Capítulo 27
Narra Luna
—¡Luna! —sentí una mano posarse en mi hombro—. ¿Cómo estás, querida? —No tuve tiempo de responder antes de que Sara me rodeara con sus brazos—. Pero mira cómo estás de guapa —mis mejillas se pintaron de un color rosa.
—Gracias —contesté con timidez—. Mi madre te manda esto —estiré mi mano con la bolsa.
—No tenían que molestarse —Sara la tomó—. Me hubiera gustado ver a tu mami, ¿y Santi? —miré hacia el auto para ver si allí veía a Matt, pero en el vehículo sólo había un hombre.
«—Así que él es Richard —pensé mirándolo con disimulo—. Me pregunto cómo será el tal Tobi, debe ser guapo, su padre es muy apuesto —dirigí mi mirada rápidamente hacia la madre de Matt»
—Santi está enfermo —detestaba mentir, pero detestaba aún más que Santi hubiera salido con sus amigos sabiendo que Matt estaba cumpliendo años—. Pero dijo que lo llamaría en la noche.
Sara abrió la puerta trasera del auto y me hizo señas de que entrara. Me senté en el medio y puse mi maleta sobre mis piernas. Sara se acomodó y me miró por el espejo retrovisor.
—Te presento a Richard —El hombre se giró un poco para verme—. Ella es Luna, la amiguita de Matt.
—Mucho gusto —dijimos al unísono. Richard extendió su mano hacia mí, yo la tomé y le di un suave apretón.
El viaje transcurrió entre charla y charla, hablamos de la escuela, recordamos historias que habíamos vivido juntos Matt y yo, algunas felices, otras un poco amargas. Richard habló sobre él y sobre su hijo Tobi. Recordé los primeros días lejos de Matt, pensé en su confesión y me pregunté qué pensaba Richard sobre eso, era probable que quisiera que Matt estuviera lejos de Tobi o algo así, por miedo a que se le "pegara" como si se tratase de un virus.
—Llegamos —El auto frenó—. Bienvenida —Sara y Richard salieron del auto—. Déjame ayudarte —El hombre arrancó mi maleta de mis manos. Yo cerré la puerta del auto con fuerza.
La nueva casa de Matt era enorme. Miré hacia la ventana y ahí estaba él, me saludó moviendo su mano de lado a lado mientras sonreía. Corrí hacia la entrada y apenas llegué a la puerta, ésta se abrió.
—Luna —Matt me abrazó con fuerza.
—N-no puedo respirar —dije con dificultad. Matt me soltó y se alejó un poco a tiempo que sobaba su nuca un poco sonrojado.
—L-lo siento —murmuró avergonzado—. Es sólo que te extrañé mucho —agregó con dulzura, dulzura que me obligó a lanzarme sobre él para abrazarlo.
Nuestro abrazo fue largo y cálido, no quería separarme de él nunca más y el hecho de pensar en que al día siguiente volvería a casa, sin él, me entristecía. Mis ojos se llenaron de lágrimas, Matt las limpió y luego posó sus labios sobre mi frente. Acto seguido, su madre nos pidió que entráramos. Matt tomó mi mano y me jaló, dijo que quería presentarme a sus amigos y a una persona especial que había conocido. En ese momento pensé en Santi, lo imaginé junto a Matt y sólo pude pensar en que se verían muy lindos juntos.
—Chicos —dijo Matt cuando entramos a la sala.
En aquella habitación había una chica pelinegra sentada en el sofá, junto a un rubio que parecía estar en las nubes y finalmente había un chico pelinegro que enseguida nos vio se levantó y se acercó a saludar.
—Les presento a Luna —todos levantaron sus miradas y las posaron en mí.
—Mucho gusto, Luna —El pelinegro me abrazó con total confianza—. Matt me ha hablado mucho de ti. Mi nombre es Sam —pude ver que Matt parecía un tomate y tenía su mirada fija en el piso.
—Hola —la chica pelinegra me saludó desde el sofá—. Yo soy Irene, es un gusto conocerte —Luego miró al rubio junto a ella—. Y bueno, él es Tobi. Está un poco apenado porque olvidó que hoy era el cumpleaños de su hermano —agregó en un suspiro.
Y en ese momento conocí al fin al famoso Tobi. Matt me había contado cosas feas de él, y un par de cosas buenas, pero acababa de demostrar que era un completo idiota, un idiota sin modales, ni siquiera era capaz de saludar y el hecho de que hubiera olvidado el cumpleaños de Matt me daba ganas de golpearlo.
—Bienvenida —se limitó a decir el rubio.
—¿Y Santiago no viene? —preguntó Matt en un tono de decepción.
—Está enfermo —mentí nuevamente, y otra vez me sentí culpable y molesta—. Dijo que te llamaría en la noche.
—Bueno, otro día será —dijo Matt con una sonrisa de medio lado. El pelinegro lo miró extrañado y susurró algo a su oído, algo que no alcancé a escuchar.
El pelinegro tomó de la mano a Matt, y mi querido amigo me señaló el sofá con los ojos, para que me sentara. Ellos también se veían muy lindos juntos, aunque prefería mil veces ver a mi mejor amigo con mi hermano ya que de esa manera no me sentiría tan celosa.
—Feliz cumpleaños Matt —dije a tiempo que sacaba mi regalo de mi bolso—. No es la gran cosa —agregué poniéndolo en sus manos—. Pero espero que te guste —sonreí y enseguida tomé asiento.
Matt lo abrió con mucho cuidado, no quería romper el papel aunque éste ya se encontraba en un estado lamentable pues ambos teníamos la manía de guardar los papeles de regalo y reutilizarlos. Mi querido amigo sacó el libro y una sonrisa se dibujó en su rostro.
—N-no lo puedo creer —susurró. Su labio inferior temblaba levemente, parecía realmente conmovido —. Pensé que se había quemado —hizo una pausa y me miró—. Le has arreglado la portada.
—Sí. Pues la portada fue lo único que se dañó, lo había encontrado ese día pero quería guardarlo para un día especial —dije con emoción—. El dragón me quedo un poco deforme, pero...
—Es perfecto —me interrumpió—. Gracias por venir —dijo finalmente antes de darme un abrazo.
Narra Alexander
Era un día oscuro y lluvioso. Me encontraba caminando lentamente hacia la casa de Matt, Irene había salido sin mí, a pesar de que vivíamos en el mismo edificio, pues se había cansado de timbrar y timbrar, sin recibir respuesta alguna. Lo supe cuando me levanté, caminé hacia el baño y noté un objeto extraño frente a la puerta. Era una hoja de papel, una nota en la que Irene me recordaba que aquel día teníamos una reunión en la casa de Matt por su cumpleaños y que había timbrado miles de veces hasta que el ruido del timbre no dejaba de retumbar en sus oídos.
Me sentí mal al pensar en que no podría quedarme en casa, todavía estaba un poco adormilado pues había casi amanecido entre libros y tasas de café, pensando además en mis padres y lo mucho que los extrañaba. Cada vez que pensaba en ellos me sentía molesto. Extrañaba aquellos lejanos días en los que me despertaba el olor de huevos recién cocidos, en los que me levantaba y encontraba a mis padres sentados en el comedor y recordaba que nunca entendía del todo sus conversaciones, aunque me esforzaba por hacerlo y que ellos sólo me decían "son cosas de adultos".
«—Cosas de adultos —pensé con tristeza—. Seguía siendo un niño cuando me dejaron solo»
Pateé una botella plástica que se interpuso en el camino. Ésta salió volando y casi golpea a una mujer, quien me volteó a mirar y comenzó a gritarme pidiendo que tuviese más cuidado y llamándome grosero e insolente. Sólo seguí mi camino sin siquiera tomarme la decencia de mirarla y pedir perdón.
—¿Eso es lo que te han enseñado en casa? —gritó cuando yo iba llegando casi a la esquina—. Si yo fuera tu madre estaría muy avergonzada —agregó con furia—. Aunque me imagino que ella ha de ser igual. De tal palo tal astilla.
La mujer me estaba siguiendo mientras seguía lanzando sus cada vez más molestas palabras, palabras hirientes y sin saber nada sobre mí. Me detuve en seco, tomé un profundo respiro y la miré.
—Lo siento, perdone mi falta de modales, señora —dije cortésmente—. Y siento además que la botella no le hubiera golpeado en la cara —agregué con seriedad—. De esa forma tampoco le hubiera pedido perdón, pero al menos me habría reído un rato y el hecho de escuchar la basura que sale de su boca habría valido la pena —suspiré—. Es una lástima. Y por cierto, no hable de mí o de mi madre como si nos conociera. Usted no sabe cómo es ella, ni siquiera yo lo sé —La mujer guardó silencio y en sus ojos vi una pizca de empatía—. Ya ni siquiera puedo recordar su rostro y estoy seguro de que si ella me viera ahora tampoco me reconocería —sonreí sintiendo pena de mí mismo—. Como sea, no hable de lo que no sabe. Las personas deberían limitarse a hablar de lo que saben.
La mujer fue incapaz de decir palabra alguna, simplemente se limitó a torcer la boca y hacer una mueca de disgusto, para luego darse la vuelta y dejarme al fin en paz.
—Este día no podría ser peor —me lamenté entre dientes—. Aunque mejor no reto a la suerte porque nunca deja de sorprenderme.
Llegué a la casa de Matt. Antes de timbrar lo pensé una y otra vez, pensé en que aún estaba a tiempo de dar la vuelta y volver a casa, y de luego sólo decirle que estaba enfermo o que mis padres me habían pedido que estuviera en casa para hacer llamada por Skype, incluso había pensado en sólo decir la verdad, que lo había olvidado y que me había dado pereza salir de mi casa.
Pero tardé tanto perdido entre mis pensamientos que no escuché los pasos acercándose del otro lado, ni el ruido de una persona quitando el seguro de la puerta, no escuché nada hasta que la voz de Sara me hizo volver a la realidad.
—Alexander —levanté mi rostro. La madre de Matt me sonreía dulcemente—. Pensé que ya no ibas a venir —dijo abriendo un poco más la puerta—. Pasa, ya todos están adentro. Yo iré a comprar una cosilla que olvidé y ya vuelvo —agregó haciéndome señas de que siguiera. Yo asentí con la cabeza.
Subí las escaleras y antes de pisar el último escalón traté de poner una mejor cara de la que llevaba, hasta el momento no había sido un buen día para mí, había tenido mejores, sí, pero también había tenido peores y no podía dejar que mis sentimientos negativos hicieran incómodo el rato para los demás.
—Buenas tardes, chicos —dije al entrar a la sala.
—Alexander —dijeron casi al unísono, como me sentía un tanto incomodo, mantuve mi rostro agachado.
—¿H-Hugin? —una dulce e irreconocible voz se hizo presente, no lograba relacionarla con alguien hasta que su rostro apareció en mi mente como una fotografía.
No podía ser ella, era imposible, era un mal día y los días así sólo podían ponerse peores. Sin embargo no podía sacar su rostro de mi mente y mi estado de shock me hacía imposible levantar mi mirada para comprobarlo.
—Alex ¿qué ocurre? —Irene puso su mano en mi hombro—. ¿Estás bien?
Levanté mi rostro, todos me miraban extrañados, todos menos ella quien sonreía como si estuviese viendo algo increíble.
—No puede ser —dijo la chica pelirroja—. Realmente eres tú —se acercó a mí—. ¿No me recuerdas? —asentí con mi cabeza.
—¿Se conocen? —preguntó Matt.
Definitivamente la suerte no dejaba de sorprenderme, nunca había esperado que el destino volviera a reunirme con aquella chica que había logrado captar mi atención, como jamás nadie lo había logrado en el pasado. Tomé un profundo respiro para tratar de calmar mis emociones y de volver a ser el Alexander de siempre y no el Alexander idiota que llevaba siendo todo el día.
—Algo así —contesté con tranquilidad—. Nos conocimos hace un tiempo cuando fuimos a entregar los cuentos para un concurso. Aunque —hice una breve pausa—. Me temo que no sé su nombre real, la conozco bajo el seudónimo de Lyanna —Ella sonrió—. Lyanna —La miré pensativo—. Lyanna Strawberry.
https://youtu.be/RGTm7VgT-OM
"Un día me encontré a la vuelta de mi casa, de pelo oscuro, un ángel con campera. Le dije: Te espere la vida entera. Y no me creyó casi nada. ¿Qué seria de nosotros? Si de afuera ya no entrara nada. Sin la duda, sin la espera, dejando la puerta cerrada"
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Hola a todos <3 Quisiera primero disculparme por tardar tanto en subir capítulo, estaba en final de semestre y no me quedaba mucho tiempo para escribir, pero ya estoy al fin en vacaciones y podré actualizar más seguido *W* Así que subiré al menos un capítulo por semana. Les agradezco mucho por seguir esta historia y por ser pacientes en la espera :3
También quiero agradecer a esas personitas que dejan sus lindos mensajes en los comentarios, en mi muro y por mensaje privado <3 realmente alegran mis días, espero en estos días poder contestar cada uno de ellos. Gracias, gracias y mil gracias por su apoyo.
Sobre el capítulo ¿qué les pareció? ¿Qué creen que pasará? Espero les haya gustado <3 nos leemos en el próximo capítulo. Los quiero *w*
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