Sam, mírala. Y mira mis pies —clavé mis ojos en el suelo—. Estoy flotando, Sam. ¿Quieres dar vueltas conmigo?
Mi celular vibró. Era Alex.
Alexander: ¿Llegaste?
No le contesté, no podía ni siquiera ver bien las letras del teclado. Pasados unos minutos Alex me llamó.
—¿Alo? —contesté—. ¿Qué pasó Alex? ¿Quieres venir?
—¿Dónde estás, Matt? Te escucho raro.
—Alex todo es super chévere. Doy vueltas y vueltas y siento que estoy volando, se siente chistoso. ¿Crees que a Sam le gustaría?
—¿Bebiste, Matt? ¿Dónde carajos estás?
—Pues en mi casa, ¿dónde más? ¿Quieres venir? Si vienes trae una botella de vino o no te dejo pasar.
Alexander me colgó. Yo volví al estudio a buscar una copa, había una muy bonita que siempre había llamado mi atención, la cogí, la llené y seguí dando vueltas hasta que no pude sostenerme en pie y caí con botella en mano. De pronto, todo se puso negro.
El sonido del timbre me despertó. Abrí los ojos y había vidrios por todas partes. Mi rostro me dolía y mis brazos también. El timbre sonó otra vez. Me levanté como pude, me costaba caminar, me sentía terrible. Bajé con cuidado las escaleras y cuando llegué al primer piso grité con fuerza que dejaran de timbrar. Todo seguía dando vueltas.
Abrí la puerta.
—Dios mío, Matt —Irene y Alex estaban frente a mí—. ¿Qué te ocurrió?
Los miré a ambos y sentí que mi estomago se revolvía y quemaba.
—Q-quiero vom...
El vómito no me dejó terminar de hablar. Enseguida Alex me tomó del brazo y me llevó al baño.
—Qué asco, no —escuché los gritos de Irene—. No, Alex, también me voy a vomitar yo.
Yo no paraba de vomitar.
—¿Qué hiciste, Matt? Mira no más cómo te ves.
Cuando salimos del baño Alexander me llevó a mi habitación. Me quitó la camisa y el pantalón, pues habían quedado vomitados, y me recostó en mi cama. Yo cerré los ojos y quedé profundo.
Cuando los volví a abrir vi a mi madre sentada en mi cama.
—Matt. ¿Qué fue lo que hiciste?
Me dolía la cabeza y sentía un ardor en mi rostro y algunas partes del cuerpo. Mi madre me estaba aplicando algo en la cara que hacía que me doliese más. Solté un quejido.
—Duele.
—Mira cómo te has vuelto. Espero no deje cicatriz.
—¿Qué hora es? —pregunté llevando mi mano a la cabeza.
—Las siete, Matt.
Mi madre puso el celular en su oreja. Estaba llamando a alguien. Yo me senté y me iba a levantar.
–Quédate quieto —refunfuñó mi madre—. Te pondré estas benditas.
—¿Para qué? —inquirí asustado. Luego bajé mi mirada a mis brazos y tenía unos cuantos cortes, no eran nada del otro mundo, por fortuna—. ¿Qué pasó? —llevé mis manos a mi rostro, sentí unas cuantas cortadas en él—. Tengo cortadas.
—Calma, hijo. No es nada grave, por fortuna ninguna fue profunda.
Recordé que me había caído con botella y copa en mano.
—¿Me van a quedar cicatrices?
—No lo sé, Matt. ¿Por qué hiciste eso? Pudo haber terminado peor. Eres muy joven para beber y más para hacerlo de esa forma si nunca lo has hecho antes.
Mis ojos se aguaron.
—¿Dónde está Tobi? —miré para todas partes sin encontrarlo. ¿Por qué no estaba allí conmigo?
—No lo sé, no contesta. Ya debería haber llegado. Lo he llamado varias veces y no me contesta, comienzo a preocuparme.
Mi madre volvió a intentar.
—Me manda a buzón. Recuéstate, Matt. Luego hablaremos mejor. Necesitas dormir.
—Pero, ¿y Tobi? ¿Qué tal no aparezca?
—No digas eso, Matt. Va a aparecer.
Pasados menos de cinco minutos el celular de mi madre timbró.
—¿Tobi? ¿Dónde estás? ¿Qué? ¿Qué haces allá? —sonaba molesta—. ¿Por qué no me avisaste a dónde irías? He estado muy preocupada. ¿Con quién estás? —con quién podría estar si no eran Irene ni Alex—. ¿Un amigo? Podrías haberme dicho algo. Casi se me sale el corazón de la angustia. Vente pronto, sabes que no me gusta que llegues tarde a la casa. Tu padre está por llegar y si no te encuentra las cosas se pondrán peor. ¿Matt? —mi madre soltó un suspiro—. Cuando llegues hablamos. No tardes —dijo antes de colgar—. Ustedes me van a volver loca.
https://youtu.be/dDxgSvJINlU
"And with a sad heart I say bye to you and wave . Kicking shadows on the street for every mistake that I had made."
"Y con un corazón triste te diré adiós y me despediré. Pateando sombras en las calles por cada error que cometí."
Hola a todos <3 Primero quiero agradecer a todas esas personas que han apoyado esta historia y me han apoyado como escritora, de verdad muchas gracias, si estoy aquí es gracias a ustedes que me llenan de fuerzas y de ánimos para escribir.
Espero les guste el capítulo <3 Gracias, mil gracias por leer. Nos vemos en el siguiente capítulo.
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