Capítulo 4

Recibo el billete y termino de meterlo a la caja registradora.

—Que tenga un buen día —respondo a la pareja dándoles su pedido.

Solo dos horas más y podré regresar a casa.

El día ha estado relativamente tranquilo la gente va y viene, pero aun así cuando uno está aquí, los pies son los que reciben todo el esfuerzo del día.
La rutina es un poco aburrida por no decir muy.

Observo a la gente pasar a fuera de la cafetería sin mucho interés. Hasta que siento a alguien pararse a mi lado.

Paseo la mirada por la cafetería, hasta que el susodicho se digna a hablar:

—¿Qué tal va todo? ¿Todo bien?

—Todo bien.

Es la quita vez que lo hace, se va, luego vuelve y pregunta exactamente lo mismo. Hasta cierto punto me está comenzando a preocupar.

¿Debería preguntarle qué le pasa?

No.

Lo escucho soltar una risa ahogada y por el rabillo del ojo logro ver como baja la cabeza, negando con ella, divertido.

—¿Qué es lo gracioso? —pregunto.

Lucas se suele reír por todo, pero esta vez su risa es distinta. Lo noto.

—Nada, es solo que creí que tendrías algo interesante que contar.

—¿Sobre?

—No sé, tal vez sobre tu nuevo vecino.

Lo miro de reojo y vuelvo al frente.

Así que era eso. Justo ahora mismo me arrepiento de tan solo haberle comentado que hable con Noah.

Actúo restándole importancia.

—¿Qué tiene que ver James en la conversación? —pregunto como si no entendiera.

—Mucho. Dijiste que hace una noche hablaron. Tengo curiosidad por saber sobre que, no quisiste decirme.

El sonido de la puerta de entrada suena, avisando la llegada de nuevos clientes. Mi excusa para evitar hablar.

—Tengo que trabajar.

—Puedes atender y decirme todo a la vez —dice—. Andaaaa—canturrea—. Necesito saber—canturrea de nuevo al yo no decir nada.

Es igual que Noah, por algo se llevaron bien.

Exhalo cansada.

—Bien —da unos pequeños aplausos al escucharme—. Me contó sobre la universidad.

Lo miro. Su cara de decepción es graciosa.

—¿Solo eso?

—¿Qué más quieres?

—Creí que iba a decir algo más picante.

Lo ignoro, y me concentro en las chicas que acaban de llegar. Se inclina sobre el mueble apoyando sus brazos en él.

—Y, ¿de verdad lo escuchaste?

Me digno a verlo y analizar sus palabras.

—¿Qué? Es normal que pregunte, para que me quieras escucharme a mi te debo rogar. Es obvio que me sorprende que hayas escuchado a Noah.

—Trepo un árbol —digo como si fuera razón suficiente—, y no es como lo haya escuchado a la primera.

Aclaro de una vez para que sepa que no fue como que haya querido hablar con él de una.

—De cuando acá te importa que la gente trepe árboles para hablar contigo. Debe haber algo más, y vas a decírmelo.

En realidad fue la primera vez que alguien hacia eso.

Me giro de nuevo y atiendo a las chicas. Anoto todo en la computadora y espero a que se imprima el pedido. Una vez lo tengo, lo estiro hacia Lucas, sin mirarlo.

—Un frappe y un americano.

—No te escapas, escuchaste —finaliza, tomando el papel.

Lo veo alejarse.

Recuerdo la plática con don sonriente, y el cómo el tiempo pasó tan rápido. Dos horas para ser exacta. Y por supuesto que eso no se lo dije a Lucas. De a por si todo es extraño, sabiendo eso sería más.

Vuelvo a concentrarme en los clientes para dejar de pensar.

***

Camino lento hasta mi moto y me coloco el casco antes de montarme en ella.

—¡Ela!

Gritan mi nombre, logrando que me gire en automático hacia la entrada de la cafetería. Veo a Chloe agitar su mano y sonriendo. Alzo mi mano derecha correspondiendo su saludo.

Lucas pasa por su lado, sonriéndole antes de caminar hacia mí.

No puede ser.

—¿Necesitas que te lleve? —me decido a comenzar yo antes de que salga con otra cosa.

—No, vendrá alguien por mí.

—Bien —me monto, meto la llave y prendo mi bello transporte.

—No te vas a ir tan fácil —su voz me hace verlo. Se que solo alcanza a ver mis ojos por mi casco.

—¿Necesitas algo?

—Tú lo sabes.

—Lo único que sé es que quiero llegar a casa, comer y quitarme los zapatos.

—Si quieres puedo decirle a Noah que te ayude con lo último.

Ladeo la cabeza.

Estoy llegando a creer que le gusta o porque tanta mención sobre él. Si cree que voy a ser su cupido está muy equivocado.

Coloca sus manos frente suyo, entrelazándolas.

—¿Me vas a contar la verdadera razón?

—No hay ninguna razón más allá de lo que dije, tengo que irme.

Ladea ahora el su cabeza en son de "no le mientas al rey"

—Ela.

Lo miro resignada.

—No hay nada —me mira desconfiado. Suspiro, cansada—. Lo prometo, ahora solo quiero ir a casa ¿ok?

Respira hondo, provocando que su pecho suba.

—Bien, ve con cuidado, entonces —dice, finalmente.

—Tú igual.

—Te quiero —Sonríe bajo.

—Sip —doy una palmadita en su brazo en un mensaje de "Yo igual". Decirle a alguien que lo quiero o darle un acto de afecto, me es difícil, me cuesta. Sin embargo, la gente cercana a mí no necesita eso de mi parte para saberlo.

Bajo la careta de mi moto y me dispongo a marcharme.

***

Creí que mi día no podía empeorar, pero lo hizo.

Papá se terminó encerrando en su despacho luego de otra discusión. Y para ser honesta, lamento siempre ver a mamá con aquella mirada triste comiendo a mi lado luego de ello. Ya no me esfuerzo por no pelear con él por mi bien, si no ahora todo lo que importa es mamá. Y ya nada funciona.

A pesar de terminar mi cena me quedo hasta que ella termine. Es lo menos que puedo hacer para tratar de arreglar el desastre que provoqué.

Levanto los platos de la mesa y me apresuro a subir a mi habitación no sin antes decirle a mamá que estoy cansada y que iré directo a dormir. Lo cual es una completa mentira.

Lo que necesito es salir. Y eso mismo haré.

Luego de dos horas escucho que suben las escaleras, abro solo un poco la puerta del cuarto y veo pasar a mamá directo a su cuarto.
Espero a que entre. Escucho la puerta cerrarse. Cierro con cuidado la mía y camino directo a la ventana.

Salgo por ahí, justo como el día que fui a la carrera de Lucas.

Termino de bajar las escaleras. Al tiempo que toco el suelo, me subo el gorro de mi sudadera, me doy la vuelta en dirección opuesta a la calle principal y comienzo a caminar hacia a un edificio muy conocido para mí.

No se encuentra lejos.

A pesar de estar abandonado, no se está en mal estado y tiene una vista preciosa.

Cuando estoy cerca del edificio, escucho un ruidito detrás de mí.

Me detengo y observo por encima de mi hombro de manera disimulada, alcanzando a ver como intenta esconderse.

En lugar de sentir miedo, rio mentalmente.

Al parecer alguien viene de metiche siguiéndome.

Ni siquiera eso sabe hacer.

Regreso al frente y sigo.

Entro al edificio y subo hasta el último piso antes de la azotea. Siempre tiene que ser ese, es el que tiene la mejor vista. Así logro despejar mejor mi mente. Cuando llego en lugar de ir hacia la barda, me escondo atrás de uno de los pilastrones que hay ahí. Y espero.

Tarda demasiado.

No es hasta varios minutos después que escucho los pasos de alguien más. No me muevo. Sus pasos se escuchan cada vez más cerca hasta que pasa por mi lado sin darse cuenta de que estoy ahí.

Viene el pijama con un suéter del mismo color de los pantalones grises para dormir que trae.

Noto como está confundido y seguro se pregunta dónde estoy.

Se acerca casi a la esquina de la barda del edificio, y coloca sus manos en ella para después mirar hacia abajo.

—Así que te gusta seguir a las personas —digo tomándolo desprevenido y haciéndolo brincar en el acto por el susto. Se gira de inmediato.

Cruzo mis brazos.

—Me asustaste —dice, llevándose una mano al pecho.

Bufo sin gracia.

Despego mi espalda del pilastrón y me acerco a donde está él.

Siento como recorre con su mirada cada paso que doy, como si estuviera analizando y adivinando que es lo próximo que haré. Sin decir nada, coloco mis manos en el borde de la barda y me impulso hacia arriba, para subirme a ella.

—Cuidado —agarra mi brazo a la mitad de mi acción.

—¿Qué haces? —pregunto al ver que no me suelta.

Levanta la mirada, provocando que se encuentre con la mía. Siento el calor y la textura de sus dedos en mi piel como si fuera en cámara lenta.

—Te sostengo, es peligroso podrías caer y morir.

Me quedo callada, desvío la mirada sin mostrar lo confundida que estoy y parpadeo un par de veces antes de terminar de acomodarme para quedar sentada en la barda. Por fin aleja su tacto de mí y el aire vuelve a entrar a mi cuerpo.

Siento el viento golpear continuamente mi rostro y mover mi cabello. Echo una mirada abajo.

Un mal movimiento y adiós mundo.

Noah se acomoda a mí lado estando de pie porque claramente no se atreverá a sentarse como yo.

Miro la ciudad. Me gusta hacerlo, me hace sentir tranquila y me aleja de mi realidad. Siempre que me siento abrumada, vengo aquí. Cierro los ojos sintiendo la brisa y dejo caer mi cabeza hacia atrás.

La presencia de Noah no me permite estar tranquila al cien.

Controla las emociones, Ela.

Respira.

Llevo una mano a la bolsa de mi sudadera y saco el cigarrillo seguido del encendedor. Doy una calada y suelto el humo. Abro los ojos al notar tanto silencio. Observo a Noah. Ve detenidamente lo que sostengo en mi mano.

—¿Te molesta?

Sus ojos suben a mi cara al escucharme.

—¿Qué?

—¿Que fume cerca de ti?

—Ah, no, adelante.

—No parece.

Sube las manos a la barda y sonríe apenado.

—Es solo que no soy muy fan del olor.

Deslizo mi mirada a la ciudad.

Doy una calada más al cigarro antes de preguntar:

—¿Por qué me seguiste?

—Es muy noche para que una persona ande en la calle, no quería que nada malo te pasara.

Puedo sentir su mirada, pero no quito la mirada de enfrente.

—No necesito que nadie me cuide, puedo hacerlo sola.

—Nunca he dicho lo contrario.

Paso saliva, y frunzo apenas el ceño para verlo. No termino de entenderlo.

—¿Por qué realmente me seguiste?

—Esa es la razón.

¿Por qué siento que no es real?

—No te creo.

—¿Por qué?

—Solo lo hago.

Exhala ruidosamente.

—No podía dormir, asique estaba viendo por la ventana cuando te vi salir —confiesa por fin. Con eso, me percato de las ligeras ojeras que hay debajo de sus ojos—. Y de verdad te seguí porque estaba preocupado de que fueras por ahí sola tan noche.

—Tsss —suelto apenas audible.

Llevo el cigarro a la barra donde estoy sentada. Presionándolo contra ella, apagándolo.

—Intentemos ser amigos, Ellie —dice, tomándome desprevenida. Dejo a un lado lo que hacía.

—¿Qué?

—Intentemos ser amigos —repite.

Creo que aparte de gustarle hablar y sonreír mucho, no suele recordar muchas cosas. Recuerdo haberle dicho que cada quien debía quedarse en su lado.

No quiero ser su amiga, no porque sea malo, porque sé que no lo es. Más bien me parece un chico muy amable y hasta cierto punto muy inocente que bien alguien lo podría lastimar con facilidad. Sin embargo, siento en el fondo que debo decir que no.

Su mirada penetrante me mira esperando con ansias mi respuesta.

Miro un instante hacia abajo y después, sin más asiento bajo, mirándolo. No tengo de otra, quiero decir que no pero si digo no, seguirá insistiendo. Con lo poco que hemos interactuado pude darme cuenta de eso.

Sonríe todo el tiempo, habla mucho, olvida cosas y es terco.

Insistente mas bien.

Es tan terco que prefiero guardarme ese paso.

Ok.

—Perfecto —sonríe—. Ahora, para poder serlo necesitamos decirnos cosas sobre nosotros, para conocernos.

Lo miro, sin decir nada.

—Cosas un tanto intimas, un poco...—vacila en lo siguiente que va a decir. Ladeo mi cabeza—, personales.

Suelto un pequeño aire y levanto las cejas.

—Personales, claro —repito mirando hacia la ciudad.

—Si, como...—mira hacia el techo y dice—: ¿Número favorito?

Lo miro igual de seria, pero al parecer se da cuenta que ahora mi mirada dice "Eso es tonto"

—Ok, ok, ¿qué tal...? —piensa—. ¿Color favorito?

—Tendré que poner una orden de alejamiento —digo, regresando la mirada a la ciudad.

Sonríe, acercándose.

—¿Demasiado? —de reojo, observo como ladea un poco su cabeza sin quitar su sonrisa.

—Demasiado.

—Lo siento —responde—. Pero me gustaría saber.

Lo pienso un momento.

—Ya lo sabes, se los dijiste a tu hermana.

—No, me refiero al verdadero y no a lo que quieres que lo demás crean —sus palabras me hacen verlo.

He sido lo más cuidadosa posible toda vida y él lo supo como si fuera lo más obvio posible.

—Puedes decirme. Guardaré el secreto.

Dejo pasar varios segundos, hasta que lo digo:

—Rojo.

Noah frunce sus cejas.

—¿Rojo? Nunca te he visto usar algo rojo.

—Nos conocemos de tres días no es para tanto.

No sabe nada.

La verdad es que es mejor así, entre menos sepan de ti, menos posibilidades de que te lastimen. Aunque sea algo tan mínimo como un color.

Le echo una mirada rápida, y él termina asintiendo. Se gira para quedar mirando la ciudad y cruzas sus brazos apoyándolos sobre la barda.

—¿El tuyo? —pregunto, su mirada brilla al mirarme enseguida.

—Blanco.

Creí que sería negro, azul o rojo, todos los chicos siempre dicen eso.

—Creí que dirías otro.

—¿Por qué?

—Los hombres son predecibles.

—No soy como los otros hombres, Ela.

Lo sé, repite esa vocecilla en mi cabeza. Parpadeo despacio y desvío la mirada. Esta vez no veo hacia la ciudad, solo hacia enfrente, hacia donde queda el otro extremo del edificio.

—Oye —llama suavemente. Deslizo mi mirada a él. Sonríe poco antes de continuar—. Ya que debemos saber, aunque sea las cosas mínimas entre nosotros, ¿Puedo saber cuánto mides?

—¿Por qué quieres saber eso?

—Es que eres casi de mi altura, jamás había conocido una chica como tú.

"Como yo" repito en mi cabeza.

—Acaso ¿Te asustan las chicas altas, James?

—No —el viento mueve un poco su cabeza como el mío al tiempo que el tono de su voz se vuelve bajo—. Para nada.

Alejo la mirada, respondiendo:

—Mido 1.77m.

—Solo tres centímetros menos que yo —escucho cierto entusiasmo en su voz, lo cual es extraño.

La vida es extraña.

Los humanos lo son.

—¿Ellie?

—Ela —corrijo.

—Me gusta más Ellie.

Giro de vuelta mi cabeza para mirarlo y él al sentir mi mirada hace lo mismo.

—¿Te gustaría ir al centro comercial? —su pregunta me toma desprevenida.

—No soy de ir al centro comercial, ni a lugares donde haya mucha gente.

El trabajo es la excepción, no tenia de otra.

—Bueno, déjame llevarte a un lugar al que estoy acostumbrado ir, así como cuando tú me llevaste a ver a Lucas.

—Quieres que vayamos a un centro comercial y he hablado contigo ¿Qué? ¿5 veces?

—No llevo la cuenta, pero eso es demasiado si se trata de hablar contigo —dice entre risas. Sin cuenta, suelto una también una apenas perceptible, pero que él se da cuenta de ella—. Oh, has sonreído. Te ves linda, quiero decir amigable —bromea.

Quito la sonrisa de inmediato, regresando de nuevo a la seriedad. Su sonrisa igual disminuye.

—De verdad quiero ir contigo —no contesto—. No tenemos que ir solos, Ela, puedes invitar a Lucas.

—Lo pensare, ahora guardemos silencio —recargo mi cabeza en la pared detrás de mí. Da un breve si con la cabeza y se coloca recto hacia enfrente dejando a mi vista su perfil.

Me quedo viéndolo detenidamente sin intenciones de nada solo como si estuviera viendo algo más.

Y entonces baja la cabeza.

—¿Ellie?

—¿Qué? —ni siquiera lo corrijo porque nunca me hace caso, en nada. Siempre tiene que llevar la contraria.

—Tú ¿Le tienes miedo a algo?

—¿Debería?

Sus ojos curiosos se enfocan en mí.

—Es algo común en los humanos tenerle miedo a algo, aunque sea mínimo.

Lo pienso.

Y entonces caigo en cuenta: ¿Por qué debería contarle algo así a un extraño?

Vamos, ya no es más un extraño.

—No —respondo a su pregunta.

—¿No? ¿Cómo puedes no tenerle miedo a nada?

—No pierdo el tiempo en esas cosas.

—No es perder el tiempo, es solo un sentimiento natural en los humanos.

—Aun así.

—Wow, pues me sorprendes —sonríe girando su cabeza hacia dónde están sus brazos.

—¿Por qué?

—Nunca he conocido a nadie que no le tuviera miedo a nada.

Desliza su mirada a mí de vuelta y esta vez es inevitable que no se encuentre con la mía. No se aleja, ni la desvía, simplemente se queda quieto al igual que yo. El único ruido es el sonido del viento.

Y...

Bum, bum.

El latido de mi corazón se vuelve distinto.

Se acelera.

¿Qué demonios ha sido eso?

Parece que Noah no sabe que me ocurre porque suelta una risita de esas que sueltas cuando te acuerdas de algo gracioso y sin más, aleja la mirada.

¿O puede que lo sepa y le resulta divertido?

O si no, ¿Qué es tan gracioso?

De hecho su perfil se ve distinto ahora que ríe, creo que...

Necesito irme de aquí.

—Recordé la vez que Sin...

—Nos vamos —Lo interrumpo bruscamente. Me bajo de la barda de un salto yendo hacia la salida.

—¿Eh?

No me giro a verlo o tan siquiera a dar alguna explican del tan repentino momento.

—Espera —me detiene tomando uno de mis brazos. Su rostro se ha relajado y notoriamente expresa total confusión—. ¿He dicho algo que te incomodo?

Su agarre en mi brazo es raro.

A pesar de la tela de mi sudadera cubre mi piel, siento como si su tacto pudiera traspasar esta misma. Casi como quemara.

Parpadeo, reaccionando de lo que está haciendo.

—Si no sueltas mi brazo, juro que te quedaras sin el tuyo.

No me gusta que me toquen más allá de lo que permito.

Espacio.

Da una fugaz mirada a su mano dándose cuenta de lo que hace. La aleja de inmediato de mí.

—Lo siento.

Paso saliva. Se nota avergonzado, así que miro a otro lado y llevo los hombros hacia atrás.

—No hiciste nada, solo estoy cansada y me está dando sueño. Vamos a casa —Me giro siguiendo mi camino.

Veo hacia el cielo una vez a fuera del edificio.

Deben ser las dos de la mañana.

—El último en llegar a casa es un huevo podrido —dicen detrás de mí.

Pasa por mi lado corriendo sin esperar respuesta.

¿A este que le pasa?

¿Por qué haces cosas tan raras?

Es muy ruidoso.

Lo sigo con la mirada mas no sigo su acción.

Al notar que no lo sigo se gira sin detenerse, pero bajando su velocidad.

—¡¿No vas a correr?!

—No.

Quiero volver a casa en paz.

—¡Entonces tendrás que prestarme tu moto para irme a la universidad!

Mis sentidos se ponen alerta.

Si llega antes que yo no me la acabare. Lo tendré encima de mi durante meses con eso.

—¡Eso jamás! —comienzo a correr detrás de don sonriente—. ¡Ni creas que te dejare subir en Doroti!

Se echa a correr, riendo.

Y una vez más, hago algo que jamás hubiera hecho. Echarme a correr junto a él como si fuéramos dos niños regresando a casa.

***

Han pasado tres días desde el día del edificio.

¿Lo raro?

Es que no lo he visto.

Un día propuso lo del centro comercial y al siguiente simplemente desapareció.

Suelo encontrarme a su madre en la mañana cuando salgo al trabajo, la curiosidad está ahí, pero me reusó a preguntar, solo correspondo su saludo amable y continuo. Lucas tampoco ayuda mucho, se la pasa preguntando por él como si yo fuera la mejor amiga de él. Mi respuesta siempre es un "No lo sé" y la suya "¿podrías investigar?"

Inconscientemente me quedo viendo hacia su ventana, viendo las luces apagadas y preguntándome donde estará.

Justo como ahora.

Le doy una calada a mi cigarro y suelto el humo. Acomodo mi peso, recargada en mi motocicleta.

No comprendo el porque me importa o el porque me genera curiosidad saber de él. Pero ahí estaba, preguntándome sobre su existencia.

Apago el cigarro y camino hacia casa.

El día está siendo un tanto aburrido.

Cambio una y otra vez de canal en la televisión. Todo es tan insípido. Solo más y más canales aburridos.

Apago la televisión y aviento el control a la cama. Suelto un suspiro y decido sentarme en la orilla de esta. Bajo la cabeza y cierro mis ojos, intentando relajarme.

Los días de descanso suelen ser para mí un poco difíciles, prefiero trabajar aun así termine con el cuerpo adolorido o cansado. Puedo mantener la mente ocupada.

Aquel extremo silencio en el ambiente se ve interrumpido por unos pequeños golpes en la ventana que me hacen levantar la mirada despacio hacia ella.

Un segundo después, vuelven.

Al estar la cortina recorrida, logro ver que es lo que cae en la ventana.

Piedras.

Sin esperar a más, me levanto y camino a la ventana.

Y siento un extraño sentir en el pecho al ver a la persona sentada en la rama del árbol. No sé cómo podría traducirlo a palabras.

Ese mismo sentimiento se intensifica al verlo sonreír. Al ver de nuevo esa sonrisa luego de días.

Subo la ventana y enseguida el aire entra moviendo mi cabellera suelta.

—Hola —su voz se hace escuchar.

Bajo un poco la mirada y vuelvo a subirla. Para sorpresa mía, sonreí apenas que se puede percibir.

Sin saber cuánto tiempo pasa, termino sentada en la ventana como la primera vez.

—El día ha estado fresco.

Lo escucho. Asiento sin dejar de ver hacia la calle. Lo ha estado toda la mañana y tarde, y si tienes dudas del clima solo es necesario ver las mejillas de James para saberlo.

Están sonrojadas.

—¿Te gusta el frío?

—Odio el calor —respondo.

—Yo igual.

Decido verlo.

Y es cuando me doy cuenta que su cabello está despeinado algo fuera de lo normal y deja ver solo unas partes de su frente. El color de su sudadera azul marino resalta su piel blanca y lo hace ver tierno cuando sonríe. Sus ojos parecen casi desaparecer cada que ríe. Los cierra mucho cuando lo hace a diferencia de cuando solo sonríe. Lo note hace un minuto atrás cuando contó un chiste malísimo.

No podría ser comediante.

—Lo sé.

Su mirada da a mí al escuchar mi respuesta. Su expresión sorprendida no se puede pasar desapercibida.

—¿Cómo lo sabes? No recuerdo habértelo dicho.

—Lo intuí.

—Oh, eres buena en eso entonces.

De eso se ha tratado nuestra conversación durante los últimos treinta minutos. Él hace preguntas y yo respondo. Y luego sin darme tiempo a preguntarle lo mismo él responde a la pregunta que hizo.

No me quejo, me ahorra trabajo.

Regreso mi vista a la calle, copea mi acción.

Me he dado cuenta que estos breves momentos de silencio no son incómodos.
Y es raro porque prefiero mil veces estar sola, y disfrutar de ese silencio.

Por el rabillo del ojo noto movimiento de su parte. Se acomoda de mejor manera en el árbol.

—No estabas —decido hablar.

Su movimiento se detiene y ahora puedo sentir la intensidad de su mirada sobre mí.

—Si, yo...—no termina su frase. Mis ojos se topan con los suyos y él parpadea un par de veces antes de responder—: Tuve un asunto que atender.

—¿Grave?

—No, nada de qué preocuparte.

—Tsss —suelto y desvío la mirada no sin antes ver la sonrisa de satisfacción en su cara—. Fueron mis mejores días.

—Claro —alarga la palabra en un tono de ironía.

Bajo la cabeza y suelto una sonrisa. Llevo mi mano derecha al tabique de mi nariz tratando de ocultar dicha sonrisa y muevo la cabeza de un lado al otro.

Recargo la cabeza hacia atrás. Disfruto del aire y de lo bien que se siente ahora mismo. Tenía tiempo sin sentirme así.

—¿Te cuento un chiste?

Cierro mis ojos.

Por favor no.

Sabía que no tardaría en hablar.

—Ya me contaste uno.

—Este nuevo es mejor.

—Solo guarda silencio, mañana me lo cuentas.

Y como lo sospechaba, vuelve a hablar.

—Mi profesor de filosofía mencionó un extraño...

Al parecer no se cansa.
Me dedico a solo escucharlo y escucharlo hablar hasta que se canse, si es que eso puede llegar a pasar.




Cualquier error una disculpita.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top