Capítulo 24
Narra Matt
—Entonces ¿qué quieres hacer? —preguntó Sam clavando sus penetrantes y oscuros ojos en mí—. Podemos ir a un centro comercial y ver una peli y luego salir a caminar un rato, o sentarnos a mirar el cielo o el paisaje. También podríamos ir a un parque de diversiones o a jugar bolos o billar. No sé, dime ¿qué te gustaría, Matt?
Aquel era el primer día que saldría a solas con Sam, nuestra primera cita y por fortuna el día era hermoso. El cielo estaba inundado de un azul claro y estaba despejado, un par de nubes navegaban como barcos de algodón mientras el sol pintaba de oro el agua de la fuente frente a la cual nos encontrábamos sentados. El agua era cristalina, podía ver las monedas, que simbolizaban los sueños y esperanzas que aún existen en los corazones de las personas, en el fondo. Algunas brillaban cual tesoro haciéndome imposible dejar de mirarlas.
—¿Quieres pedir un deseo, Matt? —preguntó Sam, metiendo las manos en sus bolsillos—. Yo pediré uno.
Sam sacó un par de monedas. Tomó mi mano, la abrió y puso una en ella.
—Se supone que no debería decirlo en voz alta para que se cumpla —dijo mientras miraba la moneda, levantándola en dirección al sol—. Pero me arriesgaré porque sé que puede cumplirse sin tener que pedirlo.
El pelinegro lanzó la moneda al aire, la moneda cayó sobre la palma de su mano, él la cerró, la acercó hacia su boca y la sopló mientras cerraba sus ojos.
—Deseo que Matt no se vaya de mi lado —murmuró a tiempo que abría los ojos—. Que no se vaya nunca —lanzó la moneda al agua y me miró—. ¿Crees que pueda cumplirse aunque lo haya dicho en voz alta?
No pude evitar que mi rostro estallara en un intenso color rojo, sentí mi rostro tan caliente que pensé que comenzaría a echar humo por mis orejas y por mi nariz. Sam no dejaba de mirarme, me miraba fijamente, tratando de que nuestras miradas se encontraran. No pude responder con palabras, me era imposible articularlas ya que me encontraba muy nervioso. Lo único que pude hacer fue asentir tímidamente, moviendo mi cabeza de arriba abajo.
Sam sonrió, puso una de sus manos en mi mejilla y besó mi frente.
—Eres adorable —dijo en un susurro.
—Ahora es mi turno —abrí el puño de mi mano—. ¿Tengo que decirlo en voz alta? —pregunté con mi vista clavada en la moneda.
—Sólo si sabes que puede cumplirse de todas formas —contestó él sin despegar su mirada de mí.
—Entonces —hice una corta pausa—. Deseo que las personas que quiero alcancen la felicidad —Sam miró hacia el cielo y dejó escapar una sonrisa, pero no parecía de felicidad—. Y... —volvió a clavar sus oscuros ojos en mí—. Y... d-deseo que Samuel nunca quiera que me vaya de su lado —mascullé entre dientes, me sentía un poco avergonzado al decirlo en voz alta.
—Sólo puedes pedir uno, no seas tramposo —El pelinegro se cruzó de brazos—. Así que ¿con cuál te quedas?
—Con el numero dos —iba a lanzar la moneda, pero Sam me detuvo.
—Yo quiero escucharlo otra vez —Sam no dejaría de insistir hasta hacerme repetir esas palabras cursis.
—N-no es justo. Ya lo dije, no tengo por qué estar repitiendo las cosas —El chico acercó su rostro al mío—. D-déjame tirar la moneda —se acercó aún más, podía sentir su respiración—. Y-yo —mi corazón latía cada vez más rápido, él me miraba a los ojos.
—Dilo —desvió su mirada a mis labios.
—Yo... d-deseo —lamió sus labios y no pude evitar querer besarlo.
Puse mis manos en su rostro, él abrió sus ojos de par en par con sorpresa. Mi respiración era cada vez más agitada, tenía que hacerlo, tenía que besarlo o me volvería loco. Me acerqué un poco más con lentitud y él cerró sus ojos, gesto que me pareció muy dulce. Acaricié su mejilla izquierda y él curvó sus labios en una sonrisa, y entonces lo hice, probé sus labios con suavidad. Tímidamente me alejé y agaché mi cabeza para evitar mirar sus ojos, él por el contrario me miró fijamente.
—No creas que podrás comprarme con un beso —Sam sacudió mi cabello—. No con uno —sonrió y enredó sus dedos en él.
Sus labios tocaron los míos una y otra vez, de un momento a otro nuestras lenguas comenzaron a jugar, se movían cada vez más rápido, haciendo el beso más profundo y placentero. Cuando sentí que me quedaría sin aire abrí mis ojos y me alejé.
—Ya puedes lanzar tu moneda —sonrió él tomando mi mano, yo asentí con mi cabeza, me sentía un poco aturdido.
Narra Alexander
Había leído y releído mi cuento, lo había revisado tantas veces que estaba casi seguro de que no podía haber error alguno, aunque un casi no era suficiente.
—¿Vamos? —dijo Irene, que se encontraba sentada en el sofá mientras yo revisaba el escrito por última vez—. Alexander —gruñó—. No seas tan exagerado, ya lo has leído miles de veces, lo he leído yo un par más, también lo leyó mi madre y es... —Le regalé una mirada fulminante que hizo que cerrara la boca.
—Me gusta hacer las cosas lo mejor posible —despegué mis ojos de las páginas y los dirigí hacia ella—. No voy a entregar algo mediocre. Me gustaría ganar y supongo que se presentaran muchas personas, personas que tal vez escriben mucho mejor que yo. Así que por lo menos debo hacer que mi escrito sea digno de competir y no que lo descarten por cosas como la ortografía, la redacción o la puntuación.
—Entonces ¿por qué me hiciste venir tan temprano? —se quejó a tiempo que se echaba en el sofá.
—Porque me sentía solo. Generalmente los fines de semana duermo hasta muy tarde, pero como hoy me tocó levantarme relativamente temprano se sintió extraño. Todo estaba muy silencioso y vacío, así que dije ¿por qué no llamar a mi querida Irene?
—Pero ni siquiera hablas conmigo, estás pegado a tu cuento, ¿no da lo mismo? —Irene se puso a jugar en su celular.
—Por supuesto que no —contesté con voz queda—. Puedo oír tu respiración y el sonido que haces al teclear. Además sé que estás ahí y eso me hace sentir más tranquilo —Irene se sentó y me miró molesta. Yo me hice el que no lo noté y luego sólo solté una carcajada—. Ya. Sabes que es molestado —dije mientras ponía mi escrito en un sobre de manila—. ¿Vamos?
El concurso había sido organizado por un instituto que estaba ubicado en el centro de la ciudad, teníamos planeado ir a entregarlo y luego almorzar en el centro comercial que quedaba al lado. Irene había invitado a Tobi pero por fortuna él le había dicho que tenía que acompañar a su padre al trabajo. Digo por fortuna porque me hubiera sentido muy incómodo caminando solo junto a una pareja, siendo como el violinista, y más incómodo aún hubiera sido tener que presenciar sus escenas de cariño y amor que deberían guardarse para lugares más privados.
Tomamos un bus y nos tocó de pie, como Irene era bajita y no tenía de dónde agarrarse tuvo que casi colgarse de mi brazo, aunque no era como que yo fuese muy alto, pero aun así alcanzaba a agarrarme de algo.
Tardamos unos veinte minutos en llegar a la parada y un par más en buscar el edificio. Yo no era muy bueno buscando direcciones y esa era la razón principal por la cual le había pedido a Irene que me acompañara.
Cuando entramos nos enviaron a una sala, nos dijeron que teníamos que esperar mientras las personas que los estaban recibiendo llegaban de almorzar. Teníamos que esperarlos debido a que nos tocaba llenar un formato para formalizar la inscripción. En la sala de espera no había mucha gente, por fortuna, realmente odiaba las multitudes. Irene y yo nos sentamos en las sillas del fondo y ella recostó su cabeza sobre mi hombro.
—Tengo mucha hambre —dijo en un suspiro—. Me suenan las tripas, es como si mi estómago agonizara —agregó poniendo sus manos sobre su vientre.
Miré el reloj. Eran las 12:30 y no nos habían dicho la hora exacta en la que volverían, pero suponíamos que sería tipo 2.
—Deberíamos ir a dar una vuelta mientras —Irene me miró con ojos de perrito regañado. Probablemente porque sabía que mi respuesta sería no—. Podemos comer antes.
—Si quieres ve y come algo mientras —respondí cruzando mis brazos—. Es mejor que me quede, no sabemos con exactitud a qué hora vuelvan y puede que luego esto se llene y nos toque hacer fila o esperar. Además estoy cansado, prefiero quedarme aquí sentado, cerrar mis ojos y al menos descansar la vista —me recosté en el espaldar del asiento y cerré mis ojos.
Irene me dio un codazo y cuando vio que mi atención estaba en ella volvió a tocar su estómago.
—Iré a comprar algo entonces —dijo a tiempo que tendía la palma de su mano hacia mí—. Dame dinero, tú me hiciste venir y ahora me dejarás ir sola para no morir de hambre. Al menos cumple con eso, hazte responsable.
Sonreí, Irene era una chica muy dulce, ella siempre me hacía sonreír, por eso disfrutaba de su compañía. Le di un poco de dinero y ella salió corriendo. Crucé mis brazos, me recosté en el espaldar del asiento y cerré mis ojos.
—Disculpa —Escuché una vocecilla que desconocía. No sabía si aquella persona se dirigía a mí así que mantuve mis ojos cerrados—. Disculpa —repitió, pero esta vez me picaba con uno de sus dedos en el brazo.
Abrí mis ojos con desgana, estaba adormilado, bostecé y luego levanté mi cabeza encontrándome con una chica pelirroja que me miraba fijamente.
—¿Puedo sentarme aquí? —señaló la silla en la cual había estado Irene, en ella se encontraba mi sobre.
—Claro —tomé mi sobre y lo puse en mis piernas.
La chica sonrió y se sentó.
—¿Vienes por el concurso de cuentos? —preguntó con una tierna sonrisa en sus labios, yo asentí con mi cabeza—. Genial —clavó sus enormes y brillantes ojos verdes en mí—. Esta es la primera vez que yo escribo uno, fue un poco difícil, pero me siento feliz con el resultado, ¿puedo? —señaló mi sobre.
—S-sí —se lo entregué. La chica comenzaba a ponerme nervioso, yo no era muy bueno para hablar con personas desconocidas y ella parecía ser de aquellas personas que a donde quiera que vayan consiguen un amigo, o al menos una persona para pasar el rato.
—El arte de matar —comenzó a leer la información con la que había marcado el sobre—. Interesante... te haces llamar Hugin y eres de la ciudad. Mucho gusto Hugin, yo soy Lyanna Strawberry —La chica misteriosa estiró su mano cortésmente.
—¿Lyanna? —Ahora sí que se había ganado mi atención—. Te gusta juego de tronos —afirmé, ella asintió y sus ojos brillaron con más intensidad—. Y... ¿por qué Strawberry? Es una extraña combinación.
—Pues, sí, es un poco extraña —contestó pensativa—. Verás, yo no vivo aquí en la ciudad, yo vivo en un pueblo cercano y allí las fresas son representativas así que pensé "si esto fuera juego de tronos y yo fuera una bastarda, sería una Strawberry" sí, creo que así serían llamados los bastardos de mi pueblo.
—¿Una bastarda? —No pude evitar romper en risas—. Eres muy graciosa —No podía parar de reír y mi estómago comenzaba a doler, ella también reía.
—¿Y por qué Hugin? —inquirió aun riendo.
—Es uno de los cuervos de Odin. Hugin es el pensamiento y Munin la memoria, según la mitología nórdica Odin los envía cada mañana al mundo para que al medio día ellos le cuenten lo que han visto y oído, por eso a él lo llaman el dios cuervo.
—Vea pues. Suena interesante —La chica nuevamente sonrió.
—Los que van a entregar el cuento —Una nueva voz desconocida se hizo presente. Enseguida las personas comenzaron a levantarse.
Como yo había sido uno de los primeros en llegar pude pasar con el primer grupo. Ni siquiera me despedí de aquella misteriosa chica, y cuando salí ella ya no estaba.
—Lyanna Strawberry —sonreí con nostalgia—. Hasta nunca señorita Strawberry —Aquella había sido la primera vez, en mucho tiempo o quizás del todo, que me había sentido interesado por alguien más y era probable que no volviera a ver o saber más de ella.
Narra Tobi
Eran las dos de la tarde, el día estaba soleado aunque unas cuantas nubes habían comenzado a opacarlo, era probable que el agua nos acompañara en unas cuantas horas. Había mucho ruido, muchas personas por todas partes, familias disfrutando del fin de semana juntos, personas comiendo, parejas tomadas de la mano, niños jugando y corriendo por todas partes, abuelitos conversando... y estaba yo... y estaban ellos.
Se preguntaran ¿qué hacía un chico tan guapo como yo solo en una cafetería? La verdad hasta ahora no he podido comprenderlo, pero todo era culpa de Matt y de su estúpida cita con Sam. Los estaba viendo, los observaba oculto tras un vidrio, una gorra y unas gafas de sol.
—Maldito ¿qué le estará diciendo? Sea lo que sea parece estar funcionando, ¿por qué Matt no deja de sonreír? —maldije para mis adentros al tiempo que apretaba mi puño con fuerza.
El par de tórtolos se encontraba frente a una fuente que había en medio de la plaza. Sam acababa de lanzar una moneda al agua y ahora quién sabe con qué palabras cursis estaría endulzando el oído de mi querido Matt, lo engatusaba, lo manipulaba, Sam era muy bueno en eso, todo lo que dijera serían sólo palabras vacías ¿por qué nadie me creía?
—¿Puedo traerle algo más, señor? —Me giré hacia la camarera y negué con la cabeza—. Si no pide nada tendré que pedirle que deje el lugar, como puede ver hay personas que esperan por mesas y usted sólo ha pedido una botella de agua.
—Entonces deme otra botella de agua —contesté de mala gana y volví mi mirada al exterior del lugar.
—La botella de agua puede tomársela en el camino, señor. ¿Está esperando a alguien? —insistió. Nuevamente me giré hacia ella y la miré con ojos de pocos amigos.
—Señorita, mejor tráigame un café —pedí con voz tranquila aunque en mi interior quisiera gritarle con todas mis fuerzas que se fuera.
La chica se retiró y yo volví mi mirada a la ventana. Por fortuna ellos seguían allí, de lo contrario todo habría sido una pérdida de tiempo, no podía perderles de vista ni un segundo. En ese momento me enojé, golpeé la mesa haciendo que muchos de los clientes del lugar voltearan a verme. Al sentir sus miradas me sonrojé, traté de calmarme, pero simplemente no soportaba verlos tan cerca y en ese momento se estaban besando.
—Aquí tiene su café, Señor —La chica puso la taza frente a mí—. ¿Se siente bien?
—Sí, ahórrese sus preguntas —La chica abrió tanto sus ojos que casi pareció que se saldrían de sus cuencas—. Ya se puede retirar, si necesito algo más la llamaré.
—Cretino —murmuró la mesera por lo bajo mientras se alejaba a paso lento
Cerré mis ojos y sobé mi frente a tiempo que tomaba aire tratando de calmarme, no podía entender por qué me sentía tan molesto y por qué no podía controlarlo. Todos esos sentimientos hacían que me comportara como un completo idiota. En ese momento me sentí avergonzado con aquella muchacha, qué difícil debía ser para ella tener que soportar las estupideces de personas como yo.
—Antes de salir le pediré perdón —susurré clavando mi mirada en la oscuridad de mi café—. O al menos lo intentaré —tomé un sorbo, estaba muy caliente por lo que lo dejé nuevamente en la mesa y seguí con mi observación.
—¿Tobi? —Mi corazón comenzó a latir con rapidez y temor, conocía esa voz, la conocía perfectamente—. ¿Qué haces aquí? Pensé que estarías con tu padre.
Lentamente giré mi cuerpo.
—I-Irene —dije con dificultad—. ¿Q-qué haces? ¿Y Alexander?
Ella se sentó en mi mesa, mirando hacia la ventana, rogué porque Matt y Sam desaparecieran y mi querida Irene no los viera.
—Pues Alex se quedó entregando el cuento pero ya viene, iremos a comer ¿vienes? —Irene tomó mi mano y la apretó.
—S-sí, me encantaría —contesté con voz temblorosa.
—¿Y tu padre? —preguntó mirándome con ternura, me sentí mal, me sentí miserable, le había mentido y sabía que ella creería cualquier cosa que le dijera.
—E-esta mañana me dijo que me llevaría otro día —mentí rodeando la taza de café con mis manos.
—Y ¿Por qué no me dijiste que vendrías aquí? —preguntó ella sonriente—. Aunque bueno, no importa, estás aquí y eso me alegra. El destino quería que nos encontráramos y pasáramos el sábado juntos.
—¿Con Alexander? —solté una risa nerviosa.
—No lo sé, como sea, me alegra que estés aquí —Ella había mantenido sus ojos fijos en mí, pero en ese momento miró hacia la calle—. Alex dijo que estaría frente al centro comercial —miré hacia la ventana también, allí seguían Sam y Matt—. Oye —Irene entrecerró sus ojos como si con ello lograra ver mejor—. ¿Esos no son Sam y Matt? —Mi corazón casi se detuvo cuando ese par de nombres salieron de su boca.
Su sonrisa se desvaneció. Irene giró su rostro nuevamente hacia mí, su expresión había cambiado por completo, ella parecía triste, nunca había visto sus ojos tan tristes.
https://youtu.be/TFy5JIuP-nU
Hola a todos <3 quiero agradecerles por seguir esta historia y por llegar hasta aquí, no saben lo feliz que me siento con sus lindas palabras de apoyo <3 Espero les guste el capítulo de hoy. Sobre el capítulo ¿qué creen que pasará con Irene y Tobi? ¿Saben quién es la chica misteriosa? ¿Qué piensan de Sam y Matt? Gracias, gracias y mil gracias por leerme, nos vemos en el siguiente capítulo <3
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