Capítulo 5


—Gracias por su compra, tenga un buen día. —Sonrío hacia el señor Laureano, despidiéndolo con la mano y dándole una última mirada al hermoso ramo que diseñé para su esposa.

Suspiro, cuando su silueta se pierde. Él siempre le compra uno de mis ramos a su esposa, lo sábados en la mañana. Desde hace seis años, que abrí este local, Don Laureano ha estado viniendo cada sábado por flores. Incluso, a pesar de saber que aún las del anterior están perfectas, el sigue comprando.

Según sus palabras "las flores son una pequeña manera de demostrarle a su esposa cuánto la ama, y cuánto vale para él". Y cualquiera que vea a ese hombre hablar de su esposa, se dará cuenta de que la ama, de verdad.

Ojalá yo pudiera obtener un amor así, pero simplemente en mis cortos veintiséis años, he comprobado que: a) El amor de mi vida está de vacaciones permanentes o b) no ha nacido.

En todo caso, mis anteriores experiencias amorosas, sólo me han dejado con deudas y corazones rotos. Bueno, excepto esa vez en las que fui yo quien la embarró, pero realmente pensé que habíamos terminado. Es decir, ¿Quién carajos desaparece tres meses, sin mensaje ni llamada y pretende que sigas esperándolo?, ¿Cómo iba yo a saber que era un policía y estaría de servicio ese tiempo?, ni siquiera me dijo que desaparecería, así que, cuándo lo hizo y me encontró despidiendo a un chico la mañana siguiente de una increíble ronda de sexo... no fue un bonito reencuentro.

—¿Puedo obtener un permiso el próximo jueves? —pregunta Simón, regresando de la cafetería con un chocolate para mí.

Tomo el vaso caliente y los pancachos de sus manos.

—¿Quién cierra el jueves?

—Yamileth —responde, sentándose a mi lado.

—Vale, yo cubriré tu turno en el día, pero el viernes estoy libre.

—Vale, jefe —Deposita un beso en mi mejilla y sonríe—, eres la mejor.

—¿Y mi café? —gruñe nuestra tercera rueda en este negocio.

—Lo siento Yami, olvidé llevarte el café primero, antes de que tu perra interior resurgiera del amado infierno.

Yamileth toma su café con la frente fruncida y bebé rápidamente. Su cuerpo y su rostro se suavizan y sonríe.

—Lo siento, no funcionó bien sin mi café.

—Lo sabemos —murmuramos Simón y yo a la vez.

Ofreciéndonos una avergonzada sonrisa, Yami regresa al taller para terminar uno de nuestros pedidos. Los fines de semana son mucho más movidos que cualquier otro día, es por ello que esos días, los tres procuramos estar en la tienda. Quien abre la tienda se va primero y quien llega de último hace el cierre. Hoy me corresponde cerrar a mí.

Eso quiere decir, que no habrá sábado feliz para mí hoy. Son los sacrificios que debo hacer al tener mi negocio propio. Siempre soñé con un lugar como este, las flores para mí son las sonrisas que nos da la vida. Así que, venderlas y hacer sonreír a otros... amo hacerlo.

Desde pequeña me llamó la atención, siempre estaba corriendo de un lado para otro, sembrando flores en el patio de mamá y buscando tutoriales para hacerlo bien. Jenny siempre se quejaba, pero sé que mamá lo disfrutaba. Además, papá tenía una muy buena fuente de hermosas flores, cuando olvidaba las fechas especiales o realmente metía la pata con mamá.

Después de dos años de masacrar mis flores para redimirse con mamá, empecé a cobrarle, luego perfeccioné sus ramos y, como mamá quedaba encantada con ellos y papá quedaba como un príncipe; pronto el chisme se regó por todo el vecindario y, en poco tiempo ya tenía varios pedidos.

Poco a poco empecé a ahorrar. Ayudó que mamá tuviera un enorme jardín y que la abuela conociera a los distribuidores de flores de la ciudad, además, la finca de papá quedaba en las afueras de Popayán... tenía fácil acceso a los cultivos.

Terminando mi desayuno, voy hacia el taller para continuar con mis pedidos y dejo a Simón en el mostrador.

Debo terminar un ramo funerario, es uno de los trabajos más difíciles que hago, pero es en los que más empeño coloco. Al menos esa persona que dice adiós, se llevará consigo, el ramo más hermoso y lleno de esfuerzo y cariño. Coloco la cinta con el nombre de la persona que partió, pongo mis dedos en mis labios y deposito un beso en ellos, para luego colocarlo en la cinta.

—Qué Dios te reciba allá en los cielos, y que bendiga a aquella familia a la cual dejas aquí en la tierra. Descansa en paz y encuéntrate con tu creador, tu propósito en esta vida, se ha cumplido —susurro las palabras que he aprendido de memoria. Es mi oración cuando entrego uno de mis preciosos a una familia que debe decirle adiós a uno de los suyos. Parecerá tonto, pero siempre he creído que aquella alma me escuchará, verá las flores y dejara este mundo con una sonrisa.

—Es triste —suspira Yami, acercándose a mí—. Por lo que escuché cuando vino el hombre que lo encargó. La pequeña no tenía más de ocho años.

Mi corazón se encoge y cierro mis ojos por un breve segundo.

—Joven, pero Dios sabe cómo hace sus cosas.

—Espero que su familia piense igual que tú, perder a un ser querido no es fácil.

—No, no lo es. Pero sé que con el tiempo ellos lo entenderán. Todos venimos al mundo con un objetivo, a veces, cuando algunos se marchan no alcanzamos a comprender que fue lo que vinieron a hacer en nuestras vidas, sólo tiempo después, cuando recordamos su muerte con sin que el dolor y la desolación sean el sentimiento principal.

—Que Dios la tenga en su gloria, y que conceda fortaleza a su familia.

—Amén —respondo. Yami deja un beso en la cinta seguida de Simón, que entró hace unos segundos.

—Descansa en paz, Alana Herrera.

—¿Por qué sigues aquí? ¿No se supone que irías a cine con Enrique?

—Ujum —responde Simón tomando una de las almojábanas que pedimos hace una hora—. Así es.

—¿Y entonces?

Termino ce meter el dinero y cuadrar los recibos. Anoto las entradas, salidas y anticipos en el libro.

—Le dije que pasara tarde. No iba a dejarte sola para afrontar a la ciudad, un sábado a las nueve. Además —sorbe fuertemente su leche caliente, lo hace totalmente para molestarme—, tenemos boletas para la última función.

—Pero tú cierras mañana. No es justo.

—Yo soy hombre.

—¿Y eso que quiere decir?

—Bueno, que sí un violador está acechando por ahí, lo pensaría dos veces antes de lanzarse sobre mis huesos. —hace una pausa pensando en algo—. Aunque, si al violador bate para el otro lado... —silba y sonríe maliciosamente—, las cosas podrían ponerse... menos complicadas.

—Eres un enfermo —gruño y cierro fuertemente la caja.

Simón deja escapar una carcajada y me mira. —Oh vamos, sólo bromeaba. Sabes que el único hombre que hace a mi culo estremecer es Enrique.

—Demasiada información. —Finjo estar asqueada, pero Simón sabe perfectamente que los amo a él y a su esposo Kike—. De todas formas, ya solicité las flores para el ramo de su aniversario.

—¿Todas? —pregunta esperanzado.

—Sí.

—¡Oh Dios mío, Susy! Te amo jodidamente mucho —grita saltando para abrazarme.

—Lo sé.

—¿Estoy perdiéndome de algo aquí?, ¿Acaso has decido entregarte a otros brazos?

Ambos nos volvemos hacia Kike que ha entrado a la tienda.

—Por favor, sabes que él sólo tiene ojos para ti. —Sacudo la mano dejándolo ser.

—Ah Susy, debes tener muy claro que, Kike y yo hemos llegado a la conclusión de que si algún día, decidimos enderezar nuestros caminos, definitivamente lo haríamos contigo.

Me atraganto con mi propia saliva y los fulmino con la mirada. —En serio, están muy mal ustedes dos.

—Es en serio Susy, espero que nos recibas a ambos con los brazos abiertos.

—Hmm, eso de los tríos, Kike, no va conmigo.

—Al menos di que lo pensarás —Simón da una vuelta en su lugar y acuna su trasero—, sabes que somos buen material, buena carne.

Me rio entre dientes y niego con la cabeza. —Será mejor que cerremos esta tienda.

Continuamos haciendo bromas hasta mi auto. Kike y Simón esperan hasta que arranque y se despiden agitando las manos. Sonrío cuando los veo darse un beso por el espejo retrovisor. Esos dos se aman locamente.

Antes de llegar a casa, hago una parada en la tienda de comestibles, esta noche quiero un poco de vino para acompañar la pasta que dejé en el horno. Todas las temporadas de Dawson's Creek me esperan en casa, él es mi cita de hoy. Triste, lo sé, especialmente cuando después de todas esas temporadas el chico no se queda con la chica.

Sigo mi camino a casa y aparco el auto frente a mi casa. Reviso el teléfono antes de bajar del auto y veo un mesnaje de Jenny.

Lamento el desorden en tu cocina, Edison me llamó para una cita y no tuve tiempo de ordenarlo todo. Mañana te compenso con buñuelos de tu panadería favorita.

Suspirando y rodando los ojos, bajo del auto. Por supuesto que Jenny no tuvo tiempo de ordenar la cocina. Esa mujer prefiere morir de gangrena antes de lavar un plato. Abro la puerta de mi casa y el olor a cebolla me hace estremecer.

¿Qué demonios fue lo que comió Jenny?

Espero que no sea su maldita...

Llegando a la cocina veo lo que, rezaba, no fuera.

La caja de pizza y los platos están apilados en el lavado. Dos rebanadas sobrantes sobre otro plato en la encimera.

—Jeny, maldita sea —gruño, buscando el ambientador en spray. Lo encuentro y lo acabo casi todo mientras recojo el desorden. Hago una mueca asquerosa cuando veo la cebolla roja, cruda, sobre la masa de pizza.

Mi hermana tiene los gustos más raros en pizza, y hombre, y zapatos, y bolsos, y... en casi todo.

Dejando todo reluciente de nuevo, camino a mi cuarto, dándole una añorante mirada a la ventana, me gustaría saber que está haciendo pablo; sacudiendo esos pensamientos de la cabeza, voy al baño para cambiarme y preparar mi enorme y cómoda cama, para la maratón con mi cita. Caliento la cena y la llevo a la habitación, enciendo la pantalla de mi televisor y dejo voy hasta mi carpeta de series.

El tercer capítulo de la primera temporada termina y algo golpea mi ventana. Levantándome para asegurarme que todo esté bien, corro las cortinas y encuentro a mi vecino aterrador caminando hacia las puertas de su casa. Frunciendo el ceño, decido abrir la ventana para preguntarle que fue eso, pero un papel cae del marco de la ventana y lo levanto.

Mi estómago se retuerce y el aliento sale de mis labios cuando leo la nota:

Buenas noches, vecina observadora apasionada, me alegro que hayas llegado sana y salva a casa.

V.O.A

Por Hades y el mismísimo inframundo, el Pablo estaba esperándome.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top