Capítulo 44
Narra Alexander
—Transfusión, de magia pura para el corazón. Rímel de miel, pa' corregir la tristeza —una voz desafinada perturbó mi sueño—. Televisión, para borrarse de la transmisión. Revólver sexual, para la ruleta rusa.
«Ya basta» pensé girando mi cuerpo y poniendo una almohada en mi cabeza.
—Y no sé tú, ni qué dirás, pero no hay nada mucho qué pensar —Me levanté con desgana, la música, que provenía del equipo de sonido de la sala, retumbaba en mis oídos—. La oscuridad me acecha incrédula.
Abrí la puerta y caminé, diría que corrí, hacia aquel aparato del demonio, estando frente a él lo apagué enseguida.
—Nada que pueda perder —cantó casi gritando, por un momento se detuvo, pero luego vi su figura, proveniente de la cocina, asomarse—. Nada que no pueda hacer —continúo cantando a capela en tanto se acercaba hacia donde yo me encontraba—. Algo que te alivie, algo que me cure —se paró frente a mí, tomó mi mano y repitió el verso.
Mi rostro se encendió en un fuerte color rojo, estaba tan avergonzado que no pude si quiera moverme o producir palabra alguna, diría no haber expresado algo, pero mi rostro decía más de lo que las palabras podían transmitir.
Él siguió cantando, con una enorme sonrisa bailando en su rostro de lado a lado. De la nada me jaló hacia él, acercó su rostro al mío y dijo:
—No hay nada que pueda perder, que no pueda hacer, que no pueda amar, que pueda soñar uooo uooo.
—Déjame —empujé su cuerpo para alejarlo de mí—. ¿Cuál es tu problema?
—Yo no tengo ninguno. Tú eres el que está haciendo mala cara y mirándome mal —contestó el pelirrojo en un suspiro—. Hasta quitaste la música —me dio la espalda y se dirigió a la cocina.
—¿Cuál es mi problema? —caminé tras él—. Estaba tratando de dormir y tú, y tu música, y tu horrible y desafinada voz me despertaron. No sabes lo molesto que es que te corten el sueño así, estoy muy cansado, no he dormido lo necesario.
—Pero mira la hora —señaló el reloj de la cocina con su cabeza.
—¿Qué tiene? —clavé mis ojos en el objeto que marcaba las 12 m—. Estoy en vacaciones, puedo dormir hasta las cinco.
—Realmente tienes un problema —dijo el chico—. Pero ya, olvidémoslo —se acercó al mesón que había junto a la estufa—. Vamos a comer —se giró hacia mí, con un plato en cada mano—. Ten.
—¿Q-qué es esto? —Santiago me entregó ambos platos, la comida olía realmente delicioso.
—Yo lo llamo desayunalmuerzo —contestó tomando una bandeja y poniendo las bebidas y lo que parecía el postre en ella—. Mi estómago clama por comida, pensé que no despertarías.
Guardé silencio mientras llegábamos al comedor y organizábamos la mesa. Santiago se sentó y sus ojos brillaron al ver la comida. Yo me senté y me quedé mirándolo fijamente mientras tomaba los cubiertos y comenzaba a cortar, luego llevaba la comida a su boca y su rostro reflejaba una satisfacción casi orgásmica.
—Está delicioso —proclamó, todavía con la boca llena—. ¿No comerás? Son mis omelettes especiales. Tienen platanito, tocineta, maíz tierno y queso, mucho queso. Amo el queso, ¿no es delicioso?
Asentí con la cabeza tímidamente y volví mi cabeza al plato.
—¿De dónde sacaste la comida? —inquirí tomando los cubiertos.
—Fui a la tienda de la esquina.
—¿Qué? ¿Y las llaves? —corté el primer bocado.
—Estaban en tu pantalón —seguía hablando con la boca llena.
—Hurgaste en mis cosas —dejé los cubiertos sobre la mesa—. ¿Por qué lo hiciste?
El chico tragó, desocupando su boca, antes de contestar.
—No te esculqué nada, vi cuando las pusiste allí anoche —contestó en un tono triste—. Organicé un par de cosas, pero no he mirado nada que no deba.
Miré a mi alrededor y efectivamente todo estaba perfectamente organizado, me sentí apenado por no haberlo notado antes.
—No tenías que hacerlo —mascullé en un tono casi inaudible.
—Estaba hecho un chiquero —volvió a su actitud alegre y segura de antes—. ¿Cómo es que no te da pena con las visitas?
—No es como que tenga muchas —respondí llevando al fin la comida a mi boca.
—Entonces debería darte pena contigo mismo.
No respondí y continué comiendo, él notó que me había incomodado y guardó silencio. Comimos en silencio, la comida estaba realmente deliciosa y la compañía de Santiago la hacía aún más agradable aunque me fuera imposible demostrarlo.
Cuando estaba por terminar mi celular vibró. Lo saqué del bolsillo de mi pijama y vi que tenía un mensaje de Luna, miré a Santiago de reojo, enseguida lo notó puesto que mantenía su mirada en mí. Me sonrojé y volví la vista a la pantalla de mi teléfono.
Luna: Feliz navidad <3 Siento no haber estado ayer, tuve que salir a hacer unas cosas con mi familia, espero hayas recibido mi mensaje a tiempo y no haberte hecho ir para nada.
Dejé el celular en la mesa y me levanté.
—Ya sabes dónde está la puerta —dije y comencé a caminar hacia mi cuarto, Santiago me miró confundido—. Y —detuve mi paso—. Gracias por la comida, estaba muy rica —agregué en un murmuro.
—Espera —escuché chirrear las patas de la silla al hacer contacto con el piso—. ¿Qué pasó?
—Nada, ya es hora de que te vayas —dije—. Hablo en serio, por favor vete.
El chico se levantó, yo seguí mi camino hacia la habitación y luego no volví a verlo en todo el día. Me sentí triste, una parte de mí esperaba que insistiera en quedarse, que dijera que no me dejaría solo, ¿por qué tenía que comportarme de esa manera? No hacía más que alejar a las personas.
Volví al comedor cuando ya había oscurecido un poco, tomé el celular y tenía un mensaje de un número desconocido.
"Espero te haya gustado la comida y hayas tenido una feliz navidad, para mí fue una noche muy especial. Tal vez no soy la persona que querías, y tal vez nunca lo sea, pero al menos espero haberte sacado alguna sonrisa sincera. Espero verte de nuevo, este es mi número. Escríbeme si algún día quieres hablar".
Agregué el número a mis contactos, lo llamé Desafinado. Luego volví al chat de Luna, quería aclarar lo que había ocurrido, saber si era cierto lo que su hermano decía o saber al menos la razón por la cual mentía, uno de los dos estaba mintiendo, eso era lo único seguro.
Narra Matt
Me sentía triste porque Sam había cancelado otro de nuestros planes, aunque fuese por cosas familiares me sentía olvidado, asustado, tenía miedo de que el tiempo nos estuviera separando y de que las cosas terminaran. Nada es para siempre, es algo que sabía desde hace mucho y que había comprobado con la relación de Irene y Tobi, que en un principio parecía tan fuerte e inquebrantable, y que sólo había necesitado de una pequeña llama para que todo se resumiese a cenizas.
—¡Matt! —escuché la voz de mi madre que provenía de su habitación.
—Señora —grité desde mi cama.
—Ven.
Dejé mi celular en la mesa y corrí hacia su cuarto.
—Señora —repetí desde la puerta.
—Ven, cariño —dio un par de palmadas a la cama—. Siéntate.
—¿Qué fue? —me senté junto a ella y ella soltó un profundo suspiro antes de comenzar a hablar.
Me dijo que Richard le había dicho que separaría las habitaciones porque creía que Tobi se estaba apegando mucho a mí y que no quería que se acercara tanto porque yo era gay. Que en aquel momento debía estar hablando con Tobi sobre sus sospechas y que tenía miedo de lo que le pudiera decir, dijo además que pasara lo que pasara no dejara de hablarle a Tobi porque ella no estaba de acuerdo con que Tobi y yo tuviéramos que actuar como desconocidos sólo por un capricho suyo. Al final me preguntó si yo sabía algo al respecto, le dije que Tobi me había dicho que yo le gustaba, ella me preguntó si a mí me gustaba, a lo que respondí que lo quería pero que en aquel momento lo veía como hermano.
—Realmente me molestó lo que dijo Richard, no pensé que fuese así —confesó mi madre con voz temblorosa—. Me temo que si las cosas siguen así tendremos que irnos, Matt. Yo no voy a permitir que Richard pase por encima de nosotros, tampoco quiero que Tobi tenga problemas, ya ha tenido demasiado ese pobre chico. Me gustaría llevármelo con nosotros, pero...
Abracé a mi mamá.
—Tranquila —besé su frente—. Todo va a estar bien.
—Me da miedo lo que Richard pueda hacer con Tobi, no podemos irnos hasta que se solucione eso.
Ella ya no hablaba de solucionar el problema en general, ella ya no quería seguir con Richard. ¿Por qué de la nada todo se había dañado? Me sentía culpable, por mi culpa mi madre volvería a estar sola, por mi culpa tendríamos que volver a mudarnos, volver a comenzar desde cero, tal vez en otra ciudad, tal vez volveríamos al pueblo o posiblemente sólo buscaríamos otra casa en la misma ciudad.
—Esto es muy repentino, no sé ni qué pensar —dije con el rostro cargado de preocupación—. No lo entiendo.
—Así es la vida, Matt —contestó mi madre—. Un día creemos tenerlo todo, una familia, un hogar, felicidad, amor... y en un parpadeo quedarnos con los brazos y el corazón vacío. Como si fuese un capricho del destino ilusionarnos con cosas bellas para luego sólo desaparecerlas como si todo el tiempo hubiesen sido sólo parte de un sueño lejano.
Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.
—Lo siento, Matt —dijo pasando sus manos por sus ojos para limpiarlas—. Siento equivocarme otra vez.
*****
Eran las cinco de la tarde, Tobi no había vuelto, mi madre estaba en su cuarto encerrada y yo no sabía qué hacer o con quién hablar. Le había escrito a Luna, pero no contestaba, por otra parte, no quería escribirle a Sam pues lo más probable era que estuviese ocupado.
—Espero Tobi vuelva pronto —susurré. Tenía miedo de lo que pudiese estar pasando entre su padre y él. Me decepcionaba de sobremanera saber que Richard había terminado siendo como mi padre, él no me aceptaba, simplemente me toleraba por el amor que decía sentir hacia mi madre, amor que ni siquiera había sido suficiente como para que aceptara también a su hijo.
Tomé el celular y decidí escribirle a Sam. Necesitaba hablar con alguien, necesitaba hablar con él.
Matt: Sam, sé que debes estar ocupado pero necesito hablar de algo contigo.
Sam: ¿Pasó algo? Sabes que siempre sacaré tiempo para ti, si quieres puedo escaparme unas horas e ir a verte.
Matt: ¿En serio?
Sam: Pues no debería, pero sabiendo que algo te pasa no puedo quedarme aquí, no podría estar tranquilo, ¿cómo podría dormir en la noche?
Matt: Si vinieras te lo agradecería mucho, es un tema que es mejor tratar en persona.
Sam: Bueno, nos vemos en unas dos horas. Luego tendré que quedarme solo en mi casa, pero no importa. Te quiero :*
Sam se desconectó y al fin sentí un poco de alivio. Mientras lo esperaba tomé mi computador y pensé en leer unos escritos que me había mandado Luna, ella estaba siguiendo una especie de juego que consistía en que por 30 días escribiría lo que el juego le pidiese y si dejaba de escribir por un día perdía. Me parecía algo divertido, aunque yo no era muy bueno escribiendo por lo que me conformaba con leer lo que ella hacía.
Sin embargo no logré centrar mi atención en las historias de Luna. La preocupación volvió a apoderarse de mí, no podía sólo ignorar lo que estaba pasando. Estaba muy preocupado por lo que pudiese pasar con Tobi, con mi madre, conmigo, si nos íbamos también me separaría de Sam, eran muchas las cosas que me atormentaban.
Dejé el computador en la mesa y fui a lavarme el rostro. Cuando me estaba secando el timbre sonó y su estruendoso sonido me hizo saltar del susto, casi sentí mi corazón salir volando por mi boca.
—Es para mí —grité terminando de secarme la cara.
Bajé corriendo las escaleras, mis pies se enredaron y casi me voy de cara, algunas veces puedo ser muy torpe. Sobé mi tobillo, pues había alcanzado a lastimarme, y continué mi camino hacia la puerta.
Al abrir Sam se abalanzó sobre mí para darme un fuerte abrazo.
—Toma —puso una bolsa de gomitas en forma de mandarina en mis manos—. ¿Cómo estás? —besó mi frente.
Le hice pasar y fuimos enseguida a mi cuarto.
—Ahora sí, cuéntame —dijo Sam, sentándose en mi cama.
Le dije lo que mi madre me había contado. Que el padre de Tobi sospechaba que él era gay y que se sentía atraído hacia mí, que eso podía traerle muchos problemas a él, que además mi madre estaba muy triste pues eso le había generado problemas con Richard, ya que se había dado cuenta de que él no era tan tolerante y comprensivo como parecía. Le dije que me sentía culpable, que era muy probable que mi madre y Richard se separaran, pues ella no querría estar cerca de alguien homofóbico y que si eso llegaba a pasar no sabía si nos terminaríamos yendo de la ciudad.
—No quiero irme —confesé en un tono triste—. Ya me acostumbre a estar aquí, soy feliz aquí.
—Está muy complicada la situación, no sé qué decirte —respondió el pasando su brazo sobre mi hombro—. No pienses más en eso, pase lo que pase estaré aquí para ti y si te vas iré a buscarte a donde sea, así me toque cruzar la ciudad, el país, el continente.
Sam besó mi cabeza, yo sonreí.
—Espero todo salga bien —contesté recostándome sobre su hombro—. ¿Podrías hablar con Tobi? Tal vez él te cuente algo que no pueda decirme a mí, estoy preocupado y como tú eres su mejor amigo.
—Claro, lo haré —dijo Sam sacudiendo mi cabello—. Aunque dudo que me diga si llega a estar relacionado contigo. Deberías alejarte un poco de Tobi, si en verdad tú le gustas, pues...
—Pues nada —interrumpí—. No seas bobo. No dejaré de hablarle a Tobi, él es importante para mí.
—Pero no hagas que me sienta celoso —se cruzó de brazos—. No te gustaría verme celoso. Me convertiría en un monstruo.
Volteé mi rostro hacia él y lo miré con sorpresa.
—Sería un monstruo —insistió y me miró fijamente, su rostro se tornó serio—. El monstruo —puso sus manos en mis hombros—. De las cosquillas —se abalanzó sobre mí, yo no paraba de reír y patalear.
Narra Tobi
En todo el camino no hice más que pensar en la conversación que había tenido con mi padre, principalmente en las últimas palabras que le había oído decir y en los recuerdos que éstas habían traído a mi mente. ¿Había estado enamorado de mi mejor amigo en el pasado? ¿Por qué entonces había resultado con Irene? ¿Cómo es que no recordaba nada de eso? No veía nada con claridad, a mi mente llegaban sólo imágenes borrosas, mis recuerdos estaban bloqueados y se iba desbloqueando con ayuda de algunas palabras, eran como si fuesen palabras mágicas o como si éstas fuesen la clave para recordar mi pasado.
En ese momento pensé que yo no sabía quién era, me sentí un completo extraño. No conocía mi pasado, incluso había inventado recuerdos de cosas que nunca pasaron. ¿Qué había sido real y que no? Y si todos los recuerdos bonitos habían sido una completa mentira, y si en un futuro todo lo horrible que estaba ocurriendo en aquel momento se convertía en recuerdos hermosos, engañosos, que no harían más que hacerme pensar en que mi vida era casi perfecta, llena de amor y felicidad. Todos esos pensamientos me asustaban, temía vivir en una mentira.
Mi padre encendió la radio. La música comenzó a sonar, haciendo del momento un poco más triste. Mis ojos se llenaron de lágrimas y mis manos comenzaron a temblar mientras las gotas de agua salada mojaban mi rostro.
—¿Ahora por qué lloras? —dijo molesto mi padre—. Realmente cada vez eres más nena, compórtate como un hombre si no quieres que te deje aquí mismo, en medio de la nada.
Incluso mi padre era una mentira. Aquel día me había mostrado una faceta que nunca había visto de él. Su lado horrible, miserable, repugnante, que me aterraba, me asqueaba y me dolía. ¿Había algo en mi vida que fuera verdadero?
—Esto apesta —dije con rabia en tanto paseaba mis manos por mi rostro y trataba de calmarme—. ¿Por qué no sólo dejaste que mi madre abortara? ¿Para qué querías tenerme si ni siquiera me has dejado vivir? Lo que decías de la terapia —hice una pausa para tomar aire y calmar el temblor de mi voz—. Yo no recuerdo bien qué ocurrió, no recuerdo muchas cosas de mi pasado y lo que recuerdo está mal, nunca pasó, todo es porque tú hiciste que metieran cosas en mi cabeza. ¿Por qué?
Mi padre no contestó, parecía incluso sordo ante mis palabras. Sin embargo yo seguí hablando, tenía que sacar aquellas cosas que me lastimaban de mi interior.
—Por tu culpa traté mal a Matt —era imposible hacer que las lágrimas se detuvieran—. Por tu culpa lo golpeé y le dije cosas horribles, porque tú hiciste que pensara que estaba mal, que era vergonzoso, que era asqueroso, sólo porque tú no pudiste aceptar que tu hijo fuese gay hiciste que odiara su propia naturaleza. ¿Qué esperabas de todo esto? Esto es lo que soy, es lo que siempre he sido y si lo hubiera sabido entonces Matt nunca me hubiera odiado y tal vez las cosas serían diferentes, tal vez tendría al menos una mínima probabilidad de que me correspondiese pero no es así, nunca pasará, todo es culpa tuya.
Mi padre detuvo el auto.
—Una palabra más y no respondo —dijo con voz fría.
—Te odio —me atreví a decir.
—No sabes ni lo que dices —respondió mi padre arrancando otra vez—. Debería más bien internarte en un hospital mental, deberían darte droga que te ayudara a ser normal, como se hacía antes.
—Te desconozco. Tú no eres mi padre —musité con un nudo en la garganta y en el corazón.
—Cuando crezcas entenderás, que todo lo que he hecho lo he hecho por ti, por tu futuro, porque tengas éxito y seas feliz.
—Tal vez nunca llegue a ese futuro que tanto esperas, tal vez mi vida acabe mañana y entonces qué, habré tenido un presente de mierda y habré vivido amargado y triste sólo porque tú no eres capaz de aceptar que a tu hijo le gustan los hombres.
El hombre detuvo el carro en seco.
—Baja —ordenó—. ¡Baja ya!
Me quité el cinturón de seguridad y lo tiré con rabia. Abrí la puerta y la cerré fuertemente, mi padre arrancó enseguida. Vi el vehículo alejarse y desaparecer en el horizonte. Revisé mis bolsillos, tenía un poco de dinero, me alcanzaba para tomar un bus, sólo debía encontrar un paradero y saber en dónde me encontraba.
Ya estaba oscuro. Me sentía desorientado, no tenía mucho dinero, al menos me alcanzaba para llamar a alguien. Entré a un café internet y pedí un celular para hacer una llamada, llamé a Matt. Él me pasó a Sara, quien me dijo que mi padre no había vuelto, pero que ella iría a recogerme. Le pregunté a alguien sobre mi paradero, le di las indicaciones a Sara y, después de colgar y pagar, me senté en la acera frente al lugar.
Pasó aproximadamente media hora antes de que un taxi se parqueara frente a mí. El vidrio del asiento delantero se bajó y Sara me hizo señas de que subiera. Abrí la puerta de atrás, allí encontré a Matt y a Sam. Me sentí molesto al ver a Sam ¿no había dicho Matt que le había cancelado? Me senté junto a Sam y apreté mis puños, sobre mis piernas, para concentrar mi ira en ellos.
—¿Estás bien? —preguntó Sara.
—S-sí —asentí con la cabeza.
—Trataré de hablar con Richard —dijo ella girándose hacia nosotros y extendiendo una de sus manos hacia mí, para tomar una de las mías y apretarla con fuerza—. Nosotros estamos contigo, Tobi. También somos tu familia, no lo olvides.
Sara me miraba a través del espejo retrovisor y sonreía, con una sonrisa pesarosa, le devolví el gesto y luego me recosté en silencio sobre el espaldar del asiento, a mirar pasar los edificios, mientras iba devuelta a casa.
https://youtu.be/9sA_pfVg5GQ
"¿Quien eres tú para acusar? Repleto de eso. Tus ojos se llenan de lágrimas falsas, maldito hipócrita. Mentiroso, abogado. Espejo, muéstrame ¿cuál es la diferencia? La corte de circo mandó a colgar al culpable con el inocente".
The pot - Tool
Hola a todos <3 ¿cómo están? Espero muy bien. Pensaba publicar mañana, pero como no he podido dormir pues me puse a escribir y he aquí otro capítulo. Les pido que si ven algún error me lo hagan saber, yo trato de revisar y corregir pero algunas veces se me pasan por alto.
Gracias a todos por llegar hasta aquí. ¿Qué les pareció el capítulo? ¿Qué creen que pasará? Gracias, gracias y mil gracias por apoyar esta historia.
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