Capítulo 51

Narra Tobi

—Están pendientes del celular —dijo Sara en tanto abría la puerta.

—Ten cuidado, mamá —Matt no podía disimular su preocupación.

Sara dejó la habitación del hotel, había decidido ir sola a hablar con mi padre. Teníamos miedo, yo sólo esperaba que al menos pudiese encontrarlo sobrio, de lo contrario, no sabía qué podía llegar a pasar. Matt y yo estuvimos un buen rato en silencio, mirando a la nada, con el temor brillando en nuestros ojos.

—¿Cómo te sientes, Tobi? —El castaño al fin rompió el silencio—. ¿Pudiste dormir mejor?

—La verdad no sé —contesté echándome en la cama—. No sé lo que siento en este momento. Me siento asustado, un poco triste y preocupado, pero me siento feliz de estar con ustedes. Tu mamá es increíble, Matt.

—Es nuestra madre ahora —dijo el chico sonriendo—. Y sí, ella es genial.

—Otra razón por la cual me siento estúpido al pensar en el pasado —dejé escapar un suspiro—. Pienso en mi comportamiento, en las palabras que dije, en las bobadas que dije más bien —reí—. Era un completo idiota. Ahora veo lo equivocado que estaba respecto a ustedes, no puedo creer que me hayan perdonado tantas cosas. Yo no hubiera podido.

—Todos cometemos errores. Supongo que es algo que hace parte de nuestra naturaleza, y si perdonar también lo fuera, este sería un mejor lugar para vivir —dijo Matt—. Si las personas fuesen capaces de perdonar de corazón, las heridas del alma se curarían poco a poco. Aunque dejando marcas, eso sí, pero las marcas son necesarias para recordar, recordar es importante para no repetir los mismos errores.

—Lamentablemente la gente suele preferir guardar rencor, incluso algunas que dicen haber perdonado en el fondo siguen llenándose de malos sentimientos, recuerdan, pero no para no repetir sino para odiar —miré a Matt—. Para odiar y para buscar venganza —pensé en Sam—. ¿Has llegado a odiar a alguien, Matt?

El chico negó con la cabeza.

—¿Y tú? —Devolvió la pregunta.

—No lo sé —contesté en un murmuro—. ¿Cómo saber que odias a alguien?

—No sé —respondió Matt—. No puedo saberlo si nunca lo he sentido.

—¿Y estás seguro de que no lo has sentido nunca?

—Creo que el odiar es algo demasiado fuerte, no creo que alguien me haya hecho algo lo suficientemente malvado como para poder odiarlo.

—¿Odiarías a alguien que te miente? —Pregunté, de mi mente no sacaba la imagen de Sam—. O ¿odiarías a alguien que miente a las personas que quieres? ¿O que les hace daño? — ¿Odiaba yo a Sam?

—Odio las mentiras y que alguien le haga daño a las personas que quiero, pero creo que no es suficiente como para odiar a alguien —Matt se quedó pensativo—. Tal vez sentiría rabia hacia esas personas, pero odio —guardó silencio un instante—. Para sentir odio creo que la persona tendría que hacer algo horrible, inhumano, algo como asesinar a alguien que quiero, o torturarlo, no sé.

—¿Y si la mentira llegara al punto de hacer que la persona querida se sintiera tan mal que llegase a quitarse la vida? ¿No crees que sería como matarla?

Matt frunció el ceño.

—¿Por qué hablamos de todo eso? —contestó riendo nerviosamente.

—No sé, sólo me surgen preguntas y ya que eres el único aquí pues me toca hablar contigo.

Matt me miró con los ojos entrecerrados.

—¿Sólo por eso hablas conmigo? —se acercó a la cama—.No pues, pobre chico, qué pena que no haya alguien más interesante para resolver sus inquietudes —sacó la almohada que había bajo mi cabeza y comenzó a golpearme con ella.

—Eso me dolió —dije arrancando la almohada de sus manos y levantándome para golpearlo, él salió corriendo—. Ven aquí, maldito.

Corrí tras él. Recorrimos la habitación corriendo, casi hacemos desastres, cuando finalmente Matt se cansó se lanzó en la cama y se enrolló en una cobija.

—Me rindo —levantó la mano—. Me rindo, por favor.

—Ya es demasiado tarde —Me lancé sobre él y puse la almohada en su cabeza—. Muere —dije.

Él se movió bruscamente, haciéndome caer de la cama. Solté un quejido, Matt asomó su cabeza enseguida, su rostro cargado de preocupación.

—¿Estás bien?

Me levanté sobando mi espalda y haciendo mala cara.

—Lo siento, fue sin querer —dijo el chico sentándose—. ¿Te golpeaste duro?

—Me duele mucho —hice una mueca de dolor—. Me duele, pero no aceptaré tu rendición —tomé la almohada y me lancé sobre él—. Defiende tu honor, basura.

Logró esquivarme y me quitó la almohada, luego comenzó a hacerme cosquillas.

—Si es lo que quieres —tiró la almohada lejos.

—Basta, eso es trampa —grité en medio de risas, en tanto trataba de alejar a Matt de mí.

—Nunca se establecieron reglas —Matt reía, hace mucho no lo veía reír así.

—E-está bien —dije—. Me rindo, ya, no más. Por favor.

Matt se detuvo.

—O tal vez no —me iba a lanzar sobre él para hacerle cosquillas, pero él me ganó.

Sin embargo, alcancé a agarrar sus manos.

—No se vale, suéltame —se quejó mientras luchaba para soltarse de mi agarre.

Yo no pude evitar mirarlo fijamente y él lo notó.

—¿Qué pasa? —preguntó quedándose quieto.

—Te ves muy lindo cuando sonríes —dije sin pensar, su rostro se puso completamente rojo—. Digo, me alegra verte contento, Matt. Ya sabes, son días difíciles, reír no le cae mal a nadie en días así.

Matt se giró y se sentó en la cama, luego se recostó mirando el techo. Yo giré mi rostro hacia él y luego me encontré con su mirada.

—También me gusta verte reír —dijo Matt con una suave sonrisa en sus labios.

Pensé en besarlo, deseaba besarlo, no podía pensar en otra cosa al tenerlo tan cerca, ver sus labios a pocos centímetros de los míos era algo que simplemente me volvía loco.

—Matt —dije cuando él había vuelto a posar sus ojos en el techo.

—Dime —contestó cerrando los ojos.

—¿Puedo preguntarte algo?

—¿Por qué pides permiso para hacerlo? Ni que nos acabáramos de conocer.

—Porque tal vez la pregunta te enoje o te incomode y luego me odies.

—Las preguntas no matan —Matt giró su cabeza hacia mí—. Suéltala.

—Pero algunas torturan —suspiré—. Aunque creo que es peor tortura guardarse las cosas.

—A ver, te escucho.

—Pero prométeme que sólo contestaras sí o no, y que si dices no entonces olvidaras que hice esa pregunta.

—Está bien, lo prometo —contestó el chico mostrando sus manos como diciendo, no haré trampa.

—Está bien —dije sentándome—. Matt —tomé un profundo respiro—. Esto es difícil —mis manos sudaban—. ¿Puedo —mi corazón latía muy rápido—. ¿Puedo besarte?

—¿Qué? —Inquirió Matt, en su voz podía percibir la sorpresa.

—Sólo puedes decir sí o no, ¿puedo besarte? —repetí, esta vez clavando mi mirada en él.

Sus labios se movieron, estaba por dar una respuesta cuando la puerta de la habitación se abrió.

—Chicos —Sara había vuelto.

Ambos nos levantamos con rapidez y corrimos hacia donde ella se encontraba.

—Hola, muchachos —tras ella estaba mi padre. Matt y yo nos detuvimos en seco.

—¿Qué hace él aquí? —Miré a Sara.

—Tobi...

—Hijo —mi padre la interrumpió antes de que pudiera decir cualquier cosa—. No sabes lo avergonzado que me siento, ayer estaba muy ebrio, no sabía lo que hacía, ni lo que decía. Sé que les hice pasar una noche horrible y sé que ahora sienten mucho miedo de mí y realmente lo siento mucho. Ustedes son mi familia, yo los quiero, han sido días difíciles para todos, pero les prometo que no volverá a pasar algo así. Ya he hablado con Sara y hemos quedado en que lo intentaremos una vez más, como familia, los cuatro.

Matt miraba a su madre con tristeza y preocupación.

—¿Realmente crees que va a funcionar? —pregunté—. ¿Crees que algo va a cambiar? —Apreté mis puños con rabia—. ¿Crees que algo va a mejorar? ¿Cómo? ¿Cómo se supone que mejore cuando ni siquiera eres capaz de aceptar que a tu hijo no le gustan las mujeres? Yo no voy a cambiar, no te daré gusto, no sacrificaré mi felicidad para estar bien contigo.

Por un momento vi el rostro de mi padre oscurecerse.

—Todos tenemos cosas que cambiar, principalmente yo, y esa es una de ellas. Tú eres mi hijo y te quiero y sé que con el tiempo se hará más fácil para mí.

—No debería hacerse fácil para ti porque ni siquiera debería ser en este momento difícil —agregué mirándolo fijamente a los ojos.

—Tobi —Sara intervino—. Vamos a intentarlo todos ¿vale? —Me rogó con su mirada maternal—. Si las cosas no funcionan Richard se irá de la casa.

Matt se mantuvo callado todo el tiempo, todo el tiempo mirando a su madre o a mí, pero nunca se atrevió a mirar a papá.

—Realmente lo siento, hijos —se acercó a nosotros, ambos retrocedimos—. Los quiero —Matt me miró, podía notar en él una gran cantidad de desconfianza. Sin embargo, tanto él como yo, recibimos el abrazo de mi padre de la forma más tranquila posible—. Volvamos a casa.

Narra Alexander

—Alex —gritó mi madre—. Levántate. Mira no más, ya es medio día, ya deberías estar listo, en dos horas salimos. ¿Dejaste la maleta hecha?

Llevaba un par de horas bajo las cobijas, haciendo nada, mirando el reloj y el minutero avanzar. Había pasado una semana desde aquel día en el que cruelmente había sacado corriendo a Santiago de mi casa. Desde ese día no habíamos vuelto a hablar, no había sido capaz si quiera de enviarle un mensaje para disculparme o para saber cómo se encontraba.

—Alex, despierta —mi madre arrancó las cobijas de mi cuerpo—. ¿Qué estás haciendo? ¿Ya alistaste todo? —Mis padres en su intento por recuperar el tiempo perdido habían organizado un viaje a un parque acuático que quedaba a las afueras de la ciudad.

—No quiero ir —contesté en voz baja.

—¿Cómo que no quieres ir? —Mi madre se sentó en mi cama—. Vamos a compartir en familia, ¿no era eso lo que querías?

Asentí con la cabeza.

—¿Entonces? —preguntó ella.

—Hoy no tengo ganas de levantarme, madre —dije cerrando los ojos.

—En dos horas salimos —se levantó—. Espero no arruines el día, Alexander. Tu padre está muy emocionado con el viaje.

Mi madre dejó la habitación. Una vez solo en la habitación tomé mi celular. «Santiago» su nombre no dejaba de rondar en mis pensamientos, su nombre y su rostro, y su sonrisa, su voz, sus besos. «Te extraño» pensé, el sólo recordar la expresión de su rostro después de escuchar mis horribles palabras, jamás lo había visto tan triste, nunca pensé en verlo de esa manera, me dolía, me rompía el corazón en mil pedazos, más sabiendo que era culpa mía.

Abrí el whatsapp y me decidí a escribirle. Lo busqué en mis contactos y cuando oprimí su nombre vi que no tenía foto, y luego al tratar de escribirle me encontré con que no podía hacerlo. Mis manos temblaron y el celular casi se resbaló cuando entendí que me había bloqueado. Sin pensarlo dos veces intenté llamarlo, pero mis llamadas ya no entraban. Sentí miedo, ¿era demasiado tarde?

—No puede ser, Santiago no me sacaría así de su vida, él no haría eso —encendí el computador y lo busqué en Skype—. No puede ser —mi voz temblaba—. Me bloqueó.

Tocaron a mi puerta.

—¿Ya estás listo? —preguntó mi madre del otro lado.

—No —grité.

La puerta se abrió.

—Alexander, por favor, tanta rogadera contigo —soltó un suspiro—. Y mira la cochera que tienes por habitación, ¿no te da pena? Ni que fueras un cerdo —yo no despegaba la mirada de la pantalla—. Alexander, ¿me estás escuchando? —Sentí su mano en mi hombro—. ¡Alexander!

—Es culpa tuya —la miré con ira—. Todo es culpa tuya, ¿a qué has vuelto? —Pregunté, mis labios temblaban, mi madre me miraba sin poder creer que yo le estuviese hablando en ese tono—. ¿A arruinarme la vida?

Sentí la mejilla caliente.

—¿Quién te crees que eres? —Preguntó, su mano todavía cerca de mi rostro—. Todo lo que hemos hecho ha sido para darte lo que quieres y necesitas, ¿cómo puedes ser tan desagradecido?

—Esto no es lo que quiero —sobé mi mejilla—. Tú no sabes lo que quiero porque no sabes nada de mí, madre. No conoces a tu hijo, no sabes qué quiere, qué le gusta, qué ama. No sabes lo solo que estuvo, lo frío que se sintió y lo importante que fue encontrar a una persona que le brindase el calor y el amor que necesitaba y que nunca esperó tener, que incluso ni siquiera pensaba merecer.

—Sigues molesto por lo de ese muchacho —se cruzó de brazos—. Alexander, por favor, mírate, estás demasiado joven todavía. No dejes que los sentimientos nublen tu vista, no te dejes llevar por ellos, piensa con cabeza fría, piensa a futuro. La relación con ese muchacho no traerá nada bueno, entiende, el mundo no está preparado, el mundo todavía no acepta eso, ¿crees que las personas van a aceptarte con alegría sabiendo que eres gay? ¿No has visto todo lo que pasa en el mundo? Yo lo único que quiero es que mi hijo sea feliz, ¿crees que puedes ser feliz siendo señalado, juzgado, perseguido? Incluso podrían atentar contra tu vida, ¿no lo ves? Yo sólo quiero tu felicidad y bienestar, no quiero que un día me lleguen con la noticia de que mi hijo murió o fue golpeado, o yo que sé. Puede que los tiempos hayan cambiado y que haya gente que lo acepte, pero todavía hay mucha gente que lo ve mal, todavía hay que sentir miedo, todavía hay que esconderse.

—No tiene sentido vivir con miedo —repliqué—. No tiene sentido fingir algo que no se es sólo para vivir seguro, vivir seguro no es vivir feliz, y si no eres feliz no puedes estar bien, ¿entiendes, madre? No me importa si el mundo no me acepta, no me importa si hay gente que me señala o está en contra de mí, no me importa si algún día alguien me ataca y todo termina. Lo único que importa es saber que estoy con las personas que quiero, que tengo el apoyo de las personas que me importan, seré feliz al saber que aquellos a los que amo y me aman me aceptan tal y como soy. Pero en este momento no es así, las personas que amo y que me aman están alejando mi felicidad, me están señalando, me están juzgando, me están matando por dentro.

—No digas cosas tan feas, Alexander. Me estás lastimando.

—La verdad duele, madre —tomé un saco y me lo puse—. No puedo ir con ustedes hoy, lo siento.

Salí de la habitación.

—Alex, ¿a dónde crees que vas?

Tomé las llaves y dejé el apartamento, luego el edificio. Vagué un par de horas sin rumbo, busqué la manera de comunicarme con Santiago usando otros celulares, pero no contestaba, incluso salía que el número estaba fuera de servicio. ¿Había cambiado su número? ¿Significaba eso que no quería volver a verme? ¿Nunca volvería a verlo?

Estaba ya cerca de casa cuando me topé con la señora Carmenza, ella iba muy atareada tratando de llevar unas bolsas de mercado en sus manos.

—Carmencita —dije acercándome a ella. La mujer me respondió con una sonrisa de oreja a oreja—. Permíteme —tomé una de las bolsas.

—¿Cómo estás, Alex? —preguntó la mujer con esa alegría que la caracterizaba.

—Bien, si señora —respondí intentando sonar entusiasta.

—¿Y tus padres? ¿Cómo han estado? ¿Han hecho muchas cosas? Me imagino que deben estar muy felices los tres.

—Sí, estamos felices.

—¿Y el jovencito pelirrojo? No lo he vuelto a ver por ahí —La mujer no dejaba de sonreír, no hasta que me miró fijamente.

—No volverá —respondí con tristeza.

—¿Cómo que no volverá? La semana pasada lo vi corriendo escaleras arriba para llegar a tu apartamento, se veía tan emocionado y feliz. ¿Cómo podría cambiar de una semana a otra?

—Le dije que no quería volver a verlo.

Llegamos al edificio.

—¿No quieres volver a verlo?

—No lo sé —entramos y nos dirigimos a su apartamento.

—¿Tienes algo que hacer o me ayudas con el almuerzo?

Entramos en su apartamento.

—¿Es por tus padres? —preguntó la señora en tanto acomodaba los insumos que había en las bolsas.

—Es lo mejor para mí y para mi futuro —repetí las ideas de mi madre casi de forma involuntaria.

—¿Es lo mejor para ti? —La mujer se sentó y me hizo señas de que hiciera lo mismo—. Cuando yo era una jovencita como tú soñaba con ser actriz. De niña siempre participé en las obras escolares, en mi adolescencia hice parte de grupos de teatro, era muy buena en ello y era algo que me apasionaba y me hacía feliz. Por esa razón toda mi vida pensé en estudiar artes escénicas y convertirme en una gran actriz, sin embargo, mis padres no pensaban que eso fuese muy bueno para mí, ellos decían que moriría de hambre, que en esa profesión había que tener muchas influencias, que había mucha competencia y que no llegaría a ninguna parte. Aun sabiendo eso les dije que eso era lo que quería y lo único que podría hacerme feliz, pero ellos no me apoyaron, me dijeron que si quería estudiar eso debía comenzar a trabajar y pagar yo misma mis estudios. Como una tonta tomé el camino fácil y abandoné mis sueños, escogí otra carrera y en la mitad de ella descubrí que nunca sería feliz, la dejé. Mis padres me echaron de casa y tuve que comenzar de nuevo sola, busqué un trabajo, muchos trabajos, uno de ellos en un grupo de teatro, era un grupo pequeño y no ganaba mucho allí pero era feliz haciendo lo que me gustaba, con ellos aprendí mucho y al final las oportunidades comenzaron a brillar ante mis ojos. Sabes, en mi juventud era una actriz muy reconocida, me amaban por mi belleza y por mi facilidad de ser muchas personas en una.

La mujer se levantó y fue a buscar algo.

—Mira —puso un álbum de fotos en la mesa—. Aquí estaba a mis veinte años, se me veía muy feliz.

—Eras muy guapa —comenzamos a mirar las fotos—. No pensé que hubieses sido famosa.

—Mi familia no me impidió alcanzar mis sueños, nunca renuncié a mis sueños, tampoco a mi familia, fueron ellos los que renunciaron a mí. Pero logré ser feliz, vinimos al mundo a buscar la felicidad, aunque la felicidad de cierta manera sea una utopía y nunca podamos decir que somos felices, sino que tenemos momentos felices.

—¿Nunca volviste a hablar con tus padres?

—No. Pero eran otros tiempos, Alex. No creo que tus padres sean como los míos, yo los conozco, ellos te aman y si te aman terminarán por aceptar tus decisiones, más sabiendo que haces lo que te hace feliz. Nunca hagas las cosas por complacer a los demás, piensa en ti porque sólo tú eres capaz de encontrar lo que necesitas.

—Santiago me ha bloqueado de todo, tal vez sea demasiado tarde.

—Nunca es demasiado tarde para luchar por lo que queremos —la mujer se levantó de la silla—. Si realmente lo quieres encontrarás la forma de llegar a él. No vive al otro lado del mundo, ni en otro planeta, ¿o sí?

—Es cierto —me levanté de la silla yo también—. Gracias, en serio gracias.

Abracé con fuerza a Carmenza y salí corriendo del apartamento.

Narra Matt

Los días pasaban y por fortuna todo se había calmado. Sin embargo, no podía sentirme del todo feliz, sabía que las cosas no estaban bien aunque parecían estarlo. Parecíamos una familia, hacíamos todo como si fuésemos la familia más unida y feliz del mundo, pero al ver a mi madre notaba que todo era una farsa. Ella no era feliz, podía notarlo aunque se esforzara por engañarnos.

—¿Segura que está todo bien, mamá? —pregunté al verla sentada en el sofá. Estábamos solos en casa, Tobi y su padre habían salido a comprar una máquina para hacer ejercicio que Richard quería.

—Sí, hijo. No te preocupes —respondió ella sonriendo con dulzura.

—No pareces feliz, te conozco, no puedes engañar a tu hijo —me senté junto a ella.

—Estoy bien, Matt. Me siento muy feliz de tenerlos a ti y a Tobi conmigo —me recosté en sus piernas—. Quiero que sean muy juiciosos y que estudien mucho.

—Si estás triste dímelo, má.

Ella asintió con la cabeza.

—Yo estoy bien ¿vale? —Dijo acariciando mi cabello—. Más bien cuéntame, ¿cómo va la escuela? ¿Cómo van las cosas con Sam? No he vuelto a verlo por aquí.

—Va bien, creo que ya se arreglaron las cosas entre él y Tobi. Menos mal, porque me sentía culpable, no quería que su amistad terminara por mi culpa, han sido amigos por muchos años.

—¿Y sobre lo que había dicho Tobi respecto a Sam?

—Tobi no se encontraba bien en esos días, con tantos problemas. Yo no leí la carta pero pues supongo que no es algo de lo que deba preocuparme —mi madre torció la boca—. Todo está bien mamá. La que está rara es Irene, creo que desde que comenzaron a circular los rumores sobre ella y Sam se ha sentido muy incómoda, incluso nos ha estado evitando, ya no se sienta con nosotros. El otro día dijo que tenía que hablar conmigo, pero luego dijo que no era nada, que lo olvidara.

—No sé, hijo, todo eso me da mala espina. Ten cuidado, no quiero que salgas lastimado.

—Las cosas están bien, mamá —sonreí, ella me respondió de igual forma.

—Está bien, sólo te pido una cosa, Matt. Si Sam llega a hacerte daño déjalo ir, no te aferres a él, ni a nadie. No dejes que se aprovechen de ti, ni que jueguen contigo, tú eres un chico muy lindo y especial y no tienes por qué andar detrás de alguien que no te quiere, valórate y haz que los demás te valoren de igual forma.

—Mamá, no digas esas cosas, me haces sentir avergonzado.

—Hablo en serio, hijo.

—Está bien, lo prometo.

Estuvimos un rato hablando hasta que yo me quedé dormido en sus piernas. Cuando desperté Tobi y Richard ya habían vuelto.

—Matt ¡levántate! —Tobi corrió hacia mí—. Mira lo que te traje.

Tobi sacó una prenda de una bolsa y la extendió.

—Oh dios, ¿es para mí? —La tomé entre mis brazos, era un saco de mi álbum favorito de Pink Floyd, the division bell—. Es hermoso —me lo puse enseguida.

—Te queda muy bien —dijo Tobi sonriendo.

—Es perfecto —abracé a Tobi—. Gracias, Tobi.

—De nada —contestó el rubio. Mi madre y Richard estaban en la cocina—. Por cierto, no has respondido a mi pregunta.

—¿Cuál?

—La del otro día, ¿no la recuerdas?

—La verdad no —traté de recordarla pero a mi mente no llegó nada—. No, no la recuerdo. ¿Cuál era?

—No te la diré, entonces sólo responde ¿sí o no?

—Pero no sé cuál es la pregunta.

—¿Sí o no, Matt? Responde, prometiste que responderías.

—Dime cuál es la pregunta —me crucé de brazos.

—Tú deberías saber cuál es, yo debería sentirme ofendido porque la olvidaste, pero en lugar de eso te doy la posibilidad de recordarla y responderla o de sólo responderla. No seas aburrido, di sí o no.

—Está bien —hice un ruido mientras pensaba—. No sé, qué tal sea algo malo.

—Yo no creo que sea malo.

—A ver, ¿qué respondo? —Solté un suspiro—. Digo que no.

—¿No? ¿Estás completamente seguro?

Dudé.

—No, no sé —sacudí mi cabeza—. No seas así, repíteme la pregunta.

—¿Sí o no? Decídete.

—Entonces sí —respondí.

—¿Seguro? —Inquirió sonriente, yo asentí con la cabeza—. Está bien —y luego sin decir más me besó.

Quedé en shock. El besó no duró nada, como tal no había sido un beso, había sido como un pico largo. Cuando Tobi se separó de mí me miró, yo estaba congelado, con los ojos abiertos como platos.

—Ahora la recuerdo —dije mirando hacia el suelo—. Estás loco, Tobi.

—Tal vez sólo un poco —respondió el rubio—. Pero es culpa tuya —agregó y luego se fue para su habitación.

«Fue sólo un pico» pensé. «No tiene nada de malo, hay madres que besan a sus hijos en la boca, o hermanos que se dan picos. Supongo que es normal» agregué encendiendo el televisor y buscando algún programa interesante.

https://youtu.be/LlefHgF0kPA

"Es gracioso como no toma nada de tiempo volver a caerse. Es gracioso como toma tiempo volver a pararse"

Aquilo - You There 

Hola a todos, ¿cómo están? Aquí traigo nuevo capítulo, probablemente suba el siguiente hoy mismo, si mi internet me lo permite u.u he estado sin internet, me he tenido que colgar del inter del vecino para poder subir este cap x.x

¿Qué les pareció? ¿Qué creen que pasará? También me surgió una pregunta, ¿cómo describirían a los personajes en cuanto a sus personalidades? >w< y ¿cuál es el personaje que más les gusta? ¿Se sienten identificados con alguno? 

Gracias, gracias y mil gracias a todos por llegar hasta aquí, por apoyar esta historia y por sus lindos comentarios. 

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